Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Simplemente mi Bocchan por Haruka Eastwood

[Reviews - 62]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola!! 

Mil perdones por la demora ¿alguien me recuerda aun? TmT 

Lamento si el capítulo es un poco aburrido, pero es que se tenía que explicar esto de lo contrario la historia carece de sentido ._. 

Gracias por leer!! :3 

Simplemente mi Bocchan

Capitulo 9: Traiciones

—¿Qué es lo que pretendes con todo esto? —cuestiono Raziel con tranquilidad, sentándose frente al escritorio de roble blanco, mirando despreocupadamente por el amplio ventanal que tenia la oficina de Jeliel.

Raziel era un ángel sumamente atractivo, de piel blanca, poco más de uno ochenta de altura, un largo y sedoso cabello rubio que le llegaba más debajo de la cintura y unos expresivos ojos color amatista, quien había sido nombrado por Dios como el guardián de los secretos, siendo encargado de una inmensa biblioteca. Su carácter era sereno, justo y serio pero bastante amable y en ocasiones risueño, siendo así todo lo contrario a su hermano menor Jeliel, al cual la mayoría de ángeles le temía por su carácter tan voluble y el cruel trato que mantenía con todos, tratándolos como esclavos.

—¿A qué te refieres exactamente? —musito con desgano sin apartar la vista del abundante papeleo que tenía que checar.

—¿Qué pretendes mandando a matar a esos tres shinigamis? Si desde siempre has sabido que los dioses de la muerte son seres neutrales. Pese a que están por debajo de un ángel, se mantienen arriba que un humano de acuerdo a la jerarquía, pero eso no quita que sigan siendo “neutrales” —hizo énfasis en la última palabra mirando con severidad a su orgulloso hermano que seguía sin dignarse a mirarlo—. Y estas olvidando a los del consejo, sabes que el proceso para juzgarlos es tardado, tal vez pasen otros treinta años antes de que les den la pena de muerte.

El ambiente se estaba tornando pesado y hasta cierto punto sofocante, si bien Raziel era alguien sumamente paciente, esa paciencia se esfumaba cuando Jeliel tomaba esa actitud arrogante y le ignoraba como ahora. Pese a todo no se rebajaría a subir ni un solo decibel a su habitual volumen de voz, simplemente se limito a mirar a su hermano mal.

—Precisamente por eso. Me estorbaban así que los saque del juego —contesto con sencillez mirando directamente a los ojos de su hermano, quien arqueo una ceja en señal a que continuara, por lo que bufo antes de agregar—: aquellos tres shinigamis ayudaron en más de una ocasión a los demonios, más concretamente a Emerick y aquel chiquillo hijo de Rachel, lo cual es considerado alta traición. Sin ellos que impongan el desorden haré que los demás “dioses de la muerte” cooperen con nosotros de ser necesario, bien sabes el desprecio que tienen por los demonios, así que habrá más de uno queriendo liquidar a esos despreciables seres.

—Se supone que para algo era el dichoso acuerdo de paz que “tú” propusiste, hasta ahora “aquellos seres” como los llamas no han hecho absolutamente nada…

—¡Eso no me garantiza nada! —exclamo con una mira psicópata—. He mandado a Ángela y Ash por los tres para que sean enjuiciados, no me interesa si los encierran, los matan o se pudren en una celda, lo único que me importa es que en un futuro no se conviertan en un estorbo para mis planes.

Raziel suspiro hastiado, mirando negativamente a Jeliel. Realmente era incorregible su odioso hermano.

No tenía la más mínima idea de cuánto tiempo llevaba huyendo de aquellos desagradables ángeles que le acusaban de traición, ¡estupideces! Todas y cada una de las cosas que enumeraron, el sería incapaz de cometer semejantes actos. Vaya que llego a ayudar una que otra vez a Sebas, pero tanto así como adjudicarle la pena de muerte ¿acaso estaban locos? Todo indicaba que si, ahora todo lo que le quedaba es ir corriendo como desquiciado hacia Undertaker con la vana idea de que pudiera ayudarle. Vaya que si alguien podía hacer algo en esta situación era única y exclusivamente aquel viejo shinigami.

