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Atrapado por Jesica Black

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Atrapados

II

 

 

                Dégel se encontraba en la entrada cuando Deuteros ingresó bostezando, con la mochila en su hombro y mirada de pocos amigos. La noche anterior se había retirado para poder descansar, pero la adrenalina de un neuropsiquiatrico lo impidió. Saludó amablemente a su compañero y se fue a cambiar al vestuario, cuando salió, Dégel le entregó una ficha que inmediatamente el muchacho hojeo. Ahora que recordaba no tenía ningún paciente nuevo, y esa ficha con aquel nombre le eran extraños, pero aun así comenzó a leer uno a uno los párrafos que en ella estaba escrita.

–¿Qué es ésto? –preguntó Deuteros, Dégel sonrió.

–¿Te acuerdas que el otro día trajiste a un paciente psicótico? –Deuteros asistió–. Bueno, el hermano intentó suicidarse.

–¿Depresión mayor(*)? –volvió a leer el nombre del chico y efectivamente el apellido era el mismo–. ¿Cuándo entró?

–Ingresó ayer a la mañana al hospital, luego de la internación de Camus Florit, tenía cortes en las muñecas pero nada grave, aunque se dieron cuenta que habían cicatrices que datan de mucho tiempo, así que su madre vino aquí para internarlo también.

–¿El segundo? ¿Qué le pasa a esta familia? –Observa la ficha–. ¿Doce años? Es bastante pequeño, me sorprende la cantidad de niños que intentan suicidarse.

–Mira el historial médico. Le hicieron un lavado de estomago a los ocho años, ésto es muy grave –murmuró–. Creo que deberíamos recomendarle a la “madre” que comience a hacer terapia.

–Eso mismo pensaba yo ¿y Aspros?

–Está medicando a Camus.

–¿Camus?

–Sí, según dice hay un chico que le está tocando, pero cuando fuimos al cuarto nunca hay nadie. El otro día Kardia me comentó que Milo se lo llevó, pero cuando fueron a buscarlo estaba solo durmiendo en su cuarto y Milo se encontraba en el patio, a menos que ese chico corra muy rápido, dudo que haya podido hacerle algo en tan corto tiempo –suspiró–. Supongo que es un delirio.

–Bueno, no es anomal aquí que un paranoico y un esquizofrénico tengan delirios, pero lo que me sorprende es que el punto de inflexión es Milo, quien a simple vista parece un chico sano –hojea el historial de Jean–. Ésto es terrible, iré a ver a este niño.

–Ten cuidado con él.

–¿Por qué?

–Es de una belleza magnética igual que Camus, parece ser que los tres hijos de Krest son muy parecidos a él y resalta su belleza –toma un fichero que estaba leyendo y lo coloca en el cajón para luego escribir en su cuaderno–. Iré a ver a Kardia.

–De acuerdo. Sabes que la medicación de Kardia de la mañana está surtiendo efecto, así que lo verás bastante más apacible –sonrió, Dégel hizo un gesto con la cabeza y se fue.

 

                Deuteros Salmos era el segundo hijo de un ingeniero agrónomo y una terapista ocupacional. Eran los únicos gemelos en la historia de esa familia, por lo tanto solían ser únicos. Sus padres lo juntaban muchas veces, los vestían iguales y hasta les compraban juguetes parecidos. Ambos habían escogido la misma carrera pero querían diferenciarse de alguna forma. Deuteros decidió tomar sol y permanecer con un bronceado natural en su cuerpo (aunque no se notaba demasiado), mientras que Aspros era tan pálido como la leche, además, actualmente al ser adultos, no se vestían de la misma manera y se notaba mucho la diferencia de ambos.


