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Entre dulce y salado por sue

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Notas del capitulo:

Hola hola mis adorados lectores!! :D *con voz de locutora* una vez más, les traigo una nueva entrega de éste fanfic lleno de momentos tan dulces como salados!! (inner: ne ne, y que toca hoy? Un momento dulce o un momento salado? ¬.¬) habrá que leer para saberlo :B (inner: masaka… >_>U)

 

 

 

***Flash Back***

 

 

Cuando William conoció a Kevin, no pudo evitar quedar prendado por sus encantos.

 

El rubio siempre había sentido una atracción sexual por las personas de su mismo sexo, pero su educación, excesivamente moralista, impuesta por unos padres estrictos, lo habían llevado a privarse del desahogo de su erotismo desmedido.

 

A pesar de todo, Kevin tenía un carácter manejable y fue esa debilidad suya, aumentada por la repentina muerte de su esposa, lo que aprovechó William para atraparlo entre sus redes.

 

Desde el primer instante en que habían intimado, el Am sintió una fuerte conexión con el hombre, pero al parecer era más fuerte su modo de pensar, pues se convenció a sí mismo de que aquello no era más que mera atracción carnal.

 

Kevin en cambio, era más sincero con respecto a sus sentimientos, y aunque nunca le decía a su jefe lo que sentía realmente por él, no pudo mantenerlo en secreto de su hermana Alicia.

 

- ¿Te has vuelto loco? ¿Cómo que te has enamorado de él? ¡Es un hombre Kevin!

 

-  ¿Y crees que no me siento mal por sentirlo así? Mi amada Miriam, a ella le prometí que no amaría a nadie más en éste mundo… y ahora… Me siento terrible… No sería capaz de verla a la cara.

 

- ¿Qué hay de tu hijo? ¿Cómo le contarás que te enamoraste de otro hombre?

 

- …Es sólo un niño.

 

- Un niño que va a crecer y cuando se entere que su padre es un maricón, va a desear haberse muerto en el vientre junto a su madre.

 

- ¡Alicia! No tienes que ser tan radical.   

 

- Has enloquecido Kevin, desde que Miriam murió te comportas como un loco. Veneras a ese hombre y no conforme con eso vistes a tu hijo como una niña y la llamas “Miriam” – Estaba cansada de tener que explicarle a sus conocidos el porqué de los ropajes de su sobrino cada vez que lo sacaba a pasear - Esa mujer y ese hombre han hecho de ti un monstruo ¿Qué acaso no lo ves Kevin? Tu vida se ha arruinado desde que los conociste a los dos.

 

Kevin no quiso seguir escuchando los reproches de su hermana, tenía suficientes problemas con ese amor desmedido que sentía hacia William, aquel hombre que le mitigaba el dolor  y le hacía olvidarse que su esposa había fallecido.

 

- Te pareces mucho a ella – Solía recitar desde la cunita en dónde descansaba el bebé, vestido con un hermoso vestido de encajes – No te preocupes Miriam, aquí está papá para cuidarte.

 

En uno de sus encuentros fortuitos y luego de una sesión de sexo desenfrenada, inesperadamente William le planteó a Kevin la proposición de volver su relación, muchísimo más seria e íntima – libre de las etiquetas de jefe y empleado – pero únicamente de conocimiento de ambos. Aquella mendiga muestra de afecto llenó el corazón de gozo de Kevin, pues comprometía a William a tratarle de un modo más afectivo cuando se encontrasen en privado.

 

La pasión que vino luego fue aprovechada por William. Y en una de esas noches entregadas al supuesto romance, se produjo la conversación que selló el destino de Kevin, para siempre…

 

- ¿Un secuestro?

 

- Todo fingido, por supuesto. Ya luego, nos encargamos de Dinora.

 

- Yo… no lo sé.

