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El Vals de los que Sobran por Kanes

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II

 

 

 

Aubrey le había parecido una joven fascinante e interesante para entablar amistad. Si se daba algo más, estaría bien para él. No era una chica fea, no era nada fea en realidad. Nada más era un poco sosa para vestirse, igual que él.

 

Miles puso su Blues en la sala de estar, y se puso a beber licor con su amigo Wilhelm.

 

-¿Hace cuánto que estás con Wilhelm? -le preguntó James a Aubrey..

 

Estaban sentados en la terraza, de cara al patio. Hacía una tarde gris, y el cielo anunciaba una triste nevada. Tenían ambos una taza de té en las manos que había preparado Wilhelm. Aubrey abrazaba su taza con ambas manos, mientras James la mantenía junto a él, sobre la madera del piso.

 

-Estoy con él desde hace varios años -dijo. James se sintió desinflar- . Desde pequeños. Nuestra amistad ha crecido con paciencia y amor -dijo, remarcando la palabra clave.

 

James frunció el ceño.

 

-¿Amistad?

 

-No somos novios. No sé qué te dio esa idea.

 

-¿Es que de qué otro modo se podría preguntar...? -dijo James, más para sí.

 

Aubrey frunció el ceño. El joven de pronto se percató de que estaba siendo demasiado evidente, y cogió la taza para callarse un poco con un tanto de té. Lo único que consiguió fue quemarse, pero su cuerpo no reaccionó a causa de la tensión. La taza siguió entre sus manos y luego volvió a dejarla en el piso.

 

-¿Y qué edad tienes?

 

-Veintitrés. Miles me dijo que tú tienes veinticinco. Los blancos suelen verse mayores ante nuestros ojos.

 

-¿”Nuestros ojos”?

 

-Me topo a diario con chinos, así que me acostumbré a ver gente que se ve... ¿joven?

 

James asintió. Era verdad, solían verse menores. Sólo ahora se daba cuenta.

 

-Ahm, debo irme -dijo Aubrey de pronto, mirándose el reloj.

 

-¿Tan pronto?

 

-Sí. Sólo venía de pasada. Gracias por prestarnos las tazas.

 

-De nada.

 

Aubrey le hizo una seña de despedida y fue a la sala de estar.

 

-¿Te vas? -oyó a Miles preguntarle a Aubrey cuando fue a despedirse de ellos.

 

James esperó cerca del ventanal, el cual cerró con el mayor disimulo que pudo.

 

-Sí. Tengo trabajo que hacer.

 

-Yo quisiera quedarme un poco más, Aub -le dijo Wilhelm.

 

-OK. No demores, estás incluído en la cena de hoy.

 

-OK -dijo Wilhelm, riendo.

 

James vio incómodo cómo Wilhelm y Aubrey se despedían de besos. Wilhelm le rozó una oreja con un pulgar, y luego Aubrey se despidió de Miles con una seña. Había una clara distinción entre amigos y conocidos. Con él había hecho lo mismo. De hecho, ni siquiera se habían tocado.

 

-Will dice que es un poco esquiva con las relaciones -explicó Miles en voz baja, mirando hacia la puerta de la sala de estar.

 

-Ya veo.

 

-Con las relaciones en general. Ni siquiera con su madre es muy afectuosa. Es un caso. Así que si no te da bola...

 

-Estábamos teniendo una charla amena.

 

-Sí, seguro. El caso es que... estoy pensando en darles el trabajo de perkins en la revista. Ya sabes, hay tres puestos disponibles, para que saquen fotocopias, lleven café. Will está buscando un trabajo extra, y Aubrey quiere buscar otras alternativas.

 

-Estaría bien.

 

Miles lo miró inquisitivamente, inclinándose un poco hacia él.

 

-¿Qué? -preguntó James.

 

-Sólo sería... para jugar un rato, ¿no? Las chicas de barrio son... exóticas y eso, pero... la familia de ella, la familia Xu, tiene una peluquería como negocio familiar. Unisex.

 

-Es un buen negocio... Digo, para empezar. Es decir, ¿Cómo empezaron la mayoría de los tíos, tía Lucy, tío Mike y tío Richard?

 

-De cero. Y es honorable, pero ya estamos en lo alto, no podemos rebajarnos, James. No a ese nivel. ¿O crees que el tío Mike eligió a la tía Frida por que se enamoró perdidamente de ella? No, evaluó con perspectiva, con una altura de miras que todos deberíamos tener. Es decir, ¿Por qué crees que sigo frecuentando a la mayoría de mis compañeros de Universidad? Porque tienen buenos contactos, Jim.