Cuando Deuteros no usaba su ropa de hospital, siempre llevaba camisetas sin mangas color negra que dejaban ver su escultural musculatura, mientras que Aspros a pesar de tener un cuerpo escultural, buscaba ropa que le cubriera más su cuerpo.
Giró hacia el pabellón tres de los internados por suicidio, habitación 350, era simple, con cuatro paredes blancas, una ventana mediana que daba al parque del psiquiátrico, una cama de hierro oscuro con colchón fino, y con sábanas blancas, una mesa de luz de madera con un velador blanco y un escritorio con silla de madera. Sonrió al mirar al niño por la ventana de la puerta y entró. El joven era extremadamente atractivo, muy delgado, llevaba puesto una túnica azul, de aquellas que se cierran por detrás y que usan las personas para cubrir su desnudez. Mordía fuertemente sus labios y un hilo de sangre corría por la comisura, su cabello era largo, llegaba hasta la cama y se esparcía un poco en ella, de un tono rojo sangre; sus ojos eran verdes profundo y su mirada gacha. Al estar desnudo debajo de la túnica, se le podía ver sus delgados brazos blancos como la leche, cortados, algunas heridas eran actuales porque se encontraban envueltas en gasa, pero otras databan de hacía varios años; también observó las finas piernas que colgaban de la cama y sus dedos apenas tocaban el suelo.

–Así que eres mi nuevo paciente –Deuteros se acercó a él y tomó la silla de madera para ponerla en frente, el niño no levantó la vista–. Jean Florit –se sentó.

                El silencio reinaba allí, el contacto visual era nulo y Deuteros comenzaba a impacientarse, pero debía ser indulgente, el pequeño acababa de salir de un trauma horrible como era el cortarse y debía averiguar el por qué de dicha conducta.

–Dime Jean, ¿cuántos años tienes? –preguntó para iniciar una conversación.

–Está escrito en la ficha –respondió bajito, rápido y seco, Deuteros sonrió al escuchar la dulce voz del niño, realmente era un pequeño que hubiera deseado tener de hijo no sólo por su magnetismo, sino por aquella belleza e inteligencia que parecía resaltar de él.

–Me gustaría que me lo dijeras tú.

–Doce….casi trece –poco a poco fue levantando la vista y se encontró con la mirada azul del gemelo puesta en él, casi como si fuera espontaneo, se cubrió las piernas con su túnica azul–. ¿Por qué no tengo ropa?

–Usualmente cuando un paciente se lo deriva de un hospital nos llegan sin ropa, bueno, con la túnica –señala lo que cubría la desnudez del chico, él baja la mirada–. Te traeré algo de ropa limpia para que te pongas.

–Gracias…–murmuró tan bajito que apenas era audible.

–Bien, quédate aquí –se levantó para ir en busca de la vestimenta cuando el joven le tomó por la ropa con sus manos–. ¿Qué pasa? –El chico aun continuaba con la mirada gacha y sus cabellos que le cubrían el rostro–. ¿Jean?

–Puedes…..–murmuró más para sí que para el otro, Deuteros se agachó.

–¿Puedo qué?

–A-abrazarme….–probablemente sea porque le partió el corazón, pero inmediatamente lo envolvió en sus brazos  acariciándole los cabellos lentamente, verlo tan vulnerable le quebró el alma, lo único que necesitaba ese nene era amor y cariño.

 

                Se separó, dado que el contacto se volvía extraño y sonrió acariciándose el cabello. Le pidió que le aguardara para ir por un poco de ropa y salió. Suspiró pesadamente y se apoyó en la pared.

–¡Hey, Deuteros! –habló Aspros acercándose a su hermano y sonrió–. Tienes un nuevo paciente ¿no?

–Ah sí, es un niño suicida –susurró como si no fuera nada nuevo, Aspros arqueó la ceja.

–Algo te pasó, luces raro –Deuteros frunce el ceño–. Bueno, bueno, no te enojes.

–No me pasa nada, ahora tengo que ir a buscarle ropa porque trajo la túnica del hospital y bueno, está desnudo….

–Siempre me pregunté porque le gusta a los médicos desnudar a algunos pacientes.

–Bueno, si fuera por mí lo mantendría así, pero es un niño y –mira nuevamente por la ventana como se acomoda sus cabellos detrás de la oreja mientras mira el piso con detenimiento–. Acá hay muchos hombres que están locos y no han tenido sexo en años.