 

- Escucha Kevin, Dinora ya está comenzando a sospechar y esa mujer no es de las que se quedan quietas cuando hieren su orgullo. Es capaz de armar un escándalo, solicitar el divorcio y exigir la mitad de mis bienes. Puedo encargarme de los asuntos legales y no entregarle ni una sola moneda, pero mi reputación no podrá limpiarse tan fácil.

 

- Entiendo pero ¿Acabar con ella? ¿No te parece excesivo? Estoy seguro que con un simple susto, ella desaparecería para jamás volver.  

 

- ¿Y arriesgarme a que se quiera llevar a mi hijo? Eso no lo permitiré. Una madre peleando por un hijo es como una rata rabiosa en una habitación oscura; enfrentarse a ella no es cosa fácil.

 

- Aunque digas eso…

 

- Es la única manera de que esto pueda seguir Kevin.

 

Aterrado ante la posibilidad latente de perder también el amor de William, el hombre aceptó formar parte del plan maquiavélico del Am.

 

A los ojos de la sociedad William y Dinora conformaban el matrimonio perfecto, y es que de esa forma debían mostrarse; sus familias eran demasiado prestigiosas como para permitir que sus imágenes se viesen manchadas por sentimentalismos. Ambos se querían, pero no del modo en que los amantes lo hacen, sino de un modo más retorcido… y más “productivo”. El capital de ambos se vio incrementado por la unión de las dos familias y la estirpe de la una y de la otra, podría mezclarse, haciendo realidad el sueño de sus antecesores.

 

Con el nacimiento de Raoul, Dinora esperaba que la relación con su esposo mejorase, pero era evidente que aquello se trataba de un sueño lejano, pues del mismo modo en que ella veía a William como un semental de excelentes genes y enorme facultad, el rubio veía a Dinora como la incubadora y cuidadora del heredero de todo su imperio. Porque así como muchas mujeres sueñan con el día de su boda desde muy pequeñas, nada tenía más obsesionado al ojiverde que el nacimiento de su primogénito, para él, desde que tuvo noción de su capacidad sexual, esperaba con ansias el brindarle a la familia Am un nuevo integrante; y es que tener poder sobre alguien producto del dinero era una cosa, pero tener poder sobre un ser vivo que proviene de tus propias entrañas, no tenía precio.

 

Como fuera, la convivencia entre Dinora y William empezó a volverse insoportable y todo, desde el mismo instante en que en la mujer se despertó cierto “cariño” hacia William. Aunque siempre estuvo a la espera del nacimiento de aquel cariño como el de su hijo, el orgullo de la mujer – que la hacia poseedora de un carácter autoritario y mezquino - lo desató en absoluto sentido de propiedad, así, Dinora se atrevió a pensar que William le pertenecía, que era suyo desde la última gota de sangre y hasta la puta de sus dorados cabellos; a pesar de que le hablase y le contestase utilizando palabras mordaces, la mujer sufría porque era incapaz de expresar aquel amor por su esposo – dado que estaba habituado a tenerlo todo sin el más mínimo de los esfuerzos ni espera – cuya existencia desconocía.

 

Ese despertar fue lo que la llevó a agudizar sus sentidos, a fijarse más en los detalles, en las manías y costumbres de su esposo, en sus palabras y actos…  todo en la búsqueda de aquel indicio que le confirmara que por dentro, el rubio sentía lo mismo por ella.

 

- ¿Por qué ya no me tocas? – Soltó de la nada mientras estaban en la cama.

 

- Has estado insoportable últimamente Dinora ¿Con qué ganas voy a buscarte? - Continuó leyendo su libro.          

 

- Admítelo. Desde que quedé encinta de Raoul, ya no te inspiro deseo alguno – Permanecía cruzada de brazos – Voy a conseguirme un amante.

 

- Sólo atrévete Dinora.

 

- ¿Me estás amenazando?

 

- Yo no amenazo Dinora y lo sabes – Por nada del mundo apartaba los ojos de las letras. 

 

Lo cierto era, que la altanería de Dinora – propia de las nacidas en buenas y caprichosas familias - y que alguna vez le pareció exquisita y tentadora, ahora le daba severos dolores de cabeza. 

