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Painful love por Jesica Black

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Capitulo IV: El karma de los inocentes.

 

                Llegar a la casa arrastrándose y recibir el gripo de Dégel no fue tan malo, le ayudó completamente a restablecerse. Le contó entonces la absurda historia de ‘ser violentado por delincuentes’. Dégel quiso llamar a la policía, pero Camus se negó, no le habían robado nada a fin de cuenta y prefirió ir a dormir antes que pasar toda la noche haciendo papeleo en la comisaría zonal o en el hospital local. Se acostó y no dijo absolutamente nada.
A la mañana siguiente, a eso de las ocho de la mañana, Camus se levanta, corre las cortinas para dejar entrar la luz y mira con gran interés su librero. Había traído muy pocos libros y rogaba que uno de ellos fuera el de Antares, “La sombra del escorpión”. Abrió sus ojos al hallarlo en el librero y le tomó con absoluto cuidado.

La historia de una pasión más allá de cualquier tabú –comenzó leyendo en la contra portada–. Ahora que lo recuerdo, trataba de dos jóvenes…..hmm…–abrió el libro y comenzó a leer.

               

La sombra del escorpión era una de las biblias para los griegos, la historia de un muchacho universitario sin rumbo, de mochilero, que ingresaba a un bar a servir copas a los huéspedes, que en un hermoso día conoce a un muchacho diez años menor, quien viene junto a su padre al bar casi todos los días, a pesar que nunca consume nada. El protagonista parece realmente fascinado por la belleza del muchacho, a pesar de los romances que mantiene con la clientela.
La historia se vuelve confusa allí, pues el joven protagonista describe la historia de amor con una sensibilidad de artista.

–Buen día –saludó Dégel abriendo la puerta de la habitación–. ¿Qué haces leyendo a estas horas?

–Bueno, hace tiempo que quería re-leer este libro –muestra el cuaderno forrado a piel, Dégel sonríe.

–Siempre pensé que ese hombre describía a mi hermano Krest, pero es imposible que se hayan conocido –caminó hasta la cama y se sienta, tomando el libro de la editorial Antares–. Escucha bien. “Su piel era tan blanca y suave como la ceda, al tacto podía escucharlo gemir mi nombre con una suavidad digna de los dioses. Su cabello oscuro, como la noche, con tintes rojizos y sus ojos ambiguos se mezclaban entre el grisáceo y el verde…..su estatura era pequeña, suficiente para cargarlo durante noches enteras y sostenerlo en mis brazos mientras le hacía gemir. De mirada gélida y penétrate, no había nadie más en el mundo que tuviera esa simpatía, perspicacia y templanza en su caminar. Jamás pasé noches más ardientes junto a nadie más….”

–Sí se parece a mi padre –murmuró releyendo las líneas–. ¿Por qué es imposible?

–Bueno, Antares es de Atenas, y Krest era de nuestro pueblo, además el libro está escrito desde cuando Krest debía tener quince años más o menos, es imposible.

–Bueno, es verdad…..–sonríe melancólico–. Ahora que papá murió, no podemos preguntarle realmente si él fue de quien Aeneas Antares habla….

–Bueno, lo mejor es que te levantes y vayas a desayunar…. ¿De acuerdo?

–De acuerdo, por cierto, ¿Este libro lo había comprado papá? –Dégel sonrió.

–A Krest le encantaba los libros, déjalo donde estaba, seguramente hace siglos que no se lee, lo traje en la caja que dejó tu padre en el garaje de tu casa, en Francia, parecía que quería llevárselo cuando se fue ese día del accidente pero no le alcanzó el espacio –Camus sonrió y se levantó de la cama, sin querer una hoja pálida se cayó de allí y descansó debajo de la cama, pero el pelirrojo no se dio cuenta y solamente dejó el libro en su lugar, saliendo de allí.

 

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                Mi bello Krest.

