Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Lo que ocultan las miradas por Jesica Black

[Reviews - 164]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Capitulo II

 

                Milo se dirigió nuevamente a su casa pasada las doce del mediodía. Debido a que era el primer día de clases aun no le habían dado los horarios de los clubs, educación física y deportes. Llevaba la mochila colgada de un solo hombro y la ropa de la institución religiosa, usualmente su cabello atado dado que le impedían tenerlo largo pero viendo a sus compañeros, la mayoría llevaba el cabello hasta las caderas y nadie le decía nada.
Llegó a la casa y vio a Kardia tirado boca arriba en el sillón de la sala, aun con la ropa de trabajo puesta, seguramente había vuelto a la mañana después que él se fuera al colegio y estaba tan cansado que ni siquiera pudo arrastrarse hasta la cama. Le sorprendía que haya llegado tan tarde cuando su horario de salida los domingos era a partir de las doce, pero lo habrían tomado para terminar de limpiar el local antes de cerrar y se fue a beber a un bar de toda la madrugada con sus amigos los gemelos y Manigoldo, un compañero huraño y muy querido.

Dejó la mochila en un sillón individual y fue directamente al de cuerpo completo para sacarle las botas a su hermano y dejarlas prolijamente acomodadas al costado. Tomó una manta del armario y le colocó encima así no tuviera frío, suspiró y fue directo a la heladera para ver si tenía algunas provisiones.

–Nada –habló más para si mismo, giró a ver a Kardia quien se acomodó entre el acolchado sillón, él hacía demasiado por Milo y el rubio debía ser tolerante con su adicción malsana a la bebida, porque al menos su hermano no lo golpeaba–. Bueno, debo ir al supermercado….–cerró la puerta de la heladera.

                Con ropa de escuela se retiró hacia el supermercado que aún estaba abierto, tomó uno de los carritos de la entrada y lo arrastró por todo el local buscando algo para comer, tomó hamburguesas, pan y mayonesa. Pensó que a la noche deberían comer pizza pre-hecha y agarró de las góndolas algunos quesos. Contabilizaba los productos y sus precios mientras buscaban el dinero en sus bolsillos, levanta la vista unos segundos y ve al pelirrojo de su clase ayudando a una anciana a alcanzar un paquete de papel higiénico que se encontraba muy alto. Frunció el ceño y gruñó molesto mientras giró la cabeza hacia otro lado, evitando cruzarse con él.

–Gracias hijito, eres un amor –agradeció con su voz temblorosa la mujer mayor, Camus asistió.

–De nada señora, vaya con cuidado….–al escuchar eso, Milo arrastró su carrito hacia el lado opuesto, olvidando de contar el dinero para ver si realmente le alcanzaba, necesitaba salir de allí, ese chico lo ponía enfermo.

                Fue a la caja y comenzó a sacar todos los productos del carrito y colocarlas en el mostrador, en su cabeza lo atormentaban los pensamientos sobre el pelirrojo, que no paraban de fluir: “¿Quién se cree que es? ¿La madre teresa de Calcuta?” entre otras; la mujer que atendía cobraba todo lo que había dejado y otro joven de allí, tomó el changuito de las compras de Milo para dejarlo con los otros.

–Joven, son 27 euros por favor –afirmó la muchacha, Milo saca el dinero y comienza a contar mientras pone todo el efectivo en el mostrador–. Faltan cinco, joven.

–¿Cinco? –Milo inmediatamente busca en todos los bolsillos y no encuentre el dinero, la chica comienza a apresurarlo con la mirada mientras él se pone nervioso. Cuando estuvo a punto de admitir que no tenía dinero, una mano extendida apareció con un billete de cinco euros. Milo voltea y logra ver a Camus sonriéndole.

–Si lo necesitas puedes tomarlo –susurró. Milo pestañó varias veces.

–¡No necesito tu dinero! –gruñó violento pero aun así, agarró los cinco euros.

–Normalmente cuando alguien dice eso devuelve el dinero –sonrió casi con gracia, eso enojó más a Milo quien le tiró por la cabeza el billete.

