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Painful love por Jesica Black

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ANTES QUE NADA: Notarán que les caerá un balde de agua helada tras otro, pero a veces las cosas se desatan todo al mismo momento y es imposible frenarlas, creemos que se trata de una pesadilla, pero a veces….no lo son.

 

Capitulo XV: El final que no esperas.

 

Unos meses después….

 

                Estaba a pocos días de convertirse en padres y Kardia se había nuevamente instalado en la casa de Dégel en contra de la voluntad de éste, pero el peliazul parecía realmente emocionado con el nacimiento de su pequeño hijo varón. No obstante, hacía unas pocas noches su padre había hablado con él para tranquilizarlo y lograron mantener una armonía, pero no quería volver al nido familiar, pues ya no era su casa sino la de su padre y su hermano menor. Por otro lado, Dégel había comentado a Krest que no le diría a nadie con respecto a que él estaba vivo con la condición que Aeneas supiera que es su hijo, cosa que el mayor de los Diamond la afirmó como algo ya reconocido y hecho; además le hizo prometer que le dijera a Camus lo antes posible, aunque pensándolo mejor, Dégel estaba seguro que Camus ya lo intuía.
Era de noche, Kardia no estaba cerca y se había quedado en la librería ordenando los últimos ejemplares del libro de Antares que estaban esparcidos por otros estantes, dado que los curiosos lo tomaban pero no lo devolvían a su lugar.

Una sombra pasó por detrás de él y giró para verlo, pero no había nada. Miró el reloj en la pared y daban las ocho de la noche, con lo cual tendría que cerrar el local. Tomó las llaves y se dirigía a la puerta cuando un golpe fuerte le hace caer de cara al suelo, mientras recibía patadas en su cuerpo intentó proteger su vientre y miró por encima para ver a Celestine allí, con otros dos hombres que le ayudaban.

–¿Qué….qué haces celes….aaagh? –intentó protegerse pero era imposible, cuando no atacaban su vientre lo hacían con su espalda o cabeza.

–Te dije que te sacaré el niño a patadas –susurró la joven histérica y completamente loca, se notaba que fue ex novia del mayor de los hermanos Antares por su osadía, su sed de venganza–. Costó bastante encontrarte solo, pero después de mucho tiempo he logrado despistar a Kardia.

–Aaaagh, dé-déjame….va..vas a matar….a mi bebé –gritó, la sangre le escurría por la boca por los golpes que recibía.

–Es la idea, ¡acaben con él! –gritó la muchacha.

                Las pisadas y los golpes le estaban destrozando, pero su vientre no fue tocado por ninguno de los dos maleantes que amenazaban con hacerlo pedazos. Creyó que estaba perdido, pues su cuerpo no podía tolerarlo más cuando apareció un ángel que él no creyó nunca aparecería. Unity había vuelto en busca de las llaves de su camioneta que había dejado sin querer y observó la paliza que le propinaban al embarazado. Inmediatamente tomó a golpes a los intrusos y Celestine huyó ante los gritos endemoniados de Unity.
Inmediatamente llamó a Kardia y le pidió que viniera por él mientras Dégel tosía sangre, sentía que su vientre comenzaba a doler y el líquido carmesí le escurría por sus piernas. Desesperado, el muchacho le tomó como pudo y lo subió al camión, llevándolo al hospital más cercano.

 

                No muy lejos de allí, Krest se enteró de lo ocurrido con su hijo y salió corriendo al hospital, ignorando a Aeneas quien requería que estuviera con él, pero al enterarse de los golpes que le propinaron a su hijo Dégel, ambos fueron a socorrerlo. Las horas eran eternas, y no acaban nunca más. El dolor y la miseria mezcladas con la agonía que destruye a cada paso, el peliverde se sentía desfallecer a cada instante mientras le pedía a Unity que salvara a su hijo…..

–¡Rápido por favor, llamen al cirujano! –gritó la enfermera, era lo único que Dégel podía oír.

–¿Cuánto tiene de palpitaciones? –preguntó un enfermero.

–180 por minuto….es demasiado, está muy agitado y la sangre le escurre por todos lados….por favor ¡Traigan a un cirujano! –gritó nuevamente la misma enfermera.

