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Susurros En El Silencio por Darko Princess

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II

El Líder De Una Nueva Era

 

Año 2014

El despertador suena, anunciando el inicio de un nuevo día, y si tan sólo fuese un día como cualquier otro, tal vez no se sentiría tan nervioso, tal vez y solo tal vez, se limitaría únicamente a dar un vuelta entre las sábanas y esconder el rostro contra la almohada, suspirando hondamente con tal de replantearse si tomar 5 minutos más o ceder ante el fastidioso pitido de la alarma.

Pero no es cualquier día normal, por eso sus ojos se abren casi al instante, observando en silencio el despertador, cerrando solo unos instantes sus orbes azules, de un azul tan profundo y tan oscuro, como el fondo del océano, e incluso más oscuros que eso, un profundo azul que constantemente es confundido con el negro, no, más bien, con el color del ónix… si del ónix, justo como el nombre que apenas unos años atrás usara para ocultar el propio, pero sus días como Ónix habían llegado a su fin y, a partir de ese día, Yoru Avalon Natch tomaría su lugar.

Por eso, pensando en ello, y aun cuando sus nervios lo último que hacen es cooperar, es que finalmente se pone de pie, dejando su perfecto refugio entre las sábanas de su cama, ahí donde nadie lo juzga por ser quien es, un lugar donde solo y simplemente Yoru, existe.

Y si tan sólo pudiese ser siempre así, más no podrá ser, ya no más. Suspirando, recorre descalzo su habitación, mirando apenas de reojo por el traje que ya le espera, colgado justo a un lado de la puerta.

Cierra los ojos unos instantes más y encamina resignado sus pasos hacia el servicio, tan sólo intentando que el agua fría refresque su mente un tanto aturdida por los nervios y la sensación de frustración que se aloja en su pecho al ser incapaz de huir de semejante situación, porque por primera vez, Yoru quiere huir de algo.

Más luego, sólo suspira, mirando su reflejo en el espejo, observando detenidamente el obscuro azul de sus orbes y su cabello azabache destilando pequeñas gotitas de agua, e incluso su piel aún más pálida que antes, no, más bien, más clara que años atrás, cuando no era más que Ónix.

Aun así, está convencido de que nada, absolutamente nada, lo haría volver a esa vida, no, más bien, a esa media vida, porque aun cuando la idea de estar expuesto frente a una Sociedad retrograda llena de seres prejuiciosos y crueles, no le agrade en lo más mínimo, al mismo tiempo una parte de si agradece por su nueva vida, por haber encontrado a su verdadera Familia, por ya no ser sólo su madre y él contra el mundo.

Sonríe un poco, secando su cabello y estirándose con tal de ahuyentar los últimos estragos del sueño, porque tal vez por su familia, afrontar el presente día, realmente valga la pena, no, más bien, es por ellos por quienes debe luchar, salir con la frente en alto e ignorar a todos aquellos que pretendan juzgarlo.

Pensando en ello finalmente comienza con la labor de vestirse, mirando una última vez el traje: la blanca camisa, los pantalones de vestir gris oscuro, el chaleco negro al igual que los zapatos y, finalmente, el saco color azul profundo con un suave cuello afelpado gris, y mientras sujeta su largo cabello con un sencillo listón del mismo azul, observa por primera vez su reflejo, no, el reflejo de Yoru Avalon Nacht.

Casi no es capaz de reconocerse así mismo, es como estar frente a un extraño, aun cuando la realidad sea otra, aun cuando este sea su verdadero yo. Suspira una vez más y encamina sus pasos hacia el exterior, dejando una última mirada a aquello que deja atrás, porque después de ese día ya nada será igual.

Intenta forzar una sonrisa pero no hace falta, esta se forma nada más al ver a su madre, luciendo un hermoso vestido, viéndose tan preciosa como nunca antes la había visto, pero más que nada, sonriendo en la puerta mientras despide a los más jóvenes de la familia, agitando levemente la mano y sonriendo con tanta paz y felicidad, como nunca antes la había visto, como siempre deseó mirarla.

