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El pecado original por Etsuko Kagayaku

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Notas del capitulo:

Espero os guste, como ya dije, en esta historia habra de lo mas leve a lo mas enfermo. Luego de que me lo pidieran tanto. Actualizo esto que tanto esperaban.

 

Música: http://www.youtube.com/watch?v=7Qy-I2sigD0

El aire fresco se colaba por la ventana. Los rayos prematuros del sol golpeaban su rostro de forma inocente incentivándolo a despertar de su corto letargo. Las blancas sábanas se arrugaron notablemente ante el brusco movimiento que hizo al darse la vuelta. Sus zafiros se entreabrieron sabiendo de por si que debía levantarse. Sus movimientos lentos y de manera automática revelaron su ahora despierto ser. Se sentó en la cama con parsimonia viendo todo a su alrededor. Le gustaba la decoración de su nuevo cuarto. Color a su gusto, ordenado y frío. Como él solo podría definirse.

Tiritó levemente al apoyar sus pies en el suelo de mosaicos y sentir por primera vez un frío recorrer por completo su cuerpo. Sus piernas se cerraron de manera asfixiante mientras su piel se arrugaba escasamente. Toda la habitación estaba en un frío invernal, se recriminó a si mismo el no haber prendido la estufa de su habitación en la noche. Ahora pagaba las consecuencias de su pereza.

Esta vez se levantó por completo, escuchando el ruido de sus huesos al acomodarse. Jadeó levemente mientras estiraba sus brazos, buscando que ese cosquilleo desapareciera de su organismo.

Una vez de pie se dirigió a su armario, simple, con dos puertas y de metal. Cualquiera se sentiría sofocado con esa decoración, digna de un reformatorio o tal vez, un instituto mental. Pero a él le gustaba esa simpleza combinada con innovación.

Sacó una simple musculosa blanca, la cual tiró sobre la cama. A esta le siguieron unos jeans negros que se ajustaban por completo a sus piernas. Unas converse azules fue lo último que sacó del armario.

Una vez el conjunto sobre la cama. Procedió a desnudarse, esta vez asegurándose de prender la calefacción. Se sacó su remera negra, la cual era larga y le llegaba hasta las rodillas. Se abrazó a si mismo sintiendo un calor afable entre sus propios brazos.

Rápidamente y como si la rutina mas usual fuera, se terminó de vestir. Antes de salir de la habitación se colocó una campera negra de cuero y agarró su celular del escritorio. Una vez fuera caminó por los pasillos de la casa de 'cristal', como él le llamaba. Divisó a Claude quien se encontraba ocupado escribiendo en unos papeles varias tareas que seguro serían las que le daría el lunes.

Buenos días.

El hombre giró en su silla en un elegante movimiento mientras se sacaba sus gafas, doblándolas y colocándolas en el bolsillo de su playera.

Buenos días Ciel, en la cocina está tu desayuno, recuerda que hoy es tu último día libre así que disfrútalo, mañana empezaremos con las clases.

Ciel asintió mientras se dirigía a la cocina, sintiendo aún la mirada perspicaz del hombre, el cual parecía querer leer su mente. ¡Ja!, ni siquiera los psiquiatras de su colegio habían logrado leer su mente. Tal vez fuera por su actitud gélida y sus pocos modales a la hora de tratar a un adulto que no tuviera su misma elocuencia.

Entró a la cocina, encontrando en la mesa una bandeja con un vaso de jugo de naranja, un café y unos pasteles que a simple vista parecían unos manjares exquisitos. No hacía falta recalcar lo buen cocinero que era Claude. Aunque aún no entendía el porqué preparar comidas tan elaboradas siendo tan solo dos personas en ese lugar. No había que ser un genio para darse cuenta del temperamento magnánimo que ese hombre tenía. Y le gustaba, si, porque de alguna manera se sentía identificado con él. Perfeccionista, educado con quien se lo mereciera, perspicaz, inteligente. Y demás calificativos soberbios para una personalidad principesca.

Corrió levemente la silla, cuidando de no arrastrarla y causar un chirrido en el piso que reflejaba su imagen. Ese día no se sentía con apetito. Pero el ver el delicioso desayuno hizo que cambiara su opinión.

Comió lentamente, sin apuro alguno, le gustaba el ambiente en el que se encontraba ahora, todo era diferente a estar en su casa con las paredes carcomidas por la humedad y el ambiente crudo e incómodo causado por su tía.

