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Error por Sarabi22

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Notas del capitulo:

Ciao! Cómo estáis? Espero que bien, solo para confirmaroslo soy Aamu16 de Fanfiction.net. En la información de mi perfil están mis distintas cuentas en otras webs.

Espero que os guste este nuevo capítulo, porque a partir de la semana que viene empiezo el instituto. Creo que todos sabemos lo que eso significa en mi caso. Así que, a escribir como una loca en los días que me quedan de libertad! Yey!!

Gracias por vuestros reviews, y gracias anonimo por avisarme. 1827Forever1827, espero que este capítulo resuelva tus dudas sobre Hana.

Sin más espero que disfrutéis de este nuevo capítulo de Error.

Nos vemos!

Una vez aceptado el anillo salieron todos juntos del club de boxeo.

-          Onni-chan, ¡No es justo! – se quejó Kyoko con un puchero, lo que más miedo les dio a todos era que fuese adorable. – ¡Yo también quiero ir a casa de Angelo-kun y Tsuna-kun!

-          No, usted va bien con sus notas. – replicó el moreno, la chica lo miró embelesada. A Reborn le recorrió un sentimiento de asco, mientras que en la mirada de Sieren podía ver un latigazo de ira.

-          Si usted lo dice… sensei… – comentó coqueta de más, los más jóvenes miraron con miedo a la albina, quien ardía en ira. Reborn se estremeció, pero no por lo que Kyoko creía, más bien tenía miedo de que su esposa se cargase la escuela. Tragó en seco.

-          Ma-mamma, papà, vámonos. – pidió Tsuna, agarrando la mano de su padre y la de su madre.

-          S-si, vámonos. – Angelo se llevó casi a rastras a los deportistas, dejando a una peli-naranja sin saber qué hacer. Tsk, su presa se había escapado.

Entonces apareció Ieyasu por allí, parecía haber estado buscando a su novia, claro que no le importaba que coqueteara un poco con otros. Pero de ahí a intentar seducir a ese demonio… a veces pensaba que su ambición la llevaría a la ruina.

-          Kyoko, – llamó aburrido, ella se volvió hacía él con una sonrisa de lo más coqueta. – Te he estado buscando. Mi viejo ha invitado a cenar a mi madre, ¿Vienes? – una propuesta que si no llevaba segundas ella tenía la piel verde. Ieyasu le permitía sus pequeñas cacerías siempre que no fueran algo serio, mientras no se descubriera el amante daba igual que lo tuviera, mientras no fuera descarada frente a él y sus amigos qué importaba que fuese…

Ieyasu solo tenía ventajas en todo este bizarro trato tácito entre ellos, si se descubría que lo engañaba él quedaría como el pobre novio, quien a pesar de ser un caballero y tan buena persona había sido despreciado de esa forma tan horrible. Todos los que habían estado con Kyoko sospechaban lo puta que era en realidad, le miraban con indecisión, no querían contradecir sus gustos y acabar marginados. Si llevaba el momento, él sería la víctima y Kyoko la mala. Fingiría estar triste unos cuantos días y se acabó, fin del teatro, adiós Kyoko, hola libertad.

Hana Kurokawa era la única que había intentado avisarlo, pero le había hecho oídos sordos. Al intentar hacer algo bueno había acabado siendo odiada, porque a fin de cuentas, Kyoko-chan era la prima donna de la secundaria Namimori. Casi sentía lástima por ella.

-          Claro, Ieyasu-kun. – le contestó con una adorable sonrisa, claro que la forma en la que se apoyaba en su pecho tenía poco o nada de inocente. Una repugnante contradicción, igual que lo era “Hela”, la hija de Loki. Pero claro el muchacho no tenía tan vasto nivel de cultura.

Sonrió de forma canalla y ambos se fueron juntos a la casa de los Sawada.

Por otra parte, lo Arcobaleno ya habían llegado a casa. Después de un largo trayecto recorrido a la carrera por miedo a lo que pudiese hacer Sieren. A Angelo y a Tsuna casi les faltaba el aliento, Yamamoto estaba resollando y Ryohei jadeaba como si hubiese corrido una maratón.

-          Por fin. – dijeron al unísono los hermanos soltando las correspondientes manos agarradas.

