Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Painful love por Jesica Black

[Reviews - 195]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capítulo V: El amor es para mortales.

 

                En una pequeña taberna en el medio de la nada a las afueras de Paris, Aeneas Antares hacía de mesero desde hace pocos meses. Su cabello rubio y corto le caía por encima de los ojos de forma elegante, se los apartaba constantemente para coquetear con alguna chica y así le dejara propina. Él sabía o al menos tenía muy claro que era una forma de trabajo, de conseguir un poco de dinero extra, pues no había planeado quedarse mucho tiempo allí.
Esa aventura, odisea, que había comenzado hacía años atrás, en sus jóvenes dieciocho años, ahora tenían que culminar, dado que era inminente su presencia en Grecia, pero intentaba esquivar el encuentro con sus padres mucho más de lo firmemente deseado.

Caminó entonces hasta la barra y se reclinó encima, mirando la puerta, probablemente esperando a otro cliente. De vez en cuando echaba una mirada rápida a las jóvenes mujeres que intentaban coquetear con él y caían muertas ante un guiño cordial de ojo o un movimiento de cabeza.
Ese día viernes se dejaba ver tranquilo, muy pocas personas habían visitado la taberna y se esperaba más durante la noche, donde estallaba de fiesta y rebosaba la felicidad. Bostezó y se dio la vuelta mientras tomaba unas copas y comenzaba a limpiarlas con un trapo, tan concentrado que no se dio cuenta que la puerta se había abierto. Lourdes, su jefa, le hizo una señal con la cabeza, por lo que giró su cuerpo completo para ver a un hombre bastante morrudo, de cabellera roja y ojos verdes, consigo traía a un joven cautivador que heló su corazón de inmediato.

                Ese chico, de hermosa mirada y corto cabello, que observaba altivo a los demás, que su caminar componía sonatas y destrozaba el corazón de los mortales. De baja estatura, al menos diez o quince centímetros menos que él, pero también diez años menos aproximadamente. Se sentaron en una mesa y le miró, con suavidad, con dulzura, con una pisca de sensualidad que Aeneas supo interpretar.
Se acomodó el cabello, cosa que no había hecho con ninguna de las mujeres que coqueteaba con él, y se dirigió terminantemente a la mesa número dos; mientras el hombre echaban un ojo la lista de los vinos y alguna que otra comida, el más chico había cruzado las piernas y miraba de manera distendida al joven mozo. Su corazón latió fuerte, tanto que seguramente se le saldría del pecho, también su entrepierna latía, pero intentó acallar aquellos pensamientos sucios que comenzaron a llenar su mente.

–Disculpe, buen hombre –habló el mayor, Aeneas sacó unos segundos su mirada de los ojos del hijo y se dirigió al padre, quien al lado de su compañía realmente no era nada atractivo–. Dígame, ¿cuál es el vino de la casa?

–El Bourgogñe Chityl, es excelente –susurró y volvió a mirar al joven, quien sonrió.

–Creo que pediré eso y la mejor carne que tengan ¿quieres algo, Krest? –comentó a su hijo, el niño sonrió y sin apartar su mirada del mesero, habló:

–Sí, pero no se puede comprar –dijo con burla, pero Aeneas se alteró ¿ese adolescente estaba coqueteando con él? –. Que sea carne con papas francesas, por favor.

–De….de acuerdo ¿y para tomar? ¿Qué desea el joven? –preguntó, no había apartado los ojos de él, era adictivo.

–Agua.

