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El Hobbit Una Travesía Inesperada por LadyRed

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Notas del capitulo:

Como se nota que no tengo nada mejor que hacer que estar escribiendo ¿verdad?

 Capítulo 14 - La Ciudad del Valle Parte V.



Verdades._



Asimilar lo que pasó después le tomó varios días a Bilbo. Días en los que se le vio apático, taciturno, solía quedarse con la mirada perdida por largos ratos y se sobresaltaba por cualquier cosa, llegando a estar casi peor que la primera vez que lo vio hace cuatro años en el Bosque de las linderas de Dale. Casi, porque incluso ahora se podía ver una pequeña llama de determinación en sus ojos, como si no pudiese permitirse que esto le afectara a pesar de que en ningún momento habían parado de decirle que era normal en la situación en la que se encontraba, que "maldición Bilbo, intentó matarte, así, de la nada, como si fuera lo más normal del mundo". Pero Bilbo no escuchaba, una parte de su cabeza no paraba de repetirle que podría haber hecho más por defenderse, por lo que sea. Balín le había mencionado que eso era normal en algunas víctimas de violación.



Y Thorin lo sabía, llevaba suficiente tiempo como guerrero como para no saberlo. La simple idea le ponía los pelos de punta y hacía que tuviese las ganas irrefrenables de aplastarle la cabeza a alguien, al tal Bardrof, preferiblemente. Lo único que evitó que Thorin corriese a terminar el trabajo que había dejado a medias el 25 de febrero fue la certeza de que en el momento en que se separase de Bilbo, este colapsaría. Las primeras señales ya estaban allí, casi no había tocado su comida y se paseaba por la posada (cuando salía del cuarto) como un alma en pena, pálido como el calcio, pensando quien sabe qué cosa. No habían hablado y cuando le pidió que durmiese con él fue prácticamente la última vez que le dirigió la palabra, y cuando en la tarde del día siguiente llegó Bard junto con el Capitán de la Guardia y Bilbo se los llevó a un lugar apartado después de que les tomasen la declaración (que un par de aldeanos se peleasen era cualquier cosa, que un Rey efectuase un ritual de humillación pública no lo era, por lo menos desde que Thorin subió al trono), Thorin sintió que ya no aguantaba. Hora y media más tarde, Bard y Darius salieron del cuarto con expresiones sombrías y se despidieron de él y su hermana con un movimiento de cabeza antes de abandonar la posada. Bilbo se mantuvo inmóvil mirando el suelo justo en el umbral de la puerta - ¿cómo les fue? - le preguntó Dis a su cuñado, mirándole preocupada.



El castaño se encogió en hombros y dijo - el juicio será mañana a medio día en la Plaza mayor para que no interfiera con el festival - pero en ningún momento los miró a los ojos - Thorin ¿puedes venir un momento? - le llamó, tan bajo que casi no se escuchó. El mayor alzó una ceja, más no dijo nada y se pudo de pie, siendo seguido por su hermana - solo Thorin - la detuvo Bilbo, mirándola solo por un segundo. Dis se detuvo y lo miró, más no dijo nada y se dio la vuelta para volver a su puesto, decidiendo que lo mejor sería hacer lo que el mediano le pedía, al menos por el momento (lo cual no significaba que luego no planease interrogar a su hermano). El mayor pasó al lado de su pareja y se encogió en hombros, haciéndole un gesto con la mano para que continuasen. Bilbo tomó aire profundamente antes de avanzar, sintiendo como Thorin tomaba su mano suavemente. Caminaron por los corredores del segundo piso de la posada para cruzar en la entrada a la izquierda donde sabían quedaba la entrada al ático y no había que ser un genio para ver que Bilbo le había guiado allí para que nadie más les escuchase. Sin esperar a decirle nada se recostó contra la pared y se acopló a una de las esquinas, esperando que Thorin se sentase a su lado. Cuando el mayor lo hizo se abrazó las piernas y suspiró, mirando el techo.



