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Modelo solitario por Fullbuster

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Aomine Daiki


 


Me gustaba esto de molestar al chico nuevo, tenía su gracia verle sonrojarse y marcharse a toda velocidad de donde estuviera yo. En el vestuario se me había escapado, no creí que fuera tan rápido para ir y cambiarse, lo pillé justo cuando él salía y ya no pude comprobar si lo que había en la revista era real o no, me moría de ganas por saberlo y es que quizá se lo habían retocado, ahora había programas muy buenos para esas cosas. Yo tenía curiosidad y tendría que espabilar si quería verle en la siguiente clase de educación física.


Esa tarde tenía partido y era una gran pereza tener que asistir, siempre ganábamos y era absurdo que me llamasen sólo porque era el capitán del equipo. Hacía un día espléndido y podía haberme ido a la azotea a dormir, pero no, Momoi apareció de la nada justo cuando salía de clase y prácticamente me arrastró hasta el vestuario. No me quedó más remedio que con toda mi vagancia ir a jugar ese dichoso partido. Yo sólo quería jugar contra gente que pudiera ofrecerme algo memorable… como la generación de los milagros, ellos siempre eran buenos y aunque les ganaba a todos sin problemas excepto a Akashi… me gustaba jugar con ellos porque me complicaban el juego.


Salí a la cancha y el juego comenzó aunque yo no tenía ganas de correr tras aquel balón. Escuchaba a las chicas gritar eufóricas mi nombre, no era para menos… era el presidente de estudiantes y el capitán del equipo, sabía de sobra que todas habrían pagado por salir conmigo pero mi cabeza no estaba en ellas, sino en cierto rubio que posaba medio desnudo para revistas de ropa interior, eso sí me excitaba y me motivaba. Sonreí cogiendo la pelota en mis manos y realicé uno de mis tiros imposibles encestando. Este sólo sería los primeros dos puntos de muchos.


Me pasé los primeros cinco minutos del partido aburrido y bostezando, prefería que me hubieran sentado en el banquillo y poder escabullirme de aquí para irme a echarme una buena siesta, sin embargo, dejé de bostezar cuando vi a Kise aparecer por la mitad de las gradas mirando hacia la cancha con ojos curiosos. Me detuve en seco en el campo y me vio, claro que me vio… todas gritaban mi nombre, era absurdo no verme y más después de la canasta que metí para que se fijase aún más en mí.


Volví sonriendo hacia mi campo y le volví a mirar fijamente, él había posado su mirada también en mí y me detuve de golpe lanzándole un beso desde la distancia, sabía que eso le molestaría aunque en realidad molestó a todas las chicas que estaban allí, puesto que todas giraron la cabeza buscando a la persona a quien le había regalado uno de mis besos al aire.


Kise sonrojado como un tomate giró la cabeza mirando hacia arriba tratando de disimular que era para él y se marchó de allí con rapidez tras dedicarme una de sus desafiantes miradas. Cómo me gustaba el carácter de ese chico… cómo me gustaba molestarle con cosas tan simples.


Acabé el partido y es que no me dejaron marcharme, me tocó quedarme y cuando conseguí ir hacia el parque, resulta que todos mis amigos se habían marchado ya. Quedábamos a jugar todas las tardes, excepto los días que alguno tenía partido, entonces quedábamos los que no teníamos nada mejor que hacer, claro que hoy el que había tenido partido era yo y me había fastidiado sin poder venir a echar unas canastas con ellos. Supongo que tendría que esperarme hasta mañana para tratar de derrotar a Akashi, un día de estos lo lograría.


Cuando llegué a casa me extrañó ver a mi madre allí conversando con mi abuela, hablaban sobre guardar las formas y aparentar… este matrimonio era un desastre, ni siquiera me tenían en cuenta a mí, tan sólo les importaba lo que pudieran ver desde fuera la sociedad, no sabían el infierno que era tener que vivir sólo a mi edad, sin contar con ellos para nada y es que nunca estaban aquí. Estaban tan enfrascadas en su conversación que pese a que saludé nada más entrar… ninguna se percató de mí y me fui directamente a mi habitación. No quería seguir más tiempo en ese lugar para escuchar las tonterías que soltarían. Ni que fueran a preocuparse por alguien más que no fuera ellas mismas y su estatus social.


Me encerré en mi cuarto cerrando la puerta con cerrojo y me tiré en la cama agotado del duro día, pero aún así saqué la revista de la mochila y abrí la página en la que salía Kise medio desnudo. No pude evitar sonreír.


- Seguro que tú tienes una vida mejor que ésta – sonreí desganado – de modelo ganarás dinero, al menos sabes hacer algo bien porque lo que es el deporte… - susurré sonriendo recordando lo torpe que era en educación física.


Aún podía recordar cuánto me había reído al ver a ese chico tan torpe tropezarse hasta con sus propios pies, desde luego era un negado para el deporte. Ya tenía otra cosa con la que podría meterme con él, eso seguro que también le molestaría. Acabé durmiéndome con la revista en la mano y para cuando me desperté, la encontré en el suelo. Sabía cuánto llegaba a moverme en la cama y es que nunca había dormido del todo bien, las sábanas solía tirarlas de la cama, si había algo encima del colchón lo más seguro acababa en el suelo y es que más que dormir… parecía que me peleaba con la cama por las noches. Siempre había sido un chico muy movido, no podía adoptar una posición y quedarme en ella, tenía que moverme de un lado a otro y lo peor de todo… es que yo ni me enteraba.