–¿Crees que puedan violarlo?

–No creo, aquí solamente hay suicidas, pero mejor no tentar al diablo.

–Bueno, iré a ver a mi otro paciente…–Aspros se disponía a retirarse cuando Deuteros le toma del brazo–. ¿Qué?

–¿Y qué ocurrió con Camus Florit?

–Lo mediqué, anda diciendo que un chico le ha tocado, pero hemos revisado muy minuciosamente por toda la habitación y no hay nada que nos haga pensar que alguien entró, además siempre se lo ve solo.

–¿Hay un sospechoso?

–Según Kardia, Milo se lo llevó al cuarto pero cuando los guardias fueron a buscarlo, Camus estaba solo en su habitación durmiendo y Milo se encontraba en los jardines, era imposible que haya estado más de unos pocos minutos allí y no es suficiente para sacar cuentas de lo que le hizo –suspiró–. Bueno….iré a ver a otro enfermo.

–Yo por la ropa de Jean Florit.

–Sí –Aspros le sonríe y lo deja abandonar el lugar.

 

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                Consultorio 1

 

                Shion había pedido una entrevista con Aeneas Florit, padre de Krest Florit y los tres hijos de éste. El hombre se presentó con elegancia, se notaba su apariencia francesa pero su vocabulario rico en el idioma griego. Llevaba un traje de oficina, el cabello bien arreglado que le caía por su frente acanelada como su piel, sus ojos aguamarina y su mirada imperturbable. Se sentó en una de las sillas adelante del escritorio sin antes sacudirla con fervor.

–Buenos días señor Florit, mi nombre es Shion Ariano y soy quien es responsable de los pabellón tres, donde se encuentra Jean….ahora en un minuto llegará Aspros Salmos quien es el encargado del pabellón dos, donde se encuentra  Camus–mira hacia la puerta la cual se abre con Aspros cargando dos carpetas.

–Disculpe por llegar tarde, estaba buscando las historias clínicas de los chicos–deja ambas carpetas encima del escritorio y saluda al padre de los adolescentes, el hombre le da la mano, hasta ese momento el hombre no decía absolutamente nada y los miraba extrañado.

–Bueno, empecemos por el caso más grave que es Camus Florit –Aeneas se acomoda en la silla y Aspros hace lo mismo, Shion hojea la carpeta–. Bueno, los análisis físicos previos que se hacen todos nuestros pacientes al entrar dieron muy buenos resultados en cuando a lo físico.

–Eso es bueno ¿no? –preguntó mirando a ambos doctores.

–Claro, es decir, su hijo no tiene afecciones de otro tipo. Ahora bien, dentro de lo neurológico, debido a las alucinaciones, eso quiere decir que los químicos se encuentran desequilibrados en el cerebro, por eso le estamos suministrando inhibidores de neurotransmisores para que no se altere –el hombre parecía comprender pero su mirada era desconcertante–. Para decirlo más fácil, le estamos dando una medicación que lo tranquiliza.

–Eso es bueno.

–Por supuesto, bien…..ahora me gustaría hacerle unas preguntas que su……–mira a Aspros, no sabía cómo nombrar a Krest–. Hijo…no supo responder.

–Claro.

–¿Hubo otros casos de esquizofrenia en la familia?

–No, no….

–¿Y alguna afección grave? ¿Bipolaridad? ¿Paranoia? ¿Parafrenia? –Nota el desconcierto–. ¿Les suena familiares?

–No, no, mi familia siempre ha sido muy…..sana.

–¿Hubo algo durante el embarazo o después del mismo que nos quiera comentar? –Aeneas observó a Aspros y frunció el ceño–. Quiero decir, alguna infección o….

–¡Por supuesto que no! Krest es un chico muy sano…. –el mayor de los gemelos miró de reojo a su compañero y suspiró débilmente–. ¿Por qué?

–Escuche, ¿usted sabe lo que es la esquizofrenia? –Shion fue directo y el hombre respondió mecánicamente meneando la cabeza de arriba hacia abajo–. ¿Sabe que es una afección muy grave?

