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Painful love por Jesica Black

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Capítulo VI: Heridas que no lo son tanto.

 

                Martes a la mañana, Camus como siempre desayuna con su tío Dégel, el silencio se apodera del comedor como es casual, nunca tenían mucho de lo que hablar más de lo estrictamente académico. Camus le comentó sobre la obra que realizarían y que ese mismo día había acordado con un compañero reunirse. Invitar a Milo a su casa había sido más que nada un hecho de obligación. Dégel afirmó y se fue a bañar, Camus se cambió y se dirigió al colegio donde lo esperaban sus compañeros. El día había trascurrido normal hasta la hora de educación física. ¡Futbol! El pelirrojo estaba seguro que el viejo verde del profesor solamente quería ver como se revolcaban en el barro unos con otros, una imagen digna de ver para un viejo pervertido y promiscuo.
Como era de saber, Camus no fue elegido en el grupo de Milo, pero si en el de Shaka, quien era su amigo y líder del grupo 2. Tenía que actuar como delantero, a pesar que eran relativamente pocos en la cancha, se hizo un buen partido. No obstante, cada vez que le tocaba ir directamente al arco enemigo que custodiaba el buen Aldebarán, Milo siempre le seguía y bajaba violentamente con una parada, haciendo que ambos cayeran, uno encima del otro.

En esa última jugada, Camus se sintió en la gloria, con su cabello atado y la ropa de educación física puesta, corrió directo al arco esquivando a los gemelos y a uno que otro alumno más, sus largas piernas se deslizaban tan fácilmente entre los que se le atravesara y sus ojos miraban el arco con anhelo. Obviamente, sintió a Milo detrás de él, estaba convencido que el maldito pervertido del profesor no le pondría ninguna tarjeta por más que se le tirara encima en ese momento y tenía todas las de perder cuando sintió el peso del rubio encima de él. La pelota salió volando en un segundo, mientras el mayor aplastaba con su cuerpo al pelirrojo.

–Ups, lo siento –murmuró muy cerca de su oído. Camus podía sentir absolutamente todo lo que Milo tenía, pues en la caída, su trasero había quedado contra las caderas de Antares, lo que le produjo una extraña y temible sensación.

–¡Ya déjame…!–le voltea como puede y se le coloca encima, sentándose en las caderas y viendo desde esa posición como la pelota era quitada por el equipo rival. Aprieta el puño verdaderamente molesto ¡estuvo a punto! Casi no se daba cuenta que Milo le observaba desde abajo, con sus ojos afilados.

–¡Falta, falta profesor! –gritó Mu desde el otro lado de la cancha, Camus gira su cabeza para mirar como Shaka se encontraba en el piso y Saga le decía al profesor que no había sido su culpa. Pestaño un par de veces cuando sintió un suave golpe en sus nalgas, algo así como una embestida sobre la ropa, al bajar la mirada se nota a Milo sonriéndole.

–¿Vas a estar mucho tiempo ahí? Porque si es así, bájate los pantalones y déjame entrar –Camus le mira horrorizado y nota que inevitablemente estaba encima de una semi erección.

–¡Asqueroso! –masculló, Milo sonrió más amplio.

–Pero no te estás levantando asqueado, mi querido pelirrojo –Milo tenía razón, no quería levantarse, se sentía realmente bien así, pero tampoco quería darle la razón nuevamente.

–No me levanto porque me duele la rodilla, idiota…. –regañó, agradecía de sobre manera que su rodilla estuviera raspada por la caída, sino, no tendría excusas para seguir encima del regazo del muchacho.

                Otro movimiento de caderas y Camus sintió que iba a explotar ahí mismo, la erección de su compañero se iba haciendo más notoria, pero dado que estaba sentado encima no podían verla los demás. El profesor Maurice les observó y se acercó a ambos, quien mantenía sus posiciones, aunque esta vez el pelirrojo había puesto ambas manos en el pecho de su compañero. Se relamió la boca ¿acaso era lo que él creía que era? No quería cortar la escena tan sensual que se le presentaba de dos adolescentes en una cercanía tan íntima como esa, pero debido al murmullo decidió ayudar a Camus a pararse y por ende, Milo también lo hizo.