 

                Dégel vio la luz enfocada en su rostro y como las miradas iban desapareciendo y apareciendo a medida que pasaban los minutos. Sentía como le conectaban aparatos a sus brazos, la anestesia local, el cirujano que se acercaba a él, relajándolo. Levantó la mano y tomó la túnica de la enfermera, como pudo susurró el nombre de Kardia, pues a pesar de haber pasado pocos minutos sabía que su ‘amante’ estaría allí. La mujer asistió y le pidió a un encargado que vaya a buscar al hombre del cual Dégel estaba completamente enamorado.
No tardó demasiado en aparecer y tomarle la mano con desespero, mientras se escuchaban los sonidos de fondo, el cirujano gritando al bioquímico que faltaba sangre para hacer la trasfusión por la perdida, la gente corriendo y su corazón cada vez más rápido, bombeando más sangre.

–Kardia….–susurró, miró al muchacho que con lágrimas en los ojos le observaba–. No llores…

–No estoy llorando, tonto….–susurró entre dientes, Dégel sonríe.

–Kardia….estoy feliz….de haberte conocido…

–¡No digas esas cosas, idiota! Todo va a estar bien, ya vas a ver, son unos golpes de nada –masculló, no estaba convencido de lo que decía–. Jamás se los perdonaré, JAMAS, los encontraré y los mataré, lo juro, los mataré….

–Hay una luz ahí… .–susurraba cada vez más débil.

–¡SANGRE, NECESITO SANGRE, SE ESTA DESANGRANDO MALDITA SEA! –gritó uno de los enfermeros detrás de todo, Kardia miró al hombre con espanto y luego volvió a Dégel.

–No te preocupes amor….

–Me…..me estoy muriendo Kardia.

–¡Claro que no, tonto! –gruño y apretó la mano, el llanto del bebé pasó desapercibido entre tanta agonía, pues Dégel comenzaba a ver cada vez más y más nublado.

–Kardia….te amo.

–¡No, tú vas a vivir, no digas eso! Tienes toda una vida para decírmelo… .–esta vez Kardia derramó algunas lágrimas en el rostro de Dégel.

–Kardia… ¿me amas?

–¡Claro que te amo, tonto! Te amo, te amo….no lo dudes, vas a vivir –susurró muy cerca del oído.

–Kardia…..te amo…–En cada palabra que decía, más desfallecía.

–La sangre es mucha ¿cómo está el bebé? –preguntó el cirujano.

–En perfecto estado, el chico lo protegió con su cuerpo mientras recibía la paliza y no le pasó nada al bebé….–habló la enfermera, pero Dégel la escuchaba muy de fondo.

–¿Vi…viste Kardia? –murmuró–. El bebé….está bien….te quedarás con…con él ¿verdad?

–NOS quedaremos con él, Nos…..

–Nos…..–susurró–. Que….lindo sue……..na……

 

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–¿Qué está pasando ahí dentro? –preguntó Camus mientras se abrazaba a Milo, éste sonreía tristemente.

–No lo sé.

–Tranquilos ¿quieren tomar algo? –preguntó Krest, Camus le miró bastante extrañado y asistió.

–¿Quién es él? –cuestionó a Milo, el rubio miró para otro lado.

–Un amante de papá…..–Camus frunció el ceño, a pesar que lo había visto quería estar seguro de ello.

 

                El grito de Kardia se escuchó violento salir por la puerta, y todos se alertaron. Inmediatamente se separaron y esperando a que saliera alguien y lo que vieron los hizo quedar completamente helados. Kardia era arrastrado hacia afuera por algunos paramédicos abriéndose la puerta de par en par. Camus pudo notar como uno de los médicos principales miraba el reloj de su muñeca y negaba con la cabeza, más relacionado con el llanto de Kardia y los gritos que provocaban como desgarro en el alma, Camus se dio cuenta de la verdad:

–Murió….–musitó–. Dégel ha muerto…..

 

                El silencio era testigo de la soledad en los corazones, Milo abrazó fuerte a Camus mientras Krest se sentaba en la silla pálido como un fantasma. Aeneas desfalleció en sentimiento y también se sentó intentando recuperar su aliento. Los gritos del mayor de los hermanos Antares le imposibilitó pensar en algo más y salió el rubio disparando hacia su casa, seguido por su amante Krest muy de cerca, con miedo que cometa una locura. Milo se quedó con Camus, quien comenzó a palidecer por la idea de haber perdido a su tío, más que tío era padre. Tendría que volver nuevamente a Paris a vivir con sus ancianos abuelos.

–Mi padre se fue….–susurró Milo alejándose de Camus unos minutos–. ¿Dónde habrá ido?

–¿Quieres ir tras él? –preguntó Camus sentándose y esperando al menos poder ver el cuerpo de su tío.

