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El Hobbit Una Travesía Inesperada por LadyRed

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Notas del capitulo:

Cuándo escribí este capítulo me quedé como “algo está mal…” ahora entiendo que. Había escrito Ereborn en vez de Erebor xD

Capítulo 1 – Despertando Entre Desconocidos.

 

 

 

Bilbo Bolsón era un pequeño Hobbit respetable, vivía con sus padres, Bungo Bolsón y Belladona Tuk en Bolsón Cerrado, solía dar paseos con  su madre y ayudarla en las compras, tejer, cocinar, leer, siempre le habían interesado los relatos sobre elfos y hombres, las aventuras de la Gente Grande muy pocas veces le dejaban que desear. Al ser lo que en su amada comarca denominaban como Un Hobbit Bendecido, o los más simples Fértil, fue criado por su padre básicamente como una hembra, no era desconocido que Bungo le tenía especial manía a los Hobbits como el, pero eso no le evito ser un padre cariñoso y un poco disperso, pues como era de entender, si para un padre es difícil entenderse con un hijo, se hembra o varón, imagínense tener un equivalente a ambos, el pobre Hobbit no tenía formas de saber con qué le iba a salir su pequeño retoño, más siendo una mezcla tan explosiva como lo es un Tuk con un Bolsón, amén de su señora esposa, la amaba más que a su vida y la consideraba uno de los seres más hermosos y mágicos de toda la existencia, pero por las mismas también tenía en su vena Tuk un carácter fiero y aventurero que le había hecho la vida imposible cuando quiso cortejarla pues su blando corazón Bolsón apenas podía soportar verla trepar por inmensos árboles e internarse en las profundidades del bosque en busca de los elfos.

 

 

 

En definitiva, su querido Bilbo había heredados más del lado Tuk de lo que alguna vez pensó posible, he incluso cuando le comprometieron con el joven Paladín Tuk su espíritu no se amaino, por lo que cuando el día de su cumpleaños número cincuenta Bolsón Cerrado se llenó de elfos y hasta un mago el su esposa le dijo se hacía llamar Gandalf, Gandalf el Gris para ser exactos, y le miro con esos ojos de cachorro que tanto amaba ir con una caravana de hombres de Bree hasta Gondor, la ciudad de los Reyes y pasar con ellos una temporada no se lo pudo negar, por más que su familia le decía que los hombres eran un peligro; tal era el amor que le tenía a su retoño que se sacrificaría en pos a su felicidad.

 

 

 

Amargas fueron las noticias que llegaron desde Bree, que la caravana en la que iba su hijo fue atacada por Orcos, repugnantes y maliciosas criaturas, tanto el cómo Belladona lloraron hasta que sus lágrimas se secaron, dando por sentado la absoluta perdida de su hijo. De vez en cuando, su esposa caminaba por los bosques, con una linterna, por aquellos mismos lugares que visitaba con su retoño, y el la acompañaba, aprendiendo a ver el lado hermoso de todo aquello que le había parecido tan espeluznante cuando su Bilbo vivía, arrepintiéndose de no haber hecho más por él, viendo la ira muda del joven Tuk con el que se casaría su hijo, y extrañándolo con toda su alma.

 

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Bilbo abrió sus ojos, verdes como esmeraldas herencia de su madre, pero todavía con esa falta de brillo a causa de la enfermedad que le aquejaba buscando cualquier cosa en la habitación que le dijese donde estaba, en una cama, eso era obvio, no había estado en un lugar tan cálido y suave desde hacía meses,  se levantó desorientado y con un fuerte dolor de cabeza, sintiendo la piel excesivamente sensible ante la suave brisa de verano en Dale.

 

 

 

Asustado, miro por la ventana mirando el paso de cientos de humanos que iban y venían ajenos a él, se froto los brazos, sintiendo el roce suave de la camisa de algodón que tenía, la miro confundido, he igual a los pantalones negros que le llegaban hasta las rodillas, podía haber caído inconsciente, pero estaba seguro de que no traía esa ropa ¡alguien lo había cambiado! El rostro del pequeño Bolsón se tornó rojo como una amapola, y avergonzado se dispuso a buscar cómo salir de ahí pese a que aún se sentía realmente mareado.

 

 

 

La puerta estaba abierta. Bien, por lo menos no era prisionero en ningún sitio, no sabía que pasaba por la cabeza de la gente grande, después de todo, la caravana en la que iba estaba conformada en su mayoría por Hobbits y unos diez humanos, contando a las mujeres, tres niños, Gandalf  y una bruja de cabellos morados cuyo nombre no llego a preguntar, pero que era muy rara y amable (le había dado una bolsa de champiñones que, si tenía suerte, aún estaba en el bolsillo de su vestido). Así pues, no sabía ni donde estaba ni qué clase de costumbres extrañas tendrían aquella gente.

 

 

 

Abrió la puerta, sorprendiéndose gratamente al ver que estaba abierta (por lo menos no lo habían encerrado) y caminó sin hacer ruido por los pasillos, si en algo eran buenos los Hobbits era en pasar desapercibidos, cruzo por el pasillo de piedra, manteniendo sus agudos oídos de Hobbit atentos a cualquier ruido, receloso.

 

 

 

Tenía que admitir que aquel lugar era hermoso, sinuosos grabados recorrían las paredes perdiéndose en la suave y esponjosa alfombra de color azul celeste/ azul naval que cubría toda la extensión de suelo, los jarrones y demás artículos decorativos estaban hechos, en su mayoría, de oro o plata y estaban decorados con brillantes zafiros, rubíes, esmeraldas y demás, tampoco pudo evitar pensar que los que vivían ahí debían de ser asquerosamente ricos.

