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AMORIS CAUSA por Whisperyuki

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Notas del capitulo:

Esta vez tarde menos en actualizar.

 

Espero les guste.

Fuertes toques en la puerta lo despertaron ¿por qué no puso el cartel de no molestar? Decidido a ignorar a quien quiera que estuviera tocando la puerta Ron cubrió su cabeza con una almohada; aunque claro, hacer esto no significaba que la persona afuera desistiera de su propósito. De mala gana se levantó y fue a atender. El conserje del hotel estaba allí, sosteniendo una charola con un sobre y una chapa. -Buen día señor Weasley. Disculpe la intromisión a su descanso. - El hombre se veía todo menos arrepentido. - Se solicitó que se le entregara esto lo más pronto posible.

El pelirrojo solo cabeceó sin ganas, tomó la charola y volvió a cabecear. Cerró la puerta  y arrastrando los pies se dirigió al sillón, donde se dejó caer. Se frotó con fuerza la cara, tratando de espantar el sueño. Tomó la carta, ignorando la chapa ya que se necesitaba ser un genio para saber que esta era un traslador, comprobó y leyó el contenido. El poco sueño que tenía se esfumó al ver el mensaje, recordando de golpe la promesa que hizo con Viktor, quien era el remitente del mensaje. Como un resorte se levantó y corrió a bañarse; si se daba prisa tal vez la alcanzaría a comer algo del restaurante del hotel. Cuando salió de bañarse se puso lo primero que encontró, unos pantalones grises, una camiseta, suéter  a rayas, una bomber verde y sus botines negros.

Bajó al lobby,  miró su  reloj de oro, revisando que increíblemente se había arreglado en un tiempo record, pero no había sido lo suficientemente rápido  y debía olvidarse de tomar algo del bufet si quería tomar el traslador que estaba programado a prácticamente nada para tomarse. Caminó lo más rápido posible por el abarrotado lobby hacia el punto de aparición, procurando no chocar con nadie. Maldijo por dentro al ver la pequeña cola  formada para el uso del mismo, volvió a mirar su reloj y luego la fila, que avanzaba rápido pero no lo suficiente a su parecer. Por fin llegó su turno y espero. El familiar tirón en su ombligo lo envolvió en un remolino, aterrizando poco después  en medio de un gazebo con enrejado de flores y techo de cobre  verde, en medio de una placeta bordeada de edificios multicolores de piedra, techos de tejas y callejuelas adoquinadas.

-Buen día.- La familiar voz de Viktor llegó por su izquierda, haciendo que girara para poderlo encarar. El búlgaro estaba allí, con ropa muggle consistente en unos jeans añil,  un abrigo café sobre un suéter color mostaza, que cubría una camisa a cuadros y unos mocasines cafés.

-Buen día.- Ron se sintió tímido de repente. Iba a pasear  con su ¿ídolo? (realmente ¿Qué debía considerar a Viktor?) Y estaba allí,  parado en medio de sabrá Morgana donde; un lugar lindo pero no dejaba de ser un desconocido. Seguro que no era Sofía, ya que lo habían llevado a recorrer la capital previamente y no se parecía en nada. – Uhm ¿puedo preguntar dónde estamos exactamente?

¿El señor auror vino sin saber dónde iba? Tsk, tsk.- Krum negó, fingidamente solemne.- No es necesario que sepas, es un lugar seguro. Como ves, no voy de incógnito.

-Veo eso.- Ron confirmó. Si se le hizo raro ver que Viktor no intentaba ocultarse en lo más mínimo; que estaba completamente cómodo expidiéndose tal cual en el lugar.  Esto picó más su curiosidad.- Sin embargo, si considero necesario que me digas donde estamos.

Krum ladeó la cabeza, curioso -¿y sin saber a dónde venías aun así viniste?

- Voto de confianza.- Amén que hizo unos cuantos hechizos para confirmar la carta, aparte que esta traía datos que solo ellos dos sabían. No era tan descuidado. - ¿Y bien?

Viktor sonrió ¡Merlín esa sonrisa! Desparpajada, chulesca y traviesa, brillante en  sus ojos.-No te preocupes, cuidare de ti, Ginger.

Ron suspiró, dando por perdida la discusión. Estaba en una edad en donde la gente tiene que elegir sus batallas y esta estaba perdida desde antes de comenzar-Merlín, en que me he metido.

