Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Corazones entre hielo por AndromedaShunL

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Después de mucho tiempo, aquí está el segundo y último capítulo. ¡Espero que os guste! 

Durante unos largos instantes observo impasible el sarcófago de cristal donde he encerrado tu cuerpo para la eternidad, sin dejar de pensar en lo mucho que añoraba verte. Y es que cuidé de ti como si fueras mi propio hijo. Te enseñé todo lo que sé y deposité todas mis esperanzas en ti después de perder a mi otro discípulo. Y mientras crecías, observaba tus cambios y tus mejoras con la mayor alegría del mundo. Y poco a poco me quedé prendado de ti. Mi corazón pensó que era una buena idea enamorarse de mi aprendiz, aunque mi cabeza constantemente decía lo contrario. Por eso me marché lejos de ti, para tratar de olvidarte, y dejé a Cristal para que continuase enseñándote todo lo que faltaba para convertirte en un verdadero caballero.

                No puedo apartar la mirada de tu cuerpo congelado. Siempre pensé que eres realmente hermoso, tanto por dentro como por fuera. Tu alma es un hervidero de pasión por todo lo que haces, y sé que si quisieras podrías superar fácilmente a tu maestro y a cualquier rival que se interpusiera en tu camino. Pero toda la pena del mundo está incrustada en tu corazón y eres incapaz de deshacerte de ella para continuar luchando. Tus fuerzas se esconden tras tus penas, y tus penas se convierten en tus mayores debilidades. Y con una terrible agonía me temo que he terminado siendo una de ellas. Y por un lado, disfruto de que así sea, pero por otro, odio estar involucrado en lo que te hace perder.

                Cuando eras pequeño, hubiera dado mi vida para protegerte, y ahora, si fuera necesario, tendría que dar mi vida para matarte. Después de tanto tiempo sin verte, me duele profundamente que nuestro reencuentro se dé en estas circunstancias, pero no hemos sido nosotros quienes hemos dictado las normas.

                Te doy la espalda con dificultad, intentando dejar la mente en blanco y apartarte de mis pensamientos, y comienzo a caminar con determinación y reimpregnándome de orgullo para salir de la morada de libra y regresar a mi casa.

                Los peldaños se van sucediendo bajo mis pies sin que apenas me dé cuenta. Sí, sigo pensando en ti, en tus ojos azules como el hielo y en tu pasión. No puedo apartar tu mirada de mi cabeza. Tras tanto tiempo alejado de ti, pude volver a contemplar el brillo de tus ojos, que no ha cambiado desde entonces. Sigues siendo el Hyoga que conocía, aunque mucho más fuerte. Sin embargo, los sentimientos te han encerrado en una cárcel de cristal por no haber podido dejarlos de lado para el combate. Y dudo mucho que consigas salir de allí y que nos volvamos a ver en algún otro lugar.

                Perdóname, Hyoga, pero mi misión está en contra de la tuya, y da igual cuánto te quiera, ni tú ni yo tenemos el derecho de desobedecer.

                Llego a la morada de escorpio y me quedo unos instantes mirando la entrada. El cosmos del caballero de oro que la guarda es tan poderoso como el mío, y extremadamente familiar. Se da cuenta de mi presencia y sale a recibirme con una sonrisa en los labios, y yo continúo mi camino sin hacerle caso, pero me detiene.

—¿Qué hacías en la morada de libra, amigo mío? —Me pregunta, y su sonrisa desaparece con mi seriedad.

—Protegiéndola en ausencia del caballero.

—Ese chico… Hyoga —susurra su nombre, y yo no puedo evitar estremecerme—. Su cosmos se está desvaneciendo. Recuerdo aquella vez que le vi en Siberia, un niño de pelo dorado y ojos llenos de ilusión y de tristeza al mismo tiempo.

—Se convirtió en un traidor, y como ordenó el Patriarca, he acabado con él.

—No le has matado —me hace notar—. Si por cualquier motivo llega a mi casa, terminaré el trabajo que tú empezaste. Y no dudaré.

