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Modelo solitario por Fullbuster

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Aomine Daiki

 

 

 

Mi brazo hacía un rato que se había dormido por el peso de la cabeza de Kise sobre él, pese a ello, yo no quise apartar el brazo ni siquiera moverlo un centímetro por miedo a despertarle. Había pasado unos días difíciles en casa de su padre y en esta última semana desde la detención, por fin parecía que ese chico empezaba a dormir bien, que las cosas se arreglaba.

 

Su madre buscaba una casa por el barrio que fuera económica para mudarse de la mía y aunque eso me daba un poco de pena, sabía que era lo correcto y me alegraba que no se lo llevase de nuevo a Finlandia y es que descubrí que allí había nacido. Las mentiras de su padre iban cayendo una a una, su madre se encargaba de contarle la verdad de los hechos y al final… al verle tan feliz estando aquí a mi lado, prefirió que era hora de buscar un lugar para quedarse, eligieron Tokyo.

 

Tras varios días haciendo entrevistas, su madre consiguió entrar de encargada en un hotel de la zona y Kise… bueno, él ya no trabajaba de modelo excepto algún anuncio muy concreto que a él le interesase para traer algo de dinero a la familia, pero nada más, no se dedicaba a ello en cuerpo y alma como antes. Ahora era simplemente… un chico normal y esta semana estaba aprendiendo a serlo.

 

Aquel chico tímido que había sido en el instituto pasó a un nuevo Kise, mucho más sonriente, que sabía defenderse y que no dejaba que nadie le pasara por encima, nadie volvió a tocarle excepto yo. Lo mejor de todo esto, es que había vuelto a jugar al baloncesto y eso me alegraba. Ver aquella sonrisa todos los días cuando sus manos tocaban un balón era el mejor regalo que podían darme.

 

Me giré para mirarle y pasé mi brazo libre por encima de su cintura acariciándole con suavidad pero sin intención de despertarle. Apreté la mano un poco contra su vientre y le atraje hacia mí uniendo mi pecho a su espalda quedándome dormido con aquel incesante cosquilleo en mi brazo, pero me dio igual, Kise estaba a mi lado y con eso era completamente feliz.

 

Aún no podía creerme en todo lo que había estado metido. Al contarme lo de su madre aquella vez que íbamos al instituto ya había algo que no me daba buena espina en su explicación y por eso decidí investigar junto con Akashi todo lo que ocurría. Contactar con su madre no fue fácil pero que la policía estuviera buscando a Kise y a su padre nos facilitó un poco las cosas, en cuanto dijimos que le habíamos visto, sólo tuvimos que comentarles que se iban al aeropuerto y allí les pillaron, al menos a su padre que era el que había secuestrado a su propio hijo con aquellas mentiras.

 

Por la mañana, lo primero que me despertó fue el leve ruido de la puerta al abrirse. Miré hacia ella entre la oscuridad de la habitación para encontrarme con el rostro sonriendo de la madre de Kise.

 

- No quería despertarte – me susurró – seguid durmiendo.

 

- ¿Qué hora es? – pregunté extrañado.

 

- Las siete de la mañana, aún podéis dormir un poco más antes de ir a clase.

 

- Gracias – le dije antes de que se marchase.

 

- ¿Por qué?

 

- Porque… yo nunca tuve a nadie que se preocupase por despertarme para no llegar tarde. Me alegra.

 

- De nada – comentó su madre sonriendo.

 

Miré a Kise en cuanto la puerta se cerró, seguía en la misma posición que anoche pero al menos había soltado mi brazo, ya no lo notaba dormido y eso era una ventaja. Sonreí al verle dormir como todo un ángel, sin inmutarse de nada, con ese rostro apacible y sereno.

 

Rocé con las yemas de mis dedos su cintura provocando que se moviera un poco y sonriera por las cosquillas. No pude evitar sonreír y es que él siempre había sido muy sensible al roce. Sonreí aún más cuando al meter mi rostro en su cuello para besarle y morderle empezó a reírse sin poder parar intentando alejarse un poco.

 

- Para, Aomine, me haces cosquillas – comentó riéndose.

 

- Lo sé. ¿No es un buen despertar? Creo que hoy va a ser una gran mañana.

 

- ¿Por qué? – preguntó girándose hacia mí.

 

- Porque te tengo a mi lado – comenté serio.

 

- Eres un zalamero y un pervertido.

 

- ¿Pervertido? ¿Te digo algo romántico y soy un pervertido? – pregunté sonriendo.

 

- Sí – me dijo – porque lo has dicho adrede para convencerme de tener sexo esta mañana.

 

- Es posible – le dije en broma y él me golpeó el hombro sonriendo.

 

- No hay quien pueda contigo, no cambiarás nunca.

 

- ¿Y un beso al menos no me lo he ganado? – pregunté cogiéndole de la cintura para atraerle hacia mí.

 

- Te has ganado algo mejor – comentó sonriendo metiéndose bajo las sábanas sin darme tiempo a nada.

 

Sentí cómo bajaba mis pantalones pese a que no me dejaba mirar lo que ocurría bajo las sábanas. Sonreí y traté de aguantar los gemidos cuando metió mi miembro en su boca jugando con él.

