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Entre dulce y salado por sue

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Notas del capitulo:

 

Hola hola mis queridos y adorados!!! :D Espero que se encuentren bien el día de hoy n_n bien, no sé si sabrán, pero el motivo de la tardanza de ésta actualización fue el repentino fallo de mi laptod, como supondrán tuve que pasar por el proceso de entrega y espera… ahora que el problema ha sido solucionado, espero volver a ubicarme por acá, sumimasen, pero ha sido por causas mayores a mi persona, aparte que el trabajo me tiene a tope n_nUu En fin. Sin más preámbulos! A leer se ha dicho!

 

 

 

***Flash Back de William Am***

 

En la habitación, una espesa nube gris se agolpaba en el techo mientras que el olor del tabaco y del licor de buena cepa, se mezclaba entre cabellos canosos que aún conservaban mechones rubios y unos ojos que todavía poseían la belleza propia de la juventud.

 

- Estoy buscando a un hombre que sea capaz de hacer cualquier cosa – Espetó el Am.

 

- ¿Cualquier cosa? – Otro hombre sonrió un poco, moviendo el habano a un lado de sus labios – Hasta que por fin te has decidido a unirte a la diversión William.

 

- Te equivocas – El ojiverde se hizo entender – Lo que necesito es un hombre que pueda servirme de guardaespaldas, pero que no coma cuento a la hora de obedecer todo tipo de órdenes.

 

- ¿Todo tipo de órdenes? – Una mirada insinuante fue ofrecida.

 

- Sabes que no me refiero a ese tipo de órdenes Arnoldo – William mantuvo su temple.

 

- Lo sé. Tú no eres de esos… aunque si te interesa puedo presentarte a uno de los más lascivos de Ranaya – Entrecerró el mirar – Claro, si es de tu agrado…

 

- No me interesan los hombres para esos asuntos – William no abandonaba su expresión ceñuda – Entonces ¿Conoces a alguien que me pueda servir? Sabes que pago buen dinero. Pero soy sumamente exigente.

 

- Tengo el hombre perfecto para ti.

 

A los pocos días en su oficina, llegó un hermoso hombre pelirrojo.

 

- Espero que no seas el sujeto de Ranaya Ugo – Espetó el Am, indispuesto a tener cualquier tipo de tratos con sujetos de aquel establecimiento de bajo renombre.

 

- No señor. Soy Katze.

 

Katze le hizo entrega de un sobre al rubio. William lo abrió y empezó a leer los documentos.

 

Era el hombre perfecto con las cualidades que estaba buscando. Había estado en el ejército, específicamente trabajado en servicios especiales, lo cual incluía misiones secretas y hasta espías.

 

- Estoy impresionado con tu record de vida – Anunció el ojiverde – No es algo que se vea todos los días.

 

- No es nada de lo que estoy orgulloso señor.

 

- Dime algo Katze ¿A cuantas personas has matado?

 

- … ¿Para qué desea saberlo?

 

El rubio movió su dedo índice un par de veces.

 

- No, no, no… Ese no es el modo de responder. Al parecer el estar fuera de servicio te ha puesto altanero.

 

Katze bajó la mirada, aquel verde era intimidante.

 

- Yo… nunca los conté… la verdad, dejé de hacerlo…

 

- ¿Por qué te retiraste siendo tan joven Katze? Un oficial como tú tenía todo el potencial para ser algo grande.

 

- Yo sólo quiero vivir una vida tranquila señor.

 

- ¿Con una pequeña casita y una adorable esposa esperándote, cierto? – Comentó con sorna - Bueno, voy a ponerte las cosas sencillas Katze… necesito que trabajes de guardaespaldas de mí hijo, pero también necesito que lo sigas a todos lados y me informes qué es lo que hace al minuto ¿Entendido? Por eso tus habilidades de espionaje me vienen como anillo al dedo.

 

- ¿Qué…? – No ocultó su repudio - ¿Quiere que yo sea el niñero de su hijo? No lo entiendo… ¿Por qué contratar a un espía y un asesino para algo así?

 

- Porque me dijeron que eres el más leal de los hombres. Todo lo que has hecho en tu vida ha sido seguir órdenes y nunca te atreviste a faltar a tu deber… Eso es lo que necesito. Es lo que vale para mí, más que las condecoraciones o los muertos que llevas encima… Hazme caso obedéceme en todo y puede que un día, te deje ser mi guardaespaldas.

 

- ¿No teme por la vida de su hijo estando a mi cuidado?

 

- No… el enemigo que hay que temer es aquel que está oculto y usted, mi buen Katze, al plantarse ante mí el día de hoy, ha perdido toda posibilidad de generarme temor alguno – Añadió - …Aunque, si por azares del destino se te ocurriera hacerle algo a mí hijo, ten por seguro que desearás estar metido en el peor de los combates – Sus ojos verdes refulgieron ante su amenaza – Por cierto, mi hijo por nada del mundo se debe enterar que eres su guardaespaldas, mucho menos que trabajas para mí… Verás… Raoul tiene ese absurdo interés por desobedecerme a la primera oportunidad. Siempre ha sido así. Pero, en todo momento he encontrado la manera de tenerlo en la palma de mi mano… como todo lo que quiero en ésta vida… ¿Nos hemos entendido señor Katze?

