Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Hobbit Una Travesía Inesperada por LadyRed

[Reviews - 72]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

tadáaaan! después de muchos años, logre terminar el capítulo, que no estoy segura de como me salió así que cualquier cosa se agradecen sus comentarios :D

 Capítulo 13 – El Comienzo del Viaje – Parte II.


 


Mañanas._


 


Al final, luego de lo que parecieron siglos, los demás comenzaron a despertar, encontrándose con un fuerte olor a panceta invadiendo el ambiente, Thorin se giró, manoteando en busca de Bilbo, levantándose con rapidez al no sentirle - ¿¡qué pasa, quien se quema!? - se levantó gritando Glóin al otro lado del campamento, callándose al ver a Bilbo sentado junto a la fogata haciendo el desayuno - ¿qué? - preguntó este con una sonrisa mientras dejaba la sartén de lado y le echaba tierra al fuego para extinguirlo – vamos idiotas, vengan antes de que se enfríe – no faltó más para que cuanto enano hubiese logrado abrir los ojos se lanzase cual lobo hambriento sobre la comida recién hecha.


 


Bilbo había hecho panceta, caldo de verduras y cinco de las diez liebres que había llevado para la comida de Erebor a Dale. Todos ahí sabían que no iban a durar para más, por eso el joven Hobbit y la Dama Bajo la Montaña se habían decidido de ir a comprar al Mercado en cuanto pusieran un pie en la Ciudad del Valle. La verdad es que en un principio a la mujer no le gusto mucho la idea, pero al ver la mirada ilusionada del Hobbit (que jamás había visto un mercado como el de Dale) tuvo que dar su brazo a torcer aunque eso significase cargarse de canastas hasta el tuesto. Pocos minutos después todos estaba comiendo, sentados en semicírculo en torno a los restos de la cómoda fogata que el castaño, después de varios intentos fallidos, logro armar sin montar mucho escándalo. Estaban a solo medio día de Dale, y Bilbo agradecía mentalmente haberse dejado convencer de cortar su cabello, porque el calor de los Lagos Hirvientes comenzaba a llegar hasta donde estaban y el sudor comenzaba a plagar su frente cuando no llevaban ni media hora de haber avanzado, los demás parecieron sentir lo mismo ya que poco a poco comenzaron a desprenderse de los abrigos, una de las desventajas de esto era tener que cargar luego con los pesados pedazos de tela, que hasta los poneys comenzaban a sopesar tirar al suelo. Bilbo no lo sabía a ciencia cierta, pero algo le decía que si le daba una sola cosa más que cargar a Molly, la poney terminaría por levantarse sobre sus patas traseras, tirando todo como si dijera “ya está, hasta aquí llego yo, me tienes harta” y que no lo hubiese hecho todavía significaba mucho. Por eso el pequeño Hobbit le pasaba a la poney uno o dos terrones de azúcar de vez en cuando aun cuando la misma ya comenzaba a ponerse pegajosa y suave en su bolsillo. De vez en cuando trataban de esquivar uno que otro charco y el menor se resbalaba inevitablemente, pero por lo menso ahora no tenía que cargar con una larga y pesada falda mojada, ahora tenía que cargar con un molesto y fastidioso pantalón mojado, pero era un buen cambio. Cuando tuvieron que pasar a través del río que bordeaba la montaña la compañía no se resistió y terminaron de deshacerse de lo que les quedaba de ropa (para vergüenza de Bilbo) y se echaron al agua fresca cual peses muertos. Dado que se ya se acercaba la hora del almuerzo, decidieron quedarse allí, aprovechando además de llenar las bolsas de agua y dejar que los poneys descansaran. Aunque Thorin hubiese preferido que se diesen prisa, tenía que admitir que ver a Bilbo relajarse era bastante satisfactorio, si tan solo no tuviese a Gandalf pegado a la espalda todo sería más fácil. Sabía que al viejo zorro no le había pasado desapercibido el hecho de que había dormido con Bilbo, el que no hubiese hecho preguntas era perturbador.


 


Vio como su pareja le sonreía desde el agua cuando el par de papanatas de sus sobrinos no se les ocurrió nada mejor que tirarlo con ellos para que se refrescara (todo en contra de la muy ferviente protesta del castaño, que no dejaba de gritar que no sabía nadar) y le saludó, procediendo a encender su pipa, aun les quedaba un poco de Tabaco de la Comarca, y pensaba hacer buen uno de el. Claro, si lo dejaban en paz.