-“Mamá”- apenas la llama, la mirada igualmente azul de Cecile, queda justo en él, antes de que apresure sus pasos hacia él y le levante levemente el rostro, reflejando tanto orgullo y tanto amor en su mirada.

-“Mi niño se ha convertido en todo un adulto ya”- siente el calor subirle a las mejillas y aparta la mirada, tal vez en otras circunstancias aquello lo habría hecho replicar, más no hoy, sonríe tímidamente y después solo la abraza, es extraño y diferente a como era antes pero, no lo cambiaría por nada del mundo.

-“No se queden ahí o se nos hará tarde”- levanta la mirada, dejándola esta vez sobre el resto de su familia, observándolos tranquilamente, comprendiendo a la perfección la situación.

-“Jessen Avalon, deja a tu abuela abrazar a su único hijo, todo cuanto quiera”- parpadea un par de veces, otra vez sintiendo el rojo subirle a las mejillas al mismo tiempo que escucha las risas de Jessen.

Y otra vez esta esa sensación de sentirlo todo extraño, más recordando la primera vez que su sobrino y él se vieran, la forma en que se trataron y el cómo todo con el paso del tiempo fue tomando su lugar, hasta llegar al presente momento, en que se comportan como una familia, una muy unida familia.

Tanto que aún se pregunta el cómo pudieron aceptarlo hasta el nivel de permitirle vestirse como uno más de ellos, sin importar su origen, demostrando que las circunstancias de su nacimiento no lo hacen ser menos uno de ellos, y basta con ver la forma en que Jessen y su otro sobrino, Trent, están vestidos, como para darse cuenta de ello, los tres, Yoru, Jessen y Trent, casi exactamente iguales, salvo por el color de saco, el de Jessen de color rojo oscuro, y el de Trent gris, un gris casi tan helado y puro como los orbes de su sobrino, quien si bien no sonríe ampliamente como Jessen, lo mira tan tranquilo y tan pacífico que por eso la sonrisa está de más.

Por eso, ofreciendo su brazo a su madre, y luego sosteniéndola con suavidad, es que encamina sus pasos hacia el automóvil que ya espera por ellos; una vez más piensa que será un  día muy largo, pero no importa, porque esta con su familia, porque su madre está con él y de ahora en más sólo debe pensar que todo seguirá mejorando, porque así es como debe de ser.

El camino transcurre en silencio, tan sólo mirándose entre ellos, no hace falta decir nada, aunque justo cuando el automóvil se detiene y las puertas son abiertas, siente su respiración paralizarse unos momentos ante la visión del Palacio Imperial justo frente a sus ojos, sujeta con un poco más de fuerza su agarre sobre el brazo de su madre, más Cecile solo le sonríe con suavidad, apartando delicadamente un par de mechones azabaches de su rostro.

-“Todo irá bien”- esta vez es la voz de Koe, la esposa de Jessen, la que consigue captar su atención, ella también le sonríe, dándole ánimos y posando una de sus manos en su hombro, apretándolo con suavidad, tratando de transmitirle confianza aun cuando ella misma parezca estar nerviosa.

Y no es para menos, sobre todo tomando en cuenta que Koe no es precisamente la señorita de clase alta que cualquiera esperaría fuese la esposa de un Avalon, menos del actual líder Avalon; aun así ella solo sonríe como si lo que fuesen a hacer fuera de lo más sencillo, igual que si su situación fuese de lo más normal, como si haber pasado de ser una criada a la actual esposa del líder Avalon, no fuese nada del otro mundo.

Pero no es sólo eso, no es sólo que tanto ella como Jessen hayan ido contra lo impuesto por su Sociedad, sino que no conformes con eso, con haberse casado, Koe incluso ha conservado su apellido, y hasta en el presente instante se atreve a llevar la contraria, luciendo un hermoso vestido estilo oriental, el atuendo que representa a su familia, los Romaji, y no a los Avalon, contrastando enormemente con Jessen, pero a él tampoco le importa, porque Jessen es diferente, Jessen no es como los demás, Jessen es como un fuego nuevo en una familia tan antigua como la suya.