                Le aparto con brusquedad de mi lado y atravieso su casa, apresurado. Él tiene razón, en realidad. Mi misión era matarlo. Matar a todos los caballeros de bronce que intentasen penetrar en el Santuario, pero creo que la misma debilidad que carcome a Hyoga está al mismo tiempo dentro de mí, y ni diez mil témpanos de hielo consiguieron echarla de ahí.

                Y le hubiera arrebatado la vida, de no ser porque él me arrebató el corazón. Mi órgano vital le pertenece por completo, y he tratado de olvidarlo separándome de él hasta que ya casi había conseguido sacarlo de mi cabeza. Pero volver a encontrarme con él, con su mirada, con su juventud, con su tristeza, con su ilusión… me hizo perder la cordura, y no me arrepiento de haber faltado a mi palabra de caballero de oro.

                Y le he besado, y sus labios eran cálidos. Y no sé aún qué me llevó a hacer semejante locura, pero no puedo ignorar el hecho de que me haya encantado. Retornaría de nuevo a la morada de libra y yo mismo derretiría el hielo que le apresa para volver a besarle otra vez, pero eso ya sería ir demasiado lejos. En ese sarcófago descansará tranquilo hasta que se olvide de sus penas, y cuando salga será feliz y será más fuerte que nunca. Solo entonces estaré orgulloso de recibirle de nuevo, tanto como amigos como enemigos, tanto como si nos deparase la muerte a los dos o, por el contrario, un reencuentro como el que muchas veces he soñado.

      *******************************

Echado sobre mi cama, sintiendo cómo el peso de la noche se va apoderando poco a poco del cielo, vestido con una simple túnica blanca, contemplo el techo al mismo tiempo que el cosmos de mis compañeros se va desvaneciendo.

                Han pasado varias horas desde que enterré a mi discípulo en el sarcófago de hielo, pero hace poco que noté cómo este se resquebrajaba con la fuerza de un caballero de oro, y mi corazón dio un vuelco tan brutal que pensé que dejaba de latir, pero tras pararse unos instantes, empezó a hacerlo con más fuerza y ansioso. Y sigue estando en ese estado aún habiendo intentado relajarme.

                Y ahora solo puedo escuchar desde mi cama el poder de mi mejor amigo emanando de la casa de escorpio. Y recuerdo que me juró que si tenía que enfrentarse a Hyoga, así lo haría, a pesar de conocerle, tanto en persona, como por medio de mi boca. Y sé que no me va a defraudar.

                Hyoga pelea ahora con él en su morada, y el cosmos del resto de sus compañeros viaja ahora por los eternos escalones hacia la casa de sagitario, rápidos y con determinación. Uno de ellos es el que, con ayuda del caballero renegado de libra, rompió la cárcel de cristal, y otro fue el que se quedó a su lado para revivir sus fuerzas aún a costa de su vida.

                Mi admiración por estos muchachos crece a cada paso que dan. Y comienzo a ponerme nervioso por el poder que emana de sus almas, pues jamás pensé que unos simples caballeros de bronce consiguiesen llegar tan lejos en el Santuario. Me lastima saber que Hyoga morirá frente a Milo, pero es el destino que él eligió y ya es demasiado tarde para cambiarlo.

                Mis ojos comienzan a temblar al percibir el cosmos de mi alumno elevándose hasta un punto que jamás hubiera imaginado, para apagarse casi por completo después. ¿Va a morir? ¿Le sacaron de la cárcel de hielo para morir a manos de Milo? Si eso es así, entonces no merecía haber salido e intentado llegar de nuevo hasta mí para enfrentarme.

                Pero, ahora estoy confuso. El cosmos de Milo se está calmando y regresando hasta su estado normal. Incluso me atrevería a decir que está impregnado de súbita preocupación. No entiendo lo que pasa, pues el caballero de escorpio juró no dudar en matar a ninguno de los caballeros de bronce, y en este instante parece más por la labor de salvarle la vida a uno de ellos.

