Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Corazones Solitarios por HarukaChan

[Reviews - 17]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

*Pues a petición, hay especial (?)~ 

 

*Espero que les guste~

7 meses habían pasado demasiado rápido para el peliplata de orbes lilas, que ahora lucía un redondo y abultado vientre debido a su embarazo. Ciertamente su relación con el Kuran había cambiado un poco, siendo ahora menos arisco con el castaño. Pero si creía que había domado por completo al cazador estaba muy equivocado, por lo que de vez en vez se escuchaban a los guardias del palacio comentar sobre las constantes riñas del líder con su amado. A Zero no le importaba, no era nuevo para nadie que fuesen como perro y gato en un mismo cuarto. Por lo que pensaba que ni siquiera su embarazo había podido transcurrir en paz.  Aquel día se encontraba sentado en la terraza de su habitación, observando la luna llena debutar en el cielo nocturno.

–Maldito Kuran... ¡¿Quién demonios se cree para mantenerme encerrado en esta mansión como un prisionero?! Ya verá... –se quejó el peliplata mientras se acariciaba con lentitud el vientre. Aún le costaba aceptar la idea de que estaba llevando una vida en su vientre y de que después del nacimiento de ese niño tendría que criarlo junto al ojirrojo. No, definitivamente lo criaría solo. Kaname era una mala influencia para su hijo.... Pero era inútil, inevitablemente tendría que estar juntos. Y todo lo que tenía era que dejar su orgullo a un lado para que pudiese dar paso a sus verdaderos  sentimientos.

El castaño entró al cuarto del ojilila como si fuese el suyo, sabiendo que posiblemente el menor se enojara. No le importaba, él quería estar allí con él, por lo que iría de igual forma. Si él quería algo, lo conseguía, así funcionaban las cosas en su mansión. No tardó en adelantarse hasta donde se encontraba el cazador, y se agachó para tomarle el mentón. Lo levantó hacia él y le robó un beso a esos deliciosos labios. –¿Estás de mal humor, mi vida? –murmuró con una sonrisa burlona en sus labios.

–Cállate... –desvió su mirada de inmediato, abrazándose el vientre con lentitud. No tenía nada de ganas de lidiar con el castaño. –Haz algo productivo y atiende mis antojos. Quiero chocolate, helado de chocolate.... –murmuró el peliplata. Lo mejor del embarazo era hacer que el ojirrojo lo atendiera. Un poco de amor ¿Era demasiado pedir? Parecía que sí, pues incluso durante el embarazo, Kaname no detenía sus “violaciones”. Suspiró débilmente.

–Oh, eso puedo dártelo –apretó lentamente el mentón del contrario, y volvió a besarlo. Lo besó de una manera intensa, pasional, empezó a jugar con los labios del menor. Abriéndolos para poder introducir su lengua en la cavidad bucal del peliplata. Sintió cómo el contrario reaccionaba ante sus acciones, y no pudo evitar mostrar una leve sonrisa. –Claro, que después de comer el postre yo  -anunció, observando el rostro inconforme del contrario.

No pudo evitar quejarse cuando el mayor lo tomó en brazos como a una princesa e intentó quejarse sin éxito alguno. Si antes era débil con respecto al castaño, ahora lo era aún más. Golpeó su pecho, intentando moverse, pero el mayor lo tenía bien sujeto. Pronto se encontró acorralado contra la cama, y no pudo evitar fruncir el ceño  y desviar la mirada mientras Kaname lo desvestía. –No te importa tu hijo, asqueroso chupasangre. –la voz del menor sonó más parecida a un gruñido que a otra cosa.

Kaname mordió fuertemente el hombro del ojilila, dedicándole una mirada intensa. Claro que le importaba, era su hijo después de todo. –Eres idiota, no me arruines el apetito justo ahora. Si no me importara, te hubiese dicho que lo abortaras –lanzó mordaz, y no tardó en terminar de deshacerse de la ropa del peliplata. Le acarició la cintura, pasó las manos por su vientre. –El sexo le hará bien al bebé –argumentó sin ninguna base, antes de empezar a desabotonarse la camisa. 

