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Taking care of you por Khira

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Taking care of you

por Khira

# 2. Un comienzo difícil



Al día siguiente temprano, la señora Ishizaka toca a la puerta de la habitación de Rukawa como cada mañana para despertarle. Pero esta vez no escucha el típico gruñido de desagrado por parte del muchacho.

- ¿Kaede? – pregunta a la vez que abre un poco la puerta, apenas una rendija.

Silencio.

- ¿Kaede? – repite al no obtener respuesta.

Abre del todo la puerta y se interna en la penumbra de la habitación. Se acerca a la cama y enseguida se da cuenta de que el bulto que se esconde tras las gruesas mantas no es el cuerpo del chico. Las retira y comprueba que lo que hay debajo es una almohada.

Sale de la habitación y baja las escaleras con rapidez para llegar cuanto antes al comedor, donde se encuentran el señor Rukawa y Erik desayunando tranquilamente.

- ¡Señor Rukawa, su hijo no está en la habitación! – exclama nada más entrar.

El señor Rukawa y Erik se miran un momento entre ellos y luego se levantan a la vez. Vuelven a la habitación acompañados por la señora Ishizaka, donde comprueban que no están ni la mochila ni el uniforme. Después bajan al garaje.

- Se ha ido ya al instituto… - murmura el señor Rukawa al ver que la bicicleta de su hijo tampoco está donde debería.

- ¿No es demasiado temprano? – pregunta Erik.

- Sí, seguro que lo ha hecho para librarse de ti – suspira el hombre.

- Eso lo sé. Lo pregunto por si el instituto está ya abierto.

- No, no lo creo – dice mirando su reloj.

- Entonces voy a buscarlo. ¿Sabe donde practica baloncesto por su cuenta?

- En una cancha callejera cercana al instituto, pero no sé donde queda exactamente.

- No se preocupe, la encontraré.

Erik recoge al aire las llaves que el señor Rukawa le lanza. Son las de un Toyota verde oscuro, el coche que empleará él para llevar a Kaede donde necesite. Se sube en el vehículo y sale del garaje rumbo al instituto Shohoku, afortunadamente hace tiempo que se acostumbró a circular por la izquierda.

Apenas tarda diez minutos en llegar, y con un par de vueltas por los alrededores encuentra la cancha callejera donde un chico delgado y moreno practica tiros libres. Es tan temprano que apenas hay coches, por lo que puede aparcar justo enfrente del lugar. Sale del coche y se encamina tranquilamente hacia donde está el chico, quien no tarda en darse cuenta de su presencia.

- ¿Qué haces aquí? – le espeta a modo de saludo, sosteniendo el balón que acaba de recoger en sus manos.

- Vigilarte. Y luego te acompañaré al instituto – Erik se cruza de brazos y se apoya en la verja, dando a entender que va a esperar allí hasta que acabe el entrenamiento matutino.

- Iré en bicicleta – murmura lanzando el balón a canasta, pero falla el tiro.

- No. Irás en coche conmigo. La bicicleta la meteremos en el maletero.

- No.

Rukawa camina hacia el balón, que ha rodado hasta quedar justo al lado del guardaespaldas. Erik se agacha y lo recoge para ofrecérselo, pero Rukawa pasa de largo y se dirige hacia su bicicleta.

- ¿Dónde vas? – pregunta mientras le sigue – Aún es temprano para ir al instituto.

El chico no contesta y se agacha para quitarle el pitón a la bicicleta. Va a subirse en ella cuando un fuerte brazo le retiene sujetándole del codo izquierdo.

- Te he dicho que irás en coche conmigo.

Rukawa forcejea inmediatamente para soltarse, pero para su sorpresa no lo consigue. El fuerte brazo le mantiene sujeto, apretando tan fuerte que le empieza a hacer daño. La rabia se apodera de él en un instante e intenta estrellar su puño derecho contra el rostro de ese irritante tipo. Pero Erik esquiva fácilmente el golpe, suelta el balón, y con un rápido movimiento le retuerce ambos brazos colocándose a su espalda. Rukawa ahoga un quejido.

- S-suéltame… - jadea intentando disimular el daño que esa llave le está haciendo.

- Si me dices que vendrás en coche conmigo al instituto.