 

- Si… señor.

 

- Eso era lo que quería oír – William sonrió internamente. Se sentía tan poderoso que mandar sobre alguien como Katze, le parecía un juego de niños.

 

***Flash Back de Iason***

 

Durante el tiempo en que estuvieron juntos, Riki siempre solía prepararle a Iason todas y cada unas de sus comidas, siendo cierto que una de las formas de encantar a un hombre es a través de su estómago. El Mink estaba más que fascinado con su querido cocinero, quién no se quejaba a la hora de mimarlo cumpliendo sus exigencias.

 

- No me puedo creer que hayas podido sobrevivir sin mí. Mira que ni el café te sale – Comentaba Riki mientras se sentaba en el sillón. El ojiazul había querido hacerle el café al muchacho, pero el mismo había quedado sumamente amargo.

 

- Lo he preparado como me lo indicaste – Se sentó a su lado.

 

- Estoy agotado. El profesor nos ha puesto a limpiar todo el salón, diciendo que un cocinero debe tener disciplina y limpieza… ¿Y si pedimos una pizza?

 

- ¿Pizza? – No recordaba cuándo había sido la última vez que probó una – Está bien.

 

Riki hizo el pedido por teléfono y un silencio sobrevino. En ese instante de paz, los amantes no se dieron cuenta de lo maravilloso de su mutua compañía. No tenían ni idea de lo que les tenía deparado el destino…

 

- ¿Cómo cuanto demora? – Preguntó Iason.

 

- Media hora, de lo contrario, es gratis.

 

- Ya veo… - Iason le miró - ¿Qué hacemos mientras llega la pizza?

 

- Pues… - Riki le devolvió la mirada.

 

De nuevo, el silencio. Solo que éste no fue acallado por palabras, sino a través de acciones. Los besos se convirtieron en caricias y las caricias provocaron que los cuerpos aumentaran su temperatura. Con parsimonia, Iason deslizaba sus ágiles manos por toda la cadera morena, agitada por el deseo. La dureza del miembro de Riki se mostraba sobre la tela de su pantalón y el Mink no dudó ni un instante en liberarlo. Estaba en la gloria el pelinegro, a punto de llegar al orgasmo ante las dulces atenciones de su amado, cuando en eso, llamaron a la puerta.

 

- ¡! – El sudor se volvió frío en su frente -…La pizza…

 

- Faltan cinco minutos para que sea gratis…Que serviciales – Añadió - Ve a recibirla.

 

- ¿Estás loco? – Sabiendo que su rostro debía estar totalmente enrojecido y su miembro… aún en manos del rubio.

 

- Si no haces lo que te he ordenado, me obligarás a castigarte – Y dicho esto, Iason tomó el glande y le apretó con mayor fuerza, arrancando un gemido de la garganta del joven.

 

- Ia… son… ah…

 

- Adoro cuando te pones así.

 

Y llevado por ese “encanto”, el rubio puso mayor empeño en su labor  de masturbarle. Por supuesto que Riki hizo hasta lo imposible por aguantarse cualquier ruido que luchaba por salir de su boca. Mientras que el pobre repartidor continuaba llamando a la puerta.

 

Cuando por fin le abrieron la puerta, el joven se sorprendió al atenderle un moreno con la frente humedecida y la cara totalmente ruborizada.

 

- Disculpa… estaba en la ducha – Mintió Riki.

 

- Eh… aquí tiene – Indudablemente el repartidor no le creyó.

 

- Gracias – Riki recibió y pagó la pizza.

 

- ¡Querido, vuelve a la ducha! – Exclamaron desde el interior del departamento.

 

Riki y el repartidor se pusieron más coloridos de lo que ya estaban y como si estuvieran en automático, cada uno se fue por su lado. Luego de cerrar la puerta, Riki saltó sobre el rubio.

 

- ¡¿Se puede saber a qué ha venido eso?!

 

- ¿Qué acaso no te pareció divertido? – Mencionó

 

- Bueno… si que lo fue – Lo admitió – El pobre se ha ido todo apenado… Pero como sabía que me ibas a salir con algo, por eso yo ya tenía preparado un as bajo la manga – Riki le imitó la sonrisa.

 

- ¿?

 

Riki abrió la caja de pizza para que el Mink vislumbrara el contenido.

 

- ¿La pediste con anchoas? – Aludió con la mirada entrecerrada - Odio las anchoas.

 

- ¡Touche!– Seguidamente el pelinegro sacó la lengua.

 

- Eres cruel Riki.

 

- Al igual que tu querido – Le guiñó un ojo.

 

Se sentaron a comer la pizza. Riki se comía las anchoas que el ojiazul le llevaba a la boca.

 

- Pobre chico.

 

- ¿Quién?

 

- El repartidor. Digo ¿Te imaginas cuantas escenas como la que montamos se ve todos los días?

 

- Debe ser un empleo divertido ¿No te parece? – Opinó Iason.

 

- Posiblemente. Aunque… yo prefiero traerle comida a un único cliente… A ti.

 

- Es bueno saberlo. Porque soy un cliente muy exigente.

 

Con un ardiente beso, los hombres retomaron lo que habían interrumpido por el cumplimiento de otro bien conocido y saciado placer… el de comer.

