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Sahara por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Hola! Se supone que debí subir esto el domingo, pero entre que estoy buscando empleo, mis ocupaciones, y otro proyecto que estoy desarrollando —también de esta pareja—, me tomó un poco más de tiempo terminar el capítulo.

 

Notas preliminares: Esta entrega está hecha a manera de recapitulación, por lo que puede parecer repetitivo, pero integrará otras cosas que no se han mencionado. Además de las advertencias que ya saben (UA, Yaoi, OoC, errores históricos intencionales, el lector puede morir de aburrimiento…), integraré una más que debí hacer anteriormente: habrá incesto. Como saben, en el Antiguo Egipto éste se justificaba entre miembros de la familia real para preservar su naturaleza divina. 

 

Disclaymer: Los personajes e historia original de Saint Seiya no me pertenecen, pero el fic sí es de mi autoría.

Parte 5: Un regalo para la reina

 

Un mes, el mes más largo de su vida hasta ahora. Aunque no era la primera vez que se le privaba de su libertad por periodos prolongados, el tiempo se le hacía una tortura, sobre todo porque no lo pasaba con su amado cuentista. Un mes transcurrió desde su partida, pero el sentimiento de vacío y pérdida seguía tan latente como el primer día.

 

Sus ojos se fijaban en el celestial firmamento negro, sobre el que brillaban millares de estrellas. Sus brazos rodeaban sus largas piernas, el cabello le caía grácilmente sobre la espalda y los hombros, y sus labios vocalizaban versos que brotaban de su corazón y su alma. Asimismo, entre sus muslos y su pecho yacía aquella fina caja de madera decorada con piedras preciosas, la cual atesoraba con todo el corazón. Con una sonrisa melancólica recordaba cómo la obtuvo. 

 

Tenía trece años, lo recordaba bien. Como siempre, desde que tenía noción de su posición como Adoratriz, se encontraba mirando por aquella única ventana que le recordaba el vasto y grande mundo que había más allá de las cuatro paredes de sus aposentos… un mundo del que se le privó desde el día en que su marido y hermano, Shion, ascendió al trono, hace ya unos años. Al mismo tiempo su amigo —y también sirviente— Afrodita, le peinaba el cabello y lo perfumaba. Esta tarde le visitaría un médico venido de Assur y tenía que verse tan digno como su título lo ostentaba.

 

—… ¿Y sabes qué más? —le hablaba su amigo sin la formalidad que debía mostrar cuando el faraón estaba presente— Dicen que es tan guapo que podría ser pariente tuyo y de Shion.

—Algo así escuché —musitó con cierta tristeza.

 

A decir verdad no era la primera vez que le visitaba uno, y siempre que eso ocurría, ninguno lograba dar con el origen de un mal inexistente que llevaba algún tiempo aquejándole. Para colmo Shion siempre terminaba enviándolos a prisión, como medida de protección según él. Odiaba que eso pasara, pero —como decía el faraón— no podía arriesgarse a que sus secretos bajo el kalasiris se divulgaran, así que no le quedaba más que callar.

 

—¡Anímate, amigo! —el joven de cabellos celestes le tomaba por el mentón, mientras le aplicaba un muy discreto toque de kohl— Tal y que este es el bueno.

 

Un rato más tarde esperaba en su recinto a aquel extranjero, ya que no podía salir de ahí más que para lo absolutamente necesario. Como siempre cuando no quería agobiarse con el lento pasar del tiempo dentro de ese solitario recinto, se puso a vocalizar algunos versos que venía practicando hace algunos días. Tan abstraído estaba en ello que apenas si pudo reaccionar cuando sintió los pasos de Shion, su escolta y él.

 

—Muy buenas tardes, su Alteza.

 

En el momento no supo con exactitud si fue su voz solemne y elegante, su expresión seria pero no fría, o sus profundos ojos azules, pero algo de él le dijo que Afrodita dio justo en el clavo.

 

—B-buenas tardes, em… —farfulló, un poco nervioso por la impresión.

—Shaka, Majestad. Mi nombre es Shaka. Es un placer servirle.

—Mu... Seguro recuerdas lo que hablamos ayer —espetó su marido y él asintió. Por supuesto que lo hacía— Siendo así, deja que Shaka haga su trabajo.

 

Aquel extranjero le hizo un pequeño interrogatorio sobre sus dolencias, y anotaba en una lengua que no entendía. Como lo hiciera anteriormente con otros tantos médicos, mencionó los síntomasque ya se sabía de memoria. Luego procedió a hacer algunas maniobras a las que no opuso resistencia, excepto cuando una de sus manos casi toca su zona ventral.

 

—Respeto tu trabajo, pero todo tiene límites, si sabes de lo que hablo...—decía Shion.

