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Entre dulce y salado por sue

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Notas del capitulo:

Konni chi wa!!! n_n0 Me alegra de sobremanera estar de nuevo con ustedes a pesar de las vicisitudes; mi laptod aún nada que me la entregan (Inner: sólo en éste país u_u#) pero me las he arreglado para escribir esto y parte de lo que viene, eso es lo importante :p

 

 

Luego de haberse enterado de lo de William y su relación directa con los secuestros de Raoul, Katze estuvo largo rato deliberando sobre cuál sería su siguiente movimiento. No era para nada sencillo revelarle aquella información de un sopetón, no podía precipitarse, mucho menos si no estaba cien por ciento seguro – o por lo menos un cincuenta por ciento - de que el ojiverde le creería luego de contárselo.

 

 

- ¿Sucede algo?

 

 

- ¿Por qué lo dices?

 

 

- Has estado muy distante los últimos días.

 

 

- ¿Lo he estado?

 

 

- Si.

 

 

- No lo había notado.

 

 

Katze trató de aparentar normalidad ante el evidente agobio de su amante, ayudado por el disimulo del cigarrillo en su boca. El Am siguió el camino del humo desde los labios de su amante hasta que el mismo se dispersó y desapareció sobre sus cabezas.

 

 

Era ya el quinto cigarro que se fumaba luego de haber intimado, cuando lo habitual era que el pelirrojo luego de llegar al clímax, se apaciguara con un único cigarrillo, fumado más que nada como un símbolo de triunfo, de alabanza a la majestuosa sexualidad.

 

 

Raoul, conocedor asiduo de los pequeños detalles que al final ocultan las más grandes verdades, permanecía con la mente incrustada en el significado de cada uno de esos mensajes ocultos.

 

 

- ¿Tiene que ver conmigo?

 

 

- ¿Eh? – Katze salió de sus pensamientos sobre lo de William ante la pregunta tardía del rubio. Estaba acostumbrado a que el ojiverde volviera a algún tema en específico luego de una considerable pausa.

 

 

- ¿Cómo algo que haya dicho o hecho? – Insistió antes de que el pelirrojo le diese una respuesta.       

 

 

- ¿Por qué piensas algo así? No es nada de eso Raoul… Es sólo que he estado muy ocupado últimamente y eso me tiene algo cansado y distraído.

 

 

- ¿Ocupado en qué? – Atacó sin misericordia.

 

 

- No es nada importante. Son asuntos de los que debo hacerme cargo.

 

 

- ¿Qué clase de asuntos?

 

 

- Déjalo ya. No tengo porqué contarte todo lo que hago – Con cierto enojo – Cielos, a veces te comportas como una mujer – Farfulló entre dientes.

 

 

- …

 

 

Ante el silencio impávido que selló los labios de Raoul, el pelirrojo se aproximó hasta su hombro desnudo y depositó un pequeño beso.

 

 

- Perdona, esto me tiene realmente preocupado. Resolveré todo lo antes posible mi amor, así que ya deja esa mentecita tuya quieta  – Sabiendo de antemano la cantidad de pensamientos que debían de estar transitando a toda prisa por su cabeza.

 

 

- Todo sería más fácil si simplemente me contaras.

 

 

- Todo sería más fácil si simplemente te dejaras querer y no hicieras tantas preguntas tontas – Sonrió – Anda. Ven y abrázame muy fuerte. Me encanta sentir tu cuerpo desnudo.

 

 

- Eres un pervertido.

 

 

Raoul se dejó guiar hasta recostarse en el pecho del pelirrojo y éste volvió a atender el cigarrillo. Aunque el analítico raciocinio del rubio no se calmó ni con el abrazo ni con las palabras del pelirrojo. Estaba convencido, algo estaba pasando, algo que Katze no le quería decir pero ¿Por qué?

 

 

Y llevado quizás por el temor de que su relación se acabara luego de una confesión, el rubio no ahondaba más, haciendo como si ya no estuviera interesado en el asunto.

 

 

Podía contratar él mismo los servicios de un espía para averiguar todo lo que quería saber con respecto al tema, tenía el dinero y los contactos, pero a diferencia de su padre éste no era el estilo de Raoul Am; porque desde el fondo de su corazón, el rubio esperaba que el hombre le tuviera la suficiente confianza como para contarle todo, sus ideales, sus miedos, su pasado, sus problemas…

 

 

…Y es que es de conocimiento público, que una pareja sólo puede mantenerse si existe la seguridad de poder contar con el otro en toda situación, incluyendo las más adversas.

 

 

No obstante, mientras duraba esa espera, el corazón del ojiverde se estremecía de la angustia en esos instantes de silencio, en dónde veía más allá de un pelirrojo exhalando el humo grisáceo a través de sus delineados labios, atisbando quizás el intento desesperado de un hombre por no ser descubierto.

 

 

En esos instantes de debate mental – que para nada respetaban el sagrado tiempo vinculado a la intimidad de la pareja -, Raoul detestaba en demasía su capacidad de análisis, pues le arrebataba la calma divinamente sinuosa que sólo los enamorados son capaces de experimentar.  

