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Mayordomo Negro: Cenizas Azules por Richie Ness

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Notas del capitulo:

Espero sea de su agrado, no olviden comentar.

Mayordomo Negro: Cenizas Azules

Capítulo Cinco

–Ese mayordomo, tiene competencia–

 

    Sus dedos perdieron sensibilidad hace tiempo, arrastrarse entre túneles de tierra para transportar los minerales machaba el su cuerpo. Una semana, fue lo que necesito para estar a punto de morir, pero se salvó, un compañero logró sacarlo entre sangre y lodo de tierra que se mezcló con sus fluidos; orines y sudor.

Durante su lividez, recordó que se aferraba a la vida, cada movimiento de sus piernas para arrastrarse era un centenar de espadas clavándosele en el cuerpo. Con todas sus fuerzas deseaba seguir vivo, entonces, un brillo lo cegó y cuando recuperó la visibilidad, un ente se postraba ante él; una forma humanoide pero sin alcanzar un cuerpo sólido, parecía más bien una fumarola de polvo.

    –¿Deseas seguir viviendo? –. Dijo el ente.

    –Sí –. Respondió él. Era extraño, no sentía miedo, y una calidez lo invadió alejando el frio de las desgarradoras manos de la muerte.

    –Te puedo ayudar –. En el que se suponía que era su rostro, se figuró una sonrisa. Terminaba en picos, como si un niño pequeño lo dibujara.

    –¿Cómo? ¿Qué tengo que hacer? –. Sus ojos no dejaban de ver maravillados el movimiento ondulatorio del ente.

    –¿Lo que deseas es suficientemente poderoso como para dar tu alama a cambio?

    –Sí.

    –¿Qué deseas?

    –Sobrevivir.

    –Solo eres un niño.

    –Un huérfano.

    –Entonces, firmemos un contrato.

    Después de eso, su vitalidad y fortaleza se vieron resistentes. Veía como sus compañeros morían en los túneles como ratas, incluso él que antes salvó su vida. Pero no sentía nada, su única convicción era obtener dinero. La miseria de sueldo que conseguía la guardaba, poco a poco se fue acumulando hasta que obtuvo suficiente para un boleto. Saldría de ese agujero y se convertiría en alguien.

    –¿Por qué me ayudaste? –. Preguntó él cuando sintió al ente nuevamente. Esas ocasiones eran raras y pocas veces salía para hablar.

    –Por tú alma. Fuerte pero con miedo.

    –¿Solo eso?

    –Y bueno, las almas de los niños son las mejores.

    –Estas bromeando.

    –Sí. Te convertirás en alguien poderoso, esto será divertido.

    Sintió una descarga eléctrica, era la de una sonrisa malévola.

 

    El anciano los invitó a sentarse. Frente a su escritorio estaban dos sillas que fueron ocupados por Sebastian y Ciel.

    –¿Se refiere a Orville y Harvey Lioncourt? –. Dijo Ciel sin rodeos.

    –Así es, ¿Cómo lo supieron? –. Leander intentó esconder su expresión de asombro. Miró por el rabillo del ojo a Sebastian.

    –Digamos que tengo un mayordomo muy servicial. Más de lo necesario –. Al decir esto último Ciel se sonrojó.

    Leander suspiró.

    –He intentado alejarme de los problemas, pero parece que ellos me buscan a mí –. Sirvió otro poco de vino. Ciel y Sebastian declinaron la oferta de una copa.

    –Uno no puede borrar el pasado, a veces, este intenta regresar –. Continúo Sebastian, mirándolo con esos ojos rojos.

    –Bien dicho, esos mocosos intentaron sobornarme diciéndome el paradero de Selina, cabe mencionar que no cumplieron el trato.

    –¿En qué consistía el trato?

    –Querían encontrarlos, les dije que probablemente estuvieran en el bar de Lulu.

    –¿Les conto algo más? –. Dijo Ciel intentando controlar la situación.

    –Algo acerca de un proyecto de la Reyna, ¿saben que podría ser?

    –No, pero le daremos información en cuanto tengamos algo. Nosotros nos encargaremos de todo, incluso de rescatar a Selina.

    –Muy bien, perro de la Reyna –. Leander bebió un sorbo.

 

    –De tal palo tal astilla, los Nasnarin son alcohólicos y altaneros –. Exclamó Ciel con enojo al salir de la casa de Leander. No le importó que los guardias escucharan.

    –Los Nasnarin están involucrados en un proyecto de la Reyna, asesinos intentan detenerlos, pero nos ven como un peligro –. Dijo Sebastian intentando encaminar a Ciel a una hipótesis.

    –Eso es porque están asesinando a los Nasnarin.

    –Pero el que debería ser prioridad es el Barón Jeptha, no su sangre, además secuestraron a su hija, Selina. Algo no concuerda.

    –Una venganza familiar, casi extinguen a los Lioncourt, entonces ellos extinguirán a los Nasnarin.

    –¿Pero que tiene que ver el proyecto?

    –Fastidiar.

    –Entonces estarían fastidiando a la Reyna, por ella estamos aquí. Y el secuestro de Selina, ¿por qué no asesinarla? Y la humildad con el asesinato del niño Isaiah a comparación de Lady Fidelia y el Barón Bennett. Esto es más grande de lo que parece.