- cuando iba a salir con la caravana que se suponía partiría a Minas Tirith, hace cinco años, mi padre le pidió a uno de sus vecinos que cuidase de mi, su nombre es Bardoc, como ya habrás oído. El vivía unas cuantas casas más allá bajo la calle de Bolsón Cerrado, y siempre se había comportado de manera muy educada con él y con mi madre, como nunca habíamos hablado con propiedad, yo no podía saber como era realmente, pero me parecía haber escuchado una que otra vez que, en su tiempo, quiso que su hijo mayor se casase conmigo, y había tratado de que mi padre le cediese mi mano con dinero, por lo que habían estado peleados un tiempo. No me mires de esa forma, así es como funcionan las cosas en La Comarca, los arreglos matrimoniales no se hacen por dinero, se hacen por compromiso, lo cual, aparentemente, Bardoc no tenía, si creía que mi padre iba a venderme. Al principio él no quiso saber nada del viaje, pero aparentemente mi padre logró convencerlo porque dos días antes de que partiéramos se presentó en nuestro puesto con todas sus cosas, junto a su esposa y su hijo. Por ese tiempo mi compromiso con Paladín ya era de conocimiento público, así que mi padre no creyó necesario que nos preocupáramos por Bardrof, aun cuando mi madre no estaba del todo conforme. La primera vez que trato de meterse conmigo estábamos pasando la noche en Dale, por el día yo no me separaba de Gandalf y Ágata, así que no tenía muchas oportunidades de acercarse a mi. Pero por las noches ellos salían así que pensó que seria buena idea meterse en mi cuarto, por suerte ese día yo había acordado en revisar unos libros que llevábamos con nosotros con una vecina y ella decidió acompañarme a mi cuarto a buscarlos, cuando le encontramos allí nos dijo alguna excusa sobre no se que de su madre y se fue, aunque creo que la vieja Dalma no le creyó, porque me advirtió que tuviese cuidado, en ese entonces no le presté atención, pensaba que era ridículo que se preocupase tanto por algo sin importancia. Después de eso el viaje continuó y en una ocasión, antes de que nuestro grupo fuese atacado por los Orcos, Bardrof trató de seguirme una vez que me ofrecí a buscar agua con un grupo, al final Gandalf me dijo que no me preocupase por eso, pues los que ya habían partido podían cargar con el agua perfectamente y yo no entendía porque, pero luego no me dejó volver a estar a solas con Bardrof – en ese punto del relato se detuvo un momento y le miró, ojos como esmeraldas completamente nublados del miedo, Thorin le sonrió y tomó su mano, apretándola suavemente antes de dejarla descansar, pero sin soltarla. Entonces Bilbo continuó – luego pasó todo ese asunto de los Orcos atacándonos, los Orcos robando los cayados de Gandalf y Ágata los Orcos matando a los miembros de nuestro grupo, los Orcos obligándonos a caminar como ganado, el agua sucia, las noches sin dormir, y cuando dormía, si es que lo lograba, escondido entre los brazos de Ágata, lleno de pesadillas, con el cuerpo adolorido y los pies rotos y llenos de sangre, no volví a pensar en Bardrof, y la verdad, hubo un tiempo en el que lo único que podía pensar era en que día iba a morirme de una vez por todas para no tener que soportar más aquello. Entonces un día, de repente los Orcos comenzaron a tener más y más hambre y comenzaron a devorar a los miembros más débiles del grupo, hubo un hombre que no quería soltar a su pareja y lo mataron, entonces todos enloquecieron, los prisioneros corríamos de un lado a otro y entonces alguien, ya no recuerdo quién, robó una espada (o como se llame esas cosas que usan los Orcos) y se la dio a Gandalf, que era el que tenía más cerca, y él la usó para matar al Orco que tenía su cayado y el de Ágata, alguien más me gritó que corriera al bosque, porque en ese momento lo estábamos rodeando, y corrí, las piernas no me daban para más pero yo seguía y seguía, recuerdo que me iba de lado porque tenía las manos atadas y no podía mantener el equilibrio de forma correcta, un grupo de Orcos me persiguió y... bueno, desde allí lo que tu ya sabes, los guardias de Dale los descubrieron, pidieron ayuda, pelearon y mientras tanto yo trataba de subirme a un árbol mientras le lanzaba patadas a una de esas bestias que había logrado tomarme por el pie. Me lo quité a duras penas y al final un enano rubio terminó haciéndolos retroceder, aunque creo que no me vio, no volví a verlo. Luego, cuando todo se calmó llegaron tu y Dwalin y... - suspiró, pasándose una mano por la cara, de pronto no era consciente de cuanto tiempo había pasado, y el sol se hallaba arriba en el justo centro del cielo, por lo que la luz entraba amarilla y pura a través de la ventana. Siguió hablando – cuando comencé a vivir en Dale no tenía trabajo y mi gente no sabía que hacer, los mayores acordaron comprometer a todas las muchachas y fértiles que hubiese entre nosotros y se estableció que no tenían permitido tener hijos hasta que hubiésemos resuelto el tema del dinero, pero a mi no me pudieron casar porque, además de que era muy joven ya tenía un prometido esperándome en casa. Bard y los miembros de la guardia nos ayudaron dentro de lo que los fondos de la ciudad les permitían, luego tuvimos que ir por nuestra cuenta. Como mi padre le pidió a Bardrof que me cuidara decidieron que lo mejor sería que me quedase con él, y a su vez, él y su esposa, Caléndula, me hicieron saber que lo más conveniente para todos sería que me casase con Bardrof y que no los hiciese mantener mi boca de manera innecesaria. Al principio no entendía que querían decir, después de todo era ridículo, pero cuando logré hacerlo no dude en negarme: después de todo, estaba comprometido y si mi padre se había negado a casarme con Bardrof en un principio debía de ser por algo lógico. Bardoc enloqueció, no paraba de gritar que tenía ceder, que era lo más sensato y que si no lo hacía por las buenas lo haría por las malas. No se que me pasó en ese momento que me di la vuelta dejándole las palabras en la boca y volví a mi habitación, más no tuve la previsión de pasar la llave a la puerta y Bardrof me siguió, me gritaba que tenía que cumplir con lo que les debía y con que no aceptaría que me tuviesen allí como un mantenido si no le daba algo a cambio, entonces comenzó a insultar a mi padre, a mi madre y quien sabe a quien más y eso me enfureció ¡por Yavanna, estaba furioso! Comencé a gritarle también, entonces me saltó encima, me arrastró hacía la cama y trató de taparme la boca, pero entonces lo mordí, comencé a gritarle que me soltara y me golpeó el rostro, me dijo que mas me valía callarme, que me lo merecía, me besó y como traté de quitarme me mordió hasta... hasta que me rompió el labio, entonces me dio la vuelta y trató de... arrancarme el vestido - la mano que sostenía Thorin había comenzado a temblar y de repente Bilbo había parado de hablar.