 

James le hizo una señal para que callara, al ver que Will venía de vuelta.

 

-¿En qué íbamos?

 

-¿Te muestro mi batería? -le preguntó Miles, con repentino entusiasmo.

 

-Estaría muy bien. Vamos.

 

Antes de irse, Miles volvió a decirle a James, en voz alta:

 

-Piensa en lo que te dije, Jim.

 

El joven de pelo rojo castaño asintió, y los vio irse hacia el pasillo para subir al estudio de Miles en el segundo piso.

 

 

 

El barrio chino tenía de todo menos chinos en gran cantidad. James recordaba aún las estatuas de dragones y los escaparates rojos, con los que se topó nuevamente días después cuando visitaron el restaurante de Wilhelm por mandato del dueño de este. El resto del barrio lucía bastant eoccidental.

 

La visita esta vez se debía a que Miles se había ofrecido para ir en busca de la contabilidad de la empresa de Will. Charlaría con este sobre ella. James le siguió como en muchas años no hacía.

 

Se puso un abrigo largo y beige de cachemira para ir allí, y una boina gris que encontró en su guardarropa. Se escondió algo de cabello allí, y partió con Miles al restaurante.

 

Sin embargo, al llegar allí sólo encontraron a Will disponible. Hacía de chef asistente, no teniendo sólo el papel de administrador. El pobre tenía muchísimo trabajo, pero ganaba bien. Aubrey, por su parte, se encontraba en una mesa apartada con tres amigas más, jugando a lo que James le pareció ajedrez.

 

Pronto Miles lo dejó medio botado tras saber donde se encontraba Will.

 

Él se sentó en una silla alta, mientras miraba disimuladamente hacia la mesa de Aubrey, ubicada hacia la izquierda junto a las ventanas cubiertas con persianas rojas. Ese lugar estaba saturadísimo de rojo...

 

-¿Desea tomar algo, señor? -le preguntó el joven de la barra.

 

-Ehm... so... soju. Doble -preguntó, un poco inseguro del nombre.

 

El joven asintió escéptico y fue a servirle en un vaso pequeño. James volvió a mirar hacia la mesa de Aubrey, y vio que miraba hacia él con el ceño fruncido. Rotó el cuerpo totalmente hacia el frente, con los ojos como platos, y tomó el vaso de soju, con la mano temblorosa.

 

-¿Quiere que le guardemos su abrigo, señor? -le preguntó el joven de la barra.

 

-Ehm... No, no, estoy bien.

 

-Parece acalorado.

 

-Ahm, es el soju. Está realmente fuerte.

 

-Es el más suave que tenemos, señor.

 

James lo miró con el ceño fruncido. El joven sonrió divertido, pero se recompuso luego, para preguntarle:

 

-¿Algo más, señor?

 

-Ahm, ¿Tienen sushi?

 

-Sí. ¿Cuántas piezas?

 

-Siete.

 

-Muy bien, señor. ¿Vegetariano o normal?

 

-Vegetariano.

 

-OK.

 

James miró, algo más disimuladamente, hacia la mesa de Aubrey. Se encontró con que una de las amigas de Aubrey, una que iba muy bien vestida, miraba hacia él con una sonrisa de picardía en la cara. Volvió a mirar al frente, alertado.

 

-Hey -dijo una voz a su lado, de pronto.

 

Era Aubrey. Tenía una expresión neutra de la cual no pudo inferir nada.

 

-¿Quieres conocer el restaurante? -le preguntó, sin esperar a por su respuesta.

 

La miró sorprendido, y miró hacia la mesa que había estado ocupando, en donde estaban sus amigas espiándolos.

 

-Es que... van a traerme sushi.

 

-Te gusta el sushi.

 

-Sí. Y la soya. Me fascina.

 

-Sí, los británicos son locos por la soya -dijo, asintiendo con la cabeza con una sonrisa divertida.

 

Se le habían formado los hoyuelos. James sintió deseos de tocarlos.

 

Aubrey entonces se sentó junto a él, y cogió la campanilla que había al lado izquierdo.

 

-¿Sí, Aubrey? -preguntó un joven acudiendo a ella.

 

-Hola. Quieroo... hmm -se quedó pensando- siete piezas de makisushi, y un poco de té de boldo.

 

-OK.

 

Acto seguido el joven de antes llegó con las siete piezas de sushi para James, y un poco de soya aparte.

 

-Linda boina -le dijo Aubrey.

 

-Gracias.

 

-¿No tienes un poco de calor con ella? La calefacción es buena aquí.

 

-Sí.

