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Mayordomo Negro: Cenizas Azules por Richie Ness

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Notas del capitulo:

Después de un largo tiempo, ACTUALIZACIÓN. No saben cuando me alegra volver a escribir. El examen estaba tan complicado que parecia física cuantica, ¿Cómo quieren que sepa eso? y la verdad estuve en depresión y eso causó una laguna mental que me impidió completar este capítulo. En fin, no los entretengo con quejas.

Por favor, comenten, es lo que más deseo.

Mayordomo Negro: Cenizas Azules

Capítulo Catorce

–Ese mayordomo, está decidido–

 

    Balanceaba los cuchillos en su mano.

    –¿Hablas enserio? –. Selina miraba extrañada los cuchillos de mesa.

    –Pueden ser armas letales si se lanzan correctamente – Pasó el pulgar por el escaso filo de la plata.

    –Con eso apenas puedes cortar ternera. Al menos que sea un hombre lobo, no creo que te sirva de mucho. Ten cuidado, me puedes sacar un ojo –. Dijo cuándo el carruaje atravesaba un sendero empedrado.

    –My Lady. Nunca cometo errores con estos cuchillos –. Acto seguido los desapareció entre las mangas del saco. 

    –Para aquí –. La voz autoritaria de Selina sorprendió a Sebastian. Chaqueó los dedos y los caballos dejaron de andar. –Esperame un rato, puedes pensar en que usaré de vestir mañana para entretenerte. Que no sea muy pervertido, por favor.

    La niña saltó del carruaje y desapareció en un callejón. No pasaron ni treinta minutos. Selina subió tarareando una melodía a la par que ladeaba la cabeza y balanceando los pies que no lograban tocar el piso del carruaje. Sebastian se abstuvo preguntarle que sucedía, en cambio decidió concentrarse en una incomodidad inexplicable. El deseo de ver, abrazar y sentir a Ciel contra su cuerpo iban incrementando conforme trascurría el tiempo. La culpabilidad era opacada por el hecho de esa insignificante emoción en ascenso.

    Actuar normal, ser servicial y no perturbarse. Normas de un buen mayordomo, en ellas no incluía otra cosa. Pero Sebastian comenzaba a darse cuenta de la fuerte atracción. El beso de hace unos días en ese mismo carruaje…

    Sacudió la cabeza para despejar esas memorias, soplarlas como si fueran polvo en un mueble y desaparecerlas en el aire. Selina seguía tarareando la melodía. El camino para rescatar a Ciel seria largo.  

 

    El silencio nuevamente se apodero de la situación cuando François terminó de contar lo que sabía.

    –¿Estás seguro que esta información es correcta? –. Leo no dejaba mostrar ninguna emoción. Mantenía su semblante lo más inescrutable que podía, si algo aprendió en toda su larga vida, es que el simple movimiento de un ojo pude delatarte de la manera más vil posible.

    François asintió con la cabeza como respuesta. Bebió un poco de vino.

    –¿Te das cuenta de la gravedad del asunto?

    –Ciertamente no es una situación que se pueda mantener en secreto, pero cuando se descubra, será demasiado tarde.

     –¡Es asombroso! ¡Leo, es simplemente genial! – Blade apenas podía mantener la emoción a raya. Una pulsación exigía ser liberada en forma de grito.

    –Callate –. Rugió Leo.

    –Eres aburrido, las cosas se pondrán interesantes de ahora en adelante.

    –El problema es, Blade, que si esto llega a divulgarse, nos encontraremos en graves problemas. La Familia Hammet Aligerhi y De Ponteveccio podría resucitar al tomar el poder de esa manera. Inglaterra en nuestras manos.

    –Tus manos, Leo. La familia De Ponteveccio solo sería como los Phantomhive, unos perros que mueven la cola cuando les hablan –. La emoción se esfumo en cuanto Blade vio que su compañero portaba una manta lúgubre.

    –Es verdad. ¿Qué haremos con ese Phantomhive husmeando por ahí? –. El Cowboy giraba el tambor de su revólver, disfrutando el chasquido metálico que hacia cuando paraba.

    –Respuesta fácil, François: Asesinarlos.

 

    Selina interrumpió el encanto con un escalofrió que recorrió su espalda.

    –¿Sucede algo? –. Preguntó Sebastian.

    –Acabo de sentir lo que Ciel siente cuando lo tocas.

    Sebastian la miró con reproche.

    –Un escalofrió. Algo malo se acerca, espero que realmente te enfrentes a hombres lobos o acabaras en un agujero.

    –Su poca confianza en los Phantomhive es un poco dolorosa.

    –Mi confianza no se basa en un chico que fue secuestrado.

    Sebastian la ignoró y se hundió nuevamente en sus pensamientos.

 

    La campana tintineó anunciando un nuevo cliente. El viejo Alexander, un sujeto alto y fornido nada acorde a su edad, saludo con su voz gruesa de toro. El color de piel oscura daba la impresión de pasar tantos años en la forja, al lado de un horno para calentar el metal, acabó por cocinarlo sin que se diera cuenta.

    –Busco una espada parecida a esta –. Dijo Harvey sin regresar el saludo, aunque al parecer no le importó a Alexander. Una espada apunto de hacerse añicos se presentó sobre el mostrador.

    –¿Qué le sucedió? –. Exclamó Alexander después de soltar un chiflido y mirarla con lastima. –Una espada como esta.

    –Mi padre se la prestó al sujeto equivocado.

    –Dile a tu padre que yo, en su lugar, asesinaría al tipo que hizo esto.

    –No se preocupe, le hará pagar.

