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Painful love por Jesica Black

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Capitulo III: Teme más al que no hace nada.

 

                Terror, terror le daba ir a trabajar, probablemente por miedo que Kardia tomara represaría en su contra luego de irse abatido por las respuestas de Dégel. No podía estar solo un momento y evitaba quedarse en la caja registradora. Seraphine siempre estaba pendiente del muchacho, pues entendía que esa mirada de terror absoluto no era por nada y que algo le había pasado, aunque no le habían dicho el por qué.
Ese día, ese viernes mejor dicho, Camus le había informado que iría luego del colegio a un bar que se encontraba en la avenida central, a unas cinco cuadras de su casa, por lo que no cenarían juntos. Dégel entonces pensó en preparar una comida para él solo y se estaba cambiando para retirarse, ya eran las siete y había pasado una hora de su salida, pero aún continuaba ahí terminando el inventario y cerrando la caja. Seraphine se acerca un tanto avergonzada, Dégel supo que le pediría un favor instantáneamente:

–Escucha Dégel –murmuró la joven e hizo una reverencia en disculpa–. Necesito ir con mi hermano al médico, parece que se cayó, como está con muletas le es complicado bajar escaleras, ¡En serio lo siento! Debo irme, ¿podrías cerrar el local a las ocho?

–¿Yo? –cuestionó, estaba algo asustado pero intentaba disimularlo–. Pero Seri….

–¡Lo siento, lo siento en verdad! Celes se fue hace media hora sino, le pedía que lo hiciera ella, sé que es mi responsabilidad, pero mi hermano me espera.

–Hmm….bueno sólo es una hora ¿verdad? –suspiró bastante agobiado–. Puedes irte.

–Gracias, gracias Dégel, recuerda, cierra atrás y aquí adelante baja las persianas. No te preocupes por el lunes, Celes tiene un duplicado, la llamaré para que venga temprano ese día –sonrió dulcemente y abrazó al muchacho–. Gracias Dégel, eres un amor.

–Sí, ve con cuidado –bufó; se sentía molesto pero no le quedaba otra.

 

                Comenzó a ordenar algunos libros y se metió con la computadora, que estaba cerca de la caja, a internet. La noche era oscura y bastante triste, apenas había dos almas por la calle y estaba comenzando a helar. Se estiró un poco y miró el reloj grande que se encontraba en la pared frente a él, no había pasado ni diez minutos. Casi se queda dormido cuando escucha el ruido de una moto. Voltea para ver a Kardia bajar de ella, con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Acaso ese sujeto era adivino? Durante toda la semana había desaparecido de la faz de la tierra porque él siempre se encontraba con compañía, pero el único día que estaba completamente solo se le ocurría visitar el negocio.
Inmediatamente, casi corriendo, se dirigió hacia atrás, atravesando todas las estanterías, pero no se daba cuenta que Kardia lo seguía de cerca y se ocultó detrás de un estante.

–¿Acaso me tienes miedo? –Preguntó Kardia acercándose, mientras jugaba con la llave de la moto enroscada en su dedo–. Pensé que eras listo, Degelcito….

–¡No te tengo miedo! –exclamó, pero Kardia ya se había acercado demasiado a él.

–Desde acá puedo oler tu perfume, parece que sigues usando el mismo, me haces enojar Degelcito…–sonríe y gira hacia donde está el muchacho, Dégel se alerta que está a unos pocos metros y se da la vuelta–. Uy, parece que te voy a atrapar.