Mientras corría maldecía interna y externamente su perseverancia al no dejarlo en paz; corrió a toda velocidad por entre las callejuelas de los barrios más pobres de Londres agradeciendo que la obscuridad ayudaba a ocultarle, entremezclándose entre las sombras de la noche. Prácticamente rogando para que le perdieran la pista y se alejaran. ¡Diablos! Repetía para sus adentros sintiendo que las piernas le fallarían en cualquier momento y su corazón se detendría de lo agitado que se encontraba, creía que era cuestión de segundos para que se desplomara del cansancio y dolor que sentía, pero había algo que lo hacía seguir adelante pese a todo. Tal vez no se lo haya dicho pero se lo debía, por él lo haría, por el encontraría una forma de librarse de todo…

No podía negar que tenía miedo, tal vez demasiado, pero no solo por él sino también por William, ya que el muy idiota creyó conveniente quedarse y sacrificarse para que el pudiera escapar ¡vaya idiota! ¿Acaso creía que su sacrificio le hacía feliz? ¿Acaso creía que lo aceptaría de buenas a primera? Pues no, se equivoco, prefería mil veces haberse quedado con él a salir prácticamente huyendo del lugar, pero tenía que conseguir ayuda de lo contrario el “sacrificio” —no pedido—, del moreno sería en vano, ¡Vaya terco! ¿Por qué hacer semejante estupidez? ¿Por qué arriesgar tu vida por alguien como Grell? No tenía sentido, en un principio quiso creer que por amor, que su amado moreno se sacrificaba porque lo amaba. Tan solo le bastaban un par de segundos para replantear aquello, ¿amor? ¿Enserio? Si el último siglo se la paso diciéndole lo insoportable que era, por lo tanto no era posible que de un día para otro William T. Spears “el tempano de hielo” sintiera tanto amor por Grell como para sacrificar su vida, ¡su libertad! No quería ni imaginar que era lo que le esperaba a ese terco.

No podía evitarlo, tampoco hacía algo para evitarlo, por lo que dejo que las lágrimas resbalaran por sus pálidas mejillas empapando su rostro. Se sentía culpable, torpe y débil. ¡Ni siquiera fue capaz de defenderse como es debido! Se distrajo, lo hirieron y estuvieron a punto de amarrarlo y amordazarlo como un animal salvaje de no ser por William que se interpuso.

—Estúpido —mascullo con pesar.

Exhausto se dejo caer al suelo en un callejón agradeciendo que la desagradable presencia de esos seres haya desaparecido. Jadeaba y cada cierto tiempo contenía un alarido de dolor llevando sus pequeñas manos manchadas de carmín hacía un costado de su cuerpo donde una herida algo profunda le estaba pasando factura, exigiéndole ser atendida y tomando reposo. Pero claro ¿Quién pensaba en descansar cuando varias decenas de “ángeles” te persiguen para matarte? Al menos el no.

Con cuidado saco un pañuelo de su bolsillo y lo llevo hacia su herida haciendo una ligera presión, entrecerrando los ojos por el dolor, observando como la blanca tela se tornaba de un tono carmín. Solo necesitaba un par de horas, incluso menos para reponerse e ir en buscar de Undertaker.

—Solo un poco más —mascullo con dificultad antes de cerrar los ojos, dejándose caer en la inconsciencia.

—Pero qué lindo niño tenemos aquí —musito fijando su vista en la pequeña y delicada figura de Ciel.

Deslizo su lengua por sus labios lascivamente  al contemplar la imagen del menor, quien infantilmente se limpiaba las lágrimas con sus pequeñas manos en forma de puño junto a los rosales. No perdía ni el más mínimo detalle de cada gesto, cada acción y curva que lograba excitarlo. Odiaba admitirlo pero aquel chiquillo con aire de altanería tenía cierto atractivo que le llamaba la atención en más de una forma y estaba dispuesto a hacérselo saber así sea por las buenas o por las malas, realmente no le importaba siempre y cuando pudiera disfrutar de ese suculento manjar.