                Rápidamente, me pongo la armadura y decido ir hasta la morada de escorpio, pero recuerdo que ese no es mi papel en esta guerra, y por mucho que mi corazón quiera ir al lado de Hyoga para ver lo que ha ocurrido, mi deber no es otro que permanecer en mi casa, aguardando la llegada del resto de los caballeros, que se acercan cada vez más.

     *******************************

Apenas consigo emitir un leve suspiro apagado por el viento mientras subimos el último escalón hacia la casa de mi maestro Camus. Siento su cosmos arder con intensidad en el interior, consciente de que me está esperando para luchar otra vez contra mí.

                Entramos en la morada de acuario con rapidez, y cuanto más nos acercamos al caballero de oro que la custodia, más se acelera mi corazón y más me tiemblan las manos. No sé si estoy preparado todavía para verle, pero no puedo fracasar otra vez. Tengo que ganar. Si no gano, estaré condenado para siempre, y no me perdonaría jamás que Shun casi sacrificase su vida para brindarme esta nueva oportunidad.

                Y allí lo veo, con su mirada eternamente indiferente, observándonos entre los pilares de su morada, con su orgullo de caballero revistiéndole más que su armadura. Frío como un glaciar. Pero no puedo evitar recordar la calidez de sus labios.

—Camus —susurro, y no sé si mi voz inspira coraje o inspira lástima—. Adelantaos, yo me quedaré a luchar contra mi maestro —les digo a mis amigos, y me miran con expresión preocupada, pero yo les insisto hasta que echan a correr hasta la salida.

                Mi maestro no hace nada para impedirlo, pero en este momento no le presto atención a eso. Estoy frente a él, con la mirada clavada en sus ojos, y él parece que apenas se ha movido, tan solo continúa respirando.

—¿Por qué has regresado? —Me pregunta, y yo no encuentro fuerzas para contestarle—. ¿Por qué no permaneciste en el sarcófago que yo mismo creé para ti? ¿Es que acaso ya olvidaste tus debilidades?

—No tengo debilidades —le digo con un hilo de voz, e inevitablemente pienso en mi madre, en que ya no la podré ver, en que ya no le podré llevar flores ni rezar a su lado.

—Tus debilidades te consumen, Hyoga. Si no eres capaz de deshacerte de ellas, jamás podrás derrotarme. Ni a mí ni a ningún caballero de oro.

—No desearía derrotarte, pero no me dejas otra opción —susurro, y preparo mi Polvo de diamantes, pero él se defiende con total tranquilidad y apenas logro siquiera sorprenderle.

—Si este es el único poder que has desarrollado, ya puedes ir dando media vuelta hasta tu casa —me lanza un ataque congelante y el hielo cubre mis pies dejándome inmóvil.

                Tras esto, se acerca hasta mí como un rayo y me golpea en el estómago, haciéndome sentir como si miles de agujas heladas atravesasen mi cuerpo a cada segundo.

                Me desplomo sobre el suelo, aún con los pies congelados, y me concentro para deshacer el hielo que los cubre. Entonces, me abalanzo sobre él reuniendo nuevas fuerzas, pero este me esquiva sin mayor dificultad y con una sola mano me lanza por los aires hasta que me voy a chocar contra una de las columnas de la morada de acuario, y caigo al suelo pensando que mi espalda se rompe.

—Es inútil, Hyoga —le oigo decir, cada vez más cerca de mí—. No puedes derrotar a un caballero de oro si no dejas a un lado tus debilidades. Jamás podrás matarme.

                Me levanto tristemente del suelo y alzo las manos sobre mi cabeza preparado para lanzarle otro Polvo de diamantes, el cual, con más fuerza, le golpea en la armadura y le hace retroceder.