 

                Con terror en sus ojos, salió corriendo tan rápido como le dieron las piernas, por aquellos estrechos pasillos entre una estantería y la otra. Kardia lo siguió de cerca, conocía ese lugar porque prácticamente había nacido ahí y no había donde escapar. El silencio se hacía testigo pero las pisadas y los giros se escuchaban a distancia. Dégel volvió al fondo y caminaba hacia atrás mientras miraba para adelante, no se dio cuenta que Kardia se encontraba en sus espaldas. Sintió un alivio tenso, pero inmediatamente una mano pasó por su boca y la otra por la cintura mientras lo jalaban al depósito.
Sus ojos se abrieron mientras era arrastrado y la puerta se cerraba tras de él, un golpe fuerte y fue lanzado contra unas cajas, tan pronto abrió los ojos nuevamente después del sentir el fuerte dolor por el golpe, vio que Kardia sostenía un especie de cinta embaladora, la que usaban para cerrar cajas que contenían libros, mientras con los dientes corta un trozo y se lo coloca en la boca, por otro lado con la misma cinta le ata las manos, más no las piernas, ya que jala de ellas hasta arrastrarlo a la mitad del depósito.

–¿Cómo se siente ser gobernado? Me encanta verte así, te vez tan manso –Dégel intentaba zafarse de las manos pero Kardia parecía disfrutar de aquello, le encantaba dominar de cierta forma la situación–. Sabes, callado te vez más lindo….

 

                Se pone de rodillas frente a él mientras tironea de las piernas, una de cada lado de su cuerpo, se levanta de nuevo y arrastra un poco más, luego con sus propias piernas une las del chico en el centro y las presiona, para que no tuviera movilidad, dejando una rodilla en cada costado, usando sus manos para tomar los brazos unidos y tirarlos hacia arriba, haciendo que el chico sufra un dolor terrible. Acercó su rostro al de Dégel y lentamente comenzó a lamerlo.

–Hmmm, eres delicioso y más cuando estás asustado Dégel……–se relame la boca y vuelve a atacar, suave, paciente, mordiendo la mejilla, con ansias, con desespero. Baja por el cuello y pasa su lengua por él, dejando mordidas aún más fuertes–. Me gusta verte así, controlado, dominado perfectamente, pero más me gusta verte gritar y llorar, que te resistas…. ¿Me harás ese favor? Resiste, eso me excita tanto…. –Dégel intenta zafarse pero le es imposible, Kardia al menos pesa diez kilos más que él y está completamente encima–. Yo no soy así ¿sabes? No soy malo, pero me encanta ésto….y sé que a ti también te encanta…..lo veo en tus ojos, el deseo….

 

                Dégel, quien hasta ese momento estaba forzando su separación, decide parar todo movimiento y quedársele viendo. Medio sonrió, mostrando así su victoria cuando Kardia comenzó a exasperarse al ver que controlaba perfectamente la situación. ¡Mierda! Dégel lo había atrapado en su propio juego, ahora con una víctima pasiva la diversión había acabado.

–Mierda, eres más listo de lo que creí –comenzó a quitarle la cinta de las manos y luego la de la boca, incorporándose delante de él. Dégel se frota los lugares entumecidos–. Realmente tú…. –comenzó, pero recibió una bofetada–. ¡Oye!

–No me gusta que me toquen así….das asco…–Kardia pestañó y volvió a sonreír.

–Jajajajajajajajajajaa…….

–¿De qué te ríes? –preguntó algo estupefacto.

–¿No te das cuenta, verdad? Tú sabes que mi punto débil es cuando no se resisten a mí y se dejan estar, como lo hiciste recién –explicó, Dégel sonrió también–. Y ahora vienes y me golpeas, ¿acaso eres idiota?

–No lo soy.

–Entonces debo suponer que te gusta ésto…. –se relamió, Dégel mira hacia otro lado–. ¿Me estás dando la razón, nerdito? Jajajaja no sabía que las moscas muertas tenían ese lado tan sanguinario.

–¡Cállate! No soy como tú –nuevamente intenta darle una bofetada pero Kardia detiene el ataque y lo lleva contra el muro.

–No te entiendo, ¿sabes? –Lo empuja y lo estrella contra la pared, luego toma con sus manos la cadera y se le acerca, Dégel no hace absolutamente nada–. ¡Mierda! ¿Por qué no haces nada?

