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Amor en época Edo por koru-chan

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Amor en época Edo

Capítulo 2: Una herida difícil de sanar

by koru

Arrié las riendas de mi caballo deteniendo su veloz galope cuando un disparo se oyó dentro de la espesura del llano bosque a los pies de las montañas. El relinchar del caballo de mi compañero fue el último sonido que se percibió después del disparo, todo se mantuvo en silencio, un silencio perturbador que me hizo sudar frio.

– ¿Crees que sea una emboscada? – preguntó mi colega mirando con escrutinio el sendero cubierto por grandes árboles viejos y pastizales que dificultaba nuestra visión.

–Tsk. – exclamé maldiciendo internamente debido a lo dificultoso que se nos hacia nuestra peligrosa tarea al ser atrapados por aquella franja natural que nos abrazaba; acorralándonos, dificultando nuestra visión, exponiéndonos a que los malhechores jugaran con nosotros aventajándose por el vasto lugar cubierto por la más variada vegetación.

Agudicé mi oído haciendo que mi corcel galopara de forma sutil haciéndole una seña a mí acompañante para que imitara mi actuar en completo mutismo haciendo el menor ruido posible para adentramos por lo tétrico de la maleza sombría y fresca mientras lo perturbador del ambiente nos mantenía atentos hacia cualquier extraño sonido; lo que en aquel minuto escaseaba, todo estaba en calma, ni el trinar de las avecillas se escuchaba, era como si el disparo desconocido hubiera detenido el tiempo ensombreciendo todo de temor.

– Esto no es una emboscada. – respondí frunciendo el ceño escuchando un segundo disparo. – Nos están distrayendo de algo… – susurré  haciendo que mi cuadrúpedo compañero de guerras se detuviera en seco. Miré hacia mi costado derecho al oír en aquella dirección un tercer disparo el detonante para echar  andar mi caballo detrás de aquellos invasores.

El sonido de aquel último tiro nos llevó hacia el límite de las tierras justo a la orilla de un rio encontrándonos con dos escuadrones de la zona. Detuve mi cabello suspirando frustrado, la llegada de los demás samuráis denotaba que la búsqueda no había llegado a buen puerto. La tarde se hacía presente, sólo nos quedaban algunas horas de luz natural lo que hacía dificultoso para nuestros hombres el custodiar las tierras de nuestro emperador.

– ¡Reita! Encontraron algo cerca del rio. – entrecerré mis ojos extrañado bajándome de mi caballo, amarré a mi compañero de batallas dándole una pequeña palmadita  en un costado para luego acariciar su cuello recibiendo un resoplido como respuesta de mi fiel corcel. Caminé entra los pastizales hasta abrirme pasado hacia un pequeño sector libre arboles, a lo lejos divisé a un grupo de samuráis rodeando a algo o alguien.

– ¿Qué encontraron? –dije con desgana. Viendo como un oficial del escuadrón del oeste se levantaba  después de inspeccionar. Me acerqué con sigilo abriendo mis ojos horrorizado.

– ¿Está muerto? – preguntó uno de mis acompañantes mientras mis pasos se aproximaba al cuerpo inerte, sucio y semi desnudo; cubierto escasamente con un mugriento Yukata.

–Nos están haciendo un emboscada, van a matar escabrosamente de apoco a los aldeanos. – escuché la voz de uno de los miembros de los escuadrones presentes.

– ¡Tsk! No digas imbecilidades… esto no es una emboscada… ni mucho menos. – acaricié con ternura el rostro deformado repleto de hematomas de aquel chiquillo, estaba cálido. Suspiré alivio, no estaba muerto. Quité mi katana del obi  para desatar el nudo de este y quitarme mi kimono de un azul rey oscuro quedando con mi ropa interior la cual acomodé  como si fuera mi kimono mientras los demás presentes me miraban expectante por mis actos.

– ¿Qué haces? – preguntó alguien a mi espalda haciéndome molestar ¿qué no era obvio? me cabreaba el poco humanismo de estas personas, a veces deseaba convertirme en un simple campesino que estar inmerso en una guerra sin sentido, donde lo único que obteníamos era acabar con vidas humanas inocentes.

– Lo llevaré a la aldea. – respondí seco posando sobre mi regazo a aquel chiquillo inerte para envolverlo en mis finos ropajes que rápidamente quedaron manchados por su sangre y barro, el cual se adhería a su piel lechosa atestada de golpes haciéndola lucir violácea en la mayoría de su cuerpo.

– Debe ser una prostituta, déjalo ahí, debe estar ebrio. – escuché a lo lejos. – Además está claro que no es de la aldea… – continué oyendo fundamentos infundados mientras alzaba al frágil muchacho entre mis brazos escuchando como se quejaba, lo observé mientras caminaba con lentitud.

–  Porque no es del pueblo y porque puede ser una prostituta quieres dejarlo tirado sin ayuda, ¿Genzo? – Observé con desagrado a uno de mis compañeros del escuadrón a mi cargo parando en seco para mirarlo con ira. –  Ustedes, continúen con la búsqueda, yo llevaré al chico al pueblo y los alcanzaré y Kai infórmale lo ocurrido a Ren, su escuadrón debe saber y localízame a Motou, hoy no se presentó – hizo una reverencia mi compañero acatando mis órdenes para luego correr en busca de su cuadrúpedo transporte lo vi marcharse  dejándome con aquel pequeño  que respiraba entre cortado sobre mis brazos. Alcé la vista viendo como Genzo tenía su mirada plasmada en mi persona, cargada de cólera por mi reprimenda, fruncí el ceño acomodando con cuidado al menudo chico sobre mis brazos  para adentrarme al bosque en una marcha cuidadosa en busca de mi caballo.

