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El color del mar por OlivierCash

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Notas del capitulo:

Saint Seiya pertenece y ha sido dibujado por Masami Kurumada y el Lost Canvas por Shiori Teshigori.

Si miraba dentro la habitación el único color que veía, era el blanco. Llevaba tanto tiempo en ese lugar que había comenzado a percibir una gran gama de diferentes blancos. Veía más blancos de los que si quiera se imaginaba que existieran.


 


También se había dado cuenta de que las sombras no eran solo grises de un color más o menos claro, sino que en su interior se podían apreciar cientos de colores. Y estos variaban dependiendo de como era el día y a la hora que las miraba.


 


Aun así, donde más colores podía ver, era sin duda en el cielo que se podía contemplar desde esa cerrada ventana. Deseaba que la ventana estuviera abierta para disfrutar del viento, para poder escuchar todas las canciones que él traía. Mas en ese lugar solo abrían un poco a las mañanas para ventilar. Comprendía que quisieran evitarse suicidios, pero eso no hacía que disfrutara de no poder abrir la ventana. No tenía ninguna intención de saltar por ella.


 


Miró hacía la televisión que se encontraba en lo alto, de normal solo la miraba para ver documentales. Pero a esas horas de la tarde ya habían acabado todos y no había nada que le interesara.


 


El estar solo en esa habitación a veces se le hacía muy pesado, tener un compañero podría tener sus desventajas, pero por lo menos tendría alguien con quien hablar. Los días se le hacían eternos ahí dentro. Mas para su fortuna, ese no fue un día habitual.


 


Pudo escuchar unos pasos por el pasillo, eso de por si era algo extraño. Poca gente pasaba por ese pasillo a menos que fueran los médicos y a esas horas no tenía porque pasar ninguno. Fuera quien fuera la persona que caminaba por ahí, por lo menos le daría material para divagar lo que quedaba de tarde.


 


Entonces, los pasos se pararon frente a la entreabierta puerta y propinó unos pequeños golpes, a modo de llamada.


 


—Puedes entrar.


 


Tras esas palabras, la puerta de la habitación se abrió, revelando al sorprendente visitante. Que no era otro que El Cid, el novio de su hermano. Ilias sonrió al verle entrar. Se veía igual que siempre, aunque la maceta con un girasol que llevaba en sus manos le sorprendió un poco.


 


—Buenos días Ilias—saludo El Cid con su habitual poca externalización de sentimientos—.¿Dónde puedo dejar esto?—preguntó levantando un poco la maceta.


 


—¿Es para mí?—cuestionó Ilias sorprendido, El Cid asintió—.Dejala sobre esa mesilla, junto a la ventana—comentó alegre por el regalo—Gracias por el regalo, no hacía falta.


 


Tras dejar la maceta, se sentó en uno de los sillones blancos que había por la habitación. Quedando frente a Ilias.


 


—Es un regalo de parte de Regulus y mio, fue él quien pintó la maceta—explicó El Cid.


 


Ilias se fijó mejor en la maceta, aunque estaba algo lejos, podía ver los dibujos toscos de su hijo. Regulus tenía mil y una cualidades, pero el dibujo no formaba parte de esa lista. Sin embargo, podía ver la vitalidad y las ganas con lo que pintó ese macetero. Era eso lo que volvía ese regalo en algo tan maravilloso y especial.


 


—Dile gracias de mi parte—pidió, luego se quedó pensando un poco en su hijo, hacía tanto que no lo veía. No quería que lo ultimo que Regulus recordara de él, fuera ese hombre esquelético y desarreglado al que su enfermedad no paraba de consumir poco a poco—.¿Cómo esta?


 


—Bien, ya casi ha acabado el curso y sus notas se prevén bastante buenas.


 


—Cuando reciba las notas, ¿podrás traérmelas?


 


—Claro—contestó El Cid—. Ahora como viene el buen tiempo y ya no tiene tareas, se pasa las tardes con sus amigos.


 


—Con su edad es lo que debe hacer—habló Ilias—.¿Me puedes hablar de sus amigos?—pidió.


 


No es que no hablara de esas cosas con Sísifo, sino que Sísifo tenía tanto cuidado con todo que en ocasiones le ponía un poco nervioso. Su hermano se esforzaba por evitar que se sintiera mal al estar en el hospital. El Cid, aunque si podía apreciar que se preocupaba en cierta manera por él, siempre respondía a todas las preguntas que le hacía.


 


—Uno se llama Tenma, es el hermano pequeño de un chico que trabaja en la panadería de Hasgard—comenzó el Cid tras pensar un poco en los amigos de su sobrino—.Es bastante obstinado e impulsivo, pero para su fortuna, es un gran chico que se esfuerza mucho en todo lo que hace—pensó un poco más—.Otra es Yuzuriha, es famili<a de Sage y Hakurei, es la cabeza del grupo y la que evita que se metan en líos mayores, es la más mayor y la más responsable. Creo que le debes bastante a ella, sino a saber en que lio se podría haber metido Regulus—hizo una pausa—.A veces el hermano de Yuzuriha va con ellos, se llama Tokusa, es bastante tranquilo y suele ser un poco el mandado—pensó un poco más—.La otra chica del grupo se llama Sasha, es una niña bastante amable, aunque a veces se le va la fuerza por la boca y hace que se metan el algún problema. Aun así suele ser bastante tranquila y es una persona encantadora. Su hermano mayor también esta, se llama Alone, es un encanto, no hay más que decir—paró para respirar—.Por último esta Yato, es el mejor amigo de Regulus, es impulsivo, aunque bastante torpe. Por lo menos se esfuerza muchísimo en hacerlo todo bien.