 

James se fijó en más detalle que ese día Aubrey llevaba una camiseta gris debajo y una polera de manga dos cuartos de color verde encima, ademas de unos vaqueros. Iba sumamente informal. Se sintió ridículo.

 

Optó por quitarse la boina, y la dejó sobre la mesa de la barra.

 

-¿No andas con esa gorra hoy?

 

-No.

 

-Te da un aire especial. Podrías llevarla siempre.

 

James se sintió sonrojar.

 

-Mi familia no es hasídica. No sería correcto.

 

-Ya veo. Oh, Will me comentó un poco de eso, de Hanukkah. Ocho días seguidos, prenden una vela cada día, y se junta toda la familia. Suena divertido y... cálido.

 

-Aquí están tus piezas, Aubrey -dijo el joven que había atendido a Aubrey recién.

 

-Gracias, Jean. También conmemoran la expulsión de los íconos paganos de Jerusalem.

 

-Sí. Eso dicen. Lamentablemente habemos algunos que tenemos opiniones un poco combativas respecto de eso.

 

-¿En serio? Pareces bastante arraigado a todo con lo que has crecido. Pero supongo que no puedes ser igual a tu hermano.

 

-Conoces bien a Miles.

 

-Siento como si lo conociera de toda la vida -dijo Aubrey, asintiendo- . Will se la pasa hablando de él, de sus acciones en el restaurante, del puesto de perkins que le va a dar.

 

-También quiere ofrecértelo a ti. ¿No querrías trabajar en la revista?

 

-No lo creo. Tendría que ir bien vestida y todo eso.

 

James le miró la ropa una vez más.

 

-¿Qué? -preguntó la joven, curiosa.

 

-Creo que no deberías cambiar de vestimenta.

 

-Sí, pero me han dicho que parezco de la China de Mao.

 

Se echaron a reír. Miles se indignaría ante eso. Probablemente ya habría pensado algo como eso al respecto, puesto que Will no se vestía muy diferente de Aubrey.

 

-Miles me contó... que tienes una peluquería con tu familia.

 

-Con mi madre, sí. Puedo hacer rastas, pero eso es más caro, y los clientes no suelen pedirlas aunque tengamos el aviso puesto.

 

-Debe ser un trabajo entretenido.

 

-En realidad, sí, ahora que lo dices. Te despeja la mente.

 

-Yo mataría por trabajar de... -Se detuvo, pensativo- jardinero, o por cortar el pasto de un campo de golf por el resto de mi vida, como Forrest Gump.

 

-Sería un trabajo relajante -dijo Aubrey, cogiendo una pieza de su makisushi.

 

-O mantener un museo, limpiar los vidrios...

 

-Uhm, esa no es una buena idea -Remojó el sushi en la soya y continuó:- Los productos de limpieza dan jaqueca y te dañan el cerebro. Como la trementina. ¿Has entrado al atelier de un pintor y quedado por varias horas? Es infernal.

 

-No, nunca he entrado a un atelier.

 

-Fui a mochilear a Francia una vez. Me quedé en los lugares más inimaginables, entre ellos en el atelier de un estudiante, en París. Tenía el lugar hecho un desorden, pero el tipo me regaló uno de sus cuadros. Lo tengo en mi casa. Si quieres te lo muestro algún día.

 

-OK.

 

James se quedó sonriendo, un poco atontado por lo que acababa de escuchar. Tal vez Aubrey no lo había sopesado, pero acababa de invitarlo a su casa.

 

-¿Tu casa es de estilo occidental?

 

-Sí, pero tenemos una pieza para practicar kendo con suelo de tatami. Mi madre insistió en construirla. También la usamos para meditar, colgar la ropa cuando nieva...

 

James se echó a reír de nuevo.

 

Aubrey le siguió hablando un poco de su vida, y sus amigas quedaron un poco olvidadas. James rara vez apartó la vista de su adorable cara redonda, mientras hablaba y hablaba como cotorra. Si Will pensaba que no era muy apegada con nadie, al parecer esa teoría se estaba destruyendo: Aubrey parecía muy dispuesta a hablar.

 

 

 

-Creo que Aubrey está borracha -dijo Will, del otro lado de la barra.

 

Desde la parte trasera de la barra se podía mirar a la delantera por medio de unas ventanillas que estaban a la altura de sus caras. Miles y Will habían estado espiando por un rato a James y Aubrey, un poco escéptivos.

 

-Está hablando como cotorra. Mira, se le están saliendo los ojos de tanto hablar...

 

Miles le dio un golpe en la nuca, negando con la cabeza por su falta de seriedad. Él, por su parte, estaba más preocupado de James y su evidente gusto por la amiga de Will que por ella. Era la primera vez que sucedía y al parecer Jim no se había detenido a pensar que quizás no era la indicada. Aunque... no era como si se fueran a casar, así que no había mucho de qué preocuparse.