 

 

***

 

 

La noticia del incidente de Riki durante la transmisión de Desafío Culinario Z, logró el efecto contrario del que Kirie esperaba; era cierto que las heridas del joven le exigían sumo reposo, lo que posiblemente significaría su retiro definitivo del programa, pero en contraparte, su rostro aparecía en la primera plana de todos los periódicos y en los programas de arte y espectáculos, entregándole una curiosa y desmedida fama a un simple participante de uno de tantos programas de cocina. Porque no había ama de casa que no lo comentara a su vecina mientras llevaba a su hijo a la escuela, ni hombre que no evocara el hecho como un tema de conversación interesante, “¿Te enteraste lo que pasó en cierto programa de cocina? Hubo una explosión y uno de los participantes salió herido”; era mucho mejor para comenzar una conversación que comentar sobre el tiempo meteorológico.

 

 

Mientras iba en el subterráneo, Kirie arrugó ostensivamente el entrecejo cuando oyó a unas personas hablar lo que ya estaba cansado de oír. En el pasado lo reconocían y apenas unos meses atrás le pedían fotos y autógrafos. Él era el favorito del programa, pero lo sucedido al pelinegro, por más trágico que fuera, era de mayor rating, y lo convertía en lo único de que se conversaba.

 

 

En lo único que al público le interesaba.

 

 

- “Disfruta tus cinco minutos de fama Riki… porque cuando te hayas marchado del programa, toda la gloria volverá a pertenecerme” – Sonrió por lo bajo.

 

 

- Hablando de ese tal Riki ¿Oíste lo último?

 

 

De pronto, agudizó su audición a la conversación entablada por las colegialas que estaban sentadas muy cerca de él. Kirie abrió los ojos desmedidamente ante el rumor de que Riki mantenía una relación homosexual.

 

 

- ¿Dónde escuchaste semejante cosa? – Exclamaba una de las jovencitas.

 

 

- En el programa de chismes de anoche. Además está en todas las revistas – Mencionaba la otra como toda una erudita de la farándula.

 

 

- ¡No puede ser! Y a mí tanto que me gustaba – Se lamentaba la seguidora del show.

 

 

Al abrirse las puertas automáticas, el pelicastaño prácticamente salió corriendo, empujando a todo aquel que tenía por delante, entre ellos, a las chicas que habían comentado lo del rumor.

 

 

- ¿Qué demonios le pasará a ese? – Se quejó una.

 

 

- Quién sabe – Mencionó la otra sin ningún interés.

 

 

- Pero ahora que lo pienso… ¿No te parecía familiar? – Mencionó la que nunca se perdía un sólo capitulo del programa de cocina y se sabía todos los nombres de los participantes – Su cara me suena, pero no sé de dónde.

 

 

- Quién sabe – De nuevo, poco le importó. Lo de ella eran las telenovelas.

 

 

Kirie se comunicó con su agente, luego de haber verificado la información en un puesto de revistas, atiborrados con enormes anuncios de lo que parecía ser la noticia de último momento.

 

 

- Puede que ahora aproveches de recuperar la atención que por tu incompetencia, perdiste – Dijo el agente de lo más natural.

 

 

- ¡No ha sido mi culpa! Me he comportado delante de todos como me lo has dicho.

 

 

- Pero al parecer no ha sido suficiente… Además, aunque luzcas como un chico bueno, nada está más alejado de la realidad – Le miró con los ojos entrecerrados; en ningún momento había dudado que aquel acontecimiento en la cocina había sido obra del menor, pues estaba habituado no sólo a sus berrinches, sino a su disposición a cualquier clase de artimaña con tal de salirse con la suya – Bueno, con tal de que no hayas dejado pruebas que te incriminen, no veo la necesidad de llamarte la atención.

 

 

Kirie gruñó. Su agente era un sujeto bastante ortodoxo, por eso le exigía al chico las más extremadas de las cautelas. Llevando un excesivo control de sus actividades y apariciones en eventos públicos, aunque lo cierto era que en ocasiones el pelicastaño no le obedecía e iba a lugares dónde no debía – como los subterráneos y los centros comerciales -, buscando la atención enviciadora del ser reconocido.

 

 

- Dado que hablamos de tu más fuerte rival en el programa hasta los momentos, no dudo que ya te enteraras sobre lo de su supuesta situación sentimental – Evocó el hombre. 

 

 

- Si, lo oí ésta mañana… Con esto Riki está prácticamente acabado – Se jactaba el muchacho de ojos bicolores.

 

 

- Puede ser… - Cambió su tono – Sin irnos muy lejos ¿Cómo está Manon?

 

 

- ¡!

 

 

Kirie sintió el mismo vértigo que experimentaba cuando estaba bajo las luces.

 

 

- ¿De qué… hablas?