-Oh vamos ¿No lo acabas de decir? Voto de confianza.-Viktor se acercó y palmeó la espalda de Ron, para después rodarle los hombros con el brazo, instándolo a comenzar a caminar.

-Bien marca el camino.- Ron se dejó llevar, después de todo Viktor era el guía.

 

La primera parada, gracias a Merlín, había sido un bistró en donde pudieron llenar sus estómagos con rica comida. No es que Ron se quejara, pero la comida del hotel había llegado a ser un poco repetitiva. Descubrir y probar otros sabores de la comida local habían plantado la semilla del buen humor  en Ron, que aceptó continuar con el paseo alegremente.

A diferencia del Callejón Diagon en Londres, con su aire medieval y oscuro,  Plovdiv* (si, lo había descubierto en el camino) era un lugar con callejuelas viejas y ruinas de civilizaciones pasadas soleado y luminoso, a pesar del persistente aire frío que los envolvía. Había subestimado el clima búlgaro por mucho. Ron agradeció dentro de sí haber aprendido ese hechizo de calor de la fuerza de aurores (después de todo, capas y capas de ropa limitaban la movilidad)  que le permitía hacerle frente al aire frío; sino en ese momento tendría las pelotas congeladas.  A pesar de ese pequeño inconveniente, por donde iban las personas caminaban a paso lento y acompasado, saludando de una que otra a Viktor, aunque de una manera por lo demás relajada, dejando en claro que lugar era un sitio frecuente en la agenda del búlgaro.

-Y bien ¿Cuál es su secreto, señor Krum?- Ron preguntó después de horas de paseo, mientras caminaban por una calle bordeada de jardineras.

Viktor respingó, dándole una mirada un tanto culpable a Ron, para recomponerse al acto- ¿A qué te refieres?

-Bien, no necesito ser un experto, aunque lo soy (modestia aparte), para darme cuenta que conoces, y te conocen, perfectamente en el lugar.

El alivio inundo las facciones del búlgaro-  Oh, eso quiere decir que ya descubriste donde estamos. Y bien  ¿Cómo llegaste a esa conclusión?- picó.

-Mmm

-Oh vamos, sígueme el juego.

Ron se encogió de hombros  – Respecto a donde estamos había una de esas placas informativas en la callejuela donde fuimos a almorzar; aunque debo decir que parece que no quieren que lo vean, estaba tapada  por maceta.  Y es bastante obvio que caminas con tal confianza en el lugar y que las personas  te tratan con total familiaridad.

– Créeme, no todos se dan cuenta.- Viktor rememoró, no sin cierta amargura,  el cuándo llevó a Ileana allí. Pasaron varias visitas para que la mujer se diera cuenta del hecho.

-¿Y bien?

La pregunta lo volvió al ahora.- Mi abuela paterna*, Zlatka, vive aquí.- Viktor miró a lo lejos, hacia el punto en donde se localizaba la casa, en el bosque cruzando el puente de piedra. -Prácticamente  pase los veranos de mi infancia aquí.- Viktor recordó esos días con nostalgia.

-Eso no explica porque la gente te trata con tanta naturalidad.- Replicó el pelirrojo.

Viktor rio al recordar ese día- Bueno, digamos que mi abuela puso los puntos sobre las íes. – Se sentó en la orilla de una jardinera, invitando a  que Ginger se sentara a su lado, lo que hizo. Volvió a ver al horizonte, rememorando esa vez. – Cuando la fama me empezó a desbordar la única que entendía mi sentimiento era ella.- Como no hacerlo, pensó Viktor, después de todo su abuela tuvo que lidiar con toda la atención no deseada que provocó el asesinato de su abuelo por parte del mismísimo Grindelwald  y todas esas teorías locas acerca del porque había muerto por sus propias manos y no por algún seguidor.-Un día cuando la visitaba me envió a por unas plantas a la herbolaria. En el camino la gente me empezó a abordar y yo no supe cómo reaccionar, digo, son personas que conocía desde pequeño, no podía ser grosero con ellos, pero a la vez estaba desesperado por desasirme de ellos, así que estuve atrapado atendiendo la curiosidad de la gente. Tarde tanto en regresar que mi abuela fue a buscarme y me encontró en ese predicamento. Al ver mi cara se puso como fiera y empezó a reprenderlos acerca de tratarme diferente si era la misma persona de siempre.- Viktor sonrió orgulloso.- Era una leona.- Su sonrisa se amplió- Desde ese día la gente volvió a la normalidad. -  Esa historia no se la había contado a nadie, pero con Ginger había sido tan natural, como, como si fuera lo correcto explicarle. La mano del pelirrojo estaba descansando tan cerca de la suya, solo un ligero movimiento y podría tomarla…