–¡Por supuesto que lo sé!

–Por eso necesitamos su colaboración para ver cómo podemos ayudarlos….ahora dígame, ¿Cómo es la relación suya con Camus?

–La de cualquier abuelo con su nieto….amorosa –Aspros se sorprende, tamborillea con sus dedos en el escritorio.

–¿A qué se refiere con amorosa?

–Pues, lo sacaba al parque con mis otros nietos. Tengo dos hijos mayores….ellos tienen sus propios hijos.

–¿Krest es el menor?

–Krest es mi hijo menor, se llevan quince años con el más grande y catorce con el otro –explica.

–¿Es verdad que su mujer estuvo internada por rehabilitación?

–Sí, estuvo varios años.

–¿Y en ese tiempo su hijo quedó embarazado tres veces? –Aspros quería llegar al meollo del asunto, y si era permitido picar, picaría muy fuerte.

–Sí.

–¿Usted sabía si su hijo salía con alguien que nos de señales del padre? –Shion formuló aquello adrede, para ver el grado de negación de Aeneas, y este respondió como había esperado.

–No lo sé, en realidad yo viajo mucho, usted me ve….soy un empleado y suelo hacer viajes al exterior.

–¿De qué trabaja? –preguntó Aspros.

–Soy bancario….trabajo en el banco del estado –se detuvo unos minutos, Aspros se levanta–. ¿Necesitan algo más?

–Sí, llene este formulario de visitas….sabemos que se tiene que ir rápidamente así que vamos a coordinar otra cita para hablar de Jean ¿de acuerdo? –el señor toma una lapicera y escribe el formulario mientras Shion y Aspros abandonan el consultorio.

–¿Y? ¿Qué piensas?

–Negador hasta la coronilla –respondió el mayor de los gemelos mientras acomodaba los papeles–. Nunca vi a nadie que negara tanto a sus hijos.

–Igual, ¿no te parece que le cuesta comprender algunas cosas?

–Para la profesión que tiene, debería saber muchas de las cosas de las que hablamos, digo… ¿no crees? –suspiró–. Ahora entiendo porque los chicos salieron tan rayados.

–No era para menos, con un padre negador, una abuela violenta y el otro padre con problemas de autoestima.

–¿Pudiste hablar con Krest, Shion?

–Claro que hable, se la pasa llorando ese chico, por eso dije que tiene problemas de autoestima. Mi hipótesis es o que el viejo es un negador, o que probablemente tenga trastorno de personalidad disociativa (**)

–¿Qué no sepa que su otra personalidad abuso de su hijo?

–Es probable, ¿no viste acaso cómo es? Trata a sus hijos como sus nietos y no te niego que probablemente esté convencido de ello y no sea mera negación –Aspros suspira, definitivamente los hermanos Florit tienen una familia realmente complicada.

 

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                Ingresó al pabellón dos, donde se encontraba en una de las habitaciones Kardia Antares, hermano mayor de Milo Antares. Kardia era paranoico, pero cuando se encontraba medicado solía tener una forma muy lógica de actuar y honesta. Dégel entró en el cuarto donde el muchacho estaba jugando cartas. El peliverde sonrió y se sentó  en la cama para tomar una de las cartas.

–¿A qué juegas?

–Solitario ¿quieres jugar? –preguntó, el menor rió.

–¿No debería jugarse solo el solitario?

–¿Ah? Me refería a que si querías jugar otra cosa –también rio, Dégel negó con la cabeza.

–No, no, soy malísimo en estas cosas –tomó una lapicera de su ambo y comenzó a escribir en la ficha que llevaba en la mano–. ¿Cómo has estado últimamente?

–Pues, realmente me gustaría que me bajen un poco la medicación.

–¿Hm? ¿Por qué dices eso? –Kardia suspiró y recogió todas las cartas.

–¿Viste que algunos medicamentos te pueden hacer tener una disfunción eréctil? –el más joven pestañó varias veces y luego sonrió de costado.

