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Sarasouju por miss_seragaki

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Cuando me llevé a la cama al rojo, no tenía ninguna intención de volver a verlo. Sencillamente se me antojó fastidiarle el orgullo cuando lo vi coquetear con todas esas mujeres.

 

Debo admitir que se veía demasiado sexy en la cama… pero ni siquiera por eso, o porque se mostró tan deliciosamente complaciente, pensé en verlo de nuevo.

 

Aún así, terminamos de nuevo en el pequeño cuarto de archivos, en la oficina que comparto con Yoshie-sensei. Ya no sé cuantas veces ha venido a verme cuando mi tutora está en sus otras actividades.

 

—Ya te dije que puedes gritar —susurro en su oído, logrando que su piel  se erice —. Nadie va a venir en las próximas tres horas —empujo de nuevo mis caderas contra su parte posterior, recargando mi pecho en su espalda y presionándolo contra la pared más y más.
—Mi… nk… —pronuncia mi nombre en un suspiro entrecortado, y su voz rasposa y empalagosa me envuelve.

 

Le muerdo ligeramente la oreja y aspiro el aroma de su cabello, sin dejar de estimular su parte frontal; está tan húmedo que el fluido cristalino gotea entre mis dedos. Las rodillas le fallan de repente, aunque se sostiene de la estantería que está a nuestra izquierda.

 

Saber que lo pongo así me causa una profunda satisfacción, y eso me hace querer hacerlo perder el control aún más.

 

Me salgo, y lo giro para que quede de espaldas a la pared. Sin dejar de mirar sus ojos escarlata, levanto su pierna y vuelvo a invadir su cuerpo, mientras él suelta un grito y aprieta los párpados.

 

Mientras me empujo con más fuerza y velocidad contra su cuerpo, el rojo me abraza, enterrando el rostro en mi hombro. Sus gemidos llenan el pequeño espacio, y la pequeña ventana que da a los jardines está completamente empañada por nuestros alientos erráticos. Es bueno que estemos en un tercer piso.

 

De pronto, siento que se tensa y se lleva la mano al rostro. Comienzo a reírme, porque sin necesidad de verlo sé bien lo que acaba de pasar. No es la primera vez que ocurre.

 

—No te rías, maldito estúpido —se limpia la sangre que se le escurre de la nariz con el dorso de la mano y luego me golpea el brazo con fuerza—. Es tu culpa.

 

Sin poder evitarlo, sigo riéndome mientras recargo la frente en su hombro. No es que esté burlándome de él; es solo que sus sangrados nasales me parecen completamente ridículos y adorables a la vez.

 

—Yo no tengo la culpa de que seas un depravado —sin dejar de sonreír, cojo un pañuelo de papel de la caja que está en los anaqueles, y le limpio la sangre que le escurre desde la nariz hasta la barbilla. Le doy otro pañuelo, y él lo usa para limpiarse la mano.

 

El rojo me dirige una mirada ofendida cuando termina de limpiarse, aunque luego se ríe también. Su risa me atrapa.

 

En respuesta, le doy un beso profundo y ruidoso; sonrío porque aún puedo saborear la sangre en sus labios. Nuestros alientos se mezclan y lentamente, entre besos, recuperamos la intensidad previa a su sangrado nasal.

 

Su rostro se tiñe de escarlata mientras nos movemos uno contra el otro. Se muerde el labio con fuerza, pero ni eso logra ahogar sus sollozos. Lo adoro cuando ha dejado de lado su pudor y su orgullo, y se deja caer por completo en mis brazos. Solo en ese momento es completamente mío.

 

Sé que alcanzará su límite en cualquier momento, porque muerde la tela de mi abrigo con fuerza, intentando silenciarse, y me aprieta con fuerza para que no quede un solo espacio entre nosotros. Nuestras voces se mezclan en un ir y venir de suspiros, gritos quedos y gemidos.

 

Su voz se vuelve ligeramente más aguda, y su cuerpo se sacude con toda la fuerza del clímax. Se queda unos segundos sin moverse, con los ojos cerrados…

 

Su rostro se llena de vergüenza mientras intenta recuperar el aliento, y luce aún más avergonzado cuando lo lleno con mi propio calor. Su mirada acusadora me hace sonreír.

