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AFFAIR por malchan

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Notas del capitulo:

No estoy en mi mejor momento, he tenido una bronca gorda y probablemente tenga que hacer cambios grandes en mi vida pero se trata de una situación que anunciaba su ruptura desde hace tiempo... bueno, no es confesionario, lo sé, sólo que quizás todo ésto vaya a afectar la historia de una forma u otra, pero espero que no.

Muchas gracias por leer y especiales y azucaradas gracias a los que comentan. De momento Affair es un buen distractor, que bueno que lo tengo a éste y a ustedes <3

Y... en temas más alegres MUCHAS FELICIDADES a oscworldximena por ser el review 700! Espero que tú que eres la experta en terminología médica apruebes el capi ;)

*tira confetti* *se prenden luces estroboscópicas* *salen ukes bailando en tanga* *estallan fuegos artificiales* te dedico éste capi hermosa, gracias por el apoyo!!

 


Un taxi viajaba a través de la nívea ciudad. Atravesando el puente Adolphe era posible observar por un momento la parte baja del valle, aquella zona que conservaba el aire medieval de la antigua Luxemburgo cuyos tres días seguidos de nieve ininterrumpidos la había sumergido en una belleza blanca.

Una joven de cabello negro miraba pensativamente por la ventana, el vehículo estaba en sumido en un silencio absoluto hasta que decidió hablar:

- Tú deberías estar muy lejos de aquí, tuviste tu oportunidad para irte. Aún estás a tiempo
  de arrepentirte- decía sin despegar su vista del exterior, su faz desmejorada distaba de
  cómo había lucido poco tiempo atrás mientras su fleco cubría sin mucho éxito un golpe
  en el ojo que aún estaba hinchado y que le había dejado un tono morado intenso. Un
  puñetazo bien colocado de Mika.

Parecía molesta, quizá su pregunta no fuera debido a que no creyera la determinación de con quien hablaba, sino porque en el fondo tuviera dudas de lo que ocurriría una vez que llegaran al final del recorrido.
No hubo respuesta de la otra parte, por lo que ella siguió, como matando el silencio:

- Pero debe ser la manera en la que El Gran O nos ata a él, ¿no crees?
  Es como si él se metiera dentro de nosotros, en la parte más siniestra de nuestro ser.
  Yo misma… me prometí alejarme de él para siempre, después de todo lo que hizo y
  heme aquí, tal como tú, siendo una idiota.

Pero a su oyente en realidad no le importaba volver, por difícil de creer que fuera. Poco tenía que perder a ésas alturas.

No tardaron mucho en arribar a su destino, la galería Vinnart.

Parecía que hubieran vuelto en el tiempo semanas atrás, en que ese par era parte del mundo de Olaf Lundgren.
La morena timbró de cierta manera y tras un instante les concedieron el acceso de la puerta eléctrica.

El sitio por dentro ya se encontraba decorado con luces rojas y largas y pesadas cortinas negras, así como elegantes sillas y tapetes suntuosos por doquier, haciendo de ese espacio grande y normalmente estéril en un sitio confortable y hedonista.
Era claro que llegaban horas de que todo comenzara, esa noche se celebraría una de las fiestas del afamado doctor.

Un hombre de profundo cabello negro y una rasposa barba se preparaba un trago en la barra, una sonrisa se instaló en sus sensuales labios al ver a quienes arribaban, no llevaba su musculoso cuerpo bajo una capa de brillante cuero, pero era claro quién era él.
Y quizá ése hombre fuera un sádico, pero ciertamente era uno bastante guapo.

El elaborado cóctel en su mano dejaba en evidencia que hasta hacía un mes había trabajado como cantinero en el club Zaphyr, pero aquella actividad ya no sólo no se comparaba monetariamente a lo que le pagaban trabajando para el Gran O, sino que ante un empleo así de ordinario había perdido todo su interés. Ahora era M a tiempo completo, aún si el traje negro encima lo era.

- Lepa, lepo je videti te*- habló él a la morena, en la lengua materna de ambos, yendo a  
  encontrarla.
*/Hermosa, que gusto verte.

Ella se tensó de inmediato, pero permitió que éste llegara a su lado, Mika la acarició recorriéndole lentamente la suave superficie desde el brazo hasta la mano para tomar aquello que sostenía en ella; una botella de vino.

