Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Modelo solitario por Fullbuster

[Reviews - 58]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Kise Ryota


 


Aomine era un pervertido pero al menos era mí pervertido. En el fondo parecía un buen chico, era un buen chico, estaba seguro de ello al cien por cien. Aomine era esa clase de chicos que parecían muy duros por fuera pero en realidad eran un encanto cuando les conocías, de esas personas que harían lo que fuera por ti, por verte feliz pese a esa frialdad suya que trataba de aparentar, porque todo era una fachada, de eso estaba seguro.


Aquel día cuando llegué a casa estaba feliz pese a sentirme agobiado cuando mi padre estaba cerca, él siempre restringía todos mis movimientos, sólo quería que siguiera haciendo mi trabajo y no le importaba nada más, a mí me aburría mucho tener que ir a las sesiones de fotos, ya no quería seguir haciéndolo. Supongo que hablar con mi padre de eso era inútil, otras veces había tratado de explicarle que quería dejarlo pero él nunca me lo permitía. Estaba encerrado en esta vida sin poder tomar el control, era mi vida y aún así… hacía tanto tiempo que no la controlaba que ya me parecía imposible.


Al entrar en casa me encontré con mi padre preparando la cena y quise ayudarle. Le miré fijamente unos segundos. Me moría por contarle mi felicidad, por contarle que amaba a Aomine Daiki, que tenía novio y que estaba feliz pero… algo dentro de mí sentía que él no lo entendería, sentía que se opondría como siempre hacía a todos los planes que tomaba por mi cuenta sin contar con él. Preferí no decir nada aunque las ganas de contárselo a alguien y compartir mi felicidad me estuvieran matando por dentro.


- ¿Qué tal ha ido la sesión fotográfica? – preguntó mi padre y le miré con cierta tristeza, para él sólo existía un tema de conversación y era éste.


- Bien – le dije sin muchos ánimos.


- Mañana iré a cobrar lo de tu trabajo.


- Vale.


- No te noto muy animado.


- Ya sabes que…


- No empieces con que te aburres con el trabajo Kise, ya hemos hablado miles de veces de eso. Tú no eres un chico normal. Tienes un trabajo.


- En realidad no lo hemos hablado mucho, tan sólo tú has hablado de esto, yo no he podido aún decir nada.


- No tienes nada que decir – comentó – pon la mesa y cenaremos. Luego puedes hacer los deberes y rápido a dormir. Mañana te esperan clases y una entrevista por la tarde.


Aquella fue toda nuestra conversación esa noche. No volvimos a hablar de nada durante la cena. Mientras mi padre veía la televisión y se reía con un programa yo movía la comida con el tenedor sin hambre, intentando entender por qué eran así las cosas, tratando de encontrar una razón por la que no podía dejar de ser modelo.


La mañana siguiente amaneció con frío y lluvia. Cuando salí de casa abrigado ni siquiera cogí el paraguas. Caminé por las calles con paso lento hasta que me detuve frente a un supermercado donde una madre había comprado una golosina a su hijo y le llevaba la mochila a hombros hasta la escuela mientras ambos sonreían. Yo ya apenas recordaba a mi madre. ¿Habría hecho cosas así cuando yo era pequeño? No estaba seguro de ello. Sentí un brazo caer encima de mi cuello y al girarme me encontré la sonrisa de Aomine.


- Te veo algo melancólico hoy, será por la lluvia – me dijo mirando hacia el cielo encapotado del que caían finas gotas.


- Supongo – le dije intentando sonreír – nunca te he preguntado por tu familia.


Aquellos hizo que los dos mirásemos hacia aquella madre que le decía al niño que se diera prisa o llegarían tarde. Nos fijamos en cómo cogía con cariño la mano del niño incapaz de soltarla y le sonreía.


- Mis padres no son de hacer cosas así – dijo de golpe Aomine – ellos… bueno… mi madre estará en su oficina trabajando y seguramente por las noches irá a cenar con el mejor amigo de mi padre, ya sabes… y mi padre, bueno él estará en algún hotel de a saber dónde con su secretaria mientras nos dice que está trabajando.


Miré su rostro de preocupación o quizá de melancolía al decirlo, hablar de su familia le entristecía aunque tratase de ocultarlo.


- Mi familia hace mucho que dejó de ser una familia – me explicó al final como única noticia.


- Lo siento, no quería importunarte con eso.


- No pasa nada, eres mi novio, tenías que saberlo en algún momento, no quiero ocultarte nada y desde luego no esperes que nos inviten a una cena familiar y si lo hacen… ten por seguro que no será agradable – dijo sonriendo y yo sonreí – no somos ni mucho menos la familia perfecta, de hecho ni siquiera somos una familia desde hace demasiado tiempo aunque fingen seguir juntos por la reputación social, una tontería.


- Mi padre tampoco es una maravilla – le dije mirándole fijamente.


- ¿Y tu madre? – preguntó.


- No lo sé. Hace años que no la veo, mi padre y yo siempre nos mudamos de sitio y cuando pregunto por ella simplemente dice que está enferma y está siendo atendida. Dice que está en un centro psiquiátrico.


- Oh, lo siento – me dijo – no quería molestarte con eso.


- No me molesta. La verdad es que la echo de menos. Me gustaría poder verla pero él nunca quiere. No sé dónde está.


Creo que Aomine se sentía un poco mal y al final, tras sonreírle para calmarle el ánimo continuamos de camino al instituto. Al menos esa semana fue tranquila, Aomine se había encargado de dejar claro a la gente que era el único que podía tocarme y es que me besaba a cada oportunidad que tenía sin importarle si había alguien delante o no. Lo único que me molestaba era tener siempre ocupadas las tardes con los trabajos que me buscaba mi padre.