 

- Así que querías tu vaso de leche recién salido, ¿eh? – le bromeé y escuché su risa al sacarse mi miembro de su boca.

 

- Eres idiota – me dijo riéndose – pero sí, concéntrate y dame mi desayuno.

 

- Está bien, trataré de concentrarme, pero no quiero acabar en tu boca, Kise – le dije – quiero otro lugar.

 

- Lo pensaré – fue lo único que escuché de él cuando volvió a su faena.

 

Debía reconocer que Kise mejoraba cada vez más. Al principio tampoco es que fuera algo espectacular lo que hacía, pero ahora… después de haber practicado conmigo tanto tiempo… reconocía que era bueno. Su lengua se movía dándome placer, a veces hasta me daba algún leve mordisco que me excitaba, sabía cuándo apretar y cuándo soltar, sabía la velocidad exacta y cambiaba el ritmo para excitarme hasta el punto de no aguantar más y colarme bajo las sábanas.

 

Al levantarlas me miró extrañado como si no me esperase pero yo bajé hasta él con rapidez atrapando sus labios entre los míos obligándole a dejar ya de darle placer a mi miembro.

 

- ¿Qué te pasa? – sonrió perverso - ¿Es que no aguantas más?

 

- No, así que súbete encima porque voy a darte un buen paseo – comenté sonriendo subiéndole encima de mí.

 

Apenas tuve unos segundos para introducir mis dedos en él y es que iba tan excitado por todo lo que había estado haciendo él ya, que no tenía mucha paciencia en este momento. Él lo sabía y sonreía divertido al ver cómo me había puesto. Sólo él conseguía sacar esta parte posesiva de mí.

 

Se sentó encima de mi miembro bajando lentamente sobre él hasta que lo tuvo completamente introducido, luego se movió subiendo y bajando mientras yo jadeaba y él prácticamente intentaba contener sus gemidos. Supongo que tener a su madre por la casa no nos dejaba mucho margen para gritar, así que tratábamos de contenernos todo lo posible.

 

Acabé dentro de él enseguida y es que iba demasiado excitado, más al escuchar gemir por mí. Él tampoco tardó mucho en irse en cuanto empecé a besar sus pezones y succionarlos, era su punto débil, apretarlos un poco y gritaba con desesperación. Descubrir aquello de él fue lo que más me emocionó, para escucharle gritar como a mí me gustaba tan sólo debía apretar un poco sus pezones.

 

Sonreí y él me miró medio enfadado por saberme su truco. Se bajó de mí y me hizo un puchero comentándome que se iba a la ducha, claro que yo le seguí también para ducharme con él. Al entrar a la ducha besé su cuello sacándole finalmente una sonrisa.

 

- Venga… perdóname – le dije.

 

- Eso no es justo y lo sabes, tú sabes mi punto más erótico pero yo no conozco el tuyo – me dijo.

 

- Sí lo conoces.

 

- No – me dijo muy seguro.

 

- ¿Recuerdas la vez que subí hasta tu habitación por el árbol? Cuando besas mi cuello de la misma forma en que lo hiciste aquella vez, cuando caminas por toda la casa sólo con una de mis camisetas cubriéndote, cuando juegas conmigo y me provocas… eso me vuelve loco, Kise.

 

Sentí las manos de Kise posarse en mis mejillas y acercarme hasta sus labios para ofrecerme aquel dulce beso con el que casi me dejó con ganas de más, pero Kise siempre era tan cariñoso, tan dulce e inocente que no me importaba nada aquellos besos.

 

Tras ducharnos salimos a desayunar viendo cómo su madre preparaba el desayuno. Nunca antes había tenido una familia, al menos no una unida como la que tenía Kise ahora mismo. Puede que su padre estuviera muy lejos pero no les hacía falta para nada. Kise había decidido quitar la denuncia contra su padre y es que realmente… debía ser difícil hacer algo así sabiendo que es alguien tan cercano, que es tu propio padre. Pese a ello, tenía una orden de alejamiento de la familia. Quizá estar solo en el mundo y tener que salir solo sería un buen castigo para él más que estar encerrado y que le hicieran todo.

 

Por culpa de Kise… últimamente iba a todas las clases y me obligaba a prestar atención. Empezaba a echar de menos mi azotea, mis siestas, esas que tanto me acompañaron durante años, todo lo había cambiado por Kise, por asistir a los entrenamientos con él, por nuestros momentos en las duchas al acabar de entrenar, por nuestros momentos juntos al volver a casa. Sólo podía decir una cosa… ¡Las cosas que se hacen por amor!

 

Todo estaba donde tenía que estar. Kise había empezado a disfrutar de su nueva vida como estudiante, volvía a ser ese adolescente normal que quería ser dejando su carrera de modelo para más adelante y disfrutando en el equipo de baloncesto. Hasta su madre venía a animarle en los partidos y es que… por fin aquel “modelo solitario” dejaba de estar solo y triste, ahora era un chico completamente diferente y tenerle a mi lado, era lo mejor de todo. ¡Pensar que todo empezó por una broma!

 

Aquella tarde fuimos al parque y allí la pasamos jugando con todos los amigos. Por fin, Kise ya no tenía ninguna excusa para no jugar, ahora era imposible que soltase esa pelota de las manos.

 

Fin


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