- To nije za vas- “No es para ti”, declaraba Beka, moviendo el brazo para impedir que se
  la llevara.
- Ne? ¿Y tampoco has venido a divertirte conmigo?

- Claro que no. Le he traído un regalo al Gran O- contestaba a cambio con severidad.

- Me imagino que no te refieres solamente a la botella- miró el serbio brevemente a la
  persona que había entrado tras la joven.

- ¿Podrías llamarlo o voy a buscarlo?

- Ninguna de ambas, muñeca. Él no ha llegado.
  Pero no seas fría conmigo- insistía en acercarse- Sabes que éstos son negocios nada más,
  mi relación personal contigo es algo aparte que deberías ser capaz de separar. Yo soy el
  ejecutor del Gran O, hago lo que me solicita y me pidió castigarte por negarte a
  obedecerle.
  Es así de simple.

Pero era claro que para ella no lo era así.

- Para ser un instrumento, gozaste mucho todas las cosas que me hiciste- reclamó,
  mirándolo a través de su cara golpeada.

Él sacó un sonido intermedio entre un bufido y una risa sardónica.
- Vamos, ¿de dónde crees que nace mi obediencia? No soy un esclavo, disfruto lo que me
  pide hacer, por eso lo sigo. No debería estar prohibido disfrutar del trabajo, ¿no crees?-
  clamaba con un aire de cinismo.
  Te diré algo, O estará feliz de verles, pero si de verdad buscas complacerlo, quédate a la
  reunión y quizá te entregue tu cinta. ¿No te resultaría útil recuperarla?

La tercer persona presente, los oía hablar mientras permanecía en silencio y sin moverse, invisible. Pero escuchaba todo con atención, ¿acaso era de verdad posible recuperar las grabaciones que esos enfermos hacían?
¿Dónde las guardaban?

- Eso lo negociaré con O, no contigo- contestaba B, con dureza en sus rasgos que solían
  haber sido más bien amables, pero que ya no lo eran más- Después de todo, a lo único
  que te he pedido, te has negado, así que no tengo nada que tratar contigo.

Eso hizo reír a su compatriota.
- ¡Realmente estás muy enojada! No tenías que echarme de nuestro departamento.
  Eso fue infantil e innecesario.
  Planeo darme una vuelta mañana por mis cosas, pero me gustaría poder arreglar este
  asunto contigo, tú sabes que me importas, más que la mayoría de la gente.

Pretendió tocarla, pero ella se apartó.

- ¡No hay nada que arreglar!- rugió ella- Ya te lo dije, si quieres volver a tener tus
  costosas y ridículas pertenencias, tendrás que echar atrás tu plan contra Kyan. ¿Qué
  tan difícil es ayudarme en lo único que jamás te he pedido?- insistía, en su cara se
  evidenciaba su frustración y enojo.

¿De qué hablaban ésos dos? Se cuestionó quien no decía nada, sintiendo el estómago revolverse al escuchar ese nombre de ésos labios.
M volteó a verle, como si decidiera que tanto quería que esas frases fueran dichas en voz alta y escuchadas por su persona.

- ¿Por qué mierda crees que ese plan es mío y que puedo hacer algo al respecto?
  ¡Ese cabrón le rompió la boca al amo! ¿Acaso de verdad esperabas que él se quedara
  con los brazos cruzados?
  El Gran O lleva semanas planeando esto ¡y es brillante! Ese pomposo idiota va a saber
  lo que es la verdadera humillación, le vamos a sacar todos los gritos que guarda en su
  cuerpo de caballero entrometido de brillante armadura y después lo arruinaremos por
  completo, ¡tendrá que salir huyendo! ¡No podrá dar la cara de nuevo en la ciudad!-
  lanzó una risa regodeante- ¡Vamos a destruirlo!

M parecía completamente emocionado por sus propias palabras así que B le sacó esa felicidad de golpe, dándole una sonora e inesperada bofetada.
Pero tras la impresión inicial, él soltó una carcajada, mientras se agarraba la cara, súbitamente divertido con aquel enfado que no tomaba nada en serio.

- ¡Deja de ser tan emocional! ¡Ese hombre ni siquiera sabe que existes!
  ¿Qué te importa lo que pueda pasarle?
  ¿No deberías preocuparte más por ti, Beka?

- ¡Aquí no soy Beka, soy B!- gritó la joven- Tú me lo dijiste una vez.
  ¡Así que no me hables como si fuera ella!