-“Vamos, vamos, seguro Sui y Yura deben estar algo inquietos por no vernos”- Yoru parpadea un par de veces, asintiendo con la cabeza y suspirando hondo antes de emprender la marcha, colocándose justo detrás de la otra pareja que los acompaña: Los Eljan-Shang, su sobrino Trent Eljan Avalon  y su esposa, Isuzu Shang, la hija del hombre que años atrás destruyó a gran parte de la familia Avalon.

Aunque desde luego, a Yoru eso no podría sino importarle menos, no después de conocer a Isuzu, mucho menos ahora, cuando a pesar de llevar semejante carga, al igual que Koe, no sólo decidió no cambiar su apellido sino que además en el presente, porta orgullosa un atuendo digno de una Shang, un precioso vestido muy al estilo oriental, parecido al de Koe, su mejor amiga.

Entonces, contemplando el panorama al completo, Yoru se obliga una vez más a pensar que pase lo que pase, todo saldrá bien, porque están juntos, para apoyarse, animarse y sostenerse los unos a los otros, aun cuando poco a poco y mientras más avanzan, los murmullos y las miradas a su alrededor, no hacen sino incrementar. Yoru se obliga a mantenerse firme y continua con su camino, atravesando el largo pasillo que los guía a los jardines de Palacio, contemplando con sorpresa el enorme Coliseo de oscura piedra que aguarda por ellos, suspira hondo y sigue caminando, no importa lo que la gente diga, no importa cuán mal lo miren, él siempre será él y nada ni nadie podrá cambiar eso, nada ni nadie podrá menospreciarlo ni mucho menos arrebatarle todo aquello cuanto ama, ya no.

Se atreve entonces a levantar la mirada en alto, demostrando así que no cederá, sin importar el qué, hasta en el momento en que finalmente llegan a su sitio, el enorme y lujoso palco correspondiente a la Familia Avalon, y para este punto las miradas y los susurros, las habladurías, ya no importan más.

Ahora solo queda aguardar en silencio a que ellos lleguen: los Emperadores Nocturnos y de Celes, los Señores reinantes sobre Demonios, Ángeles, y toda aquella criatura que posea magia. Inevitablemente su mirada termina fija justo en el lugar en donde extrañamente, cuatro tronos vacíos aguardan por la llegada de sus dueños: Los Emperadores Nocturnos y de Celes; dos de ellos de oscuro color, mientras los otros muestran un contrastante e impoluto blanco, los cuatro situados sobre una elevada plataforma, sitiados por varios tronos más, algunos oscuros, otros blancos, aguardando también por sus dueños, por los Príncipes y Princesas de Ángeles y Demonios.

Y mientras con la mirada recorre el lugar en busca de algún rastro de sus sobrinos menores, Yuury y Hisui, poco a poco va notando como el silencio se apodera del lugar, el cómo las miradas dejan de estar situadas en ellos para terminar justo en la entrada principal, por donde finalmente los soberanos de Ángeles y Demonios, hacen su aparición, ataviados todos con elegantes trajes blancos o negros, según su procedencia, mostrando una perfección y majestuosidad nunca antes vista, o no al menos antes de ellos.

Al verlos de esa forma, a Yoru le es incluso un tanto difícil creer que sean los mismos jóvenes con los que apenas unos meses atrás podía salir a cualquier sitio, reír y pasar momentos tranquilos como si todos fuesen una familia. No como ahora, cuando sus rostros permanecen serios, con pasos seguros, avanzando hasta ir tomando uno a uno su lugar, hasta el punto en que finalmente, tres parejas hacen su aparición: el Príncipe Elliot Ewon Darko Cavanhalty, sosteniendo delicadamente a su joven esposo, el Príncipe Natsuhi Nori Darko Kazuma, a quien deja justo frente a uno de los cuatro tronos más altos, besando suavemente su mano antes de hacer ante él una reverencia y apartarse tan sólo para tomar su propio trono.

