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El pecado original por Etsuko Kagayaku

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Notas del capitulo:

Tardé bastante. Pero como ya dije en monócromo amor. Ando haciendo los últimos exámenes para terminar el trimestre super atrasado xD

 

Música: (http://www.youtube.com/watch?v=BxKyKEwpuow)

Ese tipo de días le gustaban en demasía. El hecho de que el cielo estuviera nublado en su totalidad, que no haya ni siquiera un vestigio del sol y que además comenzara a caer una fuerte llovizna. Cada cierto intervalo de tiempo las luces de los relámpagos iluminaban el cielo dándole un toque tétrico perfecto al pueblo. Eran esos días donde uno podía sentarse a reflexionar sobre el pasado, a recordar lo irrecordable y a lamentarse por las decisiones erróneas.

Luego de vestirse con la indumentaria eclesiástica, se miró al espejo por última vez. Suspiró con pesar, odiaba ese maldito traje que lo catalogaba como sacerdote, odiaba absolutamente todo en ese lugar donde vivía hace mas de diez años. Odiaba los secretos que este guardaba. Porque en ese pequeño lugar corrían diferentes rumores que él por su bien prefería no creer. Las atrocidades de las que se hablaban podían llegar a asustar al mismo lucifer. Todavía no sabía como era que había ido a parar a un lugar tan atroz.

Salió de su hogar, viendo a su alrededor como los árboles se mecían con fuerza. Por lo general el clima en el pueblo no era muy satisfactorio, eso era lo único bueno que proveía.

Llegó a la iglesia de la cual se lamentaba desde el principio de su trágica historia. Entró por la puerta trasera, no sin antes darle un vistazo a todas esas mujeres vestidas como santurronas iluminadas, que daban la impresión de no ser del siglo actual. Las odiaba completamente.

La misa comenzó, con su ceño totalmente fruncido cerró los ojos para 'orar' maldiciéndose en su mente. Aunque, sentía una mirada fija en él. Su intuición le dijo quien podía ser y una sonrisa hizo aparición en su rostro. Abrió los ojos viendo a todos los bienaventurados orando a un señor que no existía. Su mirada buscó por todo el lugar un par ojos zafiros. Lo encontró en la segunda fila a la derecha junto a Claude, quien también se encontraba 'orando'.

El niño le sonrió con picardía, como de costumbre no había cerrado los ojos. Ciel no era un hipócrita, si simplemente no creía, no haría nada para cambiar.

Su sonrisa se amplió aún mas y antes de que todos abrieran los ojos para proseguir, le guiñó un ojo viendo como el niño sonreía aún mas y giraba su cabeza con suspicacia.

La misa terminó y giró su cabeza hacia donde debería estar Ciel, pero este ya no se encontraba allí. Su ceño se frunció y con resignación fue hacia el cuarto de su derecha donde se guardaban los objetos litúrgicos. Entró en esta y dejó todo a un costado para luego sacarse la túnica negra que lo cubría.

Le queda muy bien el traje padre Michaelis.

Esa vos...

Se giró viendo al niño de ojos azules delante suyo. Sonrió con picardía mientras procedía a quitarse unos guantes negros de sus manos. Quitándolos de la manera que mejor le parecía. Simplemente con los dientes mientras observaba al niño, quien parecía comérselo con los ojos.

Se apoyó contra la mesa negra de mármol y miró detenidamente al niño.

Nos hemos visto hace un rato, ¿Tanto me extraña?-Preguntó con burla.

Escuchó al niño reír con sorna.

De hecho padre, solo necesitaba deleitar mi vista antes de irme. Además me preguntaba si no necesitaba ayuda para guardar todo esto.-Le respondió el niño mientras tomaba entre sus manos el cáliz que había utilizada en la misa.

Viéndolo desde ese punto, entonces puede ayudarme.

Ambos comenzaron a guardar los objetos en sus respectivos lugares. Claro que tan solo era una desequilibrada excusa para poder tener un poco mas de contacto con el otro. Cuando tenían oportunidad rozaban sus manos, sus miradas se encontraban y solo deseaban desembocar en la boca del contrario. Pero ambos habían elegido tomarse un poco mas de tiempo para conocer al otro.