 

Ya lo había visto venir. Era la misma advertencia que le hacía a cada médico, una forma sutil de decirles que tendrían una muerte lenta y dolorosa si tocaban aquellas zonas prohibidas de su cuerpo.

 

—Entiendo, su Excelencia.

 

Suspiró de alivio al oír al extranjero. El examen médico prosiguió sin mayor percance, al menos hasta que dio aquel sorprendente veredicto: una posesión de un espíritu maligno. Suspiros conmocionados y algunos cuchicheos no se hicieron esperar, sobre todo porque la forma tan convincente y seria en que lo dijo no daba lugar a dudas… tanto así que el mismo faraón obedecía la indicación sin rechistar. Tan sólo se había quedado su amigo peli-celeste para lo que fuera necesario.

 

—Bien, ya puede dejar de mentir… Alteza.

 

Un escalofrío le recorrió el cuerpo entero al oír al rubio. No daba crédito a que, tan sólo con un rutinario examen médico, derrumbara la fachada que se empeñó en sostener y que otros no pudieron siquiera dilucidar, ni siquiera el mismo Shion.

 

—¿Cómo lo…? —inquirió Afrodita, el único además de él que sabía de este secreto… hasta ahora.

—Eso no importa, sino curar a su Alteza, y no digas que no hay nada qué curar puesto que sí lo hay, pero su mal se encuentra justo… aquí.

 

El toque de su mano sobre la zona del corazón, y la forma en que esos profundos ojos azules le miraron, le robaron el aliento por fracción de segundo. Sin embargo por acto reflejo retrocedió, pues todavía restaba un secreto qué proteger. No obstante el resultado de esta acción fue contrario al deseado.

 

—Lo sabía… sabía que había algo raro en usted, Divina Adoratriz, o debería decir… Pequeño Faraón.

 

Tres, dos, uno…

 

—¡¿Cómo te atreves?!

 

... ¡Zaz! El ruido seco de un golpe y un peso cayendo se dejó oír. Afrodita le había soltado un puñetazo a aquel extranjero, tan fuerte que perdió el equilibrio y terminó golpeando el suelo. No le sorprendió la reacción de su amigo, pues tenía la estricta orden —de Shion, por supuesto— de imponerse en representación de la Adoratriz en caso de que le llegasen a faltar al respeto. Más bien fueron el tono suspicaz que usó el extranjero, el apelativo que le puso, o el que hubiera descubierto un secreto que sólo los más altos mandos conocían. Juraría que casi se desmaya cuando le escuchó decir aquellas palabras. Tal fue la sorpresa y la conmoción que apenas si pudo reaccionar cuando Afrodita habló.

 

—¡De pie! —el peli-celeste ordenó, casi gritando, y miró al rubio con evidente cólera— ¡Haré que te ejecuten por tu atrevimiento!

—¡Espera, no lo hagas! —él intervino— ¡Fue sólo un desliz! —o eso esperaba.

—¡Mu, tú escuchaste perfectamente!

—Lo sé, pero… —se agachó hasta donde Shaka seguía tumbado, y con una esquina de su pulcra vestimenta le limpió el hilo de sangre que corría por su comisura. Por alguna razón el corazón le latió con más fuerza— Este hombre ha logrado dilucidar lo que otros no pudieron… tal como dijiste, él es el bueno…

—Pero...

—Buen Shaka —con el corazón en la garganta, y haciendo acopio de todas sus fuerzas, usó el tono solemne pero bondadoso característico de la Adoratriz— ¿Le gustaría dar sus servicios aquí en palacio?

—¡¿Qué?! —la sorpresa en ambos era evidente, pero sólo su amigo y sirviente la externó a viva voz.

—Dita —llamó de forma serena pero cariñosa—, no pongas esa cara. Sabes que nos faltan médicos, y el señor Shaka ha demostrado ser muy suspicaz, observador...

—E impertinente.

—Tranquilo, Dita. Un error cualquiera lo comete, además no lo volverá a hacer ¿verdad?

 

Dicho esto le tendió la mano al rubio y le instó a ponerse de pie. Sin embargo éste, y para su sorpresa, se arrodilló frente a él.

 

—Así es, su Majestad. Y como forma de compensar el agravio hacia su Ilustrísima, le ofrezco este presente. 

 

En sus manos aquel extranjero sostenía una fina caja de madera, decorada con pequeños metales y piedras preciosas…

 

…la misma que le acompañaba justo en estos momentos de duelo.

 

 

CONTINUARÁ…

 

 

Notas finales:

Bien, pues por ahora no hay notas de autora, así que será corto. Al principio pretendía manejar todo el fic desde la perspectiva de Shaka, pero la verdad quise cambiarle un poco. Bueno, pues es todo por ahora. Un review con un comentario del capítulo, sugerencia, crítica constructiva o felicitación no le hacen daño a nadie. Bien, pues hasta la próxima. Chaito!


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