Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Diez años por Takaita Hiwatari

[Reviews - 894]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Diez años:

Takaita Hiwatari

Capítulo 40: “Es una moda”:

 

Sasuke había perdido la noción del tiempo que había pasado mirando a Naruto. No sabía la hora que era cuando abrió los ojos, pero una tenue claridad iluminaba la habitación entonces. Estaba seguro de que a estas alturas ya se había aprendido todos los detalles de su rostro.

 

No podía sacarse de la cabeza lo ocurrido la noche anterior. Un agradable estremecimiento le recorría y los cabellos de su nuca se erizaban ante aquel tórrido recuerdo.

 

Mocoso desvergonzado, pensó sin poder reprimir una pequeña sonrisa.

 

Naruto dormía muy cerca de él, sus rostros apenas estaban a poco más de un palmo de distancia. Sintió la tentación de tocarle, y justo entonces, los párpados de quien dormía se alzaron con notable pereza. En cuanto le enfocó, Naruto le dedicó una sonrisa a pesar de su rostro adormilado, y él correspondió con una más pequeña.

 

—Buenos días, usuratonkachi.

 

El otro no tomó en cuenta el insulto, especialmente porque no había sido pronunciado en un tono despectivo; todo lo contrario. Soltando un gruñido de pereza se acercó a su pareja y le abrazó, acurrucándose en su hombro. Sasuke no tardó ni un segundo en devolver el gesto, disfrutando el hecho de sentirle cerca, respirando contra su cuello.

 

—¿Qué hora es? —Con la punta de la nariz acarició la extensión del blanco cuello.

 

Antes de poder recibir una respuesta, las alarmas de ambos teléfonos empezaron a sonar a la vez. Con pereza se alejaron para apagarlas. Ya no era necesario que Sasuke le dijera qué hora era.

 

Todavía soñoliento, Naruto se desperezó y después se rascó la nuca mientras liberaba un sonoro bostezo.

 

—Me gustaría pasar todo el día en la cama contigo dattebayo.

—Imposible —respondió lo obvio, sentándose ambos. Sintiéndose contagiado también bostezo, aunque más discreto.

 

Un poco más espabilado, Naruto le dedicó una sonrisa.

 

—Ayer fue el mejor cumpleaños de toda mi vida. No lo olvidaré nunca.

‹‹Yo tampoco››, pensó.

 

Naruto le envió una sonrisilla ladina mientras daba toquecitos al costado de Sasuke con un dedo.

 

—Tú, pervertido, disfrutaste mucho lo que el gran Uzumaki Naruto te hizo ayer, ¿cierto?

 

Sasuke alejó el contacto con un manotazo, pero Naruto insistió el doble, usando ahora ambas manos para darle toquecitos en el costado. El tonto empezaba a causarle cosquillas.

 

—En tus sueños… mocoso… —Se le escapó una risilla involuntaria.

 

Como si hubiera hecho un gran descubrimiento, los ojos de Naruto brillaron.

 

—¡Tienes cosquillas aquí!

 

Entonces se lanzó con ímpetu a hacer cosquillas en los costados de su pareja. Sin poder evitarlo Sasuke empezó a reír, tratando de detenerle, pero el idiota era escurridizo. Naruto se sentía flotar en una nube, era la primera vez que veía a Sasuke reír de aquella forma, a carcajada limpia. Ese momento quedaría en su memoria para siempre.

 

Aquel día pronosticaba ser tan feliz como el anterior.

 

****

 

—¡Pleno! —El grito de Naruto resonó en medio del bullicio de la bolera.

 

No se había equivocado al sospechar que el día sería tan maravilloso como el anterior. Después de clases, sus amigos le invitaron a comer carne a la brasa en Yakiniku Q, y después, ya entrando la noche, fueron a la bolera. Se habían separado en pequeños grupos para competir entre ellos. Él no dudó en elegir como compañera a Sakura, con su fuerza bruta seguro que haría muchos plenos, y de inmediato, Gaara propuso unirse a ellos. Por otro lado estaban Kiba, Hinata y Neji; y en otro grupo Chouji, Shikamaru, Lee y Shino.

 

—Bien hecho, Naruto —dijo Gaara—. Con esta puntuación ahora estamos empatados con el equipo de Shikamaru.

—¿A que soy genial? —presumió llevándose las manos a la cintura.

—Deja de ser tonto —reprendió Sakura—. Ese pleno sólo fue suerte.

 

Ignorando la protesta de su amigo, Sakura tomó una bola y lanzó con tal energía que Naruto y Gaara temieron que atravesara la pared de madera del fondo. La chica hizo un pleno perfecto.

 

Kiba se acercó con una ligera sonrisa de resignación. A pesar de que su equipo era el que iba perdiendo, el chico no parecía afectado. Eso causó curiosidad a Naruto, ya que sabía lo competitivo que era Inuzuka y que incluso llegaba a ponerse agresivo cuando perdía, pero ahora estaba sosegado y hasta… ¿contento?

 

—¿Por qué tan feliz’ttebayo, Kiba? ¿Te has dado cuenta de que tu equipo va perdiendo? —Señaló con obviedad uno de los paneles de puntuación.

 

El castaño miró la pantalla donde aparecía su puntuación, muy por debajo de la de los otros dos grupos, pero no le importaba en absoluto.

 

—No hay mucho que se pueda hacer. Hinata no es muy habilidosa jugando a esto. En tu equipo los tres tenéis buena puntería, y en el de Shikamaru son cuatro, tienen clara ventaja.

—¿Y por qué no estás refunfuñando? —Le miró intrigado—. Sospechoso.

—Bueno… —Kiba se encogió de hombros. Antes de continuar aguardó un momento al ver a Naruto tomar una bola y lanzarla. Se acercó—. Estoy feliz de estar en el mismo equipo que Hinata.

—¿Sólo eso? —Sabía que debía de haber algo más.

 

De inmediato Inuzuka agarró del brazo a su amigo y tiró de él, alejándoles unos pasos de los demás mientras Gaara se preparaba para hacer su lanzamiento.

 

—Estoy saliendo con Hinata —susurró con evidente emoción.

