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Mayordomo Negro: Cenizas Azules por Richie Ness

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Notas del capitulo:

At the end of the world

Or the last thing i see

You are

Never coming home

Never coming home

Could i?

Should i?

And all the thing that you never ever told me

And the smile that are ever, ever

EVER...

Mayordomo Negro: Cenizas Azules

Capítulo Treinta

–Ese mayordomo, enterrado–

 

    Ciel intentaba desesperadamente despertar a Sebastian, propinada cachetadas tan intensas que dejaban marcas rojas apenas visibles, pues la sangre las confundía y creaban un contraste tenue. Sabía que seguía vivo por el lento sube y baja de su pecho. Se apresuró a arrancar la espada de su torso pero Selina lo detuvo en el acto.

    —¿Qué se supone que haces? —exclamó la niña, aterrada.

    —Arrancarle esta cosa y largarnos de aquí —rugió Ciel mirando a Selina con furia. —No dejaré que muera, no de esta forma.

    —Pasará lo mismo que contigo, morirá desangrado.

    —¿Entonces qué se supone que haga? —. Ciel miraba a Selina con fervor.

    —Sé cómo te sientes, pero hacer eso solo empeoraría la situación.

    —Sebastian no morirá, es mi mayordomo, y un mayordomo nunca debe dejar solo a su amo —dijo Ciel para tranquilizarse. Dio un vistazo a Sebastian y se sacudió la capucha. —Vamos a sacarlo de aquí, regresemos al sótano de la casa en lo que pensamos algo.

    —Suena perfecto para mí.

    ‹‹Al parecer —pensó Selina—puede que no se rompa mi muralla. Te estas convirtiendo en todo un Phantomhive, Ciel.››

    Ambos niños levantaron al demonio como pudieron y se precipitaron para evitar combates innecesarios. Detuvieron vagos ataques de guerreros que solo buscaban un lugar donde enterrar su espada. Algunos trocitos del acero fueron cayendo al suelo conforme el movimiento se hacía brusco y el cuerpo de Sebastian se sacudía. La espada estaba por ceder.

    La puerta rechinó y entraron, el sótano ya no importaba, la casa estaba vacía; así que dejaron caer a Sebastian en un sillón que inmediatamente se tiñó de rojo y la espada se enterró en la tela y el relleno. El demonio seguía sin dar signos de vida más allá de su respiración irregular.

    —Ve a buscar nuevamente la aguja e hilos, yo le daré primeros auxilios —ordenó Ciel que se preparaba para retirar la espada. Selina asintió en aprobación.

    Afuera los sonidos eran amortiguados por las paredes, cuando llegaba solo murmuraba. Pero en ese momento parecían tan ajenos, como si estuvieran a millones de años de distancia. Ciel apretó los dientes y, como si le fuera a doler a él, retiró la espada de un solo tirón. Un grueso hilo de sangre surcó el aire manchando el suelo y muebles. La herida escupía vida y entonces el Mayordomo exclamó un quejido de dolor. Ciel se apresuró a tapar la herida con un cojín y presionó.

    —Más te vale no morir, aun no cumplimos el contrato.

    Debajo del parche un brilló destelló.

    ‹‹Si mueres así de fácil —pensó Ciel—, no serías digno de llamarte mi mayordomo››

    Las pisadas resonaron en las escaleras y quebraron el murmuro del exterior.

    —¿Un cojín? —preguntó Selina, enojada. —Tienes que estar bromeando.

    La niña sacó un cuchillo debajo de su capucha y cortó la parte de abajo dejando ver gran parte de sus piernas, al final se quedó en la mano un grueso retazo de tela negra y muy resistente. Se la arrojó a Ciel.

    —Cuando acabe de suturar cubres la herida con eso, ¿entendido? —Selina clavó en Ciel una mirada profunda.

    —Hazlo ya.