Una vez terminó de desayunar, decidió salir a caminar. No sin antes colocarse los auriculares y poner su canción favorita. Aerosmith podía ser una droga para su organismo.

Salió de la casa a paso parsimonioso, vislumbrando los árboles sin siquiera una hoja. Estas se encontraban en el suelo creando una hermosa alfombra de otoño. Dejando paso a unos lúgubres árboles con tan solo pinchudas ramas negras, que a su parecer, eran mas hermosos que con hojas verdes que delataran su naturaleza. A veces veía belleza donde los demás tan solo veían algo repelente.

Caminó por las desoladas calles, había tenido un par de días para acostumbrarse a ese ambiente fantasmal. Y ahora que lo notaba, no estaba tan mal. Perderse en sus pensamientos, 'En su mundo' en su 'Fantasía' o como cada uno quiera llamarle al propio lugar perfecto que uno inventa en su cabeza, era algo que le gustaba. Tal vez sus pensamientos ilusos podían hacerle olvidar el desasosiego que lo embargaba. Porque lamentablemente cuando se abría los ojos a la realidad, uno no podía volver a cerrarlos.

En los pocos días que había tenido para acostumbrarse, no había pasado nada interesante. Ese año pintaba ser algo ordinario sin sentido alguno. Tal vez su ahora nuevo amigo Alois podría hacerlo mas interesante.

Se había dado cuenta del temperamento de ese rubio candoroso y pueril. No concordaba para nada con su personalidad. Pero era interesante codearse con gente que no pensara igual que él, a veces estos podrían abrirle la mente mas que cualquier libro.

Entonces lo recordó. Se había dicho a si mismo el no hacerlo, no quería, o mejor dicho no podía. Porque era inmoral, era sucio, indecente, obsceno e impúdico. Miles de palabras que detallaban la misma situación. Mas no aclaraban sus impuros pensamientos.

Ese hombre...El padre, el discípulo de Dios. Del cual no debía sentir ninguna atracción simplemente por ser algo malo...

Esa mirada rojiza, que detallaba todo menos ingenuidad e inocencia, sus rubíes detallaban el pecado mismo. Al igual que sus labios carnosos color pastel que le atraían a probarlos. Su piel que lucía como la nieve misma.

Tuvo que detenerse a tomar aire, al hacerlo llevó una mano a su cuello, sintiéndose de pronto ahogado.

No se lo permitía. Era la primera vez que le sucedía algo así, y no es porque fuera ingenuo y no supiera lo que le sucedía. Porque sabía que se sentía atraído hacia ese hombre. Porque sabía que tan solo con haberlo visto una vez. Este se había grabado en su mente como fuego mismo.

Si bien no le importaba lo que pensaran las demás personas, según dos mentes inteligentes a su parecer, ese pueblo era raro. Y lo que menos quería era que unos 'tipos locos religiosos' lo persiguieran con antorchas.

Sintió como alguien tocaba su hombro levemente, se sacó sus auriculares los cuales colgaron de sus hombros y se giró lentamente.

Delante de sus ojos tenía un par de esmeraldas que lo veían con curiosidad, y un par de labios rosados curvados en una sonrisa inocente. Una niña de -A su parecer- su misma edad, de bucles dorados como el mismo sol, yacía parada delante suyo, con una pollera que llegaba hasta mas abajo de sus rodillas y una polera que cubría por completo su torso. El aspecto mas señorial que había visto en una niña pequeña.

Hola, mi nombre es Elizabeth, tu debes ser Ciel, el chico nuevo.-Le dijo la niña con una sonrisa.

Estuvo tentado a rodar sus ojos con molestia, ¿Porque todos le decían 'eres el chico nuevo'?, eso era mas que claro.

Si, soy yo.-Respondió con hastío.

Un gusto conocerte.

—Lo mismo digo, por cierto, ¿Como sabes mi nombre?

—¿Es broma?, eres noticia en todo el pueblo.-Le dijo esta con una pequeña risita.

Ciel solo se limitó a sonreír falsamente. De pronto la rubia jadeo impresionada mientras se llevaba una mano a la boca. Se sintió cohibido por un momento.

¿Sucede algo?

La niña solo se acercó a él, en demasía, invadiendo su espacio personal, estaba a punto de empujarla cuando esta tomó de manera pausada su collar.

Esto...No está permitido...

Entrecerró los ojos sin entender.