Llegó el momento de guardar una de las copas que se encontraban sobre la mesa. Ciel la tomó y se dispuso a guardarla, aunque el lugar donde debía colocarla era muy alto. Sintió entonces como unos brazos lo agarraban y lo elevaban unos centímetros. Sonrió mientras guardaba la copa.

Debe tener cuidado, no querrá que pase lo de la última vez. Tiene suerte de que yo esté en todo momento.

Sebastian comenzó a bajarlo lentamente, rozándolo contra su cuerpo. El niño dejó escapar un leve gemido dejando atónito a Sebastian. Quien se fue hacia adelante acorralándolo de espaldas contra la mesa. Su respiración se aceleró mientras se acercaba a la oreja del niño.

Esto es un juego peligroso joven Phantomhive.-Susurró.

Eso lo tengo claro.-Jadeó el niño.

¿Está dispuesto a arriesgarse?

—Por algo así...estoy dispuesto a perderlo todo.

Sebastian lo giró rápidamente dejándolo frente a frente. Las pupilas de ambos estaban dilatadas por la excitación. Ardían en deseos por tocar los labios contrarios.

Acercaron rápidamente sus caras, mezclando sus respiraciones. Se miraron a los ojos con deseo. Ciel se mordió los labios mientras miraba los de Sebastian y lo empujaba contra la mesa contraria. Apoyó sus manos en su pecho mientras se acercaba dispuesto a besarlo. Pero Sebastian volvió a empujarlo contra la pared mientras pasaba su mano derecha por detrás de su nuca. Se acercó hacia él y con su nariz recorrió su cuello, mandando escalofríos por toda la columna vertebral del menor.

Acercaron sus labios y los rozaron levemente. Ni siquiera se habían besado. Luego de eso se separaron como si el contacto del otro quemara. Se sonrieron y Ciel salió del cuarto.

Tentarse entre si solo ayudaba para que su pasión aumentara.

Sebastian salió de la iglesia, evitando a las santurronas que quisieran confesarse. Ese día no estaba de ánimo para escuchar los pecados de los demás. Ya tenía uno propio que lo estaba enloqueciendo.

Llegó a su mansión, yendo rápidamente hacia la habitación donde había estado el niño la noche anterior. En cuanto llegó a esta la recorrió con la mirada. Sin pensárselo dos veces se acercó a esta y se acostó, aspirando el aroma del azulino que había quedado impregnado. Se revolvió los cabellos mientras jadeaba levemente. Su cuerpo ardía.

Vislumbró la camisa que había usado el niño y la tomó entre sus manos. Por un momento se entretuvo con su aroma para que luego su mirada se desviara a una rara mancha que había en esta. La miró con impresión.

Con razón se rió cuando me lo dijo.-Susurró con una sonrisa.

Sin poder contenerse llevó una mano a sus pantalones. Donde un bulto prominente pedía a gritos que alguien lo tocara. Lo palpó levemente. Era la primera vez que tenía una erección en sus casi treinta años. La primera vez que se excitaba y era con un niño.

No, ese no era un niño. Un niño no actuaría así, un niño no lo tentaría como Ciel lo hacía. Ese chico había venido directamente del infierno para replantearle la situación de su vida. Luego de tantos años era hora de caer en pecado. Y no podía estar mas orgulloso con su elección.

Descubrió su pene por completo mientras comenzaba una danza de arriba hacia bajo, la camisa del niño estaba en su otra mano, siendo esta quien lo incitara a seguir, el aroma que tenía la prenda lo intoxicaba, su mano aumentó el ritmo. De pronto la imagen de Ciel apareció frente a él. Extendió su mano esperando que el niño se acercara hacia él, el niño tomó su mano y desapareció al mismo momento que el se derramaba sobre las sábanas negras.

Jadeando se había dado cuenta que el deseo provocado por ese pequeño niño le causaba hasta alusinaciones.

Quedó extendido por completo en la cama mientras entrecerraba los ojos.

El deseo lo estaba consumiendo.

...

Miraba con admiración al de ojos ambar. Pensó que las clases con ese sujeto serían completamente tediosas, pero se equivocó, caso muy raro en él. El hombre tenía una capacidad deslumbrante para prendar a quien lo escuchara. Ya sea por su excelente vocablo o por la manera de relatar un hermoso poema. En ese momento el hombre se encontraba leyendo 'el cuervo' de Edgar Allan Poe.