 

- ¿Y tú? ¿Tienes a otra? – Se atrevió a preguntar mientras señalaba la cuna adjunta – Dímelo ante tu hijo, que tienes a otra mujer.

 

William detestaba la necesidad imperiosa de las mujeres de obtener el control de los hombres de la manera – que él consideraba – más ruin de todas: a través de la maternidad.

 

Él mismo había experimentado el amargo trago de estar sumido por años, en un matriarcado asfixiante y controlador, instalado por las mujeres más antiguas de la familia Am; por eso, aquel apellido era no sólo señal de poder, rectitud y elegancia, sino también de belleza, porque las madres sólo buscaban de juntar a sus hijas con los jóvenes más apuestos que – al igual que el azúcar a las moscas - el dinero podía atraer. Cada hombre dentro de la familia Am era menospreciado, subestimado y en ciertos casos “domesticado” por las madres. Hasta que el padre de William, Am de nacimiento, le llenó la cabeza de pensamientos de rebelión ante éstas costumbres, y es que su padre no soportaba el hecho de que le hubiesen revocado el poder sólo por ser hombre y cuando su primogénita – la siguiente heredera – había presentado problemas de salud, volcó sus esperanzas en William, su segundo hijo. Cuando su hermana mayor murió y al no haber otra heredera disponible ni capacitada, se le permitió a William el ocupar el lugar que muchos hombres habían codiciado por años; sólo que el rubio instauró un nuevo y distinto orden cuando repentinamente las mujeres más ancianas de la familia fueron desapareciendo con el tiempo.

 

Ya no había nadie que le arrebatase la gloria; nunca más viviría a la sombra de una hermana enferma. Como un león se subió a la cima y rugió ante los otros, demostrando su propia existencia y valía, dando a entender a las siguientes generaciones que el mandato de los hombres en aquel trono, era permanente. De esa manera, se hizo cargo de todo lo necesario para que su melena no fuese cortada de nuevo. Se las arregló para espantar a todas y cada una de sus primas, ya fuese con dinero, amenazas o la esperanza de poder casarse con quien le viniera en gana – con la condición de renunciar al apellido -; la mayoría aceptó sus condiciones llevadas por el romanticismo y la codicia y el resto, se mantuvo en silencio. La fortuna de los Am era grande y mientras pudieran gastar y vivir como se les antojara, muy poco les importaba el que estuviera a la cabeza de tan prestigioso imperio.

 

Era un trabajo arduo el mantener una tradición y sólo William parecía poseer la fuerza y el interés de mantenerla; por eso, el ojiverde esperaba que su hijo – al que amaba como la más preciada de sus posesiones – mantuviera la modalidad que él había impartido. Cuando creciera, debía conseguirse una esposa que cumpliera con sus expectativas y luego, extender su punto de vista a las nuevas generaciones.

 

Así se suponía que lo criaría.    

 

Pero Dinora – irónicamente la que la había atraído con su aire desafiante – parecía estar dando señales de que interferiría en estos, sus planes.

 

En aquella oportunidad, Dinora pensó que saldría con su marido como en ocasiones lo hacía… pero en el momento en que se desviaron del camino, la mujer comenzó a sospechar.

 

- William ¿A dónde se ha metido Kevin?

 

- No te preocupes querida, es un sitio que deseo mostrarte… es una sorpresa.  

 

Cuando bajaron del vehículo, una espesa niebla cubría la extensión del camino ante sus ojos. El frío empezó a helarle los huesos.

 

- William, vámonos de aquí. Está helando y tengo muy mala espina –Agregó – No quiero dejar más tiempo solo a Raoul.

 

- No está solo, está con su nana.

 

La mujer giró, en busca de William y no sólo lo encontró a él, sino a Kevin a su lado…

 

…Apuntándole con un arma de fuego.   

 

- … ¿Qué significa esto?

 

- Significa que hasta aquí llegaste querida – Comunicó William.