–¡Seré pobre pero no necesito de tu caridad! –Inmediatamente mira a la chica que quedó impactada por aquella escena, Milo toma algunas cosas que daban en total cinco euros y los deja de lado–. Listo, cóbreme por favor –habló agresivo nuevamente, la muchacha lo hace y el rubio toma todas las provisiones para irse, completamente de mal humor.

–¿Qué le pasa a ese chico? –preguntó la muchacha al joven pelirrojo, éste niega con la cabeza.

–No lo sé.

                El regreso a casa fue refunfuñando, aún estaba molesto porque ese pelirrojo lo trató como un indigente, solamente le faltaba que le de una hamburguesa para comer. Bueno, no estaba realmente seguro si Camus lo había tratado así, pero eso le dio aún más bronca todavía: “El perfectito pelirrojo haciendo su perfecto trabajito”, ¿qué iba a tener punto débil ese chico? Tenía todo lo que cualquiera quisiera tener; seguramente dinero, inteligencia, belleza, una familia ¡Agh! Le encabronaba aún más, eran envidia malsana, porque comenzaba a ponerse verde.  
Entró a su casa que era un mísero departamento que daba a la calle, junto a éste había un pasillo que llevaba a dos departamentos más detrás de su casa. Cocina-Living-Comedor todo junto, un dormitorio y un baño, en general era bastante acogedor para dos personas, pero muy pequeño a comparación de los vecinos o cualquier otro ser vivo. Él compartía habitación con su hermano, aunque últimamente debido al trabajo y a las copas, Kardia pasaba más tiempo desfallecido en el sillón o el suelo, que en la habitación.

Al entrar y cerrar la puerta, Kardia comenzó a reaccionar: “Al menos está vivo” se decía para sí mismo y sonrió mientras depositaba la comida en la mesa redonda que tenía a un lado de los sillones.

–¿Q-Qué hora es? –preguntó Kardia aun con resaca, Milo gira para ver el reloj.

–Son la una de la tarde, deberías bañarte, tienes olor a whisky y sabes que detesto la bebida –bufó molesto sacando la comida de las bolsas de papel madera, Kardia comienza a reír.

–Tú también beberías si hubieras conocido a la monada que conocí ayer a la noche y que te haya ignorado toda la puta madruga…aagh da…..–se levantó con todas las de perder y estrellarse al suelo, pero logró salir vivo de entre las mantas y sentarse en el sillón–. Seguramente los gemelos me tiraron aquí, no recuerdo mucho.

–Deberías dejar de tomar tanto, hoy también tienes trabajo.

–Entro a las seis de la tarde, mamá –bufó cansado–. Además, lo dice el chico que a sus dieciséis años fuma como escuerzo.

–Es mi cuerpo.

–¡También éste es mi cuerpo, tarado! –renegó el mayor y se levantó–. Somos unos perdedores ¿no? ¿Cómo mamá pudo educar a estos vándalos?

–Échale la culpa a papá, ese desgraciado nos cagó la vida –aparta la comida que haría al mediodía y colocó en la heladera la de la noche–. ¿Vas a cenar en el restaurante como siempre?

–Sí, si…. –se arrastró hasta el baño, aun invadido por la bebida–. Me traes ropa de entre casa y unas toallas, creo que voy a vomitar y no quiero hacerlo en el cuarto.

–Sí, yo te las llevo –susurró, estaba adaptado a esa vida y agradecía que tenía a Kardia con él porque a pesar de haber sido un delincuente y borracho, era su hermano y luchaba incansablemente para darle todo lo que podía y más.

                Tal vez no tenga la mejor casa, ni tampoco todo el dinero del mundo, pero la hermandad y cariño que sentían entre ellos era tan fuerte que superaban las adversidades con las cuales se enfrentaban día a día. Milo trabajaba repartiendo diarios en la zona, como el horario del colegio era a partir de las ocho de la mañana, él iba a las cinco a buscar los diarios de su región, los dejaba en las puertas y luego directo a la escuela. No ganaba mucho, pero ayudaba a su hermano a sustentar algunos gastos. Aun no tenía edad para conseguirse un trabajo nocturno y el repetir del año le garantizaba un año más de escuela. Agradecía ser bueno en futbol, porque esa habilidad le había dado una beca para el colegio, porque si fuera por las notas, estaba perdido.