 

***Flash Back de Raoul***

 

- Mírenlo. Es precioso. Parece una niña.

 

- ¿Qué acaso no es el descendiente de los Am?

 

- ¿Te refieres al hijo de William?

 

Tras mencionar el nombre, un breve silencio se formó en torno a las personas que cuchicheaban.

 

- He oído que su madre fue asesinada durante un secuestro.

 

- Y yo que los Am tienen amigos influyentes, sobretodo mafiosos y empleados del mismo gobierno.

 

- Yo he escuchado que tienen más poder que el propio presidente.

 

Para un niño de pequeños hombros, el peso de portar tan opulento apellido era demasiado.

 

Raoul vivía en su mansión instruido por tutores de todo tipo – desde literatura, algebra, piano y esgrima -; y en las fiestas familiares era muy poco lo que compartía con los demás niños, siendo que era hijo de William – el favorito y heredero mayoritario – los demás parientes le tenían envidia y recelo.

 

- No, es un no Raoul.

 

- Pero padre…

 

- No insistas. Sabes que eso no funciona conmigo. Tienes que aprender que cuando yo mando se obedece.

 

Raoul lo sabía, su padre era la persona que menos se dejaba influenciar. Por eso el niño se la pasaba obedeciendo todas y cada una de sus órdenes, a pesar de que su espíritu insistiera en retornarle las alas que le habían cortado.

 

El pequeño de rizos dorados veía la lluvia caer desde la ventana, golpeando la misma como un llamado, una petición al juego.

 

- “Quiero saber cómo se sentirá el césped mojado” – El niño soñaba con experimentar esa sensación en sus pies descalzos.

 

Deseaba jugar con el lodo. Construir una casa en el árbol. Rasparse las rodillas en la tierra. Recorrer el mundo como polizonte en un tren o en un barco…

 

Todo influenciado por las maravillosas historias que solía leer en la biblioteca dónde pasaba sus “ratos libres”. Porque para aquel niño de tan ilustre apellido y maravilloso porvenir, el único hobbie que se le permitía era leer un buen libro.

 

- “Las aventuras de Tom Sawyer” – Leyó William tras arrebatarle el libro al pequeño – Ya veo de dónde has sacado todas esas tontas ideas de salir a jugar bajo la lluvia. Debes leer cosas más ilustrativas. No fantasías ni cuentos sobre aventureros. Ten en cuenta Raoul que necesitas formarte y leyendo cosas como éstas, sólo te atrofiarás la mente.

 

El pequeño Raoul mantuvo la cabeza gacha mientras su padre se llevaba su preciado libro ¿Cómo le diría a su maestro de literatura que había dejado que su padre le viese leyendo aquello? Ya no tenía caso. Seguramente su padre le conseguiría un nuevo tutor. Uno que fuera más “realista” y que no pensara que leer es una ventana a la imaginación, sino un camino para obtener poder y fortunas.

 

Tanto leer y soledad, le trajo lo evidente: Un modo único de ver y entender el mundo. Para Raoul las cosas más complicadas e inverosímiles se volvían triviales y factibles. Para él las demás personas no comprendían el funcionamiento del mundo y por eso sufrían…

 

Para él, las personas le parecían en cierto modo fascinantes porque no las comprendía…

 

Se sentía solo. Solo en su mansión rodeado por lujos y comodidades.

 

Al crecer buscó de revelarse varias veces contra su padre y éste como pudo lo mantuvo a raya. No deseaba otra cosa que saber que existía y funcionaba mucho más allá de su apellido. Que podía vivir sin estar bajo la espesa sombra de William Am.

 

Y ese deseo tan tremendo suyo de obtener autonomía, pudo más que el miedo. Su intelecto le permitió luchar a pesar de haber sido victima de un secuestro en su adolescencia, sabía que las probabilidades de que algo como aquello volviera a ocurrir eran bastante altas, pero también sabía que las probabilidades de que no pasara nada también existían y también sabía que permitir que su vida fuese guiada por cuestiones de azar era cosa de tontos.

 

- “Si algo llega a pasar, yo sabré como afrontarlo” – Raoul confiaba a tal punto en sí mismo.

 

Por eso detestaba estar rodeado todo el tiempo por escoltas. Por hombres que no les importaba realmente su bienestar, sino el dinero que recibían por orbitar a su alrededor. Quería, anhelaba con fervor ser independiente y tener compañía que fuera “real”.

 

Tras sus exigencias, su padre le dio un poco más de libertad conforme pasaron los años. Raoul pensaba que era una muestra de afecto cuando realmente, se trataba de un modo de evitar una mayor rebelión de su parte.

 

El día en que le exigió a su padre que le retirase todos los guardaespaldas, William no se lo tomó del mejor modo.

 

- ¿Acaso te has vuelto loco?

 

- No los necesito padre.

 

- Por supuesto que los necesitas ¿Acaso has olvidado quién eres? Eres el heredero de los Am. Hasta el último de tus rizos vale igual o más que el propio oro – Mencionaba muy seguro y hasta con orgullo.

 

- Eso es sobreestimar nuestro apellido. Es cierto, tenemos dinero pero ¿Cuántos más no lo tienen? Nuestra fortuna es inferior a otras familias y sin embargo somos las que más custodiados estamos ¿Eso no es demostrar debilidad padre?

