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Ink me por AvengerWalker

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Notas del capitulo:

¡Traigo el capítulo 3!

Lamento muchísimo la tardanza al escribirlo. Prometo que no abandonaré el fic, así que no se preocupen. Actualmente me volcaré a finalizar este y algunos otros proyectos que tengo pululando por el sitio.

¡Gracias por leer!

Hacía tiempo que Mu no se sentía de esa manera. La última vez que recordaba haber experimentado golpeteos intensos en el estómago, como mariposas siendo atravesadas por balazos de ardientes cazadores, había sido en la adolescencia, cuando su pareja del momento le había dejado. La sensación era muy parecida, mas en esta ocasión se le unía la confusión: ¿por qué se sorprendía? Saga Kharisteas podía ser un pedante y su mundo girar en torno a él, pero por sobre todas las cosas, era profesional en lo que hacía -quizá uno de los mayores halagos que giraban en torno a él en la empresa-, y era su deber conocer el nombre de la persona que volcaría una visión crítica y técnica respecto de sus escritos.

Su estado de aparente sopor no duró más que un par de segundos. Adoptando su característico perfil trabajador, se ocultó tras una brillante y amable sonrisa y estiró su mano diestra hacia el escritor que tenía frente a él. Saga no dudó en estrechársela, aunque Mu pudo notar, desde su inmensa capacidad de observación, un brillo de ¿interés? en las orbes ajenas, un relámpago fugaz, como un niño que descubre algo nuevo. Esperaba que esa mirada no representara una perdición para él.

—Me es un honor tenerles a ustedes dos trabajando juntos —El lemuriano casi dio un respingo, mas soportó la situación lo mejor posible y se mostró ininmutable. Cuando Scorpius ingresó en su oficina, Saga deshizo el agarre que compartía con el ariano y retornó a su lugar, una de las pulcras sillas que enfrentaban el escritorio del jefe. A su lado, otro asiento aguardaba a ser ocupado, mas no avanzó sino hasta que el mayor se lo hubiera indicado. —Por favor, toma asiento, Mu. Ponte cómodo.

Así lo hizo él.

A los ojos de Scorpius, la escena parecía hasta sacada de un largometraje humorístico. Frente a él tenía a uno de sus más jóvenes y nuevos trabajadores, un muchacho comprometido con su trabajo, enérgico pese a su carácter retraído y que parecía llevarse bien con las demás personas del piso. Era educado, sabía cómo comportarse y por sobre todo era humilde, quizá lo que le hacía mostrarse tan tenso en esos momentos. Mientras que el ariano apenas se movía en su silla, ocupando el espacio mínimo e indispensable, Saga Kharisteas, a su lado, lucía desparramado en una pose despreocupada pero atractiva. Contrastando con el pelilila, llevaba desgastados jeans y una simple camiseta ceñida al cuerpo, sobre la cual portaba una chaqueta que le protegía del frío de la mañana.

La única razón por la cual Scorpius le permitía comportarse con tanta libertad en ese lugar era porque conocía sus capacidades, confiaba en él y sabía que, pese a llevar a cuestas esa máscara arrogante, sus escritos decían cosas muy distintas de él.


—Como sabrás, Saga, Mu será tu nuevo editor desde ahora —comenzó Scorpius, su voz suave y su forma de hablar, paciente y lenta. De los tres, era Mu el que estaba atravesando un muy bien disimulado ataque de nervios—. Puesto que has encontrado una manera... exitosa —Pareció dudar del término utilizado— de deshacerte de tus editores, decidí que él podría ocuparse de la nueva obra que estás escribiendo.

 

El silencio se apresuró a asentarse al rededor del trío, en un ambiente que habría sido perfectamente dividido con navaja de no ser por la risotada que escapó de los labios de Kharisteas. Mu apretó los puños.