 

—Vas a tener que limpiar el desastre que dejaste —me dice con un gesto de fastidio, pero luego su expresión cambia cuando me ve sonreír con cinismo mientras intento recuperar el aliento también. Debe haberse imaginado que estoy planeando hacerle algo que lo avergonzará aún más. Puede que no se equivoque…

 

Abandono su cuerpo, no sin antes robarle un beso, y contemplo su rostro. Él me regresa una mirada recelosa.

 

Admito que el rojo me gusta bastante. No tiene nada que ver con que sea o no atractivo. Lo es, y mucho, pero lo que realmente me gusta de él es su carácter. Me divierte que siempre luzca perfectamente acicalado, y que siempre sepa que decir o hacer para quedar bien. Se conduce con tal garbo con hombres y mujeres, que parece un principito. Sin embargo, conmigo no puede mantener esa fachada. Sea porque lo irrito a propósito, o porque hago que olvide el pudor, siempre logro que su verdadero yo se asome.

 

Su verdadero yo es pura rabia y dolor. Pero también es frágil como la porcelana.

 

Esa contradicción es la razón por la que no puedo dejar de buscarlo.

 

— ¿A qué hora dijiste que regresa la profesora? —el rojo me mira con ojos nublados. Parece estar a punto de colapsar por el esfuerzo.
— A las siete —paso mi lengua por sus labios, y luego comienzo a bajar mi boca por su pecho desnudo y su abdomen, recogiendo con la lengua la sal que se acumuló en su piel.
—Tengo que dar una tutoría a las seis —comenta con tono cansado mientras se acomoda los cabellos.
—Aún así son dos horas.
— ¿Te has preguntado si quiero quedarme? —me jala de los cabellos antes de que mi lengua llegue a su entrepierna.
—No me interesa si quieres quedarte o no —respondo con mi mejor tono autoritario y mi mirada más fría—. Voltéate y pon las manos contra la pared.

 

El rojo frunce los labios con indignación.

 

—Eres un enfermo —dice mientras sigue mis instrucciones. No puedo evitar sonreír.

 

Creo que hago esas cosas extrañas porque me encanta ver la indignación atravesar su rostro cuando le doy órdenes. Me sorprende que casi siempre obedece a pesar de sus protestas.

 

Me pregunto si soy alguna clase de psicópata por disfrutar eso.

 

Llevamos más de dos meses jugando este juego. No puedo llamarlo una relación, porque no hablamos de nada, ni compartimos nada. Es solo muy buen sexo. Pero así está bien.

 

No tengo planes de quedarme en Midorijima una vez tenga mi título. Lo único que me interesa es volver a casa y poder usar lo que sé y el prestigio que he ganado al servicio de mi gente. ¿Qué caso tendría involucrarme de verdad si voy a irme?

 

Aún así, no puedo olvidar las palabras de mi abuelo.

 

“Aquí no encontrarás lo que buscas”.

 

Fueron esas palabras las que me hicieron venir a Midorijima. Si no podía encontrar los medios para lograr mis objetivos en mi tierra, entonces esos medios estaban en otro lugar.

 

Aún así, comienzo a tener la impresión de que mi abuelo hablaba de otra cosa.

 

.....+.....

 

Ya estamos en pleno marzo.

 

La universidad está cubierta por todos lados con carteles que invitan a la comunidad al evento de primavera, que es hoy. Me siento un poco nostálgico de pensar en lo que toda mi gente está haciendo en casa. Esta época es importante para nosotros, como lo son todos los cambios de estación. Agradecemos al Padre Sol y a la Madre Tierra por regresarnos la primavera, y les ofrendamos ceremonias y cantos con la esperanza de que sean bien recibidos y continúen favoreciéndonos. También les ofrecemos nuestros logros, sabiendo que conocen bien nuestras fallas.

 

No quiero pensar en ese último punto…

 

Yoshie-sensei parece muy satisfecha con mis últimos avances, aunque llenó mi documento de correcciones de nuevo. No entiendo que quiere esa mujer… primero, me dice que corrija algo, y luego, que lo regrese a como estaba… joder…

 

Algunas chicas del departamento me invitaron al evento con bastante insistencia, pero las rechacé a todas. Honestamente, no tengo ánimos de ir, aunque sé que tengo que aparecer al menos un rato para dar el pantallazo de que me importa un bledo. Es por protocolo, tal como dice Yoshie-sensei…

 

Suspiro, mientras me sirvo una taza de café. Tengo demasiadas cosas que hacer como para pensar en el estúpido festival.