Aunque mi alma ardía por dentro regresé a mis aposentos
pero pronto aquel rasguido se escuchó más pertinaz.
"Esta vez quien sea que llama ha llamado a mi ventana;
veré pues de qué se trata, que misterio habrá detrás.
Si mi corazón se aplaca lo podré desentrañar.
¡Es el viento y nada más!".

Mas cuando abrí la persiana se coló por la ventana,
agitando el plumaje, un cuervo muy solemne y ancestral.
Sin cumplido o miramiento, sin detenerse un momento,
con aire envarado y grave fue a posarse en mi portal,
en un pálido busto de Palas que hay encima del umbral;
fue, posose y nada más.

Esta negra y torva ave tocó, con su aire grave,
en sonriente extrañeza mi gris solemnidad.
"Ese penacho rapado -le dije-, no te impide ser
osado, viejo cuervo desterrado de la negrura abisal;
¿cuál es tu tétrico nombre en el abismo infernal?"
Dijo el cuervo: "Nunca más".

El teléfono sonó de pronto, logrando que Ciel se sobresaltara al estar tan prendado con su vos. Claude dejó el libro a un lado mientras se sacaba sus gafas en un movimiento elegante digno de su personalidad.

Eso es todo por hoy Ciel, ya son las cinco de la tarde. Tienes el resto del día libre.-Le dijo el hombre antes de salir apresurado a coger el teléfono.

Suspiró con cansancio, le hubiera gustado seguir escuchando a Claude. El poema que le estaba leyendo le resultaba extrañamente familiar. Como si de alguna manera relatara un acontecimiento, ya fuera de su actual situación o alguna vida pasada. Se sentía un poco demente al pensar de esa manera. No creía en Dios pero tenía demasiadas creencias diferentes. Era de esas personas que creían en los espíritus, en las leyendas urbanas, en 'mundos paralelos' y demás. Muchas veces se inundaba en sus pensamientos y podía quedarse por horas analizando su existencia.

Con cansancio subió los escalones de la mansión y fue hacia su habitación, asegurándose de que Claude estaba ocupado hablando y no lo molestaría, cerró la puerta con llave y procedió a sacar de su cajón, al cual le había implementado un fondo falso, una pequeña caja. La guardó en el bolsillo de su pantalón y saltó por la ventana haciendo gala de su agilidad. Aunque no lo demostrara, él poseía demasiada fuerza y elasticidad. Si no se enfrentaba a los demás es porque era pacifista en ese aspecto.

Caminó por el jardín hasta salir de este, donde se encontraban unos árboles formando un círculo. Se sentó en una gran roca que había allí y sacó la caja de sus pantalones. La abrió sacando de esta un pequeño tubo cilíndrico que relajaría un poco sus músculos, puso ese pequeño tubo entre sus labios y acercó un encendedor a este, encendiendo luego de un mes su pequeña dosis de tabaco.

Increíble, nunca me lo imaginé de tí Ciel. Cuando llegaste al pueblo tenías cierta cara de niñato crédulo.

Giró su cabeza con hastío hacia esa vos.

Tuve malas juntas en el colegio, ¿Que puedo decir?-confesó con mofa mientras calaba una vez mas el cigarrillo.-Por cierto, ¿No tienes nada mejor que hacer? siempre que estoy solo apareces tú, ¿Me estás acosando?.-Preguntó con burla y cierta diversión.

Tal vez, quien sabe.-Confesó el rubio con una sonrisa.

Quita esa cara de violador del bosque.

El rubió largó una carcajada sonora y se sentó al lado de Ciel quien no pudo reprimir una leve sonrisa. La risa del rubio era bastante contagiosa.

Alois le quitó el cigarrilo de la mano y fue él quien le dio una pequeña pitada para luego lanzarle el humo por completo en la cara. Logrando que el niño se enojara.

Ciel no se sorprendió al ver que Alois también fumaba, cierta parte de él ya lo sabía, el rubio tampoco era buena junta. Y eso le gustaba.

No hagas eso idiota, después no logro quitarme el olor a tabaco y no quiero imaginarme si Claude se entera.-Le dijo enojado mientras le quitaba el cigarrillo de la mano.