Cuán difícil es mi vida ahora, sabiendo que no estás cerca de mí, sabiendo que jamás podrás estarlo, que tu piel ya no es digna de mí, tus ojos no me verán jamás y tu boca no será besada otra vez por mi ansiada boca. Ahora recuerdo lo que me apartó de ti, y mi alma desgarrada se siente en estos momentos tan fuerte que necesito escupir todo ésto, todo este dolor al no ver tu bello rostro en mi cama de nuevo.

¡Jamás seré feliz! ¡Jamás podré serlo si me privas de ti! Oh, mi amado Krest, que recuerdo tu sonrisa como si fuera ayer, que recuerdo tus besos y tu manera de amar, tan apasionada, tan cálida y fría a la vez. Aquellas noches, noches eternas y enteras cuando mi cuerpo se apoderaba del calor que emanabas cerca de mí. El sexo contigo siempre fue el mejor, me quemaba, me congelaba, me provocaba tantas sensaciones fuertes.

¿Por qué? ¿Por qué tuve que dejarte ir? ¿Por qué me fui y por qué te dejé ir? Esa mujer, me alejó, me alejó enteramente, y también Garnet, arpía, que te dio lo que jamás pude darte, una familia. ¡No! No puedo simplemente esperar a que arruinen nuestra vida, por favor, huye conmigo, huye conmigo. Te estaré esperando, sé que tienes un hijo, pero él podrá ser feliz sin ti….yo tengo dos, no me importa, no me importa nada….no fueron nacidos del amor….no lo fueron.

¡Lo siento, mi amor, lo siento tanto! Necesito verte, tenerte. Por favor, dame una señal que también me amas, dame una pequeña señal, sólo con ello mi vida será feliz.

Siempre tuyo…
Aeneas Antares.
24 de diciembre de 2014.

 

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                Krest Diamond había nacido en Paris, Francia, tenía 43 años cuando falleció en un accidente el primero de enero de ese mismo año (2015), ni Camus ni Garnet supieron jamás a donde se dirigía o por qué se encontraba conduciendo a toda velocidad en la ruta, pero el choque fue inminente. Aeneas se enteró del fallecimiento ese mismo día, melancólico, poco después, se encerró en su cuarto y jamás fue visto siquiera por sus hijos.
Aeneas Antares despreciaba a Kardia y Milo con su alma, pues eran solamente un estorbo en su vida, su corazón siempre había sido de Krest y su integridad física se decayó a la edad de cincuenta y tres años, cuando se enteró de la muerte de Diamond. Había tenido amantes, es más, se ha casado con las dos amantes que le habían dado un hijo, el primero, Kardia, un muchacho por demás alegre y divertido que por acontecimientos de la vida se convirtió en huraño y despreciable. Justamente, le había puesto Kardia, tomando como referencia la primera letra del nombre de Krest, además de significar algo tan profundo como ‘Corazón’, aquello que había perdido con su nacimiento.
Aeneas y Krest no habían sido amantes durante mucho tiempo, apenas un año, pues Krest era demasiado joven (15 años) y en esos tiempos eran muchísimo más severos con el tipo de relaciones homosexuales, por más de encontrarse en un país de libertinaje. Aun así, aunque apenas fueron unos pocos meses, la pasión que creció en el corazón de Aeneas fue tal que no podía volver a amar, simplemente tenía sexo con mujeres que no satisfacían para nada sus necesidades, lo único que ayudaba a su melancolía era sus relatos cortos, relatos de amor prohibido protagonizado por dos hombres en su mayoría, muchas veces con ambigüedades sobre el género de ambos para no generar demasiada controversia.

Aeneas jamás pudo superar la muerte de Krest, era demasiado prematuro aun para él tener que velar a un viejo amante. Aeneas era un hombre alto, muy alto, de cabellera rubia y corta, ojos grises y mirada penetrante, contrastaba muchísimo con la pálida piel y baja estatura de Krest y debido a eso podía decir que le encantó desde el primer momento, aunque la verdad, no supo que era menor de edad hasta varios meses después.