 

- Los hombres de la familia Am jamás seremos débiles – Anunció William con mordacidad para luego agregar en un tono distante, como si le hablase al mismo tiempo –…No de nuevo. Nunca más.

 

- Padre, sólo te pido que me permitas demostrarte que puedo valerme por mí mismo ¿Qué caso no me educaste para eso? ¿Para qué demostrara que soy capaz de liderar la familia cuando tú me lo permitas?

 

- Aún no estás listo.

 

- Nunca lo estaré si no me das la oportunidad.

 

El mayor le miró a los ojos, aquella determinación se desprendía con fulgor de aquellas gemas verduzcas que eran idénticas a las suyas.

 

- De acuerdo. Ya no tendrás escoltas.

 

- Y voy a vivir solo.

 

- ¿Qué…?

 

- Quiero un departamento. Puedo costearlo. Y quiero elegirlo según mi gusto.

 

- No lo necesitas. La casa es grande y…

 

-  Quiero algo pequeño en dónde pueda mantener el orden por mí mismo – Depender toda la vida de escoltas y mucamas lo llevaban a preguntarse si realmente tenía algo de privacidad en aquella mansión – Ya tengo treinta y todavía escoges mis sacos, zapatos, perfumes y corbatas… - Recordó y aprovechó de informar - Odio tanto esa corbata a cuadros que elegiste para mí el otro día.

 

- Pero ¿Qué dices? Si es mi favorita.

 

- La tuya padre. No la mía.

 

- Pero ¿Qué cosas se te han metido en la cabeza tan de pronto que me hablas con tanta impertinencia? Tienes tanto, lo que muchos quisieran tener y prefieres reducirte a algo tan mínimo – El hombre suspiró con fuerza - Eres igual de terco que tu madre…Está bien Raoul… Te lo permito. Puedes realizar todos y cada uno de tus caprichos.

 

Raoul sintió que su corazón rebosaba de gozo.

 

- Pero te lo advierto: A la primera que tu vida corra peligro por ese modo liberal de vivir que has escogido, volverás a tener escolta ¿Lo has entendido? – Pronunció el mayor para que le quedara muy en claro.

 

- No te preocupes. Así será padre – Hizo una reverencia, agradeciendo que fuese tan permisivo por primera vez en años.

 

Raoul era tan estratégico y ordenado que se consiguió el departamento, el empleo y el auto que quería e inició su “nueva vida” en tan sólo una semana.

 

Pero dado que siempre hubo dependido de otros para todo, su conocimiento sobre las rutas y direcciones era muy poco. Decidió que mientras arreglaba aquello, lo mejor era conseguirse un chofer.

 

Él mismo organizó todo para entrevistar a los candidatos y escoger al que mejor le pareciera – en el pasado su padre escogía desde sus tutores hasta sus parejas en los bailes de salón -, pero a la cita sólo asistió un hombre pelirrojo.

 

- “Que raro… pensé que a ésta clase de cosas solían aparecer varios interesados” – Revisó unos papeles – “A lo mejor me ha pasado con las exigencias…” 

 

- ¿Algún problema señor? – Preguntó el pelirrojo.

 

- Eh… no. Sólo que pensé que vendrían más personas.

 

- No todos están interesados en llevar y traer a alguien ¿Sabe? Los taxistas lo hacen, pero tienen libertad de irse por las rutas que deseen; pueden recoger a pasajeros distintos, lo cual reduce las posibilidades de odiar al cliente  y si su deseo es irse a casa temprano sólo deben colocar el cartel de “fuera de servicio” y problema arreglado – Mostró una leve sonrisa.

 

Lo dicho por el hombre le pareció curioso.

 

- Jum… bien “Katze” – Mencionó tras leer sus documentos - Si te parece así ¿Por qué optas por el empleo?

 

- Me sé la ciudad entera y necesito trabajo – El pelirrojo se encogió de hombros – No me molestaría llevar y traer a la misma persona todos los días. No soy para nada quisquilloso y soy capaz de tolerar  malos humores.

 

- Ya veo… “Que hombre tan extraño… pero es interesante. Además, es el único que se ha presentado a la entrevista. Debe ser una clase de presagio” - Raoul pensó – “Quién me viera… dejándome llevar por supersticiones” – Sonrió para sus adentros – Bien señor Katze, dadas las circunstancias... Felicidades, el empleo es suyo – Expresó Raoul, aguantándose la alegría de haber contratado “por sí mismo” a alguien.

 

- Gracias señor. No se arrepentirá de su decisión.

 

***Flash Back de Riki***

 

Como en cada día en su trabajo, Riki desempañaba la labor de repartidor de pizzas, aunque su momento más ansiado, era cuando el cocinero le pedía ayuda y él con sumo gusto le ayudaba en la cocina, pero eso sólo era en contadas y en muy raras ocasiones. 

 

En una oportunidad, recibió la caja de pizza y al leer la dirección, su sangre se heló al instante… el edificio Eos. Ahí era dónde Iason vivía. El pelinegro pensó en la posibilidad de fingir un repentino malestar para no tener que entregar aquel pedido, pero las cuentas acumulándose no perdonaban un acto de cobardía como aquel.

