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The fox & the crow por Yae

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VII.- “No lo dejes caer”

 

 

 

 

Aun con la ropa empapada se apresuró a casa de Hinata, la curiosa visión que había experimentado hace poco en su casa lo estaba molestando… desea confirmarla o desmentirla. La lluvia continuaba cayendo copiosa y apenas se preguntaba qué sería de Itachi.

 

— ¿Qué fue lo que viste?

El rubio se sobresaltó al ver al pelinegro de pie a su lado, mojándose con la lluvia sin que le incomodase.

— Lo mismo que tu… a Hinata.

Vio a Itachi negar suavemente inclinándose, — no Naruto, yo no la vi a ella.

 

Ni bien escucho esa lúgubre respuesta dejó al pelinegro bajo la lluvia y salió disparado a confirmar sus sospechas, de todos modos con todo lo que estaba viendo en los últimos días ya empezaba a dudar sobre sus propias convicciones, sobre que los fantasmas no existían.

— ¡Maldición! — se quejó cuando cayó de bruces al piso culpa de su lesión que no le permitía correr. Enfadado se limpió el lodo que embadurnaba su rostro con el dorso de su mano. Inspirando hondo se puso de pie para continuar su camino, ahora si yendo despacio y aguantándose el dolor que parecía empeorar consecuencia de su esfuerzo.

Cuando ya estuvo cerca de la casa de la muchacha ignoró las miradas de los pocos transeúntes que le veían sorprendidos, llegando a su destino golpeó la puerta con torpeza, estaba enfadado… tal vez el asunto solo se trataba de una mala broma que la muchachita fraguó para desquitarse.

La puerta no tardo en abrirse, una chiquilla muy parecida a Hinata salió,  de cabellos algo más claros le miró de pies a cabeza.

— ¿Qué quieres? — interrogó con desinterés.

— Hanabi… — Naruto suspiró, conocía a la pequeña hermanita de Hinata, solo le bastó ir un par de veces a esa casa cuando aún salía con la mayor. — ¿Esta Hinata?

— Si, pero ahora está hablando con nuestro padre — informó con cierta desconfianza.

— ¿Y… tardara mucho?

— No lo sé, son asuntos familiares ya llevan algo más de una hora… si quieres verla tendrás que volver — un ligero puchero de enfado se dibujó en la chiquilla — así podrás tomar una ducha, te ves horrible.

Naruto se mordió los labios sintiéndose como todo un estúpido, — no… ya hablare con ella en otro momento. — Dando media vuelta se fue sin despedirse.

Que idiota soy.

Se reprochaba así mismo, si Hinata llevaba más de una hora hablando con su padre era imposible que hubiese ido a su casa para intentar asustarlo montando ese show, se despeinó su mojado cabello con ambas manos arrepintiéndose ahora de haber dejado a Itachi botado bajo la lluvia, si bien había avanzado bastante en sus planes quizá ahora tendría que excusarse de alguna manera.

Mierda.

La lluvia comenzaba a cesar lentamente y a riesgo de pescar un refriado Naruto decidió regresar a su casa para cambiarse de ropa, entró arrastrando sus enlodados zapatos para dejarlos en el recibidor, el único lugar que se le ocurría en donde encontrar al Uchiha era la dichosa pescadería de los ancianos.

Ahora llevaba una chaqueta que lo protegía del frío y un paraguas para cubrirse de la ligera llovizna que no dejaba de caer.

 

 

 

 

— Bueno… Itachi-san vino, solo que no se veía bien parecía a punto de coger un resfriado — la anciana mujer le explicaba desde la puerta de su casa al no haber abierto su negocio aquel día — por eso le dije que se fuera a dormir… ¿también estas preocupado, Naruto-chan?

— No. Claro que no — negó un par de veces — solo estaba aburrido y quería…

— Molestar a Itachi-san ¿he? — La anciana le miró severa — no creas que no me he dado cuenta de cómo lo miras.

El rubio abrió más los ojos sintiéndose abochornado, como si hubiesen descubierto sus perversos planes, retrocedió dos pasos cuando la mujer mayor quiso acercarse para verle fijamente a los ojos.

— No, no. ¡No es como lo está pensando´ttebayo! — se defendió negando ahora con mucho entusiasmo.

— Bien, voy a creerte Naruto-chan — la anciana tosió levemente — y en ese caso quiero que le lleves un par de cosas.

— ¿Eh?

 

Entonces la mujer lo dejó solo en el pórtico unos minutos antes de regresar trayendo consigo una pequeña bolsa que no dudó en entregarle.