 

                Había escuchado, de una conversación informal, que el padre había conseguido un empleo en la zona junto a su joven hijo de quince años, un trabajo que duraría un par de meses, ni más ni menos, por lo que era rutinario ver al padre o al chico pasearse por ahí durante las tardes o las noches. Probablemente si lo hubiera planeado le hubiera salido mal, pero una de esas tantas noches de viernes de fiesta, quedaron en un rincón, solos: Aeneas y Krest, conversando acaloradamente. Ni siquiera recordaba quien había dado el primer paso o si ambos lo habían dado, pero el lugar les quedó chico y viajaron unos metros hasta la parte de atrás, fundiéndose en besos, gemidos y caricias. Krest por primera vez en su vida, recibió en su cuerpo el miembro viril de otro hombre, el único que pudiera recibir en su vida, y comenzaron el pausado vaivén que se convirtió en un ritual diario.
Todas las noches, a la misma hora, se completaban física y espiritualmente, sintiendo el vibrar de los cuerpos, la llegada del orgasmo, los movimientos tediosos que aumentaban el ritmo. Aeneas lo podía ver, ahí, debajo de él, gimiendo su nombre.

¿Cómo fue que esa hermosa imagen se convirtió en un cadáver? La mirada fría y melancólica de Aeneas se llenó de frustración cuando fue al funeral de Krest, completamente disfrazado. ¡Disfrazado! Siquiera había podido mirar el rostro que tanto había amado. Odiaba a la vida, a dios y a los hombres que le había arrebatado su última esperanza de ser feliz.
Recordó la pelea por la que se habían separado: Un mal planeamiento de vida, pues había dejado embarazada a Angeline, una de las tantas huecas que frecuentaba el lugar, y como hombre debía casarse y darle el apellido a la criatura por venir.
Krest le abofeteó, le gritó que al final con 15 años era más maduro que él, y le impidió volverle a tocar.
Pelearon y Aeneas lloró, se arrodilló frente a él suplicándole que no lo deje, pero Krest, frío como las rocas, se negó nuevamente y de una patada lo dejó tendido en el suelo:

No podrás siquiera llorar mi cadáver –le había bufado en cólera, profetizando, y salió corriendo con el corazón destrozado.

                ¡Aeneas, estúpido, infame! Todo eso le quedaba corto, pues jamás se perdonaría por aquello, por abandonar un dulce rostro como el de Krest por esa nívea prostituta. Odió, odió a ese vientre, ese niño al que bautizó Kardia, aunque sea queriendo tener la inicial del joven que amó en su familia, en su casa.
Al principio quiso intentar amar a su hijo, lo quiso, escribió hasta hermosos poemas para él. Escribió el libro: ‘La sombra del escorpión’ para narrarle a su amado lo dolido y melancólico que se encontraba por haberle hecho lo que le hizo, pero a pesar de ser número uno en ventas en Francia, jamás obtuvo una respuesta, por lo que mandó miles y miles de cartas para él, todas selladas con cera, todas desde lo más profundo del corazón.

                Se enteró entonces que Krest se casaba y sería padre. ¡Padre! Se sintió terrible y desgarrado aunque él también lo sería, pero no amaba a ese chico, no amaba a ese fruto del pecado de su amante, ni amaba a su hijo, otro desagradable recuerdo de su dolor. Intentó convencerle, intentó hacerlo, las cartas llenaban su vida, pero sin respuesta.
Fue entonces que el cartero dejó la correspondencia. La letra más hermosa, sellada por el olor más puro:

                He decidido que mi corazón me guíe a ti. Por más que han pasado tantos años, jamás te he podido olvidar. Estás grabado en mi piel tan fuerte que creo llorar. Amor, mi amor, mi vida, mi cielo, mi universo, mi piel, mi sangre, mi soledad, Aeneas….
He decidido irme contigo, empezar una vida juntos, a mis cuarenta y tres años, necesito de ti, necesito de tu fuerza, cada vez que leo tu libro, tus libros, aquellos que me dedicas con tanta fascinación que crees desfallecer, que utilizas mi nombre clave: Para mi muchacho de ojos verdes, ¡Ja! ¿Cómo no voy a saber qué hablas de mí? Si cada segundo me lo resaltabas, mi amor.

Espera por mí. El 1 de enero, en aquel mísero lugar donde nos conocimos.

Siempre tuyo,
Krest Diamond.

26 de diciembre de 2014.

 

                Pero nunca llegó…….falleció en un horrible accidente a mitad de camino, y Aeneas jamás pudo ver nuevamente ese dulce rostro sonreír.