                Camus me mira con su expresión fría, pero noto en sus ojos un brillo de incredulidad, y me animo a continuar con el combate con esperanzas de poder vencer. Pero en cuanto me preparo para atacarle otra vez, el frío vuelve a rodearme y siento mis manos congelarse. Corro hacia mi maestro y de un salto caigo sobre él, que se aparta evitando mi patada y me devuelve un puñetazo en el costado. Me coge por la muñeca y me pone el brazo tras la espalda con él detrás. Me hace levantar la cabeza con la otra mano y comienza a susurrarme al oído.

—Ríndete. Ya te he dicho que no puedes derrotarme.

—Nunca traicionaré a mis amigos ni a Atenea —jadeo, y me retuerce aún más la muñeca.

                Siento mi cosmos explotar en el interior de mi cuerpo y Camus cae al suelo rasgando las baldosas a unos cuantos metros de mí. Le devuelvo la mirada fría que él me estuvo dedicando en todo momento, y alzando mis brazos y apretando la mandíbula con rabia, le lanzo mi rayo de la aurora, que le golpea directamente y le hace caer de espaldas contra una columna, la cual se parte con un estruendoso crujido, haciéndose añicos.

—Estoy impresionado —dice con expresión de dolor sin moverse del suelo.

                Camus se levanta con debilidad y se coloca en posición de ataque. Su propia técnica le ha traicionado esta vez, pero sin duda con esa misma quiere concluir la batalla.

                Me mira con sus ojos fríos e inexpresivos, que poco a poco van abriendo paso a una mirada de tristeza y melancolía. Sé que está recordando cuando yo aún era un niño. Sé que está recordando los momentos más importantes que pasamos juntos. Sé que está recordando los besos que me dio antes. Lo sé, porque yo también estoy consumido por ello.

                Su cosmos se reduce y él no parece darse cuenta. Las mismas debilidades que apresaban mi corazón, le debilitan y a mí me hacen más fuerte.

                Ambos danzamos hasta reunir todo nuestro poder en nuestras manos, alzadas en el aire, amenazantes. Mi mirada denota odio. Su mirada denota amor.

                Dos rayos de la aurora salen disparados en direcciones opuestas y el frío más absoluto se comienza a concentrar en sus extremos. Y mientras todo se congela, mi corazón late con fuerza recordando lo mucho que le amo. Y Camus, siempre te he amado, desde lo más hondo de mi ser, pero nunca había pensado que amarte podría ser mi mayor arma. Solo deseo demostrarte que todo el entrenamiento, todos los momentos juntos, todas las reprimendas y todos los halagos, han dado sus frutos.

                Aunque siento tener que decirte adiós.

     *******************************

Me arrastro por el suelo, a punto de morir, acercándome lentamente hasta mi aprendiz.

                Hyoga, me has superado. Me has vencido. Has conseguido convertir tu debilidad en la razón de todo tu poder, y  no fui capaz de darme cuenta de lo fuerte que eso te podía llegar a hacer. Sin embargo, yo, abriendo mi corazón, me fue imposible lograr derrotarte, porque es tal el sentimiento que me corroe que dudé en matarte.

                Llego hasta a ti con los ojos apagados. Te acaricio la mejilla mientras contengo las lágrimas. No sé qué me pasa. No sé por qué llora mi cuerpo. No sé dónde quedó toda la frialdad que me posee desde que era pequeño. Mi personalidad se hace añicos al verte ahí, con el corazón congelado y la respiración muerta. Tu piel pálida continúa suave, y no puedo apartar mi mano de ella.

                Quisiera que vivieras. Quisiera con toda mi alma que jamás hubiéramos tenido que encontrarnos en este lugar, pero el destino es cruel e incierto. Ojalá nunca hubieras sido mi alumno, así no tendrías que haber muerto ahora. Así yo no tendría que estar muriéndome sin poder sostenerte entre mis brazos.

Notas finales:

¡Muchas gracias por vuestra atención y espero no habermos decepcionado! Desde luego, nunca me había costado tanto escribir de esta manera, y mucho menos con estos dos personajes a los que tanto quiero, jajajaja.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).