- No tienes que seguir contándome - le tranquilizó. Bilbo rió, amargo y despectivo - por favor Thorin, ambos sabemos que eso no es verdad - le dijo con rencor, y Thorin no pudo dejar de darse cuenta de que ese rencor no estaba dirigido a él, sino a Bardrof. El mayor no replicó, después de todo sabía que su amante tenía razón: necesitaba saber que había pasado, y lo más probable es que si Bilbo no le contaba todo lo que tenía que decirle terminase matando a alguien, por lo que esperó pacientemente a que continuase con el relato - Caléndula le decía desde el otro lado de la puerta que me dejase, que no valía la pena y que su padre iba a tener que lidiar con los platos rotos. El la mandó a... bueno, ya sabes, y me apretó más contra en colchón, en ese momento vi que había dejado un cuchillo para carne en la mesa de noche y trate de alcanzarlo, pero me tenía sujeto por los brazos, por lo que pensé en darle un rodillazo así aque comencé a patalear, pero volvió a golpearme y esta vez me agarró por el cabello y azotó mi cabeza contra en cabezal de la cama. Entonces tomó el mismo el cuchillo y lo usó para desgarrarme parte del vestido, pero su madre logró abrir la puerta en ese momento y corrió hasta donde estábamos y lo empujó, no logró demasiado, después de todo él era mucho más fuerte que ella, pero al menos me dio tiempo para saltar de bajo de él y tomar el jarrón que estaba en la mesa de noche.



- ¿se lo partiste en la cabeza? - preguntó Thorin, y su voz no fue más que un susurro. Aquello logro extraer una pequeña sonrisa a su pareja, muy, muy pequeña, pero una sonrisa al fin y al cabo. El mayor le rodeó con su brazo y lo atrajo hasta su pecho, besando su frente y acariciando su hombro – el golpe no lo noqueó, pero si lo distrajo lo suficiente como para que agarrara un abrigo que la dueña del lugar se había dejado allí y que me dijo que podía usar, entonces salí corriendo del cuarto, Bardoc trató de agarrarme cuando salí, pero me le escapé y logré correr hasta la calle. Lo siguiente que recuerdo es a Caléndula lanzando mis cosas a la calle, mirándome con disculpa como si eso resolviese las cosas. Tuve que recoger todo y arrastrarlo hasta la calle tras la sastrería de Madame Tracy y estuve quedándome allí unos días hasta que ella me encontró y me llevó a vivir con ella. Me crucé con Bardrof un par de veces, pero el autoproclamado Concejo Hobbit le había asignado una mujer que acababa de cumplir la mayoría de edad y no volvió a meterse conmigo, hasta que, bueno, de una forma u otra debió enterarse de lo nuestro, y eso debió ser el colmo para su orgullo, después de todo, sino era suyo no tenía derecho a ser de nadie – dijo esto último con una risa amarga – pero le salió el tiro por la culata, de seguro no pensó que pudieses ser alguien de alto rango...



