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El Hobbit Una Travesía Inesperada por LadyRed

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Notas del capitulo:

Dedicado a Lube xD (tedijequeteníaalgoplaneadoesperoqueahoraloentiendas) cualquier error, por favor, notifiquenmenlo, soy nueva en esto de escribir por el teléfono y no se si se me escapó algo

Capítulo 14 – La Ciudad del Valle, Parte IV.


 


Bilbo odiaba el Día de la Lavanda por tres motivos básicos: por lo que pasó con Bardrof, por como su gente lo había adoptado, y su significado. El Día de la Lavanda tuvo su origen cuando un grupo de viudas, con vestidos blancos y el cabello y la ropa adornados con Lavandas se tiraron de cabeza desde el punte el Río Largo, que iba desde Esgaroth a Mirkwood y Dale, y que bordeaba la montaña. Fue poco después de la Desolación de Smaug, y la mayoría de los cuerpos se perdieron entre los que ya habían caído al caudal después del ataque del dragón, únicamente reconocibles por las Lavandas que quedaron incrustadas en sus cuerpos, fue un suceso tan masivo que eligieron el día en que se lograron identificar todos los cadáveres como el Sol Conmemorativo, y desde entonces ese día se decoraba el pueblo con estas flores, en memoria de las mujeres que murieron. Cuando se enteró de esto le dieron ganas de vomitar, no tan solo por la sórdida idea del suicidio (algo de lo que nunca había oído en la comarca, mucho menos masivo) sino de que la gente considerase que era algo que recordar y con lo que las familias debían reunirse a decorar las casas, regodeándose en su felicidad, y como no, su pueblo no pensó en nada mejor que adoptar esa tradición como suya, cegados por los suaves colores de las lavandas y la bella música que ese día pululaban por las calles, sin siquiera molestarse en averiguar el objetivo original de ese día, vistiendo a las mujeres y a los fértiles con trajes morados y adornándolos de pies a cabeza con lavandas. Él, por supuesto, jamás participó en esa fiesta, y ya ven como le resultó.


 


Por todo eso se había negado a posponer el viaje hasta después de la fiesta, sumado a que cada día que pasasen ahí había más probabilidades de encontrarse con Bardoc y Bardrof de las que jamás habría en Erebor, porque aunque los Hobbits habían decidido congeniar con la gente de la Ciudad del Valle, muchos aun parecían guardar sus viejos prejuicios sobre los enanos, era sumamente estresante. Bilbo rogaba a los Valar poder evitar el encuentro, porque no dudaba que el muy imbécil de Bardoc (tres veces maldito) fuese capaz de montar una escena en medio de la Plaza Mayor solo para quedar como el “buen y respetable” Hobbit que había dejado de ser hace años (tal vez incluso antes de salir de La Comarca). Pero como los Valar habían demostrado ser enormemente caprichosos a la hora de ver por él no tuvo tanta suerte. Comencemos desde el principio:


 


El día de la Lavanda era el 27 de Febrero, lo cual les dejaba el 28 para recoger sus cosas de la posada antes del día de partida, pues ese no era año bisiesto, dos días antes temprano en la mañana Dis se había colado en su habitación (y de Thorin) y prácticamente lo había arrancado de los brazos de su hermano, que en ese momento se hallaba más dormido que despierto, diciento no se que de los preparativos antes del Gran Banquete. Lo había bañado, peinado, vestido y adornado, regado en cantidades industriales de perfume y obligado a salir con ella para ayudar a las hijas del posadero a arreglar el edificio, encantada con su apariencia y adorando el hecho de poder vestirlo de una forma que no habría podido hacer en ningún otro momento del año. Para las nueve de la mañana ya tenían toda la posada cubierta de flores y telas moradas y Bilbo no podía sentir más nauseas, sin dejar de murmurar que de seguro ya las flores estarían muertas para el 27, fue obligado a aceptar la invitación de Agnes de ir a ver las carrozas con ella y Pulcifer a cambio de poder ver a Anatema y su bebé un rato. El castaño había apretado los labios hasta hacerlos una delgada linea casi indivisible, a veces se preguntaba seriamente si le convenía preocuparse tanto por esas niñas.


 


Se encontró con Thorin media hora después y el mayor terminó acompañándole a tomar su segundo desayuno, en ningún momento había separado sus ojos de su cuerpo y su vestimenta. Dis le había vestido con uno de los trajes blancos que habían comprado, de dos piezas pues no podían cargar con más vestidos y le había hecho una corona de lavandas que debía usar además de la que tenía adornando la trenza en la cual se hallaba su cuenta. Era sencillo y pulcro, casi como el mismo Bilbo, aun a pesar de que el mismo se veía malditamente incomodo en la situación en la que se encontraba – si quieres le digo que... - comenzó, aun a pesar de que conocía la respuesta.