— Olvide dárselas antes a Itachi-san, son un par de medicinas y algo de salmón para que se prepare sopa — sonrió arrugando más su rostro — dile que se tome las medicinas que le caerán muy bien.

Naruto quería reclamar, gritar y reclamar, se sentía como un simple mensajero. Pero al ver la expresión de la anciana quien seguía sonriéndole se tragó su rabia mordiéndose la lengua, deseaba ser grosero y odioso como siempre se comportaba… pero simplemente no pudo.

— No sé dónde vive — suspiró derrotado.

— Por eso no te preocupes Naruto-chan, yo te daré indicaciones precisas.

 

 

 

Sus pies se movían con bastante lentitud, aun resentía el dolor en su tobillo, pero prefería deambular por las calles antes de permanecer en su casa llena ahora de “fantasmas”, sonrió a medias al sentirse de nuevo estúpido, hace poco había corrido a casa de Hinata y ahora iba a casa de Itachi.

Suspiró por enésima vez aquel día, al menos casi había dejado de llover y eso hacía más llevadera su caminata, cuando llegó a su destino se topó con algo totalmente diferente a sus suposiciones, creía que Itachi vivía en una gran casa, con un bonito jardín y un peludo perro guardián. Pero lo que sus azules ojos divisaron fue por completo distinto, una pequeña y grisácea casa, con solo tierra alrededor, ni siquiera un pequeño arbusto le brindaba algo de color a la fachada. Algo dudoso se aseguró de estar en el lugar indicado, cerciorándose un par de veces del número estampado a un lado de la puerta… definitivamente allí debía ser.

Tragó pesado algo nervioso, ahora ya no podía ni imaginarse como sería la familia del pelinegro, a pasos realmente lentos se colocó delante de la puerta levantando la mano con intención de tocar.

Un par de suave golpes que casi ni se oyeron lo hicieron enfadar consigo mismo, no tenía por qué sentirse ni siquiera nervioso, arrugó el entrecejo golpeando de nuevo ahora con más fuerza, tal vez exagerando incluso. Los segundos fueron avanzando y solo el viento silbar era lo único que percibía y las escasa gotas de lluvia que caían hasta chocar con el suelo consumiéndose en la tierra.

Repitió su acción golpeando de nuevo impacientándose conforme el tiempo se consumía, odiaba que lo dejasen esperando, era demasiado impaciente para estarse quieto por mucho tiempo.

— ¿Por qué rayos nadie abre? — se preguntó a si mismo golpeando de nuevo la puerta.

Y finalmente el picaporte sonó, Itachi se asomó sorprendiéndose de ver al rubio allí.

— ¿Naruto?

— Claro que soy Naruto, ¿esperabas acaso una cucaracha gigante? — habló agrio en su mueca de enfado.

El pelinegro arqueó una ceja no muy convencido, de todos modos era demasiado extraño que el rubio supiese donde vivía y que fuese a verlo, tenía todo el derecho de sorprenderse aunque fuese solo un poco.

— ¿Qué es lo que quieres?

Naruto se mordió el labio inferior enfadándose más, ¿cómo se atrevía a tratarlo de ese modo?, al menos esperaba que le dejase pasar sonriéndole con algo de dulzura para después ofrecerle de comer… moría de hambre, no había probado bocado desde el desayuno.

— Te mandaron esto — mascullando entre dientes  casi le estampó en la cara la bolsa que la anciana le había encomendado.

Itachi recibió el encargo algo desconcertado examinando su interior con cuidado.

Si Naruto hubiese pasado menos tiempo maldiciendo en su fuero interno se hubiese percatado del ligero rubor que adornaba las mejillas del pelinegro consecuencia de la fiebre probablemente.

— Lo envía la anciana, dice que te tomes las medicinas y que prepares sopa con ese pescado — aclaró aun frunciendo el entrecejo y sujetando con demasiada el paraguas con el que se cubría, como detestaba a Itachi por tener a personas que se preocupaban por él… y en cambio para Naruto ni a su propia madre parecía importarle su suerte.

El de cabellos largos pareció meditar el mensaje, se preguntaba cómo es que el rubio había llegado a aceptar el traerle las medicinas y lo demás. — ¿Porque no entras un momento? Al menos hasta que la lluvia pase. — Se hizo a un lado dándole espacio.

Naruto quiso negarse, vete al diablo, deseó pronunciar al recibir el ofrecimiento tan tardío.

— Mi padre está durmiendo, procura no hacer mucho ruido — agregó entrando en la casa.