 

- ¿Éste es el modo en que agradeces todo lo que he hecho por ti? Te he dado un hijo… ¡Nuestro querido hijo!

 

- De nada servirán tus manipulaciones ahora, mujer estúpida.

 

- ¡Bastardo!

 

- Dispara – Mandó William al hombre a su lado.

 

- ¡Maldito! – Continuó la mujer.

 

El hombre armado se turbó cuando Dinora se arrojó al suelo, de rodillas.

 

- No lo hagas Kevin, te lo pido… ¿Qué será de mi hijo si yo no estoy? Él me necesita…

 

Kevin dudó tras escucharla; el recuerdo de su esposa fallecida le acudió a la mente y de su propio hijo – huérfano de madre - esperándole en casa…

 

- Kevin ¡Hazlo! ¡TE LO ORDENO!

 

PLAM!!

 

Luego de un alarido, la mujer cayó tendida finalmente en la fría tierra.

 

- Por Raoul no te preocupes, él tiene a su padre – Exclamó William ante el cuerpo del que brotaba un charco escarlata.

 

- ¿Qué he hecho…? - Kevin arrojó el arma al suelo. Perturbado ante su crimen.

 

- Lo que tenías que hacer – Sonrió – Estoy muy orgulloso de ti… mi amor – Mencionó con malevolencia, mientras lo premiaba con un beso que el otro llevado por el trauma, para nada correspondía –…Amor, amor, amor – Completamente extasiado repetía a su oído aquello, como un cántico manipulador.

 

Tras la muerte de Dinora, William se las arregló para que todo el mundo creyese que habían caído victimas de un secuestro durante el cual, la pobre mujer había perdido la vida. Pero, aunque nadie dudase de su palabra – y de su dinero -, era obvio que Kevin no podía creerse la frialdad con la que William había preparado cada uno de sus planes.

 

La culpa no lo dejaba dormir y era tan grande su pecado que el amor que sentía hacia William se había congelado desde el mismo instante en que hubo apretado el gatillo.

 

Fue entonces cuando cometió otro error, manifestó su debilidad de un modo que no agradó al Am, expresando abiertamente que lo ocurrido, había estado mal y que por tanto, estaba en contra de lo que viniera de ahora en adelante.

 

- ¿Dices que me equivoqué?

 

- No había necesidad de que muriese.

 

- ¿Eso piensas? Aún así la mataste. Con tu mano temblorosa y con tus dudas marcadas en todo tu rostro, le metiste un tiro – Mencionó con malicia en su tono de voz – Ella debía ser eliminada y lo hiciste muy bien. Me dio lo que quería, un hijo, ya no tenía razones para seguir existiendo más que para darme migrañas. Mira el lado positivo querido mío, ya no tendrás que molestarte cuando me vaya a casa – A pesar de que le sonreía, su expresión no dejaba de demostrar seriedad absoluta.

 

- Yo… Ya no sé si quiera seguir con esto.

 

- ¿? ¿De qué diablos hablas?

 

- Lo cierto es que… cuando vi a la señora Dinora muerta me di cuenta de todo… No puedo seguir traicionando a mi familia ni a mi mismo del modo en que lo he hecho. Alicia tenía razón, el quererte me ha convertido en un monstruo.

 

- No sé que pretendes.

 

- Voy a renunciar… y a alejarme de ti.

 

- Si lo haces haré que te pudras en la cárcel, eres un asesino después de todo.

 

- No te preocupes, yo mismo me entregaré a las autoridades.

 

- ¿Estás demente? Si me incriminas te advierto que de nada te servirá, soy intocable y todo lo que digas sólo servirá para volver tu estadía tras las rejas peor que el infierno.

 

- No te preocupes, no hablaré. Que me encierren y tiren la llave. Estoy dispuesto a pagar por mis actos.

 

- Deja de decir sandeces. Eso que tienes se te quitará enseguida. No tienes nada que temer. Mientras estés a mi lado nada ni nadie podrá incriminarte ¿Qué no entiendes? ¿No ves que yo puedo salvarte?