Zero se mordió el labio, pues no tenía ninguna manera de contestarle. Odiaba que el castaño tuviera razón en ese punto, y odiaba aún más que respondiera lo último. –Claro que no... Mira Kuran, no me importa lo que hagas conmigo pero más te vale que no le pongas la mano encima a mi hijo... –amenazó el menor. Qué mentiroso podía llegar a ser, claro que quería que Kaname lo cargara, lo acariciara. Después de todo era hijo de ambos, pero no, no estaba de acuerdo con lo que hacía y se lo iba a dar a saber de cualquier manera.

–Cómo si fuese a hacerle algo malo a mi propio hijo, empiezas a molestarme –la voz del castaño sonaba severa, y eso hizo que el ojilila volteara a verlo. Notó que el menor se sonrojaba, y sonrió complacido. Sabía muy bien que el peliplata era más blando de lo que aparentaba ser, pero no iba a dejar de tomarlo. No aguantaría la abstinencia, Zero se había vuelto un vicio. Uno muy bueno. No tardó en lanzar sus prendas hacia el suelo, y ensimismarse sobre el ojilila.

–Termina ya con esto... Quiero chocolate, maldición... –exigió el menor con el ceño un poco fruncido. Sí, ya era una costumbre estar enojado con el ojirrojo. Sintió como este se acomodaba entre sus piernas, y rodeó el cuello ajeno en cuanto lo besó nuevamente con aquella intensidad que le arrebataba el aliento. No importaba cuánto pelearan, siempre iban a necesitarse mutuamente, porque bajo aquel odio había florecido un amor profundo, oculto por el orgullo de ambos inmortales que se negaban a ser sinceros entre ellos.

El castaño sonrió ladinamente, solo eso necesitaba escuchar para no sentir ninguna cohibición. Igual terminaría tomándolo, eso no estaba en discusión de ninguna manera. Con suavidad rozó su erecta hombría un par de veces  con la entrada del peliplata. Y no tardó en empezar a introducirse en él con brusquedad. Adoraba aquella sensación que tan loco lo tenía. –No niegues que esto te gusta... –murmuró con voz ansiosa. No pudo evitar jadear cuando se sintió dentro de él con totalidad.

–C...Claro que no me gusta... ¡Ahh!~ –un gemido fue arrancado de sus labios ante la primera estocada en su interior. Era sumamente difícil soportarlo, ahora más, que se encontraba sumamente sensible por el embarazo. Cualquier toque del ojirrojo lo ponía a gemir, sintiéndose aún más ansioso. Sabía que el bebé estaría bien, los cuerpos de los inmortales no se dejaban alterar por algo como el sexo.  Aun así no tenía intención de demostrar nada de lo que sentía. Sí, era un terco.

Los gemidos empezaron a llenar la habitación, eran música para sus sensibles oídos. Nada en el mundo podía llamar su atención tanto como el erótico sonido proveniente de la boca ajena. Sus embestidas empezaron a aumentar el ritmo mientras mantenía su peso totalmente fue del vientre ajeno. Tampoco era tan estúpido como para aplicarle peso a  su hijo no nacido. Sus manos sujetaron las caderas ajenas para poder mantener un vaivén fuerte contra el apretado interior ajeno.

–Ahh~ Ah~ Ahm~ ¡K...Kaname! –sus manos se aferraron a las sábanas. Intentó desviar la mirada, pero una de las manos ajenas se lo impidió. Por los bordes de sus hermosos orbes lilas ahora caían pequeñas lágrimas. No podía evitarlo, se sentía endemoniadamente bien, y no podía creer lo que estaba pensando... Si tan solo ese hombre fuese más cuidadoso con él, tal vez el peliplata no sería tan arisco. Pero eso no pasaría, definitivamente ellos no podían mostrarse del todo “acaramelados”.

El castaño se mostraba totalmente complacido ante las reacciones que el menor le mostraba, pero aún quería más. Quería que le rogara por más, aunque como siempre se quedaría con las ganas. Zero no le mostraría nada que fuese una señal de “debilidad”. Aumentó sus embestidas, concentrándose en hacer cada una de sus estocadas fuerte y marcada. Se relamió lentamente y buscó los labios del contrario, uniéndolos en un fogoso beso. Había aprovechado los labios entreabiertos de su amante para poder introducir su lengua.