Justo tras ellos hacen su entrada el joven Príncipe Joshua Yeidher Darko Cavanhalty, llevando del brazo a su joven esposo, el Emperador de Celes: Alexis Mattew D’Celes-Darko, un ángel cuya perfección parece irreal, de cabellos rubios cual oro, orbes verdes, tan verdes como las esmeraldas y una piel blanca cual porcelana, en su perfecto rostro lleva una suave y sutil sonrisa, tan diferente y tan radiante, un ser cuya luz parece brillar por encima de todos y a quien no parece importarle llevar sobre sus rubios cabellos la majestuosa corona que lo ostenta como Emperador de Celes, el Señor de todos los ángeles y todas las criaturas de luz, pero más allá de eso, ser el ángel que se atrevió a retar al mundo, a enamorarse y casarse con un Nocturno, con un demonio, un ángel a quien todo eso no sólo parece no importarle, sino que además no tiene reparo alguno en posar un muy sutil beso en los labios de su esposo, tan solo a modo de momentánea despedida, justo antes de ambos ocupar sus respectivos lugares.

Y finalmente, ella hace su aparición: La Emperatriz Nocturna, soberana de todos los demonios y criaturas oscuras, Hanna Haylley Darko Cavanhalty, un ser de una belleza constantemente comparada a la de un hada, “Hada Demonio”, suelen llamarla, por su largo y ondulado cabello rojo como el fuego, por sus ojos de un profundo y penetrante color escarlata, y por su piel blanca y de apariencia suave, como la seda más fina, todo aquello eclipsado por la suave sonrisa en sus carnosos y rosados labios, una sonrisa dirigida al joven que guía sus pasos, su esposo, Train Ilya Eljan Avalon, el joven hombre sobre quien las miradas parecen centrarse, algunas con sorpresa, otras con desprecio o incredulidad, todas juzgándolo, preguntándose cómo alguien tan simple pudo llegar a tan alto lugar, a convertirse en el esposo de la Emperatriz Nocturna.

Más a Yoru no le hace falta más que mirarlos así, caminando uno al lado del otro, sonriéndose, como para darse cuenta de la razón, de la única razón capaz de ganarle a cualquier lógica, y es que ellos se aman, tal vez de una forma en que nadie más que ellos mismos, podría comprender, una sólo comparada con el amor existente entre el Emperador de Celes y su esposo, el Príncipe Nocturno, o incluso tal vez comparada con los Príncipes Elliot y Natsuhi, quienes a pesar de la poca distancia que los separa, no dejan de intercambiar miradas, y de vez en cuando, muy pequeñas sonrisas, sonrisas cómplices que en el rostro del Príncipe Elliot toman incluso un leve matiz de diversión cuando su mirada queda sobre la blanca corona que su esposo luce, adornando sus largos cabellos color lavanda, sujetos en un hermoso moño, que junto al flequillo y al par de mechones que enmarcan su bello rostro, no hacen sino resaltar sus orbes rojizos adornados por un muy leve tono violáceo, como un atardecer antes de que la noche se apodere del cielo.

Esta tan distraído en mirarlos que por eso, cuando siente el ambiente tornarse un tanto más pesado, es que finalmente vuelve su atención hacia la joven Emperatriz, quien para la sorpresa de todos los presentes, se acerca hacia la zona en la cual los Guardianes y Protectores de la Sociedad, permanecen sentados, todos con las miradas fijas en ella, para observar el momento en que deja sobre un asiento vacío, un pequeño colgante, y tal vez si fuese cualquier otro lugar, aquello no importaría en lo absoluto, pero aquel sitio pertenece al Guardián de la Oscuridad, el título que ella solía ostentar, hasta ese momento, en que parece estarlo abandonando, para sorpresa de los demás Guardianes y de todos los presentes, más no es sólo ella quien comete tal acto, sino también su esposo, quien ante su Sociedad, renuncia a su lugar como Guardián de la Espada, levantando no solo sospechas sino también dudas, más en los demás Guardianes.

Pero nadie se atreve a decir nada, ni siquiera en el momento en que ambos se apartan de esa zona para retomar su camino hacia el lugar donde el resto de su familia aguarda por ellos, la Emperatriz sentándose en su negro trono, ubicado justo a un lado de su cuñado el Príncipe Natsuhi, mientras su esposo toma asiento junto al Príncipe Elliot, quien lo mira de reojo tan sólo por unos instantes, como analizándolo, inspeccionándolo igual que si fuese la primera vez que se vieran.