 

- Nada ni nadie puede salvarme… ni siquiera tú.

 

- ¿Qué dices?

 

- No puedes hacer nada por mí… - Explicaba – Yo… la he matado… con mis propias manos… no podrás borrar eso William, ni con todo el dinero del mundo.

 

El modo apacible con que Kevin le contestaba a sus amenazas y exigencias, significaban una sola cosa… realmente había decido dejar de quererlo… y eso lo enfureció.

 

William tomó al hombre con rudeza y le atrajo, no para golpearlo, mucho menos para manifestarle alguna desesperada muestra afectiva, lo hizo únicamente para incrustarle su mirada verdosa.

 

- Si te vas, será tu fin Kevin. Te lo advierto.

 

- Lo sé. Nunca haces amenazas vacías.

 

William estuvo casi todo el tiempo conteniendo el aliento, evidenciándose a través del fuerte dolor en su pecho la verdadera razón por la que había planeado el asesinar a Dinora… amaba a Kevin, aquel hombre que en su cara, le había mencionado que podía desistir de su amor.

 

El rubio, que era el hombre más influyente de toda Tanagura, por primera vez se sintió minúsculo; totalmente insignificante…

 

Toc! Toc!

 

- ¡William! ¿Qué haces aquí? – Kevin no pudo evitar su sorpresa al abrir la puerta y hallarse al ojiverde.

 

- Sólo quería hacerte una visita antes de que te entregues a las autoridades… Por cierto ¿Cuándo tienes pensado hacerlo?   

 

- Mañana mismo. Sólo quería pasar una última noche como hombre libre.

 

- Comprendo… ¿No me invitas a entrar?

 

- Es que yo… - Iba a espetar que no era lo más conveniente, ya que Alicia le había llevado a su hijo.

 

- Sólo será un momento. Traje vino, Rozh Liena Vultan. Tu favorito – Mostraba la botella.

 

- ¿Cómo sabes que es mi favorito?

 

- Por favor Kevin, en el mundo de los negocios uno de los requisitos más indispensables es ser un buen observador… ¿De verdad crees que todo éste tiempo, no he estado analizándote?

 

- Claro, seguramente lo has hecho para luego tener con qué atacarme.

 

- Por lo visto esa decisión de declararte culpable, te ha agriado el carácter – Se acercó hasta el pelirrojo – Me gustas más cuando eres amable y obediente ¿Sabes? – Declaró en un tono sensual.

 

- Has acabado con toda mi amabilidad y mi obediencia sólo me ha atraído tormento.

 

- Vamos Kevin. No seas aburrido. Si de verdad piensas en arruinar todo lo que hemos logrado, por lo menos que la despedida sea memorable – En el beso que le dio pudo comprobar que el otro aún le deseaba – Brindemos.

 

Mientras que le llenaba el vaso con el licor, el rubio le comunicó:

 

- No te preocupes. Me aseguraré de que tu sentencia sea leve y te visitaré cada vez que pueda… dime ¿Qué razones darás por haberla asesinado?  

 

- Alegaré que me hallaba bajo presión, con problemas emocionales luego de la perdida de mi esposa; y que luego te obligué a mantenerte en silencio con alguna amenaza.  

 

- ¿Amenazarme a mí? – William rió - ¿Quién va a creerse semejante cosa? – Le ofreció la bebida – Ahora bébetelo todo, como me gusta.

 

- ¿Tú no beberás?

 

- Quiero embriagarme si… pero de pasión.

 

Kevin se dejó entregar a las caricias de William, pues estaba seguro de que aquella se trataba de la última de sus intimidades… pero antes de que pudieran iniciar el acto, el rubio se apartó como un niño que se ha aburrido de su juguete y se sentó en el sillón conjunto, únicamente a observarlo. Al pelirrojo aquel comportamiento al principio le extrañó, más un leve malestar y la comprensión del porqué el otro no había probado de la bebida, lo hicieron caer en cuenta de lo que estaba ocurriendo. Aún así, ya era demasiado tarde; el aire era difícil de asimilar, su vista se había tornado borrosa y su cuerpo, perdido la fuerza.