 

-La verdad es que... James está prometido con alguien -se le ocurrió decir de pronto.

 

-¿Eh? -Will lo miró con escepticismo- ¿Eso aún se hace?

 

-La cosa es que deberías recomendarle a tu amiga alejarse antes de quedar ciega de dolor. James ya tiene planes de casamieno para cuando se asiente en la empresa y suban sus bonos, lo que será pronto.

 

-¿Qué hace tu hermano en la Revista?

 

-Diseño gráfico. Hace páginas web, y hace de columnista cada tanto, cuando mi padre ve que la sección de opinión está media floja. Pero nuestro Jim no tiene muy buen ojo para la moda ni para la escritura.

 

-Igual que mi Aubrey. Nunca pensé que le gustarían los blancos sosos.

 

Miles lo miró de soslayo, sonriendo. James podía ser muy soso, pero muchas de sus amigas habían querido ligárselo porque les parecía... ¿Adorable? Pero se había inventado el cuento de su compromiso para que no tuviera que exponerse a las garras de esas arpías, a pesar de que estas eran buenas opciones. Todas sus amigas eran de dinero, pero un poco terroríficas. Sólo estaba siendo un buen hermano, además James no estaba preparado aún.

 

-¿Qué edad tiene ella? -dijo, indicando a Aubrey con la cabeza.

 

-Veintitres.

 

-Dos años de diferencia -dijo, más para sí- ¿Crees que podrás decirle tú mismo a Aubrey lo que te acabo de decir?

 

-Por supuesto.

 

-Hazme saber cuando lo sepa. No quiero que se entibien las cosas entre ellos.

 

Volvió a mirar por las ventanillas, y vio cómo Aubrey se zampaba la última pieza de sushi. El plato de Jim seguía lleno.

 

 

 

 

 

Miles dejó de frecuentar a Will los días siguientes, por lo que James dejó de tener excusas para visitar a Aubrey en el restaurante. Fueron varias semanas de alejamiento, pero Will apareció en la revista haciendo de perkins. La primera vez que lo vio fue en la reunión mensual de accionistas de la revistas, durante la cual apenas dijo palabra. Will se encargó de repartir unas carpetas a cada uno de los señores presente, y se detuvo en James un poco más de tiempo, dirigiéndole una sonrisa amable. Salió de la sala de reuniones sin decirle nada, pero dentro de su carpeta James encontró un papel doblado.

 

 

 

Aubrey estará en la peluquería de su madre de 4 a 8 de la tarde. La peluquería se llama “Camille” y está en el 20 de Lisle Street.

 

 

 

Sonrió levemente, y se quedó mirando el papel largamente, mientras los adultos seguían hablando. Se miró el reloj, un tanto ansioso, y vio que eran las tres y media. Alzó la vista hacia su padre, ubicado en la cabecera, y hacia Richard, que pareció atento en su reloj de bolsillo también. Notó que luego miraba al resto de la mesa con suma seriedad, deteniéndose en él al ver que le miraba. Alzó las cejas de repente, como si lo retara a seguir mirando.

 

Entonces tío Richard carraspeó, justo cuando el señor Löwy hacía una pausa más larga de la habitual.

 

-Disculpa, Albert. Prometí acompañar a Scarlett a la peluquería.

 

-Yo también debo irme, papá -aprovechó James de decir, levantándose de su silla.

 

Su padre alzó las cejas, aparentemente sorprendido.

 

-OK. Como veo que todos empiezan a largarse, doy por terminada la reunión.

 

James dio un suspiro de alivio, y estrujó el papel en su mano, antes de pasar veloz por detrás de los otros accionistas que empezaban a pararse, y discurrir hacia la puerta corrediza.

 

Fue hacia su puesto de trabajo, ubicado con los cubículos de otros diseñadores gráficos de la revista, y apagó su computador rápidamente. Se puso el abrigo color tierra y comenzó a guardar todo en su maletín de mano.

 

-Creo que te he salvado -dijo de pronto la voz de tío Richard, apoyándose en el borde de su cubículo.

 

James alzó la vista, tomado desprevenido.

 

-¿Scarlett realmente debe ir a la peluquería?

 

-Sí, pero lo dije en el momento oportuno.

 

Scarlett era su única hija, de quince años, caprichosa y vanidosa, que acaparaba a Richard Hawkins cada fin de semana.

 

-Miles no se presentó a la reunión -dijo para hacer conversación al ver que tío Richard se quedaba, mientras guardaba sus cosas- . ¿Qué ocurrió?