 

    La hoz se blandió en el aire llevándose de calle a varios guerreros, trozos de carne volaban y caían al suelo. François se limitaba a detener el filo con sus pistolas. Las chispas saltaban y combinaban con el azul de las cenizas antes de desaparecer como estrellas. La sonrisa de Undertaker era más amplia todavía, parecía disfrutar de aquel momento. Estiraba su hoz sin importarle a quien arremataba solo para atacar a François. Por su parte, el cowboy en cuanto veía la oportunidad, disparaba lo más cercano posible a Undertaker; las balas pasaban zumbando a su lado solo para irse a enterrar en el cuerpo de algún desgraciado que haya osado interponerse en su camino.

    —Seth, a mí. Ahora —gritó François al ver que su demonio tenía dificultades con Acke. Basa su esperanza en un dos contra dos. Seth y él habían sido uno tanto tiempo que podían leerse como un libro.

    Seth no tardó en estar a su lado.

    —Ese mocoso es bueno —dijo Seth cuando se puso en guardia nuevamente para esperar a Acke.

    —Se parece a su padre, el bastardo de enfrente también es duro de cortar.

    —¿Estas bien? Hace poco que te dio una paliza.

    —Cállate, me tomó desprevenido.

    François descargó otra ráfaga de balas, Undertaker usó su hoz como escudo y las balas rebotaron en la hoja de acero para re direccionarse a diferentes lados. Un chirrido metálico indicaba que Acke interceptó a Seth y este lo detuvo con un hacha que recogió del suelo.

    —¿Cómo saldremos de esto? —preguntó Seth cuando hubo alejado a Acke.

    —Matándolos, ¿cómo crees si no? —. François recargaba sus pistolas.

    —¿Aun te queda munición?

    —La suficiente, de todas formas hay cientos de armas por el suelo. ¿Has escuchado algo del niño Phantomhive o su mayordomo?

    —Nada desde que nos separamos. Estarán bien o estamos luchando en vano, todavía necesitamos destruir el puente o más guerreros irán saliendo, y el ejército de la Reina acabará por dejar de existir.

    —Suena a mucho trabajo —señaló François con desgana.

    —Alguien lo tiene que hacer.

    —Pues que no seamos nosotros, primero necesito atravesar la cabeza de ese infeliz con una de mis balas. ¿Escuchaste eso, cabrón? Te voy a atravesar la cabeza —gritó François al ver que Undertaker se acercaba con su sonrisa burlona, acto seguido disparó.

 

    Blade subió al techo de una casa y se sentó al lado de su hermano. Leo estaba parado recargado en la chimenea.

    —¿Asesinaste al mayordomo?

    —Por supuesto —respondió Blade.

    —Y se ve que por poco, estas hecho un asco.

    —No te mentiré, el desgraciado era fuerte, pero un demonio no puede contra un dios —. Se limpió un poco de sangre de los labios y esbozó una sonrisa

    —Sin el mayordomo el niño será presa fácil.

    —Vamos, ese mocoso es un inútil, morirá intentando salir de aquí. Vámonos ya.

    —No, recuerda lo que el señor dijo, tenemos que cuidar el puente

    —El ejército de la Reina está acabado y seguramente François no tardará en caer gracias a ese loco que logró convencer Jeptha.

    —Querrás decir Heimdallr. Undertaker desea las memorias de un dios, vaya sujeto. ¿Qué pasaría si un ex shinigami tuviera esa información?

    —¿Ex Shinigami? —preguntó Blade, desconcertado.

    —El arma que trae, es legendaria hasta en los dioses. Me duele decirlo, pero François está aguantando bien frente a Undertaker.

    Blade soltó una potente risa.

    —Tan solo míralo, está en su límite. Pobre François, ¿qué trágico final te preparan los dioses?

    —Quiero esa arma.

    —¿Cuál? ¿Esa cosa en forma de esqueleto? No puedes hablar enserio, de seguro tiene vida propia y muerde o algo parecido. Te puede arrancar un brazo.

    Leo se limitó a mirarlo y saltó del techo.