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

                Ya se había olvidado lo hermoso que era ese libro, la necesidad de leerlo se había vuelto involuntaria una vez que lavo su cuerpo de todo rastro de Kardia. Pareciera masoquista, estar frente a la esencia de los Antares frente a él: ‘La sombra del escorpión’, temible, impoluto, desgarrador. Su hermano siempre había preservado ese volumen en su biblioteca personal, parecía haber sido leído varias veces, pero ni una hoja mal doblada y parecía tener un excesivo respeto por cada línea trazada. Sonrió al notar el amor en cada letra, en cada palabra, y lo desgarrador de la separación. Ver a “Amado”, personaje principal (un muchacho melancólico de Grecia que busca su propio destino viajando por el mundo y alojándose en una pequeña taberna del sur de Francia), llorar frente a la puerta donde su amado “Kristense” se había ido, sin dejar huellas ni rastros, y sentir el olor de su piel en las sábanas, llorando a viva voz el romance muerto.

–Por dios –murmuró–. Ésto es terriblemente desgarrador –musitó y cerró el libro–. ¿Cómo mierda un hombre que escribe sobre el amor de esta forma puede tener un hijo como Kardia?

–Buenas tardes –la voz de Camus apareció de repente y levantó la mirada para ver a su sobrino arrastrar los pies.

–¿Pasó algo? –preguntó, Camus suspiró mientras se quitaba la gorra tejida y la bufanda.

–Un compañero me pegó goma de mascar en el cabello, tuve que cortarlo un poco de este costado, pero doy gracias tener abundante y no me quedó mal –juego de niños, se decía para sí mismo Dégel y se levantó de la mesa.

–Dame, te lavaré la ropa –Camus le extendió algunas de las cosas que se sacaba mientras se acercaba a la mesa–. ¿Estás leyendo ese libro?

–Es tan hermoso que creo voy a llorar, realmente sabe cómo expresar lo que siente.

–Papá era un romántico para gustarle esas cosas –sonrió, Dégel asistió–. ¿Tienes algo más de Antares?

–Pues, Krest tenía la colección completa, ahora sé que va a salir un nuevo relato…. –el mayor se acaricia su propia barbilla intentando pensar–. No recuerdo el nombre.

‘En la fría tumba’ –musitó, Dégel miró al muchacho sorprendido–. ¿No lo venderán en tu librería?

–Creo, mañana llega un cargamento, tal vez me compre el volumen –cruzó los brazos–. Tengo ansias de seguir leyendo….

–Por cierto, ¿sabes qué es ésto? –Camus abrió el libro en la primera página, que estaba en blanco o al menos así debería, pero había una marca allí–. Es raro.

–Parece la firma de Antares, él solía dibujar un escorpión al lado de su firma.

–¿Un escorpión? –preguntó, levantando el rostro para verlo, Dégel sonrió nuevamente.

–Sí, bueno, él decía que los escorpiones son animales incomprendidos, la gente se separa de ellos por miedo a su veneno, pero como dice el dicho, le temes a morir, no a la muerte….

–¿A qué te refieres con eso? –volvió su vista al libro.

–No debemos temerle al escorpión por ser venenoso, el escorpión no te atacará sino eres peligroso para él…..–suspira–. Hay tantas frases hermosas en ese libro.

–¿Cómo cuáles? Solo recuerdo esa del escorpión pero no la había entendido –se sienta en la silla y comenzó a jugar con la tapa.

–Página doscientos cuarenta y cuatro, capítulo veintiuno. Durante el acto amatorio entre Amado y Kristense….allí, luego de besarlo mirando su bello rostro dice: “Me he dado cuenta, que el amor es para los mortales, me he dado cuenta que soy un mortal, pues encontré el amor en tus ojos” –respira con la nariz, tocándose el pecho–. “Ahora sí puedo morir en paz”.

