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Sahara por HitchNoDanna

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Notas del capitulo:

Buenas!

Okay, dudo que estén de buenas, considerando lo que he tardado en actualizar. Las razones ya las saben, así que no las volveré a explicar, y agradecería mucho su comprensión.

Notas preliminares: Esta entrega está hecha a modo de conclusión del primer encuentro entre Shaka y Mu, que vine desarrollando desde el capítulo 4, La balada de la reina. Por ello tal vez el lector muera de aburrimiento… okay, no ._.u

 

Disclaymer: La historia original de Saint Seiya y sus personajes, así como la canción 'Sahara', son de sus respectivos autores, pero el fic sí es de mi autoría.

Parte 8: Propósito

 

Tres meses. El tiempo transcurrido desde la última vez que vio a su Divina Adoratriz se le hacía tan eterno, aun cuando los acontecimientos más recientes no le hubieran dejado lapso alguno para pensar en su amor. A decir verdad no había podido descansar tanto como lo hubiera deseado, pues el faraón de Egipto continuaba con su cacería y había que moverse más hacia el poniente, donde poco a poco se perdía contacto con la civilización. Si no fuera por Camus, Milo y los pequeños Hyoga y Shun, seguramente no habría sobrevivido a las inclemencias del Sahara.

 

Ahora mismo se encontraba con los niños, en algún lugar que hace años fuera un oasis, recolectando algunas semillas, raíces y dátiles secos, mientras Milo preparaba una trampa para cualquier presa que les sirviera de cena, en tanto que Camus montaba lo que sería su techo por algunos días. Hacía un viento fresco, a pesar del incandescente sol de la tarde.

 

—¡Miel! ¡Encontré miel!

 

El entusiasmo en la exclamación del pequeño Shun no era para menos, pues rara era la vez que podían encontrarse y darse un gusto como ese. Él recordaba que, incluso en Egipto, rara vez la gente pobre podía probar ese dulce manjar, pues mayoritariamente se destinaba para suministrar las reservas de la nobleza. Como fuera, ya no se encontraba allá y por esta ocasión podía darse un gusto. Por otro lado, unos días antes habían perdido su hogar, sus posesiones y sus víveres, por lo que esta era una buena oportunidad de abastecerse.

 

Dicha pérdida fue precedida por una serie de acontecimientos. Una tormenta de arena amenazaba con arrasar con todo lo que encontrara a su paso, entre ellos seis viajeros que se habían extraviado. Ninguno de los tres hombres azules fue capaz de dejarlos a su suerte, y optaron por acogerlos en su morada, rodeada casi en su totalidad por enormes rocas que resistirían los embates furiosos del viento. Al principio fue todo tranquilidad y armonía, al menos hasta que terminó la tormenta de arena: Shun se había levantado a medianoche para ir al baño, pero antes de atravesar el segundo dormitorio, donde se hospedaban sus huéspedes, escuchó entre sus cuchicheos que planeaban capturar a su anfitrión de cabello dorado, a quien reconocieron como El Cuentista de Asiria, y lo entregarían al faraón por una jugosa recompensa. Como el dichoso plan se ejecutaría a la noche siguiente, mientras sus anfitriones durmieran, el pequeño de cabello verde no dudó en advertirles. No obstante la impulsividad de Milo, al enterarse, pudo más que la sensatez, por lo que tuvieron que resignarse y enfrentarlos. Obviamente ellos tres contra seis no era justo, pero cuando Shaka pretendía rendirse y entregarse, ocurrió un milagro: una de las esteras, derribada sobre el pequeño fogón durante la contienda, se estaba incendiando y ahora las llamas amenazaban con acabar con sus vidas si no salían de ahí. El pánico y el caos provocados fueron aprovechados como distracción por los tres hombres azules y los dos niños para huir.

 

—Apuesto a que nunca pensaste que todo esto pasaría por hacerle caso a esa tal Saori ¿verdad?

 

Aquella pregunta de Milo, más retórica que inquisitiva, lo puso a pensar… a pensar en lo monótona, aburrida y vacía que había sido su vida antes de conocer a su Divina Adoratriz. Si bien era cierto que amaba a su padre adoptivo y su profesión como médico allá en Asiria, siempre tuvo la sensación de que no estaba cumpliendo su propósito en la vida, cualquiera que fuera. De hecho, aunque no lo supiera en ese entonces, gracias a su amor había encontrado dicho propósito. Lo recordaba bien.

 

A juzgar por la expresión aliviada que puso su Ilustrísima al declarar que sus intenciones eran únicamente curar sus males, supo que había convencido al Pequeño Príncipe, aunque no del todo.

 

—¡Más te vale no intentar nada raro con mamá o lo pagarás! —sentenció el pequeño.

—Bien, aclarado esto —espetó Afrodita— ¿Cómo pretendes remediar los males de su Majestad?

 

Tenía que pensar en algo, y rápido. Si bien era cierto que con aquella mentira logró sacarse de encima al faraón para ganar tiempo, ese tiempo ya comenzaba a agotarse. Pero pensar se le hacía difícil con el ruido que hacía Kiki al jugar con los frasquitos dentro de la caja.

 

"¡Eso es!"

 

Una hora más tarde, el poderoso gobernante de Egipto hacía su arribo. Los ojos magenta le miraban de forma penetrante, como exigiendo a la de ya la resolución para los males de la esposa del hombre-dios. No lo culpaba, de hecho, pues un cargo tan importante como el de Divina Adoratriz requería que su Ilustrísima se encontrara íntegro tanto en cuerpo como en alma, espíritu, mente y corazón.

 

—¿Y bien, buen Shaka, a qué resolución has llegado? —inquirió Shion con voz grave.

—Los dioses han sido benévolos con su Alteza y aquél que profanaba su cuerpo se ha ido —respondió con una solemnidad que le daba credibilidad a sus palabras—, pero temo que ha dejado secuelas en los demás componentes de su espíritu. Lo que su Majestad requiere es bastante simple, pero debe cumplirse con rigor. De lo contrario, podría ser poseída de nuevo. —Hubo un breve silencio, pero el faraón, con un gesto, lo instó a continuar. —Un vaso de infusión de éstas semillas al final de sus tareas —continuó, mostrando uno de los frasquitos dentro de la caja—, y sol, mucho sol.

—¿Eso es todo? —inquirió el soberano seriamente, aunque su voz tenía un toque de incredulidad.

—No. También es necesario que su Alteza cultive personalmente esto —ahora mostraba otro frasquito con semillas germinando en agua—. Ayudará a sanar las dolencias de su alma.

 

A decir verdad, cuando vivía en Asiria, él solía cultivar algunas plantas medicinales, y al hacerlo obtenía un poco de sosiego… sosiego que necesitaba la Divina Adoratriz, una pequeña liberación de esa tristeza que había escuchado en su canto y visto en esos ojos verdes. Ese era el propósito de todo este montaje.

 

 

CONTINUARÁ…

 

Notas finales:

Bueno, aquí termina el día en que Mu y Shaka se conocen. Por supuesto no pretendo aventarme tantos capítulos desarrollando el día a día de lo que sigue. Como pueden ver, desarrollo dos líneas de tiempo y, a decir verdad, ocupan bastante espacio. Por ello sólo lo haré donde sea realmente importante. Por otro lado, sé que no hay mucho acercamiento entre ellos hasta ahora, pero tengan paciencia por favor. Esto apenas empieza.


Bueno, como siempre agradezco sus lecturas, comentarios, agregados a favoritos e incluso likes y compartidos en Google+ y fb (sí, existen esas opciones).


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