Inspiró ruidosamente cerrando el paraguas para dejarlo a un lado de la puerta junto a sus zapatos y entrar detrás de Itachi, el pelinegro vestía una camiseta de color azul marino algo larga y unos pantalones chándal del mismo color, la coleta larga que le caía por la espalda le distrajeron el tiempo suficiente para que apenas si le prestase atención al decorado de la sala o por qué las cortinas de las ventanas estaban cerradas. Entró a la habitación que le indicaron reaccionando ante el sonido de la puerta de papel corrediza,  sin perder tiempo se sentó en el pequeño kotatsu sin esperar el permiso.

— Gracias por traerlo — Itachi se le quedó viendo desde la puerta refiriéndose al envió.

— Humm — suspiró de nuevo observando al chico que también le veía, Itachi tenía la piel clara y limpia como si nunca hubiese consumido grasosas papas fritas o chocolate en cantidades alarmantes, su complexión no era del todo delgada, como si estuviese en el perfecto punto medio. La parte más llamativa eran sin duda sus ojos, negros como el carbón y con esas largas pestañas que le quedaban demasiado bien, el cabello largo parecía enmarcar y realzar el rostro fino… no delicado, era sin duda fino y elegante e Itachi se movía acorde a esa elegancia.

Entonces sucedió.

Vio esos dulces labios comprobados de primera mano curvarse nimiamente, una diminuta sonrisa se formó en ellos con un toque socarrón y Naruto se alarmó ante el nuevo gesto.

— ¿Estabas pensando en mí? (*) — el pelinegro ensanchó una milésima más su sonrisa.

Idiota.

Naruto se reprochó a si mismo frunciendo en entrecejo, bastardo.

— Debiste ver la cara que pusiste (**)— el ligerísimo tono de sarcasmo que usaba Itachi era evidente — toda roja.

El rubio sonrió a fuerzas mostrando sus blancos dientes presionados entre sí, era evidente que el infeliz de Itachi tenía muy buena memoria. — Si, estaba pensando en ti. — Confesó mirándole de pies a cabeza sin pudor alguno, como examinándolo y sopesando los puntos buenos en su atractivo físico.

Las negras cejas de Itachi se elevaron y este se cruzó de brazos.

— ¿Y quieres que te diga en que más pensaba? — Afiló su mirada estirando un poco su cuello — Claro, para tener la cara roja.

Entonces el pelinegro dio media vuelta saliendo de la habitación, de quedarse seguramente terminaría oyendo a Naruto decir alguna obscenidad.

El de azules ojos suspiró una vez estuvo solo y una risa de alivio se escapó de sus labios, no quería terminar diciendo lo primero que se le viniese a la cabeza, pero no halló otro recurso para no sentirse como idiota frente a Itachi.

Curiosos sus ojos se pasearon por la habitación, el pequeño librero, el buró y el futón era casi lo único allí. Un pequeño marco captó su atención, era la fotografía de una hermosa mujer de cabellos negros que abrazaba a un par de niños muy parecidos a ella, identificó a uno de los niños como Itachi y el otro más pequeño se le hizo desconocido.

Una nueva punzada de celos se hizo presente, Itachi parecía tener una linda familia…

Y mi padre está muerto.

Enfadado devolvió la fotografía a su lugar, ya de pie deambuló por el reducido espacio hastiado de sí mismo, había pasado a sentirse inferior de alguna manera, sentirse desdichado como si nadie le deseara felicidad, como si fuese el ser más infeliz de aquel miserable pueblo.

Un pequeño ruido le hizo respingar, en el enorme silencio que había no le fuese difícil percibir el diminuto rasguño que parecía provenir de alguna pared, suspicaz abrió lo que parecía el closet, dentro solo hallo ropa cuidadosamente ordenada.

— ¿Ratones? — se preguntó a si mismo pensando en la posibilidad de que algún roedor estuviese merodeando buscando algo de comer.

De nuevo un par de rasguños le pusieron  en alerta, su azul mirada entonces critica recorrió el lugar, de arriba abajo, de derecha a izquierda, buscando algún hoyo, alguna rajadura en la pared… cualquier cosa, incluso una pequeña niña siniestra que le mirase desde algún rincón invitándolo después a jugar a las escondidas.

Rió ante su paranoia, estaba pensando demasiado en fantasmas, pasó el dorso de su mano por su frente sin dejar de sonreír.

Los rasguños que siguieron fueron mucho más claros y de inmediato indicaban como lugar de origen el closet que Naruto ya había revisado, ahora serio el rubio volvió a asomarse a ese lugar.

“No debes temerle a los fantasmas Naruto”

Recordó aquello de manera innecesaria en tanto se acercaba más, si aquello se trataba de una mala broma caro se lo haría pagar a Itachi.

La ropa seguía allí, prolijamente ordenada por colores, Naruto se sintió de nuevo como idiota.

