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19 Days por Baal

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Notas del capitulo:

 Después de ¿Seis meses?  (ah, no tanto pero así lo sentí ) estoy de vuelta. Dejó aquí una página de tumblr de unos traductores del manhua. Aquí están posteadas las escenas en orden cronológico (que es el que seguiré) Así que si queréis pasar y echarle un vistazo, ver de qué va la historia, cómo son los personajes, o simplemente llenaros de spoiles, ¡sean libres!

 

 

 

¡Muchas gracias por los reviews! No esperaba tener esta recepción.

 

El frío comenzó a calarle en los huesos cuando oyó la alarma resonar en la habitación. Se revolvió a penas en la cama y estiró con pereza el brazo, tanteando torpemente el buró que vibraba al contacto del reloj, hasta que logró finalmente apagar el despertador. Con los ojos aún cerrados se incorporó lentamente en la cama hasta que quedó arrodillado, inmóvil, sintiendo la brisa matutina soplar por allí, al otro lado de la ventana. Derrotado, cayó dormido de nuevo.  

—Angel.

La suave y bondadosa caricia que descendió desde sus cabellos hasta su mejilla logró espabilarlo—. Vas con cuarenta minutos de atraso. Jasper vino a por ti, pero no quiso despertarte.

El ceniza abrió un ojo para ver como su tía salía de la habitación y le dejaba solo.

«Al menos ha venido», pensó mientras entraba a la regadera.

Saber eso nada más era, por sí solo, importante y una buena razón para comenzar el día de la mejor manera. Saber que se había preocupado, al menos, un poquitín por él. Los últimos días había estado bastante distante y no sabía la razón; quizá algo en la actitud de Angel le había molestado, y de serlo así no sería sorpresa, sin embargo. Pero este alejamiento era peculiar, era frío. Helado.

Le traía preocupado.

Se vistió con el buzo institucional sin prisas. Llegar tarde no le importaba demasiado, después de todo. Tomó su mochila, que traía exactamente las mismas cosas de hace ya más de cuatro días y salió de la casa directo al negocio.

Unos cigarrillos, porque hace un frío de puta madre.

 

 

 

 

Jasper tenía una paciencia de cojones, todos lo sabían.  Aguantó a la piernas largas antes de entrar a la primera clase, y ahora en el entretiempo mientras pasaba el tiempo apoyado en la pared frente a su sala, también. No era como si le acosara de verdad. Del verbo acosar, no. Pero su mirada escrutadora no le terminaba de agradar. Ahora mismo, a la castaña se le veía indecisa a la hora de tomar la decisión, que, Ulyanov, en el fondo, prefería que no la tomara nunca. Ojalá no se atreva, era lo que deseaba. Pero, era de saber público también, que Jasper contaba con una suerte patéticamente mala. Mala, mala, mala; malísima.

 Y así fue como vio a la sonrosada castaña que se acercaba a pasitos cortos, velocidad de tortuga.

Prefirió cortar el contacto visual con brusquedad. No quería que ella entendiera mal el mensaje de su mirada como “venga, acércate, con confianza. No muerdo a menos que quieras” en vez de “que te quedes quieta en  dónde estás. Joder, ¿por qué sigues caminando?”, que era lo que realmente quería transmitir. Entonces, giró su cabeza hacia el lado contrario, y vio a Angel doblar el pasillo, caminarlo, y entrar a la sala, frente a sus narices y sin hacerle gracia siquiera, como si fuera menos que un mono. Lo vio sentarse también, a través de la ventana. El ceniza le miraba a veces. Variaba, juguetón. Del pizarrón a él, y de él al pizarrón.

Le molestaba. Le hervía la sangre. Quería golpearlo. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué le ignoraba? ¿No le bastaba, acaso, con dejarle solo e irse con el capullo de Maxwell? ¿O sería que le quería dar una clase de lección? ¿¡Qué!?

Dejó de mirarle y apartó la vista, molesto, y con el entrecejo fruncido. Pero no le bastaba con eso. Iba a irse y dejarle ahí sentado, con toda la incertidumbre del planeta, de verdad lo iba a hacer, pero un pequeño tirón sufrido por su nívea camisa, tímido, pequeño, asustadizo, lo hizo detenerse. Rodó los ojos y respiró hondo antes de ladear la cabeza hacia atrás y poder mirar a su acosadora a los ojos.  Estaba allí, demasiado sonriente, demasiado pequeña, demasiado cerca, y no supo qué hacer. Creyó que podía controlarlo esta vez. Quería controlarlo esta vez, bajo la atenta, picarona y burlona mirada de Angel, pero le fue imposible. Tragó grueso e hizo contacto visual con el ceniza.

                                                 «Piensa en algo para sacarme de ésta. ¡Rápido!»

« ¡Entendido!»

Los compañeros a su alrededor se sobresaltaron cuando con brusquedad y como si su vida dependiera de aquello se fue a velocidad turbo a socorrer a su amigo. Le agarró de la muñeca al rubio cuando llegó a su lado, con euforia y decisión. Sintiéndose Superman.

Pero no supo qué hacer.

Ambos, la acosadora y su amigo, le miraron dubitativos y atentos. Angel no funcionaba bajo presión. No esta vez.

