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Dream of love por Mizuki_sama

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Capitulo segundo

La vergüenza es un sentimiento común, común para el mundo, incluso los más expertos miembros de la nobleza lo sentían alguna vez en sus vidas de cuando en cuando pero definitivamente no era un sentimiento que Alois mereciese sentir y sin embargo se veía en la penosa situación de sentirlo en toda su fuerza, la sonrisa le temblaba un poco en los labios mientras el vizconde Druitt le sonreía de manera encantadora y la música de los violines se escuchaba en el ambiente.
−me veo en la obligación de insistir, mi hermoso azulejo de las montañas.
− ¿azulejo?- repitió confundido el rubio al tiempo que la sonrisa terminaba por desaparecer en un gesto de curiosidad innata y le miraba con aquellos profundos ojos azules.
−Oh si –la voz emocionada del vizconde sin duda habría alterado a cualquier otra criatura de la misma edad que el joven blondo, pero en el caso de Alois había provocado más miedo del que fuera correcto expresar, aun mas cuando aquel hombre, que por cierto era primo lejano suyo, le elevo el mentón−hablo de usted, es tan bello como los azulejos de las montañas y por supuesto, espero que menos esquivo – las mejillas de Alois se encendieron furiosamente ante aquellas palabras.
−Me temo que se llevara una sorpresa desagradable− comento serenamente una voz detrás del vizconde, el rubio menor sintió que se desmayaría en cualquier momento, el vizconde se había vuelto con una sonrisa serena y cortes al recién aparecido marqués de Michaelis y este ultimo tenía también una sonrisa encantadora adornando su rostro− personalmente considero imposible atrapar un azulejo ¿sabe? Yo compararía a Alois con un abadejo ¿sabe? Posee una maravillosa voz–le sonrió mientras extendía una mano hacia su joven prometido – Alois, mi adorado, te buscaba, no entiendo tu fascinación por desaparecer – le sonrió con su mejor tono amable.
−lo lamento –se disculpo enseguida, sintiendo aun las mejillas arder y con la sensación de haber cometido una estupidez, su prometido acababa de encontrarlo cuando otro hombre le expresaba sus… eh… ¿atenciones?, levantó la mirada hacia el marques buscando en aquello ojos una muestra de su, quizás, molestia- no deseaba molestar…
-no me molestas –sonrió este llevándose la mano atrapada a los labios con galantería antes de volver a mirar a Druitt - Aleister –lo llamo por su nombre de pila causando que ambos rubios lo miraran con ansiedad, aunque claro uno lo ocultaba mejor que el otro – un placer haberte visto, te doy las gracias por cuidar de mi prometido –el tono del marqués era elegante cortes y educado , algo que Alois apreciaba profundamente, quizás por ello, instintivamente busco la protección del mismo abrazándose a uno de sus brazos con delicadeza, Michaelis le dirigió con una sonrisa – debes estar cansado Alois, permíteme llevarte hacia el salón, estarás mas cómodo allí –dijo suavemente llevándose al joven de allí, una vez se hubieron alejado lo suficiente del vizconde Michaelis volvió a hablar – Creo Alois que notas la estupidez de tu conducta – el joven blondo miro de inmediato al marques – no comprendo que razón puedes tener para aceptar las indecorosas atenciones de ese hombre sabiendo que tu prometido esta en la misma fiesta y más aun, el modo en que me verías a actuar si alguien más lo hubiese notado –los labios del más joven temblaron un poco, el tono del marqués era por otro lado duro, desmintiendo la expresión cortes de su rostro, Alois podía jurar que si se atrevía a mirarlo a los ojos, notaria que estos eran dos brasas ardientes.
-lo… lo lamento señoría, os aseguro que no tenía ni idea, no creí que las…. Atenciones de mi primo pudiesen ser de mal gusto – su voz salió como un murmullo, Sebastián le miro de lado, notando que el doncel era sincero, al menos en ese punto y sonrió acariciando con delicadeza sus cabellos.
− No te ocupes, intentare enseñarte al respecto, es culpa mia también el haberte dejado solo, más aun, que al fin me permiten llevarte a un lugar, sin que tu tía nos examine con lupa –comentó suavemente, consciente de que Trancy era hasta cierto punto un muchacho sensible y sin duda debido a la vida protegida que le había dado su padre un tanto ignorante de lo que socialmente podría considerarse correcto- Pero debes notar, Alois, que eres mucho más bello que el común de los debutantes – “y que por otro lado nadie se interesara en que tengas un cerebro magnifico” pensó cínicamente por dentro- y sin duda habrá hombres que quieran regalarte con sus atenciones aunque sepan que estas comprometido, es tu deber saber mantenerlos a raya, no puedo arriesgarme a tener que batirme en un duelo antes de casarnos y por supuesto preferiría no tener que hacerlo una vez lo hayamos hecho –termino al tiempo que le ofrecía una copa de limonada – debes estar sediento.
—Gr…gracias –Alois recibió la copa de limonada con gesto turbado, la sonrisa había terminado de desaparecer de su rostro para mostrar una expresión afectada —lamento causarte molestias —murmuro sin elevar la mirada — pero soy muy ignorante de algunos temas y resulta difícil saber qué cosas serian muy mal vistas.
—eso quiere decir que otros hombres te han hablado como lo ha hecho lord Chamber ¿no es así? — la voz del marqués le interrumpió en medio de su explicación, en aquel momento ya se habían alejado un tanto del resto de invitados y no corrían el riesgo de ser escuchados por oídos indiscretos.