 


- que buen día hace ¿no crees? - le preguntó Gandalf, sentándose a su lado.


 


Cosa que parecía imposible. El enano simplemente gruñó mientras se concentraba en hacer formas con el humo que salia de su boca, de vez en cuando tenía que resistir el impulso de mirar en dirección a su saqueador, y es que le daba pena tener que perderse el que posiblemente sería su único momento de tranquilidad en mucho tiempo. Gandalf no ayudaba en nada. Aunque no hubiese abierto la boca desde que se sentó el silencio con el que le miraba parecía ser mil veces más molesto. Sabía de sobra que el mago tenía cierta fama de entrometido, pero no pensó que hasta ese punto. Mentira, se dijo a si mismo. Desde un principio sabía que iba a tener a Ganfalf encima como un buitre sobre carroña, pero le molestaba de sobre manera haber estado en lo cierto. Su hermana le dirigió una mirada desde el otro lado del río, dándole ánimos de forma silenciosa como solo ella sabía, y como no, si Dis mejor que nadie sabía de la poca paciencia de su hermano. Oh, bueno, no mejor que nadie.


 


En ese momento Bilbo salió del agua a la carrera, su ropa chorreando y una sonrisa capaz de iluminar el mismísimo infierno – ven Thorin, Fili y Kili están enseñándome a nadar – le dijo y sus ojos sus ojos resplandecieron mientras tomaba su mano entre la suya considerablemente más pequeña. El Rey no pudo más que sonreír, importándole ya poco Gandalf o quien sea pensase, y apagó su pipa antes de dejarla junto a su abrigo para acompañar, deshaciéndose de la camisa en el camino. No le importó sentir la mirada del viejo mago sobre si por la próxima hora, tenía cosas más importantes en las que ocuparse.


 


Caminata._


 


Después del pequeño descanso en el río prácticamente corrieron por que el mundo se les vino encima en forma de agua, parecía imposible pensar que hasta hace un par de horas habían estado muriéndose de calor, aunque debían de admitir que esta vez estaban de mucho mejor humor, ahora, en vez de quejarse del clima, el joven Bilbo correteaba entre risas antes de ser atrapado por Thorin quien aprovechó de levantarlo en el aire, Fili, Kili, Dis, Glóin y Dwalin cantaban alguna vieja canción de los Dunedain, los primeros sin dejar de aplaudir, sacando el ritmo a la tonada. Gandalf viajaba tras el grupo, sin decir nada, pero sin dejar que nadie escapase de su escrutinio, llegó un momento en que Bilbo, cansado de tanto calvario, se dejó ir en el abrazo de Thorin, riendo cuando el mayor lo alzó en brazos para terminar sentándose a su espalda y dejando que Lapislázuli les llevara – Thorin parece bastante a gusto con Bilbo – comentó el mago con una ceja alzada, el único en escucharlo fue Kili, quien le miró con una sonrisa de ojera a oreja, el mayor no pudo evitar pensar que parecía un perro.


 


- oh bueno, ellos se llevan muy bien, supongo que es porque pasan mucho tiempo juntos, Bilbo es muy agradable – comentó el muchacho sin darse cuenta de que acababa de terminar de echar a su tío y al Hobbit de cabeza - ¡Kili, Mármoleado se está alterando, necesito que lo calmes antes de que tire la comida! - le gritó su madre, que ahora estaba mucho más adelante en torno al grupo, el muchacho asintió antes de alentar a su propio poney a acelerar el paso. Dis le dirigió una mirada extraña al mago antes de seguir a su hijo. El mago suspiró. Ya tenía claro que ninguno de los miembros de la familia real iba a ponérselo fácil. Ver a un Bilbo tan feliz y jovial le confundía, cualquiera en su situación se habría hundido en la miseria ¿qué podría haberle ocurrido para que se haya desligado de esa manera de su pasado? De no ser por su apariencia todos pensarían que es un enano, la forma de vestirse, de caminar, la forma en que mira a los demás, era como si la historia de Erebor se hubiese introducido en su alma, eliminando todo rastro de lo que alguna vez fue.


 


De cierta forma, hubiese preferido llevarse a un Bilbo destrozado que uno vuelto a armar. Era perturbador.


