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Destino por Ojou_Sama_F

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Notas del capitulo:

este es el primer capítulo oficial;  Erick se encuentra con Alex, un reencuentro que está por marcar su futuro.

 

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Viernes, diciembre 5

 

El despertador sonó, eran las seis de la mañana y yo no deseaba levantarme, al contrario; maldije mentalmente, quería olvidar que día era, pero no iba a poder hacerlo completamente aunque me lo propusiera. Me puse de pie, como un zombi y caminé hacia el baño de la habitación; abrí la regadera e inicie mi aburrida rutina matutina para poder ir a mi empleo. Cuando terminé, bajé a desayunar un simple café y un pan tostado, mientras hacía la lista de lo que necesitaba que la señora Josefina hiciera ese día, pues ella era quien limpiaba mi casa, también le dejé el sobre con su sueldo, porque normalmente llegaba a las nueve de la mañana y se retiraba antes de las cuatro; era una mujer mayor, bastante simpática, mi esposa la había contratado un par de años antes de fallecer y decidí que se quedara trabajando en mi casa cuando vi que tenía cariño por mí y mi hogar.

Salí al patio, saludando a los cuatro perros que tenía, Rocky, Black, Ponch y Tomi, todos y cada uno de ellos rescatados de la calle; Vicky adoraba a los perros, por eso, llegamos a tener seis propios, más otros cuatro solo temporalmente, apoyando a alguna organización protectora de animales. Cuando ella falleció, dos de ellos, los más viejos, murieron de tristeza; me quedé con los otros cuatro porque no tuve el valor de darlos en adopción, además, los quería mucho, a pesar de que me recordaban constantemente mi perdida. Aun así, en memoria de mi esposa, de vez en cuando, ayudaba dando hogar temporal a algún perro, si es que me lo solicitaban.

Encerré a los cuatro en el patio trasero mientras sacaba el automóvil y después, fui a liberarlos para que anduvieran por todo el terreno, después de todo, la señora Josefina no tenía problemas con ellos; les acaricié las orejas antes de irme y subí a mi auto, ellos se despidieron de mí, ladrando y moviendo sus colas juguetonas. La mañana era fría y apenas eran las siete con diez, posiblemente llovería durante el día.

Al llegar a la oficina, me centré completamente en mi empleo, tratando de llenar mi mente con el trabajo; ser jefe de seguridad en sistemas y servidores en una empresa internacional, podría ser de ayuda, así que ese día, deseaba que algún servidor no funcionara bien, para poder emplearme a fondo y no pensar en la fecha, pero lamentablemente, todo fue perfecto; solo mis subordinados tuvieron que hacerse cargo de algunos detalles en el mismo edificio y cosas insignificantes, como cables que no estaban funcionando bien o detalles con equipos que se llenaban de virus.

Debía salir temprano, así que ese día trabajaría el día corrido y me retiraría a tiempo para hacer mis diligencias sin problema. Poco antes de las tres de la tarde, me preparé para retirarme y en caso de que me necesitaran, mi secretaria sabía que podía comunicarse conmigo por teléfono; salí del edificio y tomé mi automóvil para poder ir a mi primer destino, el cual era una prestigiosa florería.

No había dónde aparcar frente al lugar, así que tuve que dar un rodeo para poder entrar al estacionamiento en la plaza comercial que estaba a un lado. Después de dejar mi vehículo, me encaminé con rapidez a la florería, dónde la dependienta ya tenía preparado el ramo de flores que había encargado con anterioridad; me lo mostró con emoción antes de entregármelo y asentí satisfecho. El arreglo consistía en un ramo de rosas y orquídeas, todas blancas, las flores que a mi esposa le gustaban cuando vivía.

Pagué y agradecí las atenciones, no quería que se me hiciera más tarde. Caminé de vuelta a mi auto, aun observando con detenimiento el arreglo que llevaba en mis manos, cuando escuche una voz vagamente familiar.

—¡¿Erick?!

Me detuve en seco.

«Esa voz…» me quedé en shock, sin moverme, tenía años que no escuchaba esa voz, desde la preparatoria y antes de que cambiara de residencia varias veces; cuando aún era joven, tonto e iluso, cuando mi vida era un caos o así lo definí después, al intentar darle sentido a las cosas que me motivaban en aquel entonces y aun así, pude reconocerla con facilidad.

Giré mi rostro y observé al dueño de la voz con algo de sorpresa, no parecía haber cambiado en nada, seguía siendo más alto que yo, más de quince centímetros; su cabello rubio, lo portaba ligeramente largo, peinado hacia atrás de manera impecable; su pulcro traje blanco lo hacía ver delgado y sus ojos verdes tenían el mismo brillo que recordaba, de cuando éramos más jóvenes.