El demonio le miraba sumamente entretenido desde la ventana, imaginando toda clase de cosas que podría hacerle al pequeño conde «Tantas posiciones para enseñar» se dijo así mismo. Sonrió maliciosamente, pues su objetivo lo tenía enfrente, ni siquiera hubo la necesidad de infiltrarse en el palacio de Lucifer, ya que todo iba según lo había planeado su eminencia Raziel, solo faltaba muy poco. Pero no había que apresurar las cosas ya que siempre había tiempo para jugar un poco…

Sin embargo el joven Phantomhive permanecía ajeno a todo concentrándose en aquellos sentimientos que se agrupaban en su pecho, haciendo que doliera, como si algo dentro de él se hubiese roto.

—Maldito Sebastián. Estúpido demonio de pacotilla… —refunfuñaba por lo bajo el conde—. No era necesario que me dijera toda esa clase de estupideces si lo único que quería era utilizarme… no era necesario tanta cursilería, tantas malditas palabras de amor ¡No era necesario! ¡Maldito¡ ¡Maldito! ¡Te odio! Te odio… —dijo entre gimoteos, sintiendo una fuerte opresión asfixiante, su pecho le dolía en sobremanera, se sentía traicionado por el demonio que más amaba, al fin de cuentas “tú también mientes” se dijo internamente.

Sí, todos mienten, más los demonios que te seducen con dulces palabras que susurran a tu oído, para al final utilizarte y desecharte. «Un objeto» Eso era para aquel demonio, un arma… tan solo eso. Porque en esos momentos Ciel se sentía como un simple objeto que usas y cundo no te sirve es desechado. ¡Realmente genial! Ahora no solo se sentía patético, sino también vulnerable. ¿Dónde estaba el gran Conde Ciel Phantomhive? Porque en estos momentos no se sentía más que como un niño, indefenso a la expectativa de otros. ¡Patético! Al final él también había sido una pieza de su juego de ajedrez que con tanto esmero planifico cada movimiento.

Respiro profundamente, necesitaba calmarse o acabaría vuelto loco, él no era así, él no se dejaba de nadie, pero aquel demonio de mirada carmesí lograba desarmarlo, analizaba cada jugada a detalle, cada movimiento sobre el tablero y finalmente atacaba destrozándolo todo. Llego el momento que ya no sabía ni que pensar ¿Realmente él era solo un objeto al cual utilizar y desechar? No lo podía creer, mejor dicho se negaba a hacerlo, más cuando sintió aquellas finas y grandes manos delinear su cuerpo, recorrerlo con caricias que transmitían tanto amor y dulzura, que le tocaba como si fuese de cristal. ¿Cómo creer que eres parte de un plan cuando te juraron amor, cuando aquellos besos solo transmitían calidez?

Estaba a punto de levantarse, porque el conde Phantomhive no podía permanecer de cuclillas oculto entre flores extrañas llorando como un niño pequeño y perdido que necesita de sus padres. No se podía permitir llorar por nada ni por nadie. Con decisión se levanto quito todo rastro de lágrimas de su rostro y volvió a tomar esa actitud orgullosa y altiva, dio media vuelta a punto de regresar cuando unas suaves y sigilosas pisadas le hicieron detenerse, fue entonces que noto él delicioso aroma de las flores a su alrededor, sintiéndose perdido por tan encantador aroma.

—¿Qué es lo que te sucede pequeño niño? —aquella voz cálida, aterciopelada y hasta cierto punto venenosa se hizo presente sacándolo de su ensoñación, de su mundo de recuerdos donde por instantes quiso permanecer, encerrado y alejado de todo.

La distancia entre aquel ser y Ciel era cada vez menor, estremeciéndolo por completo, aun así se vio imposibilitado para retroceder, mejor dicho, “no tenía pensado hacerlo”, no veía la necesidad ¿por qué? Realmente no lo sabía. Levanto el rostro y contemplo al dueño de tan aterciopelada y tranquila voz. Un momento ¿Tranquila?