–Por qué si lo hago te gustará más…..–explica rápidamente.

–Bueno…. –murmuró y unió sus bocas para besarlo, sintió la lengua apresurada adentrarse completamente en él, los dientes mordiendo suavemente su labio, las manos rodeando su cintura con agilidad. Sus ojos se abrieron, si intentaba zafarse avivaría las llamas que quería mantener apagadas, pero responder el beso también era una perdición, por lo que simplemente lo aceptó y dejó que le tocaran, lo que logró separarlos–. ¡Eres lo peor que he tocado en mi vida!

–Igualmente.

–Te odio….asqueroso francés…. –se separa completamente y le escupe en la cara, Dégel cierra los ojos pero no hace nada–. Más te vale que hagas bien tu trabajo aquí.

–Lo haré…..–dijo, abriendo sus ojos desafiante, Kardia sonríe y se retira con pasos firmes, Dégel lo sigue desde lejos, secándose la cara.

–Sabes, aunque lo quieras negar, eres exactamente igual a mí, salvo que lo reprimes todo y yo no lo hago –gira para verlo–. Te gusta que lo haga así, te gusta hacerte el difícil, te gustó lo que hice allá atrás y te gustó tanto que te odias a ti mismo por gustarte.

–¡Mentira!

–¿Realmente piensas que es mentira? –lo observa–. Tu cuerpo reacciona por ti, Dégel, tu corazón…. –se dirige a la puerta y la abre–. Como te dije hace unos días atrás, te haré llorar hasta que odies a tus padres por haberte traído al mundo….

–¿Por qué? ¿Por qué haces eso? ¿Por qué te gusta ésto? –preguntó, Kardia antes de retirarse le mira:

–Cuando eres alguien como yo, sin rumbo, sin vida, sin amor….lo único que te queda para sentirse vivo es lastimar y lastimarte….y tú también piensas igual a mi Dégel, no lo olvides –se retira haciendo sonar la campanilla de la puerta.

 

                Dégel le observa. ¡No! Ese tipo está loco, es un lunático un psicópata. Agradeció que no le haya hecho nada más que tocarlo un poco y besarlo…..agradecía ¿realmente agradecía? ¿Quería más? ¿Es verdad que realmente deseaba ser manipulado de esa forma y manipular al mismo tiempo? No, tonterías, ese tipo estaba lavándole la cabeza.

 

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                En el bar de Calvera, el ambiente rústico estaba a la orden del día. La luz tenue que parpadeaba en el oscuro local, las risas y el baile de los invitados, el licor y las bebidas sin alcohol pasaban de mano en mano. Camus miró sorprendido, a sus quince años de edad (recientemente cumplidos) nunca había visto tanta emoción y diversión como en aquel lugar. Sus compañeros se divertían y ordenaban algunos tragos dulces para menores, otros se querían animar a más y pedían algo con un poco de licor, pero siempre eran rechazados por la misma Calvera.
Shaka, Aioros y Camus se encontraban cerca de la barra, mientras Aldebarán, Shura y Aioria bailaban en el centro.

–Realmente me sorprende lo rojo de tu cabello, Camus –habló Shaka mientras tomaba un mechón y lo acariciaba–. Es demasiado suave, ¿cómo lo conservas así?

–Eso debería preguntarte yo a ti, tu rubio es increíble….

–Debe cuidarlo, se compra muy bien por metro –el comentario de Aioros sorprendió a Camus–. ¿No lo sabes? La mayoría de aquí vendemos cabello, es una de las formas de ganar dinero.

–Te lo dejas muy largo y luego lo vendes por metro, por ejemplo, ahora mismo tengo un metro de cabello fácilmente manejable –sonrió el rubio y tomó uno de sus propios mechones–. Lo cuido bastante bien pero no obtengo el brillo natural.

–Saben chicos –habló Shura acercándose–. Esta conversación de cabellos se me hace tan masculina –ironizó.