–Dijiste que conociste a alguien lindo ¿no? ¿Quién era? –Milo entró al baño y vio que de la ducha salía un vapor, a contra luz se notaba el escultural cuerpo de su hermano, agradecía que ambos habían heredado el físico privilegiado de su padre.

–Ah. El hijo del dueño –rio mientras se enjabonaba–. ¡Es perfecto! Cabello lacio largo y verde, ojos violáceos, figura perfecta y delicada, dedos pulidos, buena dentadura y olor, elegancia francesa.

–Bueno, los dueños de ese local son franceses ¿no? –se sienta en la tapa del inodoro para escuchar a su hermano.

–Sí, pero el hijo de la reputa madre me ignoró toda la noche, parecía querer evitar que estemos juntos.

–Bueno Kardia, yo si te viera a la noche caminando por la calle me cruzaría de vereda.

–¡Que puto que sos! ¿Así es como tratas a tu buen hermano Kardia?

–Bueno, bueno, no te pongas sentimental….

–Manigoldo me contó la historia, porque se lo dijo Garnet –suspiró y se comenzó a enjuagar el cuerpo–. Parece que Krest se embarazó de un fulano llamado Aeneas Bitacoros ¿viste? Era un malvivido de por ahí, fue la época donde el restaurante era un local familiar y el señor Krest era solamente un chiquillo que atendía como mesero.

–Así como vos.

–Sí, exacto. Parece que este fulano Aeneas era varios años mayor y siempre iba a ponerse en curda allá en el restaurante y armaba grandes desastres. Eso le cachondeaba…

–Espera ¿qué es cachondear?

–¿No sabes nada de cultura? –Cierra la llave de agua y abre las cortinas para tomar una toalla y enredársela en la cintura–. Calentaba.

–Ah, ya….

–Bueno, parece que Krest tenía esos gustitos por los hombres revoltosos y tuvieron sexo muchas veces en varias partes del local, de ahí nació el ‘nene de papá’, pero dado que la familia estaba completamente en contra de esa relación, mandaron de una patada en el culo a Aeneas a la calle y el bebé pasó a ser solamente de Krest, como si el espíritu santo lo hubiera embarazado.

–Jajajajaja, esa es buena –se levantó mientras su hermano se secaba el cabello con otra toalla.

–Y el chiquillo estudia piano, es el alumno perfecto de la facultad, tiene categoría de pies a cabeza, obviamente que le asusta un tipo como yo que encima se sabe de mis días de cárcel y que tengo un tatuaje de dragón en la espalda, para la gente como el francesito, somos unos inadaptados.

–Ni me lo digas, también conocí un francés en la escuela, el niño perfecto –gruñe.

–Hey, espabila y anda a preparar la comida –Kardia se da la vuelta y empuja suavemente a su hermano a la puerta–. Necesito cambiarme y no me gusta que me vean hacerlo.

–¡Para, virgen María! –se burló y salió de allí riéndose.

 

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

                La música era su vida, la única forma que tenía de distraerse y evitar indagar sobre su vida. Su ‘madre’ Krest le había enseñado lo básico en aquel arte y él se perfeccionó. Por primera vez en su vida y por obligación de su padre, había ido a tocar al restaurante de la familia, su abuelo estaba realmente agradecido por ello y le aplaudió muy fuerte una vez que terminó, mientras que el resto de su familia se embelesaba por la dulce melodía de su piano.  Él disfrutaba, pero no era lo mismo tocar por obligación que por ratos libres.
Se miró en el espejo mientras se probaba la ropa con la que iría hoy, siempre gustaba vestir más casual a pesar que para dar conciertos debía ir elegante. Una enorme playera larga que llegaba hasta la mitad de sus muslos, manga larga y color violáceo/azulado claro, unos pantalones jeans, un cinturón blanco por encima de su playera y unas botas blancas con taco medio; el cabello siempre lo llevaba suelto, decoraban su hermoso y delgado cuerpo. Dégel siempre había sido bello, nunca tuvo problemas con los chicos o las chicas, le invitaban a salir a borbotones, pero a él solamente le interesaba la música, suponía como cualquier músico. Tenía pocos amigos, entre ellos Albafica Decour, un chico distinguido por su familia; Asmita Vermont, otro amigo de la niñez que siempre había velado por un buen desempeño.