–No, me quedaré contigo…..–le tomó la mano–. Ahora me necesitas más que nunca.

–Milo….no sé qué hacer, ahora toda mi vida cambió, primero tuve que lidear con la muerte de mi padre…..y ahora ésto….los abuelos se pondrán muy….–los sollozos le ganaron y Milo le abrazó.

–Tranquilo…..todo estará bien…..–le tomó fuerte–. No te dejaré nunca, lo juro….

–Y…y el bebé…..–bramó con lágrimas en sus ojos.

–Kardia lo cuidará y yo ayudaré y tú también….él estará bien….–susurró–. Lo siento tanto…..

–Me voy a morir….–lloró angustiado.

 

                Nada más se dijo en ese momento, a Camus le costó muchísimo ver a su tío inerte en la mesa y escuchar el relato de como Kardia se había aferrado al cadáver necesitando al menos tres personas para arrancarlo de allí. Ahora todo estaba en paz, todo tranquilo, sin sufrimiento, sin absolutamente nada….solamente se escuchaban los sollozos perdidos en el silencio de Camus. Tomó suavemente del cabello echándolo hacia atrás y le besó la frente con dulzura.

 

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                No sabía pasado dos días que Dégel no estaba allí, miró con sigilo al niño que descansaba en su cuna con templanza y jugó con el arma que traía desde ese día. Pestañó y le encomendó a Camus (que estaba en la cocina) que se encargue del pequeño mientras regresaba en un momento, guardando el arma con agilidad en su bolsillo sin que el pelirrojo se percate.
Subió a su cuarto, y recordó las palabras de su padre cuando una vez le narró como Nicholas Antares se había quitado la vida luego que su amante se había muerto dando a luz a su hijo. Aeneas había desfallecido en la cama del dolor por perder a Dégel, el único hijo que pudo tener con Krest, mientras éste se sumergía en los medicamentos y antidepresivos.
Camus parecía el único que se repuso, más bien tuvo que reponerse al enterarse de su reciente embarazo y Milo ayudaba a ponerlo de pie una y otra vez.

Al menos sabía que su hermano sería feliz. Se colocó frente a la puerta del ático, la abrió y caminó por la oscuridad hasta darse la vuelta para mirar la luz que entraba de allí. Posó el arma en su cabeza y cerró sus ojos, al abrirlo encontró a Dégel, hermosamente vestido de blanco con el cabello lacio que le llegaba hasta las caderas; niega, niega con su hermosa mirada y extiende sus manos para quitarle el arma, pero fue demasiado tarde cuando un sonido se aventó, Milo giró su cuerpo hacia arriba y Camus tomó su vientre asustado.

–Iré yo….–gritó Milo y corrió escaleras arriba, Camus le siguió de atrás–. No vengas, es peligroso.

–¡Iré! Sólo subió tu hermano…–avisa mientras corre por los pasillos.

 

Aeneas no reacciona, pues su corazón sabía la respuesta de los hechos y continuaba destrozado. Krest se abraza a su marido acariciándole el rostro ye esperando el ensordecedor grito de agonía, los dos en la cama principal, sin moverse.

El grito no dudo en llegar cuando Milo se encontró con la sorpresa, la sangre derramada y la cabeza de su hermano atravesada por un proyectil. Inmediatamente cubrió a Camus quien comenzó a gritar y llorar, le pidió que se calme por el bien del bebé, pero no podía, sentía que le desgarraba el corazón nuevamente.

–¿Por qué….Kardia? –fue lo único que susurró Milo antes de ayudar a su novio a ponerse de pie.

               

                “¿Lo recuerdan? El amor es tan doloroso. Desgarra tu corazón, inunda tus sentidos, te enloquece, te quema, te mata y vives. Te hace sufrir. ¿Por qué? ¿Por qué? Es tan dorloso. ¿Por qué algo que debe ser bueno termina desgarrando el corazón tan fuerte? 
Espero, espero que al menos él sea feliz, mi pequeño y dulce hermano….sé que lo serás eternamente, con el fruto de tu vientre….pero por favor, por favor….cuida a mi hijo, cuídalo como si fuera tuyo. Así es como mi padre Krest fue encomendado a mis abuelos en su momento por Alain, hoy te encomiendo a mi hijo…..y gracias, porque sé que será un gran hombre”
–Dégel Diamond.

 

FIN

Notas finales:

Jajajaja ok soy una forra, pero lean el epilogo que seguramente será mucho más grato que este capítulo.

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