 


Malos Recuerdos._


 


Llegaron a Dale tres horas luego de lo previsto, luego de que hubiese habido una subida del agua en la colina y que tuviesen que buscar suelo estable para esperar. Luego de un rato el agua no se detuvo, pero si bajó lo suficiente como para que pudiesen seguir caminando, pronto comenzaron a verse las primeras granjas, aisladas bastante hacía las orillas de Dale, y que normalmente eran el lugar en el que los viajeros cansados se detenían cuando debían de bordear la Montaña Solitaria, desde la muerte de Smaug y la sepultura de los caídos en guerra junto con la Piedra del Arca, muchos viajeros errantes transitaban esas tierras en busca de las antiguas tumbas, las cuales se decían se hallaban en un pasadizo secreto escondido en lo más profundo de las tierras de la montaña, y que supuestamente guardaban tesoros inimaginables, entre ellos, la susodicha piedra. A Bilbo no le gustaba pensar en esas historias, pues recordaba la forma en que Dis describía como aquella gema, que si bien trajo por un tiempo prosperidad y calidez a su pueblo, termino por sellar la ruina su familia y sus allegados. No quería pensar en que hubo un tiempo en que la hermosa Erebor estuvo sucia y descuidada, atrapada por las garrar de una bestia pestilente y maligna. Sin quererlo se estremeció, ganándose una mirada preocupada de Thorin – no es nada – murmuró cerca de su oído, antes de recostarse de su cuello.


 


Dale también le traía malos recuerdos, muchos buenos también, eso no lo negaba, pero tenía que admitir que lo pasó mal al no estar bajo el ala de su familia, fueron muchos meses de trabajo duro antes de poder tomarse una tarde libre, mucho tiempo en la Sastrería ayudando a Madame Tracy, cuidando de sus hijas, de que la pobre mujer no cayera enferma porque con el poco dinero que ganaba le alcanzaba apenas para darle de comer a Agnes y Anatema y estuvo mucho tiempo sin comer como los Valar mandaban, entonces Bilbo tuvo que conseguir otro trabajo, no porque Madame Tracy se lo pidiera, sino porque se sentía en la obligación de hacerlo, después de todo vivía en casa de la pobre mujer, ocupando un cuarto que perfectamente pudo haber alquilado, comiendo de su comida como si fuera suya, se sintió avergonzado de si mismo en ese aspecto, entonces comenzó a limpiar en casas, cada vez más, y consiguió un trabajo como mozo en un hostal, pero el dueño la mayoría de las veces se olvidaba de pagarle y era muy poco lo que reunía con las limpiezas. Tenía que admitir, que muy por en contra de todo lo que le habían enseñado, las cosas habían mejorado en cuanto acepto la ayuda de Fili y Kili. Los muchachos le daban cierta cantidad de dinero a la semana para que corrigiera los libros sobre cultivo y por que escribiese sus propias notas ilustrativas de forma que se las diesen a los granjeros para que, cuando los miembros de la familia real no estuviesen allí, pudiesen mantener la siembra a flote.


 


Gracias a el, los cultivos que, por lo general, no daban para un mes, producías para tres, con el cambio de estaciones les fue explicando que verduras y que frutas se daban en que temporada y cual era la mejor forma de conservarlas. Esto ayudó sobre todo en el invierno de ese año, que como todos los años arrasó con todo y más de uno suspiró tranquilo por tener algo que comer al llegar a casa., a los seis meses había logrado reunir el dinero suficiente para dejar su trabajo como limpiador y Madame Tracy comenzó a poder pagarle un sueldo por su trabajo luego de que se casase y su esposo (Shadwell, veterano del ejercito de la ciudad) insistiese en unir sus casas, dejándole a su mujer parte de su dinero, el cual usó para remodelar la tienda y comprar más material para cosér. No fue fácil, pero lograron sacar el negocio a flote, de no haberlo hecho lo más probable es que Bilbo jamás se hubiese ido de Dale, con o sin Gandalf.