–Hijo ¿estás listo? –Preguntó Krest abriendo la puerta–. ¿Así irás?

–Sí, ¿algún problema ‘madre’?

–¡Ja! Te pareces tanto a tu padre –bufó algo molesto y niego con la cabeza–. Siempre odiaba vestir apropiadamente, así le echaron de la familia.

–¿Está bien si me visto así?

–Bueno, qué más da, sólo será otro concierto en el restaurante, puedes vestir como gustes –cruza los brazos–. Anda, que el abuelo te está esperando, se emocionó hasta las lágrimas por tu concierto.

–Sólo toque algunas melodías en el piano que me compraron, no es un especie de concierto –negó con la cabeza, Krest se acerca y le señala con el dedo.

–Mira Dégel, tu abuelo está feliz con verte tocar y lo mejor es que no armes de tus berrinches que me tienen hasta la coronilla, sé un buen niño y tócale al abuelo ese piano y esas melodías, me importa poco si es concierto o simple hobbie, así que baja las escaleras y súbete al auto.

–¿Y tú que harás?

–Debo hacer el inventario del abuelo.

–¿Piensas en la herencia que te dejará? ¡El abuelo sigue vivo! –critica.

–Silencio, el abuelo sigue vivo pero ya está bastante viejo y con una enfermedad degenerativa, lo mejor es que vayas a contentarlo en vez de estar aquí discutiendo conmigo, anda, ve….–señala la puerta, Dégel suspira y se retira.

 

                El peliverde baja por las escaleras de su casa y se encuentra con su anciano abuelo quien le inunda con su abrazo. A pesar de haber estado contra su padre en el momento de su nacimiento, su abuelo era una persona realmente hermosa y bondadosa que le había dado todo, y lo amaba por sobre toda las cosas. Había sido más un padre sustituto que un abuelo y eso Dégel le valoraba, aunque hubiera deseado poder conocer al tal Aeneas en vez de mandarlo a dios sabe dónde con todos los contactos que tenía la familia. A partir de ese día, Krest había cambiado y era agresivo no solamente con su padre sino con su hijo recién nacido al cual muchas veces dejaba llorar para que sus padres lo atiendan en forma de rebeldía, y no era para menos, cuando nació, Krest tenía dieciséis años.
Llegaron al restaurante donde se encontraban la mayoría de los empleados limpiando, Albafica y Asmita ya se encontraban allí como siempre.

–¡Buenas tardes señor Dómine! ¡Buenas tardes, Dégel! –saludaron ambos con elegancia, el señor les dio la mano a cada uno y se retiró.

–¿Qué hacen tan temprano?

–Tu abuelo nos llamó y dijo que vendrías a este horario, hay que arreglarte esa ropa y colocarte algo de base ¿eso es un grano? –Asmita estaba alterado, Dégel se distanció un poco y Alba le tomó del brazo.

–Déjalo, te preocupas demasiado por él, con la luz que hay nadie se fijará si tiene un grano en la mejilla.

–Debemos explotarlo y ponerle base así no se ve lo rojo que te quedará –el rubio se vuelve a acercar, Dégel lo deja hacer y una vez terminado la labor se adentran al restaurante.

–Buen día –saludó Deuteros desde la parte de atrás en la cocina, los dos muchachos asistieron con la cabeza–. Creo que hablar no está de moda.

–Ya déjalos, Deuteros –habló su gemelo mientras limpiaba la cocina–. Ayúdame a limpiar.

–Cierto.