 

 

- Por favor Kirie. Sé que sigues viéndote con él. No lo niegues – El hombre se aproximó hasta quedar muy cerca del rostro del otro – Sabes exactamente lo que le pasa a aquellos que se atreven a salir del closet en éste medio ¿De verdad quieres ser reconocido como el “chef gay”? Porque por muy liberal que se haya vuelto el mundo, las etiquetas siguen existiendo  y cuando te etiquetan, muchas puertas comienzan a cerrarse y ni toda tu carrera artística te servirá… Estás en esto desde muy chico, deberías saberlo.

 

 

- Claro que lo sé… - Farfulló con enojo – Y ya no tengo nada que ver con él. Es más, hace tiempo que no lo veo.

 

 

El mayor se atrevió a sonreír, apartándose luego.

 

 

- Bien, digamos que te creo, porque no tengo pruebas que indiquen lo contrario… - Pensó - “Además que eres un buen actor”.

 

 

Kirie suspiró profundamente tras salir de la oficina de su agente. Llevar la carga de ser una figura pública no era nada fácil, tenía que privarse de tantas cosas que para el resto, eran de lo más naturales… como enamorarse.   

 

 

- Estúpido Riki… ¿Quién se cree al dejarse en evidencia tan fácil? – Leyó el artículo en dónde Iason comentaba de manera breve, que tenía una “fuerte conexión” con el muchacho. De pronto, se topó con la fotografía del rubio, tomada en el mismo pasillo del hospital por la reportera – Wow… Debe ser un extranjero… Y es bien guapo – Sacudió su cabeza, buscando de salir de su embeleso – Estúpido Riki… incluso eres popular entre los hombres guapos.    

 

 

Recibió un mensaje en su celular que lo hizo apartarse de un agobio para entrar en otro. Su corazón se aceleró al instante.

 

 

Te amo

 

 

Decidido a no contestar, ignoró el mensaje por unos minutos…

 

 

Te dije que no me escribieras esa clase de cosas – Le escribió a modo de contestación, no pudiendo con la tarea de ignorarle.

 

 

¿Cuándo nos vemos? – Recibió al instante.

 

 

Te dije que no lo sé – Envió, aunque lo cierto era que le alegraba que le contestara a la brevedad.

 

 

Te estaré esperando en mi departamento ésta noche – Obtuvo, de seguido.

 

 

Kirie suspiró. La necesidad de verle se extendía por todo su cuerpo. Luego escribió yendo en contra de los consejos de su agente:

 

 

Ok. Aprovecha de descansar, porque no te dejaré dormir ésta noche.

 

 

Su odio por Riki había aumentado tras enterarse de que era homosexual, no por el hecho de que lo fuera en sí, ya que el de ojos bicolores mantenía una relación clandestina con un muchacho pudiente, que había conocido en una de tantas fiestas sociales a las que estaba habituado a asistir desde muy temprana edad.

 

 

Desde el primer instante, los ojos de Kirie no pudieron evitar caer en el joven de finos rasgos faciales y de cierta elegancia a la hora de desenvolverse en las conversaciones. Lo cierto era que en todo momento, Manon sabía que estaba siendo observado por Kirie  y es que la peculiaridad de sus ojos, sin percatarse, lo dejaba en evidencia cuando algo le llamaba la atención. El que dio el primer paso fue Manon, aprovechando que la horda de personas que naturalmente se acumulaban en torno a Kirie, se hubo retirado ante la llegada de una celebridad que en aquel entonces, se encontraba vinculada a un escándalo de adulterio. Un intercambio breve de sonrisas dio inicio a una conversación llena de elogios y adulaciones por parte de Manon, que desembocó - quizás, llevado por la euforia de recibir tantos halagos de un esbelto chico guapo y no de un rabo verde panzón -, en un encuentro sexual apasionado en el servicio de caballeros. Luego de aquello, mantuvieron el contacto y la actividad sexual cada vez que tenían el más mínimo de los chances. Kirie gozaba en secreto de su astucia al mantener aquel romance lejos del ojo de los paparazzis y más aún… había cierto éxtasis que lo enviciaba… a sabiendas de que su imagen de “chico bueno” se destruiría inmediatamente si se enteraban, desempeñaba de manera agresiva su papel de activo, siendo en ocasiones bastante cruel con el otro. Sin embargo, Manon gustaba de ser tratado con cierta bestialidad, como contraste de su vida llena de reglas y un actuar acorde con la alta sociedad; incluso tenía una novia muy hermosa, una modelo que era la sensación y por la que se peleaban la mayoría de los editores de revistas y los hombres. A Manon muy poco le importaba éste asunto, pero lo cierto era que desde que hubo conocido a Kirie, mucho menos le importaba lo que le pasaba a su novia.

 

 

El joven acaudalado estaba derretido de pasión por el cocinero de quien se había enamorado a primera vista cuando hacía años, lo vio usando un traje de ángel en un programa de cocina; a pesar de ser sólo un niño, Manon lo supo: Estaba enamorado. Tanto así, que le exigió a su padre el asistir como público en el programa. A su padre no le costó mucho complacerle aquel capricho a su hijo y por primera vez, Manon pudo ver a su ídolo en persona, incluso había hecho fila para pedirle un autógrafo y cuando se lo firmó utilizando el nombre de Angélique, Kirie le sonrió con la ternura cándida propia de los infantes; Manon se sonrojó de pies a cabeza, el rostro angelical del niño, cundido de pecas, brillaba majestuosamente por unos ojos tan preciosos como increíbles.