 


- Bilbo – el menor se sobresaltó al escuchar que el mayor le llamaba. El mencionado abrió los ojos y miró a su pareja, cayendo en cuenta de que se había dormido y que ya atravesaban los portones de la ciudad. El castaño parpadeo, frotándose los ojos ahora que la luz había aumentado como consecuencia de ya no encontrarse bajo el amparo de los árboles, Thorin debió darse cuenta porque le echó la capa sobre la cara en ademán burlón. Bilbo gruñó, dándole un manotazo al enano antes de acomodar la prenda de forma que pudiese ver. Muchos en la ciudad le conocían, al igual que seguía manteniendo contacto con aquellos a los que acompañó en la caravana a Minas Tirith, la mayoría había logrado adaptarse a la vida entre los humanos sin prescindir mucho las costumbres propias de los Hobbits, por lo mismo no sabía que impresión se llevarían cuando le viesen, aunque, siendo realistas, últimamente esas cosas le importaban bien poco.


 


Se suponía que Anatema les esperase en la posada para llevar sus poneys a los establos, pero la misma les había dejado un mensaje aclarando su incapacidad para ir allí, por lo que fue Bilbo quien se ofreció a hacerlo mientras los demás dejaban el equipaje en los cuartos. Thorin, muy por el contrario de sus deseos, decidió que lo mejor sería que fuese con los demás, por lo que la tarea recayó en su totalidad en el menor, no le dio mucha importancia, pues ya conocía a los animales y estaba familiarizado con la forma correcta de llevarlo, pero no esperó, pero lo que no pasó por su cabeza, por algún motivo, fue el encontrarse con alguno de sus vecinos. Por eso, cuando al entrar en los establos se encontró de cara con Bardoc y Caléndula (vecinos suyos en Hobbiton, amigos de su padre) casi deja escapar a los poneys, fue instantáneo, prácticamente todas la cabezas se viraron en su dirección. Estuvo a punto de darse la vuelta de no ser por que Mármoleado entró casi empujándole con los extremos de las correas - ¡hey! - gritó frunciendo el ceño, arreando a los otros poneys, que a diferencia del gran revolucionado no hacían nada por moverse de su lugar. Puso su mejor sonrisa hipócrita en dirección a los otros antes de caminar a los cubículos que ya Anatema había pagado para ellos.


 


- has crecido mucho cariño – escuchó a sus espaldas. Frunció el ceño antes de darse la vuelta, dándose cuenta de que había sido Caléndula quien le había hablado, le dedico una pequeña sonrisa antes de seguir acomodado a los poney, acariciando el morro de Lapislázuli – ya era hora de que aparecieras por aquí – y si, aquel había sido Bardoc, se tragó un gruñido antes de quitarle del cuello su bolso al poney, listo para salir, sintiendo los ojos de su padre sobre la nuca, como si en verdad estuviese allí. Pero no le importó, lo único que le impedía darse la vuelta y escupirle al Hobbit a unos pasos de él era la semilla de afabilidad Comarqueña que aun se hallaba en su interior – le recuerdo que mi lugar de vivienda se trasladó señor, así que le agradecería que ni hiciese esos comentarios – murmuró lo suficientemente alto como para que Barodc le oyera, pero no lo suficiente como para que Caléndula interviniera.


 


- pareces olvidar que a falta de tu padre a quien le corresponde cuidar de ti es a mi – gruñó el mayor, avanzando hasta él y arrebatándole las riendas de Mármoleado - ¿te cuesta mucho escucharnos? - le preguntó con tono severo. El menor se soltó de un manotazo, acomodando su camisa que se había salido ligeramente de lugar – si, mis compañeros me están esperado en la posada, si no le importa me gustaría irme – espetó dándose la vuelta. La mano del mayor volvió a jalárle por los hombros y el se la sacudió, antes de tomarlo por la muñeca y retorcérle el brazo, obligándole a echarse de rodillas al suelo – escucha Bardoc, no se quien te crees que soy, pero en mi ya no queda rastro del muchachito asustado de hace tres años ¿entendido? - murmuró él en su oído, para luego dejarle caer de cara al suelo – señores – se despidió antes de darse la vuelta y salir de las caballerizas, huyendo más que otra cosa, deteniéndose un momento cuando creyó estar lo suficientemente lejos. Se pasó las manos por la cabeza, respirando hondo antes de arreglar sus ropas, pensando en Thorin y en los demás, eso siempre lo calmó, aun cuando habían pasado ya tres años desde eso. No quería recordarlo, no le serviría de nada, era mejor dejarlo así.

Notas finales:

muchas gracias a aquellos que hayan esperado porque actualizase, se les agradece 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).