—¿¡Qué!? —casi gritó, estupefacto—. ¿Y cómo es que Neji no te ha matado aún?, ¿no lo sabe?

—Sí lo sabe. Tengo su aprobación desde que supo que salvamos a Hinata de esos pervertidos. Ser atacado por ellos fue algo conveniente después de todo. —Rió.

—Afortunado. —Le palmeó un hombro—. Cuida bien de Hinata, ya sabes que ella es un poco…

—Muy —interrumpió, sabiendo lo que iba a decir.

—Muy tímida —completó.

 

Al instante Kiba asintió, mirando por un momento a Sakura efectuando un brutal lanzamiento y logrando un pleno. Esa chica siempre había tenido una fuerza descomunal que le daba escalofríos.

 

—Hace una semana que estamos saliendo, pero apenas ayer nos dimos nuestro primer beso. Ahora sí siento que somos novios. —Sus ojos brillaban de completa felicidad.

 

Naruto rió con diversión y se alejó por un momento para lanzar, era su turno. Chasqueó la lengua con frustración cuando quedaron dos bolos en pie.

 

—Tengo un notición que contarte —cuchicheó Kiba cuando Naruto regresó a su lado.

—¿De qué se trata? —preguntó intrigado.

—Lee… ¡el Cejotas! —exclamó bajito—. Le gusta Sakura.

—¿¡Ah!?

—¡Sí! Me lo confesó el otro día. Cuando supo que salgo con Hinata me pidió ayuda para poder “acercarse” a Sakura, ya sabes…

—Nunca lo habría imaginado’ttebayo —respondió, todavía sorprendido.

 

La barbilla de Kiba se alzó en un sutil gesto de desdén fingido hacia su amigo.

 

—Eso te pasa por dejarnos de lado a cada momento, no te enteras de lo que pasa con tus amigos. ¿Qué rayos te mantiene siempre tan ocupado? Apenas pasas por el parque. Ese Sasuke no tendrá algo que ver, ¿no?

—¿Q-qué? —tartamudeó, respingando en su lugar—. ¿Qué insinúas, tonto?

—De tonto nada. —Alzó una mano y negó con un dedo, con aire entendedor—. ¿Crees que no he notado que te comes a ese tipo con los ojos?

—B-bueno… reconozco que es guapo y… —balbuceó abochornado, pero sobre todo nervioso. ¿Qué excusa daba ahora?—. Pero él no tiene nada que ver. L-los estudios… me roban mucho tiempo.

—¿En serio? —preguntó suspicaz—. Gaara y Shino están en tu clase, y ellos pasan con frecuencia por el parque.

 

El llamado de Neji fue la salvación de Naruto.

 

—¡Kiba! Deja de perder el tiempo y ven, te toca desde hace rato.

—¡Voy! —Se marchó de inmediato, no quería hacer enojar al chico.

 

Naruto suspiró lleno de alivio. Justo entonces Sakura también le llamó, indicándole que era su turno para tirar. Cuando se preparaba para efectuar su lanzamiento, el último, se sintió observado. Curioso estudió su alrededor y no muy lejos localizó a dos chicas más o menos de su edad que parecían mirarle, pero al fijarse mejor se dio cuenta de que no le miraban a él, sino a Gaara que estaba a su lado.

 

Disimulando una sonrisa divertida, lanzó, logrando su cuarto pleno. Sakura y Gaara le dedicaron miradas de aprobación, su puntuación estaba reñida con el equipo de Shikamaru y muy por delante del de Neji.

 

—Oh, Gaara, creo que has tocado un par de corazones por allí —le dijo confidente Naruto, pero sin poder contener más la sonrisa, mientras señalaba con disimulo tras él.

 

Sin demasiado interés, el pelirrojo miró en la dirección indicada. No fue difícil localizar entre la gente a quiénes se refería Naruto, ya que en cuanto las vio, las chicas soltaron bobas exclamaciones de emoción y se abrazaron entre ellas.

 

Qué tontas, pensó Gaara con cierto desdén.

 

—No me interesa —les dio la espalda a las agitadas chicas.

 

Sakura se acercó al equipo de Hinata, dándole ánimos a su amiga que se preparaba para lanzar. Mientras, Naruto y Gaara caminaron a la barra a petición del rubio que quería tomar un refresco. Aprovechando que estaban solos, se animó a preguntar.

 

—¿No te interesa?, ¿acaso tu corazoncito ya está ocupado? —Sonrió con diversión.

 

Ante la cuestión tan directa, Gaara no pudo evitar que sus mejillas tomaran un suave tono rosado que hizo soltar una carcajada a su amigo. ¿Qué debía responderle?

 

—No lo sé… —atinó a decir casi en un susurro.

 

La curiosidad de Naruto se disparó a límites insospechados. ¿Podía ser que a Gaara, su parco amigo, le gustara alguien?

 

—¿Te gusta alguien? —Le miró con los ojos abiertos de par en par, sorprendido—. ¿Por qué no me lo habías contado antes?, ¿quién es?, ¿está en nuestra clase?, ¿en nuestro grupo de amigos?, ¿es Sakura-chan? —interrogó.

 

El pelirrojo negó interiormente alarmado por aquel acoso. Sólo había respondido que no sabía si le gustaba alguien, y Naruto ya casi daba por sentado que se trataba de Sakura. Su imaginación no tenía fronteras.

 

—No es ella —sentenció con seguridad para que no hubiera lugar a dudas—. Ni siquiera sé si esa persona me gusta. Es sólo que… su personalidad me resulta… —titubeó—, llamativa. —Asintió—. Sí, eso.

 

Naruto pidió un par de refrescos, y mientras esperaban su orden, encaró de nuevo a su amigo.

 

—¿Personalidad llamativa?, ¿en qué sentido’ttebayo?

—No sabría explicarlo bien —trató de excusarse, incómodo—. Es perseverante con todo lo que se propone, y cuando sonríe, por alguna razón siento que yo también quiero sonreír. Es extraño.

—Yo diría que sí te gusta… creo.

 

Tomó el par de refrescos y le extendió uno a Gaara, quien bebió grandes tragos, incómodo con la conversación.