–Bueno chicos, a ducharse y después a sus casas…. –habló el profesor y miró de arriba hacia abajo a los adolescentes que acababa de separar. Sonrió de costado y se fue de allí, ahora tendría en quienes pensar en sus noches solitarias.

–Sabes…pelirrojo…. –susurró Milo muy de cerca–. En las duchas pensaré en ti mientras me masturbo…–murmuró y se retiró, Camus se le quedó mirando ¿por qué no había podido levantarse?

–¿Estás bien, Camus? –preguntó Shaka al acercarse, Aioros, Aioria, Mu y Shura vinieron tras él–. Se ve muy fea esa herida.

–Estoy bien, no te preocupes….

–Bueno, vayamos al vestuario a bañarnos y luego a casa –habló Mu muy entusiasmado, el resto lo secundó y se fueron a las duchas.

 

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                Por alguna extraña razón ya no le temía tanto a Kardia como antes, ya había destrozado su orgullo violándole. ¿O no era violación? ¡Claro que lo era! Se encontraba lastimado interna y externamente, ¡eso es violación! Bah, no, la violación es un hecho donde la ‘victima’, en este caso él, es violentada sexualmente al tener relaciones a pesar de la negación de éste. Él se había negado ¿o no? ¿Era negación acaso lo que había hecho? No, en realidad no fue así, lo único que le había pedido es que no se viniera adentro, cosa que el otro no cumplió, pero así de negarse tajantemente no había sido.

¿Entonces qué era? Kardia le había dicho de cierta manera que fue violentado, abusado, violado, pero en definitiva tampoco había sido tan así. Dégel se dio cuenta que por una parte, él había provocado a la bestia, él le había dado paso a su casa cuando pudo cerrarle la puerta en la cara. ¿Estaba mal que le gustara ese tipo de cosas? Quería vengarse, pero no sabía cómo, no sabía cómo ser Kardia, no sabía cómo causarle dolor y agonía a aquel sujeto.

–¡Dégel, Dégel! –Seraphine le llamaba, pero él estaba realmente inmerso en sus pensamientos, hasta que la chica le golpeo suavemente el hombro–. ¡Oye, Dégel!

–Lo siento, Seri, no estaba prestando atención –deja los libros en la estantería y se da la vuelta–. ¿Qué sucede?

–Acaba de llegar el cargamento de la nueva obra de Aeneas Antares, tengo que ir a buscarlo, ¿está bien si te dejo asolas? –Dégel sonríe.

–No hay problema.

–Igual no te preocupes, en la caja está Kardia, se los dejo todo en sus manos –el menor abrió los ojos ¿cuándo había llegado Kardia allí? El chico no esperó a que la joven se fuera de allí que caminó hasta la entrada. Seraphine se le queda mirando y se retira.

–Qué curioso que justo llegaran los libros cuando estoy aquí….solo….contigo –murmuró jugando con su cabello, Dégel le observa sin apartar su mirada–. Más encima que Celestine debería estar acá, pero la pobre tuvo un accidente bajando las escaleras, un infortunado y muy conveniente accidente.

–¿Accidente? ¡Ja! –habló el más joven, Kardia se levanta de su asiento y lo increpa.

–Está bien, tal vez la ayudé un poco a bajar las escaleras de golpe, pero gracias a ello podemos estar solos…. –le tomó de las nalgas aferrándolo a él, Dégel le mira–. ¿No harás nada?

–Ya pisoteaste mi orgullo ¿qué más quieres de mí? –le empujó suavemente para desprenderse, el peliazul sonrió de costado.

–Lo quiero todo de ti, nunca me sentí tan vivo entrando en alguien de la forma que entré en ti…. –desliza sus manos por la cintura, volviéndolo a atraer–. Tu boca sabe a……lo más dulce que he probado, y tu piel, es tan fácil dejar marcas en tu cuello, mira, aun tienes mi rastro aquí…. –lleva una de las dos manos al cuello para dejar expuesta la marca tirando de la camisa, pero Dégel la golpea.

–No me gusta que me toques, Kardia.

–Creo que es demasiado tarde para eso, además, a ti te encanta–saca la lengua solamente para desplazarla por la mejilla, haciendo que el peliverde cierre los ojos–. Hmmm…. ¿lo ves? Estás encantado….