–Es demasiado bello para ser real, se nota que es sólo una novela –murmuró Camus y comenzó a acariciar la tapa de terciopelo–. Papá compró la edición ‘deluxe’ de todos los libros de Antares, veo que le gustaba mucho como escribía.

–No le gustaba, lo amaba –aclaró Dégel–. Conozco a mi hermano. Desde que era pequeño siempre me ha prohibido tocar un libro de Antares sin lavarme las manos o tratar con cuidado cada página. Él amaba a ese escritor y esos libros más que su vida, creo por eso, decidió ser profesor de literatura.

–Pensé que tenía que ver con mamá, ella también escribía –el muchacho más grande sonrió de costado.

–Nunca creí que Krest amara realmente a tu madre, debo decirlo –Camus le miró sorprendido–. No había amor en los ojos de Krest cuando se casaron, a pesar que tu madre era una mujer extremadamente bella, nunca sentí que fuera romántica esa relación, más bien algo así como: nos casamos para no estar solos.

–¿Estamos solos juntos? –preguntó el menor, Dégel se rio abiertamente.

–Sí, sí, algo así.

–Es feo pensarlo pero creo que tienes razón tío –miró hacia otro lado–. Cuando yo era pequeño no recuerdo una vez siquiera que ellos estén siendo cariñosos el uno con el otro, papá se encerraba en su habitación con sus libros y mamá siempre detrás de la computadora escribiendo, es tan doloroso.

–Bueno, no sé mucho de lo que pasó en la vida de mi hermano antes que naciera yo, pero sé que siempre había sido un melancólico o al menos inició luego de sus quince años –murmuró–. Bueno, ve a bañarte.

–Por cierto ¿estás bien? –preguntó, Dégel se sorprendió–. Es que creo que tienes un moretón en el cuello.

–¿Ésto? Aaaah ehm….si, me golpee –el más joven se levanta para ir al baño.

–¿Cómo pudiste golpearte? Es un lugar muy incómodo –Dégel inmediato lo empuja suavemente para que se retire.

–Cosas de la vida, anda…. –susurró antes de dejar al muchacho retirarse.

 

                Dégel agradecía que Camus no sabía la diferencia entre un golpe y un chupón bastante violento, pero de algo estaba seguro, ésto le hizo entender varias cosas sobre el romance, ese libro, y se daba cuenta que Kardia no le amaba, sino que quería destruirlo.

 

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

                Kardia, Kardia. Su nombre significa corazón, pero era imposible pensar que él lo poseía. Nacido de un vínculo tachado de infame, no amado por su padre (o al menos, sin obtener realmente el pleno amor de éste), y tampoco de su madre, una inmunda prostituta a la que detestaba con toda el alma. Kardia había aprendido a valerse por sí mismo a la adorable edad de diez años, cuando en un momento crítico tuvo que hacerlo, allí, en la torre de la diosa Nike.
¡Mierda! ¿Para que recordar eso? Ahora lo único que le importaba era oler su piel, aun con la esencia del joven Diamond. ¿Puede alguien ser más exquisito que esa bella piel pálida y ojos esmeraldas?

Sonrió, mientras se dirigía hasta la librería nuevamente, no estaba abierta, pero no le importaba. Los libros de su padre aún estaban en la parte de atrás, esos libros de los que tanto presumía al mundo. Estúpido hombre, pensó, era estúpido porque a pesar de vivir sus días con sexo ocasional, sin amor, sin sentimentalismos y solo perversión, aun así se encargaba de escribir dulcemente poemas que cautivaba a las más estúpidas señoritas. Aun a Celestine, su ‘novia’ por así llamarla, estaba embobada con esas novelas melancólicas del infeliz de su padre.

¡No era para nada tonto! Kardia sabía que estas letras tan puramente escritas estaban relacionadas con ‘Kristense’, el joven muchacho de su primera novela, aquel que no se sabía su nombre ni procedencia, sólo uno que otro rasgo físico que no sabía si era fantaseado. Le daba bronca, mucha bronca. ¿Quién osaba robarse el corazón de su padre de tal manera que ni siquiera él podía llegar a sentir el calor de su progenitor?