El rubio sonrió de nuevo.

¿Que tal te va con el padre Michaelis?

—Muy mal.

—¿Por qué?

—Lo deseo demasiado.

Se miraron entre si, Alois pudo vislumbrar los ojos brillosos de Ciel.

—Vaya que te a pegado duro el amor.

—¿Amor?, no seas ridículo Alois, yo no estoy enamorado de él.

El rubio lo miró sorprendido.

Pero pensé que...

—Es el primer hombre que logra atraerme tanto, es como fuego, es como si estuviera grabado en mi mente con hierro incandescente. Pero amor...Esa es una palabra que no existe en mi vocabulario.

—¿No quieres enamorarte?

—El amor es demasiado problemático, 'amor' es una de las palabras mas asquerosas que existen y una de las mas difamadas. Ya no existe hoy en día.

—Como sabes que no existe si nunca lo has experimentado.

—Tengo ojos ¿Sabes?.-preguntó con burla.-He pasado mi corta vida al margen de la situación, observando. El comportamiento humano es muy interesante como espantoso. Tan solo con observar me he dado cuenta de muchas cosas...

—Que lástima que siendo tan joven ya hayas perdido las esperanzas.

Ambos se quedaron callados por un largo rato. Ciel tiró el cigarrilo al darse cuenta de que este se había acabado y miró a Alois, quien tenía la mirada perdida en el horizonte.

—Tu...¿Quieres enamorarte?-preguntó con curiosidad.

No es que sea exigente, pero...No he encontrado a la persona correcta.-Le confesó mientras lo miraba fijo a los ojos.

Ciel suspiró y decidió cambiar de tema.

Sabes, aún no me has mostrado donde vives.-Le dijo con una sonrisa.

El rubio sonrió y tomó su mano.

Acompáñame.

Alois guiaba a Ciel por el bosque mientras este se preguntaba a donde lo dirigía el rubio. La respuesta llegó a él cuando vislumbró una mansión aún mas grande que la del padre Michaelis.

¿Aquí vives?

—Si, es aterrador y por eso me gusta.-Le confesó el rubio mientras lo invitaba a entrar.

Ciel entró encontrándose primero con el gran salón de un color dorado bastante chillón. No era de su gusto pero igual era muy hermosa. La mansión estaba altamente iluminada, como si Alois no quisiera dejar que la oscuridad la rodeara. Tal vez por eso los dos diferían tanto.

Recorrió toda la mansión con Alois, encontrando bastantes lugares muy acogedores. Cuando el rubio se desvió del recorrido para ir a buscar algo a la cocina, él prefirió seguir observando.

Entró a una habitación, parecía un estudio. Se acercó a la chimenea encontrando un gran cuadro con la imagen de un anciano en él. A su lado se encontraba una mujer de rubios cabellos, la mismísima imagen de Alois en versión femenina. Y un pequeño se encontraba detrás de sus ropas, escondido, como si tuviera miedo. Alois parecía contar con tan solo cinco años en la fotografía.

Algo en la fotografía no le inspiraba confianza.

Sintió un escalofrío por su espalda al escuchar un ruido detrás suyo.

Su rubio amigo se encontraba mirándolo con la mirada desorbitada. Como si estuviera perdido en sus pensamientos, de pronto los ojos turquesas de su amigo perdieron el brillo, cuando menos se lo esperó el rubio yacía en el suelo luego de desvanecerse.

¡Alois!

Fue hacia él, mas que asustado. Después de todo en la mansión solo se encontraban ellos dos. El rubio vivía solo.

Con la fuerza que albergaba en su interior pero que nunca usaba. Lo tomó en brazos y lo llevó hasta la habitación mas cercana, la cual estaba pintada de un violeta bastante indiscreto. Era mas que claro que esa era su habitación. Lo depositó en la cama y puso una mano en su frente. Descubrió con horror que su amigo tenía una temperatura muy alta al fijarse por su calor corporal.

Bajó rápidamente hacia la cocina donde llenó un cuenco con agua, subió y se sentó al lado de su amigo. Tomó un pequeño paño y lo puso en su frente, para luego proceder a abrir su camisa y poner otro paño húmedo en su pecho.