—Sabes que no necesito un editor —comunicó el de cabellos añiles, reacomodándose sobre su silla hasta mostrar una postura más propia de un autor de renombre como lo era él, y casi hasta tomándose en serio la reunión. Pero aunque las palabras estaban dedicadas a Scorpius, el ariano pudo sentir cómo los afilados ojos del moreno se clavaban en su figura. Él, imperturbable, observaba a su jefe.

—Mu ha hecho un trabajo fantástico hasta ahora y sabes bien que tu obra no se publicará a menos que pase por la revisión de un editor.

 

El lemuriano, que hasta entonces había permanecido callado, se animó a dedicarle al geminiano una mirada de reojo... mas se arrepintió casi de inmediato: aquel hombre le estaba observando con insistencia, sin importarle en lo más mínimo la presencia de Scorpius o lo poco educado que podía parecer.


—Habrá que ver cuánto dura, entonces —Y acompañando sus palabras, una amplia y juguetona sonrisa iluminó su rostro, acelerando los latidos del corazón de Mu que, hasta entonces, habían sido lo suficientemente regulares como para no provocarle fallas cardíacas. Aquella había sido una clara -y disfrazada- provocación de guerra.

—No publicaré tu libro sin su revisión —insistió Scorpius, que pronto decidió dejar de prestar atención a Saga y centró su mirada en Mu. Cuando lo hizo, sus facciones pasaron de una expresión tensa a una más relajada y dulce; el lemuriano se sintió alegre, pues sentía que, aunque se tratase de su jefe, tenía la humanidad suficiente como para mostrar interés por cada uno de sus empleados —Mu, si Saga te da problemas, no dudes en avisarme. No dejaré que ese libro se publique sin tu visto bueno.

—Lo haré, señor —aceptó Mu y se sintió orgulloso de que su voz no demostrara en ningún momento el nerviosismo que sentía.


Incluso si la conversación pareció haber finalizado ahí, notó una tensión que antes no había estado presente. No tenía en absoluto que ver con su nerviosismo respecto del trabajo que tendría que afrontar, sino que parecía haber un intercambio silencioso entre Scorpius y Saga, hecho que corroboró al notar las extrañas miradas que estos se dedicaban.


—No hay nada más que discutir, entonces —finalizó el mayor del trío, incorporándose de su lugar. Tanto Mu como Saga imitaron su gesto, aunque este último se mostró algo reacio a moverse de su lugar. Scorpius se dirigió hacia la salida y, en un claro gesto, abrió la misma, despidiéndose de sus trabajadores. —Saga, tengo entendido que has estado escribiendo algunos capítulos. Se los enviarás a Mu, a más tardar esta noche, ¿está bien? No quiero enterarme que le andas haciendo la vida imposible.


El aludido rió, una especie de carcajada que intentó mostrarse inocente, mas provocando el efecto contrario. Mu se estremeció de pies a cabeza. Unos segundos después, Scorpius había cerrado la puerta detrás de ellos, dejándoles fuera de su oficina. De repente, el ariano se sintió desprotegido y la sensación aumentó en cuanto algo rozó sus cabellos.


—Veremos cuánto duras, carnero —informó el geminiano, directamente contra su oreja.



~ x ~



Luego de la oscura amenaza del peliañil, a la cual no supo cómo ni cuándo responder, Kharisteas desapareció de su vista. Mu le siguió con la mirada, anonadado pero arrojándole su más indignada expresión. No sabía qué decirle con exactitud y si se estaría metiendo en problemas si abría la boca; siendo la primera vez que algo así sucedía, se lo dejaría pasar por alto... Pero no escatimaría en recursos la próxima. Porque sabía que habría otra oportunidad.

Esa misma jornada le costó concentrarse. La reunión con Scorpius y Kharisteas no había durado ni siquiera veinte minutos, pero había conseguido drenarle la energía.

Hacia el mediodía, Mu ya había conseguido finalizar más de la mitad de proyectos independientes y correcciones que habían quedado pendientes. Ese era otro de sus trabajos en la empresa: no sólo le correspondía el título de editor, sino que era responsable de la corrección de algunos escritos finales.