 

Riki suspiró y se llenó del valor que instantes atrás se le había sido difícil mostrar, tomó la caja de pizza y salió del local. Detestó una vez más aquel conocimiento de las pizzerías que ya se ha vuelto todo un adagio popular: Si la pizza tarda más de media hora en llegar, es gratis. No podía darse el lujo de que no le pagaran y por más que su corazón amenazara con reventársele en el pecho, tenía que llegar cuanto antes al edificio.

 

Durante todo el camino se debatió el qué haría y diría si repentinamente se encontraba al rubio – hecho no muy factible siendo que a esa hora Iason se encontraba en la oficina –, se mortificó la existencia de tal manera que no se fijó que el semáforo estaba en rojo, se pasó la luz y para su mala suerte una patrulla de policía estaba muy cerca suyo. Evidentemente lo detuvieron y ni la excusa de que era repartidor de pizza lo salvó.

 

No vio al Mink esa vez, pero si se ganó una multa y un llamado de atención al permitir que la pizza llegara más allá del tiempo estipulado y por ende, le saliera gratis al que la había pedido.

 

- Otra como esa Riki y no tendré otra opción que despedirte – Habían sido las palabras de su jefe, que era muy fácil de hacer rabiar.

 

Riki se prometió concentrarse. No podía volver a cometer otro error por andar pensando en quién no se lo merecía. Mucho menos aquel día tan ajetreado en dónde medio mundo parecía haberse antojado de usar el servicio a domicilio.

 

- “Deberían contratar a más personas… esto es explotación”

 

- Ven acá muchacho. Aquí tienes otros pedidos – Interceptó al mestizo tan sólo al abrir la puerta.

 

- ¿Más? – Se sorprendió al ver la pila de cajas.

 

- Deja de perder el tiempo y ve a entregarlas.

 

Luego de entregar aquel lote, al muchacho se le concedió un par de minutos de descanso. Tomó el periódico viejo que estaba en la mesa y como por azares del destino, el mismo se abrió en la parte en dónde estaba el anuncio…

 

- …El prestigioso programa de cocina Desafío Culinario Z, se realizará para su siguiente temporada en Tanagura. Las inscripciones han sido abiertas y no se exige ninguna clase de experiencia… El día de las pruebas para la selección del primer grupo de participantes será el día quince desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde aproximadamente…

 

Riki bajó el periódico.

 

- Será aquí mismo en Tanagura… - Mencionó y pensó – Hoy es quince… - Observó el reloj de pared que siempre era lo último que miraba antes de salir a hacer las entregas – Son las tres de la tarde… - Musitó.

 

El silencio que se produjo vino acompañado de un cosquilleo en su estómago. Un sentimiento de ansia. Un sentimiento angustioso que lo hizo levantarse de su asiento de golpe.

 

- ¡Aún tengo chance! – Iba a salir cuando en eso, su jefe lo detuvo.

 

- ¿A dónde vas? Jossua acaba de sacar las pizzas del horno.

 

- Lo siento jefe, pero tengo que salir temprano hoy.

 

- ¿Qué…? ¿Acaso te has vuelto loco Riki? No puedes irte ahora. Tenemos muchos pedidos y tú tienes que entregarlos.

 

- Lo sé, pero esto es importante.

 

- Tu trabajo es importante. Ahora, deja de decir tonterías y…

 

- Lo siento, pero con o sin su permiso, yo me voy.

 

- ¡Riki! – Llamó el hombre subiendo su tono de voz – Sal por esa puerta y considérate despedido.

 

Riki le miró dándose cuenta de la seriedad de lo mencionado, dirigió la vista a la puerta en dónde una extraña sensación lo guiaba a hacer algo de lo que ni seguro estaba...

 

- ¡Riki!

 

El muchacho abrió la puerta y fue directo hasta dónde estaba  su motocicleta, con el grito del jefe detrás de él. Encendió el vehículo y a toda marcha inició el camino hasta dónde debían de estar efectuándose las pruebas para entrar al concurso.

 

La adrenalina era tanta, que ni por un momento pensó en el hecho de que a la hora a la que iba, era muy poca la posibilidad de que pudiera hacer una participación adecuada.

 

Bañado en sudor Riki llegó al amplio sitio en dónde hombres y mujeres celebraran o lamentaban su resultado en las pruebas. Tan sólo quedaba una hora… prácticamente el último grupo ya estaba terminando y lo que era peor… para la preparación del platillo había que llevar sus propios ingredientes. Riki lamentó su suerte al permitir que una oportunidad como aquella se le escapara de las manos.

 

- No puede ser… si tan sólo me hubiese enterado antes…

 

En eso, una chica con el cabello largo y un lazo amarillo en la cabeza, se acercó hasta él.

 

- ¿Te encuentras bien?

 

- No, claro que no… - Se mostró abiertamente abatido - Quería participar… Pero es muy tarde y no traje ni un pimiento.

 

- Bueno, yo ya hice mi platillo y me quedaron algunas cosas. Si quieres podría dártelas a ver que logras hacer con ellas.

 

- ¿En serio? – La esperanza se asentó de nuevo en su espíritu marchito.

 

- Por supuesto – La chica sonrió – No me perdonaría si no te ayudase. Espera aquí.

