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Mayordomo Negro: Cenizas Azules por Richie Ness

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Notas del capitulo:

Pues nada, mi pc tiene algo raro y no conecta con los servidores de internet, y supuestamente mi buscador de malware dice que no hay nada. Ya verè como lo resuelvo. No olviden comentar.

Mayordomo Negro:            Cenizas Azules

Capítulo Dieciséis

–Ese mayordomo, cumplidor–

 

    El primer golpe dio justo en la boca del estómago, el siguiente conecto con la  barbilla cuando Harvey se doblegó de dolor. Cuando el niño cayó al suelo de espalda, una manta negra oscureció el cielo y se movía con vida propia; un miedo aterrador lo ahogaba entre gemidos. Sebastian, que ahora portaba el traje del demonio que era, botas negras largas hasta las rodillas, ropa de cuero y una capa que ondulaba conforme su furia iba en ascenso. Una sonrisa macabra enseñaba los colmillos tan afilados como su mirada roja, una intensa llama en su interior crepitaba como el quemar de cientos de árboles. Detrás de él, su joven amo apreciaba el cumplimiento de la orden.

    La oscuridad lo sujetó de las extremidades y comenzaba a avanzar por su cuerpo, como la marca del pacto, sin embargo, esta no le ayudaría, solo quería devorarlo. Un pánico se extendió igual que una enfermedad <<PELEA>>, una voz rasgaba su cerebro mientras intentaba luchar contra el demonio que amenazaba con devorarlo. <<Eres un Lioncourt, portador del pacto de sangre; puedes contra un sucio demonio. Recuerda, tienes a los dioses de tu lado>>. Tomó la espada que estaba clavada en el suelo y dio un giro para cortar la oscuridad.

    –Demonio –rugió Harvey deslizándose por el suelo.

    –¿Sabes cuál fue tu error? –dijo Sebastian lamiéndose el pulgar derecho, casi saboreando el sabor de ese sucio niño.

    –El tuyo fue meterte con los Lioncourt.

    –Nunca humilles a un mayordomo de los Phantomhive frente a su amo.

    El silencio tronó con golpes metálicos y chispas saltando por el aire. La espada de Harvey comenzaba a agrietarse conforme los cubiertos de su contrincante lo acribillaban sin cesar. Sebastian tomó con la mano desnuda el filo y sujetó la espada con fuerza; un rodillazo al torso y una patada en la pierna herida para someterlo. De rodillas en el suelo, Sebastian extendió su mano para envolver la nuca de Harvey y dio el golpe final con otro rodillazo, esta vez directo en la cara, la sangre salió disparada contra el suelo creando salpicaduras. El estruendo del cráneo colapsando y reventar ante la presión aplicada se escuchó hasta donde se encontraba Selina y Ciel.

    –No sé tú, pero creo que eso fue suficiente para matarlo –. La niña se levantó de donde estaba por la impresión.

    –Está vivo, Sebastian cumplirá con la orden de traerlo con vida.

 

    El arrastre del cuerpo inerte era lo único que se escuchaba en ese momento. Ciel miraba a Sebastian, este a su vez le regresaba la mirada con una interpretación de: <<mire, joven amo, he cumplido con su orden>>. Selina solo observaba el cuerpo ensangrentado de lo que era Harvey. La sangre escurría de su cabello y rostro, las gotas se deslizaban y caían como lluvia roja. La niña entonces pensó, que si ese era el poder de un demonio, podría tener una oportunidad contra los dioses nórdicos; incluso si perdía y era cruelmente asesinado a manos de Tyr o de otro, no se los dejaría tan fácil como para que bostecen. Un demonio avergonzado es peor que un dios encaprichado, o simplemente los Phantomhive sean orgullosos.

    El cuerpo cayó boca abajo con un golpe seco y una ligera fumarola de polvo se levantó.

    –My Lord –Sebastian hizo una reverencia con las rodillas en el suelo –He cumplido con su orden.