 


- ni lo intentes, llevo toda la mañana tratando de decirle que no quiero tener nada que ver con este día – le cortó, de forma un tanto brusca, pero sin dejar de lado esa pizca de cariño con la que siempre parecía hablarle, no pudo evitar sonreír – además, le prometí a Agnes que iría a ver el desfile con ella y Pulcifer, fue la única forma de que accediesen a dejarme ver a Anatema y su bebé – el rey frunció el ceño ante estas palabras, más no replicó, si eso hacía a su pareja feliz...


 


Estuvieron un rato en silencio en los que Thorin fue extendiendo su mano poco a poco hacía la de su pareja, hasta que estuvo lo suficientemente cerca la mano que el Hobbit mantenía sobre la mesa como para tomarla. Bilbo detuvo el tenedor que pensaba meter en su boca y le sonrió, sabiendo que esa era la forma de Thorin de decirle que el lo apoyaba, a pesar de que en realidad no tenía ni idea de el porque de su actitud. Era, de alguna forma, bastante tierno, a pesar de que en esto Thorin era más bien torpe. Visto desde el punto de vista del lector hasta este momento no había pasado nada del otro mundo, si, Dis había sido un dolor en el trasero y si, puede que Bilbo haya estado un poco más irritable que de costumbre, pero bueno, esas cosas pasas, pero cuando vez las cosas desde fuera es imposible darse cuenta de todos los detalles, como que la mujer que estaba sentada tras Thorin era una vieja Hobbit rubia bastante cercana a Bungo, que había emprendido la marcha a Minas Tirith por instancias de un marido que no sabía que hacer para deshacerse de ella y que representaba el pilar de la rama tradicionalista de Comarqueños que habitaban en la bella Dale. Tocarle la moral a un Hobbit era algo de cuidado y que Bilbo andase muy fresco en esas “ropas andrajosas” tomándose de la mano con un enano no era algo que ayudase mucho a aplacar las ansias de represalias de una mujer que bien pudo haber participado en la Inquisición a pleno gusto y gozo. Pero Zarzamora Dolly no era una mujer de grandes escándalos, más bien era como esa vecina que va y le dice a tu madre donde te estabas revolcando para que se te ensuciara tanto la ropa de tierra solo por el simple placer de saber si te habían dado permiso o no de ir allí, por eso, pensó, lo mejor sería que buscase a Bardoc, ya que a falta de Bungo este era el Hobbit más respetable y seguramente, el que más posibilidades tenía de meter a ese muchacho en cintura. Bardoc, después de todo, era un buen hombre, educado y nunca dejaba pasar una invitación a tomar té, o se olvidaba de dar invitaciones a su cumpleaños a la gente que si lo merecía. Con estos pensamientos rondándola, Dolly se dirigió con mucho sigilo a la entrada de la taberna. Aunque, pensó despectiva, de seguro ni aunque me hubiese ido montando escándalo sobre un olifante rosa se hubiesen fijado en me fui. Y, dicho sea con sinceridad, en esto no estaba equivocada. Thorin podía amar mucho a su saqueador, pero le importaba más bien poco lo que hacían los demás Hobbits, después de todo, no era como si estos hubiesen mostrado mucho respeto a su gente (a diferencia de Bilbo). Y en cuanto al castaño, bueno, digamos que Thorin tenía una pequeña pelusita, junto ahí en donde su camisa que habría hasta medio pecho, mostrado en vello que allí crecía, y esta había terminado por atrapar toda su atención, no es que lo demás no importase, claro que no, pero es que tenía que cuidar de la imagen de su pareja, y esa pelusita estaba interfiriendo con el panorama. Por lo que pudo contar después, tuvieron por lo menos quince minutos de tranquilidad antes de que lo inevitable pasara, porque aunque Bilbo y Thorin no iban anunciando su relación a los cuatro vientos era completamente obvio que allí había algo, después de todo, la mano que Bilbo en la pierna de Thorin y el brazo de este alrededor de su cadera debían decir algo.