 

                Los tres jóvenes se sentaron en una mesa mientras comenzaban a planificar lo que sería el concierto, como aún era temprano, el restaurante no tenía clientela más que los cuatro o cinco que saliendo del trabajo iban a tomar un café. En ese instante mientras realizan los arreglos llega corriendo un muchacho de cabellera azulada que Dégel pudo reconocer, era el chico que intentó (ebrio) coquetearle el día anterior.

–¡Ah! Llegué tarde –gruñó mientras se acercaba a Manigoldo, que le extiende un delantal negro–. Gracias.

–¿Qué pasó esta vez?

–Tenía que ayudar a mi hermano con algunas cosas y se me pasó volando la tarde –suspiró–. Apenas y pude dormir. Hola copy-paste –saludó a los gemelos desde su posición.

–Esos chistes de mierda que siempre haces con respecto a que somos gemelos –gruñó Aspros que limpiaba los platos.

–Es divertido –alego Kardia y giró para encontrarse con los ojos violeta, que inmediatamente bajaron hacia la mesa–. ¿Y qué hay de nuevo?

–Nada fuera de lo común, el mundo está que se lo carga el presidente de Estados unidos –Manigoldo y sus chistes diplomáticos siempre le causaban risa–. ¿Y tú? ¿Llegaste bien anoche?

–Sí, obviamente casi duermo en el suelo y me da faringitis, pero bien, estoy en mis anchas –suspiró–. ¿También tenemos música hoy?

–Parece.

–¡Hey, flaco! –gritó Kardia alertando a los tres muchachos que estaban allí–. Tócame una canción.

–Jajajaja pensé que ibas a decir otra cosa –Manigoldo y su doble sentido no pudo consigo mismo.

–¿Cómo qué?

–No sé, de ti puedo esperar cosas como: “Tócame la flauta” o “si eres tan bueno con los dedos, tengo un órgano que necesita tu atención”.

–Es el hijo del dueño, sino se lo decía –gira nuevamente, Dégel se había levantado.

–Tengo nombre ¿sabías? –respondió con elegancia y tiró su cabello para atrás–. Y es Dégel.

–Lo siento, Dégel –se acerca con mucha seguridad, sino la tuviera estaría realmente muerto en aquellos momentos–. Me llamo Kardia y soy empleado.

–Lo sé, me lo dijiste varias veces anoche –el muchacho se rasca la cabeza algo avergonzado.

–Lo siento, anoche me pasé de copas pero es que tengo unos quilombos en mi vida bastante fuertes, pero….bueno, ya sabes, no soy mala persona.

–No….–Dégel no parecía creerle mucho, pero no hacía nada para ignorarlo.

–Sólo estuve en prisión dos veces, pero nada más, lo mejor es ser sincero de entrada –la mirada del más joven se iba tornando a espanto a medida que el chico hablaba–. ¡Pero no maté a nadie!

–Ven conmigo hermano, no vaya a ser que la arruines –Manigoldo entra a escena para salvar a Kardia de este intento de coqueteo fallido, arrastrándolo hasta la barra, Dégel se sienta nuevamente y continúa con el papeleo–. ¿Qué te piensas que es el niñato ese? Se junta con la cremme de la cremme y nosotros somos el plato frío que nadie quiere.

–¿Eh? ¿De qué hablas? –preguntó.

–La familia de este tipo solamente se junta con chicos como él, con grandes magnates o personas de mucho poder, no con degenerados pobres como nosotros.

–Habla por ti, yo no soy pobre jajajaja –ambos rieron ante la genialidad de Kardia quien se posicionaba como ‘degenerado’ antes que pobre.

–Aun así, ese chico tiene esa pinta delicada, esas uñas esculpidas ¿piensas que va a darte la derecha a ti? ¡Por favor Kardia! Ni un acostón, ellos duermen en rosas. Personas como nosotros deben aspirar a máximo como amantes y de ellos cuando ya estén llegando a la tercera edad, como la señora Garnet.

–¿Ósea que tengo que esperar hasta que el flaquito tenga cincuenta años para moverle el bote? –Manigoldo asiste–. Espera, entonces ¿cuántos años tendré yo? ¡No se me va a parar!