    Ciel lo observó con ojos enconados; su mayordomo estaba herido, un poco de sangre se deslizaba por la piel hasta que encontraba tela para ser absorbida y el color rojo era expandido devorando lo blanco de la camisa. La impresión más fuerte fue cuando vio el vendaje que abrazaba al mayordomo.

    –Ese vendaje –señaló Ciel.

    –No es nada, joven amo. Es un pequeño precio a pagar por el descuido que tuve –restó importancia a sus palabras con una mirada complaciente.

    Ciel asintió.

    –Selina, dame el cuchillo que llevas en el cinto –. Ciel extendió la mano, no era una petición, era un orden. Selina lo miró estupefacta, ¿Cómo sabía que llevaba un arma bajo el vestido? Levantó el vestido hasta descubrir toda la pierna y parte de su sexo, pues no contaba con el pudor de llevar ropa interior en esa tarde, maldijo la mala elección de tiempo y día. Un mango de madera reposó en la palma del niño. El acero destelló en un haz de luz ante el crepúsculo. –Ponlo de rodillas.

    Sebastian lo sujetó de los brazos y como ordenó su joven amo, lo arrodilló.

    –Phantomhive –logró escupir Harvey aun consiente –no debes mentir, te divertiste.

    Ciel lo miró con profundo odio, como si intentara asesinarlo solo con eso. Tomó el cabello de Harvey cerrando un puño y levantó su cabeza para descubrir el cuello del pobre chico. De una rápida tajada el filo atravesó la piel y un pequeño arroyo de sangre recorrió hasta desembocar en el pecho. Harvey intentó llevarse las manos a la herida para detener la hemorragia, pero Ciel detuvo sus manos.

    –¿Quieres sentir cómo se siente que metan un objeto indeseado a tu cuerpo? –susurró estando al lado del oído derecho de Harvey, este solo respondió con un bramido de aire escapándose.

    El acero se incrustó debajo del corazón y lentamente comenzó a abrirse paso entre los órganos y la carne blanda del torso. La sangre emanó como de un manantial y lo blanco de la piel se tornó rojo. Harvey intentaba detener el avance del filo sujetando la mano de Ciel, pero sentía que la fuerza poco a poco lo abandonaba. Un temblor lo controlaba seguido de un frio insoportable.

    –¿Cómo se siente? –dijo Ciel con una sonrisa de oreja a oreja. No recibió respuesta. –Pregunté, ¿Cómo se siente? –retorció el acero, ahora la respuesta fue inmediata, un grito ahogado entre sangre que ascendió hasta la boca de Harvey. –Eso pensé.

    Selina miraba con horror el acto del Phantomhive, las dudas volaban por su cabeza como flechas. Cuando lo conoció no era más que un niño engreído dependiente de su mayordomo, y en este momento está abriéndole el torso a un niño de su edad como si fuera cerdo de festividad. No dudaba en que cuando acabara lo rellenaría y metería a un horno.

    El cuchillo finalmente finalizó su trabajo y Ciel se apartó para apreciar el espectáculo. Harvey luchaba con sus últimas fuerzas, intentaba colocar cada órgano en su lugar, los sostenía entre sus brazos temblorosos y el charco de sangre ganaba terreno con el tiempo.

    –El hígado va aquí –susurraba mientras agarraba otro órgano, el intento era en vano pues en cuanto los soltaba este caía nuevamente.

    –¿Necesitas algo? –el tono de Ciel era como el de una madre deseándole buenas noches a su hijo después de arroparlo en la cama.

    –Ten… tengo frio –masculló con la voz quebrada, mirándolo directamente a los ojos, pero los suyos ya no tenían color.

    –Te puedo ayudar con eso –. Acto seguido el Phantomhive empuñó fuertemente el cuchillo y atravesó la garganta del moribundo. La punta salió por el lado opuesto.