 

- Wi… lli... am...

 

- Amor mío... eres débil y esa debilidad tuya es como una plaga que debe de ser exterminada antes de que se riegue a otros – William hablaba de su propia debilidad, nacida desde que se hubo enamorado del pelirrojo – Es lamentable ciertamente… eras un empleado ejemplar que obedecía toda orden al pie de la letra y sin ninguna queja. Es una lastima que decidieras desobedecerme, sabiendo que cobro muy caro las deslealtades… ahora muérete Kevin, muere como lo has decidido ¿Acaso pensaste que me iba a quedar quieto cuando me confesaste que querías alejarte de mí? Cuán ingenuo y estúpido eres. A dónde vayas serías de otro y eso no lo voy a permitir…   

 

El rubio se alejó del cuerpo que se había dejado de mover; si no estaba muerto estaba a punto de estarlo. Mientras se disponía a acomodar la escena, el llanto de un bebé lo sacó de sus pensamientos. Incluso por un segundo, el Am había pensado en Raoul, quién a esa hora seguramente debía de estar dormido.

 

Fue hasta la habitación en dónde se hallaba la criaturita pelirroja, bañada en lágrimas y con un adorable tono rosado adornándole las mejillas.

 

- Oh… tú debes de ser la pequeña Miriam, de la que tanto habla Kevin cuando a veces le presto atención a sus balbuceos. Pero que encantadora. Debes de tener hambre – Le hablaba desde la modesta cunita con una falsa amabilidad – Verás, papá en estos momentos está un poco… indispuesto – Agregó – Pero no te preocupes, no dejaré a una pequeña como tú pasando hambre.

 

Fue hasta la cocina y pasando al lado del cuerpo inerte de su ex amante, con tranquilidad envidiable y algo de cuidado, o más bien asco, comenzó a buscar hasta hallar el biberón. Tomó el alimento que minutos atrás Kevin había preparado para cuando fuera la hora de alimentarle y lo echó en el biberón, pero antes de colocarle el chupete William buscó en su saco y vertió en él lo mismo que había colocado en la botella de vino.

 

- Quiero que seas una niña buena y te lo tomes todo, todito – Con su propia mano, ayudaba a que el infante que tenía entre sus brazos cumpliera con su cometido – Tu vida es insignificante después de todo y ahora sin padres no tienes mucho a qué aspirar… agradéceme que acabo de una vez con la desdicha que de nacimiento has heredado… - Con sus dedos le rozaba la suave mejilla.

 

No pudo deleitarse por completo, pues antes de que pudiera hacer que el bebé consumiera todo lo brindado, unos golpes en la puerta alertaron a William. Cuando estos se volvieron cada vez más fuertes hasta volverse agresivos, el hombre decidió marcharse.

 

El apartamento era pequeño y sólo contaba con la puerta principal, pero esto no detuvo a William Am, quién no dudo en abrir una ventana para con peripecia increíble, llegar hasta las escaleras de emergencia.  

 

Se alejó a una distancia prudente y esperó a que se desarrollasen el resto de los hechos. Había podido contratar a alguien para que matase a Kevin de las peores maneras posibles; pudo haberlo mandado a golpear, incendiarle la casa, chocarle el auto, sembrarle alguna acusación falsa o incluso mandarle algún alimento envenenado por encomienda. Pero no era ese el modo en que William quería que muriese, él quería que fuese de aquella manera, sucumbiendo de a poco ante sus ojos verdes, a sabiendas de que él era el culpable de su muerte… aquel gozo que nacía del rencor de haber sido traicionado por su amor, era el que le arrancaba las lágrimas que inútilmente trataba de retirarse del rostro con su muy caro pañuelo de bolsillo.