-          Ah, hola Thanatos. – saludó el moreno de ojos verdes a su mascota, quien ya subía por su pierna.

-          ¡End! – exclamó Tsuna al mismo tiempo que estrechaba al gatito en sus brazos. – ¡Te eché de menos! – era la primera vez que se separaban tanto tiempo el uno del otro, por ello, Endimión no se quejó.

Un gato negro de esbelta figura saltó al hombro de Sieren, se restregó contra su nuca siendo tapado por una cascada blanca luna, parecía una mancha negra en medio de un mar blanco.

-          Alaïa. – susurró sonriendo mientras la gatita se seguía restregando feliz, adoraba el olor de su dueña, se parecía tanto al del lugar del que decían venía… a maderas y especias, exótico y cautivador.

Por último León se dejaba acariciar por su dueño con gusto, aunque demostrarlo era casi imposible. Por otro lado los dos chicos nuevos estaban con los ojos como platos, un gato vale, dos también, pero… ¡¿un camaleón y una serpiente?! ¡¿Dónde se había visto semejante mezcla?!

-          Angelo – llamó Takeshi, titubeante, intentando no hacer movimientos bruscos, ya que la serpiente de escamas doradas lo miraba con unos enormes ojos azul hielo.

-          ¡Apártate al extremo! – gritó el boxeador, tirando al mismo tiempo un puñetazo. Lo único que consiguió fue que la serpiente se le enrollara al cuello, enseñase dos afiladas hileras de colmillos y no precisamente pequeños…

-          Thanatos, suéltalo. – ordenó el dueño con voz dura. – Vuelve aquí. – fluyendo como el agua pasó al brazo que extendía su amo. – Lo siento, está en su naturaleza.

El chico tosió, y tuvo que ser ayudado por Tsuna a levantarse. Fueron al salón y se sentaron al azar, eso sí, Ryohei y Yamamoto procuraron hacerlo lo más lejos posible de la serpiente. Por otro lado Sieren suspiró al sentarse, qué bien sentaba después de pasar todo el día de pie y en tacones. Reborn la rodeó con un brazo por los hombros, mientras Alaïa se acomodaba en su regazo.

-          Bien, empecemos por lo básico. – empezaron los adultos. – ¿Sabéis en lo que os acabáis de meter?

-          No. – respondieron los jóvenes al unísono.

-          Lo sabía. – suspiró la albina. Echó la cabeza hacia atrás dejando que Reborn diera las explicaciones.

-          Sois gilipollas. – fueron las primeras palabras que salieron de su boca.

-          ¡¿Cómo, AL EXTREMO?! – gritó Ryohei, crispando los nervios de Sieren.

-          ¿Quieres dejar de gritar? – un chasquido de sus dedos y Thanatos estaba alrededor de Yamamoto, mientras que Endimión, en su forma original, gruñía cerca de la cara de Ryohei. Por más que los otros fueran sus dueños, la primera al mando era ella.

Suspirando Reborn, le pidió que retirase a los animales o estarían más concentrados en ellos que en lo que tenían que decirles. Ella aceptó de mala gana.

-          Como podéis ver, esta no es una familia normal y corriente. – les comentó, ellos asentían callados para no despertar una vez más la ira de la albina. – Yo soy hitman, mi mujer también lo es. – soltó de golpe, los otros parpadearon perplejos ante dicha declaración. – ¿Veis aquel cuadro de ahí? – preguntó, ellos asintieron, era una réplica de “La libertad guiando al pueblo” de Delacroix. – Le voy a dar en el ojo a la mujer que sujeta la bandera.

Y así lo hizo, por si eso fuera poco, ambos dejaron de reprimir su sed de sangre. Angelo siguió su ejemplo unos minutos después. Entonces fue cuando lo creyeron, sus profesores eran asesinos… sus caras quedaron tan blancas como el papel. Tsuna se llevó una mano a la cara, no podía creer lo que estaban haciendo sus padres y hermano.

-          ¡Basta! ¡Papá, mamá, Angelo! – se quejó el más pequeño de la familia, haciendo un puchero. – ¡Los estáis asustando más de la cuenta!