¿Puedes decirme que es lo que sucede?.-Preguntó ya hastiado de esa actitud minuciosa.

Esto es un tetragrammaton.

—¿Y eso que?

—Sácatelo.

—No tienes derecho a darme ordenes.-Le contestó de forma presuntuosa.

Lo digo por tu bien, un pentagrama invertido como este es un símbolo satánico.

—Eso ya lo sé.

—¿Si lo sabes porque lo usas?.

Ciel se quedó callado un momento.

Eso es algo que no te interesa.

—No puedo obligarte a que te lo saques, solo guárdalo bajo tu playera, si lo llegan a ver los demás, te verán como un hereje.

Ciel rodó los ojos con cansancio. ¿Como olvidarse del detallito católico?.

Debo irme, nos veremos luego.

La niña desapareció rápidamente de su vista. Dejándolo con un mal sabor de boca, eso había sido demasiado extraño.

Sin importarle lo que había sucedido minutos atrás, siguió caminando. El pueblo no era muy grande, así que luego de caminar un par de cuadras, el camino se cerró, dejando solamente un 'camino' de tierra, el cual no dudó en seguir. Era increíble la tranquilidad que mecía ese bosque, el cual se encontraba un poco mas cuidado que el resto del pueblo en si. Sentía el ruido que hacían las hojas al ser pisadas por sus zapatillas. Con su mano recorrió varias troncos de los árboles. Sintiendo esa textura rasposa que le gustaba.

Recordando los años en los que era mas pequeño y se divertía pisando su propia sombra, volvió a hacerlo, logrando que una sonrisa nostálgica se asomara en su rostro. Extrañamente, una vez su abuelo Tanaka le había dicho que no se podía 'jugar' con la sombra de uno. Era uno de esos ancianos que creían en historias de terror, lleno de sabiduría y que sabía aconsejarte en momentos de extremo peligro.

Jadeó de dolor al chocar con una reja, por momento se sintió estúpido. Levantó la vista, encontrándose con una gran mansión. A su parecer el mas hermoso paraíso gótico que había visto en su corta vida.

Un sendero de rocas corroídas con moho que llegaba hasta la mansión. En esta se levantaba con aspecto pretérito una gran puerta de madera con detalles en plata. A sus lados, dos gárgolas las cuales le daban un aspecto aún mas añejo al lugar.

En su mente vagos pensamientos aparecían. Tal vez por haber leído demasiados libros de terror. Su mente estaba totalmente podrida de esos pensamiento terroríficos que comenzaban a formarse por ver esa mansión.

'Una mansión antigua, en medio de la nada, con aspecto gótico, instalada en medio de un bosque'. No dejaba mucho a la imaginación.

Un antiguo llamador estaba atornillado a la puerta. Golpeó tres veces escuchando el ruido seco que hacía al golpear con la madera. Se podía escuchar hasta afuera como retumbaban las paredes de la mansión.

El cielo se había nublado en su totalidad, el viento hacía estragos en el bosque, meciendo los árboles con brutalidad. Tuvo una extraña sensación cuando un cuervo se posó sobre una viga que había sobre la puerta. Nadie contestó, ¿Que mas podía hacer?, intentó abrir la puerta, y esta se encontraba abierta. Alzó una ceja intrigado.

Entró a la mansión, encontrándose con un gran aspecto sombrío, a simple vista parecía abandonada. Algunos muebles se encontraban con polvo. Y se notaba a leguas que estaba llena de recovecos inescrutables.

'Perfecto', pensó con una sonrisa de satisfacción. Ese lugar realmente llenaba sus expectativas.

La mansión parecía no estar habitada, aprovecharía la situación para recorrerla, aunque se preguntaba a si mismo si volvería a encontrar la salida, había pasillos por todos lados y puertas por doquier, cualquiera se perdería fácilmente.

Su caminata comenzó, cualquiera empezaría por abajo, pero el decidió subir las grandes escaleras.

Una vez arriba, comenzó a caminar lentamente, disfrutando del paisaje de antiguos cuadros que escudriñaba. Sus pasos no retumbaban al ser atajados por la alfombra roja. De pronto vio una puerta con un extraño dibujo en esta, era parecido a su colgante. La abrió descubriendo una inmensa biblioteca, sus ojos centellaron con emoción. Era la primera vez que veía tantos libros. Prácticamente se sentía en el paraíso.