Se quedó con él durante todo el día, mirándolo con preocupación. En ningún momento su amigo había dado muestras de encontrarse en mal estado.

Aunque no había pasado mucho tiempo. En esos dos meses le había tomado mucho afecto al rubio.

Se acercó al rubio y sacó los paños, los cuales ahora se encontraban resecos y calientes. Su temperatura había bajado considerablemente, pero aún faltaba. Tomó el cuenco y volvió a la cocina, dispuesto a llenarla nuevamente de agua. Pero entonces la luz se cortó y escuchó un grito totalmente horrorizado. Subió sintiendo que el alma se escapaba de su cuerpo. El grito había sido producido por el rubio.

Entró a la habitación encontrándola completamente oscura y el llanto de su amigo que no paraba de cesar.

Alois, ¿Que sucede?

—La oscuridad...

Entonces lo entendio todo. Nunca hubiera amaginado que su amigo le temía a la oscuridad. Este siempre se mostraba tan valiente, tan capaz...Tan igual a él en esos aspectos. Que realmente nunca se lo imaginó.

El llanto se intensificaba y por primera vez en su vida sintió impotencia. Su amigo se encontraba mal y él no sabía que hacer.

De pronto una idea vino a su mente.

Sin pensárselo dos veces. Se sacó sus zapatillas y se subió a la cama, su subió sobre el rubio y abrazó su cabeza contra su pecho.

—Shh, ya pasará. Pronto volverá la luz, mientras tanto yo te protegeré.

Sintió como los brazos del rubio rodeaban su cintura y lo pegaban contra si.

No era muy devoto del contacto humano. Pero el abrazo del rubio se sentía realmente reconfortante.

Luego de pasar mas de quince minutos abrazados sin decir palabra alguna, la luz volvió, Para mala suerte de ambos. Ya que querían seguir abrazados.

Ciel tomó el rostro del rubio y acarició su mejilla al tiempo que este abría sus ojos y lo miraba fijamente.

Ambos estaban levemente sonrojados, tal vez por el calor corporal que se habían transmitido momento atrás. El rubio también acarició su mejilla y se quedaron por interminables segundos mirándose sin decir palabra alguna.

Siempre estaré ahí para protegerte. Así sea lo mas pequeño...

Sin poder contenerse acercaron sus labios. Ambos con los ojos entrecerrados, pero al darse cuenta de lo que hacían desviaron la mirada a otra parte de la habitación.

Se que estarás siempre para mi Ciel, al igual que yo estaré para tí. Que no te quepa duda de eso.

Volvieron a abrazarse y sonrieron levemente.

Aunque a Ciel todavía le quedaba pendiente el hecho de porqué su amigo se había desvanecido de esa forma en el estudio.

Alois...¿Por qué cuando entraste al estudio y viste el cuadro tu...

Al rubio se le oscurecieron los ojos nuevamente y desvió la mirada.

Ciel, captando que había sacado un tema incómodo, prefirió dejar todo como se encontraba.

Está bien Alois, no tienes que decirme si no quieres. Ten en cuenta que puedes contar conmigo para lo que sea.

Depositó un beso en su frente y se acercó a la puerta de la habitación, dispuesto a salir.

¿¡A donde vas!?

—Ya es de noche, Claude debe estar preocupado por mi. Debo irme.

—Por favor, no te vayas, quédate esta noche conmigo.-Le pidió el rubio mientras estiraba una mano hacia él.

Se sorprendió ante esa petición. En su mente una lucha entre los pro y los contra de lo que conllevaría la situación mas tardía comenzó.

Pero...Su amigo era mas importante que un regaño.

Sacó su teléfono celular y le envió un mensaje a Claude, avisándole que ese día no iría porque se quedaría en la casa de un amigo.

¿Tienes algo mas cómodo para vestirme?

...

Subió nuevamente a la cama, sintiendo como el colchón se hundía levemente al tener otro peso sobre él. Alois llevaba una camisa blanca que le llegaba hasta los muslos, al igual que él. Ambos se taparon con las frazadas y Alois presionó el interruptor de la luz, dejando la habitación alumbrada tan solo por la luz de la luna.

Alois.-Susurró Ciel mas que sorprendido.