- la verdad es que pocos en la ciudad lo piensas – murmuró Thorin, dándole la razón en eso. Bilbo se encogió en hombros – Bard me dijo lo que le hiciste, por un momento pensé que ibas a tener problemas, pero aparentemente el Concejo Hobbit se alteró bastante al saber que Bardrof me había atacado, y no me extrañaría que a estas alturas ya Bard y Darius les hayan informado de todo lo que te acabo de contar – suspiró el castaño, aun recargado en el hombro de su pareja. Estuvieron en silencio un rato, en el cual Thorin no paró de mirarlo en ningún momento. Comenzó a acariciar su espalda en movimientos lentos, buscando relajar al menor, preguntándose como debió de haberlo pasado todos esos años sin decirle a nadie lo que rondaba su cabeza. Eso, pensó Thorin, explica el tema de las pesadillas. Era verdad que de vez en cuanto Bilbo tenía pesadillas horribles, pero siempre había pensado que se debían al tiempo que pasó con los Orcos. Aparentemente jamás acabaría de conocer a Bilbo - ¿porqué jamás me contaste esto? A mi o a Dis, a Balin, a Gloín, a quien sea, pudimos haberte ayudado – le dijo con todo el tacto que era capaz, no queriendo alterarlo más de lo que ya estaba.



- ¿crees que es fácil hablar de esto? Estoy sucio Thorin, no importa cuanto tiempo pase siempre recordaré lo que ese cerdo me hizo y lo que pudo haber pasado, incluso ahora ¿cuantas veces no hemos estado en medio de... eso, y hemos tenido que detenernos porque no... no puedo...? - de pronto la voz de Bilbo se rompió en un sollozo y en menos de un segundo el castaño estaba llorando. El mayor lo estrechó fuere, deseado una forma de mantener a Bilbo a salvo de todo, un lugar donde ni el aire, ni los recuerdos, ni la gente, grande o media, pudiese hacerle daño. Pero como sabía que un lugar así sería imposible de encontrar, se contentó con acariciar su cuerpo contra el suyo, besar su frente, su cuello y todo su rostro, lleno de lágrimas como estaba, y asegurarle que todo estaría bien, que nada había cambiado aun cuando si lo había hecho, porque si antes Thorin le veía como algo frágil, como algo que el viento podría llevarse, ahora sabía que gustoso podía dar su vida solo para verlo sonreír.



- te amo ¿sabes? - le dijo de pronto Bilbo, con la cara enterrada en su pecho y un suspiro angustiado, tratando de contenerse y dejar de hipar. El mayor sonrió – si, yo también te amo – le contestó, abrazándolo más fuerte.



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Más de una hora después Dis vio como su hermano y su cuñado bajaban hacía el comedor, este último con los ojos rojos pero con una expresión de ligereza increíble. De pronto Thorin le pareció cien años más viejo. Bilbo corrió hasta las bandejas que se hallaban acomodadas en la mesa y atacó la comida con voracidad, como si no hubiese comido en años, sorprendiendo a la mujer enana, que tomó el brazo de su hermano antes de que este pudiese correr a reunirse con su pareja - ¿todo en orden? - le preguntó, preocupada y Thorin le sonrió, pero no era esa sonrisa altiva y socarrona que acostumbraba, era la de alguien que se hallaba sumamente cansado de todo, pero satisfecho con su trabajo.



- si, ahora sí, luego te lo cuento todo – le prometió, hablando tan bajo que cualquier otra persona no pudo haberla escuchado. Ella asintió – el mago se enteró de lo que pasó y le hizo una pequeña visita a la rata que ya sabemos en la cárcel, debería volver para la cena, espero... que ustedes se reúnan con nosotros, y coman – añadió, alzando una de sus gruesas cejas y apretando su brazo – Ágata y su hermana como se llame también se reunirán con nosotros y traerán a la bebé de esta última.



- se llama Anatema – les informó de pronto Bilbo, haciéndoles saber que había escuchado su conversación, o al menos parte de ella. Dis ni se inmutó, y se alzó en hombros – como sea, iré a ver que mis dos bestias... digo, hijos, no hayan destrozado la parte trasera de la posada o tendremos que volver a pagar uno de sus muchos tantos – les informó antes de separarse de su hermano, dándole un golpe en el hombro a modo de despedida y haciendo un gesto en dirección a Bilbo. El menor alzó su mano despidiéndole y volvió a atacar la comida. Thorin se paró tras él y le puso una mano en la espalda, mano que él tomó y la usó para rodear su cintura, dándole un beso en la mejilla a su Rey - ¡hey, no, tienes la boca llena de salsa! - se quejó este, llamando a la risa de Bilbo, que simplemente le pasó los brazos por el cuello, intentando besarlo de nuevo.



- Oh, vamos, no me lo niegues – se carcajeó el castaño y de pronto Thorin le tomó por el cuello y le estampó un beso mareador, casi levantándolo del suelo y haciéndolo ponerse de puntas para poder devolvérselo. El beso se fue volviendo más y más insistente, hasta que al fin fueron bajando la intensidad, acariciando lenta y suavemente sus labios unos contra otros, entonces se separaron sin muchas ganas de hacerlo, y Bilbo recargó su frente de la del rey, acariciando su barba y sonriendo. Podría acostumbrarse a eso.

Notas finales:

Gracias por leer!


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