Cada estante tenía un cartel de madera con su sección. La sección 'Poesía' llamó su atención y se acercó a esta a paso apresurado. Decir que se sentía maravillado era poco. Lo que buscaba se encontraba mas arriba de lo que el podía alcanzar con su corta estatura. Por suerte vislumbro una escalerilla que le serviría.

La corrió hasta el estante donde se encontraba el libro que buscaba y se subió a esta. Una vez con el libro en manos, una sonrisa de satisfacción hizo mela en su rostro.

Trató de bajar, pero un paso en falso lo traicionó, su pie se resbaló en los escalones y el peso de su cuerpo lo llevó hasta el suelo.

Pero unos brazos lo sostuvieron a tiempo, su mirada se centró en su 'salvador' y sus ojos se abrieron sorprendidos.

Padre Michaelis.-Susurró.

El hombre lo miraba impresionado.

Me sorprende verlo aquí joven Phantomhive, no sabía que había venido a visitarme...

—¿Este es su hogar?

El hombre asintió mientras sonreía.

Yo...Lo siento, pensé que estaba abandonado...

No se preocupe, cualquiera pensaría lo mismo al ver el aspecto de este lugar. Aunque me sorprende que haya sido capaz de meterse a un lugar así. No cualquiera confiaría en entrar a una mansión en medio del bosque.

Se me hizo demasiado llamativo.-Le confesó con una sonrisa.

El padre sonrió y ambos se quedaron viéndose a los ojos. Fue cuando se dio cuenta que aún seguía en brazos del hombre. Este al darse cuenta lo bajó lentamente, tal vez tocando mas de lo que debía tocar.

Ninguno quería despegar la mirada del contrario. El ambiente comenzó a ponerse pesado, el calor comenzó a sentirse de una manera infernal. De pronto un rayo cayó, junto con este la feroz lluvia.

Ciel miró al padre por última vez.

Siento haberme metido a su hogar sin permiso, creo que debo irme.-Le dijo aún un poco cohibido por la mirada escrupulosa del padre.

Una mano se apoyó en su hombro.

Está lloviendo a cántaros. Lo mejor sería que se quedara aquí por ahora.

—Mi tutor se preocupará.

—Claude lo entenderá.

Suspiró pesadamente, ¿Quien podía negarse a ese par de ojos rojos?

Si me espera tan solo unos minutos vendré con un té y podremos charlar. Quisiera conocerlo un poco mas, el otro día en la iglesia no tuvimos tiempo.-Le ofreció con una sonrisa.

Ciel sonrió.

Me encantaría.

...

Ambos se encontraban sentados uno frente al otro, disfrutando de un delicioso té, que recordaba no haber tomado nunca. Conversar con Sebastian era realmente increíble, era una persona culta a pesar de ser joven, este le había dicho que tenía veintiocho años-Aunque parecía de menos-Sabía mucho de literatura, arte y psicología. Charlar con alguien, que según él, estuviera a su nivel, era reconfortante.

De pronto su mirada se desvió a un libro que estaba sobre la mesa, uno que conocía muy bien, lo agarró entre sus manos ante la mirada expectante de Sebastian.

'Justine, o los infortunios de la virtud'.-No pudo evitar que una sonrisa lasciva saliera de sus labios.-Me impresiona que un padre lea esto, ¿No va en contra de sus hábitos?-Se burló el niño.

Sebastian no hizo mas que reír con seducción ante la broma del niño.

El que sea un ciervo de Dios, no va a lograr que evada buenos libros.

Ya veo, ¿Que piensa usted del 'Marques de sade'?

Gran escritor de literatura erótica, una mente especial que me hubiera encantado conocer. Por lo que veo conoce acerca de él.

He leído el mismo libro, debo decir que su manera de escribir es...Simplemente increíble. Para la mayoría de la gente, los crímenes mas atroces, obscenos, impúdicos. Para mi...Arte.

Pensamos igual joven Phantomhive.

Ambos se miraron con una sonrisa cómplice.

Tal ves tome lo que le voy a decir como un insulto a su 'hábito', pero por alguna razón no me creo eso de que usted es 'un fiel ciervo de Dios'.

Sebastian suspiró.

Y está en lo cierto joven...Yo no decidí ser cura, mi padre me obligó por errores del pasado.

¿Que puede ser tan malo?