 

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

                Lunes, comenzó la semana nuevamente y Camus llevaba el corazón en la boca. Luego de lo ocurrido en la calle el sábado a la madrugada y más tarde en la biblioteca, había intentado no salir prácticamente de su casa para evitar tropezarse con ese rubio. ¿Cuál era su maldito problema? Le había pedido disculpas ¿qué más quería? ¿Qué se arrodillara frente a él? De sólo pensarlo le daba migraña, sólo deseaba tener las clases lo más rápido posible y regresar a la vivienda donde se sentía tan protegido.
No se encontró con ningún compañero de camino al colegio, por lo que tuvo que hacer todo el trayecto perturbadoramente solo. El frío azotaba las calles del vecindario, muy a pesar que estaban en plena primavera, había algo diferente que no le permitía salir el sol. Miró el cielo, algunas nubes no dejaban que brillara el esplendor celeste. Pensó entonces que Milo era como esas nubes, imposibles, impolutas y fuertes, que se atravesaban en el camino del cielo y no le dejaban ser. Suspiró pesadamente e ingresó por el edificio central, caminando hacia su salón.

–Camus…. –murmuró un hombre, el pelirrojo se dio vuelta para ver al inescrupuloso profesor Scapio–. ¿Cómo estas, querido?

–Ehm, bien…. –murmuró, intentaba alejarse del hombre.

–Camus, podrías venir a la tarde a ayudarme con el material del colegio, realmente es muchísimo –sonrió y se rascó la cabeza, Camus miró para ambos lados tratando de encontrar una excusa, él sabía lo que podía hacer ese profesor pervertido en un lugar tan estrecho como el cuarto de los artículos de gimnasia. Inmediatamente de su salón salió Aioros para salvarlo.

–Lo lamento profesor, pero hoy nuestro curso votará por la actividad que haremos en la feria –masculló y sonrió de costado–. Disculpe –tomó el brazo del pelirrojo y lo arrastró dentro dejando al señor completamente solo–. ¡Eso estuvo cerca!

–¿Estuvo cerca? –preguntó extrañamente afectado y cohibido.

–¿Acaso estás loco? Hablando con ese pervertido –reclamó Shura bastante molesto, dentro del aula se encontraban la mayoría de los alumnos, entre ellos sus amigos y Milo, quien lo observaba con tanta fuerza que creía lo podría partir en dos.

–El….profesor –señaló la puerta, confundido, y Shaka lo interrumpe:

–Hay muchas historias que nos cuentan los chicos de años superiores y fueron confirmadas con el tiempo, cuando el profesor Scapio pide tu ayuda para algún tipo de actividad que está lejos de lo estrictamente académico….él…..él te….

–¿El me qué?

–¿Acaso eres idiota? –la voz del fondo resalto, Milo se veía realmente molesto y se levantó de la silla caminando, con las manos en los bolsillos de sus pantalones–. Si le dices sí a ese viejo pervertido, terminará dándote por el culo y llorarás, sino quieres que eso pase ¡aléjate de él! Idiota.

–¡No me trates así! –Camus también parecía molesto, más que nada por las indicaciones de Milo que por el hecho en sí.

–Bueno, es sólo una recomendación –bufó el rubio y quedó justo frente a él–. Si quieres que el tipo ese te dé por ahí, es cuestión tuya.

–¡Por supuesto que no quiero que ese viejo me toque! –gruñó–. Pero, ¿por qué a ti te importa eso? ¿Tan buen samaritano eres?

–Me gusta ser buen samaritano –dijo con sorna, Camus podía intuir que le estaba hablando con doble sentido, al menos eso es lo que parecía cuando la sonrisa apareció.

–¡Ya déjalo en paz, Milo! –Exclamó Mu–. Tenemos suficiente con tus bromitas de todos los años, deja al nuevo en paz.