 

¡Fuera de aquí!

 

El grito fue tan inesperado y tan claro que apenas si pudo reaccionar y más cuando alguien pareció salir del lugar yéndosele encima con violencia.

Naruto cayó al piso golpeándose la cabeza haciéndole cerrar los ojos escasos segundos y cuando quiso apartar a su atacante se halló solo, tendido en el piso de madera sin absolutamente nadie alrededor. Sus azules ojos abiertos en demasía y un escalofrió le recorrían entero, había sentido con claridad las manos de su atacante empujarle y uñas rozarle el cuello con peligrosidad.

— ¿Estas bien?

La voz de Itachi pareció hacerle reaccionar, el pelinegro le veía algo preocupado desde la puerta al verlo tendido en el piso.

— Solo… solo me caí. — Aclaró al nervioso poniéndose de pie con torpeza. — Solo un tropezón´ttebayo.

El pelinegro asintió colocando la pequeña bandeja que traía sobre el kotatsu. — Es sopa de miso.

Naruto escasamente le dedico atención a la comida caliente que le ofrecían, tenía hambre sin duda, pero el susto de hace poco le había quitado gran parte de su apetito.

— ¿Vives solo? — Preguntó de manera inconsciente.

— Con mi padre — Itachi le miraba atento, el rubio se veía consternado y algo pálido, como si no estuviese bien del todo. — Naruto…

Repentinamente el nombrado se acercó para abrazarle con ligera ansiedad, estrechándole entre sus brazos buscando aliviarse a sí mismo, — los fantasmas no existen — susurró quedito al oído del otro apresando los cabellos negros de Itachi con una mano.

Por su parte el pelinegro no se apartó, mas por el contrario sus brazos algo dudosos rodearon a Naruto para corresponderle, como si quisiese confortarlo por algo. La actitud errática de Naruto era sin duda confusa, pero algo en la frase “los fantasmas no existen” le hacían suponer que algún suceso extraño tuvo que pasar en los escasos minutos que estuvo en la cocina.

Como si un remolino de improbables eventos los hubiese envuelto repentinamente, como si la sensación de estar siendo seguido por alguien ya no fuese algo exclusivo para Itachi, como si algo se hubiese inmiscuido en sus vidas a la fuerza tan solo con el afán de torturarlos.

Un par de suspiros se estrellaron el oído de Itachi provocándole un ligero escalofrió y la diminuta urgencia de sentirle algo más cerca… de algún modo más cerca se hizo presente. Casi a tientas sus labios se asomaron a la comisura de los contrarios, como sugiriéndole a Naruto que deseaba besarlo.

Ligeramente sorprendido en rubio percibió el cálido aliento muy cerca, sin pensárselo mucho apresó los labios de Itachi con los suyos, casi mordiéndole por la brusquedad de su acción… aun deseaba someterlo de algún modo, lastimarlo para sentirse mejor por la patética vida que tenía que vivir cada día, como si el Uchiha fuese del algún modo responsable por su suerte, tal vez era demasiado infantil pero eso a quien le importaba. Le siguió besando casi peleando con la lengua ajena oyendo un leve quejido por parte del pelinegro cuando en verdad le mordió con fuerza aquel órgano muscular, el regusto metálico de inmediato se paseó en su boca siendo apartado en ese instante.

— No vuelvas a hacerlo — Itachi le miró enfadado palpando con sus dedos la poca sangre que se escabullía de su lengua herida.

— Fue un accidente — el rubio se relamió los labios sonriendo un poco, toda su ansiedad había disminuido repentinamente, como si hubiese ingerido algún tipo de analgésico, se sentía mejor. Cuando quiso acercarse y retomar el beso donde lo habían dejado el pelinegro desvió el rostro evadiendo el contacto. — De acuerdo… lo lamento — Naruto le miró conteniendo su enfado.

Itachi suspiró mirándole de lado, cualquier sensación placentera que experimentase mientras se besaban se vio frustrada por la diminuta agresión y fue solo en ese momento que por fin se preguntó la razón del porque accedía a todo aquello.

Naruto tenía que gustarle de algún modo.

Y de algún modo se le hizo imposible pensar en el momento que empezó a gustar del rubio, si desde sus primeros encuentros este se comportó de manera hostil… tal vez…

— Itachi.

La voz del rubio le hizo respingar.

— Ya dije que lo lamento — Naruto carraspeó buscando que le prestasen atención — no tienes que ignorarme como si fuese basura.

— No lo hago — pronunció con cuidado, la manera en que el otro se expresaba en ocasiones no le agradaba del todo.

— ¿Entonces?