—¡Sí! Eres Erick Salazar, ¡¿cierto?! — sonrió y todo desapareció a mi alrededor ante ese gesto que era solo para mí.

—Alejandro… — mi voz apenas salió en un débil murmullo.

Él caminó hacia mí, me ofreció la mano y mi cuerpo reaccionó solo; mi mano izquierda mantuvo el ramo de flores hacia abajo, mientras la derecha se ofrecía para ese saludo. En cuanto nuestras manos se estrecharon, un escalofrío recorrió mi columna, logrando cimbrarme por completo; después, él me abrazó con fuerza sin que yo saliera de mi asombro.

—¿Cómo has estado? Tantos años sin vernos…

—Catorce…

—¿Qué dices? — pregunto aún con su deslumbrante sonrisa.

—Hace catorce años que no nos mirábamos — dije con mi voz apenas audible.

El me miró ladeando el rostro — ¿llevas la cuenta? — preguntó.

—La última vez… — carraspee para que mi voz sonara bien, necesitaba salir de mi asombro — la última vez que nos vimos, tenía diecisiete años, ya voy a cumplir treinta y dos este mes… — «tonto…» pensé «cambia de tema y trata de sonreír…» me dije a mi mismo — estoy bien y, ¿tú? — pregunte y le devolví la sonrisa — ¿qué te trae por esta ciudad?

—Ya veo… — él metió las manos a los bolsillos de su pantalón y me miró fijamente — yo si llevo la cuenta, son catorce años y seis meses… — al escucharlo, sentí que el color abandonaba mi rostro — pero, me alegra que estés bien… vine por negocios, ¿has escuchado del nuevo hotel ‘Royal’ que se inaugurará la próxima semana? Soy el dueño.

—¿En serio? Es extraño, ¿dejaste la idea de estudiar para ser escritor?

—Sí, bueno — se alzó de hombros — mis padres me dejaron a cargo de todos sus ‘asuntos’ por lo que tuve que estudiar administración y ese tipo de cosas, ahora soy dueño de la empresa administradora de esos hoteles y muchos otros negocios más… además — su mirada se clavó en mí — no era tan bueno como tú, escribiendo.

—Yo no era bueno escribiendo — suspiré y negué — lo que plasmaba en las hojas, solo eran ideas tontas de un niño tonto…

—Eran más que eso para mí — acotó y su rostro se puso serio — aún guardo todo lo que me escribiste en la preparatoria…

Contuve la respiración por un momento, ahora sentía que mis mejillas ardían; hacía años que no me hacían sonrojar, la última persona que lo logró, y sólo un poco, fue mi esposa. «Mi esposa…» su recuerdo me devolvió a la realidad; respiré profundamente para tranquilizarme.

—Como dije… — sonreí nerviosamente — eran ideas tontas… sueños extraños y un sinfín de locuras de adolescentes…

Alejandro puso un semblante serio, inclinando su rostro, logrando que algunos mechones de su cabello sedoso se movieran hasta quedar hacia enfrente, su mirada se tornó un tanto sombría y desvió la mirada; seguí sus movimientos y pude observar que había dos personas detrás de él, a un par de metros de ambos, eso me hizo recordar algunas cosas de nuestra adolescencia, pero intenté borrar las imágenes de mi mente.

—Yo… — pase saliva con dificultad — tengo cosas que hacer — intenté disculparme para poder alejarme, me sentía inquieto ante su presencia.

—¡Ah!, ¿sí? — preguntó y volvió a sonreír como al principio — ¿alguna cita? — dijo mientras señalaba con su rostro el ramo de flores que portaba en mi mano izquierda

—Algo así…— respondí levemente mientras tomaba con ambas manos las flores colocándolas entre ambos.

—¿Una chica? — pregunto con un dejo de desagrado.

—Mi… — suspiré profundamente para darme valor — mi esposa.

—¡¿Estas casado?! — su rostro demostró su asombro, y su voz sonó un tanto desorientada.

—Viudo… — me apresuré a corregir — soy viudo — intenté sonreír pero no pude — hoy, hace dos años que enviudé, así que… iré a visitar a mi esposa.

Alejandro se quedó serio, miró hacia un lado y guardó silencio; un silencio incómodo para mí.

—Bueno, Alejandro, fue un placer verte de nuevo y…

—Hoy, me hubiera gustado platicar más contigo — sonrió con tranquilidad al voltear nuevamente a verme — supongo que no soy quién para retrasarte, pero, dame tu teléfono, me gustaría contactarte después, para salir a tomar algo.