Recogí la revista guardándola en la mochila de clase y me vestí para bajar a desayunar. Allí estaba ya mi abuela buscando con desesperación algo y cuando le pregunté… resulta que lo que buscaba era la revista que me había dado a mí ayer, era para ella y me la dio a mí por equivocación, claro que de eso no se acordaba.


- ¿No la has visto, verdad? – me preguntó.


- Ni idea – le mentí y es que no quería devolvérsela, allí estaba Kise y era el gran motivo de mis sueños húmedos y eróticos.


Fingí no saber nada de la revista y pregunté por mi madre pero como de costumbre… ya no estaba y a saber cuándo volvería. Esta familia era un desastre y se desintegraba a pedazos… bueno ya estaba desintegrada pero todos fingían ser la familia perfecta aunque realmente estuviera muy lejos de la realidad.


Desayuné con rapidez y salí de casa, no quería que mi abuela me diera un sermón sobre lo que había hablado con mi madre, no me interesaba nada de esa… relación fingida que llevaban, para mí ya no había una familia, sino un conjunto de personas viviendo bajo el mismo techo que cada uno iba a la suya.


Caminé con la mochila del instituto al hombro hasta que llegué al primer semáforo que cruzaba la transitada calle. Me esperé allí mirando el muñeco de los peatones y esperando a que se pusiera en verde. Akashi apareció a mi lado y aunque no íbamos al mismo instituto, solíamos coincidir la mitad del camino hacia nuestros institutos.


- ¿Qué tal el partido de ayer? – me preguntó sin mucho ánimo y bostezando.


- Aburrido. Ya no hay jugadores que merezcan la pena.


- Yo conocí a uno ayer que merecía la pena – me dijo sonriendo – eso sí… no le caes muy bien, es de tu instituto.


- ¿De mi instituto? – pregunté sorprendido – soy el capitán del equipo de baloncesto y el presidente de estudiantes, si hubiera un jugador lo suficientemente bueno ya lo habría reclutado para mi equipo.


- Pues a este no lo has visto – me dijo.


- A mí ojo avizor no se le escapa nada, yo sé todo lo que ocurre en mi instituto – me quejé.


- Pues este se te ha debido de colar a tu ojo avizor ¿Quieres que te coja vez con el oculista? – me dijo riéndose.


- Que gracioso eres Akashi.


- Me voy a clase que llego tarde – me dijo empezando a caminar más rápido y cogiendo el desvío a su instituto.


¿De verdad había algún chico bueno en baloncesto que yo no conocía en mi instituto? Eso era imposible. No había buenos jugadores en mi instituto excepto los de mi equipo y esos ya estaban dentro. No podía tratarse de ellos. Tendría que fijarme mejor en el instituto en cuanto llegase a él.


Como siempre estuve molestando a Kise que estaba delante de mi mesa y éste intentaba hacerme parar aunque sin mucho éxito, a mí me gustaba ver esas mejillas sonrojadas . Era tan fácil lograr sonrojar a ese chico pero en todo el día… no conseguí encontrar a la persona de la que Akashi me había hablado y es que Kise fue el primero que descarté. Me coincidía bien con eso de ser el nuevo, podía ser que no le conociera pero le había visto en educación física, era un desastre. Ese chico era imposible que pudiera jugar al baloncesto sin tropezarse veinte veces con sus propios pies.


Al finalizar las clases me marché al parque y allí estaban todos jugando aunque me extrañó ver a Kise caminando por allí cerca en dirección a su casa… o eso supuse. Akashi lo detuvo y le comentó de jugar algo que me extrañó bastante y me quedé estático unos segundos con el balón bajo el brazo.


- No puedo – le dijo Kise a Akashi.


- Será sólo un rato, venga… juega – trató de insistirle.


- No puedo, enserio – se volvió a excusar y yo sonreí.


- Déjale Akashi, es sólo un niño rico que se tropieza hasta con su sombra – le dije – no sería capaz de tener un balón en sus manos ni aunque fuera tan grande como Marte.


- Eres idiota – escuché que me decía marchándose y Akashi me miró mal.


- ¿Qué? – pregunté – tendrías que verle en gimnasia… es penoso.


- Tú si eres penoso – me dijo Akashi – aún no consigues ganarme.


- Pero lo haré pronto.


- Los sueños no cuentan Aomine – me dijo sonriendo – Espero que mañana te comportes y trates de ser más educado con ese chico.


- Los sueños no cuentan… Akashi – le dije sonriendo y él sonrió también.


Las canastas con los chicos estuvieron genial aunque tampoco fue hoy el día en que vencí a Akashi, supongo que mañana debería intentarlo de nuevo. Volví a casa y caminando por la calle de detrás escuché unos gritos que venían de la siguiente casa por la que tenía que pasar. No quise hacer mucho caso hasta que al pasar escuché como se intensificaban los gritos y miré por la ventana del piso superior justo para ver como Kise recibía una bofetada que lo tiraba contra la ventana.


Abrí los ojos al verle y me detuve al instante. Sé que me había visto a través del cristal porque se fijó en mí y sonrojado se dio prisa en bajar la persiana evitando que siguiera mirando. Algo dentro de mí se removió y es que no podía imaginarme por qué podrían pegar a Kise, no parecía un mal chico, tenía su trabajo de modelo, era un buen estudiante… no sé… era extraño. Creo que yo no era el único con problemas en casa. Al menos ya sabía lo más importante y es que tenía razón en algo, Kise vivía muy cerca de mi casa y ahora sabía exactamente en qué casa se encontraba.


 


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