 

—No lo sé. Sólo llama mi atención de cierta manera.

—Apuesto que piensas con frecuencia en esa persona y deseas pasar más tiempo a su lado —se aventuró a afirmar. A él le pasaba lo mismo con Sasuke.

 

Gaara apartó la mirada, ligeramente inquieto al darse cuenta de que Naruto tenía razón.

 

—Preferiría no continuar hablando de ello.

 

Tragándose la curiosidad por ahora, Naruto asintió y le alzó el pulgar para indicarle que no había problema. Le dedicó una sonrisa, y como sintiéndose contagiado, Gaara también sonrió.

 

****

 

La mañana del domingo, dos días después, Kushina caminaba por el pasillo de la planta superior rumbo a las escaleras con el cesto de la ropa sucia entre las manos. Se dirigía a hacer la colada. Al cruzar frente a la habitación de Naruto, al estar la puerta abierta, no pudo evitar ver lo que ocurría dentro.

 

Incrédula volvió sobre sus pasos, deteniéndose a mirar mejor la escena.

 

Su hijo estaba enfundado en unos ceñidos vaqueros desgastados, estratégicamente rotos en la zona de las rodillas; en sus manos tenía dos camisetas de entretiempo, como dudando con cuál se vería mejor. Aquello era sospechoso, la inmensa mayoría de las veces Naruto vestía con ropa cómoda, el chándal era su prenda favorita por excelencia. Finalmente su hijo se había decantado por una camiseta de color granate que hacía resaltar el tono rubio de su cabello y la otra la guardó.

 

—Vaya, vaya, ¿se puede saber a dónde vas tan guapo’ttebane? —preguntó finalmente, dejando el cesto en el suelo e ingresando en la habitación.

 

Una sonrisa de satisfacción apareció en Naruto ante el halago. Esa era su intención, ponerse guapo para ese teme que tenía por novio. Era consciente de que siempre solía vestir bastante informal, demasiado, por una vez quería verse bien.

 

—Por ahí —respondió enigmático.

—¡Oh! ¿¡No será lo que estoy pensando!? —Le miró atónita.

—No sé qué estás pensando, mamá.

—¿Tienes una cita? —preguntó con emoción contenida.

 

La expresión bobalicona que al instante adoptó su hijo y la forma nerviosa en que se rascaba la nuca hablaba por sí sola. ¡Santo cielo, su hijo, su pequeño, en una cita!

 

Rápidamente se acercó y empezó a peinarle con los dedos.

 

—¡Mamá! —exclamó sorprendido, aunque dejándose hacer.

—Ahora sí. —Asintió, aprobando el aspecto de su hijo. Después se llevó las manos a las caderas, mirándole un tanto curiosa—. ¿Así que tienes un enamorado?

 

Ni de lejos Kushina podía poner como sospechoso en su mente a Sasuke. Sabía gracias a Mikoto que él estaba yendo de novia en novia, sin lograr encontrar a su media naranja. Su cita tampoco podía tratarse de una chica, su hijo ya había confesado su orientación sexual y hace tiempo comprendió que no se trataba de una etapa.

 

—…podría ser —respondió esquivo una vez más.

—¿¡Es Gaara!? —afirmó en una pregunta, sorprendida. Acababa de recordar al chico pelirrojo.

—¿¡Qué!? ¡No! Gaara no es gay, ya lo dije hace tiempo.

—Bien… ¿entonces quién es tu cita’ttebane? —preguntó más seria, sentía que se moría de la intriga.

 

Dándose aires de importancia, Naruto negó con la cabeza mientras esbozaba una sonrisita de diversión.

 

—Si todo funciona como hasta ahora, le traeré a casa después de Año Nuevo.

 

Kushina sintió que hiperventilaba, mezcla de nervios y emoción. ¡Iba a conocer a la primera pareja de su hijo! Porque era la primera, ¿cierto? Sea como sea, la alegraba profundamente que por fin hubiera dejado de lado esos tercos sentimientos hacia Sasuke y que hubiera puesto sus ojos en alguien que le correspondía.

 

—Está bien. Diviértete —deseó en un tono cariñoso, pero casi al instante su rostro se mostró un tanto severo—. Oh, y sobre todo, cuidado con las “cosas” que haces. ¿Entiendes? Estoy hablado de “esas cosas” que hacen las parejas. Toma precauciones y…

 

Guardó silencio al ver que de repente Naruto parecía ignorarla para correr a una esquina del cuarto, tomando algo del suelo. Un tic sacudió una de sus cejas cuando Naruto la encaró con el balón de fútbol oculto bajo la camiseta a modo de gran barriga.

 

—Es demasiado tarde, mamá —expresó en tono dramático, llevándose el dorso de la mano a la frente—. Él ya me embarazó dattebayo, estoy de ocho meses, ¿que no lo ves? —Se señaló la falsa barriga con un gesto obvio y después la acarició.

 

Kushina se sintió arder de furia. Ella tratando iniciar una charla seria, y difícil, y el idiota de su hijo le salía con aquella estupidez. Frunció el ceño, tensó la mandíbula y apretó los puños. El balón cayó de su escondite al suelo cuando Naruto se estremeció al sentir el aura densa que rodeaba a su madre.

 

—S-sólo bromeaba. —Sonrió tenso—. ¿No tienes sentido del humor?

 

Un alarido de Kushina junto con un golpe que no alcanzó su objetivo, fue suficiente para que Naruto corriera por su vida. Cuando bajaba las escaleras de tres en tres, la cesta de la ropa voló sobre su cabeza, haciéndole temer por su vida de nuevo. Si lograba escapar ileso sería un milagro.

 

—¡Papá, socorro! —gritó cuando llegó abajo—. ¡La bestia sangrienta ha despertado! —Con pulso tembloroso empezó a ponerse las zapatillas en el rellano junto a la puerta.

 

Ante el escándalo, Minato que estaba en el jardín interior se acercó rápidamente, alcanzando a ver a su esposa que bajaba la escaleras con un aura asesina.