 

-Está saldando cuentas con su secretaria.

 

James alzó la vista hacia tío Richard, notando su leve sonrisa y su gesto de rememoranza.

 

¿Cuántas secretarias había tenido Miles hasta ahora? Iban muchísimas, y todas habían caído en sus garras. A James le parecía indignante, pero a tío Richard le causaba gracia.

 

-Los veintes son los mejores años. Úsalos bien -añadió el mejor amigo de Albert Löwy, dando un golpeteo rítmico en el borde del cubículo.

 

Se fue por el pasillo, y poco después pasaron los demás accionistas, despampanantes con sus trajes de Valentino y Armani.

 

Dar play: https://www.youtube.com/watch?v=KYpcCzhXoIg

 

No le costó mucho llegar al barrio chino. El tráfico estaba expedito ese día, a causa del anuncio de nevada. El taxi se detuvo en la esquina de Lisle Street, una estrecha calle de paredes un tanto feas, llena de lamparas colgadas en varias filas de lado a lado de los edificios. Contaba con pequeñas tiendas con nombres orientales en la parte superior, y era un sitio concurrido por el londinense curioso y el afuerino turista. Era la primera vez que pisaba esa calle y ya se sentía un poco perdido, allí lejos de casa, pero tan cerca del Soho que la lejanía se tornaba contradictoria.

 

Había ido varias veces al Soho cuando pequeño, llevado por tío Richard junto con Miles, en noches en que quedaban a su cuidado. James se había perdido una vez en el Soho, y esa fue una de las primeras veces en que provocó el enfado de tío Richard, que desembocó en que dejase de cuidarlo. Se había terminado volviendo medio loco siendo su niñero, lo que también había contribuido a la sobreprotección por parte de Miles, mezclada con su ocasional tendencia a tratarlo como un retrasado. El tema de la música y su imposibilidad de poner la que quisiera en casa era sólo uno de sus problemas.

 

La peluquería de Aubrey, “Camille”, era una de las tiendas de la calle, adornada con un correspondiente escaparate con pelucas, avisos, posters de peinados, etcétera. Incluso había una peluca de rastas, que desentonaba un poco con lo demás.

 

-¿Sí? -dijo la voz de Aubrey cuando sonó la campanilla de la puerta al entrar James.

 

-Estaba paseando por el Soho y quise venir aquí.

 

Aubrey se detuvo junto a una silla giratoria y alzó la vista hacia él, sorprendida.

 

-James -dijo.

 

Eso fue extraño. Era la primera vez que lo llamaba por su nombre. La vio carraspear y deshacer su expresión de felicidad repentina.

 

-¿Qué corte quieres?

 

-Ninguno, sólo... -Se encogió de hombros, sin saber exactamente qué decir- . Sólo las puntas.

 

-OK. Deja tu abrigo por allí -Le indicó el sillón de espera, donde dejó el abrigo de cashmere antes de sentarse en la silla giratoria.

 

Se acomodó el cuello alto del chaleco, y Aubrey le colocó el delantal. James se dedicó a mirar los utensilios de peluquería mientras Aubrey le abrochaba el delantal en el cuello, y luego se colocaba otro ella misma. Mientras se volteaba a sacar las tijeras de un estante para colocarlo en el tocador, el joven se volteó a mirar el largo de su cola de caballo. Le llegaba hasta media espalda. Con el cabello suelto debía lucir realmente linda, aunque suponía que nunca lo sabría. No parecía que se desatara el pelo muy seguido.

 

-Will me dejó un mensaje en... la Revista. Por eso vine -explicó.

 

-¿No te pasaste por el Soho? -preguntó ella, pillándolo desprevenido.

 

-Tenía pensado pasar, pero vi que estaba un poco limitado de tiempo.

 

Sintió las manos de Aubrey palpándole la nuca, y entrecerró los ojos involuntariamente. Luego las sintió en el cuello, al tiempo que cogía un poco de cabello, tirándolo hasta dejarlo visualmente liso. Lo recorrió un escalofrío y cerró los ojos del todo.

 

-Eres un poco sensible al tacto -dijo Aubrey en voz baja.

 

James sonrió levemente, sin alzar la vista al espejo. Estaba un poco cohibido, y las manos de Aubrey seguían recorriendo cada tanto su nuca.

 

-¿Quieres que te de un masaje capilar? Está en la oferta de la peluquería.

 

-OK -respondió James, alzando la vista hacia ella.

 

Aubrey sonrió como si nada e inclinó la silla sorpresivamente hacia atrás, cayendo James bruscamente sobre el respaldo.