—¿Quién diablos eres? —espeto con arrogancia en su clásica pose de altanería misma—. Y ¿Quién rayos te crees para llamarme a mi Ciel Phantomhive “pequeño”?

Vaya que el “pequeño” tenía carácter, tanto como para no dejarse intimidar por la presencia de uno de los grandes demonios del infierno, pero era de esperarse, siendo hijo de ellos. Pero lo dejaría pasar, al menos por ahora, por lo que respiro profundamente esbozando una sonrisa ladina bastante perturbadora, con ciertos toques de lujuria plasmados en su sereno rostro.

—Mi nombre es Abaddona —se presento cordialmente—, y soy uno de los grandes duques del infierno… —no logro terminar su frase porque fue abruptamente interrumpido por el conde, quien le miraba desconfiadamente con el ceño ligeramente fruncido.

—Que estúpido nombre —exclamo con desdén dispuesto a marcharse de ahí, se dio vuelta; anduvo unos pasos, lentos pero firmes, no quería regresar al “palacio de él” pero tampoco sabía cómo salir de ahí o de otro lugar para pasar la noche. «Estúpido Sebastián» que lo llevaba a ese lugar, aun no podía asimilar del todo lo que acababa de escuchar, sobre ser un hibrido de demonio y ángel, lo único que tenía claro es quien era el blanco de su venganza, la cual ya podría ejecutar con sus propias manos.

Suspiro estaba hastiado de todo, ya que lo único que quería era darse una larga ducha y acostarse en su mullida cama, tan solo había caminado unos cuantos metros cuando la voz de aquel demonio le detuvo.

—No lo es tanto, como venir a llorar aquí ¿no te parece?

Su tono era completamente de mofa y burla, era como si le entretuviera hacer enfadar al pequeño quien le gritaba sandeces por la reciente ofensa, pero lo que no se esperaba era la fuerte bofetada que este le propino marcando sus pequeños deditos en su mejilla, enrojeciendo la zona afectada obligando a llevar su propia mano a su mejilla disimulando el dolor causado. El castaño lo miro asombrado por su osadía, lo tomo fuertemente del brazo obligándolo a encararlo, observo aquellos hipnóticos orbes cual zafiro aunado a la expresión altanera en aquel infantil rostro. Ansiaba devorarlo…

—No deberías tratar así a tus mayores —su rostro estaba muy cerca del Conde, aun así este no se movió un ápice sosteniendo la mirada. Sus respiraciones comenzaron a entremezclarse y sin que lo pudiera prever un ligero sonrojo apareció en las mejillas de Ciel, el cual permanecía estático ante aquel ser de gran belleza, sus ojos le miraban fijamente, pero no lo sentía amenazante; le gustaba aquella mirada ambarina que se posaba desvergonzadamente por su figura como si lo desnudara con esta, retándolo.

—Suéltame —ordenó altivo mientras su mirada se volvía a encontrar con la de Abaddona. Respiraba el embriagador aliento del demonio, que le seducía, pero también le era tan nostálgico, tan deprimente, como si su presencia le quitara toda energía de vivir. Ni siquiera forcejeaba ante aquel fuerte agarre que comenzaba a lastimarle el brazo, no entendía que es lo que pasaba.

—¿Qué pasa si no quiero? —susurro cerca de su oído dando una pequeña lamida al lóbulo de su oreja, que logro tensarlo por completo.