-          Es para que se den cuenta de la gravedad de la situación cariño. – le dijo dulcemente su madre guardando su deseo de sangre, después su padre y su hermano. De pronto era como si nada hubiese pasado, pero claramente ambos chicos pensaban que su vida acababa de acortarse.

-          Como decía, somos hitman, para ser concretos los mejores hitman del mundo. – aclaró, si estaban tensos ahora aterrorizados. – Estamos al servicio de la famiglia Vongola, la famiglia mafiosa más poderosa de todas. Y él – señaló a Tsuna. – es el décimo Vongola, tiene que conseguir a seis guardianes personales. – ahora las cosas empezaban a cobrar sentido, por qué Tsuna les había puesto esas condiciones, por qué podía darles aquello que habían perdido… – Vosotros habéis aceptado ser dos de los seis guardianes.

-          En pocas palabras os habéis metido de cabeza al corazón de la mafia sin saber nada. – resumió Angelo aburrido. – Y ahora tenéis que estar a la altura.

-          Os entrenaremos. – prometió la única mujer de la sala.

-          ¡Espera al extremo! ¡¿Por qué tendríamos que hacer eso?! – protestó Ryohei. – Oye, Arcobaleno, ¿No podemos devolverte los anillos al extremo? – preguntó.

-          Inténtalo. – le retó.

Y lo hizo lo único que consiguió fue un fuerte golpe en la cabeza, miró hacia atrás y lo vio un hombre fornido vestido de cura, Biblia en mano. Apostaba algo a que era con lo que le había pegado.

-          Ni se te ocurra. – le reprendió por intentar quitarse el anillo. – Yo soy el primer sol de Vongola, mi nombre es Knuckle. Te he elegido porque creo que eres el más adecuado para ser el nuevo sol de Vongola.

-          Lo mismo pienso yo de ti, joven. Creo que seréis digno de ser la nueva lluvia de Vongola. – añadió una voz tranquila, muy parecida a la del portado de su anillo. Era una voz que habla de forma constante y calmante, como la lluvia golpeando la ventana.

-          Hola Knuckle, Ugetsu. – saludaron al mismo tiempo Tsuna y un rubio casi igual a él. El rubio de ojos azules sonreía pacíficamente, mientras Tsuna tenía una sonrisilla condescendiente ante la sorpresa de los chicos. – Veo que habéis encontrado a los vuestros. Yo me quedo con este lindo cielo. – dijo abrazándolo con sus brazos fantasmales.

-          Sí, sí, por favor hablemos de vosotros otro día. – pidió la de ojos verdes.

-          ¡Qué fría eres! – exclamó Giotto con un puchero.

-          Déjame en paz Giotto, quiero entrenar a alguno de los chicos ya. – replicó la otra dedicándole una mirada de reproche.

-          Venga, venga, no seamos descorteses. – pidió Asari. – Hemos llegado de improviso, no deben estar muy cómodos con nuestra presencia. Si me disculpan, me iré ya.

-          Tan educado como siempre. – suspiró satisfecho Giotto, se separó de Tsuna y se despidió con esa dulce sonrisa que le caracterizaba. – Me voy yendo~.

-          Ahh, no lo volváis a intentar. – les advirtió Knuckle a ambos. – Me voy luna.

-          Hasta luego. – le dijo devolviéndole la despedida.

¿Luna? Y eso a qué venía, estaban concentrados en ello hasta que la misma se levantó y dio un par de palmadas para llamar su atención.

-          Ahora que está todo claro, empecemos. – afirmó la chica sin consentimiento de los nuevos. – Angelo, examina al moreno. El boxeador se viene conmigo.

-          Vale. – concordó Angelo.

-          ¡Espera AL EXTREMO! – pidió el chico siguiéndola hasta el amplio jardín. – No puedo golpear a una mujer.

-          Vale, entonces yo te golpearé a ti. – admitió la mujer mientras se quitaba los tacones y la falda, debajo llevaba unos shorts de deporte hasta la mitad del muslo. También se quitó la chaqueta y la camisa. Al final estaba en shorts, camiseta de tirantes y descalza.

-          ¿Qué-? – solo le dio tiempo a realizar el inicio de la pregunta.