    –Lo sabremos controlar.

    –Tengo mis dudas, había otra persona en la habitación.

    –¿Quién?

    –No lo sé, pero sentía un instinto asesino increíble.

    –La prioridad es Selina, dejemos de lado auras y presencias misteriosas. Ya nos encargaremos de eso en su tiempo, lo primero es buscar el paradero de esos Lioncourt y sacarles toda información posible.

    –Yes, my Lord.

 

    El tintineo de la taza contra el plato apareció en el intervalo del sonar telefónico. Resonando por la pequeña habitación perfectamente ordenada, él le tenía un profundo odio a la suciedad y lavaba sus manos contantemente.

    – ¿Intentas evadir tu infancia? –. Dijo una vez Seth, ese nombre le dio el contratista. El ente se quejó por ser muy simple, pero era fácil de recordar.

    –Parece tan cercana –. Miró con aspecto soñador.

    –No has envejecido nada.

    –Claro que sí, lentamente, pero envejezco.

    –Deberías estar en tus cuarentas, pero te estancaste en tus veinte.

    El sonido del teléfono acabo fastidiándolo y ordenó a Seth contestar. Él escuchó atentamente un rato y después le paso la llamada a su contratista.

    –Es Jeptha Nasnarin, quiere ofrecerle un trabajo.

 

    –Entonces el imbécil de mi hijo te pidió rescatar a mi nieta –. Dijo cuándo sus dos invitados salieron de la habitación.

    –Y al parecer ellos dos también intentan rescatarla, más que eso, se adentran a un conflicto de mayor escala.

    –¿Qué haremos? –. Dijo Seth apareciendo repentinamente.

    –Esperaremos sus movimientos, con dos imprudentes asesinos sueltos y un contratista siguiendo sus pasos; Lady Selina puede correr peligro.

    –Podemos acabar esto solos.

    –No, Seth, ese demonio sintió mi presencia y un aura de maldad se extendió alrededor de su contratista. Lo intentaba defender y parecía poderoso. Aguardaremos hasta estar seguros que Lady Selina estaría bien en un conflicto.

    –Aburrido –. Dijo Seth después de chasquear la boca.

    –Todo esto me confunde –. Leander parecía irritado –. Ya no estoy para esto ¿Quieren una copa? Siempre es mejor beber acompañado.

    –No, gracias, prefiero el té.

    –Los jóvenes de hoy en día son tan cobardes –. Acabó su copa de un tirón.

 

    Orville aún estaba tendido en la cama cuando Harvey se levantó y comenzó a vestir. Nunca entendió  porque  Orville tardaba tanto en curarse, aun con el enlace de sangre de los Lioncourt. Hace tiempo creía que el culpable era él, no estimular suficiente a su compañero como para ejercer un apropiado enlace; todo eso fue despejado cuando en una ocasión duraron cerca de cuarenta minutos y perdió la sensación de su cuerpo. Orville quedo exhausto y técnicamente era imposible excitar más a una persona sin llegar a lo doloroso, el cuerpo se fatiga y el placer se pierde.

    –¿Sigues adolorido? –. Comentó Harvey al tiempo que se ponía la camisa.

    –No, ya me siento mucho mejor, de todas formas no recibí tantos machaque como tú –. Sonrió para disipar la tensión en el aire.

    –Tonto –. Susurró para sí.

    –Ya es tarde, iré con Selina para alimentarla.

    –No te tardes, saldremos de caza nuevamente.

    –¿Quién es? –. Orville se levantaba de la cama.

    –Te lo diré cuando regreses, tengo que buscar la información entre esos bultos de papeles.

    Orville miró a la dirección donde apunto Harvey. Una esquina sucia con papeles revueltos y arrugados.

    –Deberías tener más orden.

    –Cállate.

    La celda se abrió y Orville entró con una bandeja. Pan, leche, queso y galletas.

    –Es todo lo que te puedo ofrecer, lo lamento –. Retiró la atadura de la boca de Selina. Estaba tentado a desvendarle los ojos, pero se contuvo.

    –Por favor déjenme sal…

    Orville la calló con un siseo y el dedo índice sobre los labios de Selina.

    –Solo te quite la atadura para alimentarte, si no guardas silencio te la pondré otra vez y te quedaras sin comer. ¿Entiendes?

    Selina asintió y las lágrimas empaparon la venda.

    Cuando regresó a la habitación Harvey estaba sentado en la silla frente al escritorio y una carpeta abierta.

    –Este es nuestro objetivo –. Señaló Harvey.

    Orville observó la foto de una mujer, le parecía extrañamente familiar, como si la hubiera visto en sueños.

    –Lady Jane Vincent. Cuarenta y tantos años, vive en una casa a las afueras de la ciudad.

    –¿Vincent? No es una Nasnarin.

    –No, pero según los registros estuvo casada con un Lioncourt traidor, realmente era un Nasnarin y de esa relación salió un bastardo mestizo.

    Orville solo asintió, una extraña punzada le molestaba, como si algo no estuviera bien, esa mujer le trasfería una sensación familiar, acogedora. Ambos se colocaron la capucha y prepararon para salir.

 

.–Fin del capítulo Cinco–

Notas finales:

Gracias por leer. Sus comentarios ayudan a que siga públicando.


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