 

 

 

Cruzo por un pasillo hacía la izquierda buscando las escaleras (pues tras ver en la ventana estaba seguro de estar en un segundo piso)  cuando comenzó a escuchar voces. Unos cuantos enanos muy ruidosos le llegaban por la izquierda, a juzgar por la dirección del sonido, desesperado comenzó a buscar un lugar para esconderse, ya demasiado tarde.

 

 

 

Kili fue el primero en verle -… no puedes ¡Oh, miren el Hobbit está despierto! – señaló el menor de los sobrinos del rey señalando al castaño como si fuese la cosa más interesante, de pronto tenía cuatro pares de ojos azules como turmalinas sobre su pequeña figura

 

 

 

El cuerpo de Bilbo Bolsón se sacudió como una hoja en invierno y su primer impulso fue echar a correr en dirección contraria - ¡HEY! – grito el mayor de los hermanos Durin y junto a su hermano corrieron en su búsqueda.

 

 

 

El hijo de Bungo corrió esquivando a los sorprendidos jóvenes buscando con la mirada una ventana y abriendo la más cercana, se detuvo un segundo para contemplar la mirada sorprendida de los hermanos, en ese momento llegaron Dis y Frerin, que también quedaron paralizados. Bilbo tembló un poco y por un momento llegó a reconsiderar su plan (estaba en un segundo piso, después de todo), hasta que escucho al enano moreno, el que menos barba tenía acercarse, mínimamente, tan solo un paso, pero lo suficiente para destrozarle los nervios.

 

 

 

El castaño tomo impulso y salto por la ventana. Saltó. Eso. Y los enanos quedaron congelados, y cuando Dis llegó a reaccionar y se hizo a ver por donde había caído el castaño el susto dio lugar al asombro al ver a Bilbo trepado a uno de los tejados y corriendo, dejándose caer sobre un puesto de frutas. Tal fue la impresión de Dis y los otros que apenas tuvieron tiempo de reaccionar cuando el dueño del puesto el grito alarmado al Hobbit fugitivo que corría a la par se limpiaba los restos de fruta que le habían manchado la ropa. – Maldición – se quejó Frerin en ese momento y tanto el cómo sus sobrinos se fueron  a la salida mientras que Dis procedió a seguir al Hobbit por la ventana, saltando por esta tal y como él lo había hecho.

 

 

 

 

 

En su vida Bilbo no se había sentido más asustado, no entendía dónde estaba, aquella no parecía la Gran ciudad de los enanos de la que había leído hacía ya varios años en sus tiempos más mozos cuando tan solo tenía veintiuno, habían demasiada gente grande para que fuese la fantástica Erebor de la que surgían historias sobre poderosos reyes enanos y malignos dragones que todo lo arrasan.

 

 

 

Además, podían llamarlo loco, pero podía jurar que en medio de todo el ruido de la gente se podía oír el flujo de un arroyo, cruzó en un callejón que daba a una plaza con una fuente y un mercado de compra/venta de carnes y especias extranjeras, busco con la mirada a sus perseguidores y al no verlos se permitió remitir un poco el paso, sintiéndose medio desnudo con aquella ropa tan ligera, por lo menos estaba acostumbrado a no usar zapatos, cualquier humano que hubiese tenido que caminar descalzo sobre la roca hirviendo del suelo de piedra a pleno medio día de un día de verano con fiebre y las piernas y pies lastimados hubiese muerto de fatiga.

 

 

 

 

 

En ese momento Thorin, junto con Bofur y Balin hacían su ronda diaria, el rey de los enanos saludo a unos cuantos aldeanos de Dale mientras continuaba con su recorrido en completa calma, aquel día no había sido difícil más allá del calor y el trato de los heridos rescatados el día anterior, asintió en dirección a Dwalin que iba en su misma dirección - ¿cómo se encuentra el pequeño Hobbit atendió tu hermana ayer? – le pregunto de pronto el guerrero después de devolverle el saludo de forma calma.

 

 

 

- esta mañana estaba dormido, ni Dis ni Frerin lograron bajarle la fiebre pero no estaba especialmente mal, tal parece que solo necesita recuperarse de sus heridas – le explico el Rey Bajo la Montaña con calma, sin entender incluso su curiosidad por el asunto.

 

 

 

- ¿consiguieron a la bruja estaba con los rehenes para que le cuidase?

 

 

 

- no, desapareció después de atender a los heridos – contesto sin entender a qué venia el caso – ¿no atendió al muchacho? – preguntó Dwalin.

 

 

 

- no, se fue antes de que lo encontráramos, por lo que me explico Dis, ni siquiera sabía que el chico se había separado del resto de la Compañía – el otro guerrero asintió entendiendo, era bien sabido que las brujas tenían poderes sobre la percepción del espacio, pero dudaba cualquier persona por poderosa que fuese pudiese concentrarse mientras atendía una avalancha de heridos (muchos también enfermos) y además lidiando con una pierna herida y recientemente curada de envenenamiento.

 

 

 

- ¡THORIN! – bien, aquella era la voz de Frerin. Se volteó para encontrarse con su hermano que corría alarmado en su dirección.

 

 

 

- ¿Frerin, que demonios te pasa? – le pregunto confundido al ver su agite, el rubio le miro asustado - ¡el Hobbit, escapo! Íbamos Fili, Kili, Dis y yo a revisarle cuando le vimos salir por una ventana ¡salió corriendo por el mercado!

Notas finales:

Gracias por leer :D


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