—Demasiadas cosas, cosas que no puedo olvidar. Él era alguien muy católico. Yo seguía sus pasos, pero un día un amigo me convenció de ir a una fiesta. Terminé acostándome, y sin saberlo con una mujer mas grande que yo. Ni siquiera lo recordaba, yo me encontraba ebrio, mi tolerancia al alcohol era completamente nula, a penas y había probado el vino que daban en las misas.-Dijo Sebastian con diversión, causando la risa de Ciel.-En fin, hubo una grabación mía, él la vio y me envió lejos a estudiar, según él la única manera de 'salvar' mi alma del pecado, era convertirme en padre. Esta no fue mi elección, de hecho, si por mi fuera no entraría a una iglesia.

¿Es usted ateo?

—Si, y se que usted también.

—¿Como lo sabe?

—Parece que su mente está tan enferma como la mía.

Ambos sonrieron entre si.

¿Ha terminado de leer este libro?-Preguntó aún con el libro en la mano.

De hecho iba a terminarlo, pero cuando entré en la biblioteca me encontré con una grata sorpresa.

Ciel sonrió.

Podríamos leerlo juntos.

—Pero usted ya lo leyó.

—Me gusta revivir las historias.

Sebastian se acercó hacia el sillón donde se encontraba el niño, y se sentó a su lado. El acercamiento de ambos causaba una extraña electricidad que mandaba descargas eléctricas a la espina dorsal del contrario.

Sebastian estaba mas que seguro de la atracción que sentía por el niño. Era la primera vez que le sucedía algo así, nunca en su vida se había enamorado ni sentido atracción por nadie. Había tenido sexo una sola vez en su vida y ni siquiera se acordaba como se sentía, era prácticamente un 'santo' en todo el sentido de la palabra. Y ahora que le sucedía algo así, era incapaz de controlarlo. Porque desde que vio a Ciel Phantomhive se quedó prendado por completo. Tanto, que no había una noche que no soñara con él y en su nívea piel, en su perfume dulce y sofisticado.

Lo peor era...Que él mismo estaba cambiando. Se había abstenido por completo en su vida a cualquier acto impúdico, después de todo la religión se le había 'pegado'. Estaba tan acostumbrando a vivir solo para Dios, que el que una persona, en este caso un niño, lograra acaparar sus pensamientos. Lograba que se asustara.

Por primera vez quería hacer gala de sus encantos. De lanzarle esas miradas seductoras que sabía que poseía pero nunca usaba. De llevarlo a la locura con el encanto del cual muchas mujeres habían hablado a sus espaldas.

Por primera vez quería sentirse como un verdadero 'demonio'.

Ambos leían el mismo libro. Ambos estaban leyendo tal vez para una persona normal, lo mas horroroso jamás visto. Algo tan fatal como una violación causaría en los demás consternación. Pero para ellos no, para ellos era excitante, ya que se imaginaban la situación con el contrario.

Llegó una parte del libro, una parte sin retorno, que sabía que si leían, no sabían si podrían seguir conteniéndose.

La lluvia caía a cántaros y ambos se debatían a si mismos si seguir con la lectura y dejar que el destino se haga cargo de su pasión, o detener todo ahí y dejarlo como una experiencia sobrecogedora.

Creo que deberá dormir el día de hoy aquí, son casi las diez de la noche y parece que la lluvia no dejará de caer.-Susurró Sebastian en el oído del niño.

Tiene razón padre Michaelis.-Respondió Ciel mirando sus labios, los cuales lo tentaban a cometer pecado.

Se levantó rápidamente del sillón ante sus pensamientos.

¿Tiene un teléfono?, no tengo idea donde dejé el mío y creo que deberé llamar a Claude para avisarle que me quedaré aquí...

Si, hay un teléfono al final del pasillo. Yo mientras prepararé la cena.

Sebastian salió de la biblioteca dejándolo sumido en un silencio sepulcral. Se sentía abrumado por los hechos recientes. Un trueno le hizo acordar que debía llamar a Claude.

Salió por el pasillo, y como dijo Sebastian, al final encontró un viejo teléfono.

Sonó un par de veces hasta que escuchó la vos de Claude al otro lado.

Ciel, me tenías preocupado, ¿Donde te encuentras?, esta lloviendo torrencialmente y no has llegado a casa...

Ciel rodó los ojos con molestia, pero con un calor especial en su estómago, hace mucho que alguien no le decía que se preocupaba por él.