 

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                Kardia Antares, sus ojos vagaban por las estanterías que no estaban siendo revisadas por Dégel. Odiaba los fines de semana porque el local no habría y por ende nadie iba a trabajar. Golpeó la estantería haciéndola vibrar y caminó hasta la salida, tomó su chaqueta de cuero y salió cerrando la puerta con llaves. Sabía perfectamente donde vivía, por lo que no le sería difícil encontrar la vivienda, pero esperaba que el chiquillo que ‘cuidaba’ no estuviera allí para ver, hoy tenía ganas de algo más arriesgado, algo más intenso.

Dio vuelta a la esquina con su motocicleta para ver como un pelirrojo salía de la casa, con una bufanda enredada al cuello y un enorme abrigo. Seguramente era el ‘sobrinito’ del que hablaba con Seraphine constantemente. Sonrió y paró, giró su cabeza para ver la pequeña casa que se encontraba allí, muy pequeña, que a los costados daban directo a la calle o a un callejón dependiendo de la habitación. Se quitó el casco, lo puso en la motocicleta y la arrastró hasta la entrada donde la dejó. Toco el timbre y esperó.

–Ya voy….ya voy –se escuchó del otro lado, la puerta se abrió dejando ver a un muchacho salido de bañar, con una bata encima, el cabello mojado siendo secado por una toalla blanca, y una mirada de estupefacción.

–Buen día, bello durmiente –sonrió, Dégel abrió la boca para responder pero Kardia era más rápido que él e ingreso a la casa, el menor cerró la puerta y lo acompañó hasta el living–. Wooo, que casa tan denigrante, ¿realmente pueden vivir aquí? –se sentó en una silla y apoyó ambas piernas en la mesa.

–¿Qué haces aquí? Hoy es mi día de descanso –bufó molesto, dejó la toalla en una de las sillas y le observó.

–¿No puedo venir a visitar a un empleado? –la sonrisa cada vez era más grande y daba  miedo, pero Dégel no se dejaba intimidar, no al menos por ese chico.

–No. Te voy a pedir que te retires por favor…. –señala la puerta con el brazo completamente extendido–. Allí está la salida, vuelve por donde viniste.

–Jajajajajajajajaaja –rio con burla y bajó rápidamente sus piernas mientras con un movimiento se levantaba de la silla y ponía sus manos en los bolsillos de su pantalón–. Eres tan gracioso, piensas que me iré sin más de aquí, no cariño….no me iré así como así de esta mugre de casa.

–Eres tan contradictorio…. –manifestó–. Por un lado te doy asco, te da asco la casa, pero no paras de venir, de verme…. –dio dos pasos hacia atrás por cada paso de Kardia daba hacia delante–. Y quieres aun quedarte aquí, largo ¡Fuera! –movió su mano para golpearle pero Antares le tomó de la muñeca y le empujó hasta la pared.

–¿Sabes? –musitó muy cerca, casi que su aliento tocada el rostro del muchacho, se presionó contra él–. Tuve sexo con muchas personas, mujeres….hasta hombres, pero nada me satisface, no me gusta la gente que se deja guiar por la buena apariencia de uno, o el dinero….–apoyó la mano que tenía sujeta, contra la pared y con la otra fue subiendo con lentitud la bata, tocando la pierna–. Pero tengo deseos de meterme en tu cuerpo y saber que ocurre.

–Me das asco, Antares…. –susurró entre dientes, Kardia sonrió.

–A mí también me das mucho asco….