 


- ¡TÚ, RAMERA INÚTIL! - oh, si, ahí es cuando todo comienza a irse al demonio. En realidad, Bilbo no supo decir si lo que sintió al escuchar la voz de Bardrof fue asco o miedo, probablemente una mezcla de ambos, y el sudor frío sobre su espalda nunca había sido tan incómodo, pero sobre todo, nada superaba a la sensación que le dio haber sido arrancado de los brazos de Thorin, que presa de la sorpresa no pudo hacer mucho. Lo cual, en verdad, ni siquiera tuvo tiempo de analizar, porque había pasado tan rápido que ni siquiera había podido entender que pasaba. Fue tan solo horas más tarde que, sentado en su cama en medio de la noche, que pudo ponerle orden a sus pensamientos, y no le gustó lo que encontró.


 


Lo siguiente ocurre de esta forma: en el momento en que Bardrof logra tomar desprevenido a Thorin jala a Bilbo con la fuerza suficiente como para sacarlo de la silla, de ahí, arrastrarlo hasta la mesa más cercana le resultó bastante sencillo, porque Bilbo aunque no era ningún desnutrido era por mucho menos pesado que él y con la guardia baja resultaba demasiado fácil de manejar. Que Bardrof haya atinado a arrojarlo sobre la mesa fue una simple coincidencia, de ser por él lo hubiese arrastrado directamente por el suelo. Cuando la espalda de Bilbo golpeó contra el borde de la mesa se dobló, haciendo que su cabeza se fuese hacía atrás lo que le acarreó un imparable golpe en la cabeza, bastante cerca de la base del cuello, de no ser por esto, probablemente habría podido defenderse, pero el dolor le aturdió de tal manera que no fue plenamente consciente hasta que tuvo al otro Hobbit inclinado sobre su cuerpo, los recuerdos del Día de la Lavanda hace cuatro años golpearon en su cabeza. El primer golpe le dio de lleno en la mejilla.


 


Bardrof no tenía ni de cerca la maestría ni la precisión de los enanos, no daba golpes limpios ni peleaba de forma estratégica, lo que le estaba haciendo era con toda intención de humillarlo, que le hubiese lastimado el rostro no era por casualidad, quería marcarlo, como si no lo hubiese marcado lo suficiente ya, quería que todo el que lo viera se preguntase que había pasado con él. El segundo golpe fue en las costillas, a esas alturas ya había conseguido levantar sus manos para detener el siguiente, lo cual no sirvió de mucho, pues el menor le había tomado por las muñecas, por lo que el tercer golpe llegó al estomago seguido de su rodilla apretando contra su pierna, golpes sin sentido, de esos que se dan en las peleas de borrachos en las tabernas, de esos que no se calculaban pero que dolían como el infierno y que, en el peor de los casos, podían dejarte con algún hueso roto. Escuchó los gritos de Dolly como un eco lejano “¡esto no es lo que dijiste que harías!” y Bardoc “esto es justamente lo que se merece que le hagan” de pronto es como aquel día, y en su cabeza resonaron los gritos de Calendula “¡Basta, por los Valar, déjalo, déjalo!” pero ¿qué se podía esperar de una mujer que le tenía miedo a su propio hijo? Al parecer nada. Y justo cuando estuvo a punto de cerrar los ojos, el cuerpo de Bardrof fue alejado del suyo, y sus brazos cayeron como cuerdas floras a ambos lados de su cuerpo.


 


No vio como Thorin tomaba del cuello al “bastardo asqueroso” y quien sabe que más cosas en Khûzdul que haya gritado el Rey, encolerizado, al cual ni su hermana ni ninguno de los presentes detuvo cuando le vieron tomar a Bardrof por el cabello y arrastrarlo fuera de la posada hasta la calle, arrojándolo sin ninguna consideración al piso de tierra, sin importarle que pudiese pasar un carruaje arruinando su diversión. Oh, porque Thorin no solo quería tomar represalias, no se encargaría de que aquel gusano asqueroso no pudiese volver a ver su cara sin recordarlo. Ni siquiera sabía en que momento había sacado el cuchillo.


 


Entre los “rituales” de humillación de los primeros enanos hacía sus enemigos se encontraba una forma que era, si bien no la más vulgar o la más violenta, de cierta forma la más poética, después de todo, no se mataba al adversario. Aunque la gente haya considerado lo contrarío, la verdad es que cuando Thorin volvió a tomar la cabeza de Bardrof, duras manos aferradas a su cabello, casi arrancándoselo, y la clavó en el suelo terroso antes de tomarse la libertad de arrastrarlo por todo el fango posible, casi ahogando al hombre, pisando su espada, retorciendo el pie y maltratando la columna con toda intención, pero cuidando de no romperla, y aprovechando el impulso para tomar el cuchillo y cortar la mata de cabello que crecía sobre la zona por la cual le había sujetado, todo estuvo delicadamente considerado. Teniendo en cuenta de que el cabello era una de las partes que los enanos más apreciaban, no era de extrañar que lo atacasen a la hora de tomar venganza, cortar las trenzas de un adversario era una gran afrenta, pero considerando que el pusilánime que tenía bajo sus pies lamiendo el lodo no tenía trenzas tenía que conformarse con eso. Entonces le dio la vuelta, poniendo sus manos bajo la quijada de Bardrof le obligó a alzar la mirada, directo hacía el sol, segándolo y alzando el cuchillo para...