     –El problema, chico, es que no tengo una espada de doble filo como esta, es tan perfecta. Debido a su estado actual perdió el equilibrio y la maniobrabilidad que debió poseer en su mejor momento, pero la puedo copiar. Si me das unos meses podría entregarte una igual, claro, siempre y cuando pagues el precio que corresponda.

    –El precio no es el problema, el tiempo sí. La necesito cuanto antes.

    –Pues veras, me da un poco de envidia esta espada, parece hecha por un dios, o por un buen herrero –. Alexander rasco su calva mirando con extrañeza el cadáver de acero. –Sea quien sea el quien la forjo, me gustaría conocerlo.

     –Escuché que usted es el mejor herrero de Inglaterra, escuchar eso me halaga, es una espada que ha estado por generaciones en mi familia.

    –Tu padre debió tenerle mucha confianza a ese tipo para prestarle una reliquia familiar como esta.

    –Todos cometen errores. Le dejaré el encargo de forjarme una nueva, sin embargo, necesito un arma. Muéstrame la mejor que tengas, el precio no es un problema.

    Alexander suspiró y asintió.

    –Los jóvenes de hoy en día tienen mucha prisa –. Dijo a la vez que buscaba en la parte trasera de la tienda. Su voz, a pesar de ser grave, la distancia lo distorsionaba en un eco profundo. –Hace unos momentos una niña como de tu edad, tal vez un poco más pequeña, vino pidiendo un arma. Le dije que la tendría en unos meses, pero se negó y me pidió la que estoy forjando en este momento, la tendré lista para mañana. Es esta –. Alexander postró sobre una gruesa manta de cuero la espada de doble filo más hermosa que tenía. Se preparaba para explicar por qué merecía la compra cuando Harvey lo interrumpió.

     –Rizos de oro, ojos azules, vestía un como de clase alta y era un poco más baja que tú. –Explicó Alexander un poco extrañado al ver que el chico presentó más importancia a una chica que a la espada.

    –¿Hace cuando que se fue?

    –Aproximadamente unos cuarenta minutos.

    –Esta está bien –. Tomó la espada, la enfundó y dejó una bolsa con monedas sobre el mostrador. –Recuerda la espada –. Gritó cuando salía por la entrada principal. La campana nuevamente tintineó.

    –Deben ser las hormonas –. Alexander parecía confundido.

 

    El carruaje se detuvo frente a una vieja construcción a las afueras de Londres, un bosque la abrazaba, escondiéndola de la civilización.

    –Es aquí donde está el Phantomhive –. Aseguró Selina.

    –Entonces vamos.

    Ambos se detuvieron frente a la construcción derruida. Sebastian pensó que antes pudo haber sido una mansión de alguna noble familia, y por el extenso jardín que ahora era propiedad del bosque, una muy buena familia.

    –Tengo el presentimiento que esto podría caerse en cualquier momento –. Selina miraba de un lado al otro inspeccionando.

    –Si gustas puedes esperar en el carruaje –. Sebastian la miraba con una astuta sonrisa. Sus ojos rojos prendieron en llamas.

    –¿Y perderme la diversión?

    Adentro era oscuro y el olor a moho con humedad y polvo le daban nauseas a Selina, sintió un impulso de salir corriendo por aire fresco. Sebastian le tendió un paño húmedo.

    –Tardaremos horas en al Phantomhive –. La voz de Selina se escucha ahogada debido al paño que bloqueaba su boca y nariz.

    –Tal vez no. Las antiguas mansiones contaban con pisos subterráneos parecidos a sótanos, si quieres un eufemismo de calabozo.

    –Una mansión prisión, entonces solo busquemos una puerta con escaleras hacia abajo.

   

    Ciel bajó de la nube donde se encontraba. Su mente despejaba con una leve brizna veraniega. Abrió los ojos para encontrarse con un mundo estable, las paredes, suelo y demás cosas dejaron de mecerse de un lado para otro. Sentía que, si pudiera levantarse, no tambalearía ni caería. Apretó los dientes y maldijo en voz alta. Nuevamente forcejeó con las cerraduras de la silla, solo provocó que sus muñecas sangraran con un ardor insoportable.

    Miró por todas partes intentando encontrar algo con que zafarse, pero aun que viera una llave con un letrero que citará: Esta llave dorada abre las cerraduras que te mantienen preso y dejarte escapar felizmente. No las podría tomar, la silla estaba adherida al suelo y, si de una forma pudiera andar con la silla, las cerraduras de los tobillos impedirían andar más de unos centímetros y provocaría un beso con todo el peso de la madera y metal contra el piso, causando disminución de dientes en la boca.

    Dándose por vencido, dejó caer la cabeza. La barbilla choco contra el pecho y frente a él estaba su cuerpo desnudo y sucio. Sentía la necesidad de bañarse, usar el filo de una espada para arrancarse esa mugre que recordaba su derrota, pero a pesar de eso, tenía la sensación de que cuando acabara, seguiría sucio. Fue entonces cuando un pensamiento recorrió su mente.

    <<Si hubiera sido Sebastian…>>

    ¿Desde cuando veía a su Mayordomo como un potencial amoroso? Ese beso en el carruaje, y cuando no quería que lo cambiara de ropa cuando era un acto normal de jerarquía entre la nobleza. ¿Qué hubiera pasado si tan solo, por un instante, los dos estuvieran solos listos para unirse en cuerpo y alma?

    Un rechinido metálico se escuchó y una tenue luz entró a la habitación como un ladrón en medio de la noche. Deseaba cerrar los ojos, pero algo le indico que debería ver. Eso hizo. Dos siluetas estaban en el marco de la puerta, una alta y hermosa con cabello largo. Otra, baja y esbelta con cabello en rizos.

–Fin del capítulo Catorce–

Notas finales:

Espero el capítulo haya sido de su agrado. No olviden comentar.


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