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"The baddest female" por Pik

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 Desperté algo aturdida al encontrarme en mi cama. Lo último que recordaba era haberme quedado dormida en la azotea del instituto junto con...

-Chaerin -dije levantándome de golpe, sentándome en la cama.

-Dime cariño -escuché a mi lado.

Y exactamente allí estaba, sentada en una silla a mi lado, mirándome con una sonrisa forzada. Unas finas ojeras bordeaban sus ojos, y parecía algo cansada.

-¿Estás bien? -pregunté, y de golpe todos los recuerdos de anoche volvieron.

-Sí, sólo necesito dormir...

-¿Y por qué no lo haces..?

-Quería... estar aquí cuando despertaras.

Sentí un nudo a la altura del corazón.

-Ven aquí -golpeé varias veces el colchón, pegándome a la pared para dejarle espacio.

Con una medio sonrisa igualmente forzada se tumbó a mi lado. No pude evitar abrazarle, rodeando su cuello con los brazos, cuando hice esto sentí como su cuerpo tembló y comenzó a llorar. Se me partió el alma al verla así y saber que, en parte, era culpa mía.

 

Una hora después de que se quedara dormida, con sumo cuidado bajé de la cama. Me dirigí al comedor justo en el momento en que tocaron al timbre; al abrir, Minzy se lanzó a mis brazos.

-Dime que es mentira, dime que no te vas a ir -sollozó escondiendo la cara entre mi cuello y hombro.

-Lo siento... -fue lo único que se me ocurrió.

Pasamos la mañana hablando hasta que Chaerin se despertó y ambas se fueron. Prometieron no hablar del tema de que me iba, hasta que no llegara el momento. Me quedaba una semana y pensaba aprovecharla, por mucho que me costara.

 

Rápidamente llegó el sábado, a dos días de irme. Respecto a mis padres no les había dirigido la palabra en esos días. Mi madre había intentado hablar conmigo, pero apenas había estado en casa esos días y la mayoría de ellos había dormido en casa de Chaerin.

El sábado, mis amigos decidieron ir todos al pub, como despedida, solo que no lo trataron como tal. Nadie mencionó que me iba, simplemente disfrutamos de la noche como si todo fuera bien.

-¿Me concedes un último baile pequeñaja? -escuché por detrás de mi mientras hablaba con Lydia.

-Claro -me giré para aceptar la mano de mi novia.

La música cambió, y una melodía suave sonó por todo el local. Todas las parejas salieron a la pista, agarrados. Chaerin y yo nos colocamos en el centro. Rodeó mi cintura con los brazos mientras yo apoyaba las manos en sus hombros y simplemente nos dejábamos llevar por la música, balanceándonos de un lado a otro.

…............................................................................................................................................................

 

El sonido de las ruedas de la maleta me trajeron muchos recuerdos. La casa vacía, llena de cajas empaquetadas... era todo tan familiar... Fuera llovía con fuerza. Era pleno verano, pero llevaba todo el día lloviendo, como si el tiempo fuera movido por mis sentimientos.

Tras echar el último vistazo a la casa, subí al coche junto con mis padres. El aeropuerto estaba a una hora aproximadamente, el viaje se me hizo eterno. Apoyada en la ventanilla veía los edificios pasar a gran velocidad mientras las gotas de lluvia empapaban el cristal. El coche estaba en completo silencio, mi padre conducía muy tenso y mi madre miraba por la ventana. Solo se podía escuchar el lejano caer de las gotas, ahogadas por el motor del coche.

-Cuanto tiempo... -murmuré para mi misma al llegar al aeropuerto.

La gente caminaba de un lado a otro, arrastrando sus maletas, mirando sus relojes. Había olvidado todo aquello.

Tal y como había pedido, ninguno de mis amigos vino a despedirse. Odio las despedidas.

-¡Dara! -escuché una voz por detrás de mí, una voz que hizo que mi piel se erizase.