Su mente quedo en blanco, por primera vez no sabía que responder, mejor dicho ¿quería que le soltara? Ya ni el mismo entendía que estaba pasando, por su mente un solo pensamiento le invadía “quiero desaparecer”. Su cuerpo se tornaba pesado, mientras aquellos fuertes brazos le rodeaban y sus ojos le miraban con un sesgo de lujuria. Una tan tentadora y provocativa que le hizo desear probar más de aquellas caricias tan excitantes, sintiéndose basura ¡Deseaba que le tocase aquel asqueroso ser! Pero aun así su mente pensaba en Sebastián…

En cuanto Ciel salió fúrico por la puerta Sebastián intento alcanzarle, explicarle que lo que él le había dicho, no era ninguna mentira, que el realmente se había enamorado y lo último que aria sería utilizarlo como un arma, como un objeto al cual poder desechar, por su mente pasaron rápidamente cientos de posibles respuestas, pero ¿Cómo explicarle algo a alguien tan orgulloso? Lo más probable es que primero le quiera matar antes de poder decir si quiera una palabra, tan solo sabía que tenía que arreglar las cosas con su amado niño. De ser necesario obligaría a su padre a asegurarle que él, SU Ciel no sería usado para nada de lo que él pensaba. Pero una fuerte mano lo detuvo frustrando todos sus planes.

—¿Qué crees que haces? —reclamo el moreno al demonio mayor que le miraba seriamente—. No me impedirás irlo a buscar.

—Solo escucha —respondió—. Emerick, ese niño es la llave para el fin de este estúpido conflicto, si bien no lo obligare a nada en memoria de Astaroth, quiero que entiendas que tenerlo aquí creara un revuelo entre los duques y el consejo los cuales exigirán su lealtad —respiro profundamente peinando su cabello hacia atrás—, ya que así como puede ser benéfica su presencia también significaría el fin, por lo que tú te aras responsable de él, lo que implica enseñarle a usar sus poderes, habilidades, como lo quieras llamar.

—Lo dices como si de un juguete se tratase —dijo molesto Sebastián.

—Velo como quieras. El hecho de que esto no es un juego es el porqué te lo digo —camino lentamente hacia el sillón dejándose caer. Llevo una copa de vino a sus labios dando un pequeño sorbo antes de volver a hablar—. Jeliel lo está buscando…

—Lo sé… —fue interrumpido por el moreno que se marcho de ahí en busca de Ciel, pero algo no andaba bien, no era capaz de sentir la presencia de su joven amo, el contrato tampoco le daba indicios del pequeño. Chasqueando la lengua emprendió su búsqueda bastante molesto.

Cuando el peli azul abrió los ojos se encontraba recostado en una amplia cama, cubierto por unas rojas sabanas de satín, aquella suave textura bajo su cuerpo y sobre este le pareció deliciosa, tanto que volvió a cerrar los ojos disfrutando del momento con la intención de volver a caer entre los brazos de Morfeo. Tardo tan solo unos momentos en percatarse de que todo su cuerpo sentía aquella suave textura de la tela y aterrorizado se toco solo para descubrir lo que ya temía, se encontraba completamente desnudo. Horrorizado se sentó en la cama observando todo a su alrededor, constatando de que nada ahí le era familiar, hasta que recordó a aquel asqueroso demonio al cual busco con la mirada. Abaddona se mantenía de pie recargando su peso en el marco de la puerta observando con cierta diversión la cara del conde, la cual era todo un poema.

—Veo que ya despertaste Ciel —dijo con sorna el demonio castaño mientras se sentaba en la orilla de la cama, deslizando su lengua por sus labios provocando una sensación de repulsión en el menor.

Sentía su cuerpo sumamente pesado y adolorido, realmente no quería ni imaginar lo que ese repugnante ser le hizo. Con rabia apretó entre sus manos las finas sabanas dejando que un aura maligna emanara de su pequeño cuerpo, sus ojos se tornaron de un rosa felino y mirando al mayor pregunto:

—¡¿Qué diablos me hiciste maldito bastardo?! —grito colérico mientras se alejaba intentando cubrirse con las sabanas.

—Te desmayaste en el jardín de rosas, tenias fiebre y para bajar tu temperatura, tuve que quitarte esa estorbosa ropa —le miro lujuriosamente, provocando un enorme asco en el menor que deseaba salir corriendo con todas sus fuerzas de ese lugar, como alma que lleva el diablo, lo cual era sumamente irónico ya que se encontraba en el infierno.