Sieren ya se había lanzado, una patada directa al pecho, afortunadamente para Ryohei sus reflejos eran lo suficientemente buenos. Lástima que sus piernas no lo fueran. Acabó estampado contra el muro, cayó al suelo de rodillas y miró detrás, el muro donde había impactado ahora tenía un cráter. Estaba tosiendo y como pudo se puso de pie.

Veía a Sieren en el lugar donde había estado él antes, sin moverse, esperando a que atacase.

-          Si sigues diciendo eso, el único que acabará mal aquí eres tú. – le advirtió.

-          No… voy a – jadeó. – ponerle… la mano encima… a una mujer. – su paciencia se acababa de esfumar por completo, lo siguiente que supo Ryohei es que se había vuelto a estampar contra otro muro y lo tenía agarrado de la garganta, cortándole la respiración.

-          Di eso cuando seas capaz de golpearme. – le dijo, Ryohei veía que ni siquiera había roto a sudar. Hablaba con la misma voz sosegada de siempre, los mismos ojos aburridos, pero su fuerza era abrumadora. – Deberías hacer algo si no quieres morir, si no vas defenderte sencillamente morirás. Nadie lo sabrá, nadie me delatará, tu cuerpo desaparecerá y con el tiempo serás olvidado. Después de todo no tienes a nadie a quien proteger. – sentenció provocando que Ryohei abriese los ojos y la mirase, las imágenes de Tsuna pasaron por su mente. Había prometido protegerle, no moriría sin cumplir esa promesa.

Fue entonces, al borde de la muerte, cuando empezó a apretar con fuerza el brazo de la albina. Sieren casi podía oler las ganas de vivir en el muchacho, sonrió por el hecho y lo soltó, aunque esto provocó que acabara en el suelo tosiendo y buscando aire.

-          Felicidades, has pasado la primer lección. – le felicitó la otra en cuclillas a su lado, tenía una brillante y cautivadora sonrisa en los labios. El otro se preguntó cómo era posible que la tuviese si había estado seria y a punto de matarle hacía unos segundos.

El pobre muchacho no pudo más que emitir gruñidos y jadeos mientras lo ayudaba a ponerse en pie. Lo llevó a la sala de estar, desde donde lo habían visto todo los demás. “Mamá sigue dando miedo.” Pensaron los hermanos.

-          Tsuna, – llamó Yamamoto sin dejar de mirar a las dos figuras que se acercaban. – Recuérdame que nunca haga enfadar a tu madre.

-          No te preocupes. – respondió el castaño. – Cualquiera de los aquí presentes lo hará.

-          Nuestro padre es igual. – confesó Angelo. La morena piel de Yamamoto se hacía más y más pálida por momentos, ¿en dónde se había metido?

-          Bien, Angelo. – llamó la mujer al volver al salón y sentar a Ryohei junto a Yamamoto. – ¿Has terminado con Takeshi? – preguntó, el pobre se había olvidado por completo de eso.

-          Ah, no. – dijo temiendo lo peor, que para su suerte no sucedió.

-          Pues ¿A qué esperas? – tenía un tono des-estresado, lo sentían por el pobre Ryohei.

-          Voy. – aseguró el chico. – Yamamoto, no te asustes, no hagas movimientos bruscos y no intentes deshacerte de ella. – le advirtió mientras Thanatos se enroscaba en su torso y se mordía fuertemente el hombro. Pronto la tela del jersey estuvo teñida con algo de sangre, un grito ahogado salió de los labios de Yamamoto.

Thanatos al haber sido creada de las llamas del sol lo que corría por sus colmillos no era veneno, sino llamas del sol, el fuego de la curación. Si lograba soportarlo, estaría curado. No era la manera más sencilla, mucho menos la menos dolorosa, pero era la mejor y más efectiva. Si no te mataba claro…

Por un segundo tras los ojos del ex-beisbolista hubo una explosión amarilla que solo él mismo pudo ver. Era como un fogonazo de luz dorada que le hacía creer que había una enorme mancha amarilla en medio de la habitación, o a dónde fuera que mirase.

-          Duele. – los hermanos que estaban conteniendo la respiración soltaron un suspiro. – Pero ya me siento mejor.

-          Por un segundo pensé que no lo lograría. – dijo Tsuna.