Una de las cosas buenas que empezaba a mejorar en mi vida… era que por fin podía jugar al baloncesto aunque no se lo había dicho a mi padre. Entrenaba con el equipo y como me prometió Aomine, en el vestuario él era sólo mío, las duchas se habían convertido en nuestro lugar para estar juntos sin que mi padre pudiera evitarlo. Quizá no era un sitio romántico ni por supuesto nada erótico… pero era nuestro sitio y mientras pudiera estar con él me daba igual el lugar.


Lo mejor de todo es que ese fin de semana teníamos un partido importante. Yo no conocía al otro equipo pero Aomine estaba muy interesado en que debíamos ganar a como diera lugar. Yo quería ayudarle pero me echaba un poco para atrás que mi padre pudiera pillarme si iba a ese partido. Era por la tarde y generalmente solía siempre mandarme algo que hacer del trabajo, siempre había alguna entrevista o alguna sesión fotográfica, era un rollo.


- ¿Cuento contigo, Kise? – preguntó Aomine sacándome de mis pensamientos.


Volvíamos a casa y el partido era mañana, aún no le había contestado a nada sobre el asunto y Aomine trataba de no presionarme mucho con el tema, algo que agradecía pero tenía que decidir algo.


- Sí – le dije al final mirando el móvil y viendo que mi padre no me había dicho nada sobre ningún trabajo – le diré a mi padre que he quedado contigo para estudiar, que tenemos un examen.


- Vale.


Aomine me acompañó hasta casa pero no se atrevió a besarme por miedo a que mi padre estuviera dentro. Se despidió con un simple “nos vemos mañana” y continuó hacia su casa. Entré viendo a mi padre en el salón viendo la televisión y decidí no molestar subiendo hacia mi habitación cuanto antes. Sólo bajé cuando se hizo la hora de cenar y tampoco tuvimos mucha conversación en la mesa, siempre era así, no podía recordar un momento en mi vida en que mi padre hubiera sido cariñoso o más o menos amable, simplemente pasaba de que yo estuviera allí. De vez en cuando aparecía en casa con un regalo como si con eso tuviera que perdonar cualquier cosa pero nada más, nuestra relación era difícil.


El día del partido le conté una mentira a mi padre pero tampoco pareció darse ni cuenta, estaba ocupado con algo del trabajo y se marchó con rapidez. Al menos sabía que tendría vía libre para poder ir a ese partido. Llegué un poco tarde y eso que me había pasado medio camino corriendo tratando de llegar a tiempo. Aomine me comentó que me cambiase rápido porque salíamos enseguida así que le hice caso.


Volver a pisar una cancha de baloncesto con todos aquellos ojos puestos en ti, con toda aquella gente gritando y animando a los jugadores hizo que el corazón me diera un vuelco de la emoción, hacía años que no sentía nada parecido, por primera vez me sentía de nuevo en casa, sabía que el baloncesto era lo que necesitaba en mi vida, esa emoción que sólo este deporte podía darme.


- Vamos – escuché la voz de Aomine justo cuando golpeaba mi hombro con suavidad sonriéndome – juguemos.


Fue el mejor partido de mi vida y no porque hubiéramos ganado, sino más bien porque me sentía cómodo en la cancha junto a Aomine, él era bueno jugando y hacer dúo con él era aún mejor. Podía sentir que entre nosotros había una conexión especial a cada pase que nos dábamos, a cada canasta que encestábamos.


Al finalizar el partido entré por el vestuario sonriendo como antiguamente, junto a mis compañeros, junto a Aomine que sonreía de la misma forma colocándome la toalla tras la nuca pero la sonrisa se me quedó ahí al ver a mi padre dentro del vestuario. Ni siquiera me dio tiempo a reaccionar al bofetón que recibí y eso que los compañeros tuvieron que parar a Aomine porque había empezado a gritar que no volviera a ponerme una mano encima.


- P-para – le susurré a Aomine cogiéndole del brazo – por favor.


- Pero…


- Déjalo, no empeores las cosas, por favor – le repetí aguantándome las ganas de llorar.


- Recoge tus cosas ahora mismo. Nos vamos a casa.


Mientras recogía las cosas metiéndolas en la bolsa sabía que todos tenían puestos sus ojos en mí, incluido Aomine que no entendía nada.


- No tienes por qué ir con él – me susurró Aomine acercándose para detener mi brazo que seguía guardando las cosas.


- Es mi padre, tengo que ir – le dije – sabes que te quiero, pero no puedo ir contra él, sigue siendo mi tutor legal.


- Vale, ve con él… pero si ocurre lo más mínimo, llámame, correré a por ti.


- Te quiero – le dije terminando de recoger las cosas y saliendo tras mi padre.


De camino a casa en el coche, ninguno habló hasta que aparcó frente a la casa. En aquel momento cuando suspiró supe que iba a lanzar algún tema serio para él.


- ¿Cómo se te ocurre saltarte la entrevista? – me preguntó enfadado.


- ¿Qué entrevista? No me dijiste nada.


- Te dejé un mensaje en tu móvil. Fue algo de última hora pero claro… ¿Cómo ibas a enterarte si estabas tan entretenido jugando al baloncesto? ¿Cuántas veces tengo que decirte que no quiero que te distraigas con nada? El trabajo es lo primero. Y encima ahora ese chico…


- Es mi novio – le dije.


- ¿Novio? – preguntó empezando a reír – Es lo que faltaba. No puedes tener novio, sabes cómo es este trabajo. En poco tiempo nos mudaremos de nuevo y entonces, ¿qué?


- No quiero seguir mudándome – le dije llorando pero él me dio otro bofetón.


- Tú harás lo que se te ordene, ahora entra en casa.


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).