 

—Buen día, Mink-san —dice una voz masculina luego de que escucho la puerta de la sala común del Área de Humanidades abrirse.
—Ey, Mink —otra voz más grave le sigue.

 

Me giro para mirarlos. Virus y Trip están en la maestría de Historia del Arte, y están trabajando juntos en un proyecto relacionado con la iconografía sexual en el imperio romano. Los conozco porque me pidieron asesoría para entender algunos datos arqueológicos sobre Pompeya.

 

— ¿Cómo van las cosas, Mink-san? —Virus, el de las gafas, me sonríe mientras toma una galleta de la bandeja que descansa sobre la mesa del lugar.
—Yo no me comería eso —comento al verlo—. Llevan ahí desde antier.

 

El rubio deja la galleta sin decir nada, y se sacude las yemas de los dedos.

 

—Virus y yo nos preguntábamos si piensas ir al evento —el otro, Trip, pregunta mientras me mira fijamente.
—No tengo muchas opciones —respondo mientras pongo azúcar en mi café.
—El concierto será interesante —el de las gafas sonríe y me dirige una mirada de complicidad que no comprendo.
—Sí —agrega el otro—. Unas chicas del Departamento de Artes hicieron la escenografía y nos pidieron algo de asesoría. Nos contaron varias cosas sobre el evento. Habrá una pequeña representación teatral y también danza.
—Claro, y Koujaku-san hará un solo.
—Nunca lo he escuchado tocar —Trip dice con un dejo de aburrimiento —. Pero todos parecen muy emocionados.
—A mí me emociona escucharlo —Virus me sonríe de la misma forma que antes.

 

¿Acaso… saben lo que pasa entre el rojo y yo? Si es así, ¿qué pretenden? ¿Divertirse? ¿Fastidiarme?

 

—Es seguro que el auditorio se llenará de chicas queriendo verlo —agrega el rubio de las gafas—. En fin, nos vamos, Mink-san. Esperamos verte en el evento, y si puedes, ve al concierto. Nos gustaría tu opinión sobre la escenografía para la que prestamos nuestros consejos.
—Bye, bye — se despide Trip.

 

Ambos salen de la sala común luego de eso.

 

Regreso a mi oficina, y me encierro el resto de la mañana y parte de la tarde, trabajando en las correcciones de mi tesis.

 

No deja de darme vueltas en la cabeza por qué mencionaron al rojo. Es obvio que fueron solo para decirme eso. ¿Qué están pensando? Sé bien que son bastante raros, pero no sé si deba desconfiar tanto de ellos como para pensar que planean algo.

 

De repente, se me ocurre revisar el programa del eventucho mientras bebo un poco de café de mi taza blanca. Así que va a tocar… no me dijo nada. No es que tengamos el tipo de relación donde hablamos de cosas importantes, pero tampoco esperaba esto. Tal vez no quiere que vaya, o puede que haya pensado que no me importa.

 

“7:25 Sugiwara Koujaku (shamisen): Hanafubuki”

 

Dejo el papel color rosado y continúo con mi trabajo. Aún es temprano, así que puedo llegar sin problemas al concierto.

 

Son seis y media cuando entro al auditorio. El lugar ya está atestado, pero logro colocarme a una distancia razonable del escenario, y me recargo en la pared del pasillo lateral.

 

La escenografía de la que hablaban esos dos luce bastante vistosa, con árboles de cerezo de papel maché hechos a mano, y un paisaje de las montañas de Midorijima pintado primorosamente. Hay algunas columnas que le dan al escenario la apariencia de un templo. Diversos objetos hechos a mano con poliestireno y cartón adornan el espacio. Aunque no son una utilería cara, lucen bastante bien.

 

El concierto comienza, y tal como dijeron los dos rubios, hay una representación teatral corta, algunas danzas, y otros actos musicales. Pasa casi una hora, y el corazón comienza a latirme con fuerza. Me siento estúpido.

 

Las luces comienzan a disminuir en intensidad en el escenario luego de que un coro de niños de la primaria local termina de cantar y los aplausos se diluyen en el aire. Se oyen los pasos de los pequeños salir del escenario. Las luces se apagan por completo, y luego de unos momentos, se escucha el ruido de tela restregarse consigo misma, mezclado con los pasos de un adulto.

 

Cuando las luces regresan, el rojo ya está sentado en el escenario, con el instrumento listo para comenzar a tocar.