 

 

Desde entonces le hubo seguido el rastro, y como todo acosador, tenía todas las revistas en las que hubo participado, las copias de los programas en los que estuvo y cada una de las baratijas que salieron de la mente de los de mercadotecnia.

 

 

Cualquiera pensaría que Manon estaría contento de poder estar en los brazos de la persona que más amaba, pero no era así… y todo porque Kirie fuera de la clandestinidad, lo negaba y trataba como uno más del montón… O peor, hacia como si él no existiera; eso le dolía poco al principio pero con el pasar del tiempo, comenzó a serle insoportable.     

 

 

***

 

 

Riki no podía salir de su asombro, tras entrar Celeste y el resto de sus compañeros – con extremada dificultad -, lo primero que hicieron antes de saludarlo fue mostrarle una de las tantas revistas que relataban lo de su relación con el rubio.

 

 

- ¡Estas en boca de todos! – Anunciaba la chica del enorme lazo color rosado con júbilo.

 

 

- Te lo tenías guardadito pillín – Norris le guiñó el ojo.

 

 

- Hay que ver Riki. Con razón no logré capturarte con mis encantos – Se lamentaba Rourke, pues al ver la foto del querido de Riki, le hubo comprendido enseguida.

 

 

- Que escándalo – Mencionó Sid por simplemente decir algo.  

 

 

- ¡Pero bueno! ¿Cómo se las arreglaron para entrar? – Retó, pues uno de los hombres enviados de parte del show le hubo informado que montaría guardia para que no le asediaran. 

 

 

- Por favor Riki – Celeste sonrió – Somos tus amigos, es normal que se nos permitiera el paso.

 

 

- Además teníamos que venir a confirmar lo que muchas veces, son inventos de los periodistas para ocupar espacio es una columna carente de consistencia… Y bien ¿Nos lo contarás todo? – De nuevo, otro gesto cómplice.

 

 

- Norris, no seas impertinente – Le regañó Sid.

 

 

Riki estaba completamente sonrojado. Una de las enfermeras le había llegado con el chisme y ahora sus compañeros se la aseveraban.  

 

 

- “Maldito Iason… por su culpa no han dejado de molestarme desde tempranas horas” – Tuvo deseos de jalarse los cabellos, pero dada su situación tuvo que conformarse con un suspiro – “Aunque eso significa…”

 

 

Que todo el mundo supiera que era gay era lo de menos – luego se encargaría de hablar seriamente con sus padres, que ni enterados estaban del asunto cuando se fue de casa para volverse independiente -, había algo de mayor peso...

 

 

- ¿Piensas montarme una floristería en la habitación? – Aunque lo mencionara a modo de queja, lo cierto era que estaba contento.

 

 

- Si no son de tu agrado puedo dejar de traerlas – Iason colocaba las rosas que había traído en el jarrón.   

 

 

- No. Déjalas. A las enfermeras y a Mimea les han encantado… ya sabes cómo son las mujeres con eso de las flores.

 

 

- Tienes razón.

 

 

Hubo un breve silencio. Riki agregó, buscando de romper con el mismo:

 

 

- A mí… también me gustan… tienen un aroma muy agradable, muy dulce… - Sus mejillas adquirieron color – Sabes que no puedo resistirme a lo dulce.

 

 

- Lo sé – Sonrió.

 

 

- Iason…

 

 

- ¿Si?  

 

 

- ¿Por qué le dijiste todo eso a los reporteros?

 

 

- ¿Te he metido en problemas?

 

 

- Bueno, no lo llamaría exactamente problemas…

 

 

Riki recordaba lo estresante que había sido rechazar a los insistentes reporteros que luchaban por conseguir la confirmación de su propia boca; incluso la productora le había informado que no diera ninguna clase de comentario al respecto – al parecer una confirmación o una negación, no eran nada comparadas con la divina expectativa de aquello que se desconoce.

 

 

Aparte que había ocurrido lo inevitable…

 

 

Su madre – que era fanática de los rallity show - le había llamado al teléfono primero completamente alarmada por lo de su accidente y luego alarmada por su supuesta orientación sexual, todo mientras escuchaba al fondo la voz gruesa de su padre indignado, pues desde un principio, había pensado que su oficio no lo iba a llevar a nada bueno.

 

 

Todavía recordaba aquella pintoresca conversación que tuvieron:…

 

 

“Papá, quiero ser chef y si me quedo aquí, no podré hacer mi sueño realidad”

 

 

“¿Pero que tonterías dices? Ese no es trabajo de hombres. Tienes que ser un mercader, como tu padre”

 

 

“¿De qué hablas viejo? Los mejores cocineros del mundo son hombres. Además no tengo pensado quedarme con tu tienda apestosa”

 

 

“¡¿Eh?! ¿A qué le llamas tienda apestosa?”