–¿Para qué quieres tener una erección?

–No, no….no tengo disfunción eréctil, era un ejemplo –rio–. En realidad, el medicamento que me dan me hace excitarme todo el tiempo y ya se está volviendo insostenible, sobre todo si todos los internos son hombres peludos y malolientes.

–Jajajajaja –Dégel se cubrió la boca con la mano–. ¿Entonces cual es el problema?

–Estoy cansado de jalármela, ¿no hay una medicación que me haga tener erecciones normales? –Dégel negó–. Diablos.

–Bueno, al menos tú tienes una erección, hay varios internos que no pueden disfrutar por las medicaciones –anota todo lo que le dijo el paciente en su planilla.

–Sí, pero sería mucho más divertido si tuviera una mujer donde pueda entrar.

–Ya –sigue anotando sin mirarle.

–Lo más parecido a una mujer que he visto aquí eres tú –Dégel paró de anotar y levantó la mirada–. No me malentiendas por favor, no te haré nada, lamento lo del otro día.

–No, está bien, no pensaba mal de ti, pero me sorprende que me digan eso.

–Bueno, no es normal ver tantos hombres de cabello tan largo y cintura tan fina.

–Comienza a acostumbrarte porque ingresaron dos internos muy femeninos, uno de ellos tiene quince y el otro doce –susurró, Kardia pensó unos momentos.

–Ah sí, el chico que se llevó mi hermano. ¿Cómo esta? ¿Le hizo algo?

–No, no te preocupes…fuimos a verlo y está bien.

–Mi hermano suele llenar la cabeza de la gente, muchas veces usa las debilidades de otros para sacar ventaja –murmuró, Dégel negó con la cabeza “otra vez delirando” se decía mentalmente–. Es como la voz esa….de la cabeza.

–¿Cuál voz?

–La que te dice lo que debes o no debes hacer, estoy seguro que usará el padecer de ese chico en su contra. Por cierto ¿qué tiene? –miró la puerta, Dégel giró para no ver a nadie pero probablemente Kardia tampoco veía a nadie y solamente quiso hacer un gesto.

–Lo siento, los diagnósticos son de índole privado.

–No se lo diré a nadie, recuerda que trabajo para el FBI, sé perfectamente como guardar un secreto –murmuró. Dégel sonríe y sigue escribiendo–. ¿Qué escribes? ¿Es sobre mí?

–¿Por qué piensas eso?

–Hay mucha gente que me quiere muerto….por ejemplo en la radio hace unos meses, yo escuché algo, era como un código que decían para que me ataquen.

–¿Y por qué te querrían matar? –preguntó nuevamente, Dégel se daba cuenta que Kardia lo estaba envolviendo en su delirio.

–Porque soy del FBI, los rusos son así –susurró, nuevamente volvió a la realidad ¿rusos?

–Bien Kardia, no te preocupes porque aquí no te va a pasar nada, no hay rusos, no hay radio y no hay FBI ¿de acuerdo? –El muchacho afirma y toma la mano de Dégel–. ¿Estás…?

–Confió en ti…–esas palabras, que podían ser dichas por cualquier persona en el mundo, hicieron a Dégel sentir amado, sentir importante…sentir.

 

                Le sonrió y le acarició con la yema los dedos, lentamente la mirada se encontró y Dégel ya comenzaba a sospechar que se estaba enfermando, que estaba quedando atrapado en el delirio de Kardia y le sería imposible salir.

 

Fin del capítulo II.

Notas finales:

(*) Depresión Mayor:Como dice el nombre, es una depresión “peor”, usualmente los pacientes no pueden levantarse o intentan suicidarse.

(**) Trastorno de personalidad disociativa: Para decirlo en criollo, es cuando una persona tiene dos personalidades normalmente muy diferentes entre si y que ninguna de las dos sabe de la existencia de la otra ni recuerda nada sobre lo que aconteció mientras se encontraba con esa personalidad, también llamado Trastorno de personalidad múltiple.  Es decir, es como si fueran dos personas diferentes.


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