- Ni hablar…

Apenas Rukawa ha dicho eso, Erik le retuerce un poco más los brazos, provocando que esta vez un grito de dolor salga de la garganta del chico de aspecto zorruno. Está muy sorprendido, es la primera vez que pierde una pelea de forma tan rápida.

- Le voy a contar esto a mi padre… - consigue decir – Y te echará…

- No sabía que eras un chivato, pero me da igual. ¿Piensas que va a creerte? Él pensará que le mientes para librarte de mí.

El chico moreno no dice nada más, pues comprende que Erik está en lo cierto.

- Eres un cabrón… - murmura.

- Lo sé. Gracias. Y ahora, dime que vendrás conmigo al instituto.

- …

Erik le retuerce un poco más los brazos, y Rukawa no puede evitar gritar de nuevo.

- No me obligues a lesionarte – susurra el castaño en su oído.

Esas palabras hacen reaccionar a Rukawa, pues está convencido de que el chico extranjero cumplirá la amenaza.

- Está bien… - dice entre dientes.

- Dilo – ordena sin apartar los labios de su oído.

- Iré… Iré contigo al instituto…

Por fin Erik le suelta. Rukawa se acaricia los lastimados brazos y le mira con odio. Erik ni se inmuta y empieza a caminar hacia el coche.

- Vámonos. Y trae la bicicleta.

Rukawa aprieta los dientes pero guarda su balón en la mochila y agarra su bicicleta por el manillar para seguirle.

“Me vas a pagar esta humillación”, piensa Rukawa mientras se sienta en el asiento del copiloto, después de haber metido la bicicleta en el maletero.

El coche se detiene bastantes metros antes de llegar a la entrada principal de Shohoku. Rukawa mira a Erik interrogante mientras hace la maniobra para aparcar.

- Supongo que no quieres que tus amigos te vean llegar en coche. Pensarán que eres un niño de papá, ¿no? – pregunta a la vez que echa el freno de mano.

Rukawa no dice nada. Ambos salen del coche y se dirigen hacia la entrada del instituto. Es muy temprano y apenas hay un par de alumnos por el patio y los alrededores, pero Rukawa no se quiere arriesgar a que le vean con esa compañía.

- No hace falta que entres – dice secamente.

- Yo decido lo que hace falta y lo que no. Y te acompañaré hasta la puerta del edificio – al ver que el chico abre la boca para protestar añade rápidamente - ¿O prefieres que te acompañe hasta la puerta del aula?

Furioso, Rukawa calla y empieza a caminar para cruzar el gran patio que rodea el instituto, seguido de Erik. Al menos el guardaespaldas no va vestido como un mafioso llamando la atención, sino que lleva unos simples vaqueros, una camisa de color negro y una chaqueta gris. Cuando llegan a la puerta del edificio Rukawa se dispone a entrar sin despedirse, pero antes escucha claramente su voz.

- Quedamos en la puerta exterior del gimnasio cuando acabes el entrenamiento de básquet. Si no apareces, entraré a buscarte cada día.

Y Rukawa sabe de nuevo que cumplirá su amenaza.

Por lo visto no va a ser tan fácil librarse de ese tipo.

xXx

Por primera vez en su vida, Rukawa no consigue concentrarse durante el entrenamiento. No lo entiende, nunca antes alguien había conseguido sacarle tanto de quicio. Están jugando un partido de práctica de cinco contra cinco, y el capitán, Ryota Miyagi, desesperado al ver el mal juego y los continuos despistes de uno de sus mejores jugadores, le pega un par de gritos para hacerle reaccionar. Pero no son los gritos de su capitán los que le sacan de su ensimismamiento, sino la sonrisa burlona que decora el rostro de un mono pelirrojo que juega en el equipo contrario al suyo.

¿Tan mal está jugando que hasta Hanamichi Sakuragi le mira con superioridad? Su orgullo se rebela y en cuanto recibe el balón, corre raudo en dirección a la canasta para efectuar un majestuoso mate que le borre la sonrisa a ese idiota de golpe. Sakuragi se dispone a bloquearle, y para su sorpresa, lo consigue. El número 10 del Shohoku le obsequia con un precioso y magnífico tapón que lanza el balón casi al otro lado de la cancha. Rukawa pierde el equilibrio en el aire y cae de espaldas.

Se incorpora un poco hasta sentarse en la duela, con la mente en blanco, hasta que el sonido del silbato de la primera asistente le saca de su estupor.

- ¡Falta! – grita Ayako dejando caer el silbato.