Se había dicho a sí misma que trataría de aparentar haber superado todo lo que le habían hecho en ése lugar, ¡pero resultaba algo verdaderamente difícil!
Nunca había tenido problemas con que usaran esa galería como un salón de torturas para quienes las gozaban, cada quien tenía sus gustos, por muy bizarros que fueran, eso nunca le había importado. Pero a últimas fechas la perversión había escalado, ya no buscaban a gente que disfrutara el dolor… sino todo lo contrario.

“Los gritos de quienes tienen verdadero temor son diferentes” había dicho ese inglés mientras la martirizaban en ése mismo lugar, días antes “Son más interesantes, más reales” -le rebanaban la piel sobre la clavícula- “más fascinantes” -le cortaban la orilla de los pezones- “¡tal como los tuyos ahora!”.

Ese recuerdo la hizo perder toda la fuerza que la había llevado ahí.
Su cuerpo se abrazó a sí mismo, como si tuviera voluntad propia.
Simplemente volver ahí era en sí ya una tortura, un sitio que había dejado un efecto permanente en ella, un lugar realmente obscuro.

M decidió que la conversación con la que había sido su colega llegaba a punto muerto y fue directo hacia la otra persona, quien dio un paso atrás al enfrentársele.
El hombre que torcía la boca conteniendo una sonrisa, tomó su cara para obligarle a verlo.

- Y tú… siempre supe que amabas lo que te hacía, podía ver el brillo enfermizo en tus
  ojos y ¿sabes? No tenías que mentir y resistirte tanto, pero admito que cuando lo hacías
  me la ponías dura.  Aun lo haces, aun me gusta jugar contigo.
  Ahora que has vuelto, haré todos tus sueños realidad… sólo tienes que tener el valor de
  tomar lo que quieres, dolor, sangre, olvido. Esta noche te torturaré tanto que te vas a
  correr en mis manos, te lo juro, S.

Rebeka observaba a su compatriota, era el mismo de siempre, nadie podría decir otra cosa, pero ella que lo conocía veía el cambio imperceptible pero inequívoco en él, algo más allá de aquellas amenazas… Él también había cambiado, mutado. Mika ya no existía, el hombre de cuero que era M ya no necesitaba su traje para ser libremente maligno.

Estuvo segura que aquello era parte de alguna clase de proceso que el psiquiatra había conseguido en él, sus verdaderos experimentos yacían más allá de las torturas, el dolor o el placer, Lundgren disfrutaba modificando la mente de quienes caían en sus manos, ése era su verdadero arte.

Sí, ella misma se reconocía diferente, ¿qué no era una prueba irrefutable el hecho de que hubiera vuelto a ése lugar infernal?


- - -


Una hora después, unos pasos lentos y pesados anunciaban su llegada.
El viejo psiquiatra inglés de más de noventa kilos entraba en su galería y con él, también lo hacía el viento helado que le acompañaba del exterior.

Se quitaba los guantes con un aire autoritario mientras en sus labios se formaba progresivamente una sonrisa cada vez más morbosa al ver a S, a quien habían puesto de rodillas contra una esquina y que permanecía en ésa posición sin necesidad de que le amarraran.

- Um, miren lo que tenemos aquí- dijo acercándose- cuánta sumisión, ¿has vuelto a mí
  voluntariamente?

No esperó una respuesta, los dedos de O se enredaron en el ondulado y suave cabello achocolatado de D´Oria, haciendo un nudo en ellos que después jaló duramente hacia atrás para ver su cara de muñeca.
Sus ojos violetas lo contemplaban en silencio, nítidos e inexpresivos como los de un juguete sin vida.

- Si te hago sentir dolor, ¿te quedarás realmente inmóvil?
  No siento que pueda creer eso. Tendría que comprobarlo.
  ¡Ven aquí!!

Con el pelo en sus manos, le puso de pie a la fuerza y caminó hasta el salón rojo con su víctima casi a rastras, que pese a su rudeza no se resistió, ni se quejó.

Al entrar a la nueva habitación, se encontró a su adorable enfermera. En su cara lucía hermosamente el amoratado recuerdo de la última vez que había estado en sus garras. B lo miró sin decir una palabra, aguardando a que él hablara primero, como una buena esclava.
Sobre la barra había un vino que no recordaba haber tenido en el bar.