–Di lo que quieras, pero veo un buen cash por ésto en mi futuro –respondió Shaka–. Por cierto, ¿te gusta el ambiente?

–Es genial, la música es muy buena…..pero la gente da miedo –Camus no parecía cómodo en aquel lugar, pues las personas que pasaban por allí tenían miradas muy particulares.

–Mira quién llegó –Shaka hace énfasis en cada una de las palabras mientras señala a Milo y los gemelos, quien acababan de entrar, Camus frunce el ceño.

–¡Genial! Intenté evadirlo toda la semana y viene justamente a este local.

–Por cierto, Camus –habló Aioros–. ¿Qué le hiciste para que te moleste tanto desde el primer día?

–Solo lo empujé sin querer –los tres chicos a su lado contienen la respiración y lo miran sorprendido–. ¿Qué?

–¿Le pediste disculpas?

–¡Claro que si, Aioros! Pero no me las quiso aceptar –bufó, Milo sería un chico muy problemático en su vida tranquila.

–Bueno, tal vez en unos meses más se le olvide –murmuró Shura.

–¿Unos meses? ¡No tengo unos meses! Quiero que me deje en paz ahora mismo…. –Shaka lo toma del brazo y lo tironea hacia uno de los costados–. ¿Qué pasa?

–Milo quiere estar en la barra, hay que dejarle lugar, de preferencia, estar lo más alejado de él.

–¿Quién se cree que es? –le observó de reojo y lo vio a sus espaldas, pero a un par de metros, tomando una copa de bebida anaranjada.

–Es el hijo querido del distribuidor y editor de libros ‘Antares’, es todo una celebridad aquí. Su padre es uno de los millonarios más exitosos de los últimos tiempos. Empezó con el libro: ‘La sombra del escorpión’ a sus veinticinco o veintiséis años, vendió millones de copias –explicó Aioros acercándose, dado que la música le impedía hablar–. El señor Antares hizo todo una industria donde contrató varios editores, escritores y tiene una gran distribuidora de libros. Más de la mitad de las librerías de todo el país son ‘Antares’.

–Eso es impresionante.

–¡Es más que eso Camus! Ese hombre es realmente poderoso, tiene a todos comiendo de su mano. Meterse con Milo es meterse con los Antares….

–Ahora que lo dices, creo que tengo un libro de la corporación ‘Antares’ en mi biblioteca –pensando detenidamente–. Creo que es ‘La sombra del escorpión’.

–Fue muy vendido ese libro y traducido a varios idiomas, la gente de aquí está orgullosa de él. Aunque su vida íntima deja mucho que desear –bufó Aioros, Camus alza una ceja bastante impresionado.

–¡Chicos! Qué bueno que están aquí en mi cumpleaños –Aldebarán se acerca a ellos rápidamente.

–¡Cuidado Alde! –grita Mu, quien a pesar de no estar en la pista ni en la barra, venía con el grupo e intentaba hacer que su amigo no se trastabillara.

 

                Aldebarán tropezó con una persona y empujó sin querer a sus compañeros, entre ellos Camus, que al ser tan delgado se fue hacia atrás y golpeó sin querer a un muchacho que tomaba su coctel. Para su desgracia no era otro que Milo Antares, quien se había ensuciado con su bebida la ropa que llevaba puesta. Los ojos celestes se volvieron completamente rojos cuando se observó en el piso con el pelirrojo encima de él, el cual le pidió unas sinceras disculpas mientras se incorporaba.

–¿Eres idiota o quieres morir, pelirrojo? –Gruñó molesto Milo y le empujó, Camus cayó de rodillas nuevamente porque le estaba dando la espalda–. Mírame a los ojos.

–¡Oye, no me empujes! Ya te pedí perdón –se agarró de la barra para incorporarse, pero Milo le dio una patada–. ¡Aaaay!

–¡Oye Milo, deja en paz a nuestro amigo! –gritó Shaka, el bar se silenció violentamente.