- ¡¿Quéeee?! – chilla Sakuragi indignado - ¡¿Cómo que falta?!

- ¿Acaso dudas de mi criterio? – la asistente saca su famoso abanico y le amenaza con él.

- Eso, ¿acaso dudas de su criterio? – pregunta Ryota apoyando así a su adorada Ayako.

- No… - gruñe Sakuragi decepcionado – Esta vez te has salvado, zorro... – añade mientras se gira hacia su rival.

Rukawa se levanta y, para sorpresa de todos, no dice nada, ni siquiera se escucha su habitual ‘idiota’ dirigido a Sakuragi.

- Rukawa, ¿te encuentras bien? – le pregunta su compañero Yasuda pensando que quizás se ha hecho daño al caer.

- Sí – contesta sin ni siquiera mirarle.

Camina hacia la línea de tiros libres, y encesta ambos tiros.

Durante el resto del partido, Rukawa no puede sacarse de la cabeza el bloqueo de Sakuragi. El que haya sido falta no le consuela en absoluto. Desde que ese idiota entró al equipo de baloncesto que se dio cuenta de su talento, pero nunca pensó que aprendería tan rápido como para detenerle tan fácilmente. Si bien no le queda más remedio que admitir que físicamente con su agilidad y su capacidad de salto le supera, sobretodo desde que le vio casi encestar un mate saltando desde la línea de tiro libre en los nacionales, pensaba que nunca le alcanzaría en técnica. Pero ahora ya no está tan seguro.

El entrenamiento termina y todos se van a las duchas. Rukawa duda entre salir el primero o el último para que no le vean con su estúpido guardaespaldas. Entonces recuerda que los novatos suelen quedarse con Ayako practicando ejercicios básicos, así que decide salir el primero.

Se despide con un gesto de Ayako dejando a Haruko con las ganas de que también se despida de ella y sale del gimnasio por la puerta exterior, donde, tal y como le había avisado, está Erik esperándole. El guardaespaldas está apoyado en un muro, con unas gafas de sol puestas y fumando un cigarrillo. Cuando le ve, se sube las gafas de sol a modo de diadema y suelta el cigarrillo, que cae al suelo, donde lo pisa para apagarlo.

- ¿Nos vamos? – pregunta colocándose junto a él.

- ¿Por qué llevas esas pintas? – pregunta Rukawa a su vez.

- ¿Qué pintas?

- Las gafas de sol. Estamos en invierno, y además a esta hora ya está oscureciendo – explica hastiado.

Erik sonríe.

- Ya, pero me gusta llevarlas.

Rukawa se queda un momento observando su sonrisa, la cual deja entrever unos blanquísimos dientes. Luego suelta un bufido y empieza a caminar hacia la salida del instituto, seguido por supuesto de Erik. Ninguno de los dos se da cuenta de que cierto pelirrojo ha salido el segundo y les está observando marcharse juntos con un gran interrogante pintado en su rostro.

En el coche, y para fastidio de Rukawa, Erik intenta entablar una conversación.

- ¿Cuánto hace que juegas a baloncesto?

- …

- Sabes, yo también jugaba al baloncesto en mi país. Creo que no te lo he contado: soy de Alemania, concretamente nací en Nuremberg.

El lugar de nacimiento de Erik no le importa a Rukawa lo más mínimo, pero sí lo primero que ha dicho.

“¿Jugaba a baloncesto?”, repite mentalmente, “Es bastante alto, debe medir por lo menos dos metros… ¿Será bueno?”

- Llegué aquí hace cuatro años. No me costó encontrar trabajo. Lo más difícil fue el idioma.

- …

- ¿Y tú? ¿Has vivido siempre en Kanagawa?

- …

- ¿No eres muy hablador, verdad?

- …

- ¿Es por eso que no tienes amigos?

Rukawa le mira entre sorprendido e indignado.

- ¿De qué coño vas? – exclama sacando chispas por los ojos.

- Sólo quiero saber cosas de ti. Así me será más fácil protegerte.

- ¿Protegerme? – repite irónico – A lo único que te dedicas es a molestarme.

- No es esa mi intención.

Aprovechando que debe detener el coche por un semáforo en rojo, Erik rebusca en uno de sus bolsillos interiores de su chaqueta, permitiendo a Rukawa contemplar por un momento la pistola que lleva su guardaespaldas bajo ella. Erik saca un teléfono móvil que entrega a Kaede, quien lo coge más que nada por curiosidad. Nunca ha tenido uno, aunque su padre se ha ofrecido mil veces para comprárselo.