-Oh hombre, suena justo como que wow, genial, sabes.- Ron escuchó atentamente, imaginando la escena.

Krum asintió. – Creó que la visitare después.- Demonios ¿en que había estado  pensando?

 Ron palmeó sus piernas.- Podemos visitarla.

-¿Perdón?- Bien ¿Qué hilo se había perdido Viktor?

-No puedes ir a la ciudad donde vive tu abuela y no visitarla.

-¿No te molesta?

 -En absoluto.

Maldición, esa sonrisa beatificada de Ginger iba a ser su muerte. ¿Y que quisiera que se desviaran de su visita para ir  con su abuela? Adorable.- No, esta vez no.- Negó.

Ron no insistió, Viktor tendría sus razones. Cambió de tema para zanjar el asunto.- Desde hace tiempo quiero preguntar ¿Qué significan estos listones en los árboles?-  Era muy curioso, lo había visto mucho también en Sofía; pero cuando el guía  explicó su significado no pudo poner atención ya que una compañera estuvo a punto de romperse la crisma y tuvo que correr a ayudarla.

-Oh, son martenitsas*. Se regalan el primero de marzo  para celebrar la llegada de la primavera.

-Qué curioso, mi cumpleaños es el primero de marzo.- Le dio gracia la cara de sorpresa que puso el búlgaro.-Bien, creo que es momento de continuar.- De un salto se puso en pie y esperó a que Krum  se pusiera de pie.

Siguieron caminando, pasando por una vieja florería en donde, o coincidencia del destino, la abuela de Viktor platicaba con  el florista.  La anciana era una mujer delgada, menuda y femenina, de apariencia frágil, pero con  fuego en la mirada, que brilló al ver quien se había topado. Los saludos y abrazos no se hicieron esperar, Viktor prácticamente cargo a la mujer para girar con ella alrededor, riendo en el proceso. Intercambiaron palabras en su lengua, Krum depósito suavemente a la mujer de nuevo en el piso.  Ron se vio auscultado  por un par de ojos curiosos. Viktor volvió a hablar, mencionándolo en el proceso pero sin saber cuál era el contexto, pero pronunciando su nombre en medio de ello. Supuso  que era la presentación, así que estiro su mano derecha para saludar.

-Un placer conocerlo, joven Ronald.- Dijo la mujer en un inglés lento y marcado del fuerte acento búlgaro. Sorprendiendo a Ron.

-El placer es mío, señora Krum*. -Ron respondió, mientras estrechaba la mano de la señora con un apretón firme y suave.

-Eh escuchado de ti, muchacho.

-Espero que con eso no se forme una mala idea de mí.

-En absoluto.-La anciana asintió, con una sonrisa en su rostro,  intercambiando luego unas palabras rápidas con Viktor, entrando después de la tienda.

- Me dijo que insiste en que nos acompañes a casa a un refrigerio.

La señora salió al poco, cargando unas bolsas. Ron se apresuró a ayudarle, enfrentándose a la negativa de la anciana.- Agradezco la intensión, pero es una visita, joven Ronald.- Dicho esto cargó a Viktor con las bolsas.- Pero agradecería un brazo para apoyarme, estos viejos huesos míos ya no aguantan como antes.

-Ron.- Corrigió el pelirrojo, extendiendo su brazo.- Puede llamarme Ron.- Estaba seguro que los viejos huesos de la señora eran mucho más resistente de lo que aparentaban.

-Oh mí.- ella asintió, satisfecha.- Entonces llámame Zlatka*, hijo.

-No sé si debería, señora Krum.

-Insisto. La señora Krum hace muchos años que solo es un nombre honorífico. No te equivoques, lo porto con orgullo; pero es una carga que a veces necesito aligerar.