El trabajo sirvió para tener su mente ocupada y lejos de la silueta que respondía al nombre de Saga Kharisteas y portaba una arrogante sonrisa, pero todo se derrumbó en cuanto notó una extraña notificación proveniente de uno de los exploradores del ordenador. Tenía abierta su casilla de correos allí y acababa de ingresar un nuevo mail. Extrañado, cliqueó sobre el mismo. No había texto escrito, sólo un documento adjunto. Cuando lo abrió, descubrió que se trataba de un trabajo escrito, parte de una novela que recién empezaba a escribirse. Eso llamó su atención, ¿quién lo había enviado? Mu no iba publicando por ahí su correo, mucho menos ése, que estaba dedicado enteramente a la empresa. Además, siempre que intercambiaba direcciones se encargaba de agendar a los demás.

Retornó sobre el documento que le habían adjuntado, seguro de que allí se escondía la respuesta a su misterio.

—Mu —La voz de Scorpius le sobresaltó en lo más profundo y pareció haber notado el respingo del mismo, pues de inmediato su expresión se convirtió en una mueca de disculpa —Lamento haberte asustado, sólo quería pasarte algunos datos sobre Saga Kharisteas, para que los anotes. Son su correo electrónico y su número de teléfono. Siéntete libre de contactarte con él cuando lo consideres adecuado, y... —Hizo una pausa— no le pierdas de vista.

—No lo haré, señor. Muchas gracias —Tomó el papelito que su jefe le había cedido, mas no prestó la más mínima atención sino hasta que el otro se hubo retirado de nuevo a su oficina.

Suspiró y le echó un rápido vistazo a la información. Buscó su teléfono móvil para anotarlo todo. Iba transcribiendo la cuenta de correo cuando algo captó su atención. Sentía que reconocía lo que estaba leyendo, y en un impulso, decidió comparar la dirección con la perteneciente al último y misterioso e-mail.

Bingo.

 

—¿Cómo...?



~ x ~



La pantalla del ordenador iluminaba los rasgos de Saga, resaltando la forma masculina de su rostro, los ensortijados cabellos que caían a los lados de sus mejillas y la seriedad de su expresión. Estaba concentrado escribiendo, tan inspirado como hacía mucho tiempo no ocurría.

Camus no le había dirigido la palabra ese día, y el geminiano tampoco se había mostrado muy interesado en buscarlo. Ambos sabían que la relación que compartían era casual, que aunque había amistad de por medio -y algo de sexo- las cosas nunca llegarían a más.

Hacía tiempo que el peliañil se había negado una relación seria con alguien, y sus experiencias en el romance eran tan escasas que podrían sorprender a cualquiera. Lo suyo no era comprometerse con alguien, ni dedicar palabras románticas de un falso amor eterno: prefería vivir el momento, acostarse con quien él quisiera. Una existencia sin ataduras parecía lo más conveniente para él. Era una actitud que antaño, su hermano menor Kanon había tenido, pero los polos parecían haberse volteado: ahora Kanon era el responsable y Saga quien iba de cama en cama.

Luego de su silenciosa discusión con Scorpius y el pequeño mensaje entregado a su futuro editor -que no le había parecido nada mal de vista-, se las había ingeniado para conseguir el correo electrónico de aquel joven pelilila. Sólo quería jugar un poco con él, asustarle, quizá coquetear. Para Saga, las cosas no eran más que un juego, y si realmente se preocupaba por los demás y sus sentimientos, nunca lo demostraba abiertamente.

Desde hacía ya años se había convertido en un impenetrable muro, construcción que ni siquiera Camus había sabido superar. Milo había resultado la excepción y la única persona que conocía el motivo detrás del distanciamiento humano hacia los demás. Era él quien había vislumbrado mejor que nadie su conversión de alguien amable, cálido y humilde a la persona más arrogante a impulsiva del planeta. Y había sido ese mismo escorpión quien le había conseguido el correo de su lemuriano editor.


—Veremos si estás a mi altura, Stassei.


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