 

—¡Kushina, no! —Reuniendo valor se interpuso en su camino—. ¡Recuerda que sólo tenemos un hijo!

 

Kushina dejó de gruñir, Minato de forcejear y Naruto de temblar cuando escucharon unos suaves golpes en la puerta. El adolescente abrió mientras su padre trataba de contener a la bestia.

 

—Oh, Fugaku —saludó al hombre con una mano—. Qué oportuna visita dattebayo. Yo justo me iba… —Trató de huir, abandonando la casa.

—Naruto, espera —le llamó rápidamente.

 

El rubio obedeció a regañadientes, quería alejarse cuanto antes de su madre, ¡esa mujer no sabía reírse de una simple broma!

 

—¿Ocurre algo?

 

Por alguna razón a Naruto se le hizo extraño el escrutinio al que estaba siendo sometido. Fugaku le miraba de arriba abajo, como si no le reconociera. Tal vez se le hacía extraño verle lucir esas ropas.

 

—No sabía que tú… sigues esas “modas”. No lo esperaba de ti.

 

Como imitando a Fugaku, se observó a sí mismo, especialmente los agujeros que el pantalón tenía en las rodillas. Seguro estaba tan acostumbrado a verle vistiendo su atuendo para jugar fútbol o cualquier chándal, que se le hacía raro verle con este atuendo. Sí, eso debía ser.

 

—Lo cierto es que no siempre tengo este tipo de inclinaciones.

 

Desconcertado, Fugaku se preguntó qué había querido decir con eso. ¿Acaso además de ser homosexual, había algo más? Pero justo entonces se escuchó un alarido de Kushina y al instante Naruto se marchó corriendo sin siquiera despedirse.

 

—¡Ese niño insolente y tonto…! —renegaba la mujer.

—Que-querida, cálmate… —Sonrió nervioso su esposo.

—Veo que he llegado en mal momento —comento Fugaku lo obvio—. Vendré más tarde.

 

Para Minato, su amigo había llegado como una tabla de salvación. Al instante soltó a Kushina y se acercó unos pasos al otro.

 

—¡En absoluto! ¿Por qué no pasas?

 

Con la visita, Kushina se vería obligada a calmarse y mostrarse amable. Lo cierto es que desde la última vez que se emborrachó, hace ya poco más de una semana, su esposa había estado tan molesta que le había prohibido volver a salir a beber con Fugaku por una buena temporada. Desde entonces no había visto a su amigo, y lo cierto es que quería hablar con él. Tenía recuerdos borrosos de lo que pasó la última vez que se vieron, y había algo que le preocupaba.

 

—¿Seguro? No me gustaría molestar —dijo inseguro.

—¡En absoluto! Entra —invitó.

 

Kushina bufó, forzándose a desprenderse del enojo. Para ella el asunto no era una broma, quería que Naruto fuera cuidadoso con lo que hacía, que fuera respetuoso con su cuerpo, y a ser posible, que no hiciera nada íntimo con su novio hasta cumplir la mayoría de edad, aunque sabía que eso sería pedir un imposible.

 

Se preguntó quién sería el muchacho que había logrado hacer a Naruto olvidarse de Sasuke finalmente. Fuera quien fuera, le estaba agradecida.

 

Abandonó sus cavilaciones cuando ambos hombres pasaron por su lado, dirigiéndose a la sala.

 

—¿Te apetece algo de beber, Fugaku? —Se interesó ella.

—Un café estaría bien —agradeció.

—Que sean dos, Kushina —añadió su esposo.

 

Los dos se sentaron a la mesa, bastante serios de repente.

 

—Hace casi dos semanas que no nos vemos —rompió el hielo Minato.

—Así es. Entiendo que Kushina te mantenga castigado como si fueras un mocoso de cinco años, sólo a ti se te ocurriría emborracharte de esa forma.

—No me lo recuerdes. —Bufó, pasándose una mano por la cara—. Estuve vomitando toda la noche. Lo peor es que no recuerdo cómo llegué aquí.

—Yo te traje.

—Lo sé, Kushina me lo dijo. —Asintió. Aun así no lo recordaba—. Gracias.

—No me lo agradezcas, en realidad me dieron ganas de dejarte tirado allí, casi me vomitas encima.

 

Minato rió, sabía que aunque la expresión de Fugaku era seria, aquello había sido una broma. Paulatinamente, su sonrisa se desvaneció, quedando un rostro serio.

 

—Fugaku… —le llamó inseguro—. No recuerdo muy bien algunos detalles. Nosotros… hablábamos de nuestros hijos…

 

El otro asintió, conforme con hacia dónde se dirigía la conversación. Justo quería llegar a ese punto también.

 

—De nuestros hijos, de mis futuros nietos…

—Yo… —Pasó saliva con esfuerzo—. ¿Por casualidad dije algo extraño?

—Define extraño.

—Algo sobre Naruto. —Carraspeó incómodo.

—¿Algo como que Naruto no te dará nietos nunca porque es homosexual?

 

El color se esfumó del rostro de Minato, quedando pálido. ¿Entonces no era algún tipo de alucinación producto de la borrachera? Realmente le confesó a su amigo que Naruto es homosexual. Había desvelado el secreto de su hijo, sentía que le había fallado. ¿Naruto se enfadaría con él si se enteraba? Aquel secreto era algo que sólo le correspondía revelar al propio Naruto.

 

De pronto empezó a reír de forma estridente pero fingida, confundiendo a su amigo.

 

—¿En serio dije eso? Tenía vagos recuerdos de algo así.

—¿Pero es cierto? —preguntó con cierta impaciencia.

—¡En absoluto!

‹‹Siempre mintiendo tan mal, Minato››, pensó.

—De cualquier forma, si fuera cierto… ¿te molestaría? —Sabía lo conservador que era Fugaku en ciertos asuntos.

 

Justo entonces Kushina entró con una pequeña bandeja en las manos, depositando en la mesa un café para cada uno, ya sin rastro del enojo de minutos atrás. Tan silenciosa como llegó, se marchó, dándoles privacidad.

 

—¿Por qué me preguntas si me molestaría si no es cierto?

—Simple curiosidad.

