Ir de camino a casa se ha tornado distinto con el paso de los años, quiero alejarme del bullicio y coloco los audífonos sobre mis oídos. El volumen es alto, pero no me molesta, me reconforta. Las canciones no son tristes, pero tampoco hablan de lo feliz que estoy.
Soy un esclavo de la realidad y la resignación.
Una vez más me tienes buscándote, y pensar que creía que había dejado atrás aquella extraña y agonizante obsesión. Buscarte termina conmigo, me quita los colores, me desvanece, porque te extraño…
Aunque… en este momento, lo pienso por enésima vez en el día y llegó nuevamente a la conclusión de que fui un cobarde al dejarte atrás. Quizá debía ser una carga para poder mantenerme a tu lado, aunque ello fuera injusto para ambos, no podría haber soportado haberte hecho sentir mal con la debilidad que me invadía aquellos días. Era complicado, pero no era una excusa para dejarte.
— Papá… ¿Papi?
— ¿Qué sucede, cariño? ¿Necesitas algo? — Preguntó amablemente Takashi.
— Tengo hambre… ¡Quiero comer pizza!— Un pucherito se sumó a aquel tono mimado del infante. Saga rió gracias a la respuesta ajena; verdaderamente eran muy parecidos, él y aquél cachito de cielo que tenía frente a sus ojos.
— ¿Sabes qué nos hará tu madre si nos descubre comiendo pizza? — El pequeño negó, moviendo su cabecita un par de veces.
— Tu madre se va a enojar mucho, y nos castigará a ambos, y eso no es algo que queremos ¿Cierto? ... Aunque comer pizza suena tan bien…
— Por favor, papiii~
Saga no tuvo una opción más que llevar al pequeño a una pizzería cercana. Hacer un pedido a domicilio era una mejor elección, pero no deseaban enfrentarse a la madre del niño, ella se preocupaba demasiado por la alimentación de las dos personas que más amaba, y alimentarlos a base de chatarra no se encontraba dentro de sus prioridades.
¿Será momento de ir a buscarlo? Posiblemente sea mejor olvidarlo de una vez. Han transcurrido cinco años desde la última vez que lo vi, eso me hace sentir tan vacío que quiero culpar a todos por mi cobardía, como si ello realmente ayudara a sentirme mejor. Para ser sinceros eso no sirve, no sirve de nada buscar culpables; si tan sólo hubiera hablado, si me hubiera aferrado a él seguramente hubiéramos encontrado una solución y yo no estaría tan perdido, extrañando a la persona que me enamoró hace tiempo.
Takashi era fácil de convencer, y más aún por Tada-chan, razón por la cual comían pizza en el área de infantes.
— ¡¡Papi, mírame!! — Exclamó quien sin temor alguno se deslizaba por un enorme tobogán, acción que logró que Saga dejara sus pensamientos de lado y saliera disparado en busca del diminuto castaño.
— Sabes que no tienes que hacer eso ¿Qué hago si te pasa algo malo, Tadashi? — Saga pretendía retar al menor, pero no podía. Era un exagerado en cuanto a su cuidado, incluso, para ese momento estaba tan nervioso revisándolo de pies a cabeza ¿Un raspón? ¿Una torcedura? ¿Un golpe en la cabeza? Nada, Tadashi no tenía ni un rasguño.
— … papi… estoy bien. — Aquél niño a su corta edad podía darse cuenta de lo angustiado que su padre se encontraba, razón por la cual acarició sus cabellos con sus dos pequeñas manitas. Lo reconfortaba.
— Es mejor que vayas a los juegos que están por allá, Tadashi. — Takashi señaló donde estaba la piscina de pelotas, pero esta no convencía al pequeño quien negaba rotundamente.
La desgracia había llegado cuando mi vida amorosa se encontraba en cúspide, y ahora parecía que me habían premiado ¿Lo estaba viendo a él? ¿Realmente estaba observándolo?
— ¿Shinji? —En un tono de voz apagado mencionó el castaño. Espera que fuera cierto, deseaba más que nada no ser engañado por su mente. Quería que fuera él, que fuera la persona que amaba, necesitaba abrazarlo sin importar nada.