Era sábado por la mañana y Hanamiya volvía a casa arrastrando los pies, cansado y chistando molesto. Era normal que los fines de semana se festejaran eventos y por eso debía repartir una gran cantidad de postres. Entró con pesadez y al ver el desorden que era la sala resopló con ganas de tirarse sobre su cama para continuar durmiendo. El día anterior no había ido a ver a su nuevo vecino, pero Makoto le había prometido a su hijo presentárselo y si no cumplía se iba a convertir en un dolor de cabeza. Se recostó en el sofá bostezando, mirando la hora y pensando que tal vez debería estar haciendo algo de comer, pero Chihiro continuaba dormido y fue en ese momento que una sonrisa maliciosa se formó en el rostro de Hanamiya.
Sin dudarlo tomó uno de sus grandes bols con los que preparaba las mezclas para cocinar y lo llenó de agua fría. Caminó en silencio hasta el cuarto de su hijo y en penumbras se acercó hasta la cama. Cuando estaba por arrojar una gran cantidad de agua algo lo empujó, no, su hijo lo empujó por detrás -¡No soy tan tonto para caer en esa broma dos veces! –Exclamó tacleando a su madre que lo miró sorprendido. El empujón le hizo perder el equilibrio, obligándolo a caer junto con el agua que únicamente lo había empapado a él.
-Esto ya es guerra, mi querido Chihiro –Masculló rojo de ira para ponerse de pie. El niño no tenía muchos lugares para esconderse, puesto que su cuarto era lo que consideraba como “zona anti mamá”. Chihiro corrió con rapidez hasta llegar a la puerta principal y sin dudarlo, sin importarle que estuviese en pijama, salió por esta. En ese momento, para fortuna del menor, se encontraba el nuevo vecino.
-¡Usted es el nuevo vecino bombero! –Exclamó emocionado sacándole una sonrisa al castaño.
-Tú debes ser Hanamiya-kun ¿verdad?
-Sí, mamá está enojado porque fui más inteligente que él –Dijo como respuesta el menor señalando la puerta de su departamento, de donde provenían un cien mil de gritos.
-Se ve que tiene carácter… -Comentó con una risa nerviosa Kiyoshi.
Antes de que el infante pudiera decir algo más la puerta se abrió de golpe, mostrándose un Hanamiya mayor con el cabello húmedo y cara de pocos amigos -¡¿Pensabas que ibas a poder esconderte?! ¡Vete a tu maldito cuarto!
-¡No puedes castigarme! ¡Tú quisiste hacerme una maldad, a eso se le llama karma! –Habló refunfuñando el menor de brazos cruzados y con un pequeño puchero para dirigirse a su habitación.
-Yo te voy a dar tu “karma” –Murmuró haciendo de su mano un puño. Pero por supuesto que esa era una simple expresión, porque a Hanamiya jamás se le cruzaría por la cabeza golpear a su hijo. Lo último que deseaba ser Makoto era ser un golpeador como su padre. Cambiando de expresión e intentando sonreír dulcemente miró al castaño que había visto la escena sorprendido –Niños… -Rió tontamente.
-Se ve que se divierten mucho por aquí –Rió Teppei.
-Si… Y, ¿mucho trabajo? –Preguntó el azabache algo nervioso sin saber de qué hablar.
-Tranquilo, y al ser el jefe de la estación es puro papelerío y llamadas –Suspiró sin dejar de lado su sinpática sonrisa.
-Creí que eras pura acción –Comentó un poco más interesado.
-Antes participaba en las emergencias, pero me lesioné la pierna y me obligaron a cambiar de puesto –Contó señalando una de sus piernas.
-Ya veo…
-Pero estoy yendo a rehabilitación, espero poder volver a la “acción”, como dices –Agregó riendo, contagiando al más bajo.
-Bueno, debo ir a hacer el almuerzo, nos vemos.
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Hanamiya comía sin muchas ganas, pensando mucho en lo que le había dicho el nuevo vecino. No le habían dado una buena bienvenida a Kiyoshi, por lo que pensó en diferentes variables. La primera fue invitarlo a cenar esa noche, pero ¿a quién quería engañar? El departamento era un desastre debido su trabajo y limpiarlo era demasiado. Sin contar que en lo más profundo de sus pensamientos, Makoto deseaba que lo llevara a un restaurant para tener una velada romántica. Eso, una buena copa de vino, que lo llevara a su departamento para que apagara el incendio que empezaba a crecer entre sus piernas…
-Mamá, estás babeando sobre tu comida… -La voz de su hijo lo sacó de sus pensamientos –sucios pensamientos- y lo obligó a volver a la realidad para limpiar su boca –Quiero hacerle un pastel a Kiyoshi-san.
-¿Un pastel? –“¡Si!” gritó su mente, estaba tan ocupado pensando en cosas complicadas que se olvidó de lo más simple –Podríamos hacer uno pequeño, y que en el centro…
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Lo hicieron, después de tener una batalla campal de harina terminaron el pastel. Era sencillo, de vainilla con crema y como decoración dibujaron un camión de bomberos donde decía “Bienvenido”. Era la primera vez que Hanamiya se sentía nervioso a la hora de entregar uno de sus postres, pues temía que no les gustaba, o que no le gustaran los dulces -¿Puedo llevarlo yo? –Preguntó el niño, a lo que asintió entregándole la bandeja.
