Mientras eso ocurría el Grifón se hallaba en la sala de Hades recibiendo instrucciones para salir a la Tierra y vigilar algunas actividades sospechosas. Veía de reojo alrededor y notaba que su compañero Aiacos no se encontraba en el castillo, lo cual era muy raro y por alguna extraña razón su inasistencia le era incomoda y por ratos le llegaba una pequeña sensación de desesperación e intranquilidad.
En Ptolomea el dorado y el protector de Antenora seguían con el intenso forcejeo, hasta que Albafika cayo exhausto sintiendo su cuerpo sin fuerzas. Aiacos sonreía de manera complaciente y le termino de arrancar la ropa para contemplarlo. En un último esfuerzo del pisciano Aiacos le rompió la muñeca y logro tenerlo a su merced. Comenzó a morder a su forma salvaje el cuerpo del joven, pensando en todas las maneras posibles de tomarlo como suyo, sin darse cuenta del tiempo transcurrido.
Unos instantes más tarde Minos regresaba a Ptolomea, se le hizo raro no encontrar al joven en la entrada haciendo alguna tarea doméstica y caminó quitándose el casco hasta la habitación de él que se hallaba cerrada, escuchó algunos sonidos extraños que parecían gemidos del joven y abrió la puerta hallando al joven con bastantes marcas de golpes, mientras sus ojos destilaban rabia e impotencia y sobre él Aiacos que jugaba pasando su lengua sobre el lastimado cuerpo de piscis. Minos lleno de rabia golpea a su compañero con fuerza hasta tirarlo de la cama, Albafika se cubría con las sabanas y se ponía tras Minos llorando, con bastante dificultad debido a su mal estado. El peliblanco vio las marcas en el joven notando sus huesos rotos, y prosiguió peleando con Garuda, la mirada de Minos era una sombría y llena de ira, los choques de sus cosmos llegaron a sentirse por todo el inframundo. Ambos jueces tuvieron que ser separados por algunos espectros que rondaban los alrededores y Aiacos fue llevado a Antenora mientras Minos le gritaba – imbécil te acercas a Ptolomea de nuevo y prometo no tener piedad de ti -. Aiacos le dirigía su sonrisa siniestra, demostrándole lo poco que le importaba aquella amenaza. El ambiente en el inframundo estaba demasiado tenso,
Minos regresaba a la habitación para ver al joven que se limpiaba la sangre y se vestía mientras sus ojos aún tenían lágrimas, se acomodaba su playera y su cabello con cuidado al haber finalizado sus vendajes, el dolor de su muñeca rota se hacía más intenso cada vez. El juez ingreso y las ganas de darle abrazo con fuerza de manera protectora lo inundaron pero mantuvo la cordura para limitarse a preguntar – estas bien Albafika? -. El joven asintió y le dirigió la mirada a los ojos violetas del juez – estoy bien, gracias por salvarme -. El pisciano se tragó su orgullo para decir aquellas palabras, pero por primera vez se alegró de que Minos estuviera allí.
Los días pasaron, mientras Albafika se recuperaba el juez se esmeraba en atenderlo de la mejor manera aunque muy a su pesar el pez dorado era frio y distante con él. Una mañana Albafika despertó antes de lo que acostumbraba y quiso salir un poco, camino lentamente a la sala y allí escuchó a Lune y otro espectro, ambos hablaban sobre lo acontecido con el juez y el disgusto que había pasado Hades. Dejaron allí un pergamino, el cual curioso fue a leer y para su sorpresa el escrito era una reprimenda al juez, quien abandonó sus obligaciones para atender al peliceleste. Albafika dejo el pergamino y por una extraña razón comenzó a preocuparse por el incierto futuro del juez. Sus pensamientos todos esos días se habían centrado en Minos y su amabilidad, algo que jamás imagino ver, aunque después se regañaba a si mismo por pensar en Minos, quien furtivamente entraba a su corazón poco a poco.