Después sólo queda el silencio, interrumpido de vez en cuando por los murmullos de los presentes, todos mirando insistentemente hacia el par de tronos aún vacíos, preguntándose ¿A quiénes pertenecerán? y también ¿Por qué  aún no han llegado?, ¿Por qué tanto la Emperatriz Nocturna como el Emperador de Celes se muestran tan tranquilos ante semejante falta?, e igual, probablemente se pregunten por el ocupante del segundo trono oscuro.

Más los murmullos de repente se ven acallados cuando dos personas atraviesan las mismas puertas por las cuales los Nocturnos y Celesianos recién han entrado, ambos caminando en silencio, con la mirada fija en quienes frente a ellos se encuentran.

Y mientras poco a poco los susurros vuelven a hacer acto de presencia, es la Emperatriz Nocturna quien se pone de pie antes que nadie, encaminando sus pasos hacia los recién llegados, mostrando una sonrisa radiante, tal vez deleitándose por todo aquello que en su entorno sucede.

Su sonrisa parece tornarse aún más amplia en cuanto su mirada queda fija justo sobre la blanca corona que descansa sobre los cabellos albinos de Hisui, porque en efecto, es Hisui, su pequeño sobrino, quien recién ha entrado, acompañado de su prometido, Yuury Alexei Avalon, ambos ataviados por ropajes idénticos a los de los demás Celesianos y Nocturnos.

Entonces los murmullos vuelven a reinar en el recinto, tan sólo avivándose cuando es justamente el Emperador de Celes quien guía a Hisui hacia el blanco trono situado a un lado del de él, y finalmente, justo cuando pareciera que nada puede aumentar más la tensión en el ambiente, tras esbozar una breve sonrisa, la Emperatriz Nocturna acompaña a Yuury hacia el único trono oscuro vacío hasta ese momento, dedicándole una última mirada antes de volver al propio.

-“Bienvenidos sean, y ahora que ya todos estamos presentes, es momento de iniciar la reunión”- su voz se deja escuchar por todo el lugar, suave, como una campanilla, tan melódica pero al mismo tiempo tan llena de matices diferentes, que con ella consigue hacer a todos callar.

Más a Yoru no puede sino importarle menos el que todos estén o no presentes, porque su mirada aún permanece fija en la figura pequeña de Hisui, su pequeño sobrino Hisui, aquel niño a quien sin saber a dónde su destino los guiaría a ambos, se encontrara años atrás en un sucio callejón, asustado y solo, tan temeroso incluso de su propia sombra, que por eso Yoru no dudó en ningún momento de intentar protegerlo, lo mejor que pudo, en todo momento, incluso en el presente, en que una parte de sí mismo parecía susurrar a su oído que lo mejor era tomarlo y sacarlo de aquel lugar, evitar que todas esas miradas de desprecio, llenas de prejuicios, se situaran sobre él, un niño inocente a quien había visto padecer el peor de los infiernos.

-“Tal vez no lo sepan pero, tiempo atrás, hubo una era en que Nocturnos y Celesianos estuvimos en guerra, la razón: El tomar la difícil decisión de si entregar o no, la magia a los humanos, permitir o no que los humanos supieran de nuestra existencia”- La Emperatriz vuelve hablar, haciendo una pausa y sonriéndose brevemente, tal vez recordando al igual que Yoru, el punto al que desea llegar con esa historia.

-“Más a pesar de las cruentas batallas, la respuesta no tardó en llegar a nosotros, justo en manos de quienes menos se esperaba, los herederos de ambas familias, los “Amantes Prohibidos” como ahora los conocemos”- la voz del Emperador de Celes se deja escuchar esta vez, con un tono tan dulce y melodioso como tal vez nadie nunca antes hubiese podido escuchar, y él también sonríe, dedicando una breve mirada a Hisui.