– Te pondrás bien… – le susurré cogiendo entre mis manos la riendas del caballo para romper en galope en un andar lento y cuidadoso  hacia la aldea.

 

 

 

Con aquel cuerpo adormilado intranquilo llegué a la llanura de lo que sería el comienzo de aquella aldea humilde. Dejé mi caballo a la sombra amarrando sus riendas en un fuerte roble de follaje imponente mientras con cuidado cogía aquel niño acurrucándolo en mi pecho. – Tienes fiebre… – esbocé en voz baja al sentir de forma inmediata, a través de mi delgada ropa, como su frente se posaba en mi pecho, ardía; era una fiebre altísima. Suspiré con pesar aferrándome al miedo de un posible no grato final para aquel pequeño maltraído, esforcé una mueca molesta conmigo mismo, estaba siendo demasiado pesimista, ese muchacho era fuerte, aun seguía con vida a pesar de su estado, eso le daba merito. Rápidamente quité cualquier ápice de pesimismo de mi mente emprendiendo marcha por el suelo terroso adentrándome a un pequeño camino percatándome, de forma inmediata  de las construcciones humildes de aquellos buenos aldeanos.

Miré su rostro deformado por los múltiples hematomas y cortadas que este poseía, quité un mechón de apariencia rubios y blanquecinos de su infantil rostro para apreciar como de sus ojos cerrados descendían lágrimas silenciosas.

– Akira, muchacho, como les… – aun admiraba el rostro de aquel niño sobre mis brazos mientras alzaba lentamente la vista preocupada para apreciar a aquel hombre de voz conocida.

– Ayúdame Shiro… – dije viendo como se acercaba a mi cuerpo horrorizado. En estos tiempos hostiles  era normal ver atrocidades; mutilaciones, heridas profundas; infectadas y en estados de pudrición, laceraciones que tardaban mese en sanar, pero ver a aquel cadáver sobre mis brazos era mil vez peor para sus ancianos ojos que en su labor de curandero había visto más atrocidades que cualquiera.

– Siéntalo, debo darle un poco de medicina. – me comunicó cuando lo posé con delicadeza sobre un futon que utilizaba para los enfermos y heridos de la aldea. Lo incorporé con delicadeza mientras con su ayuda hacíamos que se bebiera una infusión de su propia creación, según él, no había nada mejor que aquel té para combatir el estado febril.

Lo recosté con cuidado bajo la luz tenue que nos daba un fogón en medio de la reducida cabaña de hedor medicinal, ensimismado me perdí en el movimiento de su pecho oscilante de forma dificultosa.

–  Este chico… – levanté mi vista al escuchar la voz del anciano regresar con un recipiente de agua tibia, quien se acomodó con su calma infinita a un costado del menudo cuerpo del muchacho maltraído. Posó su mirada con tristeza sobre su figura comenzando a limpiar su rostro machacado con suma delicadeza para luego negar y sonreírme.

– Deberás cuidar mucho de él… al parecer tiene muchas heridas, de esas que yo no puedo sanar… – miré como sus añejados labios articulaban aquellas palabas seguido de una sutil sonrisa que me hizo nuevamente mirar aquel pequeño muchacho que inconsciente murmuraba palabras ilegible y se quejaba en un llanto silencioso y dolido. Miré al anciano pensativo, quien continuaba con su cometido: limpiar y sanar cada una de las heridas de aquel delicado cuerpo. Tomé un trapo limpio y ayudé de igual forma a aquel hombre que había curado en mi, incontables heridas de guerra y que poco a poco se había ganado mi respeto y admiración.

Él lo sabía, sabía que le había ocurrido al pequeño, sabía lo que le había ocurrido a su menudo cuerpo, sabía de su dolor, de esa gran herida silenciosa y solitaria que transmitía incluso dormido. Shiro abrió el yukata azul oscuro, que envolvía aquella frágil piel, haciendo relucir lo magullado de su cuerpo, separó sus muslos, los cuales estaban adheridos el uno al otro con una especie de sustancia blanquecina; seca, y sangre no proveniente de sus heridas externas porque estas ya no sangraban. El anciano curandero me miró preocupado haciendo una mueca con sus labios añejados por la edad, él con un temple que cualquiera se quería, removió sin un ápice de horror  en el rostro longevo, aquella sustancia impregnada en la pulcra piel del niño, limpiando todo rastro de aquel fluido ajeno de su cuerpo violentado y ultrajado. Apreté mis labios con ira, no podía entender como habían seres humanos tan bestiales en la faz de la tierra, no podía comprender la atrocidad de los actos de aquellos seres repugnantes.

– Te diste cuenta ¿cierto? ahora sabes a qué tipo de heridas me refiero… – murmuró con parsimonia mientras arropaba al pequeño y con mi ayuda vendaba su cabeza después de percibir que esta sangraba levemente manchando sus delicados cabellos albinos. – Las del alma son las heridas más difíciles de sanar. – concluyó mirándome mientras suspiraba al ver mi rostro colérico, sabía que era demasiado visceral en mi actuar, sabía que era capaz de lo fuera por encontrar a los miserables que le habían hecho mal a aquel pequeño que apenas empezaba a conocer el mundo, un adolecente que ya había sido golpeado de la peor forma que te puede golpear la vida.

 

Notas finales:

Cap2:

Espero que les este gustando este nuevo proyecto c:

Esto  iba a ser un oneshot pero queria detallar mejor las situaciones asi que ameritaba un poquito más de esfuerzo ^^

Gracias a los dos Review hermoso en el cap anterior!

Gracias por sus leidas espero que de verdad sea esto de su agrado ~

sin más que agregar nos leemos la proxima semana~

bye-bye!


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