- ¿Un tardío regalo navideño para mí, B?
  Lamento decir que el vino tinto no es mi favorito.

- Por favor, dale una oportunidad, es una ofrenda de paz- dijo ella, casi en un susurro.

- ¿Qué hay de esto?- empujó a S hacia ella- ¿También es obra tuya?

- Te ha traído de vuelta tu pequeña obsesión- respondió M, torciendo la boca, el ex
  cantinero hablaba inesperadamente a favor de Rebeka- evidentemente quiere congraciarse
  contigo.

M le dirigió una mirada a ella, le sonreía. Estaba poniéndose de su lado, quizá en verdad quería acordar la paz. O quizá sólo quería recuperar sus pertenencias.

- Tu mascota vino a mí, Gran O- explicaba la joven- Estaba extraviada y ansiosa.
  Al parecer, su libertad no ha resultado ser lo que esperaba, me pidió volver aquí.

- ¿Es eso cierto?- inquiría Olaf directamente a su mano derecha, ignorándola a ella.

- Lo es, lo juro Gran O- respondió de cualquier forma la mujer.

El Gran O chasqueó los dientes.
- No me hables a menos que te dirija la palabra, ¡perra traidora!- escupió en su contra-
  Ya te lo había dicho, ¿qué tan difícil es seguir instrucciones simples?- después, se volvió
  hacia M de nuevo, pasando de ella- ¿ha presentado resistencia?

- No. Ha estado dócil- respondía el serbio.
- ¿Drogas?
- No lo parece.

- ¿Ha hablado?
- ¿Hablado? Tú sabes que no habla.
- Tomaré eso como un no.

- Gran O, quiero pedirte perdón- avanzó B hacia él, tenía las manos en el regazo y la
  cabeza gacha como le había enseñado hiciera cuando hablaba con él. Por lo menos eso
  si se le había grabado.
  Lamento haberme ido de tu lado, debes entender que lo que pasó me dejó mal durante
  muchos días y no me refiero sólo a mi cuerpo. Estaba confundida. No soy una
  masoquista, no encuentro placer en el dolor, pero es verdad que quería complacerte, aun
  lo quiero.

El doctor bufó, parecía incrédulo.
Apretó el agarre que tenía sobre el cabello de S y le fue haciendo bajar al suelo.
Después, lentamente le soltó hasta comprobar que se quedaba abajo sin rechistar.
Tenía que admitir que estaba mostrando más pasividad de la que le recordaba.
 
- ¿Por qué buscas complacerme, B? ¿Se trata de dinero?- continuaba, sin quitarle los ojos
  de encima a D´Oria.

Rebeka se tomó un momento antes de contestar aquella pregunta.
Lo que iba a decir era difícil porque implicaba tocar un tema profundo y doloroso.
Pero había estudiado enfermería y sabía bien el lenguaje que debía usar para entenderse con un médico.
Y no es como si tuviera alguna otra opción que explicarse.

- Soy pobre, siempre lo he sido, lo era en Serbia y lo sigo siendo aquí. Nunca supe lo
  que era tener poder… hasta que te conocí.

Alzó momentáneamente la vista para comprobar cómo algo repentinamente brillaba en los ojos azules de Olaf. Ahora tenía su atención de vuelta.
Al menos.
- ¿Poder?

- El dinero… es poder y me permite ayudar a mi familia que está lejos, eso me complace,
  me alivia y me da un propósito, me hace una buena persona, ¿lo entiendes? Beka, la que
  ayuda, la buena, la que siempre he sido.

  Pero… ¿qué hay de mi otra hambre? La que me crea mi impotencia. Cuando era la
  mujer de cuero y me paseaba en este salón, cuando azotaba a gordos que no saben lo
  que son las carencias y me daba el lujo de humillarlos y hacerles llorar… era
  secretamente feliz, sentía que había equidad en mi jodida vida. Aquella resultó una
  dicha que no esperaba, que fue creciendo lentamente en mí y que me descubrí teniendo.

  Cuando dominaba, yo era poderosa y bella, no una chica cualquiera con dolor de pies
  por trabajar parada, con uniforme ordinario y corriente. Era la fantasía de ellos y en
  cierta forma era mi propia fantasía también.

  Ser buena y ser mala, ambas me hacen feliz, Gran O. No pensé que tuviera esa dualidad
  en mí hasta que comencé a jugar, hasta que retaste mis límites. Poder ser capaz de curar
  y ser capaz de herir… es algo… que me hace poderosa. ¡Y me sentí mal por tener esos
  deseos! ¡Por qué no los entendía!