Zero correspondió el beso con levedad. Mientras ferraba sus manos a los brazos del castaño, arañándolo con levedad. Los nuevos gemidos que buscaban brotar de sus labios eran ahogados en aquel beso tan pasional, húmedo, tan lleno de un sentimiento extraño que lo desarmaba. Cuando era besado de esa manera, sencillamente no podía oponerse más.

Continuó embistiendo con intensidad, y soltó el beso para poder morder con lentitud el cuello del contrario. No lo rompió y siguió bajando, dejando un camino de succiones mientras lo hacía. Al llegar a sus pezones empezó a morder uno de estos, lo lamió y lo succionó con lentitud. Sintió como el peliplata se removía bajo su cuerpo y gemía en un volumen aún más alto. Le encantaba.

El cazador sentía que estaba perdiendo la lucidez, era demasiado placer para su sensible cuerpo. Una de sus manos acarició la nuca ajena, entrelazando sus dedos con los cabellos castaños del mayor. Lo adoraba, maldición, cómo lo necesitaba...  –Ahh~ Ahh~ -sus gemidos se volvían aún más constantes y fuertes, su cuerpo empezaba a experimentar síntomas de un clímax cercano. Lo inevitable se aproximaba.

Kaname continuó con sus fuertes embestidas, y cuando sintió el interior del menor contraerse anunciándole el clímax ajeno; no pudo evitar alcanzar el orgasmo, llenando con su espesa esencia el interior ajeno. Jadeó con mayor intensidad, y con suavidad se recargó sobre el pecho ajeno. Lentamente abandonó el interior del cazador para recostarse a su lado e intentar regular su respiración.

Zero estaba totalmente agotado con solo aquello, sentía que su embarazo lo hacía demasiado indefenso ante las acciones sorpresivas del castaño. –M...Maldito Chupasangre... Pudiste acabar fuera... –se quejó algo molesto, pero sus mejillas teñidas de un tono carmín intenso contaban otra versión. Fue atrapado por los brazos del ojirrojo, y con lentitud se acomodó allí, en su pecho... Kaname Kuran era un peligro para su racionalidad.

–Ya, ya. Ya voy a darte todo el helado de chocolate que quieras, terco. –con lentitud buscó con sus labios el oído del menor. Lamió su lóbulo y le levantó el mentón con una sonrisa un tanto burlona. Era condenadamente lindo. Se incorporó con lentitud de la cama, y tomó una bata que tenía cerca de la cama. Caminó hasta la puerta y dejó pasar un carrito que encima llevaba una bandeja con un enorme helado de chocolate. –Justo a tiempo –murmuró, cerrando la puerta para acercarle el carrito al peliplata a la cama.

El cazador no tardó en incorporarse cuando la bandeja estuvo frente a él. Tomó la cucharilla y le dio una probada al dulce postre. –Mmh... Sí, está delicioso... –murmuró con una pequeña sonrisa. Pero al darse cuenta de que estaba siendo observado por el mayor, frunció el ceño y lo miró de reojo. –¿Qué miras?...

–A mi amante comiendo un dulce postre y sonriendo como tonto. –dijo el castaño que ya se encontraba recostado en la cama, nuevamente desnudo. No tardó en cercarse al ojilila, abrazándolo desde atrás para rozar su nariz con el cuello del menor. Definitivamente podía tomar más de él esa noche, pero sería “considerado” con su hijo. Con lentitud posó sus manos sobre el vientre ajeno, y al sentir que este se estremecía, sonrió. –No voy a lastimarlo, inútil cazador.

–Cierra la boca mientras como –se quejó el menor mientras degustaba el helado con total concentración. No era mucho de comer cosas dulces, pero últimamente todo lo que se le antojaba era chocolate. Por lo menos Kaname cumplía con satisfacerlo cada vez que sus antojos asomaban. Sentir las grandes manos del contrario sobre su vientre lo hacía sentir indefenso, por ello cuando terminó el postre, se alejó para recostarse en la cama. –Ya te saciaste, deberías retirarte de una vez, Kuran...

–No, creo que voy a quedarme a dormir contigo. Y sabes muy bien que es inútil que te resistas.  –anunció el vampiro mayor mientras abrazaba al peliplata que ahora le daba la espalda. Indiferentemente de que se llevasen bien o mal, Kaname Kuran estaba seguro de una cosa: Necesitaba a Zero, lo necesitaba a su lado, manteniendo vivo ese corazón solitario.