-          Ya somos dos. – le secundó su hermano.

Thanatos se deslizó por el hombro de Yamamoto hasta el suelo y reptó hasta el jardín, durante unos momentos de silencio, todos se dedicaron a observar como trepaba hasta las ramas de uno de los árboles.

-          En fin – dijo Sieren atrayendo la atención de todos. – ¿Takeshi?

-          Sí, señora. – respondió el otro.

-          Quítate la escayola y la venda, – le ordenó, el otro la miraba atónito. ¿Cómo? Pero si el médico le había dicho que no lo hiciese. Vale, era molesta pero tenía que hacerle caso al médico. – por favor.

-          O te la quitas tú o te la quito yo. – amenazó Reborn, cosa que no debían tomar ninguno de los presentes a la ligera.

El chico lo intentó, de verdad que lo hizo, pero no podía sacárselo.

-          Extiende el brazo y tuerce la cabeza al lado lo más que puedas. – ordenó, si Sieren era blanca de por sí, ahora estaba azul, corrió a abrir los grandes ventanales que daban al jardín. – Más recto, así. – Tsuna se agarró al brazo de Angelo con fuerza, entonces ocurrió, un disparo.

La cara de Yamamoto era un poema azulado, la Ryohei uno blanco, los hermanos miraban a su padre mientras pensaban “Sigue igual de sádico.” Sieren por su parte hacía recuento de los daños.

-          En esta casa hay cuatro maneras de hacer las cosas… – empezó diciendo la albina. – La buena, la Vongola, la suya – dijo señalando a su marido que sonreía con la pistola apuntando al techo. – y la mía. Sinceramente no sé cuál es peor. – finalizó encogiéndose de hombros.

-          ¡¿Cómo habéis sobrevivido en esta casa AL EXTREMO?! – preguntó el boxeador con los ojos desorbitados sin recuperar del todo su color normal de piel.

-          A saber. – respondieron al tiempo.

-          Bueno, terminemos que sacar esa escayola. – propuso Sieren omitiendo el pequeño intercambio de hacía unos segundos. – No te preocupes, lo haremos por las buenas. – le dijo a Yamamoto, quien se sentía atrapado en una guarida de psicópatas.

Sieren cogió la escayola por la parte más cercana al codo y tiró suavemente, poco a poco, tirando delicadamente le acabó sacando la escayola al ex-beisbolista. Quién estaba aliviado de que lo hubiesen hecho por las buenas. Se puso de pie y movió el brazo de forma circular con el fin de desentumecerlo, era como si nunca se lo hubiese roto. Pero, aún así estaba seguro de que ya no volvería a jugar al beisbol. Eso se lo debía a la familia de Tsuna, bueno, ahora su familia, y por la familia haría lo que hiciese falta.

-          Hum – escuchó murmurar a Sieren. – espadachín. Tienes buenos brazos y reflejos, también eres resistente.

-          Te lo dije. – sonrió triunfante el mayor de sus hijos. – ¿Qué estilo sería bueno para él?

-          El de su padre seguro que le va bien. – aseguró el hitman, quien por fin había guardado la pistola y sonría con las manos entrelazadas. Estaba cruzado de piernas y con la espalda recta, llevaba una sonrisa marca arcobaleno estampada en la cara. Algo marca arcobaleno nunca es bueno de ver.

-          Mi padre sabe kendo pero… – dijo el chico titubeante, no podía imaginar a su padre como un asesino.

-          Que te enseñe él. – replicó Sieren sin admitir queja alguna por parte del otro. – Pero, vendrás aquí todas las tardes, os ayudaremos a hacer la tarea. – dijo sonriente. – La familia está para ayudarse y vosotros no tenéis muy buenas notas que yo sepa.

Los chicos se sonrojaron ante la mención de su bajo rendimiento académico. Pero aceptaron su ayuda encantados, después de todo esos anillos les habían dado una nueva familia. Costaría un poco acostumbrarse pero, seguro que lo harían.

Notas finales:

Ciao! Espero que os haya gustado, si tenéis alguna duda preguntadmela por review!

En fin, sin más que decir me despido!

Hoy en día la gente sabe el precio de todo y el valor de nada. -Oscar Wilde.-


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