- ¿Y esto? – pregunta con falso desinterés.

- Esto debes llevarlo siempre encima, para poder comunicarme siempre contigo cuando no estemos juntos. Mi número ya está en la agenda.

Rukawa hace una mueca pero esconde el teléfono en su bolsillo. Ya lo mirará más detenidamente en casa.

Cinco minutos después llegan al hogar de los Rukawa. Al entrar en la casa Erik se fija en que Kaede no anuncia su llegada, norma básica de educación entre los japoneses. Aún así la señora Ishizaka les oye llegar y sale a su encuentro, aunque Rukawa ya ha desaparecido escaleras arriba.

- Buenas noches, señor Schweizer – saluda cortésmente la mujer.

- Buenas noches, señora Ishizaka. Pero ya le dije que por favor me llamara Erik.

- Oh es cierto, disculpe… digo disculpa – sonríe apurada.

- ¿Y el señor Rukawa? ¿No ha llegado todavía?

- Ha llamado para decir que no vendrá a dormir esta noche. Tiene una reunión importante en Tokio y se quedará en un hotel. Me ha dicho que regresará pasado mañana.

- Entiendo… ¿Y Kaede lo sabe? – pregunta Erik pensando que quizás esa es la razón de que el chico haya subido directamente a su habitación.

- No, no lo creo… Pero supongo que se lo imagina, el señor Rukawa suele pasar muchas noches fuera a la semana…

La señora Ishizaka se disculpa para ir a terminar de hacer la cena y Erik se queda en el salón pensativo. De pronto oye a Kaede bajar de nuevo las escaleras, ya cambiado con ropa de estar por casa, y sin ni siquiera mirarle, cruza la planta baja en dirección al jardín trasero. Un par de minutos después le sigue y le encuentra sentado en el porche, mirando las estrellas que empiezan a distinguirse en el cielo.

- ¿Qué haces aquí afuera? Vas a coger frío. Además la señora Ishizaka me ha dicho que la cena está casi lista.

- ¿Es que no me vas a dejar en paz ni en mi propia casa? – murmura el chico con un suspiro.

Erik ignora su comentario y se sienta a su lado en silencio. Saca un paquete de tabaco y un mechero y enciende un cigarrillo. A continuación le ofrece uno mostrándole el paquete.

Sin saber muy bien por qué, Rukawa acepta y saca un cigarrillo de la caja. No ha fumado en su vida y la verdad no le apetece hacerlo, pero por alguna extraña y tonta razón piensa que así Erik no le volverá a tratar como a un niño; aunque por otro lado ¿a él que le importa la opinión de ese tipo?

Erik le ofrece también el mechero y Rukawa, como si ya lo hubiera hecho antes, enciende su cigarrillo con facilidad y se lo devuelve. La primera calada le produce ganas de toser, pero se aguanta como puede. El chico castaño le mira divertido

- Es un bonito jardín… - murmura el alemán desviando la vista al frente – Y muy grande. ¿No has pensado nunca en pedirle a tu padre que te construya una cancha de baloncesto o al menos poner una canasta? – pregunta después de una calada.

- No quiero pedirle nada a mi padre – contesta Rukawa, y al momento se muerde los labios: ¿por qué le ha respondido la pregunta?

- ¿Te llevas mal con él?

- ¿Y a ti que te importa?

- ¿Es por lo de tu madre?

Rukawa deja caer el cigarrillo por la sorpresa. No se puede creer que su padre le haya contado algo tan íntimo a un desconocido. Se siente humillado y traicionado.

- No te soporto – masculla mientras se levanta.

Camina rápidamente hacia la puerta, pero antes de entrar en el interior de la casa escucha claramente la voz de Erik casi en un suspiro.

- Mejor así…

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N/A: ¡Hola! ¿Que les pareció el segundo capítulo? ¿Más largo, verdad XD? ¿Qué piensan de Erik? ¿Siguen creyendo que se meterá entre Hana y Kaede? Bueno, mejor me dejo de preguntas y me opinan lo que quieran XDD. Las respuestas a sus reviews del primer capítulo están contestados en la misma página de revis.

Muchos besos y hasta el próximo,

Khira

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