 

-Lo siento, la silla está un poco indispuesta hoy.

 

James rió nerviosamente, y acomodó la cabeza cómodamente sobre el respaldo. Aubrey posó sus manos en sus sienes, y comenzó a masajear lentamente y en círculos. De inmediato lo inundó una sensación de bienestar culposamente placentera. Cerró los ojos, y frunció un poco el ceño al principio, tratando de acostumbrarse a los escalofríos que lo asaltaban cada pocos segundos.

 

Cada tanto entreabría los ojos para ver si se topaba con el rostro de Aubrey más cerca de su línea de visión hacia el techo, pero Aubrey era una chica pequeña de porte. Se dedicó a disfrutar de la sensación por largo rato, manteniendo sus manos entrelazadas sobre el estómago, y sintiendo cada tanto ciertos ruidos de la calle que resaltaban más que otros. No obstante, prácticamente se hizo ciego y sordo, un cuerpo cada vez más inerte, hasta que finalmente cayó en una somnolencia exagerada por la agradable calefacción de la pequeña peluquería, y por las hábiles manos de Aubrey en sus sienes, su frente, su cabeza y su nuca. No se percató del momento en que cayó dormido.

 

 

 

 

 

-Jim -susurró una voz ronca y profunda.

 

Oyó el sonido de una chasquido de dedos y alguien le sopló en la frente, haciéndole cosquillas.

 

-Jim, vuelve al mundo.

 

-¿Qué le hiciste? -preguntó la voz de Will a lo lejos. Ah, estaba despertándose.

 

-Masaje capilar, pero no pensé que se quedaría dormido -dijo la voz de Aubrey.

 

-¿Te ayudo a cargarlo al auto? Así como vamos nunca se va a desatontar- dijo la voz de tío Richard.

 

-Lo siento, en verdad no fue su intención -dijo Will.

 

-Creo que merecía algo de relajación, creo que por eso se durmió -repuso Aubrey, con voz defensiva.

 

-Sí, pero el masaje capilar no es muy buena idea, menos si apenas lo conoces -prosiguió Miles.

 

-Si te hubieras fijado en las ofertas de la vitrina -le respondió insolentemente Aubrey- , hubieras visto que “Masaje Capilar” está en el menú.

 

-Sí, es verdad, bro -dijo Will.

 

Miles dio un suspiro, y James finalmente abrió los ojos, volteando la cabeza hacia la derecha.

 

-Listo, despertó. Rápido y que se levante -dijo tío Richard, empezando a perder la paciencia- . Tengo una reunión.

 

James vio que aún estaba en la silla giratoria estirable, pero en una sala diferente de la peluquería. Probablemente sería la parte de atrás. Tenía una manta encima, y la luz de la lampara había sido atenuada. Miró a Aubrey, apoyada contra un mueble con cara de pocos amigos, y a Will mirando al tío Richard mientras salía, con cierto desagrado.

 

-¿Quién es ese tipo? -le preguntó a él cuando se hubo ido.

 

-Un amigo de papá -le dijo él.

 

Miles miró a James con desaprobación y lo ayudó a levantarse, con cierta brusquedad.

 

-Ah, y Will, gracias por hacerme el favor -dijo Miles con cierto sarcasmo- . No tenías que darle la dirección de la peluquería para que funcionara. Creo que usaste un método ni remotamente cercano al necesario.

 

-Es porque no te iba a hacer caso. A Aubrey le gustó James, Miles.

 

James se quedó mirando a Will pasmado, y luego miró a Aubrey, que observaba a Wilhelm como si se hubiera vuelto loco.

 

-Y un carajo. Vámonos, Jim -dijo Miles, tirándolo del codo.

 

-Miles, aún no...

 

Miró hacia Will, pidiendo ayuda, pero sólo hizo un gesto de disculpa, visiblemente apesadumbrado por lo ocurrido, y le dirigió una última mirada a Aubrey, quien ahora miraba hacia otro lado de la sala.

 

Miles prácticamente lo arrastró hacia el coche de tío Richard, a quien encontraron hablando por celular en el asiento de conductor. La figurita de Tracy Chapman se movía graciosamente de adelante hacia atrás, con sus rastas de cuentas sonando con cada movimiento.

 

-No, el tema del presupuesto podemos discutirlo otro día -decía tío Richard por celular- , dile a... Manfred, ¿Manfred se llama? Es un nombre de perro... Dile que traiga los informes de las ventas de la semana pasada, pero no los del presupuesto disponible. Ya sabes como es Jones, se confunde con tantas cuentas. Prefiere ver lo más concreto en las reuniones mensuales...