 

Si hay algo que me gusta de los japoneses es su puntualidad. Son las siete veinticinco cuando el primer rasgueo llena el aire.

 

No sé porqué contengo el aliento. Puede ser porque luce más atractivo que de costumbre. El kimono rojo que usa en esta ocasión es mucho más vistoso y fino que los que usa regularmente, y tiene unos preciosos dibujos de flores y aves en las mangas y el filo inferior. Lleva el cabello suelto sobre los hombros, peinado como siempre sobre el ojo derecho. Sus movimientos masculinos y elegantes mientras rasguea las cuerdas le dan un aire casi etéreo. De pronto, me viene la idea de que igual que con los chamanes, algo divino se ha apoderado de él.

 

Conozco la pieza. Es lenta al inicio, con notas aisladas que dan la impresión de ser pétalos de cerezo que caen uno a uno. Más y más notas comienzan a aparecer en un crecendo, como si más pétalos cayeran de las ramas del árbol. Luego… luego pareciera que un fuerte viento arranca las flores y las hace danzar en el vacío.

 

Un escalofrío me recorre cuando llega esa parte de la pieza.  Sus ojos se entrecierran, como si estuviera solo en su pequeño mundo de sonidos. Apenas puedo respirar, y me siento como si yo mismo fuese un pétalo arrancado del árbol. La música parece mecerme de un lado a otro contra mi voluntad.

 

La pieza termina abruptamente, y un aplauso ruidoso llena la sala.

 

Él no parece darse cuenta de nada hasta unos segundos después, cuando abre los ojos y mira al público. Sonríe galantemente como siempre, y hace una profunda reverencia. Luego, se retira del escenario con garbo.

 

Mi corazón continúa latiendo violentamente. Sin pensarlo, salgo del auditorio. No quiero ver a nadie, ni hablar con nadie. No quiero que nada arruine la imagen de Koujaku que tengo en la mente.

 

No. Lo que realmente quiero es verlo.

 

Como soy un alumno de doctorado, la seguridad del campus me permite pasar a la parte posterior del auditorio sin preguntas. No sé realmente a donde voy, y camino por ahí unos momentos, hasta que veo a Virus y Trip conversando con unas chicas. Virus me ve, y sonríe saludándome. Luego… mira a su izquierda, y me mira de nuevo. Maldito… realmente sabe a qué fui…

 

No hago ningún gesto de agradecimiento, pero voy a donde me indicó su mirada. La sala está llena de alumnos y alumnas que se preparan para continuar el espectáculo. Busco al rojo con la mirada, intentando lucir como si mi corazón no estuviese a punto de estallar.

 

¿Qué demonios estoy haciendo? No debo involucrarme más con él. Mi único objetivo debería ser regresar a casa. La única forma de proteger nuestra tierra es que logre convencer al gobierno de que la nombren un parque nacional de importancia histórica. Si no puedo hacer eso, talarán el bosque, y construirán sobre los restos. Perderemos nuestro hogar, y nuestro legado.

 

“Aquí no encontrarás lo que buscas”.

 

¿Que busco? Busco medios para proteger a mi herencia y a mi gente. No puedo desviarme de ese objetivo.

 

Pero sigo caminando entre los bailarines y músicos, y finalmente lo veo. Está conversando con alguien que no conozco, y sonríe de una forma que jamás antes había visto.

 

Lo que siento no son celos. Es algo más profundo y más animal.

 

“Aquí no encontrarás lo que buscas”.

 

¿Qué estoy buscando en realidad? ¿Proteger mi tierra y mi legado? ¿Fama? ¿Satisfacer mi ego? Sigo cuestionándome todo eso mientras camino hacia él.

 

“Aquí no encontrarás lo que buscas”.

 

Solo busco mi lugar en este mundo. ¿No es algo que todos queremos? ¿Saber cuál es nuestra misión en esta vida?

 

“Aquí no encontrarás lo que buscas”.

 

—Tú eres lo que estoy buscando —le digo mientras me detengo a su lado. Sus ojos carmesí me miran sin comprender mis palabras.
— ¿Qué? —me pregunta, mientras el azul y el chico rubio me dirigen una mirada igualmente confundida.
—Dije que tú eres lo que estoy buscando, Koujaku —me dirijo a él usando su nombre por primera vez —. Toda mi vida, te he buscado a ti.