–Tú sabes, Mu, que me encanta cuando son inocentes y vírgenes de mi –se acercó al rostro y Camus dio un paso atrás que casi tropieza con los bancos–. Es divertido jugar así ¿verdad Camus? ¿A qué te gusta?

–¿Por qué me gustaría? –El rubio sonríe y con la palma de su mano golpea suavemente el hombro del pelirrojo, era la primera vez que le tocaba sin hacerle ‘daño’ por así decirlo.

–Por nada, por nada pelirrojo –inmediatamente se apartó y salió del salón.

–Eso fue raro –masculló Aldebarán, Camus le mira.

–¿Por qué?

–Milo no se interesa por nadie más que por él, es más, cuando el profesor Scapio quiso que Kanon y Saga vayan a ayudarlo, él no dijo absolutamente nada, pero ahora se ve realmente molesto por lo tuyo –murmuró.

 

                Milo había salido como rayo del salón y caminó directo por los pasillos con sus ojos afilados. Sonrió de costado al encontrar al profesor Scapio con unos alumnos charlando muy acaloradamente. Sonrió mostrando sus dientes y arremetió contra él, sin antes pedirles a los chicos que se retiraran. Scapio se veía realmente aturdido de que uno de sus mejores alumnos viniera a hablarle, pero se alegró bastante al ver al rubio, aunque éste le tomara violentamente de la camisa y lo atrajera a su rostro con una expresión de pocos amigos.

–Escúchame bien, viejo infeliz –susurró entre dientes, notoriamente enfadado–. Vuelves a insinuarte al pelirrojo y te las verás conmigo.

–¿Q-Qué? ¿De-de qué me-e ha-hablas? –asustado, más por la mirada que por el rango social de Antares, Maurice intentaba zafarse.

–Tú sabes que soy el puto amo de esta escuela de mierda, todos tiemblan porque mi padre es el más poderoso y tiene control de todo, sea aquí o en las afueras de Atenas, así que escúchame bien. Si no quieres ser encarcelado por abuso sexual de centenares de adolescentes en este PUTO colegio, más te vale que dejes al pelirrojo fuera de tu vida ¿entendido? –gruñó, Maurice no entendía por qué esa ira, esa furia contenida.

–¿Por qué….por qué solamente él? –intentó hablar, mientras era ahogado por la fuerza de Antares.

–Por qué ese chico es MIO, ¿entiendes? ¿O te hago un dibujo? –Lo suelta–. Más te vale no pongas un dedo en ese cuerpo o te las verás conmigo ¿entendido, viejito? Mientras no te metas en mi camino, puedes violarte a cuanto estudiante encuentres, me importa una mierda, pero con Camus no te metes, viejo hijo de puta.

–S-Si Milo….–masculló, el joven rubio sonrió y se dio la vuelta–. ¿Igual, qué tiene de especial ese muchacho?

–¡Ja! Esa misma pregunta te la puedes hacer tú –gira un poco su cabeza mientras camina hacia su salón, intentando ver los movimientos del hombre–. Pero si quieres saber por qué lo defiendo, simplemente me gusta su culo, es todo.

–¿Es todo? Milo Antares no hace estas cosas sólo por placer, hay algo más escondido ¡Dime! –pero Milo no respondió, ingresó nuevamente al aula donde todos discutían sobre el proyecto de Aioros. Con las manos en los pantalones y una mirada risueña, como quien no acababa de debatirse con un profesor, caminó hasta su asiendo detrás de Camus y se sentó.

–Me parece bien si hacemos una obra de teatro, pero tendremos que encontrar gente que nos ayude a montar el escenario –habló Shura, que estaba en frente.

–¡Yo, yo puedo ayudar con eso! –Dijo Shaka–. Me gusta dibujar y hacer diseños, podría hacer edificios detrás con cartón y pintura de colores.

–Yo lo ayudo, aunque me importa una mierda el proyecto pero algo es algo –habló Ikki que se encontraba justo delante de él.

–Entonces ya tenemos la escenografía; Aioros, Aioria y yo nos encargaremos del vestuario, necesito particularmente las tallas de los disfraces –susurra Mu.