 

-Miles, ¿Qué le dijiste a Will que le dijera a Aubrey? -le preguntó James a su hermano.

 

-No es momento para hablar de eso. Quizá en casa.

 

El auto se empezó a mover, con tío Richard aún al celular.

 

-No quiero que pongan a un compositor a hacer la música -continuaba tío Richard hablando- . Podemos usar tracks ya usados, para eso pagamos los derechos de autor...

 

-Miles, dímelo ahora. Necesito saber.

 

Las luces de la calle ya estaban todas encendidas. Unos copos de nieve comenzaron a caer en el parabrisas.

 

-Le dije que estabas comprometido -dijo Miles- . Te dije que no era bueno que Aubrey y tú...

 

-¿Le dijiste que estoy comprometido? ¿Comprometido para casarme?

 

-Sí, para casarte. Tienes veine y cinco años, es perfectamente posible.

 

-No, sólo son los hijos de Al -decía tío Richard por el celular, mirando a Miles de soslayo con pesadumbre.

 

-¿Qué problema tienes con que Aubrey tenga menos dinero? No es como si nos fuéramos a casar, ella ni siquiera me da bola, tú mismo lo dijiste hace unos días.

 

-Sí, pero Will acaba de soltar algo diferente, ¿Acaso no lo oíste?

 

-No creo que sea cierto.

 

-Niños, ¿Podrían bajar el volumen? -preguntó el conductor del automóvil, cuando pararon con una luz en rojo.

 

-Miles, deja de meterte -siguió James, ignorándolo olímpicamente- . Quiero tratar con Aubrey, es la primera vez que siento... esto.

 

-Papá se va a poner ogro cuando sepa que te gusta una chica del barrio chino. Es de comedia, Jim.

 

-Pero si es sólo para divertirse... -comentó tío Richard, cerrando el celular.

 

-El problema es que James jamás ha tomado a una chica para divertirse. La única vez fue a los diecisiete y al día siguiente Jim le estaba pidiendo matrimonio.

 

-No es cierto.

 

Tío Richard se echó a reír, y apretó el acelerador con suavidad.

 

-Es cierto, Myriam llegó hasta mí días después pidiéndome consejos para poder deshacerte de ti. Jim, eres agobiante para las mujeres.

 

-Myriam fuequien tergiversó las cosas. Y no puedo creer que recuerdes el nombre.

 

-Buen punto -dijo tío Richard.

 

-Recuerdo el nombre porque después estuve con ella. Ya sabes que lo compartimos todo.

 

-¡¿Qué?! ¡¿Que hiciste qué?!

 

-Hey, era una chica atractiva, y dos años mayor que nosotros, fácil como la “señora” Löwy segunda, supongo.

 

Tío Richard hizo otra parada en semáforo en rojo. Miles miró hacia adelante, con una sonrisa de diversión en la cara.

 

James se había quedado como una tumba, mirando el hombro de Miles desde su puesto izquierdo, junto a una de las ventanas del gran porsche negro. Había empezado a temblar.

 

-Por qué tenías que decir eso...

 

La luz del semáforo se cambió a la amarilla.

 

-Sólo... -Miles carraspeó ruidosamente- fue un comentario aislado.

 

-Eres un... Para qué le quitas importancia ahora si es lo que siempre has pensado -dijo James con la voz un poco temblorosa.

 

Se echó hacia atrás en el asiento y miró por la ventana con el rostro a punto de descomponerse.

 

-James -lo llamó tío Richard- . James, sabes cómo es de inconciente este grandulón. No es como si... Rayos.

 

El semáforo se había pasado a verde. El auto siguió donde estaba. James vio de soslayo cómo Miles le dirigía una mirada interrogativa al tío Richard.

 

-¿Por qué no conduces? -le preguntó Miles.

 

James volvió a mirar hacia afuera por la ventana, viendo la nieve caer en la calle. Los parabrisas del porsche habían empezado a moverse y pudo ver unas gotas de agua en el vidrio. Nieve con lluvia.

 

Hace tiempo que a Miles no se le escapaba un comentario como ese.

 

Decidido, abrió la puerta y salió del auto.

 

-¡Jim! -llamó Miles.

 

Cruzó la calle en semáforo verde hasta el parque del lado, con un auto casi rozándolo por detrás. Tío Richard lanzó una palabrota.

 

Miles siguió a James con la vista, viéndolo llegar al parque.

 

-Rayos, niño hipersensible -masculló Miles, pateando la guantera.

 

-Hey, hey, no culpes a mi auto -dijo tío Richard- . Ahora... -Dio un suspiro, mirando hacia el parque- … estoy retrasado. Puedo dejarles dinero para el metro. No tienen tarjeta del metro, ¿o sí?