Estoy en la mansión del padre Michaelis, me ha invitado a quedarme en la noche porque con esta lluvia es peligroso salir.

—Oh, ¿Como terminaste en su casa?

—Curiosidad.

Por un momento ambos se quedaron callados.

Bien, pero mañana en la mañana quiero que vengas a la casa, además recuerda que debes empezar con las clases.

—Así será, buenas noches Claude.

—Buenas noches Ciel.

Cortó el teléfono y se dirigió al comedor.

...

Ambos disfrutaban de una espléndida cena, seguían la conversación de la biblioteca en el comedor, era realmente agradable hablar con alguien que entendiera el propio pensar.

¿Lograste comunicarte con Claude?

—Si, me ha dicho que mañana a primera hora vuelva a casa.

Ambos rieron por lo bajo. Ya se imaginaban la preocupación del ambarino.

Es increíble joven Phantomhive, es usted muy descortés. Yo le he contado prácticamente la historia de mi vida y usted no me ha dicho nada de usted.

Ciel sonrió.

Sebastian tomó la copa de vino y la puso entre sus labios para proceder a tomar.

—Bueno, no hay mucho que decir, mi tía me trajo aquí porque tuve muchos problemas luego de que mis padres murieran.

Sebastian se atragantó con el vino y comenzó a toser.

Ciel lo miró con diversión.

Lo siento mucho...

—No tiene que disculparse, es algo que ya he superado. De hecho, hay muchas cosas nuevas que me interesan y que tal ves podrían distraerme.

A Sebastian el tono usado por el niño se le antojó coqueto.

¿Podría saber que clase de cosas?

—Cosas por las que tal vez pierda la cabeza.-Dijo con diversión.

Creo que estamos iguales...

...

La cena había acabado, Sebastian estaba guiando a Ciel hacia la habitación, este le seguía a paso lento. No pasó por desapercibido en ningún momento el coqueteo que este le había correspondido. Al parecer, la situación se pondría interesante. Aunque se debatía en si dejar todo como estaba, o empezar ese juego de seducción mutuo. Y realmente la idea era tentadora.

Llegamos.

Sebastian abrió la puerta, la cual emitió un leve rechinido. La habitación tenía un estilo victoriano espléndido. Una gran cama con las mas suaves y refinadas telas. Una gran ventana con cortinas de un azul noche exquisito. Y varios muebles de madera, sacando a relucir sus buenos años de antigüedad.

Oh, verdad que no tiene ropa para cambiarse. Deme un minuto.

Sebastian salió de la habitación, seguramente en busca de algún pijama.

Ciel sonrió. ¿Porque no esperarlo en ropa interior?

Comenzó a sacarse su ropa, suspirando entre momentos, sintiendo un calor abrazador en su cuerpo. La sola idea de seducir a un hombre mucho mayor que él, lo excitaba en demasía. La idea de probar lo prohibido era tentadora.

Entró Sebastian y sonrió al ver al niño tan solo con un bóxer negro. Porque sabía lo que el niño intentaba, porque él intentaba lo mismo.

—No encontré un pijama, así que tendrás que ponerte esta camisa...Es mía pero no encontré otra cosa que pudiera quedarte.-Dijo entregándole la camisa en las manos.

Ciel se la colocó lentamente, acariciándose a si mismo en el proceso. La camisa le quedaba mas arriba de los muslos.

¿Me queda bien?-Preguntó con la vos mas 'inocente' que pudo hallar en su repertorio.

Perfecta.

Ambos se miraron, sabían lo que querían, pero querían ir lento, aún no se conocían del todo, y no era por ser prejuiciosos, pero querían saber mas del contrario. Mientras tanto, disfrutarían de ese juego de seducción en el que ambos coincidían.

Sebastian se acercó lentamente a él y se inclinó a su altura. Le dio un pequeño beso en su mejilla, cerca de la comisura de sus labios.

Buenas noches Ciel.

Ciel suspiró gravemente, su nombre en la boca de ese hombre...Se oía tan bien.

Sebastian salió de la habitación con una sonrisa, dejando a Ciel solo en la gran habitación.

Ciel se acercó a la cama y se recostó en esta.

Olió la camisa, tenía un perfume masculino exquisito. El perfume de Sebastian.

Jadeó al recordar el beso recién dado en su mejilla. Sentía el fuego corroer sus venas.