 

                Se presionó contra el cuerpo, frotándose. Su lengua se deslizó por los labios y su mano forcejeaba con la ajena. Se sentía realmente bien, aunque el peliverde no dejaba entrar en la boca, presionaba los dientes con mucha insistencia. Le mordió los labios, cosa que inevitablemente le hizo gritar y pudo al fin meterse en el interior, mientras movía sus caderas contra el chico, haciéndolo palidecer por el contacto.
Un golpe, un empujón y Kardia fue directo al suelo, Dégel aprovechó ese segundo para salir corriendo hacia la habitación y encerrarse, pero a la mitad de camino y por detrás, Kardia le tomó por el cabello y las caderas, lo apoyó contra él, haciéndole sentir la dureza en sus pantalones. Lo arrastró nuevamente a la cocina, tironeándole. Frotó su entrepierna nuevamente al trasero del chico y le susurró horriblemente asquerosidades al oído. Se sentía violado y asqueado al mismo tiempo.

–¡No me toques! –gritó dando un zarpazo, intentando alejarlo, pero Kardia era más rápido y fuerte que él, además que tenía al menos nueve años más y sabía cómo dominar a un chico de su edad.

                Sus alturas no eran dispares, pues Kardia sólo era uno o dos centímetros más alto que Dégel, pero los pesos eran notoriamente disparejos. El mayor le empujó, haciéndolo caer al suelo, golpeando la espalda, con las piernas flexionadas hacia arriba y ligeramente abiertas por la caída. Kardia las separó y se puso en medio mientras con una de sus manos intentaba abrir su cinturón. Dégel, previendo lo peor, le empujó violentamente, con las piernas, hacia atrás y al no poderse parar por el dolor en su espalda, se dio la vuelta y comenzó a arrastrarse por el suelo. Kardia se paró inmediatamente, tomó una de las piernas y lo arrastró nuevamente contra él.

–Eres divertido Dégel, disfrutaré estar dentro de ti –se lamió los labios como si estuviera por saborear algo exquisito mientras tironeaba.

–¡Déjame en paz y la-largo de mi aaaaay! –gritó al verse arrastrado por el pasillo hasta su recamara. Cerraron la puerta detrás de él y lo ayudó a levantarse.

–Anda Dégel, huye de mí que me encanta que huyan de mi……mírame con esos ojos repletos de terror, de odio…..aaay los amos…. –se quitó los pantalones dejando ver su erección.

–¡Estás loco! –exclamó.

–Muy loco…..muy loco Degelcito….

                Odiaba ese apodo, lo odiaba, le producía arcadas. Inmediatamente intentó pasar por al lado de él corriendo hacia la puerta pero Kardia lo sostuvo y lo tiró al ropero, resbalándose por él y cayendo sentado. Levantó la mirada para ver al muchacho aun allí, sin pantalones y con una terrible erección palpitante, no quería decirlo ni que se notara, pero debajo de su bata, todo ese contacto cuerpo a cuerpo lo estaban haciendo reaccionar, aunque quería pasar inadvertido.
Se levantó una vez más y volvió a correr, esta vez arremetiendo contra el propio Kardia y tirándole del cabello, el joven gritó e imitó a su compañero (tirándole del cabello) que se le había colgado encima, aferrando sus piernas contra el cuerpo para poder mantener el equilibrio encima de él.

–¡Mierda, hijo de puta! –gruñó Kardia y se tiró hacia delante para caer en la cama.

                Una vez se separó lo suficiente pudo observar con más detalle la situación. Dégel estaba debajo, con las piernas a los costados de su cuerpo, la bata subida y el cabello desparramado; Kardia estaba muy cerca de penetrarlo, con el miembro duro y eréctil, el cabello igual de despeinado y un hilo de sangre en su boca debido a un golpe en el forcejeo. Se lamió la sangre de los labios y usó las manos para tirarle de los costados la bata y morderle el cuello mientras empujaba contra él, intentando entrar, pero era muy difícil dado que el chico estaba completamente estrecho y él no había preparado la entrada.

–¡Aaaagh, mierda…..eres muy estre-trecho….me cu-cuesta entrar! –bramó en un impulsó, Dégel le tomó de los hombros para tirarlo hacia abajo e imposibilitarle seguir subiendo.

–¡E-ento-entonces….No entres…..MIERDA! –gruñó, pero Kardia tenía demasiada energía y ya podía sentir como la cabeza del miembro estaba dominando su cuerpo hasta estar completamente dentro.