-“Leiyan Astaroth Darko y Zelen Hijau D’Celes, no solo permitieron el surgimiento de esta Sociedad, sino que también dejaron a su legado entre nosotros, el primer ser nacido de la unión de la Luz y la Oscuridad, el fruto de su amor, su hijo,  un Príncipe mitad Nocturno y mitad de Celes, pero también, el soberano absoluto de esta Sociedad, el Emperador Takato Hisui Darko D’Celes”- y ella otra vez sonríe, pero no solo es ella, sino también el Emperador de Celes, ambos mirando hacia Hisui, reflejando tan solo orgullo, cariño y protección para con él, haciendo saber a Yoru, que esta vez no hace falta que él rescate a Hisui de todo aquello que pueda dañarlo, porque finalmente está en casa, con los suyos.

Si, con los suyos, porque no sólo ambos Emperadores lo miran de ese modo, sino también los Príncipes y Princesas, todos mostrando su amor y su cariño en sus miradas, dejando entrever que no solo lo aceptan como uno de ellos, sino que también están dispuestos a protegerlo con todo y contra todo.

-“Más al igual que los “Amantes Prohibidos” dejaron su legado entre esta Sociedad, mi abuelo, el Emperador Shigeru Endimión Darko, ocultó parte de su semilla, una que hoy, después de tanto, vuelve al hogar, y a quien puedo llamar parte de mi sangre, mi primo, el Príncipe Yuury Alexei Darko Avalon”- apenas la Emperatriz pronuncia las palabras, las miradas terminan justo sobre Yuury, y por más que en un principio Yoru no tuviera reparo alguno en rechazarlo, ahora que todo ha cambiado, ahora que son una verdadera familia, también desea sacarlo de ahí, evitar que cualquier peligro lo amenace.

Y no es el único, a su lado, Jessen aprieta las manos en puños, seguramente deseando tomar a su hermano menor y alejarlo no solo de las miradas y los susurros, sino también del mundo entero. Pero para ambos queda más que claro que no pueden hacer nada, no cuando el mismo Yuury parece tan tranquilo en su lugar, tan solo correspondiendo a la sonrisa que la Emperatriz y Hisui le dedican.

-“Por eso hoy, cuando todos estamos reunidos, los cuatro Emperadores hemos decidido comunicarles una importante decisión, una que esperemos nos abra las puertas hacia una nueva era, hacia una nueva Sociedad, una que sea tal y como nuestros antepasados tanto soñaron”- ¿Nueva era? ¿Nueva Sociedad? ¿Cómo lograr eso? En silencio es todo lo que Yoru puede preguntarse, porque no importa cuánto conozca a la Emperatriz y sepa de sus intenciones, algo como lo que ella y los otros desean, algo como lo que los padres de Hisui tanto anhelaron, es imposible.

Solo necesita mirar a su alrededor para saber que aquello no pasará de un sueño, porque sin importar el qué, aún hay personas que lo miran, que lo juzgan, por ser el hijo de la otra, el hijo bastardo que su padre tuvo con su amante, el hijo de un hombre que con tal de lograr sus objetivos, no tuvo reparo alguno en asesinar a quienes se atravesaran en su camino.

-“Hoy hemos de elegir un Nuevo Concilio, uno que en conjunto con los Guardianes y con todos nosotros, ha de guiar esta Sociedad hacia el futuro de paz que tanto hemos estado buscando”- al escuchar la palabra paz salir de entre los labios del Emperador de Celes, Yoru no puede sino sonreírse con ironía, la paz en una Sociedad tan corrupta como esa, ya es solo una bonita ilusión.

Una muy bonita ilusión que no tiene cabida en un mundo en el cual, personas como su padre, siempre han de existir, un mundo en el que él tendrá que soportar ser siempre el hijo bastardo de un asesino, del hombre que fue el verdadero causante de la casi extinción de su propia familia, el hombre que casi consigue terminar con la vida de Hisui, el monstruo que usó a Yuury para su propio beneficio y que sin lugar a dudas, de haberlo conocido, igualmente lo habría manipulado.

Por eso es una suerte de alivio jamás haberlo conocido, para Yoru nada es más reconfortante que el saber que Vladimir Avalon nunca aparecerá en su vida para intentar controlarlo o hacerle daño alguno a su madre o a cualquier otro de sus seres amados.