 

 

“Es una charcutería ¡Apesta por ley!”

 

 

“Pero esa tienda apestosa como le llamas, es la que nos ha levantado a nosotros como familia ¿De dónde crees que nos hemos sacado el dinero para criar y alimentar a un niño tragón como tú?

 

 

“Por eso te digo, me voy a la ciudad para volverme un chef y así retribuirles a ti y a mamá todo lo que han hecho por mí”

 

 

“No tienes que irte hijo. Aquí mismo puedes ser peluquero”

 

 

“¡Que no quiero ser peluquero sino chef!”

 

 

“¡Es lo mismo malagradecido! Cualquiera de las dos son trabajos para mujeres y maricones”

 

 

“¿Ah? ¡No tienes idea de lo que dices anciano! Si no fuera por ellos no existirían los platillos que tanto te gusta tragar y no podrías mantener el horrible corte de cabello que tienes”

 

 

“¿Qué es lo que has dicho mocoso?”

 

 

“¡Me has oído bien viejo!”

 

 

… Si, exactamente de aquel modo se había formulado la conversación, acabada por la intervención de la madre con un fuerte y autoritario “¡Ya basta ustedes dos!”; y es que ellos mantenían ese tipo de relación, en dónde el padre y el hijo competían a diestra y siniestra por el dominio de la razón en el hogar – aunque lo cierto era que al final, la progenitora era la que tenía todo el poderío -, por eso no comían cuento a la hora de pelearse verbalmente por tonterías, pero en un tono amistoso y sin salirse de los límites que ellos con el tiempo, habían logrado trazarse.

 

 

Aún así, esa conversación había sido diferente, pues significaba que Riki renegaba el destino que su padre quería trazarle y lo que era peor: que el polluelo abandonaría el nido definitivamente.

 

 

El pelinegro era hijo único y su padre era de aquellos hombres que no esperan a la primera oportunidad para mostrar con soberbia, las habilidades de su primogénito. Por eso, en toda su infancia, Riki luchó hasta el sofoco contra actividades que no lo llenaban para nada, como lo eran los deportes; porque no era que no le gustara jugar al soccer, sino que detestaba ver a su padre echándole en cara a los otros de que él iba a meter más puntuaciones que los otros niños o al gritarle desde las gradas que corriera más o al regañarle cuando se comportaba en el campo de juego de una manera que no le parecía la más idónea.  

 

 

Cuando se había quejado con su madre diciéndole que su padre no dejaba de molestarlo, la mujer le había hecho entender todo con unas palabras que resonaban en su mente todos los días:

 

 

“Riki, lo hace porque te quiere y está orgulloso de tenerte como hijo. Él sabe que triunfarás, sólo que es muy cabeza hueca como para no entrometerse”

 

 

Riki sonreía cada vez que recordaba las palabras de su madre. Extrañaba mucho a sus padres y por ellos, esperaba mantenerse firme en la adversidad.

 

 

- “Pero si mi padre llega a tener enfrente a Iason…” - Explotó - ¡Ah no! ¡Que se atreva ese viejo a decirle algo y lo haré beberse un envase entero de salsa picante!

 

 

- ¿? ¿De qué hablas Riki?

 

 

- … - Se sonrojó de pies a cabeza. Había exclamado aquello en voz alta – De nada en particular…

 

 

El Mink se alegraba de ser espectador de ese lado del muchacho.

 

 

- Iason… tú y yo… ya nos reconciliamos ¿Verdad?

 

 

El rubio sonrió un poco. Seguidamente se acercó hasta el pelinegro y le tomó del mentón con sus largos dedos.

 

 

- ¿Es qué acaso te queda alguna duda?

 

 

- No… es que…

 

 

No pudo continuar hablando, pues los labios de su querido se posaron sobre los suyos. El Mink se apartó para admirar aquella cándida expresión que sólo podía arrancarle al joven con besos y caricias.

 

 

- A mi también me fascina lo dulce ¿Sabes? – Delineó los labios del pelinegro – Y para mí, no hay nada más dulce que tus besos.

 

 

- Eres demasiado cursi… debiste ser escritor – Aunque lo cierto era que sus palabras lo hacían derretirse.

 

 

- Je je, quizás… - Suavizó aún más su voz mientras le prodigaba besos en el cuello -

- Quiero hacerte el amor – Le susurró al oído.

  

 

- ¡¿Qué?! – Se apartó como pudo - ¿Estás loco? No podemos hacerlo aquí – Su corazón latía frenético dentro de su pecho.

 

 

- ¿Y entonces cuando? Es difícil contenerse ¿De verdad quieres que viva masturbándome viendo fotos tuyas de las revistas como lo hacen tus fanáticos?

 

 

- Espera… ¿Qué? – Su cara era un poema. El Mink no dejaba de tocarlo, buscando evidentemente de incitarlo – ¿Haces eso… en verdad?