—No estoy de acuerdo con esa “moda”. Un hombre con otro hombre… En caso de que fuera cierto, te diría que probablemente sea culpa tuya.

—¿Mía? —Se sorprendió.

—Sí. Siempre has sido muy blando con Naruto, le has mimado y consentido demasiado. Por esa falta de disciplina, Naruto se ha inclinado hacia esas extrañas modas. —Suspiró—. Pero claro, esto son sólo suposiciones, ¿cierto?

—¡C-claro!

—Entonces es absurdo continuar hablando sobre lo que yo pensaría.

—Tienes razón —musitó, dando un sorbo a su café. Trataba de ocultar su expresión abatida tras la taza.

—Sin embargo… —añadió.

—¿Hum?

—Si yo fuera tú, pondría especial atención a Naruto. Ahora mismo está en esa etapa tonta que atraviesan todos los adolescentes, puede dejarse influenciar por otros y caer en malas conductas como el alcohol o las drogas, o en extrañas “modas”. No sé si me entiendes.

 

Una tensa sonrisa estiró los labios de Minato.

 

—Perfectamente, amigo.

 

Fugaku asintió.

 

—Si fuera tú, me preocuparía por saber con qué personas sale, a dónde, qué hace con ellos…

—¿Eso no sería acosarle? Además, confío en la sensatez de mi hijo.

—Adolescencia y sensatez nunca van de la mano —aseguró tajante, bebiendo un poco de su café—. No seas iluso.

—No soy iluso —rebatió—. Conozco a mi hijo. Es algo impulsivo e imprudente a veces, pero no caería en vicios como la droga o el alcohol.


Tras un pesado silencio, Fugaku habló.

 

—¿Y en la moda de la homosexualidad?

—N-no creo que la homosexualidad sea una simple moda…

—Discrepo —interrumpió.

—Sea como sea —Minato ignoró a su amigo, mostrándose un poco serio—, yo soy el padre de Naruto, y yo decidiré la mejor forma de guiarle y educarle.

—Si tú lo dices… Pero cuando Naruto caiga en modas extrañas y empieces a lamentarte, no tardaré en decirte que te lo advertí.

 

Por un segundo Minato sintió una espinita de rencor clavándose en su corazón, no pudo evitar desear que uno de los hijos de Fugaku fuera homosexual, así cerraría su bocaza y dejaría de dar consejos como si fuera el padre modelo del año.

 

Suspiró, dejando esos deseos de lado. ¿Qué tonterías estaba pensando? Tanto Itachi como Sasuke eran heterosexuales.

 

—La homosexualidad no es una moda —sentenció—. Y si mi hijo lo fuera, seguiría sintiéndome orgulloso de él. Homosexual o heterosexual, Naruto sigue siendo Naruto.

—Pero te lamentarías porque no tendrás nietos nunca. —Hizo disimulado hincapié en la última palabra.

 

La desilusión cubrió el rostro de Minato por un momento. Había asimilado que su hijo jamás llegaría a casa tomado de la mano de una chica, pero entender que nunca tendría un pequeño nieto al que mimar y consentir… era algo que todavía le costaba digerir.

 

Pero sabía que lo más importante era la felicidad de Naruto. No debía ser egoísta y pensar en la suya propia. Sólo necesitaba tiempo para aceptarlo.

 

—No te voy a mentir. —Bebió un poco de su café—. Es cierto que sería un sueño hecho realidad tener un nieto o dos, pero ante todo está la felicidad de Naruto. Si él fuera homosexual, sería cruel de mi parte obligarle a hacer algo que no desea, ¿no crees?

 

Fugaku guardó silencio unos largos segundos, meditando aquello sin estar totalmente de acuerdo.

 

—Eres tan bonachón que rayas en lo tonto, Minato —escupió sin miramientos—. Si fueras más despierto, pondrías en el camino de tu hijo una chica para que dejara de lado esa moda de la homosexualidad y volviera a ser un chico normal.

 

La ceja de Minato se sacudió en un tic de ira reprimida.

 

—¿Qué parte de “la homosexualidad no es una moda” no entiendes, Fugaku?

 

El otro le miró con cierta burla.

 

—Te estás tomando esta conversación muy a pecho. ¿No se supone que estamos hablando en el hipotético caso de que tu hijo tuviera esas inclinaciones?

—Claro… es sólo una suposición. Y ahora mejor hablemos de otra cosa, esta conversación no nos va a llevar a ningún lado.

—Como prefieras. —Se encogió de hombros.

 

Allá Minato y su pasividad respecto a su hijo. Pero sabía que tarde o temprano Minato iría a él lamentándose porque Naruto había caído en vicios extraños. Mientras Minato iría con la cabeza gacha, avergonzado con las conductas de su hijo, él iría con la cabeza bien alta, orgulloso por el impecable comportamiento de Itachi y Sasuke.

 

****

 

—En serio pensaba que nunca íbamos a usar las entradas que nos regaló Juugo hace unos… ¿tres meses? —comentó Naruto a su pareja, mirando con entusiasmo todo su alrededor.

 

Sasuke escuchó sin prestar mucha atención, estaba más atento mirando a su derecha, donde un par de jirafas se alzaban imponentes, mirando sin inmutarse los grupos de gente que se acercaban hasta la barrera para admirarlas más de cerca.

 

—Juugo me ha dicho que hay un espectáculo de aves a las doce —dijo finalmente.

—¿En serio? ¡No quiero perdérmelo’ttebayo! —exclamó con entusiasmo.

 

Con rapidez tomó su móvil y empezó a tomar fotografías a discreción a casi todos los animales del zoológico. Entonces el teléfono de Sasuke pitó indicándole que había recibido un mensaje.

 

—Juugo me está preguntando si te gustaría participar en el espectáculo de aves.

—¡Oh! —exclamó con los ojos brillantes de ilusión, dejando de tomar fotografías—. ¡Sí!, ¡dile que sí! —apremió.

 

Poco antes de las doce, Sasuke y Naruto se encaminaron hacia el lugar donde se llevaría a cabo el espectáculo de aves. El lugar estaba rebosante de diferentes tipos de vegetación tropical, era como adentrarse en una pequeña selva lo suficientemente grande como para acoger a unas cien personas. Tenía forma circular, rodeado de unas rústicas gradas de roca de apenas tres filas de altura.