Ron cabeceó en comprensión. Sabía lo difícil que resultaba a veces el peso del nombre.- Bien, señora Zlatka.

-Y bien hijo ¿Cómo ha sido tratar a este muchacho mío?

-No le mentiré. Puede ser un dolor en el culo, con perdón de la expresión, pero es un buen hombre.

Ella soltó una risotada, encantada.- Comprendo hijo. Los hombres Krum pueden ser difíciles como los osos, pero suaves como su pelaje una vez que te acercas lo suficiente.  Bien muchacho, como te iba diciendo… - Avanzaron con Viktor a la zaga hablando en consideración a Ron en inglés parco.

 

El resto de la tarde la pasaron en la casa de la abuela Zlatka, como insistía en ser llamada. El refrigerio se convirtió en almuerzo y el almuerzo en merienda. Platicando anécdotas de la niñez, comiendo delicias búlgaras y bebiendo jugo y té. La luz del sol había pasado de un  rayo mortecino a oscuridad, hecho que aprovecharon para retirarse de la casa, siendo despedidos efusivamente por la abuela.

Las farolas en el bosque iban encendiendo una a una, marcando el camino, dándole un toque misterioso

-Le agradaste a mi abuela.- empezó la charla Viktor.

- ¿Es así?- La señora era tan alegre que era difícil creer que no le cayera nadie bien, pensó Ron.

-Oh créeme Ginger, no todo el mundo lo hace.

-Bueno, mi placer.- No mintió, realmente había sido muy agradable. –Gracias, por todo, realmente me ha gustado este paseo.

- También es mi placer, Ginger.

- Sin embargo, no deja de perseguirme la sensación que hay un motivo oculto  en el paseo.- Bien, era momento de tomar el proverbial toro por los cuernos. La sensación había permanecido en Ron y quería despejar la duda.-  ¿Lo hay?

-No del todo, realmente quiero conocerte mejor, Ginger.

Cruzaron el viejo puente de piedra en silencio.

La pregunta de millón de galeones ¿Por qué?  Ron había creído que la salida era la forma en como Viktor buscaba enterrar el hacha de la guerra. Algo cordial pero que luego se iría a la tierra del olvido. Pero con esa afirmación tan rara. -¿Por qué?- La pregunta salió de sus labios antes de darse cuenta.

-Realmente no lo tengo claro aún. Quiero decir, – Viktor se apresuró a decir, al ver la roja ceja levantarse. - no te conozco realmente; diablos, no hace ni medio día que no sabía ni cual era tu cumpleaños. Estoy en desventaja aquí.

-Krum, seriamente, estás siendo grosero.- Ron sentía que se erizaba. Y con lo bien que lo había pasado…

-No yo, -Viktor sujeto los brazos de Ron- ¿podemos ir a un lugar más privado, por favor?

-Krum, estamos prácticamente en medio de la nada. Si esto no tiene privacidad no sé a dónde nos podemos dirigir.

Viktor aspiró profundo, miro directamente  los azules orbes. – Creo que estoy enamorado de ti.

-¿Ah?

Sí, eso no había sido muy elocuente.

Notas finales:
  • Plovdiv es la ciudad más antigua de Bulgaria. Me pareció interesante poner una comunidad mágica aquí, por la historia de la ciudad.
  • Para usos de este fic la abuela paterna de Viktor vive, no hay información de ella para consultar.
  • El 1 de marzo es una fecha muy especial en Bulgaria: se celebra Baba Marta (Abuela Marzo), festejando la llegada de la primavera. Más información pueden visitar este blog: https://www.mamaenbulgaria.com/2016/02/1-de-marzo-la-martenitsa-bulgara.html. Se regalan martenitsas, adornos confeccionados tradicionalmente con lana roja y blanca entrelazada. Regalar una es una señal de aprecio y de buenos deseos. 
  • Los apellidos eslavos suelen terminar en a para mujeres, identificándolas como tal, la terminación puede variar según varios factores. El problema es que Krum no es apellido, sino nombre, así que no puede encontrar cual sería la terminación correcta. Como Ron es inglés use esto para cubrir la falta de info, ya que él desconoce estás reglas.

       *   Zlatka significa dorada y es un nombre común en Bulgaria.

 

Gracias por leer.

 


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