Iba a negarme, pero su sonrisa y semblante me doblegaron con rapidez; asentí mientras él sacaba su celular y anotaba mi número, marcó y mi teléfono sonó. Lo saqué del bolsillo de mi saco y guarde su número en la agenda. Después, Alejandro me ofreció la mano y yo la estreché como al principio, para finalmente alejarnos; nos despedimos nuevamente con un movimiento de mano, mientras yo estaba por subir a mi auto y él caminaba hacia la entrada del centro comercial, con los dos hombres tras él.

Cuando estuve dentro de mi vehículo, dejé el ramo de flores en el asiento del copiloto, puse la llave en el arranque, pero no pude encenderlo; un temblor sacudió todo mi cuerpo, sentía que mi cuerpo no respondía y mi frente se posó en el volante, al momento que mis manos se aferraban al mismo en los lados, con fuerza y desespero.

—Alejandro… — susurré al momento que mi mente se llenaba de todos esos recuerdos que había tratado de olvidar en lo más profundo de mí; sus manos, sus palabras, su piel — sus labios… — susurré con infinita añoranza y relamí mis labios en un acto reflejo.

Me incorporé apresurado y golpee el volante con ambas manos, para mirar mi rostro por el espejo retrovisor; me sentía culpable. Estuve casado con una mujer maravillosa, que me hizo un hombre feliz en todos los aspectos, pero hoy, en el aniversario de su muerte, mi mente me jugo una mala pasada al recordar tonterías de adolescente.

Encendí el auto y lo puse en marcha, tratando de que mi mente razonara adecuadamente; puse la música a todo volumen para dejarme llevar por las melodías y dejar atrás el encuentro que había tenido momentos antes.

 

* * *

 

Media hora después, llegué al estacionamiento del cementerio; eran las cuatro pasadas, tendría tiempo de quedarme un par de horas, por lo menos. Caminé con tranquilidad, el lugar estaba solitario, poca gente frecuentaba los cementerios, especialmente en época de frío.

Había mandado hacer la tumba de mi esposa tipo mausoleo, un pequeño jardín rodeaba el lugar y tenía una banca para poder sentarme cuando la fuera a visitar. El jardín estaba bien cuidado, aunque por el momento no tenía flores como en otras épocas del año; le pagaba siempre al encargado del cementerio, para que le pusiera especial atención al lugar de descanso de mi esposa y nunca me decepcionaba.

Cuando llegue, había ya varias velas encendidas. Ella siempre creyó en el más allá y tenía costumbres muy extrañas; incluso, llegó a mencionar que podía ver ‘gente muerta’, aunque me hacía reír con esa frase, pues  siempre pensé que solo la usaba por una película de antaño, pero ella se molestaba diciendo que jamás la tomaba en serio. Cada año en época de muertos, ponía un altar con demasiadas cosas que a mí se me hacían un desperdicio; agua, comida, frutas, flores, dulces, velas pequeñas y veladoras grandes, siempre diciendo “…estas son para las animas que no tienen quien se acuerde de ellas…”. Cada viernes y luna llena, se encerraba en una habitación a ‘orar’, aunado a eso, cada mes me obligaba a bañarme con un líquido de color extraño, olía bien, debía admitirlo, pero para complementar el ritual, debía cargar siempre con un amuleto que ella me preparaba; aún conservaba en una sección de mi cartera el último que me había dado.

Dejé el ramo de flores frente a la tumba, sin siquiera colocarlo en un florero y me senté pesadamente.

—Dos años… — susurré — es difícil intentar contarte todo lo que ha pasado estos últimos meses — traté de sonreír — de seguro ya lo sabes todo… lo de Elisa, Karla, Vanesa, Sofía y por supuesto, lo de Melissa — suspiré mientras recargaba los codos en mis piernas y me inclinaba hacia enfrente — pero igual que yo, debes saber que no sentí, ni siento nada por ellas… la verdad… — cerré mis ojos y contuve la respiración por un instante — la verdad no quería sentirme solo, tus sabes que… tú sabes que me es difícil sentir algo de esa manera…

Intenté dar una razón a mis acciones aunque, yo mismo sabía que no la tenía y solo eran excusas tontas.

—Dos años, Vicky — repetí — y aún me siento culpable…

Una lagrima rodo por mi mejilla y con rapidez la limpie; no me gustaba llorar, ciertamente no me gustaba hacerlo, aunque algunas noches lo hacía en la soledad de mi cama.