-Si lo tiras te embarraré la cara con él –Advirtió abriendo la puerta para que pasase su hijo.
-Ya sé…
Con algo de temor Makoto tocó la puerta del departamento ajeno y esperó a que abriera. Como acostumbraba Teppei abrió sonriente, para luego mirar con sorpresa lo que tenía frente a sus ojos. Chihiro sostenía el pastel sonriendo -¿Para mí? –Preguntó sin saber qué decir el castaño.
-No te habíamos dado una bienvenida ni una buena primera impresión –Respondió el azabache mayor restándole importancia.
-Pero, no debían molestarse –Respondió tomando el pastel para entrar a su casa –Por favor, pasen –Les invitó dejando la puerta abierta.
Sin saber cómo negarse entró junto con Chihiro para tomar asiento. No era más grande que su departamento, bueno, todos eran muy similares después de todo. Además, Kiyoshi acababa de mudarse por lo que no había demasiadas cosas y todavía había cajas sin abrir. El niño miraba todo curioso, pero cuando estaba por resignarse al ver que todo era muy monótono vio una pecera que descansaba sobre una pequeña mesita -¿Qué es? –Preguntó asomándose para descubrir lo que allí había, puesto que en esa pecera no había agua.
-No seas cotilla –Exclamó su madre pensando que su hijo era demasiado confianzudo y que eso podría ser tomado como una falta de educación.
-No pasa nada –Lo calmó de inmediato el castaño para tomar asiento frente al azabache mayor –Es mi hámster, Koki.
-¿Puedo agarrarlo? –Preguntó queriendo estirar la mano, pero el mayor se puso de pie provocando que el menor se quedara estático. Teppei buscó dentro de una caja una esfera transparente de plástico, allí dentro metió al animalito y dejó que corriera por la casa con libertad -¡Mamá, yo también quiero un hámster!
Hanamiya se limitó a suspirar cansado, haciendo reír a Kiyoshi, quien volvió a sentarse frente a él –Tu hijo es muy divertido –Comentó con gracia.
-Sí, cambió mi vida –Respondió observando como su bebé se entretenía mirando con atención al animalito.
-Y, ¿su padre? –Preguntó el castaño, intentando no sonar tan curioso.
-Ni lo menciones –Bufó frunciendo el ceño.
-Lo siento, es un tema que no debería importarme…
-No es nada, hace años que no lo veo –Respondió sin sentirse afectado por nada el azabache –No se quiso hacer cargo ni responsable de Chihiro, estamos muy bien sin él.
Makoto intentaba evitar que sus pensamientos lo llevaran a Imayoshi, el padre de Chihiro, puesto que siempre lo ponía de malas. Pero a veces era imposible no recordarlo, él había sido su primer y último amor, porque a ningún varón le interesaría un doncel embarazado o con hijos tan joven. Sin embargo, a pesar de que maldecía la existencia de Souichi o deseaba escuchar su muerte en alguna noticia no podía arrepentirse de lo que éste le dejó. Chihiro era toda su familia, era su vida y si pudiese volver el tiempo atrás para cambiar las cosas lo dudaría mucho.
-Es realmente cruel cuando pasan esas cosas ¿verdad? –Preguntó afligido Teppei.
-Un poco, al principio –Respondió pensativo –Pero tenía a mis amigos que fueron de mucha ayuda.
Estuvieron hablando de trivialidades cerca de una hora y Hanamiya se dio cuenta de algo importante, algo que creyó imposible después de que le rompieran el corazón: Se había enamorado de su estúpido vecino, como lo apodaba en ahora sus pensamientos. Pero no señores, esta vez no iba a tomar la iniciativa, no iba a ser el doncel fácil y desesperado que había sido en el pasado.
Cuando volvieron a su departamento el niño encendió la televisión sin nada interesante que ver realmente, porque de repente se había enfocado en su madre, quien caminaba pensativo de un lugar a otro -¿Estás bien, mamá? –Preguntó preocupado.
-¿Qué pensarías si me buscara novio? –Preguntó Hanamiya, pensando que tal vez fuese un tema importante para hablar con su hijo. Era mejor no confundir al niño y decir las cosas de frente para que no pensara cosas que no son.
-Mamá, ¿otra vez tomaste alcohol?
-Mocoso mal criado… -Masculló al escuchar eso de su propia sangre, pero sin negar que había noches en las que tomaba y no toleraba el alcohol –Estoy hablando enserio.
-A veces me gustaría tener un papá… -Respondió distraído el niño, mirando que había dibujos animados en la televisión.
-Ya, suficiente que tenga pareja, mocoso –Bromeó dirigiéndose a la cocina para empezar a hacer la cena.
-Es verdad, eso sería un milagro ¿verdad?
-¡Vete a tu cuarto! –Gritó enojado al escuchar a su hijo, quien corrió antes de que empezaran a volar ollas y cubiertos.