— ¡No! ¡Por supuesto que no! — se apresuro a contestar el más joven sintiendo una vez más las mejillas arder por la vergüenza- padre jamás habría aprobado algo semejante, pero… —en ese instante el joven se detuvo titubeante, como buscando las palabras indicadas para explicarse— pero… había otras personas que solían … alagarme y padre comento en una ocasión que debía saber que cumplidos aceptar y cuales rechazar, de todas formas en casa de mi padre jamás me habían hablado así, ni en ningún otro lugar —explico suavemente— así que no sabía como se supone que se debe de rechazar ciertos… cumplidos —termino de explicarse con las mejillas ardientes y los ojos ansiosos mirándolo como esperando que Michaelis se sintiera defraudado.
—Comprendo –asintió el mayor con serenidad mientras ocultaba astutamente la sonrisa que se formaba en sus labios— no te sientas mal — le susurro suavemente, con palabras que se sentían como la misma seda — me alegra que confíes en mi para decirme eso, te prometo v en ese momento el rubio elevo la mirada hacia él con curiosidad y Sebastián acaricio su mejilla izquierda con delicadeza, por un segundo maldijo lo guantes que llevaba que le impedía tocar realmente al más joven, sentía al tacto aquella piel que el imaginaba suave y lisa, cálida y serena — que me ocupare de ello… solo confía en mí –al fin sus miradas se cruzaron, azul y carmín, Alois, con la mirada brillante y los labios rojos entreabiertos, Sebastián con la sonrisa jovial perdiéndose y un deseo conocido naciéndole en las entrañas.
—Lo hago — contesto el más joven — lo único que quiero es no decepcionarte — aseguró.
—Nunca lo harías — determino el otro, parpadeando y alejando su mirada del rostro del más joven en dirección a donde los invitados se arremolinaban para conversar — regresemos — su tono era el que se usaba para proponer, pero Alois siempre traducía aquel tono por una orden, jamás se habría atrevido a renegar de ello, conocedor de que … había algo extraño en el hombre que se convertiría en su esposo, Michaelis le ofreció su brazo y el rubio se apresuro a enlazar el suyo al de su prometido con una gracia demasiado estudiada que el de ojos carmín ignoro mientras caminaba de vuelta ala fiesta de té, hablaría con Aleister, por supuesto que lo haría.
Ambos volvieron a internarse entre los demás invitados, el marqués deseaba hablar una vez más con la encantadora Baronesa Barnett, una mujer dueña de un hermoso (teatral) cabello rojo, que Sebastián admiraba personalmente, aunque si debía ser sincero consideraba escandaloso el hecho de que una dama se vistiera tan a menudo de color rojo, sin embargo se vieron abordados casi inmediatamente por una jovencita que el apenas conocía.
— ¡Alois! Al fin te encuentro —la jovencita era dueña de una sonrisa preciosa y, al parecer fácil, además de brillantes ojos verdes, Sebastián solo tuvo que observar su vestido blanco para comprender que era una debutante— oh — la jovencita, al parecer, había caído recién en la cuenta de su existencia — perdone mi lord , ¿puedo llevarme a Alois un momento? — pregunto con una encantadora sonrisa y una mirada de cachorrito apaleado que le gano casi inmediatamente, una sonrisa de parte del marqués, una sonrisa maravillosa, del tipo que conquista un corazón por segundo, la rubia criatura se sonrojo ligeramente.
—Si pone en mi conocimiento su nombre, quizás lo permita — propuso ligeramente, mirándola a los ojos y deleitándose , internamente por supuesto, por la muda respuesta que aquel cuerpo mostraba, , era tan joven.
—Elizabeth Essel Cordilia— contesto suavemente—soy la hija del Marqués de Middleford — explico mientras el sonrojo desaparecía de sus mejillas y asumía una actitud elegante y correcta— puedo preguntar el suyo ¿ — la sonrisa era hermosa y Sebastián a su pesar se vio ligeramente atraído por ella, Elisabeth no era ni mucho menos tan hermosa como Alois, per poseía una sonrisa preciosa, del tipo que la gente califica como sinceras, cosa que su rubio prometido no poseía, porque sus sonrisas jamás llegaban a los ojos, quizás por eso, el estaba dispuesto a escuchar su petición.
—Perdone mi descortesía — se disculpo mientras realizaba una inclinación superficial y cogía la enguantada mano de la jovencita — Sebastián Michaelis, marqués de Michaelis para serviros, my lady — deposito un galante beso en aquel dorso de la mano y sonrió antes de pararse cuan alto era y asentir aceptando la petición de la muchacha — por supuesto, mi lady, puede secuestrar a Alois un tiempo, solo si promete devolvérmelo antes de que termine la fiesta — la miraba a los ojos y su rubio prometido hacia verdaderos esfuerzos para no escandalizarse por lo que sus ojos veían.
—Se lo prometo — aseguro animadamente la jovencita, antes de coger la mano izquierda del joven referido y echarse a correr arrastrándolo, casi, consigo.
Por unos segundos Sebastián se quedo quieto donde estaba, con la sonrisa atrapada en los labios y la extraña sensación de que había hallado algo realmente interesante, antes de ponerse a buscar, una vez más, a la anfitriona de la fiesta de té, aun cuando apenas había tenido unas conversaciones con aquella mujer, Sebastián debía aceptar que era hermosa y más aun, como todo hombre deseaba triunfar donde otros, muy a pesar de la coquetería de la dama, habían fracasado.
La fidelidad de angelina Barnett a su marido era casi legendaria sobre todo por su actitud alegre y casi irreverente.


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