 

                El peliazul comenzaba a desesperarse, llevaba al menos cinco minutos forcejeando y no podía entrar más de un par de centímetros, además que Dégel le había golpeado, arañado y mordido. Con ambas manos acostó al muchacho  y le miró al rostro, puso una mano en el pecho para imposibilitarlo y utilizó la otra, sus dedos, para lamerlos, humedecerlos completamente y meterlos donde anteriormente había entrado la cabeza de su miembro. El dolor era tal que Dégel se retorció entre las sábanas. 
Dado que el menor usaba sus manos para apretar las cobijas, el peliazul bajó su cabeza hasta las entrepiernas del chico y comenzó a lamer la entrada para lubricarla, de esa forma podría entrar más fácil y el dolor no sería tanto. Pudo notar que Dégel estaba excitado, y sonrió.

–Veo que te gusta, das tanto nauseas….eres igual a mí, Dégel…. –susurró en un gemido, y se volvió a posicionar en el cuerpo para comenzar a penetrarlo.

–¡SAL, SAL DE MI! –gritó, raspando su garganta, tenía el cuello de la bata por debajo de los hombros, completamente abierta aunque aún le cubría parte de su cuerpo.

                Kardia hizo caso omiso y le penetró violentamente, haciéndolo gritar. Dégel soltó las sábanas para concentrarse en la espalda de Kardia, ya sin la chaqueta, presionó sus uñas contra ella  y mordió fuertemente el cuello con su boca, haciéndolo sangrar levemente. El mayor se movió violento, mientras más le lastimaba Dégel, más fuerte embestía, haciendo que el joven comenzara a soltar algunas lágrimas. Atacó suavemente el cuello, lamiéndolo hambriento mientras sus manos se arrastraban por las caderas y las piernas. Dégel aprovechaba para tironear de la ropa de Antares, así podía arañarlo y golpearlo sin que tuviera un impedimento. Su miembro comenzaba a endurecer al sentir la dureza del muchacho penetrarle hasta el alma con violencia, un gemido soltó entre tantos gritos de dolor mientras comenzaba a ser masajeado por la fricción de los cuerpos.

–Aaaah….aaaah…. qui-quiero lle-llegar….dentro…. –murmuró mientras golpeaba sus caderas contra Dégel, el muchacho abrió los ojos y usó sus manos (que estaban en la espalda) para tirarlo hacia abajo por los hombros.

–¡NO….NOOO! –gruñó en un grito ahogado, pero Kardia estaba seguro de lograrlo mientras más fuerte lo penetraba.

 

                No tardó en sentir el líquido de su propia satisfacción en el vientre, de a poco, chorreando por su pene, mientras sentía en su trasero unos latidos muy fuertes, dando a entender que el orgasmo había llegado. Se asustó y comenzó a tirarlo más desde los hombros para separarlo completamente, pero un fuerte y ronco gemido le alertó, además de una sensación viscosa y caliente en su interior. Sus brazos se rindieron cuando lo sintió y cayeron a los lados, mientras Kardia se metía más dentro de él y caía tendido.
Respiró fuertemente el aroma que aun emanaba del baño que se había dado Dégel y sonrió, ¡eso fue divertido! Le dolía bastante la espalda y no dudaba tener moretones y mordidas por todos lados, inclusive Dégel, que apenas había recibido algún que otro golpe en su cuerpo por la violencia del acto, se le veían moretones en los brazos.
Intentó recuperar la respiración mientras salía lentamente de él, dejando manchada las sábanas con su semen y sangre,  mirando sus brazos y cuerpo para notar algún que otro golpe que había dejado su marca. Le acarició las piernas, mientras Dégel no hacía absolutamente nada, estaba completamente cansado y herido en su orgullo.