 

Cuando la chica volvió llegó acompañada de dos hombres.

 

- Enhorabuena. Les he contado a los muchachos de tu desafortunada situación y se han ofrecido a darte de los que les sobró.

 

La chica le hizo entrega de lo que restaba de sus ingredientes.

 

- Vaya… Muchas gracias – Riki no pudo aguantarse la alegría – Esto…

 

- Ah si – Intervino la chica – Me llamo Celeste y estos de aquí son Sid y el apuesto de Norris – Los presentó.

 

- Vamos Celeste, que casi no se nota que te gusta Norris – Comentó Sid.

 

- No me gusta. Sólo admito que el condenado es guapo – La chica se cruzó de brazos y su lazo, adquirió un tono púrpura.

 

- Oigan… ¿Qué no estamos perdiendo tiempo? Hay que decirle dónde debe apuntarse – Intervino Norris.

 

- ¡Oh! ¡Tienes razón! – Celeste jaló al pelinegro – Ven por acá… Emmm…

 

- Riki. Me llamo Riki – Mencionó mientras lo arrastraban.

 

Les notificaron que era tarde para que el moreno pudiera participar, pero tras las exigencias de sus nuevos amigos, los encargados del evento decidieron darle una oportunidad al chico, más que nada por cuestión de rating, pues nada era más llamativo que un participante que llega inesperadamente a última hora.

 

Riki estaba sumamente nervioso. No tenía ni la más remota idea de lo que iba a preparar y para colmo sólo le dieron media hora para defenderse.

 

A un costado estaban Norris, Sid y Celeste dándole ánimos mientras que Riki cortaba, revolvía y sazonaba el platillo dejándose llevar por su conocimiento en la cocina de sobras – realizada hasta el cansancio en casa -  y en su experimentado paladar.

 

Cuando el tiempo se cumplió el muchacho sintió que le regresaba el alma al cuerpo. Ya no había más nada que pudiera hacer. Entregó su platillo al jurado y esperó a qué dieran su veredicto. En los escasos segundos en que llevaron la cuchara a sus bocas y degustaron de su preparación, Riki pensó en el trabajo que había perdido y en sus enormes deseos de poder mejorar en sus habilidades culinarias.

 

- Esto… está… delicioso.

 

- Concuerdo. Es una acertada combinación de sabores.

 

- Y la presentación es muy buena.

 

El corazón de Riki no dejaba de palpitarle errático mientras el jurado deliberaba. Cuando le dieron la noticia de que milagrosamente había pasado la prueba, no pudo aguantarse un grito de júbilo que rápidamente se contagió a sus nuevos amigos.

 

- ¡Lo hice! ¡Entré!

 

Los muchachos brincaron como niños celebrando el triunfo del pelinegro. Muy a pesar de que acababan de conocerse, el lazo de amistad se formó entre ellos.

 

***Flash Back de Mimea***

 

- Oh… han llegado nuevos clientes.

 

- Déjamelo a mí, yo iré a recoger las órdenes.

 

- Gracias Mimea, tú siempre tan servicial.

 

- No hay problema – Guiñó uno de sus claros ojos.

 

La chica de cabellos castaños se dirigió hasta la mesa donde se encontraba el pelirrojo con semblante preocupado.

 

- ¿Dónde se supone que hallaré una mujer que quiera ayudarnos a mentirle a uno de los sujetos más poderosos de Tanagura…? – Musitó.

 

- Esto… señor… - Llamó la chica, ya que el hombre parecía estar inmerso en sus pensamientos.

 

- Y queda sólo un día para el sábado… ¿Qué haré? – Continuó pensando en voz alta.

 

- ¡Disculpe! – Exclamó la chica.

 

El pelirrojo salió de su trance y se halló con una hermosa mujer con un adorable uniforme.

 

- Ejem… ¿Desea ordenar algo?

 

- No… todavía no… - Suspiró con suavidad - ¿Podrías traerme un café por favor?

 

- Claro… - Mimea se marchó a buscar el café – Que sujeto tan atractivo…

 

- ¿Quién es atractivo? Espero que estés hablando de mi primo Jenna.

 

- ¡Ah! Pues… claro que estoy hablando de él… ¿De quién más sería? – Debido al nerviosismo, Mimea comenzó a tener varios tics en todo su rostro.

 

- Ya… - La otra chica entrecerró el mirar, sospechando.

 

- Mira, tengo que ir a llevar éste café. Luego hablamos.

 

Llegó hasta la mesa en dónde el pelirrojo continuaba metido en sus pensamientos. Mimea colocó la taza frente a Katze y muy a pesar de saber de que lo más indicado era retirarse y esperar a que la volviesen a llamar, la muchacha no pudo aguantarse la curiosidad que le generó el hombre desde el principio.

 

- Esto… ¿Se encuentra usted bien?

 

- Eh… si… - Katze continuó tomando de su café.

 

- Pues no lo parece… - La chica continuaba detallándolo - ¿Quiere otra cosa?

 

- No… Por los momentos estoy bien.

 

- No se preocupe, si lo que necesita es hablar puede hacerlo – Sonrió – Tranquilo que no le contaré a nadie lo que me diga – Le guiñó un ojo.

 

- ¿Por qué te interesa tanto?