 

 

- Si… y mucho. Es por las ganas que te tengo.

 

 

- Alguien podría… llegar y vernos… - Lo cierto era que él también se moría de las ganas.

 

 

De nuevo, Iason se hacía con su cuello y lo llenaba de besos por todas partes. Los gemidos se escapaban de su boca como pidiendo auxilio y sus piernas, se frotaban entre ellas buscando de apaciguar la pasión que sólo el rubio le despertaba. Casi agradeció a los cielos cuando el Mink metió su mano entre sus piernas y empezó a acariciarle el despierto sexo.

 

 

- Por favor Iason… - Pidió en un gemido – Házmelo…

 

 

- ¿Estás seguro? – Preguntó divertido – Alguien podría entrar y vernos – Utilizando sus palabras.

 

 

- Deja de hacerte de rogar – Espetó con enfado, le molestaba de verás no poder él mismo agarrarlo como quería. Su movimiento era limitado y el Mink se aprovechaba de ello para hacerlo sufrir.  

 

 

Al recibir el visto bueno por parte del muchacho, el rubio llevó de nueva cuenta su mano hasta la pelvis. Riki hacía lo posible por respirar y no atragantarse con la saliva, la maestría de los dedos del Mink lo estaban volviendo loco.

 

 

- Ah…

 

 

Mientras el rubio poco a poco iba incrustándose en su carne, el pelinegro lamentó el no ser capaz de abrazarlo como quería. Iason, como buscando de calmar sus ansias, le acariciaba los muslos y se movía con movimientos delicados.

 

 

- Extrañaba tanto sentirte Riki… ¿También me extrañabas?

 

 

- … - Si hubiera podido, se hubiese cubierto el rostro; ladeó un poco el mismo.

 

 

- Por favor Riki, mírame – Pidió - ¿Por qué lloras? ¿Te he lastimado?

 

 

- No… son lágrimas de dicha – Confesó con el nudo en la garganta – Por supuesto que te extrañaba…

 

 

El ojiazul se conmovió.

 

 

- Riki ¿Puedo moverme más rápido?

 

 

Riki asintió y el rubio aumentó el ritmo de las embestidas. Aquel anhelo angustiante que tenía desde hacía meses, sólo Iason era capaz de aplacarlo. Deseó con todas sus fuerzas exclamar su nombre sin ninguna clase de reparo, pero ya era incompleto desatino arriesgarse a hacerlo en la habitación de un hospital, yendo en contra de las ordenes médicas de absoluto reposo… y faltando de cierto modo, el respeto de aquel que pudiera encontrarlos en pleno acto.

 

 

Para su buena suerte lograron entregarse a la pasión sin que nadie los interrumpiera.

 

 

- Tenía pensado que nuestro primer encuentro sexual después de lo que pasó, fuera más romántico. Pero no he podido esperar – Expresó el ojiazul a modo de disculpa – Te prometo que para la próxima será especial.

 

 

- Ya ha sido especial para mí – Sus mejillas continuaban entintadas.

 

 

- Aún así lo haré: Te llevaré al más elegante de los hoteles, mandaré llenar la habitación con frondosas rosas rojas y te cubriré de besos y caricias la noche entera.

 

 

- …Creo que me conformo con hacerlo en tu cama – Le gustaba porque tenía el aroma del otro.

 

 

- Hablando de eso Riki, cuando te den el alta, quiero que vuelvas a mi departamento.

 

 

Las mejillas de chico, ya ruborizadas de por sí, adquirieron mayor tonalidad.

 

 

- ¿Realmente puedo?

 

 

- Si no lo haces me molestaré.

 

 

- Mira que decir algo así – Bufó.

 

 

- ¿Te preocupa lo que puedan decir ahora que eres famoso?

 

 

- ¿Qué tonterías dices? Yo no soy famoso – Exclamó – Además así no podría serte de mucha ayuda… ¿Iason? – El hombre se hubo acercado de nueva cuenta hasta él.

 

 

- No importa. Te cocinaré, te lavaré la ropa, te bañaré e inclusive te limpiaré el trasero. Te atenderé en todo lo que sea necesario.

 

 

- ¿Cómo puedes decir algo así con una cara tan seria? – Sentía que las mejillas le hormigueaban.

 

 

- Te amo. Todo lo que sea contigo, es serio para mí.

 

 

- Es bueno saber eso… Aunque, creo que lo mejor sería dejarle las tareas de la casa a Daryl, es un buen chico.

 

 

- Lo es, si… Pero quiero que sepas que mientras no estuviste y viendo tus programas, he aprendido una que otra cosa. Con decirte que ya sé preparar el arroz sin que se queme – Anunció con orgullo.

 

 

- Iason… - Tuvo que contenerse un suspiro y las ganas enormes de tirársele encima para comérselo a besos – Definitivamente tengo que probar ese arroz.  

 

 

***

 

 

Mimea no dejaba de lanzar risitas burlonas y de tambalearse, mientras que Raoul hacía lo posible por mantenerla de pie.