 

Se enfurece. Es lógico, estamos en público y frente a sus amigos. Ya sabía que se enojaría, pero en este momento me importa un bledo si me golpea o me insulta. Tenía que decírselo, porque no soy de esos idiotas que están esperando a que los demás les digan qué hacer o a que llegue el momento “perfecto” para hacer las cosas.

 

Lo cierto es que por fin entendí las palabras de mi abuelo. Cada paso que he dado durante toda mi vida, ha sido solo para poder encontrar a Koujaku.

 

Su labio inferior tiembla.

 

—Puedes mandarme al infierno en este momento, o puedes decir que quieres quedarte conmigo. Es tu decisión.
—¿Estás loco? —me pregunta, con las mejillas súbitamente teñidas de rojo —. No puedes llegar diciendo esas estupideces y espe…

 

Lo jalo hacia mí y lo beso. A la mierda el mundo entero. Que nos vean los estudiantes, los maestros, el maldito rector… me da igual. Luego de unos segundos, separo mis labios de los suyos y lo miro. Puedo ver la ira caldear su mirada, pero al mismo tiempo, parece extrañamente en paz.

 

—Maldito imbécil —me dice y me golpea en el pecho con el puño cerrado, empujándome un poco hacia atrás —. No hagas eso.
—Haré lo que me venga en gana y no puedes hacer nada al respecto —le digo con seriedad. Él aprieta los dientes y sus mejillas se enrojecen más.
— ¡No lo hagas en público! Es vergonzoso…

Finalmente comprendo lo que quiere decir, y esbozo una media sonrisa.

 

— ¿Entonces puedo hacerlo en privado?

 

Koujaku me golpea de nuevo, esta vez en el brazo.

 

Algo en su mirada ha cambiado, y puedo ver algo más que el dolor y la fragilidad. Es…

 

Esperanza.

 

 

Notas finales:

..

 NOTAS:

Me sorprende la dirección que han tomado las cosas. Al inicio, quería escribir algo un poco diferente. Sin embargo, parece que los personajes han tomado algunas decisiones propias. XDD

 

Mink, Mink… no esperaba que se confesara tan pronto. Quería un Mink más retorcido. No es que no lo sea, pero creí que iba a ser una cosa mucho más enferma y me alegro de que no haya sido así. Mink es siempre un tipo con una misión, pero este es un AU donde no vivió la tragedia que originalmente vive en el juego. Por eso le di la oportunidad de lidiar con sus sentimientos de forma más honesta. Pero no quise deshacerme de su lado sádico, de su forma de desnudar emocionalmente a las personas ni de su honestidad brutal. Solo quise bajarlas de tono.

 

Koujaku parece haber tomado muy bien la confesión de Mink, ¿verdad? Creo que en parte fue por el shock, jajaja. Quería ver a un Koujaku que se permite mostrar sus sentimientos e ilusionarse, porque igual que Mink, la tragedia de su pasado no está presente. Bueno, en el caso de Kou, hay muchas cosas tristes en su pasado de todas formas. Y realmente quería que Kou fuese un uke sumiso… pues… porque se me antojó ver a ese macho sexy dejándose llevar. ¡Uy! Qué cosas pienso…

 

Amé la participación de Virus y Trip. Me gustan cuando son raros pero no cuando son unos psicópatas. No lean mucho tras sus intenciones. Como esto es un AU donde nadie tiene problemas mentales serios, solo son dos loquillos que quieren sus dos segundos de protagonismo. Por cierto, su especialidad tenía que ser acorde a sus personalidades. Bien pudieron ser abogados, pero entonces no hubiera quedado que conocieran a Mink. Y de repente se me ocurrió que fuera algo tan pervert como ellos y me gustó como quedó.

 

Y Noiz, pobre Noiz, solo aparece poniendo cara de “what” jaja.

 

Pero aún nos falta un capítulo, y quedan problemas que resolver. O:

 

Ah, sí, otras dos notas:

 

杉原: Sugiwara, “cedral”. Necesitaba un apellido para Kou, lo elegí porque suena lindo y tiene un bonito kanji.
花吹雪 (Hanafubuki): Lit. “flores de cerezo que caen”. Título de una canción de Rin’. Ese grupo me inspiró mucho para este fic.

 

Si leyeron todo esto, mis respetos por aguantar tanta digresión.

 

Nos movemos ahora hacia la inevitable conclusión.


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