–Bueno, eso ya es problema sexual tuyo que yo no quiero saber, pero ellos son muy importantes, está bien, tienen un restaurante como éste que tampoco es el tal malal, pero son personas de mucho dinero.

–Se dice taj mahal idiota, y ya, es una mierda esta vida, ojala pudiera ser un multimillonario.

–¿Sólo queres follarlo o una relación? –Kardia sonríe dándole la respuesta–. Bueno, si quieres sólo sexo con él entonces drógalo o algo, que se yo.

–Si quiero emborracharlo el que termina ebrio seré yo, no me conviene.

–No tarado, sino que vayan a tomar alguna bebida fría y le metes algo en su bebida, no sé, ¿quieres meterle un viagra? Tengo algunos –busca en su bolsillo.

–¿Tenés viagra?

–¡No es para mí! El abuelo también quiere divertirse –señala al viejo Dómine–. Así como lo vez quiere mínimamente vivir la vida loca durante los años que le quedan. Si tiene que morirse al menos que sea encima de una mujer con buenas tetas o un chico joven, pero la quiere meter lindo antes de estirar la pata.

–¡No voy a usar el viagra del abuelo para follarme al nieto! –Niega con la cabeza–. Usaré mis encantos.

–¿Tus encantos? Hombre, estas más sobrevalorado que la serie “Friends”, no pudiste ni acercarte, el niño te tiene pánico y no es para menos, anoche le hablaste borracho y se notaba….–Kardia suspiró.

–¿Nadie me va a perdonar ese desliz?

–Bueno, tus deslices son muy seguidos últimamente.

–¡Tengo razones! Un hermano de dieciséis años que hace bullying a sus compañeros en el colegio, saca malas notas y está a unos cigarros de tener cáncer en el pulmón. Si no me da un ataque al corazón me dará cirrosis.

–Yo que vos tengo cuidado, pero si quieres que el niño ese te de siquiera la hora, mínimamente tienes que venir mejor vestido o al menos con la camisa planchada –guiña el ojo–. Lo primordial está en la elegancia.

–¡Que sabes vos de elegancia! –habló Kardia haciendo montoncito con las manos y moviéndola de arriba hacia abajo–. Hace unos meses te decían ‘elegancia’ y pensabas que era la marca de vino.

–¡Bueno, bueno! Tampoco insultemos mi inteligencia –comenzó a reír, Deuteros y Aspros salen de la cocina.

–¿De qué tanto hablan ustedes dos? –preguntó Deuteros.

–Nada, que este idiota intenta conquistar al hijito consentido de Krest –Manigoldo parece gozar las desgracias de su compañero.

–¡Noooo! El chico no te va a dar la hora ni aunque se lo pidas de rodillas –habla Deuteros.

–¡Yo no quiero saber la hora! ¡Yo me lo quiero follar! –golpea suavemente la barra.

–Bueno, antes que te lo tires mínimamente tienes que hacer como que quieres saber de su vida. Este tipo de gente son como las chicas, se hacen las difícil pero al ver a un papi buenorro se les derrite el cuerpo –Manigoldo siempre con sus comentarios machistas.

–Si quieres llegar a la cama de ese chico, tendrás que trabajar mucho –comenta Aspros mirándole de reojo–. A simple vista parece de aquellos que comen caviar, así que no creo que se conforme con un pan con manteca.

–¿A quién le decís pan con manteca, copia trucha? –los cuatro comienzan a reírse.

–Bueno, mientras piensas en un brillante plan para hablar dos palabras con ese chico y parecer inteligente, ¿por qué no servimos algunas gaseosas? Me muero de sed.

–Tiene razón Deuteros, además no podemos tomar alcohol hasta pasado las doce cuando salimos del trabajo –continúa Aspros, los cuatro asisten ante la propuesta.