 

 

- No puede ser que te emborraches con una copa de champagne.

 

 

- Raoulito… me siento muy mal.

 

 

- ¿Cómo puedes decir eso con una sonrisa en el rostro?

 

 

- No me regañes… - Hablaba con un tono aniñado.

 

 

- Vamos, llamaré un taxi para que te lleve a tu casa.

 

 

- ¡No, a mi casa no! – Exclamó – Si mis padres me ven así… me van a matar.

 

 

- Bueno, vamos a mi departamento entonces – Divisó un taxi y lo detuvo – Aunque eso de que te van a matar, es una exageración. 

 

 

- Creo que voy a vomitar…

 

 

- ¡Trate de no hacerlo! – El chofer alarmado ante la posibilidad de que le ensuciara los asientos.

 

 

El rubio marcó el número del pelirrojo.

 

 

- Voy a mi departamento. Tuvimos que marcharnos porque Mimea se sentía algo indispuesta…. Te espero allá.

 

 

Katze le había informado tras dejarlo en el local, que en cuanto volviera por él, le hablaría de algo importante. Por eso no había dudado en contarle a Mimea – con la que solía salir para mantener la imagen de la pareja de enamorados - buscando valor y evitar molestar a su amigo Iason.

 

 

Aunque era obvio que la chica no había sido de mucha ayuda esa noche.

 

 

Llegaron al edificio Eos y Raoul llevó con cuidado a la chica hasta su departamento. No fue una tarea sencilla, dado que si la joven era en extremo inquieta cuando estaba sobria, más lo era cuando había perdido parte de su capacidad de raciocinio.

 

 

- Mi pobre amigo está en el hospital… - Hablaba, haciendo uso de su memoria reciente y retazos de pensamientos aleatorios - …Las rosas lo van a curar…

 

 

El Am no le contestaba, sabía que hablar con alguien que estaba bajo las influencias de bebidas alcohólicas, era una pérdida de tiempo.

 

 

Con dificultad abrió la puerta y entró con la pelicastaña. Haciendo uso de uno de sus pies, le dio un empujón a la puerta, buscando de cerrarla.

 

 

- Tienes que reponerte. Katze no tardará en llegar – Aunque era obvio que en su estado, la chica no sabía ni quién era ella.

 

 

Las mejillas, totalmente rojas por efecto del alcohol y acentuadas por el poco maquillaje que le quedaba, le daban a su rostro un toque encantador. Raoul examinaba a la mujer en la cama sin ninguna clase de pensamiento obsceno, no era que Mimea no le resultase atractiva, sino que al parecer el grado de autocontrol del rubio era tal, que le permitía hallarse en aquella situación sin perder la serenidad ni los estribos.     

 

 

Se subió sobre la cama, más específicamente arriba de la chica, y la examinó como el que hace un estudio científico.

 

 

La pelicastaña volvió a balbucear palabras inentendibles, el Am de nuevo no se angustió por ellas.

 

 

Su preocupación por estar en la cama con la persona equivocada, era señal de que algo estaba mal. Después de todo, se suponía que esa clase de cosas no debían de suceder cuando se tiene una pareja.

 

 

- “Aunque… realmente no sé cuán serio se esté tomando Katze todo esto” – Pensó, con sumo agobio.

 

 

A pesar de no haber bebido ni una sola gota, tenía un mal sabor en la boca; la pastosa y amarga sensación de algo que no se desea considerar bajo ninguna circunstancia.

 

 

Por un momento, el ojiverde se trasladó a la escena indeseada en dónde la pasión, no único pero si primordial motivo de sus constantes y ardientes encuentros, se extinguía para dar paso a la separación.

 

 

Raoul se angustió tanto que su organismo se vio enormemente afectado, le dolía el estómago, le costaba respirar y un sudor frío – a pesar del aire acondicionado presente en la estancia –, comenzaba a surgir de sus poros.

 

 

Completamente alarmado por la momentánea ensoñación, deseó tener la absoluta potestad de ser él mismo el causante de la inevitable ruptura; pensando que de aquella manera el dolor sería más llevadero, pues no se trataría ya de un evento sorpresa sino premeditado, esperado… e irónicamente hasta ansiado…  

 

 

- Tal vez debí de traer algo para beber. La licorería queda cerca y sólo me tomaría unos minutos – El pelirrojo deliberaba mientras aguardaba que los números del ascensor le indicaran que había llegado al piso correspondiente - No mejor así. De esa manera salimos un rato y podré decírselo… - La verdad era que estaba nervioso.

 

 

Katze iba a llamar, pero se sorprendió al darse cuenta de que la puerta del departamento del Am se hallaba abierta. Pensó seriamente en regañarlo por su imprudencia, era muy peligroso que no se asegurara de cerrarla.

 

 

Se aventuró a entrar y examinar el lugar – con la familiaridad del que considera un sitio su segunda casa -; enorme fue su sorpresa al llegar a la habitación y encontrar al rubio y a Mimea, ambos, en la cama.

