Era una mañana como cualquier otra, el clima era frío y yo estaba aburrido, en la oficina el incesante sonido de los teclados en las mesas contiguas llenaba el espacio alrededor, con un montón de ideas arremolinandose en mi mente me disponía a trabajar cuando un mensajero me interrumpió abruptamente.
Miré al frente con ansias asesinas, tal vez fue un poco exagerado, pero para mí, era desperdiciar tiempo valioso en algo tan insulso como lo es atender a alguien.
Jamás he sido una persona demasiado social o conversadora, me podría describir como alguien mas bien arisco y receloso de su espacio personal. Aunque con la edad he aprendido a tolerar un poco mas a quienes pululan por mi espacio.
Recibí de mala gana un sobre membretado con mi nombre en letras doradas.
Lo observe detenidamente, preguntandome por un largo tiempo quien podía haberme mandado algo similar. Sin encontrar una respuesta concreta me dispuse a abrirlo bajo la atenta mirada del chico del correo.
Al percatarme de esto lo fulmine con la mirada, y sin necesidad de decirle que se largara, se marchó apresuradamente.
Una vez sólo, le dí la vuelta el papel blanco.
"Extraño"
Fue mi primer pensamiento. A mi vista saltó un sello de cera.
Un escudo familiar sumamente raro.
Una camelia en cera color dorada.
Reticente lo abrí y comencé a leer.
"Estimado Sr. Stocker:
Es un placer para el distinguido Duque de Wells invitarle a la fiesta organizada en la Mansión de la Camelia Dorada, con motivo del aniversario número ocho de su primogénito, el amo Collins."
Después de eso, las palabras se arremolinaron confusas, impidiendo distinguir algo mas que no fuesen las primeras líneas.
Leí y relei el papel.
No podía creerlo, ni siquiera conocía al dichoso Duque de Wells, mucho menos a su hijo Collins, "pero ¿qué clase de broma pesada es está?" Pensé aturdido, estaba a punto de ponerme a refunfuñar en voz alta cuando recordé el sello.
Lo único que necesitaba era buscarlo en internet y asunto resuelto.
Tecleé durante algunos minutos sin obtener resultados satisfactorios, estuve a punto de renunciar a la búsqueda cuando un link diferente de los demás saltó a la vista.
Pasé el mouse sobre éste y lo abrí.
Me pasé el resto de la tarde sumido en mis pensamientos, aun sin poder asimilar del todo las palabras que había leído. Mas abstraído de lo normal, o al menos eso fue lo que me dijo una de mis compañeros cerca del mediodía.
Sacudí la cabeza, como si con eso las palabras fueran a acomodarse y tener algún sentido por si solas. Oficialmente, no tenía la menor idea acerca de que pensar.
Me exprimí la cabeza en busca de alguna respuesta que llegase a ser totalmente satisfactoria, pero a los pocos segundos la descartaba; seguramente se trataba de algún error, si, eso era.
Pero, eso tampoco tenía sentido.
Me devane los sesos hasta que el cerebro estuvo a punto de explotarme gracias a la migraña que logre imponerme. Eso me puso de un peor humor a lo usual.
Estresado y con pesadez en todo el cuerpo decidí retirarme al pequeño departamento que mantenía arrendado, suficiente estrés en el día. Merecía un buen descanso y una ducha reparadora.
El viaje hasta el complejo habitacional pasó en una total nebulosa, como todo lo demás durante la jornada, ni siquiera supe en que momento introduje la llave, abrí la puerta e ingrese, tumbando el cuerpo casi inmediatamente sobre el sofá de tres plazas.
Boca abajo busque a tientas el control remoto, hasta que lo escuche en un sonido hueco contra la alfombra. Gruñí desesperado, pero no me moví.
En cambio me acomode mejor para dormir un rato antes de cenar.
Desperté casi a las diez bastante sorprendido debido a la hora, no era mi costumbre dormir tanto; me levanté rápidamente y llegué a la cocina, revolví un poco (mucho) la alacena y el refrigerador, pero nada de lo que había me apetecía, por lo que mejor opte por comer fuera.
Tomé las llaves de donde las bote al llegar y fui directo a la puerta, cuando una punzada atacó repentinamente mi cabeza, sentí como si mil agujas traspasaran la corteza cerebral, una por una, las sentí tan vivídamente que caí desplomado en el suelo, no supe de mí hasta la mañana siguiente.