Suspiré aguantando las lágrimas que habían aparecido de la nada y me giré para ver a Chaerin corriendo hacia mi. Estaba completamente mojada y respiraba agitadamente. Cuando llegó hasta mi, me abrazó con fuerza, y sentí como su cuerpo temblaba entre mis brazos.

-Te dije que no vinieras... -susurré mirando al techo, intentando que las lágrimas no cayeran.

-Lo siento, necesitaba verte una última vez...

Acaricié su larga melena rubia, completamente mojada por la lluvia, al igual que su ropa.

-Vas a pillar un resfriado... -murmuré.

-¿Qué importa eso ahora?

-No quiero que enfermes.

-Olvídalo.

Me apretó con más fuerza contra ella y sentí su corazón acelerado sobre el mío. Un suave sollozo se escapó de su garganta y su agarre se debilitó. Aquello me partió el alma, y acto seguido comencé a llorar.

Tras varios minutos así, abrazadas, llorando en medio del aeropuerto, se alejó poco a poco de mí.

-Te quiero -murmuré al ver sus ojos rojos de tanto llorar.

-Yo también te quiero... -dos nuevas lágrimas cayeron por sus mejillas.

-Chaerin, ¿has pensado lo que te dije anoche?

-Sí... Es lo mejor para ambas.

Asentí y le cogí de las manos, bajando la cabeza para mirar el punto donde nuestros dedos se entrelazaban.

La noche anterior habíamos estado hablando seriamente. El tema de una relación a distancia nos asustaba a ambas y tras una larga discusión, nuestra relación terminó por el bien de ambas. Quería que rehiciera su vida, que se volviera a enamorar, que encontrara la felicidad en otra persona, que me olvidara... Esa última idea dolía demasiado, pero era lo mejor para ella. Yo sabía que no la iba a poder olvidar, pero ese era mi problema.

-Deberías irte... -sollozó mirando hacia otro lado, sacándome de mis pensamientos.

Sus dedos se deslizaron poco a poco de entre los míos. Nuestros ojos no perdieron contacto.

-Sandara, -escuché a mi madre- tenemos que irnos...

Chaerin se mordió el labio inferior y bajó la cabeza, soltándose por completo de mis manos. Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida, con paso lento mientras sus piernas temblaban, al igual que las mías. Entonces mi cuerpo reaccionó solo, y en un acto desesperado eché a correr hacia ella, cogiéndole de la muñeca para que se detuviera. Ella no se giró, seguía con la cabeza agachada. Con un suave tirón la obligué a girarse y cuando estuvo frente a mí, junté mis labios con los suyos, rodeando su cuello con los brazos. Sus manos temblorosas se posaron sobre mis caderas, y pasados unos segundos, movió los labios con delicadeza para devolverme el beso.

Me alejé de ella ante la atónita mirada de mis padres, que nos miraban con la boca abierta, pero en ese momento todo me daba igual. Acaricié la mejilla de Chaerin, sonriéndole mientras intentaba desesperadamente no llorar.

-Te echaré de menos pequeñaja -depositó un rápido beso sobre mis labios.

Asentí con la cabeza, lentamente, sentía un horrible nudo en la garganta.

El aviso de que el avión despegaría en breves nos hizo salir del mundo de fantasías. La volví a abrazar, sabiendo que aquello solo empeoraba las cosas. Entonces se acercó a mi oído y susurró unas palabras antes de besar mi mejilla.

-Adiós... -murmuró soltando mi cintura, alejándose.

-Adiós...

Me quedé varios segundos mirando como se alejaba, mezclándose entre la multitud, sintiendo como el nudo en la garganta crecía y como las lágrimas caían sin control.

 

Juro que no me enteré de cuando entramos al avión, ni de que despegó. Mi cuerpo se había movido autónomamente ante las prisas de mis padres. Me habían hablado, pero yo no escuchaba nada. En mi memoria se repetía una y otra vez mi último beso con Chaerin, nuestro último abrazo. Había desconectado del mundo, intentando así no olvidar su voz.

Mi vida en Corea había acabado.


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