Si tú estás a mi lado. No le temo a nada...

Se abrazaron con fuerza, Ciel se encontraba apresado en el pecho del rubio, sintiendo su pausada respiración. Queriendo sentir mas el cuerpo del contrario, entrelazaron sus piernas.

Era demasiado reconfortante estar de esa manera.

Cuando menos se lo pensaron, se hundieron en el mundo onírico. Tal vez el único además de ellos mismos que los comprendían.

...

Sintió como su rostro era picado, y frunció el ceño. ¿Es que no podía detenerse?

Ciel, es hora de despertar.-Canturreó su amigo mientras lo picaba por todo el rostro con su dedo índice.

¿Quieres que te diga que puedes hacer con ese maldito dedo?.-preguntó con cabreo.

El rubio ahogó una risotada y se acercó aún mas al peliazul.

Se me ocurren muchas ideas, pero también te implican a ti...

Su dedo índice comenzó a bajar lentamente por el cuello de Ciel, envíandole deliciosos escalofríos. Bajó aún mas el dedo índice y llegó hasta su cintura.

—Por tu bien, te recomiendo no seguir bajando.

Escuchó al rubio reír.

Lo que no sabía es que Alois era un temerario.

El rubio bajó por completo la palma de su mano hasta su trasero y apretó uno de sus glúteos.

Abrió los ojos sorprendido al igual que irritado.

¡Alois!, ¡Maldito depravado!

El rubio se retorcía en carcajadas en la cama mientras él lo golpeaba con una almohada de plumas color azul. Cuando menos se lo esperó él también se encontraba riendo divertido.

Ciel terminó sobre el rubio mientras ambos se veían con una sonrisa.

—¿No me darás el beso de los buenos días?-Preguntó el rubio con una sonrisa.

—Dátelo tu mismo.

El rubio rió para luego aproximarse a Ciel y darle un beso en la mejilla.

—Es hora de que me vaya, Claude debe estar mas que enojado conmigo. Tan solo le envié un mensaje el día de ayer.

—De acuerdo. Pero mas te vale que después volvamos a vernos.

Ciel asintió y procedió a vestirse con las ropas del día anterior. Salió de la casa del rubio y fue hacia la mansión.

Suspiró con cansancio, ya sabía lo que le esperaba.

...

—¡Te he dicho miles de veces que no te juntes con él!

Se cubrió los ojos mientras se estiraba en el sillón. Claude era totalmente inaguantable cuando se ponía así.

¿Que tipo de problema tienes con Alois?, ¿Porque insistes tanto en que no me junte con él?

—Se como es ese chico. Tan solo confía en mi, su comportamiento no es nada bueno.

—¿No te has puesto a pensar que su comportamiento es por alguna razón en particular?.-Preguntó mientras se paraba del sillón y lo enfrentaba.

No y no me inter...

—Exacto, si no sabes, no deberías hablar. Hay un razón para todo, si Alois se comporta como lo hace, por algo debe ser. Y puedo asegurarte que si hablaras con él y llegaras a conocerlo. Sabrías que no es una mala persona.

—Yo se el tipo de persona que es.

—¿Por qué estás tan seguro?

Vio como Claude suspiraba pesadamente.

—Yo, cuando llegué a este pueblo. No llegué siendo un profesor, yo era psiquiatra.

Ciel abrió los ojos mas que impresionado.

Alois era un paciente mío...Y puedo asegurarte que él, no es lo que aparenta ser. Ya no volveré a repetirlo, lo dejaré a tu elección. Allá tu las consecuencias que adquieras con esa amistad.

El azabache desapareció de su vista, dejándolo mas que impresionado.

Habían pasado dos meses y se sentía aún como un extraño en ese pueblo. Lo mejor sería comenzar a escarbar con vehemencia en las personas de ese lugar, en especial en su amigo.

Al parecer la frase 'Las apariencias engañan', se aplicaba perfectamente en ese lugar.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero les haya gustado. No hay fecha de actualización para este fic. Pero supongo que será cada dos semanas. Me lleva trabajo escribir un cap. Por alguna razón perdí un poco de inspiración y a mi por mas que me cueste no me gusta dejar un fic incompleto o posponerlo.

Besos mis lectoras :3


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