« Qué debería decir…»

Vio la ceja de Jasper encresparse con impaciencia y un sudor helado le recorrió la espalda anticipando la lluvia de insultos que le esperaba para cuando se libraran de esta.

 No supo si había pasado mucho tiempo, o poco, estando de esa manera, agarrándole é de la muñeca con cara de idiota, mientras la acosadora le tenía aún tomado de la camisa con cara de haberse cagado encima en ese mismo momento. Medio, razonó luego de algunos segundos antes de gritar:

—¡Dale, vamos a mear juntos!

Y se fueron juntos, rígidos como palo, ante las miradas curiosas de los demás, dejando atrás a la piernas largas, confundida, con sus puños sobre su pecho, indignada, intrigada, y asqueada, entre otras cosas.

 

—No eres más gilipollas porque tampoco te da para tanto— le recriminó Jasper cuando hubo terminado de mear.

Angel soltó una encantadora carcajada de respuesta. No le molestaba haber quedado como un imbécil delante los demás. Pocas veces le importaba aquellas cosas, más bien. Todo lo ocurrido le parecía un bonito y simpático recuerdo, sin embargo.

Caminaron en silencio el resto del receso por el patio de la institución, viendo como los demás jóvenes pasaban su tiempo libre. La mayoría de los hombres estaban reunidos en la cancha jugando basquetbol, y ellos estarían allí con ellos, si no fuera por la situación en la que se encontraban ahora mismo. Siguieron caminando,  Jasper mirándose las zapatillas y Angel al frente, altanero, como siempre.

¿Desde cuándo las cosas entre ellos se habían vuelto tan tirantes? Nunca había sido de esta manera. Aún cuando volvieron a reencontrarse después tres largos años de no haberse visto ni hablado ninguna sola vez. ¿Qué era lo que se había roto, entonces?

—¿Te pasa algo, Ulyanov? — preguntó por fin Angel, mirando a su amigo por el rabillo del ojo.

Jasper se mostró reacio a responder en un inicio. Guardó sus manos en los bolsillos del pantalón de buzo y se encogió de hombros sin elevar el rostro. Caminaba casi arrastrando los pies y pateando algunas piedrecillas que se le cruzaban el camino. Pero terminó cediendo al no dejar de sentir la presión de la mirada del ceniza sobre él.

—Nada. ¿Qué hay de ti?

— ¿Yo? — Preguntó elevando amabas cejas— Nada, ¿qué va a haber?

—No sé— volvió a encogerse de hombros.

—Estoy igual que siempre— Resopló Angel, sereno—. Tú eres el raro.

—Sigo igual que siempre, también— Respondió dedicándole una fugaz mirada a su amigo.

Dieron una vuelta en u y volvieron por sus pasos, oyendo como el timbre sonaba, anunciando el comienzo del segundo bloque de clases. Volvieron por la cancha y vieron como los que jugaban basquetbol hace apenas unos minutos atrás, terminaban el juego, secándose con las chaquetas aquellas gotas traviesas de sudor que les perlaba la frente, demostrando que había sido un buen encuentro.

—Si no me lo quieres decir está bien— Se encogió de hombros el ceniza—. Sabes, sin embargo, que estoy para ti. Fuera de juegos y toda esa mierda, ¿no? Si me dices que me calle y que deje de hablar gilipolleces y de ser payaso para escucharte solamente, eso haré. Si quieres.

—Estoy bien.

—Ya.

—Tú también puedes decirme si hay algo que te molesta. O si ya te aburrí y prefieres pasar más tiempo con Max. Está bien —sonrió ladino—. Me vendría bien descansar de ti por un tiempo— sonrió y le empujó con el hombro, tratando de parecer compuesto.

—Ah— musitó apenas Angel, recibiendo el impacto del hombro del rubio.

En clases no pudo prestar mucha atención. No era como si lo hiciera normalmente, tampoco. Pero era que él no quería prestar atención y ya. Lo que ahora pasaba estaba lejos de ser aquella falta de disposición típica de él. Ahora no podía prestar atención y ya. Su mente divagaba tres puestos más adelante que él. Alrededor de Jasper y sus palabras ya escupidas.

« Me quiere lejos»

¿Le quería lejos?

¿Por qué?

Se pasó la hora divagando entre preguntas y  sus posibles respuestas, pero sin responderse nada, realmente. Sin llegar a una teoría que fuera concreta, no paranoica, no fantástica.  Iba a correr al lado de Jasper y tratar de arreglar las cosas, pero ya no estaba en su puesto. Salió fuera de la sala, esperando encontrarlo en el pasillo, pero no estaba ahí tampoco.

—Pareces un viejo— Le dijo Maxwell revolviéndole el cabello.

Si Jasper no quería pasar tiempo con él, él no tendría por qué pasarlo solo.

—Me saco esta mierda y vamos — respondió, despojándose de la chaqueta con rapidez y tirándola dentro la sala, sin importarle dónde era que caía.

El pelinegro le invitó a jugar vóleibol. Jugó sólo el primer tiempo. Se sintió cansado después y prefirió no jugar. Tenía un asunto importantísimo que tratar, además.

—Va. ¡Qué pasa! Estás debilucho— le gritó Maxwell al verlo marchar.

 


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