 

- Pues porque te ves algo preocupado y no hay muchos clientes – Se sentó en la mesa -  Tengo tiempo libre. Bien ¿Qué te preocupa?

 

Katze era de esas personas que creían en la causalidad, y llevado por ello, no dudo en hablarle acerca de su plan. Necesitaba desahogarse con alguien y si la mujer estaba dispuesta a formar parte de todo, mejor.

 

- Ya veo… así que el padre de tu amante no acepta su relación y necesitas que alguien haga de cortina de humo mientras encuentran la manera de decirle la verdad – Analizaba la cuestión.

 

- Así es – Obviamente, Katze había omitido detalles e inventado otros.

 

- Que romántico – Su corazón estaba conmovido.

 

- …

 

- Bien… Lo haré.

 

- Excelente – El pelirrojo sonrió internamente – Serás muy bien recompensada.

 

- Oh vamos, no lo hago por dinero… - Sonrió con dulzura – Sino en nombre del amor.

 

***Flash Back de Katze***

 

La vida en el internado era bastante solitaria para Katze, sus padres habían muerto desde que él era muy pequeño y su tía – que era el único familiar que le quedaba -, sólo lo visitaba esporádicamente.

 

Los demás chicos salían los fines de semana a quedarse en sus hogares y a pasar el tiempo con sus padres y él, permanecía en el amplio salón que les servía a casi treinta niños de habitación; en esos instantes, las literas vacías y la falta de algarabía, le  recordaban el espacio vacío que existía en su corta existencia.

 

No era un chico muy sociable por lo que no tenía ni un amigo, todos tenían sus propias opiniones con respecto al pelirrojo, pero la mayoría concordaba en que se trataba de un hijo ilegitimo de alguna familia que estaba siendo ocultado para evitar la vergüenza, y es que era más divertido ponerse a especular que averiguar la verdad.

 

Una verdad que el mismo Katze desconocía.

 

Sólo sabía que estaba solo y no le parecía justo.

 

Nunca nadie se debía de sentir así…

 

Dado que aquel lugar sobrevivía a base de donaciones – no era para nada un internado de prestigio, ni siquiera reconocido -, los chicos solían trabajar en las hectáreas para procurarse las hortalizas que les servirían de alimento. Al pelirrojo le encantaba escaparse en aquellos instantes de ardua labor y perderse entre los ramajes, recostarse en algún árbol o simplemente explorar llevado por la inocencia propia de los infantes.

 

Una de esas noches frías y solitarias en su amplia habitación cundida de literas vacías, la visita de un ratón le hizo sentirse en cierto modo “bendecido”. Tomó un poco del pan que había guardado de la cena y vertió algunas migajas en el suelo, el ratón se acercó con curiosidad e incertidumbre, más luego se atrevió y comió de lo ofrecido, Katze sonrió enseguida. Aquel roedor se convirtió en un visitante no oficial de aquella habitación, y el pelirrojo procuró de alimentarlo y protegerlo de los niños que no comían cuento a la hora de ponerse a perseguir ratones y matarlos por diversión, cuales gatos mimados.

 

Al pelirrojo le encantaba recostarse en el suelo de la habitación, mientras que la luz de la luna se colaba por una de las polvorientas ventanas; ahí junto a su ratoncito, el niño se imaginaba que las estrellas eran mundos que él era capaz de visitar y que en cada lugar, era recibido con mucha alegría y cariño…    

 

- ¿Te traes todo?

 

- Si tía Alicia.

 

- ¿Seguro? Mira que no pienso volver aquí después.

 

- Seguro tía Alicia.

 

- Dime sólo “tía” – Mencionó la mujer un poco incómoda. Se produjo un breve silencio – Mira que estás sucio – Se acercó y le frotó la mejilla con su pañuelo - ¿No te dijeron que vendría hoy por ti? Por lo menos debieron entregarte presentable.

 

Katze guardó silencio. Los chicos al enterarse de que iba a irse para no volver, le habían preparado una “despedida”, en donde los empujones de casi treinta niños formados en círculo, lo habían hecho caer al suelo en repetidas ocasiones. Pero dicha agresión no le había molestado ni le había sacado ni una sólo lágrima, ya que estaba contento porque por fin se iría a vivir con su tía.

 

En el pasado se lo pidió en contadas ocasiones, que lo sacara de aquel lugar solitario y frío…

 

Solo que la casa de Alicia resultó otro de esos lugares solitarios y llenos de frialdad.

 

- ¿Qué es eso? ¿Trajiste una rata? – Exclamó la mujer al verlo congeniar con el roedor que había traído de polizonte en su maleta. 

 

- Es mi mascota, tía.

 

- ¿Tienes una rata como mascota?

 

- No es una rata, es un ratón – Corrigió.

 

- Como sea… no puede quedarse en mi casa.

 

- ¿Por qué no? Es muy pequeño y no molestará.

 

- Porque son animales sucios que se alimentan de basura. Si insistes en que permanezca cerca, no tardarás en caer enfermo.

 

- Nunca me enfermé por su culpa. Come lo que yo le doy.

 

- ¿Tiene nombre?

 

- ¿Eh?

 

- ¿Qué si la rata tiene nombre? Cielos… a veces creo que eres sordo o tarado.