  Siempre dices que uno tiene que dejar de lado los esquemas sociales que nos han
  impuesto para poder realmente alimentar nuestros apetitos.     Ahora no sólo lo entiendo…
  se ha convertido en la única verdad para mí.

  Gran O, extraño ser la dominatriz pero… no echo de menos el que me hayas vuelto una
  víctima.
  Esta noche puedo servirte complaciendo a tus invitados y ofreciéndoles toda la agonía
  que busquen, lo haré bien, lo prometo. Haré que no olviden lo fantásticas que pueden
  ser tus fiestas. Lo único que pido… es jamás volver a ser yo la que reciba el dolor.
  Nunca más. No quiero terminar como C, masacrado a golpes en el hospital y
  mintiendo sobre lo que lo llevó a ese estado.


Porque ya nadie mencionaba desde hace tiempo a aquel desgraciado que se había creído un buen sádico pero que al final, no había tenido estómago para ello, un tonto con cargos de conciencia que se le había opuesto a O con más vehemencia que ella.
Estaba por demás decir que había cavado su propia tumba. Con el rostro como se lo habían dejado, ya no podría volver a modelar ¡pero en realidad ésa debería ser en ésos instantes la menor de sus preocupaciones!

- Gran O, ¿sería posible que me aceptaras de vuelta bajo ésa condición?

Lundgren podía ver la ansiedad de su bonita morena.
Y mirándola, tan hermosa y joven, se decidía en que tanto le podía ser todavía útil.

- ¿Por qué habría de aceptarte de vuelta? ¿A ti o a S?
  Aquellos que se marchan, me afrentan.

Ella tragó saliva, sus manos se apretujaban una contra la otra. Ciertamente no había esperado aquel rechazo.
Su vista viajó por aquel espacio, en busca de una respuesta.

- Me marché porque tenía miedo. Miedo a descubrir que me gustaba la parte más obscura
  de mi misma- contestó al fin- Tú sabes que es un proceso.  Pero ya no tengo miedo,
  ¿acaso no he venido aquí?
  No puedo huir… de lo que me hace sentir bien.

Ella entendía algo de psiquiatría, podía comprender un poco más que M o C lo que pasaba ahí. Y esperaba poder usar eso a su favor, como antes le había servido hacer curaciones.

Estaba… jugando con fuego.
¡Aquella simple charla era algo peligroso y lo sabía! Pero ella también tenía sus motivos.

- Vamos a pretender que te creo, B. Y para eso, tendrás que demostrar que es en serio tu
  compromiso conmigo.

- Haré lo que sea por ti, Gran O. En muy en serio- prometía con decisión que no tenía.

El viejo rio complacido, era obvio que aquello le causaba placer. Y lo que sea que estuviera cruzando su mente, más todavía.

- Pruébalo. Las palabras no significan nada si no se sustentan.
  Toma una fusta y azota a S, ¡házlo con toda tu fuerza y no pares hasta que te lo mande!-
  ordenó, subiendo el tono de su voz hasta volverlo una sentencia inclemente- ¡Y tú, S!
  ¡Si deseas quedarte aquí, aceptarás tu castigo por irte y no te moverás de tu lugar!

M caminó entonces hasta el muro donde todos los “juguetes” estaban colgados, tomó una fusta de puntas metálicas, definitivamente la más dolorosa.
¿Era decisión de O u suya? En ese punto, ¿existía alguna diferencia?

B miró aquel instrumento, con esos extremos afilados, iba a ser una agonía.
Y definitivamente habría sangre salpicando las paredes.

- ¡¿Qué esperas, B?!
  ¡¡Empieza ya!!

Beka miró a D´Oria en el suelo. Iba a hacerle mucho daño.
Y… no quería hacerlo.

Entonces recordó las palabras que había pronunciado a S, horas antes.
“Deberías estar muy lejos de aquí, tuviste tu oportunidad para irte. Aún estás a tiempo de arrepentirte”.
Era… como si se lo hubiera dicho… a sí misma.

Podía parar. Soltar esa fusta, dar un paso atrás y marcharse. Salvarse a sí misma, ¡ni siquiera se trataba de S!