Cuando menos se lo esperó, su mano derecha comenzó a viajar por su cuerpo. Lentamente, disfrutando de su propio tacto, imaginando un par de manos ajenas en su lugar. Sobó levemente su estómago, sintiéndolo arder.

El cosquilleo se prolongó a su parte baja. Su primera erección y había sido producida por un simple beso en la mejilla y un aroma masculino.

Sabía perfectamente que hacer, estaba bien educado en lo que al sexo se refería.

Su bóxer estaba húmedo. Se preguntó a si mismo en que momento había comenzado a excitarse tanto.

Su dedo pulgar presionó el glande, ahora mojado y reluciente de líquido pre-seminal.

Su primera erección y el causante...Un hombre...Mayor que él.

Su mano comenzó a deslizarse de arriba hacia abajo con parsimonia, se bajó el bóxer por completo dejando su miembro totalmente al descubierto. Su mano comenzó a ir mas rápido. Reluciendo en su mente la imagen de Sebastian Michaelis, 'el padre Sebastian Michaelis'.

Se concedió a si mismo un pequeño apretón a sus testículos. Un grito placentero salió de su boca.

Cuando menos se lo esperó, se corrió por completo.

Su primera eyaculación y la había disfrutado a pleno pensando en el padre que era partícipe de sus fantasías mas oscuras y eróticas.

Había manchado la camisa de Sebastian con su semen. Y no le importó para nada. Es mas, sonrió. La dejaría así, sucia, para que Sebastian supiera que esa noche se había tocado pensando en él.

...

La mañana llegó rápidamente, de manera extraña la mansión del padre se sentía acogedora. Luego de levantarse y dejar la camisa en la cama, se vistió y salió del salón.

Disfrutó un delicioso desayuno hecho por Sebastian. Otra facultad que tenía el padre era cocinar manjares exquisitos.

Llamó a su tutor nuevamente para que supiera que lo vería en la iglesia, después de todo en cualquier momento sería la misa.

Espero que vuelva a visitarme joven Phantomhive.

—Será un placer hacerlo Padre Michaelis. Por cierto, dejé la camisa que me prestó sobre la cama.-Dijo con una pequeña risa mientras se retiraba de la mansión.

Sebastian no entendió muy bien el porque de la risa, pero entró a la mansión y se dirigió a prepararse para la misa del día.

...

Sintió como lo empujaban directo a un callejón y suspiró con cansancio.

¿Que clase de morbo tienes por los callejones?

—El mismo que tu tienes por el padre Michaelis.

Ciel abrió los ojos impresionado.

Alois.-Susurró Ciel.

Vamos, no soy tonto Ciel, te vi salir de su mansión.

—¿Acaso me espiabas?

—Espiar es una palabra fea.-Le dijo el rubio con una sonrisa.

Sabes que debes quedarte callado ¿O no?

—Mi boca es una tumba por ti querido amigo, y... ¿Hicieron algo?-preguntó con una sonrisa.

¿A que viene esa sonrisa libidinosa?.

—Vamos, no me trago eso de que te quedaste a dormir y no sucedió nada.

—Con él no sucedió nada, pero conmigo si.

—Contigo si...¿ah que te refieres con e...Oh.

Ciel sonrió divertido ante la cara de estupefacción del rubio.

Oh, así que Ciel se portó mal.-Dijo el rubio sonriendo mientras tomaba una de las piernas de Ciel y la ponía alrededor de su cintura.

Ciel quedó atónito por un momento para luego sonreír con seducción.

No estaría nada mal coquetear con el rubio, después de todo, si podía lograr que alguien como Sebastian cayera a sus pies, lo lograría también con Alois, aunque ambos lo tomaran como un juego divertido. Recién había empezado en el 'mundo de la seducción' y le gustaba en demasía.

Con la pierna que estaba en la cintura del rubio, lo atrajo hacia si.

Tendrías que haberme visto cuando estaba solo en aquella cama...Apuesto que te hubiera gustado ayudarme con mi...'trabajo'.

—Ten por seguro que me hubiera encantando.

Ambos rieron con diversión. Tal vez el seducirse entre ellos a pesar de ser amigos, también sería divertido.

Y Ciel no tenía cargo de conciencia, porque después de todo, de Sebastian no estaba enamorado.

Alois al parecer tenía una mente enferma y precoz como la suya.

Tal vez ese año no sería tan...Aburrido.

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Besos mis lectoras. Por lo pronto esto no tiene fecha de publicación. 

 

Besos :3


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