    —¡Te lo advertí! —gritó Blade. Se quitó la capucha dejando ver las heridas y tirándose sobre el tejado bostezó.

    ‹‹Maldito mayordomo, esa la vi cerca››

 

    Ciel forcejó con el nudo antes de atarlo como debía y la herida dejó de sangrar. Selina se miraba las manos temblorosas manchadas de sangre, de repente un peso le impedía moverlas.

    —Tranquilizate, Selina —dijo Ciel con la voz más gentil posible.

    —Estoy bien, no es nada —. Limpió sus manos en la capucha que apenas se vio alterada por el color, pues el negro tragaba todo lo que tocaba.

    —Parece que lo estabilizaste. Gracias.

    —De… nada —. La repentina expresión de Ciel descoloco a Selina.

     ‹‹Al final, si no quiero que mi muralla se desborone…››

    Nuevamente el silencio se apoderó de la habitación y Ciel se quedó mirando a Sebastian.

    —¿Y ahora qué? —dijo Selina para evitar el silencio incómodo.

    —Largarnos.

    —¿Y ahora qué? —repitió Selina después de guardar silencio unos segundos.

    —Largarnos —repitió Ciel con furia en su voz.

    —No puedes hablar enserio, Phantomhive.

    —¿No? ¿Dime por qué no?

    —Aun que nos largáramos de aquí y lográramos salir con vida, el ejército de la Reina Victoria no tardará en caer y avanzarán por todo el mundo. Moriremos al final —. Selina se estremeció ante aquella hipótesis (que posiblemente sea real).

    —¿Qué propones?

    —Ir a destruir el puente. Tal como debimos hacer desde un principio.

    —Sin Sebastian, estás loca. No duraríamos ni dos segundos.

    —Ya hemos salido.

    —Sí, y regresado con el casi cadáver de mi mayordomo. ¿Qué será lo siguiente? No pienso cargar tu cuerpo decapitado hasta aquí —exclamó Ciel acalorado, la intensidad de la discusión ascendía rápidamente.

    —No, no tienes por qué, no habría herida que suturar —respondió Selina de igual manera.

    —Exacto, hasta ahorita hemos tenido suerte, no la tientes.

    Selina se abalanzó sobre Ciel y lo tomó de la capucha.

    —¡Debes entrar en razón, Phantomhive! Si no detenemos esto aquí y ahora, todo irá en peor, ese mayordomo herido será lo último que te preocupes.

    —Pero por el momento es lo que más me preocupa —escupió Ciel, miraba con odio a Selina.

    —No sabes lo que dices.

    En la mente de Selina, una voz resonó desde sus profundidades.

    ‹‹Juega bien tus fichas, Selina, tu muralla aunque la repares, sigue debilitándose cada vez más››

    —Phantomhive —prosiguió Selina casi en un susurro —, yo me quedo, tú agarra al mayordomo y largarte de aquí. Intentaré destruir el puente solo.

    —¿Qué puede hacer una niña como tú?

    —Es mejor que quedarme a cuidar a un moribundo —las palabras de Selina salieron disparadas como flechas.

    —Pues entonces vete, no aguantaras.

    —Suerte en tu aventura —fue lo único que dijo como despedida antes de salir por la puerta principal.

    Ciel quedó sentado en el suelo mirando a Sebastian. Su corazón comenzó a latir rápido, herido y al borde de la muerte. Saber que podría perderlo le provocaba un miedo irracional con el que era imposible lidiar. Si dependía de él, Selina podía irse y nunca más volver. Al lado de Sebastian, era imposible que algo le pasara.

    Se levantó y lentamente, acercándose cuerpo a cuerpo, Ciel sintió el calor y el olor a óxido de la sangre. La respiración acariciaba la piel del niño. Ciel pegó sus labios a los de Sebastian y lo besó. De la nada, una mano le acarició su cabello e intensificó el beso, las lenguas consiguieron contacto y bailaron lentamente.