 

Alicia logró abrir la puerta por fin tras acordarse de la llave extra que su hermano siempre ocultaba en un matero; enorme fue su sorpresa al hallarse con el cuadro más aterrador… su hermano tirado en el piso de la sala.

 

- ¡Kevin! ¿Qué te ha ocurrido? ¡Responde!

 

Pero antes de lanzar un grito al comprender que nada podía hacerse por su hermano, el recuerdo de su sobrino le acudió a la mente como un llamado. Corrió hasta la cuna y tomó al pelirrojo, blanco cual papel.

 

- ¡Katze! – La mujer comenzó a hamaquearlo, buscando de reanimarlo.

 

Se dio cuenta del biberón a un lado y tuvo una idea de lo ocurrido. Con su experiencia como enfermera logró hacer que el pequeño recuperara la conciencia y vomitara algo de lo que había consumido. Alicia llamó a una ambulancia; por suerte para el pequeño Katze la cantidad ingerida de veneno había sido poca a la asimilada por su organismo – gracias al salvamento a tiempo de su tía – cosa contraria para su padre, que había ingresado sin signos vitales al hospital.

 

El bebé tuvo que estar varias semanas recuperándose, mientras que Alicia en su tiempo libre, hacía todas las averiguaciones pertinentes sobre lo acontecido aquella noche, pues le parecía demasiado sospechoso que Kevin hubiese muerto luego de haberle hecho aquella llamada telefónica…

 

- ¿Puedo quedarme con Katze ésta noche?

 

- No lo sé… tú no estás bien, no confío en dejártelo toda una noche. Puede ser mientras que termino mi turno en el hospital. Luego voy a buscarlo.

 

- Je je…

 

- ¿Qué te parece tan gracioso?

 

- Dices que nunca quisiste a Miriam, pero hay que ver cómo cuidas a Katze.

 

- ¿Cómo no hacerlo, si su padre ha perdido el juicio?

 

- Es verdad… a veces uno se vuelve loco y hace cosas igual de locas por amor… o a veces se cree que es por amor…

 

- ¿Qué pasó ahora Kevin? ¿Ese hombre otra vez?

 

- Ya lo dejé Alicia.

 

- ¡¿En serio?!

 

- Si.

 

- ¿Cuándo?

 

- Ésta mañana. También renuncié a mi trabajo. Ya no tendrás razones para regañarme.

 

- ¿Y cómo se lo tomó él?

 

- No muy bien… Creo que hubiese preferido despedirme él mismo. Cuando se lo dije pensé que iba a matarme.

 

- Así son esos tipos. Y más ese William que está forrado en dinero y cree que por eso, el mundo tiene que hacer su santa voluntad.

 

- Alicia… si algo llega a sucederme, prométeme que cuidarás de Katze.

 

- ¿De qué hablas Kevin? Nada va a sucederte.

 

- Por favor Alicia.

 

- Está bien, lo haré… pero no vayas a cometer otra locura Kevin. Tú no quisiste hacerlo, fue ese hombre el que te obligó a disparar.

 

- …

 

- Escucha Kevin: Digan lo que digan y pienses lo que pienses, yo creo que eres inocente, así que ni se te ocurra hacer una estupidez como entregarte a la policía… y si estás pensando en hacerlo, debes arrastrar contigo a ese pez gordo y apestoso del William. Porque si te veo tras las rejas con la boca sellada, te juro que yo misma me encargaré de que ese hombre se vaya al bote contigo ¿No querías que estuvieran juntos? Pues te lo voy a dar, pero con un lazo y una tarjeta que diga “cadena perpetua”.

 

- Je je… Alicia… eres una buena hermana ¿Sabes? Un pecador como yo no merece una hermana así…

 

Aquellas palabras de su hermano y el conocimiento de su tormentosa relación, era lo que fomentaba la creencia de que William había tomado represalias contra él y su sobrino. La versión oficial exponía que Kevin se había suicidado por problemas de depresión – tenían a disposición su reporte clínico – y que en su mismo estado, había intentado matar a su hijo.