–No, no lo estoy –le vuelve a empujar, esta vez con más violencia–. Deberías comportarte como el hombre mayor que eres, por cumplir treinta, aun pareces un mocoso.

–¿Y tú? –Se relame los labios–. Vamos Dégel, acéptalo, te encantó ser poseído por mí, gemías como una puta mientras te la metía dentro.

–Di lo que quieras, no te escucharé –se dio la vuelta y comenzó a caminar entre los estantes.

–Recuerda, yo, moviendo mis caderas dentro tuyo, el ruido húmero que hacia mi miembro dentro de ti….lo dejaste flácido con tu pasión, Dégel…. –se separó del mostrador y comenzó a caminar detrás de él–. Ninguna puta puede hacerme sentir lo que tú, eres realmente flexible…. ¿qué pasa? ¿Por qué no hablas?

–Vete a la mierda, Kardia –gruñó y comenzó a buscar unos libros entre los estantes, Kardia se le acercó y lo arrinconó, presionándose contra él.

–¿Sientes ésto? –Susurró apretando su miembro duro contra Dégel–. Ésto es lo que logras con esa personalidad fría que tienes. ¿Cómo se siente? ¿Te gusta?

–¡Quítate de encima de mí, Kardia! –exclamó irritado, realmente se estaba enojando, pero sentir esa dureza cerca de él comenzaba a inundarle de calor.

–Sé que te gusta, mira, escucha –golpea suavemente sus caderas contra él y Dégel suelta un gemido–. ¿Ves? Lo deseas tanto como yo….anda, déjame entrar y bañarte de mí….o puedes, sino quieres mancharte, chupármela un rato, quiero saber si los franceses sirven para eso.

–¡Vete a la mierda, Kardia! –Se dio la vuelta y lo empujó con violencia, haciéndole chocar con la estantería paralela–. Jamás se la chuparía a alguien como tú, antes ¡muerto!

–¿Por qué carajo te niegas? –Kardia se inclina un poco hacia adelante para estirar la columna y luego vuelve a erguirse–. Lo quieres, te excitas, gimes, y aun así sigues negándote ¿qué te pasa? Además, sabes que mientras más te niegas más me enciendes.

–Largo de aquí…

–No puedes sacarme de mi negocio –se acerca desafiante, Dégel intenta huir pero le toman del cabello haciéndole gritar–. Deja el melodrama, vamos a tener sexo ahora mismo.

                Prácticamente le arrastró del cabello hasta el depósito del fondo, arrojándolo nuevamente contra las cajas. Buscó la cinta embaladora mientras Dégel se levantaba e intentaba correr hacia la puerta, pero apenas y cruzaba un par de metros hasta Kardia, éste se daba la vuelta ignorando su búsqueda y lo tiraba nuevamente contra las cajas de madera. El dolor de su espalda era terrible y apenas podía levantarse.
Kardia entonces encontró la cinta y comenzó a cortar algunos trozos, uno en la boca evitando que grite. Le quitó la chaqueta con el nombre y la playera manga larga negra con cuello que llevaba, le ató las manos en un arrebato mientras Dégel le golpeaba con sus piernas. Lo arrastró hasta atrás de todo, entre las cajas y le sacaba las zapatillas para poder desprender el pantalón y el bóxer, dejándolo completamente desnudo.
Nuevamente lo arrastró más alejado, entre varios libros y cajas vacías de cartón. Se lamió los dedos y comenzó a meterlos dentro, ignorando la expresión de dolor y el odio que emanaban de los ojos verdes.
No esperó demasiado cuando se escuchó la hebilla del cinturón abrirse y el cierre bajarse, sacó el miembro completamente en alto y endurecido.

–Vamos a ver si te gusta o no, perra…. –se relamió los labios y le tiró de las piernas para entrar violentamente.