—¿Cómo fue que me aguantaste por casi cuatro años? — pregunté con amargura — te quería mucho, te cuidaba y te mimaba, pero… pero tú… — dije con sentimiento — tú me amabas, me adorabas, te desvivías por mí, lo demostrabas en todo momento, en cada detalle, en cada palabra… — sonreí con dolor — cada día tratabas de hacer que mi vida fuera especial y te entregabas a mi completa, en todo momento… a diferencia de mí… — negué — nunca pude hacerte feliz de verdad y… lo siento…

No pude contener mi llanto un momento más, así que las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas, mientras yo trataba de cubrir mi rostro con mis manos; me sentía mal, culpable, un tanto desesperado y hasta molesto conmigo mismo por todo lo ocurrido, que no encontraba otra manera de sacar esos sentimientos de mí. Tal vez fue mi imaginación o simplemente necesitaba creer en algo, pero en ese preciso momento, una ráfaga de viento corrió, moviendo mi cabello y sentí con claridad, la caricia que mi esposa me daba cuando estaba viva y quería calmarme al saber que estaba preocupado por algo; un leve olor a madera me envolvió, un olor inconfundible para mí, su perfume.

Inhalé profundamente, tratando de embriagarme de esa esencia y por extraño que podía parecer para cualquiera, logré calmarme. Después de un momento y de recuperar la compostura, levante mi rostro y volví a posar mis ojos en la tumba de mi esposa.

—¿Sabes…? — dije con calma, momentos después — hoy me encontré con alguien, fue… — pensé por un momento — extraño… creo… — negué — te hable de él hace tiempo — acoté nervioso — Alejandro De León — sonreí con un dejo de añoranza — cuando lo vi, mi corazón se aceleró, mi cuerpo se negó a reaccionar, sentí que el mundo se detenía, me sentí completamente fuera de este lugar, incluso… incluso me olvide de ti — suspiré — pero, recordé que es cosa del pasado — me excusé de inmediato — es decir, aquello ya no debería inquietarme — aseguré, tratando de creer en mis palabras — cuando me casé contigo me definí completamente y me gustan las mujeres… me… gustan… — dudé — creo…

Mi mente se quedó en blanco por un instante, después, una conversación con Vicky llegó como un recuerdo fugaz; ya antes le había dicho eso, ya antes le había comentado que me había definido y que cualquier cosa que hubiera hecho antes de ella, ya no significaba nada para mí, pero, en esa ocasión, ella sonrió y simplemente dijo “…si algún día, llegas a sentir que amas a alguien de verdad, yo te dejare libre, tenlo por seguro, quiero que seas feliz y sé, que en el fondo de tu corazón, no puedes olvidar lo que una vez sentiste con alguien más…”

—Vicky… — una vez más, pude sentir su presencia, aunque seguramente me estaba volviendo loco, el miedo a la soledad me hacía imaginar cosas — pero… quizá, ella no se sentiría mal si yo… ¡no! — negué y revolví mi cabello con mis manos de forma desesperada — ¿en qué estoy pensando? Esto es absurdo, además, solo fue un encuentro casual, nada pasó, no significó nada, ni para él, ni para… mí…

Hice hacia atrás mi rostro y me recargué en la banca.

—¿Crees que él…? — pregunté al viento, aunque no me atreví  terminar la frase.

Una ráfaga movió las ramas secas del árbol que estaba al lado. Poco a poco el frío arreció y sentí que algo helado y húmedo se posaba en mi mejilla; un pequeño copo de nieve se derritió contra mi piel, seguramente nevaría toda la noche. Me incorporé para despedirme de mi esposa pero, algo llamó mi atención; el ramo de flores que había dejado frente a la tumba ya no se encontraba ahí. Parpadee confundido.

—Quizá el viento se lo llevo… — musité aun no muy convencido.

Un estremecimiento me recorrió, percibí que alguien estaba detrás de mí; los nervios me invadieron y solo pude cerrar los ojos, pues por alguna razón, no pude voltear a ver quién era. La sensación de que alguien posó la mano sobre mi hombro me dio escalofríos; inmediatamente escuche una voz suave “todo estará bien, Erick…”, después, solo hubo silencio.

No me moví, me quede ahí, parado por unos instantes, el miedo que había sentido se había esfumado y al contrario, sentía que la tranquilidad y calidez me envolvían; sonreí.

—Gracias — susurré y dirigí mis pasos a mi automóvil para ir a mi hogar.

No sabía si solo había sido mi imaginación, pero quería pensar que todo había sido real, para poder sentirme tranquilo y disfrutar de esa calma que ahora me invadía.

Notas finales:

Aclaro, mi fic no es de fantasía, pero tiene algunos detalles sobrenaturales, muy pocos.

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Proximamente, subiré una versión completamente editada de este escrito en mi pagina personal (http://ojousama.weebly.com)


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