    La espalda del chico chocó contra el suelo en una exhalada final. Harvey había muerto. Ciel pisó el mango incrustando el acero en el suelo y un fuerte ¡Crack! Se escuchó desde la garganta.

    –Por si acaso –respondió a una pregunta imaginaria, como si alguien le hubiera preguntado la razón.

 

    Selina solo miraba incrédula la situación. Miró al mayordomo intentando buscar un sentimiento recíproco, pero él ya estaba vestido y parecía complacido. Sin dudarlo dos veces, hubiera hecho exactamente lo mismo, he incluso, al ser un demonio, posiblemente mil veces peor. Aun que ahora no pensaba que el niño fuera un humano.

    Ciel arrancó el cuchillo de entre la carne y limpió el acero en su manga de la ropa tal cual cazador. Se lo ofreció devuelta a Selina.

    –Te lo regalo –dijo con asco.

    Se encogió de hombros y lo lanzó contra el suelo.

    –Sebastian, vámonos de aquí, tenemos muchas cosas que hacer.

    –Yes, My Lord.  

    Por un instante Selina estuvo tentada a dejarlos solos, que hicieran las locuras sin su presencia, pero recordó que si ese era el caso, las locuras serian contra los Hammet Aligerhi y De Ponteveccio. Al ser el contenedor de una diosa sentía que los podría persuadir para evitar cosas innecesarias, entre ellas, rebanar como cerdo a un pobre chico. Miró sobre su hombro para dar un último vistazo al cadáver del Lioncourt, a pesar de asesinar a los Nasnarin, sentía que no era necesario eso.

    –Rezaré por ti, Harvey –susurró a sus adentros. Corrió para alcanzar al Phantomhive.

    La puerta del carruaje cerró con un golpe.

    –¿Qué haremos ahora? –preguntó Selina acomodándose en su lugar.

    –Con la información que me diste, descubrir lo que trama tu familia y en lo que está involucrado Jeptha.

    –Si fuera así de fácil –. Estaba tentada a decir: no es como sacarle los órganos a niños, pero se contuvo, no sabía de lo que era capaz el nuevo Phantomhive.

    –Lo esencial, mi joven amo, es que descanse y prepararnos para lo que viene, ya ordené que nos dirijamos con Lady Orpha; tomará un baño y descansará.

    –Si es lo que crees correcto, Sebastian.

    El resto del camino fue silencioso, y para Selina, incómodo.

 

    –Entonces Harvey está muerto –. La voz provenía del auricular del teléfono.

    –Sí, lo asesinó el Phantomhive –. Jeptha estaba frotándose la sien.

    –Harvey no era un novato, su oponente fue poderoso.

    –Un demonio.

    –Interesante. Pero lamentablemente esto no debe ser informado, se supone que los Lioncourt están extintos, a excepción del hermano del origen.

    –Fue mi error involucrar al Phantomhive en esto.

    –Eran actos inesperados.

    –Los seguiré con detenimiento hasta saber qué es lo que traman. No es un secreto, planean investigar más.

    –Avísales a Blade y Leo, enseñales que es lo que sucede cuando un perro faldero mete su nariz a la guarida de los lobos.

    –Otra cosa, mi hija Selina está con ellos. Soy un padre tan irresponsable para dejarla con extraños, pero no me gustaría que la asesinaran.

    –Velaré por ella, Jeptha, encargaré que no se vea involucrada en las acciones del Phantomhive y su mayordomo. Incluso iré en persona.

    –No creo que sea necesario.

    –Yo sé lo que es necesario, no seas altanero, Jeptha.

    –Lo lamento. Confio en usted.

    –No importa, prepararé mis cosas para viajar, llegaré a Londres pasado mañana. Tenme el hospedaje listo. Es una orden.

    –¡Yes, My Lord!

–Fin del capítulo Dieciséis–

Notas finales:

Me gustarìa que más gente se anime a comentar, vamos, no muerdo.


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