                Dégel no podía gritar, simplemente tiró la cabeza hacia atrás y su cuerpo se dobló del dolor. Las embestidas eran más y más deprisa, mientras los dedos de Kardia presionaban contra sus caderas. ¿Era una violación? La era, la era, ¿o no? ¿O le gustaba aquello? Comenzó a mover las piernas lanzando patadas, pero debido a la postura en la que se encontraba era imposible golpearlo, solamente producía ese movimiento que las piernas se abran más y Kardia pudiera entrar más en él. Sus ojos lagrimearon y el peliazul lamió de allí esa agua salada que salía de sus ojos, era asqueroso y horrible, pero era una sensación extrañamente placentera. Entre los golpes de la cadera no podía siquiera respirar, y giró más su cabeza hacia atrás.
Kardia salió de él y pasó una de las piernas por encima para darle vuelta, lo posicionó de rodillas con la cabeza en el piso y separó las piernas para entrar en él bruscamente, tirando de lado el cabello largo.

–Tu cabello es un estorbo –gruñó mientras le penetraba, lamió la espalda y continuó el ritmo agresivo, sentía que dentro de Dégel comenzaba a escurrir un líquido que no era semen, sino sangre–. E-estás sa-sangrando Dé-Dégel… ¿Te te sie-ntes vivo?

                Sí, se sentía terriblemente vivo con ese dolor que le invadía y le destrozaba, Kardia tenía razón en cierto punto, lo estaba destrozando por dentro y por fuera, pero era una sensación extraña y loca, una que no quería experimentar pero de la cual no podría vivir sin ella. Cuando sintió la mano del mayor en su miembro erecto, sus ojos se abrieron, le comenzó a masajear y masturbar mientras continuaba los golpes en su cadera. Una y otra vez, los libros caían y las cajas se movían violentamente, su cuerpo tembló y la eyaculación se hizo inminente por ambos lados. Kardia dentro y él afuera. Esta vez no tardó demasiado en retirarse  y dejarlo caer en el piso, estaba satisfecho con lo que había logrado y sonrió mientras se acomodaba la ropa.

–Real….realmente Dégel…. –susurró incorporándose–. Eres la mejor puta que he tenido en mi vida, que digo, hasta las putas tienen dignidad…..tú no la tienes.

                Casi como una amabilidad de su parte, le desprendió la cinta de embalaje de las manos, le dio la vuelta e hizo lo mismo con la de la boca, ayudándolo a pararse, aunque le temblaban las piernas al más joven. Dégel no dijo absolutamente nada hasta estar completamente cambiado. Kardia se acercó a él con una sonrisa muy divertida, dispuesto a besarlo con pasión, pero Dégel puso una mano entre las bocas, mirándolo con odio. Se separó un poco y sin premeditarlo le escupió en la cara. Kardia frunce el ceño, asqueado.

–No me vuelvas a tocar, hijo de puta –susurró, apartándose de él, Kardia se limpió con su manga el rostro.

–¡Bien que te gusta cómo te lo hago! –gritó con descaro, Dégel le toma del cuello de la camisa y lo hace chocar contra la pared.

–Jamás me gustará que un asqueroso como tú eyacule en mí, Kardia Antares –su rostro realmente estaba enfurecido, pero había algo, algo que no podía describir con palabras.

–¿Entonces, por qué no me golpeas? –Dégel abre los ojos–. ¿Por qué no vas a la policía y le dices a todo el mundo que te violé? ¿Por qué?

–¿Por….qué? –preguntó para sí mismo pero en voz alta. Se separa un poco y mira al piso buscando una respuesta, Kardia nota que está con la guardia baja y le toma por detrás de la cabeza, enterrando los dedos en su cabello y lo besa.

                El beso fue respondido con tanta intensidad que dejó sonrojado a Kardia, ¡qué chico más ambivalente! Depositó su otra mano en las caderas del peliverde mientras las cerdas de cabello se deslizaban por sus dedos. Las manos níveas se arrastraron hasta el rostro y profundizó aún más el beso. ¿Qué demonios estaba haciendo? Se preguntaba, ¿Por qué le besaba de esa forma? ¿Por qué respondía? ¿Acaso le gustaba? ¡Imposible! ¿Cómo le iba a gustar ese violador, delincuente, sádico, malnacido?

–Hmmm…–gimoteó Kardia separándose suavemente–. Realmente te debes dar asco tú mismo, querido Dégel.

 

                Se separó y abandonó el lugar, azotando la puerta. Dégel le miró desde donde estaba y se abrazó a sí mismo. ¿Qué mierda le pasaba? No podía ser que le gustara tanto ser tocado y lastimado por ese sujeto tan viril, tan sensual, tan horrorosamente violento.