- ¡Azótale, B! ¡Alimenta a tu monstruo y vuelve realmente a mí!
  ¿Qué estás aguardando? ¡HÁZLO YA!

Rebeka tomó su decisión.





- - - - - - - -





Llegaron muy temprano a la clínica privada. Y así, la pesadilla continuaba su curso, cada vez más horrible.

Aunque intentara disimularlo, Köhler odiaba ser ayudado y eso no mejoraba para nada las cosas. ¡Estaba de tan mal humor! Y su presencia era tan fuerte que incluso en su silencio era más que obvio.

No es que eso tomara por sorpresa a Baladi que comprendía que se trataba de un hombre que estaba acostumbrado a hacer su voluntad libremente, a no depender de nadie. Y aunque no lo admitiera parecía enojado que fuera precisamente en Enzo en quien cayera la tarea de asistirlo, viéndolo en su peor momento. Pero no le quedaba opción.

Cada que tropezaba, cada que titubeaba en el vacío, cada que temía dar un paso equivocado, podía ver toda su frustración contenida. Y ni hablar de la tormenta agónica en que se encontraba atrapado, ya que con un pie en el quirófano, tenía prohibido tomar cualquier sedante.

Köhler estaba en la parte más obscura de su propia existencia, luchando a duras penas. A nada de naufragar. Pálido, muy pálido.

Su bello acompañante hacía como que nada de eso importara, tenía que ocuparse de cuestiones más prácticas de todos modos. Al encontrarse con el neurocirujano, Enzo comenzó a temer no poder ocultar lo ansioso que se sentía por su amante, los tecnicismos comenzaron a abrumarlo.

“Los resultados no son favorecedores- explicaba el médico- el tamaño del glioma nos ha visto obligados a reconsiderar el cómo abordaremos la cirugía. El equipo y yo lo discutimos y aunque habíamos determinado adentrarnos al cerebro por vía orbitaria para tener acceso hasta el vértice de la órbita ocular, quizá sea necesario para la remoción una resección del nervio desde el meningioma hasta la parte posterior del globo, para lo cual, me temo sería necesario hacer cortes en los huesos faciales, frontal, temporal e incluso los bordes de la órbita. Esto resultará mucho más invasivo y dejará cicatrices faciales pero tomaremos la decisión en base a cómo vaya presentándose el procedimiento”.

Aunque Baladi hablaba perfecto alemán, el nivel técnico de aquella explicación fue difícil de asimilar. Pero le quedaba claro que estaban cambiando la jugada, haciéndoles ver que era probable que cortarle y quitarle huesos de la cara a su apuesto germano fuera la única solución para lograr sacarle el tumor por el hueco del ojo.

La expresión en Köhler no pareció cambiar, pero él sabía perfectamente que estaba fingiendo indiferencia, lo sabía por la forma en la que apretaba los dientes.

Había riesgos de infección, coágulos, problemas del habla, afectación de memoria a largo plazo así como al equilibrio, coordinación y visión, peligro de desarrollar convulsiones permanentes… y la lista seguía, seguía y seguía uniéndose a las interminables malas noticias. ¡No había fin!

Enzo quedaba enfrentado a una realidad de la que su pareja ya le había advertido y le había querido evitar sacándolo de su vida: era muy probable que no volviera jamás a ser el mismo.
Y claro, nadie hablaba del peor escenario, el más probable: aquel en que Reiner ni siquiera saliera vivo de esa operación, que éste fuera el último día de su vida, ¡las últimas horas de su existencia!

El joven sintió que no iba a soportar mucho más el escuchar que todo eso se refiriera a la persona que amaba, que Rein pudiera morir en una plancha de quirófano con la cara deformada y el cerebro expuesto.

¡¡Era horrible!! ¡¡Una pesadilla a punto de volverse cruelmente real!!

Pero… pero hizo su mejor esfuerzo para mantenerse ecuánime, después de todo, había ensayado por años el arte de la persuasión y creyó estar siendo creíble.

Se lo llevaron para prepararlo para cirugía y esos momentos a solas tuvo que obligarse a calmarse. Estaba temblando como un niño, con el estómago descompuesto.

Cuando lo volvió a ver, en una camilla con un gorro azul y una bata de hospital mal cubriendo su fornido cuerpo, sintió que todo era demasiado real, que ese mal sueño se hacía más horrendo.

“Yo ya no soy yo” había dicho Köhler.
¡Se veía tan vulnerable en ese momento… tan limitado en todo su inmenso potencial!