Itachi abrió la boca para preguntar, para saber si también le gustaba a Naruto, para analizar en la expresión que el otro pusiese si tan solo estaba burlándose, pero nuevamente los labios del de ojos azules rozaron con los suyos… con demasiada suavidad.

 

 

— ¡Itachi!

 

El gritó hizo a ambos muchachos sobresaltarse, Naruto retrocedió alejándose del pelinegro al oír pasos acercarse, cojeando torpemente el padre del Uchiha se asomó a la habitación buscando a su hijo.

— ¡Debo tomar mis medici… — calló al ver a un joven rubio de pie a un par de pasos de su primogénito. — ¿Qué está sucediendo? — frunció el ceño. — ¿Qué hace este mocoso aquí?

Los ojos azules se afilaron ante el insulto pero Itachi se antepuso a su reacción.

— Es un compañero de salón — explicó.

— Mi nombre es Naruto Uzumaki — infló el pecho presionando los puños.

—  ¿Uzumaki? — Al oír el apellido pareció meditárselo unos instantes. — No me importa quien seas, quiero que te vayas de mi casa ahora.

Quiso responder con venenosas palabras e insultos también pero se mordió la lengua, no tenía sentido desperdiciar tiempo con un anciano enfermo, sonrió soberbio pasando al lado del adulto, — me retiro señor Uchiha, nos veremos en clase Itachi — agregó para salir de la habitación y luego de la casa.

 

 

 

 

Una vez fuera estampó su puño con ira contra el árbol más cercano, inspiró furioso caminando con rapidez… curiosamente de nuevo volvía a sentir dolor en el pie que tenía lesionado y aunque había dejado su paraguas en casa de Itachi afortunadamente la lluvia había cesado por completo.

Hambriento resintió el no haber aprovechado cuando pudo la comida que le ofrecieron, siguió avanzando con las manos dentro de los bolsillos y una expresión de enfado, maldiciendo al padre de Itachi, a Itachi, a los fantasmas…

Caminó sin prestarle mucha atención a su rumbo hasta percatarse de que había llegado a unos de los pequeños bares que habían en ese pueblo, suspiró cansado, hace semanas que no se pasaba por allí.

Cuando entró a la diminuta instalación con un par de mesas y una barra improvisada el olor a tabaco y alcohol se coló en sus fosas nasales.

— ¡Naruto! — un par de hombres exclamaron al verle agitando sus brazos para que se acercara —hace mucho que no te veíamos.

— Estuve ocupado — respondió parco sentándose en una de las sillas.

— ¿Es por esa chiquilla con la que estas saliendo? — comentó el otro hombre de algo más de veinticinco años y con la barba sin afeitar que servía el sake que bebían. — Esa chica muy guapa — sonrió perverso.

— ¿Hinata? — Naruto preguntó tontamente — ella es muy aburrida.

Ambos hombres palmearon al chico en la espalda mientras reían a carcajadas.

— Algunas mujeres son así muchacho — se acercó para susurrarle — por eso desde la otra vez te trajimos un regalito… — hurgó con torpeza entre sus bolsillos sacando una diminuta botellita con un par de pastillas blancas dentro.

— ¿Qué es esto? — el rubio tomó el frasquito viendo con poco interés el obsequio.

— Con eso… — susurró por lo bajo — cualquier chica será… más cooperativa — le murmuró en tono de secreto para reír escandalosamente luego, provocando que Naruto saltase de su lugar por el estrepitoso aumento de volumen.

Suspiró sentándose de nuevo en medio de ambos hombres que le ofrecían la bebida alcohólica.

— Ya quita esa cara muchacho.

El rubio paseó entre sus manos el pequeño contenedor de cristal, de todos modos ya no le servía porque ya no salía con Hinata y ahora tenía asuntos más importantes que resolver, inspiró con pesadez. — ¿Ustedes creen en fantasmas?

 

 

 

*****

 

 

 

 

Notas finales:

 

 

(*) y (**) : Solo es una referencia a lo que Naruto le dijo a Itachi en el capítulo cinco

Cuando Itachi reaccionó a sus cavilaciones Naruto le miraba divertido apoyando su rostro en su palma, — ¿estabas pensando en mí?

Algo espantado Itachi retrocedió en su lugar.

— Deberías ver la cara que pusiste — se carcajeó. — Toda roja.

Solo que Itachi aquí dijo: — Debiste ver la cara que pusiste.

 

 

Muchas gracias por los comentarios y las lecturas, debía publicar hace unos días pero no tuve mucho tiempo, nos leemos en el siguiente si este capítulo le resultó interesante a alguien. Cuídense mucho.

Yae

 

 


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