 

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–Lo siento si está algo desordenada, mi tío no vuelve hasta entrada la noche –masculló Camus mientras hacía pasar a Milo a su vivienda.

                El rubio miró altivo el lugar, ¡qué asco!, ¿ahí vivía Camus? Era un harapiento lugar, realmente digno de ser demolido. Ambos se fueron directamente al cuarto del muchacho donde solamente había una cama y un escritorio. El rubio se sentó y miró con detenimiento el lugar, era peor que estar en la cárcel.

–¿Realmente vives aquí? Da pena sólo verlo –bufó, Camus le miró de reojo.

–Disculpe su alteza, pero algunos no tenemos mucho dinero.

–Si es por eso te puedo prestar –sonrió–. Pero los intereses son muy elevados.

–No quiero pedirte prestado y menos sabiendo que los intereses son elevados, ahora quítate de la cama que me tengo que dormir –bufó molesto, Milo se levanta y Camus se tiende allí–. Repasemos la parte final de la historia.

–Cierto, cierto…–Milo buscó en su mochila el libreto–. Déjame ver, sólo nos vemos al final.

–Sí, evitemos el beso por ahora, solo di las líneas –murmuró y cerró los ojos. Milo lo atravesó con la mirada desde los pies hasta la última hebra de su cabello.

¿Quién es esta hermosa princesa que yace dormida a mis pies? –Preguntó, leyendo su libreto–. ¿Qué? ¿La princesa? ¿Sólo con un dulce beso de su verdadero amor será despertada?

                Milo sonrió, Camus no podía verle cuando se acercó firmemente a la cama y se dispuso a arrojar el libreto a un costado para colocarse encima de él, con una pierna de cada lado del cuerpo. Camus abrió los ojos pero fue demasiado tarde para protestar, el muchacho le estaba dando un beso suave en los labios. La suavidad se transformó en pasión cuando la lengua se deslizó por sus dientes, haciéndolos abrir a su tacto, y las manos se deslizaron por las caderas donde aún tenía la ropa de gimnasia puesta. Camus lo empujó cuando sintió la lengua profundamente en su garganta.

–¿Qué demonios haces? –preguntó el pelirrojo fregándose la boca.

–Besándote, dah, creo que eso es lo que debe hacer el príncipe, aunque debo admitir que me gusta más la versión real de la bella durmiente.

–¿Versión real?

–¿Nunca la leíste? –Se relame los labios–. El príncipe viola a la princesa, jamás la despierta con un beso, sólo que pensaron que sería demasiado triste algo así y lo modificaron para que los niños crean todas esas fantasías.

–¿Qué….? –nuevamente no pudo terminar de hablar que Milo se encontraba besándolo nuevamente.

                Esta vez fue más veloz sus instintos que cualquier otra cosa, comenzó a bajarle el short rápidamente  hasta desprendérselo. Gracias a que se había acostado, no traía las zapatillas puestas y eso le hizo más fácil quitárselo del todo. Por mientras, Camus deslizó sus manos por el cabello de Milo, profundizando aún más el beso. No estaba seguro de lo que hacía, pero era embriagador el toque del muchacho, el roce con su piel, los besos en su cuello, en su cuerpo, lamiendo su rostro, sus labios, acariciando su cintura, sus caderas.
Masajeó suavemente la entrepierna, mientras el beso se rompía y le miraba con lascivia. Camus usó sus manos para aferrarse a los barrotes de la cama, mientras miraba al rubio con cierto deseo.

–No sabía que eras tan apasionado –murmuró Milo y lentamente le bajó los bóxers hasta desprenderlos por completo. Se quitó la playera y volvió a atacarle. Esta vez las manos de Camus estaban adheridas a los barrotes

–Aaaah…..Mi-Milo…–susurró.

                Mordió suavemente el cuello, había unas cuantas pecas en sus hombros que observó de manera exquicita, y deslizó las manos por todo el cuerpo mientras frotaba sus caderas con la ajena, estaba a punto de perder el control y no quería recuperarlo, además que los gemidos de Camus le parecían extremadamente ardientes. Se bajó un poco los pantalones para dejar expuesto su miembro y lamió sus dedos para meterlos dentro de Camus. El pelirrojo se retuerce mientras le preparan, gimiendo herido. Metió más fuerte los dedos, intentando abrir más esa cavidad tan estrecha, pequeña, mientras sonreía al notar que tenía al joven a su merced y dispuesto. Separó las piernas y se colocó en medio.