 

Claro que la mujer no se creyó aquel cuento y continuó insistiendo a la policía para que investigaran el departamento en busca de huellas dactilares o de cualquier otro indicio de que su hermano hubiese sido asesinado, pero nada de eso pudo llevarse a cabo, el caso había sido cerrado y archivado y debido a su insistencia, un sujeto bastante agresivo se acercó hasta ella una noche saliendo del hospital y la arrinconó en un callejón oscuro.

 

- Escucha mujercita curiosa, éste es un mensaje en vivo y en directo:… Más te vale quedarte quietecita si no quieres acabar como tu querido hermanito.

 

- ¡! ¿Quién te envió…?

 

- No querrás saberlo. O más bien lo sabes y eso es lo que te tiene marcada.   

 

Luego de soltarla, Alicia corrió con desespero a encerrarse en su cuarto a llorar. La atacaba la impotencia al no poder hacer nada para hacer justicia.

 

Ring! Ring!

 

- ¿Aló…? – Atendió el teléfono.

 

- Escucha conejita: Si quieres conservar tu cola, más te vale mantenerte callada en tu madriguera.

 

- ¿Quién eres? – Se puso de pie, de golpe.

 

- ¿No lo sabes? Pensé que lo sabías. Y yo que me tomé la molestia de enviarte un zorro para espantarte.

 

- … - Guardó silencio. Sabía quién era.

 

- Me molesta que una mujer estúpida quiera intervenir en mis planes. Pero también me divierte ver hasta dónde son capaces de llegar… hasta acabar arrastrándose hacía mí, clamando misericordia…

 

En eso, Katze despertó de su sueño y empezó a pedir atención con su llanto.

 

- Jo… parece que la pequeña criatura aún sigue con vida… muy interesante.

 

Clank!!

 

Alicia trancó la llamada, espantada. No sabía que camino tomar, su sobrino había estado entre la vida y la muerte mientras que el asesino de su hermano, aún estaba libre. Cuando las amenazas y atentados empezaron a volverse más serios – siendo que la mujer contaba con una suerte increíble para salvarse de los peligros que le acaecían -, Alicia tomó la decisión de abandonar sus investigaciones y alejarse; pero no la movía el miedo a morir, sino el deseo de vengar a su hermano más adelante, fuera como fuera, costara lo que le costara… Por ese motivo, tomó a su sobrino y se lo llevó lejos, cambiándose ambos incluso el nombre en repetidas ocasiones. Todo mientras que encontraba la manera de enfrentarse a un poderoso rey, siendo ella una mota de polvo en su acaudalada y fastuosa existencia. 

 

Pero… ¿Por qué William no se deshizo de Alicia y de su sobrino, tras enterarse de que ella insistía en incriminarlo y el menor sobrevivido?

 

Pues en su modo de pensar “absoluto”, creía que tenía la absoluta potestad de decidir el destino de cada quién y William, esperaba el día con ansias, en que la hermana de su amor fuera a retarlo de frente o mejor aún… que aquella supuesta “niña” que había tenido en brazos mientras le daba el líquido mortal, regresara en un futuro e intentara arrebatarle la vida, como él había hecho con su padre…

 

Era un gozo destructor hacía las féminas que había desarrollado con el pasar del tiempo… pero la muerte de Alicia y el verdadero sexo de Katze, echaban todos sus maravillosos ensueños al mismo coladero por donde - irónicamente - se unen todos los desperdicios sin distinciones, tanto de reyes, como de plebeyos.

 

 

 

***Fin del Flash Back***

 

 

 

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Notas finales:

 

…Y de esta manera todo se produjo! :O dudas o comentarios? Para eso existen los rr! xD (inner: omg!! No puedo creérmelo! Esto es una verdadera red de mentiras y venganza! X_X ) mucha emoción, a que si? :D o al menos eso intento que tenga n_nUU Muchas gracias por haber leído!! Besos dulces! Muy azucarados!! Hasta el siguiente capi!! Bye Bye!!

 

 


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