    —My Lord —dijo Sebastian apenas saliendo de la negrura. Finalmente su vista dejó de ver borroso para ver el bello rostro del joven amo.

    —Sebastian —susurró Ciel.

    —¿Está bien? —dijo Sebastian intentando reincorporarse sobre el sillón.

    —Sí, pero no es momento de preocuparte por mí, tenemos que irnos.

    —¿En dónde está lady Selina?

    —Ella… eso no importa. ¿Puedes caminar?

    —Eso creo, pero no debemos escapar. La ciudad será destruida si no…

    —Estás herido, no tienes condición para pelear otra vez —interrumpió Ciel.

    —¿Planeas escapar de Londres?

    —Planeo ponerte a salvo.

    —Dígame, ¿en dónde está lady Selina?

    —Se fue a intentar destruir el puente, es una tonta.

    —¿Y no la acompañó? —. Sebastian miraba a Ciel inquisitivamente.

    —Nuestro deber ha acabado, ya no tengo correa que me detenga, ya no soy ningún perro. Como cabeza de la familia Phantomhive y tu contratista, te ordeno que —Sebastian silenció al joven amo con su pulgar, suave pero firme.

    —¿Quién trató mis heridas?

    —Selina

    —¿Quién trató tus heridas?

    —Selina —contestó después de unos segundos, las palabras salieron amargas.

    —Y aun así la hiciste ir sola, sabes bien que su diosa no es de combate —la afilada mirada roja se clavó en los ojos de Ciel.

    —Yo… yo pensaba en…

    —En nada, en eso pensaba, tenemos que ir a buscarla antes de que algo le pase. Iré solo si es necesario —. El mayordomo se levantó difícilmente del sillón.

    —Sebastian.

    —Demuéstrame que eres My Lord.

 

—Fin capítulo Treinta—

Anécdota del autor:

ADVERTENCIA: LA SIGUIENTE ANÉCDOTA NO TIENE NADA QUE VER CON EL FANFIC, SIENTANSE LIBRES DE IGNORAR ESTA ESCCIÓN Y SOLO PASEN AL SIGUIENTE CAPÍTULO.

 

Hace un tiempo dije que iba a estar en otros proyectos, pues bien, esos ‹‹otros proyectos›› tienen que ver con concursos de escritores. No me da gracia decirlo, pero lamentablemente este año me quedé sin estudiar, no pasé ningún examen a medicina. No mencionaré si es debido a que soy estúpido o simplemente mucha gente quiere entrar a esa carrera. Siguiendo, la mayoría de concursos piden la obra en físico, por lo que tengo que imprimirla ya sea tres o cuatro veces. Ayer, influenciado por mi novia Gabi (Fujoshita) y otros amigos, decidí ir a Office Depot con no más de cien pesos en mi cartera. Fui a la sección de impresoras, las primeras que vi tenían costo de seis mil pesos, un poco desilusionado fui avanzando hasta que al final del pasillo me encontré con dos impresoras marcas canon (una con coste de trescientos pesos y la otra en seiscientos), como no tengo ni puta idea de impresoras, le pregunté a la señorita las características, al ver que no me convencía el precio del cartucho de tinta y su durabilidad, me mostró una HP Intek Adventage 1515 en rebaja de mil pesos a setecientos; con dos cartuchos muy económicos (uno negro y el otro tricolor) que no pasaban los ciento cincuenta pesos. Le dije que me interesaba y que iría a retirar del cajero. Frente a Office Depot hay una plaza, crucé la calle y me formé en la fila. Fue en ese momento cuando me albergó el miedo. Para los que no sepan soy un chico de cabeza caliente, cuando una idea me entra en el cerebro, me carcome hasta que cedo al deseo; un ejemplo es cuando quise aprender a tocar la guitarra, he ahí cómo descubrí que tengo tanto talento de músico como Stephenie Meyer de imaginación, cabe mencionar que dejé una guitarra electro-acústica de tres mil pesos en excelente estado y la puedo vender prácticamente como nueva. Mi miedo era ese, malgastar mi dinero en una impresora que no sería utilizada más allá de trabajos escolares (cosa inútil, pues como mencioné actualmente no estoy estudiando). Cuando fue mi turno fui directo a ver mi capítal y no pasaba de setecientos cincuenta, con miedo, me salí de la fila y me quedé mirando a la calle; desde donde estaba podía verse el edificio de Office Depot, el hogar de la oportunidad que podía tener como aspirante a escritor. Me aterraba todo lo que necesitaba para mínimo, tener una mención de honor en algún concurso de poca monta: ortografía, cohesión, redacción, coherencia, personajes creíbles, diálogos reales, imaginación, inspiración, entre otras cosas que desconozco. Di un paso para irme a casa y se me cruzó por la mente:

    ‹‹¿Me rendiré así de fácil? Tengo todo un año para prepararme en los estudios, ver más carreras, aun soy joven y puedo aspirar a algo, marcarme como alguien››

    Más ideas positivas pasaban fugazmente y antes de darme cuenta, estaba formado nuevamente en la fila, agradeciendo que los que estuvieran antes que yo ya se habían ido y no parecer un completo imbécil por volverme a formar. Intentaba no pensar en que no podía, en que era mejor matarme estudiando matemáticas e inglés para reforzar mis conocimientos y el siguiente examen despedazarlos a todos y poder quitarle la decepción a mi padre. La fila avanzaba rápido para solo haber un cajero en servicio. Retiré y me regresé a Office Depot, sin pensar en nada más compre la impresora y en casa la admiré.

    ¿Cómo es posible que algo como eso pueda tener mi futuro?

    Entonces, me pregunté: ¿Qué es lo que hace de un escritor un escritor? No es la impresora, o el tintero una pluma y hoja en blanco frente a ti, sobre un escritorio. ¿La imaginación? ¿El potencial que uno tiene? Tal vez puede que incluso el tiempo influya o las experiencias que uno viva para hacerlo cambiar de opinión. En mi caso sigo sin descubrirlo. No me mal interpreten, sigo con miedo y aun temo usar esa impresora; pero si algo puedo hacer, es soñar como un sujeto normal. Aterra la idea de tener una hoja en blanco donde debes incrustar con sudor y sangre los pensamientos, tal cual pintor, tal cual escritor, todos temen.

¿Por qué digo esto?

    Puede que me tarde en actualizar, pues tengo concursos en este mes y el siguiente. Escribir para un concurso es muy diferente para una página donde cualquier puede escribir como se le hinche la próstata. En mi caso, muy diferente a escribir este fanfic. Escribo, lo dejo, y luego lo tomo de nuevo para seguir sin tener ni idea de que había escrito más arriba.

    No abandonaré el fanfic, pero agradecería que me tuvieran paciencia y no me abandonarán.

    Por eso, de una vez quiero agradecer a todas las personas que me apoyaron hasta este punto:

    Fujoshita (mi ahora novia)

    Delia (me sigue encantando su nombre, si tengo una hija le pondré así)

    Sakura (La narufan que a cualquier cosa el encuentra parecido a Naruto)

    Yami (quien siempre comenta corto y preciso)

    Danny

    Sub-zero (quien se debe de imaginar mis combates como rounds en MK)

    La_Fujoshi_Caliente (quien por razones desconocidas me abandonó, pero eso no le quita el mérito de hacerme seguir el fanfic)

    Baal (No supe de ella o él desde hace muchos capítulos, pero según se leyó mi fanfic en unos días y es logeada)

 

    Gracias por apoyarme tanto. Al final solo les puedo brindar estas palabras. Me andado algo (que aunque suene cursi, cosa que odio) que nadie más podía, fomentaban mi hobbie de escribir.

Notas finales:

And all the things that your never ever told me

And all the smiles that are ever gonna haunt me

Never coming home

Never coming home

Could i?

Should i?

And all the wounds that are ever gonna scar me

For are the ghost that are never gonna...


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