–Haz lo que se te dé la gana, chupasangre... –suspiró con pesadez, pero pronto se encontró de frente al mayor, acurrucado en su pecho. No había duda alguna de que por más idiota que el castaño fuese, no podía separarse de él. Esa era la peor parte a su parecer, o puede que no. Le dedicó una mirada de reojo, notando la sonrisa arrogante y divertida en los labios del más alto. Frunció el ceño, pero se dispuso a cerrar los ojos. Por ese día ya habían sido suficientes peleas.

 

Pronto tanto el castaño como el peliplata se hallaban totalmente rendido ante los brazos de Morfeo.

Las semanas pasaron, y el día en que las contracciones llegaron al ojilila llegó. Pero nada sorprendió al castaño, que ya tenía todo preparado para que Zero diera  a luz dentro de la mansión. Habían habilitado una habitación especialmente para ello, y había conseguido un equipo de médicos especializados, solamente para asegurar el bienestar de su amante y de su hijo.

Fueron las 3 horas más largas de toda su existencia, pero cuando por fin sostuvo al pequeño bebé en brazos cualquier preocupación desapareció de su atormentada mente. Era un niño, un varón saludable, que lloraba a todo pulmón en los brazos de su padre que lo arrullaba con levedad. En cambio el peliplata descansaba recostado sobre la cama.

–Ah, es un bebé bastante adorable –murmuró con tranquilidad. Un bebé castaño al igual que su padre, definitivamente prometía ser muy activo. No pudo contener una risa ante la idea que había pasado por su mente. Se acercó para darle el bebé al cazador, que lo sostuvo con cuidado. –No se va a romper. Espero que no pienses que por esto debería pedirte matrimonio o algo así. No lo haré.

–No me hagas reír, ¿quién querría estar casado contigo? Ya te habrían arrestado por violencia doméstica –se quejó, mientras miraba a su hijo con ternura. –Por cierto llegamos a un acuerdo respecto al nombre ¿No? –cuando el castaño asintió, fijó sus orbes sobre su hijo. –Bienvenido al mundo, Yuu... –sí, Yuu había sido el nombre que ambos habían acordado. Después de todo, en sus mentes aún vivía el recuerdo de Yuuki.

Kaname no tardó en sentarse al lado del ojilila, sonriéndole. Le acarició el rostro con levedad, posando el dedo índice bajo el mentón de este para hacer que lo mirara. Le besó los labios con lentitud, disfrutando del sabor que estos le ofrecían. –Buen trabajo –le anunció. Sabía que no había sido fácil para el cazador, y no podía mentirse. Había tenido miedo de perderlo.

–Sí... –murmuró el menor, sonrojándose. Acurrucó a su hijo en su pecho, el pequeño bebé ya dormitaba en los brazos de su “madre”. Zero tampoco estaba con muchos ánimos, y el cansancio se le notaba a distancia. –Más te vale que no te vea tratándolo mal –amenazó el peliplata, recibiendo otro beso como respuesta a sus quejas.

–Ya, cállate. Nunca lastimaría a mi propio hijo... –suspiró con suavidad, antes de rozar su nariz con la ajena. Miró directamente a  los ojos al menor, buscó sus labios de nuevo, esta vez alargando un poco más el contacto. Con su diestra acarició la mejilla del contrario, detallando los finos rasgos con la yema de sus dedos. Pegó la frente con la ajena después de separarse, dedicándole una sonrisa a Zero. Una de esas que lo dejaba totalmente desarmado.

El peliplata no pudo evitar sonreír tontamente en respuesta a la que el castaño le había dedicado. Y allí estaba otra vez, Kaname Kuran desarmándolo totalmente. No necesitaban tratarse de una manera melosa para saber que ambos se adoraban, se necesitaban. Sí, esos corazones solitarios nunca más estarían solos. Ya no existían, ahora la dicha, la felicidad y el regocijo habían llegado a esas almas que tiempo atrás pensaban no poder continuar.

 

Un nuevo día había llegado a su final, pero esa era sólo una manera de verlo. Pues para Kaname y Zero, ese día marcaba el comienzo. El comienzo de una eternidad.

 

 

Notas finales:

*Gracias por leer~  y por los reviews~ Espero seguir leyéndolos 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).