 

Entusiasmado, Naruto tomó asiento en la primera fila, arrastrando a su novio a su lado, alegando que desde ahí lo verían todo a la perfección.

 

Puntual, a las doce llegó el encargado del espectáculo acompañado de Juugo mientras charlaban entre ellos. Al localizar a la pareja, Juugo alzó una mano y les saludó, y a continuación comentó algo con su compañero de trabajo mientras señalaba a Naruto. Después se retiró para continuar con su labor.

 

Con las gradas llenas, el espectáculo comenzó. El joven monitor mostró diferentes aves, explicando características sobre dicha especie y su hábitat, después, las hacía volar. Las aves pasaban muy cerca del público, sacando algunas exclamaciones de sorpresa.

 

Largos minutos después, la pregunta de oro llegó.

 

—Necesito un voluntario. ¿Alguien se atrevería a acompañarme?

 

Automáticamente el 90% del público levantó una mano, los niños ponían especial énfasis. El hombre estudió su alrededor, y como si fuera cosa de puro azar, terminó señalando a Naruto.

 

—Tú, el rubio. Ven.

 

De un salto se puso de pie, pidiéndole con emoción a Sasuke que le tomara fotografías. Éste fingió desinterés y se encogió de hombros, pero tenía la excusa perfecta para llenar la memoria de su teléfono con fotografías de Naruto.

 

Minutos más tarde, cuando el espectáculo terminó, Sasuke revisaba en silencio algunas de las fotografías. Sonrió al ver una donde Naruto tenía tres loros sobre sí, uno en cada hombro y otro encima de su cabeza, agarrando en su negro pico uno de los rubios mechones rebeldes. La expresión de Naruto era la que podría tener un niño en una situación así, pura expectativa, ilusión y felicidad.

 

—¡Wuoh! ¡Eso fue divertido! —exclamó Uzumaki llegando junto a su pareja—. ¿A ver? —Se acercó hasta rebasar su espacio personal y casi recostó la cabeza en su hombro para contemplar también la pantalla del teléfono. Rió al ver la fotografía—. La quiero. Después me las pasas todas.

 

Estuvieron en el zoológico hasta bien entrada la tarde, recorriéndolo con calma y sobre todo tomando muchas fotografías, especialmente Naruto.

 

Antes de marcharse buscaron a Juugo para despedirle, por suerte no tardaron mucho en localizarle a pesar de lo inmenso del lugar. Agradecieron por las entradas y Naruto hizo hincapié en agradecerle el haber podido participar en ese entretenido espectáculo de aves. Juugo respondió que también pronto estrenarían espectáculos con delfines en el zoo, y que si lo deseaba, podría hablar con otro amigo para que pudiera participar. Aquello disparó la felicidad del rubio. Qué bueno era que el amigo de su novio trabajara en el zoológico.

 

Naruto comentó que para terminar el día de forma redonda, sería perfecto ir a Ichiraku y comer algo de ramen.

 

—Está bien —accedió Sasuke, sin poder evitar rodar la mirada—. Pero primero vamos a mi apartamento. Necesito una chaqueta.

 

Cuando llegaron al lugar, mientras Sasuke iba a por la prenda, Naruto le esperó abajo, recargado en la pared del edificio mientras observaba entretenido el tráfico. Le daba pereza subir nada más por una chaqueta, aunque fuera en ascensor.

 

Al ser domingo, había bastante gente en la calle. Miró a su izquierda al sentirse observado, y su presentimiento no fue equivocado. Una mujer rubia se acercaba, mirándole curiosa. Naruto tenía la sensación de que la había visto antes.

 

La mujer se detuvo a su lado, insegura sobre si dirigirle la palabra.

 

—Te he visto a lo lejos y al instante tu cara se me hizo conocida.

—¿Yo? —Se señaló Naruto. Lo cierto es que a él le ocurría lo mismo con ella.

—Sí, y ahora sé por qué. Estuviste en mi tienda con tu padre, comprando flores para tu madre.

 

Entonces Naruto recordó a la dependienta de la floristería. Soltó una exclamación de sorpresa y asintió.

 

—Es cierto.

—Y dime, ¿le gustaron las flores a tu madre? —Se interesó con una sonrisa.

—Más que eso. Perdonó a mi padre al instante dattebayo —explicó soltando una risa floja.

—Me alegro. —Asintió. Estaba por irse, pero no pudo evitar fijarse en que el chico estaba recargado junto a la puerta del edificio donde hace tiempo vio entrar a Sasuke—. ¿Vives aquí? —curioseó.

—¿Ah? No. Sólo espero a alguien.

 

Una sonrisa pícara se dibujó en los labios de la mujer.

 

—¿Una novia? Justamente tengo unas margaritas por muy bien precio que podrías regalarle…

 

Naruto sacudió una mano como negación, interrumpiéndola.

 

—A mi… pareja no le interesan mucho las flores.

—¿En serio? Es una lástima. Mira que un bonito ramo de flores es un regalo muy socorrido.

—Supongo. —Se encogió de hombros.

 

La rubia dedicó una última mirada al edificio y tras despedirse se marchó. Había pasado por allí con la esperanza de poder cruzarse con Sasuke. Tenía la mala suerte de verle realmente menos de lo que le gustaría, aunque por otro lado, Suigetsu la había integrado rápidamente en el grupo de amigos.

 

Todavía sentía mucha curiosidad por la novia de Sasuke, se preguntaba cómo era. ¿Tenía una personalidad dulce o un carácter duro?, ¿era bonita o simplemente una chica del montón? Lo más importante, ¿qué tenía de especial?, ¿cómo había conseguido cazar a Sasuke? Ella recordaba a un adolescente esquivo y parco a la hora de mostrar sus sentimientos, aunque eso sí, durante el sexo mostró un desconocido lado fogoso. Sonrió. Todavía recordaba la torpeza del chico las primeras veces que lo hicieron.