 

- No tiene nombre… - Nunca había pensado en nombrarla, únicamente gozaba de su compañía.

 

- Mejor – Expresó la mujer.

 

Katze no entendió al momento el porqué su tía había dicho aquello, más cuando volvió un día de la escuela, se extrañó de no encontrar en la casa al ratón – el mismo buscaba al pelirrojo y se subía sobre su mano -, la tristeza se hizo sentir pero el pelirrojo, habituado a sobreponerse con prontitud de todo pesar, se hizo a la idea de que el roedor se hallaba revisando algún rincón y que tarde o temprano aparecería.

 

En la escuela el acoso era constante, dado que sus compañeros de clases se habían enterado de que era huérfano, lo que lo hizo un blanco fácil para los abusivos.

 

- ¿Qué pasó Katze? ¿Por qué vienes así? – Preguntó Alicia tras mirarle los moretones y rasguños que trató de ocultar - ¿Te peleaste?  

 

El niño respondió con un débil asentimiento de cabeza.

 

- ¿Y eso por qué? Te envié a esa escuela a estudiar, no a pelear – Alicia insistía en regañarlo – Dime porqué te peleaste.

 

- …

 

- Responde Katze – Demandó alzando su tono de voz – No me obligues a sacártelo a coscorrones.

 

- Es que… los otros niños se meten conmigo porque no tengo papá y mamá… - Tras mencionarlo, Katze no pudo evitar que su corazón se estrujara dentro de su pecho – Tía… ¿Por qué papá y mamá se tuvieron que morir?

 

Un llanto contenido quién sabe por cuanto tiempo, quién sabe por cuantos años… se liberó sin preverlo. Las lágrimas surcaban gruesas por las mejillas rosadas y los gimoteos hacían lucir a Katze como lo que realmente era: Solo un niño. 

 

Sin embargo, aquella muestra de su inocencia no conmovió a su tía, sólo provocó que la mujer sacara a flote algo que sentía por dentro y que llevaba años guardándose. Al igual que aquel llanto.

 

- Deja de llorar Katze, eso no va a solucionar nada. Por nada del mundo debes mostrar debilidad. Tienes que vengarte del culpable de que todo esto haya ocurrido – Hablaba la mujer con histeria mientras le sostenía con firmeza de los antebrazos – Escucha bien lo que te voy a decir: Tu madre murió durante tu nacimiento como castigo, de eso no me cabe la menor duda, fue su castigo por arrebatarme el cariño de Kevin. Antes de que ella llegara, mi hermano y yo éramos inseparables… luego él se enamoró y se olvidó de mí - Mencionó con enojo – La muerte de tu madre fue un castigo divino, si… pero la muerte de Kevin no, digan lo que digan, estoy segura de que él fue asesinado. Tú eras muy pequeño cuando eso pasó, te encontré convulsionando en tu cunita, estuviste al borde de la muerte… ellos dicen que Kevin colocó algo en tu biberón y luego acabó con su vida, pero yo no lo creo así… él te quería demasiado… él no me hubiese dejado sola…

 

Para un niño de nueve años, una confesión como aquella no fue para nada sencilla de asimilar.    

 

- Tu padre fue asesinado y nadie me saca de la cabeza que el culpable es ese hombre…

 

- ¿Quién tía? ¿Quién es el culpable…?

 

- … William Am – Mencionó Alicia con un odio tremendo – Recuerda ese nombre Katze. Y recuérdalo muy bien. Por su culpa eres huérfano y estás solo en éste mundo – Reiteró, como buscando de grabárselo en el cerebro – Él es el causante de todas tus desgracias…

 

Él es el causante de todas tus desgracias…

Él es el causante de todas tus desgracias…

Él es el causante de todas tus desgracias…

 

Aquella noche, el pequeño Katze no pudo dormir. No sólo la mujer le contó que pensaba que su padre había sido asesinado, sino que lo llevaría a otro internado, uno en dónde la disciplina militar era su código de enseñanza.

 

- Ya verás que es lo mejor Katze. Cuando no se nace protegido por el dinero, las personas deben pelear para no ser devoradas…

 

El pelirrojo se levantó de la cama y desde la ventana, se dejó cubrir por la iluminación de la luna.

 

Una vez más se sentía solitario.

 

Miró a un costado y divisó una silueta oscura que resaltaba en un rincón, oculta… Katze se agachó y sin miedo atrajo hasta descubrir a su querido ratón, muerto y tieso como si hubiese sido victima de un espanto inmenso. 

 

El niño lo sabía, seguramente su tía había colocado veneno para ratas para que el roedor muriese…

 

Pero lo que Katze no sabía, era que su tía también había colocado veneno en su pequeño corazón, ya que la venganza, nacida del odio mismo, se va comiendo a los individuos de la manera más cruel e inimaginablemente posible…

 

  

 

 

Continuará…

 

 

Notas finales:

¿Qué les pareció? Tenía algunas cosas sueltas y también quería explicar otras, obviamente, más adelante se responderán – esperemos – las dudas y preguntas que se hayan generado luego de este capitulo xD Sin nada más que agregar, a todos muchísimas gracias por leer y si es de su agrado comentar n_n besos y abrazos! Bye Bye!!

 


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