El castaño se acerco hasta Ciel a paso felino y en un rápido movimiento inmovilizo al menor entre su cuerpo y la cama, comenzando a acariciar con descara la blanca y tersa piel del joven Phantomhive, que por más que forcejeaba no lograba librarse del agarre.

—Eres un maldito pervertido ¡bastardo! ¡Suéltame…! sus labios fueron sellados de manera hambrienta apresados con los del castaño, el cual parecía querer robarle la vida en aquel pasional beso, que recorría con maestría toda su boca, grabándose cada rincón y curva de la misma, mientras que con su mano comenzaba a acariciar el pecho desnudo del menor que inútilmente intentaba apartarlo.

Aquella húmeda y desagradable lengua invadió la pequeña boquita del conde en cuanto este intento volver a gritar, sintiendo como su labio inferior era fuertemente mordido. El demonio sujeto con una sola mano las muñecas del menor, deleitándose de la vista de aquel frágil cuerpo que tanto le atraía, y para su sorpresa este no ponía tanta resistencia; provocaba que sus más bajos instintos saliesen a flote, anhelando degustar hasta saciarse de aquel dulce aroma que emanaba el Conde lo incitaban a devorarlo de la forma más impúdica posible.

Libero sus labios momentáneamente, solo para pasarse a su cuello donde dejaba un rastro de saliva a su paso, seguido de visibles marcas de propiedad en la blanca piel del niño, lo que provocaban pequeños gemiditos por parte del conde, el cual no se explicaba “¿Cómo diablos era que se estaba dejando?” aquel tipo le causaba un inmenso asco y repulsión, pero su cuerpo no reaccionaba, a contrario quería que siguiera, que le tocara más ¿por qué? Aquel no era su Sebastián… entonces ¿por qué?

Un mareo se apodero del pequeño peli azul, haciéndolo jadear por falta de aire; el estado de Ciel, el demonio lo interpreto como “excitación” y le dejaría probar más de esa “deliciosa sensación” con sus caricias.

—Bastardo… detente —jadeo entre caricias que sacaron una enorme sonrisa en Abaddona, quien ignoro aquellos “intentos” por apartarle.

Aun faltaban un par de horas para que amaneciera, sin embargo no podía decir que se sentía mejor, seguía sintiendo un tremendo dolor en el costado, al menos agradecía haber podido parar la hemorragia. Finalmente a unos diez metros de donde se encontraba pudo ver la tienda del sepulturero,

Debería sentirse feliz, vería al viejo shinigami y con su ayuda rescataría a William. Sin embargo los ojos de Grell se abrieron completamente dando paso a una expresión de asombro total al observar todo el lugar destruido, su mundo se le vino encima, ¿Qué debería hacer ahora? ¿A quién recurrir?

—No puede ser —logro articular con dificultad cayendo de rodillas al piso.

Se encontraba tan perdido en sus pensamientos que no sintió aquella presencia acercarse hacía él, hasta que aquella fría mano cubrió su boca arrastrándolo un par de metros entre las calles del lugar. Su cuerpo se tenso presa del pánico, no tenía la fuerza suficiente para oponerse por más que pataleaba en un vano intento por liberarse de aquel maldito…

Continuara~ 

Notas finales:

Bueno, aquí están las respuestas a los que se tomaron la molestia de dejarme un rw en la notificación.

Anónimo: Claro :3 y gracias por comentar =)

Katie Phantomhive: Claro y gracias por opinar n.n

Leru:  c:

Issei: Lamento haber tardado, pero aquí está la continuación.

Yume Michaelis: Hola! Solo un poco tarde y realmente espero no haber tardado tanto jejeje Me alegra que hayas leído las últimas actualizaciones :3 y gracias por los buenos deseos, se que ya paso pero esperó que te lo hayas pasado de maravilla n.n te mando muchos saludos y abrazos de osito panda =)

¿Merezco rw? Espero que si n.n sin más me despido y les deseo un excelente día/tarde/noche.

Haruka Eastwood


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).