 

-No, ninguno de los dos -dijo Miles, sin despegar la vista de la ahora silueta de James en el parque.

 

Richard sacó rápidamente unos cuantos billetes.

 

-Esto de sólo portar tarjetas de crédito... -masculló tío Richard por lo bajo, alzando las cejas- Les hace falta experimentar la decadencia.

 

-Rápido...

 

Le fueron tendidos los billetes, y en un segundo Miles salió del auto, dejando la puerta abierta.

 

-Sí, puedes dejarla... abierta -dijo tío Richard, siguiéndolo con la vista.

 

Cruzó la calle corriendo, sintiendo los copos de nieve caer sobre sí. Subió a la acera del parque, y apuró el paso hacia James, al cual como añadido se le había quedado el abrigo en la peluquería de Aubrey. Estaba sólo con un chaleco de cuello alto encima de las playeras de abajo.

 

-Jim.

 

Le rodeó los hombros con el brazo, pero este se apartó, con las manos en las axilas. Estaba temblando.

 

-Me iré a casa en metro.

 

Miró hacia otra parte del parque, y Miles notó que tenía los ojos un poco rojos.

 

-Hey, disculpa por lo que dije.

 

Sin embargo, James siguió caminando, sordo a las palabras de Miles. Caminó hacia el extremo norte del parque, camino al metro. Había poca gente por allí a esas horas, pero todos iban muy abrigados. James constituía una antítesis a todo lo demás.

 

-En verdad lo siento, sólo fueron palabras aisladas, cosas que no pienso realmente.

 

-Tienes que devolverme el cero coma cinco por ciento de las acciones que te he dado.

 

-¿Así me perdonarás? ¿Me vas a poner condiciones? -dijo Miles, incrédulo.

 

-Te lo estoy ordenando. No eres sólo tú, papá y tío Richard los que pueden dar ordenes.

 

-A tío Richard no lo metas. Me pasó dinero para que...

 

-¡Que se vaya a la mierda! -masculló James, deteniéndose.

 

Quitó las manos de sus axilas y se volteó a mirar a Miles.

 

-Se fue, ¿verdad?

 

-Tenía asuntos que atender. Pero como te estaba diciendo -añadió Miles, perdiendo la paciencia- me dejó dinero para el metro.

 

-Sí, o papá lo obliga a renunciar a sus acciones.

 

-No puede hacer eso -dijo Miles, frunciendo el ceño.

 

-¿No has leído su contrato?

 

-No, cómo podría, no tengo acceso.

 

-Yo tampoco, pero bien que los oí conversar acerca de las limitaciones dadas por contrato a Richard Hawkins. Si es necesario o si traiciona a papá, puede hacerlo renunciar a ellas. Tendría que pagarle, pero la voluntad de tío Richard sobre sus acciones en la Revistas son nulas. Lo mismo con el tío Mike. ¿O crees que le daría así como así el veinte y cinco por ciento de las acciones a dos personas ajenas a la familia?

 

-¿Para qué me cuentas esto?

 

-Para que dejes de idolatrar a papá. Le das demasiada importancia, y si es de este modo en los negocios, ¿Crees acaso que fue muy sincero con respecto a mi madre? Esta familia tiene tantos secretos que se me han olvidado algunos con los años. Y uno de ellos es que papá tiene a tío Richard comiendo de su mano, atado a él como un esclavo. Y él es igual de vil por seguirle el juego. Perdería su mano por seguir teniendo acciones en la Revista.

 

-Es la más vendida de Londres. ¿Quién no lo haría?

 

James frunció el ceño.

 

-Quizás realmente debería trabajar de podador de cesped por el resto de mi vida -dijo, más para sí- . Quiero ser libre, y no una ficha de ajedrez como tío Mike y tío Richard, o como de hecho.

 

-¿Y crees que otro trabajo te haría ganar lo que ganas? -preguntó Miles, frunciendo el ceño.

 

-A Aubrey le es suficiente.

 

Miles abrió la boca en redondo, sin poder creer lo que escuchaba.

 

-Oh, te estuvo lavando la cabeza.

 

-Sólo sopesé lo que realmente quiero hacer en la vida. Nunca he comprendido tanto sobre mí hablando con una persona por tan poco tiempo.

 

-Haz lo que quieras. Cásate. Átate a ella como un esclavo.

 

James prefirió no responder nada. Su hermano era tan extremista para pensar... Optó por seguir caminando hacia el metro, conciente de que su hermano lo seguiría. Miles jamás había ido a casa en metro.

 

 

 

 

 

 


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