Y además, con nuevo Concilio o sin él, nada va a cambiar en su vida, o al menos eso piensa, ajeno al otra vez tenso ambiente que reina en el Coliseo, un ambiente que no hace sino volverse más y más pesado conforme los nuevos Consejeros son nombrados uno a uno.

Yoru ni siquiera los mira, solo mantiene su mente concentrada en la cálida y reconfortante sensación de sostener la mano de su madre, pequeña y suave, entre las suyas, en el sentimiento de protección que percibe a su alrededor tan sólo proveniente del resto de su Familia, porque ahora que su padre ya no está, finalmente los Avalon vuelven a ser una verdadera familia.

-“El Octavo consejero será: Saluja, Alain Amid Saluja”- apenas mira de reojo al nombrado, un chico joven, pequeño, delgado, de largos cabellos azulados y piel blanca, vestido con un atuendo que le hace recordar a los cuentos de las mil y una noches, y que tal vez, por el apellido, debe ser natal del lugar de donde tan fantástica historia surgió.

-“Para el Noveno consejero hemos elegido a: Von Schein, Lucian Lyon Von Schein”- esta vez las miradas de ambos se encuentran por unos instantes, la de Lucian de un raro color rojizo que le recuerda levemente a la mirada de los Nocturnos, tal vez por el color, ya que el cabello rubio enmarca un rostro de piel clara con un semblante bastante serio, igual que sino esperara algo como aquello, y tal vez, solo tal vez, es por eso que aprieta las manos en puños y camina en silencio hacia su nuevo lugar, sin mirar a nadie, tan solo con la vista clavada en el piso, evitando cualquier otro contacto con alguno de los presentes.

-“Y finalmente, el Décimo consejero y nuevo Líder del Concilio, es: Avalon… Yoru Avalon Nacht”- en cuanto su nombre es pronunciado, el mundo parece detenerse y el suelo bajo sus pies de repente desaparece, su respiración se congela mientras su mirada se dirige hacia el rostro de la Emperatriz, más ella sólo le sonríe.

Una sonrisa que no alivia el pánico, la incertidumbre ni mucho menos el desconcierto, ¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Por qué no Jessen? ¿Por qué si iba a elegir a un Avalon, tuvo que ser a él y no a Jessen? Cuando finalmente consigue respirar, el aliento le sale cortado y se siente mareado, los brazos de su madre lo rodean mientras el silencio es roto por gritos, un escándalo que parece un horrible zumbido en sus oídos, como un mal presagio anunciando que sin importar lo que haga o lo que suceda, la decisión ha sido firmemente tomada y su destino con ella, ha sido sellado…

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Notas finales:

Aclaraciones del Capítulo...

 

Bueno, los que ya me conocen notaran que esto no se vio como muy mi estilo, y los que no, igual notaran que no se parece mucho al estilo del anterior capítulo, y eso es porque he tratado de centrarme en la forma de pensar de hombre joven hasta cierto punto normal, como lo es Yoru, por eso no me he puesto a describir a detalle muchas cosas, porque bueno, no es como si alguien cuasi normal como Yoru, supiera de vestidos telas y esas cosas ^^UU y esa es la explicación.

 

De antemano me disculpo por los errores de ortografía que se me pudieran haber pasado, estoy algo cansada e hice la mayor cantidad de correcciones que pude ^^UU

 

Acá les dejo la Galería actualizada de la novela nwn

 

http://s753.photobucket.com/user/Hanna_Darko/library/Susurros%20En%20El%20Silencio?sort=6&page=1

 

Igualmente quiero darles las gracias a todas las hermosas personitas que leyeron, más a las que dejaron reviews nwn como: Princess Natsu, princesa tsunade, Artemis y TsubakiChan28; estaré esperando ansiosamente por más lectores pero, sobre todo, por más reviews, porque amo leer las opiniones de todos, me hacen muy feliz con sus reviews, así que espero esta semana se multiplique el número de reviews por capítulo, así que, seré paciente y esperaré para leer sus reviews, pero también, espero que les haya gustado.

 

Nos veremos exactamente en dos semanas si nada se me atraviesa, así que, hasta pronto y que tengan un excelente fin de semana, ¡Gracias por Leer y de antemano, por sus Reviews!


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