El peliplateado estaba muy callado, su mirada ausente se volvía aún más.
Baladi se acercó a él y le tomó la mano, aquella que siempre estaba tan cálida, ahora estaba fría.

- Es hora, Enzo- dijo como si anunciara su destino mismo.

El joven suspiró.
- Sí, sólo serán un par de horas, nos veremos muy pronto.

Pero ésta vez, el otro no se molestó en hacer que le creía.

- Gracias. Gracias por quedarte a mi lado- dijo a cambio, su voz sonaba muy apagada.
  Enzo… gracias por decirme todas esas bellas palabras, por… no renunciar a mí- se
  escuchaba tan débil que le hizo sentir ansiedad, más ansiedad.

- Jamás renunciaré a ti- le aseguró, sujetando su mano con fuerza- Y no tienes que
  agradecerme nada.

Aunque Reiner era incapaz de ver, supo que visualizaba un futuro muy obscuro.

- No sé qué es lo que va a pasar, caro, ¡no quiero pensar en ello!
  Sólo quiero decirte… antes de irme… que te amo, que siempre te he amado, desde el
  primer segundo en que te vi, hace ocho años.
  Todos lo saben ya, inclusive tú supongo,  pero… yo no te lo había dicho de frente y con
  todas sus letras, ¿verdad?
  Te amo- susurraba, destruido y debilitado como jamás antes- Y no quería irme… sin que
  lo escucharas de mi voz.

El rubio sintió que palidecía.
¿A qué iba todo eso?
Aquella confesión de amor que había deseado tanto… de pronto se enturbiaba con un trasfondo doloroso e incierto. ¡Como si todo lo luminoso se volviera obscuridad!

- De todo lo que alguna vez fui… eso es todo lo que tengo para ofrecerte ahora… y aun
  así, estás aquí.
  ¡Te amo en serio!
  Y eres sin duda alguna… lo mejor que le pasó a mi vida.

Sus frases hermosas dolieron.
No supo que contestar. Porque súbitamente Baladi se daba cuenta que él realmente no esperaba sobrevivir. Hablaba de sí mismo como si esos fueran sus últimos momentos, sin creer que existiera el futuro que quería junto a él.

¡¡Se estaba despidiendo!!

Entonces… todo ése tiempo había fingido creerle que estaría bien para hacerlo sentir mejor, ¿qué no se supone que debía ser al revés?

El joven negó con la cabeza enérgicamente.
¿No se habían prometido ser una familia?
¿No se habían prometido luchar?

Dos enfermeros entraron en la sala, quitaron los seguros de la camilla y comenzaron a llevárselo. Ante lo precipitado de todo, Baladi sintió cómo la congoja lo hundía y caminó tras ellos lo más posible, aferrándose a sus esperanzas mientras Köhler le soltaba la mano.

- Rein… ¡Reiner!
  ¡Volverás a decirme esto cuando salgas!
 
Pero lo vio bufar una risa sarcástica que destruía la firmeza de quien lo amaba.

¡No, no quería que ésa fuera su respuesta! Pero llegaba a la parte en que sólo el personal autorizado podía entrar y no pudo andar más a su lado.
Aquel era el límite.

- ¡Reiner!

¡No pudo seguirlo a dónde iba!
Y vio cómo se lo llevaban lejos por aquel pasillo estrecho, rumbo a la sala de operaciones donde lo abrirían en pedazos.

- Rein… - musitó, con el corazón en vilo- tu sei troppo la miglior cosa che mi sia mai
  successa. Sei l’amore della mia vita!*
*/Tú eres lo mejor que me ha pasado también. ¡Eres el amor de mi vida!

Él no escucharía esa frase.
¡Quizá… no la escucharía jamás!

El miedo invadió cada célula de su cuerpo.
Quiso abrir aquella puerta, ¡seguirlo hasta donde fuera!

- Non rinunciare. Non rinunciare… per favore*
*/No te rindas, por favor.

No… no podía perderlo…

Treintaporciento.
Treintaporciento.

Sintió que perdía todas las fuerzas que había luchado tanto por aparentar frente a él.
Lo cierto es que estaba totalmente aterrorizado.

- Non rinunciare!- repetía, luchando por contener el llanto- Ti supplico...
 Rein…





Continuará...

Notas finales:

 

oscworldximena [Denunciar]


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