 

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

 

              Su hermano había salido a trabajar, por lo que Milo aprovechó a ponerse sus pantalones deportivos, una musculosa, su mp3 colgado de los bíceps y atar su cabello para salir a correr. Colocarse los auriculares y ponerse las zapatillas fue la última acción que realizó dentro de su casa. Comenzó a correr por la ciudad, saludando a los ancianos que jugaban en las plazas a las cartas, también a la señora de la tienda de golosinas. Casi no prestaba atención a nadie cuando trotaba por allí, no se daba cuenta que a unos pocos metros también otro chico había salido a correr. Dio la vuelta a la calle y se dirigió a la siguiente esquina para doblar, aunque no se dio cuenta (hasta que lo hizo) que alguien venía por el sentido contrario, chocando los dos y cayendo al pavimento.
Milo se quita los auriculares y estaba a punto de gritar cuando vio al pelirrojo en el suelo, su cabello rojo atado también, unos shorts azules dejaban ver sus pálidas piernas tan bonitas como las de una chica y sin ningún rastro de cabello, unas zapatillas marca addidas color negras y una playera manga larga de tonalidad azulina. Se tocó la cabeza y se incorporó, sin recibir ayuda del rubio.

–Lo siento, no veía por donde caminaba –se disculpó.

–¿Acaso me estas siguiendo? –Milo le habló directamente, con la mirada fruncida por extrañamiento.

–¿Qué? –preguntó.

–En mi puta vida te vi corriendo por aquí y justamente estas ahora haciendo el mismo recorrido que yo ¿qué te pasa? ¿Eres un acosador? –Camus pestanea rápidamente y niega.

–No, acabo de volver tarde de mi servicio comunitario voluntario y quise correr, normalmente lo hago en educación física pero….

–Blablabla, no quiero saber la historia de tu vida, apártate –con su mano logra desviarlo, era demasiado delgado por lo que fue muy fácil hacerlo–. Necesito seguir corriendo, mi ritmo esta bajando.

–¿No te disculparás tú también por llevarme por delante?

–Tú ya te disculpaste así que está bien por mí –se coloca un auricular.

–Este choque fue culpa de los dos, por lo que los dos tenemos que disculparnos ¿no crees? –Milo bufó molesto y le mira amenazante:

–Escucha, sé que hay cosas que se hacen de a dos como tener sexo y un niño –le acorrala contra la pared–. Y como no estamos teniendo sexo ni un niño, entonces no debo disculparme, cuando te la meta, me disculparé, mientras tanto, no lo haré….–Camus abre la boca para decir algo pero la mirada del muchacho lo silencia–. Ahora debo irme…

–¡Ah! –Le señala–. Eres Milo Antares, ya sabía yo que te conocía.

–¿Qué? –preguntó girando su rostro.

–Como te sientas detrás de mí no te he podido ver bien, pero ahora si te veo y te reconocí. He oído que eres repitente…–cruza los brazos en su pecho.

–Sí mamá, pero te juro que este año me pondré las pilas –susurra con ironía.

–Solo quería ayudar…

–No necesito tu ayuda ni la de nadie ¿de acuerdo? Ahora ve y ayuda a una anciana o dale tus dulces a un bebé, ¡me importa poco! Or wa (*) –se coloca los auriculares, imitando el acento francés de muy mala forma a sabiendas que ese chico tenía esa nacionalidad.

–Se dice au revoir….

Pero para ese entonces Milo ya no lo escuchaba, se había ido, pero no sin antes echarle un vistazo al muchachito, quien gira su cuerpo y comienza a trotar nuevamente.

–Mierda que tiene buen culo –dijo más para sí mismo y volteó hacia delante para continuar corriendo.

 

Continuará.

Notas finales:

(*) Obviamente Milo quiso decir au revoir pero no le salió, así que terminó pronunciando mal las palabras.

Antes que nada quiero decirles que el mundo no se divide en gente como Milo y gente como Camus, todos tenemos cosas buenas y malas, este fic resalta al principio las cosas malas de Milo y buenas de Camus, pero también a medida que pase el tiempo se verán cosas buenas de Milo y malas de Camus, así que no se desesperen.
Con respecto a los demás personajes, poco a poco hablaré de ellos, Manigoldo se lleva el puto fic jajaja es un genio y los gemelos también dan mucha risa.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).