 


Ilias escuchó atentamente, intentando hacerse una imagen mental de los amigos de su hijo. Se sentía tan feliz de que tuviera amigos. Cuando su enfermedad comenzó a ponerse sería y se vio obligado a separarse de Regulus, este no se lo tomó de la mejor manera posible. Se volvió en alguien muy arisco. Sino hubiera sido porque Sísifo y El Cid se hicieron cargo de él, a saber que habría pasado.


 


Lo único seguro, fue que la compañía de El Cid y Sísifo hicieron que el carácter de Regulus se endulzara, volviéndose en la persona que era en la actualidad.


 


—Me alegra escuchar que mi hijo esta tan bien acompañado—dijo Ilias ilusionado.


 


Ya había hecho las preguntas habituales sobre su hijo. Así que ya era hora de preocuparse por como estaba El Cid. Solía preguntarle a Sísifo sobre él, pero, o no decía mucho porque Ilias le acababa soltando que a ver cuando se casaban. O se comportaba como un idiota enamorado, su hermano era una romántico empedernido.


 


—¿Tú como te encuentras?—preguntó—.Hacía mucho que no te veía por aquí.


 


—Estoy como siempre, sin ninguna novedad respecto a la última vez que vine—contestó El Cid. A veces Ilias desearía que no pareciera que le estaba pidiendo un informe, pero bueno, a todo se acostumbra uno— .Aunque con mi trabajo, suelo estar algo ocupado, pese a solo dedicarme a poner multas—eso último lo dijo con cierto rencor acumulado—.Perdón por haber tardado tanto en venir a verte.


 


Ilias negó, no le molestaba que tardara más o menos en ir a visitarlo, en esos momentos, con que fuera a verle, era más que suficiente.


 


—He oído sobre la explosión del puerto—comentó Ilias.


 


—No se nada al respecto, como acabo de decir, solo me dedico a poner multas—cortó EL Cid.


 


E Ilias lo sabia, sabía lo que frustraba a El Cid no haber sido ascendido, que justo todo hubiera coincidido con Aspros volviéndose Gobernante y como lo degradó a lo más bajo que se le ocurrió. Lo que si que no tenía ni idea, era que había pasado entre El Cid y Aspros, porque aunque el primero lo negara, sabía que entre ellos tenía que haber algo que produjera ese odio mutuo.


 


—¿Qué opina mi hermano de eso de que estés poniendo multas?—preguntó Ilias tan tranquilo, pillando por sorpresa a El Cid. El de pelo negro se encogió de hombros—. Ya veo, no habéis hablado al respecto—concluyó Ilias—.No me gusta meterme en relaciones ajenas y menos en la relación de mi hermano, pero creo que estaría bien que hablarais sobre eso.


 


—Ya sabes como es Sísifo, además, Aspros es su amigo de la infancia, no vería lo que todo el mundo vemos como tan obvio—concluyó El Cid, ese tema era demasiado espinoso.


 


El de ojos azules suspiró con pesadez, no estaba de acuerdo con El Cid, pero no podía quitarle la razón. Si, conocía muy bien a su hermano y sabía a la perfección que sería incapaz de ver algo malo en su grandísimo amigo de la infancia.


 


—Créeme, se muy bien como es mi hermano—aseguró Ilias—.Por eso pienso, que la única persona a la que llegaría a creer con ese tema, es a ti—.El Cid desvió la mirada un tanto incomodo, no disfrutaba del giro que estaba dando la conversación—.También sigo esperando a que deis el paso de casaros.


 


Ilias se sentía un poco malo cuando soltaba ese tema. Con Sísifo lo soltaba mucho menos que con el pobre El Cid, este ya parecía resignado a que Ilias acabara hablando de eso. Parecía comprender que la ilusión de Ilias era poder ver a su hermano casarse. De todas maneras, vivían juntos y ya llevaban sus años saliendo.


 


Pero ese día, El Cid miró hacía un punto al azar de la habitación mientras apretaba sus puños un tanto molesto e incluso algo apenado. Ilias lo comprendió al instante.


 


—Así, que se lo has pedido—murmuró sorprendido—.Lo siento, debió doler que te dijera que no…—se sintió mal por haber sacado un tema que se debía haber vuelto un tanto delicado para El Cid.


 


Estuvieron un rato en silencio, hasta que El Cid por fin levantó la cabeza para mirar a Ilias.


 


—Me dijo que no se sentía preparado, así que en resumen, le pedí que cuando se sintiera listo, me lo dijera—confesó.