 

Para ella Sasuke era un enigma, un atractivo enigma que quería descifrar. Deseaba conocerle más a fondo. No podía negar que lo que la atraía principalmente de él era su físico, su rostro de rasgos armoniosos, su mirada penetrante… incluso su aire soberbio. Había quedado tan prendada de él como cuando era una adolescente.

 

En su interior, admiraba a la chica que había logrado conquistar su corazón.

 

A las puertas del edificio, Naruto chasqueó la lengua cuando por fin vio aparecer a su novio, portando ahora una fina chaqueta de entretiempo.

 

—Por fin, teme —protestó impaciente, tenía hambre.

 

Sasuke ignoró su queja, tampoco había tardado tanto. Había ido al baño, necesitaba descargar la vejiga, después se lavó las manos, tomó la chaqueta y bajó. No era su culpa que Naruto pareciera un pozo sin fondo.

 

Comieron en Ichiraku, viendo entretanto las fotografías que habían tomado en el zoológico y comentando lo que más les había gustado. Después caminaron juntos cuando Sasuke comentó que tenía intención de hacer una visita a sus padres, pero su camino se interrumpió cuando pasaron frente al parque y Naruto le propuso entrar para ver si sus amigos estaban ahí. Recordándose que se había propuesto hacer sentir querido a Naruto, asintió. Tal y como su novio había sospechado, los mocosos estaban allí, jugando a pesar de que el sol estaba ocultándose.

 

Sin preocuparle empolvar su ropa, el rubio se unió a jugar un partido, preguntándole a Sasuke si también quería jugar. El primer impulso fue querer negarse, pero después una voz en su interior susurró “¿por qué no?”. Aunque Naruto siempre le hacía salir de su rutina, al final podía decir que había merecido la pena. Con Naruto todo tomaba otro color, su vida dejaba de ser una aburrida rutina.

 

Iniciaron el partido, gracias a las insistencias de Naruto quedaron en el mismo equipo cuando Shino propuso cambiarse de equipo y cederle su puesto a Sasuke.

 

A Gaara, en el equipo rival de Naruto, le llamaba la atención la forma en que éste miraba a Sasuke; le pasaba el balón a cada instante, como si fuese el único en su equipo. No alcanzaba a comprender qué podía ver Naruto en un hombre que se veía claramente varios años mayor.

 

Cuando decidieron tomar un descanso, Sasuke caminó a las gradas, dejándose caer sentado totalmente fatigado. Lucía acabado. Curioso, Naruto se acercó. A los ojos de Sasuke, a pesar de que un par de gotas de sudor le bañaban la frente, Naruto se veía fresco como una rosa.

 

—¿Estás bien, Sasuke? Te ves como si estuvieras a punto de morir. —Se sentó a su lado, posando una mano en su espalda y sobándola con suavidad.

—Supongo que no estoy acostumbrado a hacer tanto ejercicio. —Correr como idiota detrás del balón de un lado a otro le había pasado factura. Ni todo el aire del mundo parecía suficiente para llenarle los pulmones.

—Oh, no, tenemos que poner una solución a eso —sentenció—. Ni siquiera tienes treinta, pero ya tienes la condición de alguien de cincuenta, teme.

 

En su interior Sasuke se vio obligado a darle la razón. No es que tuviera sobrepeso ni mucho menos, estaba dentro de su peso, pero el tener una vida tan sedentaria le estaba haciendo mella.

 

Se pasó el dorso de la mano por el contorno de la barbilla, recogiendo una gota de sudor.

 

—¿Y qué propones?

—Deberías hacer ejercicio dos o tres veces por semana. Lo haré contigo dattebayo, dicen que es bueno hacer actividades en pareja y eso… —Rió entre dientes.

—¿Ir a un gimnasio? —preguntó con tedio.

—¿Qué? Ni hablar. No tengo dinero para pagarme uno —desestimó—. Mira a tu alrededor, la calle será nuestro gimnasio.

—¿La calle?

—Sí, mira. —Señaló unos bancos sin respaldo—. Puedes correr por el parque y saltar los bancos como si fuesen un obstáculo, usar los bolardos de las aceras para moverte en zigzag, puedes colgarte de la rama de algún árbol y hacer las típicas flexiones de barra…

—Todo muy asilvestrado —comentó sin estar totalmente de acuerdo, interrumpiéndole.

—¡De asilvestrado nada! Así es como mis amigos y yo ganamos condición física —presumió.

 

La llegada de Gaara interrumpió la conversación.

 

—¿Todo bien? —Después miró a Sasuke—. Tienes mala cara.

—Perfecto —respondió Naruto al ver que su novio no tenía intención de hacerlo—. Es sólo que el teme no está acostumbrado a tanto ejercicio.

—Un respeto, mocoso —riñó Sasuke.

—Como sea… —Encaró a Naruto—. Vamos a ir a Yakiniku Q, ¿te apuntas?

—¡A Yakiniku Q! —exclamó con los ojos brillantes, se le hacía la boca agua. Escuchar a Sasuke aclararse la garganta le hizo recordar que él estaba ahí—. Lo cierto es que acabo de recordar que tenía algo que hacer —se excusó.

 

Una fugaz mueca de desilusión atravesó el rostro de Gaara. Insistió.

 

—Creo que después iremos al karaoke.

—¿En serio?

—¿Por qué no dejas ese algo que tenías que hacer para otro día? —propuso.

 

Le apetecía pasar tiempo con Naruto fuera de la universidad, en clases apenas podían hablar. Por alguna razón, cuando estaban juntos su ánimo parecía cambiar, aunque en su expresión no se notara, se sentía de forma diferente, como un tipo de extraña felicidad que se concentraba en su estómago y le provocaba un cosquilleo.

 

Le gustaba aquello que Naruto le provocaba, aunque ni siquiera él mismo supiera definir qué era.

 

—No me tientes, Gaara. —Rió acercándose, dándole un juguetón empujón para a continuación rodearle los hombros de forma amistosa con un brazo—. Otro día iré.