 


- ¡Thorin! - le interrumpió la voz de su hermana. El mayor alzó la mirada, pero en los ojos de Dis no había reproche o recriminación alguna. Se habían vuelto dos pozos fríos sin emoción, sabía que probablemente los suyos debían tener un aspecto similar – Bilbo se desmayó, estaba temblando como una hoja cuando logramos que se pusiera de pie y no nos dejaba ver su rostro hasta que colapsó poco después, estará arriba – le informó antes de volver a entrar en la posada sin decir más. No hizo falta que lo hiciera, Thorin sabía que quería decir eso “ven con él, te necesita rápido”.


 


Miró a Bardrof, como ahora sus ojos lloraban, llenos de miedo. Con un rugido nacido desde el fondo de su garganta alzó el cuchillo y lo impulsó hasta su objetivo...


 


Bilbo abrió los ojos sin recordar donde estaba.


 


Al principio, la idea de estar, todavía en casa de Bardoc le paralizó, sobretodo, porque había pasado un buen tiempo desde que había sentido esa presión en las costillas, esa que le hacía sentir que un carruaje con su mula le habían pasado por encima. Esa que le habían dejado los golpes de Bardrof cuando no le dejó arrancarle el vestido. Estuvo a punto de soltar un grito cuando se fijó que aquel era el techo de su habitación en la taberna. La suya y de Thorin, se reclinó sobre si mismo, levantando la cabeza lo suficiente como para mirar a se alrededor, suspirando al ver a Thorin sentado al lado de la cama, su cabeza incómodamente reclinada hacía un lado sin que eso le impidiese roncar con estrépito. Se volteó hacía él, extendiendo su mano en dirección al Rey.


 


- ...rin - probó llamarlo, pero tenía la garganta seca de dormir y tuvo que carraspear para aclararse - Thorin - dijo esta vez con más firmeza. El Rey no dio señales de despertar, por lo que estiró su mano hasta poder tocar con la punta de los dedos el contorno del brazo de su pareja, haciendo cosquillas sobre el vello. Esto pareció surtir efecto pues casi de inmediato el mayor se estremeció y comenzó a abrir los ojos poco a poco, ojos nublados de algo que no reconoció pero que por suerte se despejó cuando Thorin se dio cuenta de que era él que estaba a su lado y nadie más. Murmuró algo que no se molestó en entender mientras levantaba una de sus enormes manos callosas para acariciar su mejilla.


 


Tomo la mano de Thorin entre las suyas y la mantuvo ahí, aspirando el aroma de su pareja - ven a dormir conmigo - era consciente de lo patético que debió haber sonado y que de seguro el mayor debía de estar teniendo mil y un preguntas en su cabeza. Pero no quería, no podía, al menos no en ese momento. Thorin pareció pensar lo mismo porque se puso de pie y se quitó el pesado abrigo azul y el cinto con Orcrist, dejándolos caer al suelo como si nada y sentándose en la cama, sacándose las botas de una patada antes de dejarse caer a su lado. Bilbo puso sus manos sobre el pecho de su pareja y esta clavó sus ojos en su mejilla derecha, donde sabía debía tener el morado del golpe de Bardoc. Le dio un beso en la frente y se acostó allí, enterrando su rostro en el cuello del Rey. Thorin volvió a murmurar y ya entonces no pudo evitar preguntar que había dicho.


 


- te amo - le contestó el mayor acariciando su cabeza con pereza. Bilbo sonrió - ¿sabes que yo también? - le preguntó con voz temblorosa - eso no te salva de las preguntas que voy a hacerte... mañana, ahora estoy muy cansado y hoy me hiciste envejecer unos cien... no, docientos años,. El castaño asintió, relajándose sin poder ni querer evitarlo,


 


- lo sé – contestó.


 


Y era así de simple.

Notas finales:

Ahora mismo me siento en una nube, no se ni que hacer con mis dedos ._.


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