–Espera, espera borrego –Kanon hace un párate con la mano–. ¿Qué tipo de historia vamos a contar? ¿Algún cuento de hadas o algo así? ¡Opto por Otelo! Ahí se mueren absolutamente todos, hasta el puto narrador.

–Que sanguinario eres –bufó su hermano Saga, quien se sentaba junto a él.

–Estaba pensando en algo menos violento y más romántico –murmuró Aioros–. La bella durmiente.

–Aguarda, Aguarda –esta vez fue Milo quien se paró de su asiento–. No sé si te diste cuenta pero en esta institución somos todos varones.

–Sí, alguien deberá ponerse vestido, definitivamente la mitad del curso, porque en la bella durmiente abundan los personajes femeninos –anuncia Kanon.

–Por eso haremos un sorteo de los personajes femeninos y masculinos, tenemos aquí todos los papeles y cada uno de ustedes hará un personaje. Shura, escribe los papeles en el pizarrón y yo sacaré por turno uno a uno los nombres –dice Aioros, Shura le hace caso.

–¡Mierda! La mayoría de los personajes son femeninos ¿qué haremos, Milo? –susurró Kanon, Milo niega con la cabeza y suspira.

–Bien empecemos con los papeles de los padres de la bella princesa –saca un papelito.

–La madre ¿quién es? –pregunta Shura desde el pizarrón.

–¿Hm? Seré yo….que ironía –se rasca el cabello bastante asombrado, Shura se ríe por lo bajo y escribe el nombre de Aioros junto al de la inscripción: ‘Mamá de la princesa’.

–Tendrás que usar vestido, hermano –rio Aioria.

–El padre de la princesa será –saca otro papel–. Aldebarán.

–Uuuf, menos mal que soy hombre, tenía miedo de usar vestido.

–Jamás encontraremos vestido tan grande, mastodonte –Kanon le palmea la espalda, dado que el chico se sentaba delante de él.

–Bien, los escoltas del príncipe serán…–saca dos papeles–. ¿Saga y Aioria?

–¡Perfecto hermano! Serás un escolta real –el menor felicita a Saga (abrazandolo) quien suspira, al menos no tendría que usar vestido.

–La bruja mala será –saca otro papel–. ¡Perfecto para ti! ¡Kanon!

–Oh mi dios, mi sueño se ha cumplido –brinca de su asiento bastante emocionado–. Bueno, tendré que usar vestido, pero seré la bruja más mala que hayan conocido.

–Sabemos que si…

–¿Por qué no vas mejor a los protagonistas? –preguntó Mu, Aioros mira el pizarrón y asiste.

–Bueno, el príncipe será –Aioros saca un papel–. ¡Milo!

–Sabía que serías el príncipe tendrás que besar a una princesa…–Aioria parecía muy emocionado, mientras el rubio solamente bufó molesto.

–Y la princesa será…. –saca otro papel y Aioros queda sorprendido y mirando hacia el lado de Milo.

–¿Quién, hermano? ¿Quién?

–………Ca…Camus.

 

                El silencio sepulcral inundó la sala, Camus giró para ver  a su ‘príncipe’ detrás de él y ambos se quedaron un rato así, con los ojos entrelazados en una mirada eterna. ¿Qué pasaría ahora? Tendría que ensayar con él todos los días a pesar que su papel era mínimo y sólo tendría un par de líneas, pero entre ellas era un beso con el joven príncipe. Nada podía ser peor en ese día que el hecho de tener que besarse con Milo Antares.

 

Continuará.

Notas finales:

Tal vez y sólo tal vez, si se comportan, el próximo capítulo sea Lemon.

Sé que me extrañaron jajaja saludos ¡dejen coment!

Lo de buen samaritano: normalmente lei por ahi que cuando le preguntas a alguien si le gusta dar o recibir, y este te dice "soy buen samaritano" significa que le gusta dar XD sexualmente hablando


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).