–No quiero pleitos aquí, afuera, afuera –gritó Calvera. Camus fue ayudado por sus compañeros a levantarse.

–¡Él empezó! –gritó Milo furioso.

–No me importa, ustedes dos, el pelirrojo y tú también Antares, fuera de aquí, quedan vetados por tres meses ¡Fuera! ¡Ay estos chiquillos! –gruñó la muchacha.

–Lo siento Aldebarán, arruiné tu cumpleaños…..–murmuró Camus mientras caminaba a la salida.

–No te preocupes, podemos ir a otro lado –habló el gigantesco muchacho.

–No importa, quédense aquí, yo iré a mi casa, me duele la espalda por la patada de Milo.

–¡Te acompañamos! –propuso Shura, pero Camus negó.

–No, no, ustedes sigan la fiesta, estaré bien –se retiró del local, los chicos se miraron entre ellos.

 

                Lo mejor sería estar lo más lejos posible de Milo, se le había notado furioso. Caminó por las calles oscuras, solamente eran cinco cuadras. Su cabello ondulaba de un lado al otro, el frío comenzaba a calarle los huesos pero no le hacía daño aunque se lastimara la piel al roce. Muy pocas personas pasaban por allí a esas horas, debía ser la una de la mañana o algo similar, sacó su teléfono celular para constatar que exactamente estaba en lo cierto y se lo guardó para doblar a la esquina. Silencio, frío y oscuridad, lo único que abundaba en aquella noche desértica.

–Oye….–escuchó una voz, pero hizo caso omiso y continuó–. Oye pelirrojo…–giró para ver que justo detrás de él, siguiéndole los pasos, estaba Milo Antares–. ¿Qué sucede? ¿No vas a saludarme?

–¿Qué quieres, Antares? –preguntó, temblaba de frío y de miedo, aunque trató de disimularlo.

–Pensé que ya que me tiraste encima mi bebida, deberíamos charlar un rato con respecto a mi veto –se acercó de forma violenta, Camus daba un paso atrás a cada paso que daba su compañero–. ¿Por qué huyes?

–No estoy huyendo, quiero irme a mi casa.

–Bien, si quieres irte….. ¡Saga, Kanon, agárrenlo! –antes que pudiera reaccionar, tenía a los gemelos tomándolo de cada brazo–. No vale la pena gritar, pelirrojo.

–¿Qué es lo que quieres? Ya te dije que lo siento…. –comenzó a forcejear, pero los muchachos no daban tregua y apretaron más sus brazos–. Aaagh.

–¿Te duele? Más te dolerá ésto –un puño cerrado certero en el estómago le hace inclinarse, el dolor era inmenso–. ¿Quieres más? –otro golpe, y otro, y otro. Un poco de sangre salió de su comisura–. Déjenlo –susurró a sus compañeros y lo sueltan, el chico cae de rodillas. Milo se inclina hacia él y le levanta la cabeza tomándolo de los cabellos–. Escucha, pelirrojo…..no te metas en mi camino o te irá peor…..–lo suelta, se levanta–. Vámonos.

 

                Milo era una persona horrible, ¡Horrible en verdad! Con un dolor de vientre increíble, se intentó incorporar y lentamente se arrastró hasta su casa. No sabía que le diría a Dégel cuando lo viera en esas condiciones, ya tendría tiempo en las dos calles que le quedaba, pensar en una forma para que Dégel no sospeche.

 

Continuará.

Notas finales:

Antes que nada, un dato personal: Aeneas Antares es para mí el caballero de escorpión de los años de Krest, como nunca se dijo su nombre ni nada referente a él, me lo inventé yo. Aeneas es del griego y significa: “el merecedor de alabanzas” creo que es un nombre apropiado.

Si quieren lemon, les haré lemon por seis reviews mis jóvenes XDDD asi, sino los tengo no se preocupen subiré el cap sin el lemon MUAJAJAJAJA XD cof cof.


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