 

Como un halcón acechando a su presa, los ojos de Sasuke miraron con atención a Gaara cuando juró ver un sonrojo apareciéndole en las mejillas. Era sutil, pero destacaba en su piel blanca. Y ni qué decir de esa boba sonrisita curvando la comisura de sus labios.

 

Los celos le atacaron como una súbita patada en el estómago. Le dedicó una pesada mirada al chico de rojos cabellos, pero éste ni se inmutó, cualquiera diría que caminaba sobre una nube sólo porque el dobe le daba un abrazo puramente amistoso.

 

Sacudió la cabeza, forzándose a desterrar esos pensamientos. El propio Naruto le había asegurado que Gaara no era homosexual. Él no le mentiría en eso. A lo mejor el chico estaba sonrojado porque era tímido y no estaba acostumbrado a tanto contacto. Sí, eso debía ser. Prefería pensar aquello.

 

Volvió a aclararse la garganta de forma un tanto exagerada esta vez, ganándose una mirada curiosa de Naruto y otra repentinamente seria de Gaara. La burbuja de felicidad del pelirrojo parecía haber explotado.

 

—Está bien —concedió cuando Naruto le soltó—. Otro día. Últimamente siempre estás “ocupado” —Hizo especial énfasis en la última palabra, observando de soslayo a Sasuke. Sospechaba que Naruto en realidad no tenía nada que hacer y que lo único que quería era estar con Sasuke, después de todo sabía de buena tinta que ese hombre le gustaba, pero por ahora dejaría de insistir. Aceptaba la negativa.

 

Se despidió de los dos, especialmente de Naruto, y se marchó junto al resto de adolescentes. Acto seguido la pareja también se marchó rumbo a su destino anterior, caminando con suma tranquilidad para alargar el momento. Se detuvieron en la entrada del parque.

 

—Naruto, si quieres ir con los mocosos… —comenzó a decir. En el fondo sabía que estaba mal ser un obstáculo para que se divirtiera. Seguro Naruto se había negado para no disgustarle.

—Me gustaría, pero después de dos días seguidos celebrando mi cumpleaños y el día de hoy, he dejado de lado ciertas tareas pendientes de la universidad. Además… en el fondo prefiero caminar contigo hasta casa’ttebayo —confesó con una sonrisa, usando casi un tono confidente.

 

Una suave sonrisa curvó las comisuras de Sasuke, siendo ahora él quien se sentía caminar sobre una nube con sólo ver aquella sonrisa. Trató de mostrar un rostro inmutable, no quería verse idiota. En silencio alzó una mano y la posó en la cabeza del otro, retirando una pequeña hoja seca que se hallaba entre los rubios mechones.

 

Percibió la forma intensa en que los ojos azules le estudiaban. Conocía esa mirada, Naruto quería besarle. Siendo sincero, él también quería hacerlo, pero el lugar no era el indicado. Aquel día no habían tenido un momento de intimidad para compartir al menos algunos besos. De nuevo paseó una mano por los rubios cabellos, esta vez para brindar una sutil caricia.

 

—Hijo, tú por aquí.

 

La voz de Fugaku sobresaltó a ambos, haciéndoles alejarse de su pareja de un brinco, con los ojos abiertos por la sorpresa y el cuerpo tenso.

 

—Papá. —Su voz apenas fue un hilo, pero por su expresión parecía haber estado al borde de un infarto.

—¿Por qué tanta sorpresa? Te recuerdo que vivo cerca de aquí, pero claro, cada vez pasas menos por casa —finalizó con cierto reproche. Después clavó la mirada en el adolescente—. Naruto —le mencionó a modo de saludo.

 

El soponcio que le había causado la repentina aparición de Fugaku, no le dejó a Naruto percibir el aire distante que mostraba el hombre con él. No se dio cuenta de que Fugaku no había revuelto sus cabellos como solía hacer mientras le dedicaba una sonrisa y le preguntaba cómo le iba todo.

 

—Justo ahora iba a casa —logró articular Sasuke cuando recobró la compostura—. Pero me he cruzado con Naruto y nos estábamos saludando. Le… le estaba quitando una hoja… —explicó tratando de no verse acelerado, señalando los cabellos de Naruto para mostrarle de dónde había retirado la mencionada hoja.

 

Pero a Fugaku pareció importarle poco la explicación. Es más, no entendió muy bien lo de la hoja, él pasaba junto al parque cuando alcanzó a ver la espalda de su hijo, parecía hablar con alguien, pero igual se acercó para saludarle. Ahora estaba más entretenido estudiando a Naruto de pies a cabeza, como tratando de verificar si el muchacho tenía aquella extraña tendencia a gustar de los hombres.

 

—¿Q-qué? —Sonrió incómodo Naruto, rascándose la nuca.

—Nada. —Apartó la mirada. Le costaba creer aquello, el hijo de Minato no se veía afeminado en absoluto. No encajaba con el concepto de homosexual que él tenía formado. ¿Y si realmente lo que Minato le dijo fue producto exclusivo del alcohol? Pero precisamente porque le dijo aquello cuando estaba ahogado en alcohol fue que le tomó más en serio, los borrachos siempre dicen la verdad. ¿Pero no se supone también que los homosexuales son amanerados?—. ¿Dices que irás a casa? —preguntó para cambiar de tema, regresando su atención a su hijo.

—Sí.

—Está bien, te veré allí. Primero iré a comprar unas cosas que mamá necesita para la cena. Hasta luego.

—A-adiós —se despidió Naruto, mientras Sasuke se limitó a alzar de forma apenas perceptible una mano.

 

Cuando estuvieron solos se miraron, con cierto pánico todavía en sus rostros. Bien era cierto que meses atrás a Naruto no le habría importado en absoluto ser encontrados por Fugaku de esa forma, pero ahora que tenían planeada la forma en que se enterarían sus padres de su relación, quería que el plan continuara de esa forma. Primero sus madres, después de Año Nuevo; y con el tiempo, sus padres.

 

Sasuke rompió la tensión cuando liberó un hondo suspiro.

 

—Vamos. —Le animó a caminar.

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

¡Se agradecerán reviews! Cualquier pregunta que tengáis, no dudéis en decírmelo. ¡Nos vemos en el siguiente capítulo!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).