–¡E-Espera! –Camus le detuvo, poniendo una mano en su pecho–. Si…si vamos a…..vamos a hacerlo, haga-moslo bien…..

–¿A qué te refieres? –Milo estaba sonrojado y bastante excitado, no tenía tiempo de charlas.

–Usa….usa un pre…preservativo –Camus también estaba agitado y sonrojado, pero era racional, y sabía que debían cuidarse.

–¿Tienes miedo que te contagie algo? –Sonrió y una carcajada se le escapo–. No te preocupes, cariño, me aseguro de cuidarme en todas mis relaciones sexuales, pero contigo, contigo haré una excepción –susurró y comenzó a meter su miembro dentro, haciendo que el chico comencé a tensarse–. Aaaaagh, estás tan estrecho…

–¡Aaaay, salte, saa-lte! –imploró, pero Milo continuó metiéndose y acariciando su cintura para que se relaje, pero Camus estaba verdaderamente tenso.

–Agh, se nota que….que es tu primera vez –murmuró frunciendo el ceño, continuó ingresando más fuerte hasta estar completamente dentro y ver los ojos de Camus abiertos de par en par.

                Comenzó a moverse lento, las piernas de Camus se enrollaron en sus caderas y los brazos pasaron por el cuello, aferrándose completamente a él. Milo podía sentir el aroma, olerlo, acariciar los suaves cabellos mientras le penetraba cada vez con más fuerza, sintiéndose libre, estaba profanando el interior virgen de aquel muchachito nuevo que tanto le enloquecía. Diamond era todo aquello que quería, con esa cabellera roja, esos ojos claros, esa mirada tan fuerte y poderosa que le hacía recordar todos esos sentimientos fuertes que embargaban su joven vida. Embestirlo resultó fácil luego que se acostumbrara a la presión del cuerpo, cada vez más fuerte, más certero, más profundo.
Las uñas un poco largas de Camus le arañaron la espalda y sintió esa vibración en su miembro que le hizo moverse más fuerte, los gemidos en su oído, los quejidos, el rechinar de la cama, todo era perfecto en ese momento, absolutamente todo.

Se dio la vuelta en un impulso y colocó a Camus entre sus piernas, sentado en la cadera. Sonrió, el joven no sabía exactamente que hacer hasta que Milo lo subió un poco y lo bajó con las manos.

–Muévete tú, marca el ritmo –murmuró, Camus asistió con la cabeza y comenzó a subir y bajar drásticamente.

                Una, dos, tres, y Camus comienza a moverse más rápido, a traspirar, a sentir dolor en su trasero y en su cuerpo. Milo masajeo su entrepierna, alertando a Camus que él también había despertado y no solamente el rubio estaba altivo en ese momento. Gimiendo el nombre del otro, apoderándose de ese cuerpo, Camus comenzó a ayudar a su compañero de colegio a jalársela él también mientras se penetraba con el miembro duro de Milo. Fuerte, duro, rápido y preciso, Camus sintió vibrar y estremecerse por el inminente orgasmo y a su vez, pudo sentir como se escurría el semen de Milo dentro de él, deslizándose por las piernas.
Cayó sobre su compañero de clases y comenzó a respirar agitadamente. Milo usó su mano para quitar el cabello rojizo de su rostro y depositarlo en el otro hombro mientras chupaba y succionaba del cuello suavemente, dejando un moretón allí, uno que le reclamaba…..

Probablemente y lo que no sabía Camus, es el diálogo que había tenido Milo con sus amigos, donde en forma de apuesta, les dijo que se acostaría con Camus ese mismo día y le dejaría marcado, solamente como un juego, algo que no valía absolutamente nada.

 

Continuará.

Notas finales:

Dos lemon en un capitulo, deberían sentirse satisfechos ¿no? Espero les haya gustado.

 

Les aviso que solamente tengo hasta el cap 8 hechos y que aun no he escrito el cap 9, por lo cual tardaré en actualizar a partir de ahora, pero queria dejarles el cap de los dos lemons para que tengan para entretenerse mientras avanzo más.

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