 

 

Hubo un silencio sepulcral, en el que el pelirrojo trató de verificar que lo que estaba viendo era real y no un invento de su imaginación, Mimea inmersa en su ensueño de borracha y Raoul, dándose cuenta de que la situación, daba para pensar cosas erróneas.

 

 

- Katze, no es lo que parece – Habló el rubio con serenidad mientras se levantaba de la cama – Mimea tomó de más y no podía llegar a su casa en ese estado.

 

 

- …

 

 

- Me pidió que no la llevara a su casa, así que la traje aquí.

 

 

Sin mencionar una palabra sobre el asunto, el pelirrojo observó a la chica quien, en efecto, estaba tan ebria que ni cuenta se daba de su presencia, ni del resto mundo. Pero eso no explicaba la razón por la que el Am se hallaba sobre ella, dando pienso a un ataque sexual.

 

 

Esbozó Katze por fin, con su voz templada:

 

 

- ¿Podemos hablar un momento?

 

 

- Claro.

 

 

Se fueron a hablar a la sala, mientras que la pelicastaña continuaba descansando en la cama del Am.

 

 

- Me tocará dormir en la otra habitación. A menos que me ayudes a moverla, a pesar de todo, la chica es pesada – Confesó el ojiverde - ¿Te molesta si nos cambiamos de cuarto por ésta noche?

 

 

- ¿? ¿De verdad crees que tengo ganas de coger luego de lo que vi?

 

 

- ¿De lo que viste? ¿Y qué viste precisamente?

 

 

- Nada – Esbozó para luego entregarse al silencio.

 

 

- ¿Estás molesto conmigo?

 

 

- No.

 

 

- ¿Con Mimea?

 

 

- Tampoco - Continuó: - Además, así quisiera no podría. No tendría derecho para estarlo dado que todo esto es mi culpa. Fue mi idea el que ustedes dos se hicieran pasar por novios… Fue muy inocente de mi parte creer que esto, en nada nos afectaría – Se cubrió el rostro con ambas manos.

 

 

El rubio mantuvo la compostura. Lo mejor en aquel momento, era de aprovechar al máximo la conversación, después de todo, no estaba seguro de cuando el pelirrojo volvería a entrar en estado sentimental.

 

 

- ¿Piensas que me ha llegado a interesar Mimea sexualmente?

 

 

- Te entendería, es una joven muy bonita.

 

 

- Pero te quiero es a ti.

 

 

- Lo sé – Sonrió, agradecido.

 

 

- Paso tiempo con Mimea porque consideraste que era lo mejor – Agregó – Tú y yo ya no hablamos. Desde hace días lo único que hacemos es tener relaciones – Inesperadamente, se apoderó de sus mejillas un leve sonrojo – Me gustaría que habláramos de vez en cuando. Por lo menos Mimea me habla; así sea de cosas de mujer.

 

 

El pelirrojo se sorprendió ante su confesión.

 

 

- Entiendo – Katze comprendió a qué se refería específicamente – Tengo tantas cosas en la cabeza, que no me di cuenta de que te sentías de esa manera… lo siento.

 

 

Un hormigueó se asentó en el estómago del rubio.

 

 

- Así es, es bueno que te disculpes… - Dijo, aunque lo cierto era que se sentía conmovido por su comprensión y buena disposición - ¿Me contarás qué es lo que te ha tenido tan pensativo?

 

 

- ¿Nunca te rindes, cierto? – Sonrió, ésta vez divertido ante la insistencia del rubio.

 

 

- Bueno, dado que no vamos a tener relaciones ésta noche, por lo menos compláceme respondiéndome la pregunta.

 

 

Katze buscó en su bolsillo y el Am dedujo que de nuevo trataría de ahogar la conversación con el humo del cigarrillo.

 

 

- … ¿?

 

 

Raoul se extrañó cuando el pelirrojo le tomó la mano y deslizó en uno de sus dedos un anillo. Al tener de vuelta su mano, admiró el brillo de la piedra, tan verde como sus ojos…

 

 

- ¿Y esto Katze? ¿Un obsequio? – Pensó que de aquel modo, buscaba de resarcir su lejanía. 

 

 

- Más o menos… – Ésta vez, el pelirrojo si sacó un cigarrillo, llevado por un leve e inesperado ataque de nervios; tras encenderlo y botar el humo, completó la oración – Es más bien una petición… - Le miró directo a los ojos y le preguntó con ternura: - ¿Te casarías conmigo Raoul?

 

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

 

Notas finales:

 

(Inner: Yo sé a qué personita le va a dar literalmente un ataque luego de leer este capi ¬_¬ ) ja ja a todos muchisimas gracias por llegar hasta aquí y si es de su agrado el comentar. Ya veré como me las arreglo, pero de que actualizo actualizo, ya saben soy de Venezuela (creo que con solo informar eso se perdona la tardanza je je) les invito a pasar por la pagina de “ai no kusabi obsesion” para ver los fanarts que hice para el fanfic n_nHasta la próxima oportunidad!! Besos dulces!! Bye Bye!!


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