 


Ante esas palabras, Ilias solo pudo llevarse la mano a la cara y suspirar con pesadez. No sabía como, porque no quería comprometer a El Cid, pero tendría que tener una seria con su queridísimo y a veces estúpido hermano menor.


 


—Lo peor de todo, es que viniendo de él, me lo creo—admitió Ilias, a lo que El Cid contestó con un simple encogimiento de hombros.


 


El silencio se hizo un hueco entre ellos y se mantuvieron unos minutos sin decirse nada. Hasta que como no, Ilias habló.


 


—No es que me moleste, pero la verdad es que es agradable tener visitas de vez en cuando, visitas que no sean de mi hermano—suspiró—.A veces esta bien variar un poco a la gente con la que hablo—le echó una ojeada a El Cid—.Es triste, pero mis dos mejores amigos, murieron hace unos años.


 


—Algo me contó Sísifo—comentó El Cid, sin entender hasta donde quería llegar Ilias o que quería contarle. Él no era de los que se metía en la vida de la gente, mas estaba seguro que Ilias quería hablar de eso, a lo mejor solo contárselo como un anécdota más, o algo así. Solo sabía que en sus ojos se le veían las ganas que tenía de hablar—.Puedo preguntar, ¿qué pasó?—cedió al fin.


 


Ilias asintió, casi parecía satisfecho de poder hablar del tema, por muy escabroso que fuera.


 


—El primero se suicidó hace unos años y el otro se…


 


El de ojos azules se vio interrumpido por la repentina aparición de su hermano, quien veía sorprendido e incluso un poco asustado a El Cid. Su hermano se encontraba con sus ropas habituales de doctor.


 


—¿El Cid?—cuestionó, como si creyera que lo que estaba viendo era un espejismo—.¿Qué haces aquí?


 


—Hola Sísifo—saludó tan tranquilo El Cid—He venido a ver a tu hermano, hacía mucho que no venia.


 


Cuando Sísifo salió de su shock, se acercó hasta El Cid para darle un pequeño beso en los labios a modo de saludo. Luego, se quedó de pie a los pies de la cama ocupado por su hermano.


 


—Si si, pero de normal me avisas, por eso no me lo esperaba.


 


El Cid levantó una de sus cejas.


 


—Sísifo, te lo dije ayer mientras cenábamos—recordó—y con Regulus a nuestro lado—apuntó.


 


Entonces Sísifo se quedó callado, intentando recordar ese momento. El Cid tenía razón, se lo había dicho el día anterior mientras cenaban, solo que Sísifo había tenido tantas cosas en la cabeza en ese momento, que había ignorado un poco a su pareja. Y en ese instante, se sentía como un idiota por ello, algo que se vio reflejado claramente en su cara. Por lo que Ilias soltó una pequeña carcajada.


 


—Es cierto, lo siento cariño, no me acordaba—admitió Sísifo—.Pero, aun así, haberme avisado cuando has venido.


 


—No me gusta molestarte mientras trabajas.


 


Pese haber visto miles de veces referirse con apelativos cariñosos como “cariño” a El Cid, a Ilias se le seguía haciendo tan raro como el primer día. El Cid no era una persona que se viera ni cariñosa, ni tierna, ni similares, o por lo menos así se comportaba en publico, a saber como era en privado.


 


—Lo sé, pero tu nunca molestas.


 


Ilias suspiró, su hermano era de los que se ponían muy mimosos por nada. Aunque El Cid no correspondiera en público, pero por lo menos ya no le rechazaba, como cuando comenzaron a salir. Los tres estuvieron hablando durante un rato de cosas sin importancia, hasta que Sísifo tuvo que irse y El Cid decidió marcharse también.


 


—¿No quieres que espere a que salgas?—preguntó El Cid.


 


Se habían despedido ya de Ilias, quien se había despedido de El Cid con un “hasta la próxima” o algo así. El Cid pensó que a lo mejor era buena idea ir a verlo más a menudo, se había quedado con la sensación de que el hermano de su pareja se sentía muy solo ahí, algo que le parecía totalmente normal. También había algo que le escamaba en todo eso, pero no se le ocurría el qué podría ser.


 


En ese momento, esos dos se encontraban en la puerta del hospital, rodeados por gente fumando o que simplemente se encontraba ahí para tomar un poco el aire.


 


—No hace falta, me sentiría mal que estuvieras por aquí esperándome dos horas—aseguró Sísifo—.Por cierto, se me ha olvidado decírtelo, pero Regulus me ha enviado un mensaje diciéndome que esta noche se queda a dormir en casa de Yato—informó con una sonrisa más que sugerente.


 


Y a El Cid no le extrañaba esa sonrisa, llevaban ya meses sin hacer lo que Sísifo estaba insinuándole hacer y a quien iba a engañar, él también tenía ganas. Sentía que necesitaba relajarse y esa era la mejor manera que se le ocurría.


 


—En ese caso, nos vemos en casa en dos horas y por favor, no te entretengas mucho, que nos conocemos.


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