–Sa-sabes…. –respiró fuerte y se sentó en la cama–. É-ésto….en cu-cualquier lado….se lla-llamaría violación……–Dégel giró los ojos para ver desde su posición, pero no contestó–. Aaaah, sé que no dirás nada….Degelcito…. –le manoseó suavemente dándole tres nalgadas y se inclinó para verlo a los ojos–. Porque….porque te encantó….

 

                No pasó dos minutos que Kardia se levantó y se puso los pantalones, la camiseta, la chaqueta de cuero y acomodó su cabello. Tenía una herida en los labios pero nada grave, su cuerpo cansado y algo lastimado no era nada comparado a lo que le había hecho a Dégel, había destrozado su orgullo y había pisoteado su dignidad.

–Nos vemos, Degelcito –susurró con lascivia y se fue de allí.

                Dégel no estaba triste, estaba furioso; Dégel no estaba por llorar, estaba por ahorcar a ese maldito infeliz. Técnicamente le habían violado, se resistió en todo momento a pesar que logró excitarlo. ¡Era asqueroso y se daba asco! Aún tenía la esencia de Kardia en su interior y ganas de vomitar, pero así no se quedaría todo, no sabía que hacer exactamente, pero esto no terminaría así.

 

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                Milo le miró desde la otra punta de la biblioteca, habían ido a estudiar todos para el examen del lunes con el profesor Sysifo, por lo que en grupos habían decidido tomar la biblioteca principal de Atenas. Camus sentía la mirada, pero evitaba tener contacto visual con ese muchacho, miraba para otro lado, buscaba en los libros, cualquier cosa sería mejor que eso.
Entonces al rubio no se le hizo mejor idea que jugar una broma de mal gusto. Tomó el chicle que estaba masticando y le indicó a sus amigos que se mantuvieran callados. Se acercó suavemente a Camus, pretendiendo buscar un libro y le dejó la goma de mascar en el cabello con delicadeza. Shura levantó un minuto la vista para ver efectivamente lo que el pelirrojo tenía en el pelo.

–Camus, te han puesto goma de mascar en la cabeza –señaló el muchacho, Aioros (que se encontraba junto a él) se alertó y le señaló la zona.

–¡Ag, quítenmelo! –gritó, la mujer encargada de la biblioteca le hizo callar–. Lo siento…

–Agh, que asco, encima es de menta –murmuró Aioria, quien se encontraba junto a Camus.

–¡No me importa si es de menta o de frutas! ¡Quítenmelo por favor! –exclamó, otra vez la mujer le hace callar–. ¡Tengo un chicle en la cabeza!

–Jajajajaja cabeza de chicle –gritó Milo, y sus amigos comenzaron a tararear ‘Cabeza de chicle’ uno y otra vez.

–Que gracioso, Milo, eres tan infantil –susurró Shaka y tomó unas tijeras–. Te tendré que cortar el pelo, Camus.

–No importa, quítamelo por favor –murmuró. Shaka tomó el mechón y lo cortó, dado que Camus tenía mucho cabello no se le notaba en lo absoluto–. Listo.

–Gracias….–murmuró bajando la cabeza.

–¡Dejen de reírse, se comportan como nenes de primaria! –regañó Aioros, los chicos continuaron con las risas y burlas.

–Mejor me voy….–Camus toma los libros dispuesto a irse.

–No le hagas caso, son unos idiotas….

–No importa, lo mejor es que me vaya –hecha una mirada a Milo y luego vuelve a sus amigos–. Nos vemos el lunes.

–Hm….adiós Camus…..

 

Continuará.

Notas finales:

Iba a subirlo mañana pero les doy un poco de amorsh antes que me vaya a dormir, vieron lo que ocurre cuando son constantes con los mensajitos.

Nota del cap:

El lemon fue demasiado agresivo ¿no? Pero es una pisca de lo que serán las relaciones en este fic, creo que si todo fuera lindo y dulce, se tendría que llamar Fluffy Love en vez de Painful Love jajajaja pero bueno, las cosas duelen, todo tiene un por qué.


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