– Sé que no debes estar bien, perdona si te incomode con ese beso- le dijo un calmado juez, el joven lo callo de manera sorpresiva dándole otro beso y susurrándole sobre los labios – no tienes que disculparte-. El grifo encontró esto como una invitación de su marioneta y comenzó a besarlo de manera suave, degustando por segunda vez el sabor de esos finos labios que tanto había deseado desde el momento en que lo conoció. Sin pensarlo más lo recostó en la mesa haciendo a un lado los platos, mirándolo con intensidad, disfrutando de su adorado caballero, sus finas facciones. Las caricias de parte de ambos no se hicieron esperar, comenzando tiernas y tranquilas. Minos veía como su compañero le desabotonaba su camisa con algo de torpeza y nerviosismo, logrando que el juez sintiera ternura, algo muy poco habitual en su persona, para no incomodarle cerro los ojos y le dejo seguir. De pronto una voz resonó en su cabeza –Señor Minos– musito nuevamente aquella voz, hasta que el juez abrió sus ojos de golpe, encontrándose en la sala del juicio, rodeado de papeles y frente a él aquel que le había molestado en su sueño, o más bien dicho fantasía, aunque pudo sentirla demasiado real.
– Qué demonios te pasa Lune? Estaba descansando bastante a gusto – dijo con algo de molestia a su ayudante.
– Lo siento mi señor, pero es hora de cambiar turno con usted. Además hemos recibido felicitaciones de nuestro señor Hades por la eficiencia en los juicios, él valora nuestro desempeño aquí. Y yo valoro que deje a un lado a ese caballero para poder asistir aquí – dijo aquel albino de aspecto similar a Minos –no deseo que de ninguna manera el señor Radamanthys o el señor Aiacos se expresen mal de usted o de sus sirvientes–
– No puedo negar que hemos hecho un excelente trabajo, principalmente gracias a ti Lune, aunque me deja desolado la frialdad con la que nombras a mi marioneta. –
– Mi señor, no me interesa quien sea su marioneta ahora, pero procure no descuidar su puesto–dijo el albino menor situándose en el lugar que minutos antes ocupaba Minos.
Ante la seriedad del contrario solo sonrió y enseguida comenzó a caminar hacia la salida despidiéndose del espectro. Ya durante el camino solo podía pensar en su sueño y en la interrogante de su señor. Cuando fue un humano tuvo esposa e hijos, les amaba profundamente, pero desde que fue enlistado en el ejercito de Hades solo reclamaba marionetas, tomándolas a la fuerza sin importar su sexo, solo una cosa le importaba y esa era la belleza de la persona en cuestión. Pero con Albafika era diferente, por algún extraño motivo siempre que se convencía a si mismo de tomarlo a la fuerza aparecían en su mente imágenes del rostro de Albafika cubierto de lágrimas y con aquella expresión de miedo que le causo Aiacos hacía tiempo atrás. No podía soportar el imaginarlo así y desechaba la idea de tomarlo. Termino por pensar que algo en su interior había cambiado, aquel caballero acertó en su corazón de una manera que ni el juez había pensado se pudiese lograr nuevamente. – me enamore de él– murmuro para sí mismo y negó con su cabeza, pues era irónico que aquel que le arrebato la vida le devolviese parte de su humanidad ahora.