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¡Ten hijos para esto! por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Como algunos sabrán, mi cuenta de facebook fue eliminada así que me ha tocado crear otra pero he perdido a todos los contactos. Si alguien quiere contactar conmigo de nuevo os dejo el enlace a la nueva página de mi perfil. Un saludo a todos.

Aprovecho para recordaros que éste fic a partir de hoy va día sí y día no, así que siguiente actualización será el martes (Puesto que yo ya estoy a domingo jeje)

 

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Minato abrió los ojos con pereza y se quedó mirando unos segundos la ventana por donde la luz entraba. El cielo estaba despejado aunque seguro que al final de la tarde llovería o al menos… se nublaría. Hoy era su boda y sonrió pensando en Sakumo Hatake. Era extraño que pudiera estar feliz con un matrimonio concertado pero es que nadie sabía la relación tan estrecha que ambos habían mantenido desde hace años.

 

Sakumo había sido su maestro al principio, un gran amigo de su padre que pasaba mucho tiempo en su casa. Para un niño que jamás había podido salir de su clan ver a alguien diferente, con otra mentalidad, más maduro y con el que compartía tiempo había hecho que le cogiera un enorme cariño, tanto… que hasta llegó a convertirse en algo más. La gente le habría dicho que era una locura, muy mayor para él, un hombre hecho y derecho que le sacaba veinte años, dirían que se aprovecharía de él que era apenas un chiquillo de dieciocho años, que se aprovechaba de la confianza de la familia, pero Minato sólo había sido un niño que había sentido una gran admiración por él y Sakumo… fue la persona que le dio el cariño y la atención que él necesitó.

 

Minato no podía dejar de sonreír, era su primer amor. Siempre pensó que estaría con Sakumo el resto de su vida, que esa relación tenía que tener un sentido, que estaba enamorado. Era un chiquillo, todos se lo decían y le decían que el amor no existía, que la gente te traicionaba, que él no entendía nada del amor, era demasiado joven, pero Minato no les hacía caso. Puede que fuera su primer amor, pero él haría que durase toda la vida, estaba convencido y cegado por Sakumo Hatake.

 

Sus amigos le llamaban idealista y es que todos le contaban que el primer amor rara vez era el definitivo, eso eran cuentos de hadas. Ninguno de ellos se había quedado con su primer amor pero Minato sonreía y decía que él se quedaría con su primer amor, no les creía. Sus amigos le daban por perdido y le decían que ya maduraría, se daría cuenta que la gente te falla,  no siempre es lo que parece y toda la vida era mucho tiempo para estar simplemente con su primer amor, mucha gente pasaría aún por su vida y tendría tiempo de enamorarse, de enfadarse, de ser engañado, de perdonar y de encontrar a la persona perfecta en su vida. Toda la vida… era demasiado tiempo.

 

-  Me llamabais idealista – susurró Minato sonriendo en voz alta – pero al final… me casaré con mi primer amor. Todo va a ser perfecto. Lo sé. Él jamás podría fallarme, es perfecto.

 

- Minato… haz el favor de levantarte, aún hay que prepararte para la ceremonia – gritaba su madre desde el piso de abajo.

 

Para su desgracia, se casaba con un clan puramente militar, todo ninjas de élite o eso le habían dicho. No querían decirle abiertamente que eran los Hatake pero él sonreía sabiendo que era así, toda la aldea lo sabía y había sido el gran cotilleo de estos días.

 

Las chicas que le atendían le ducharon y asearon con dedicación sacando el mejor kimono que habían mandado hacer a medida para él únicamente para este evento. Minato no entendía por qué él debía seguir la tradición del otro clan, tenían tradiciones extrañas. Le habían contado todo lo que ocurriría y la verdad es que era un poco preocupante pese a saber que era el clan Hatake.

 

Él debía esperar en una pequeña casa diseñada para la ceremonia, allí se consolidaría el matrimonio y eso ponía nervioso a Minato, nunca había tenido relaciones sexuales con nadie, a los Namikaze se lo prohibían hasta el matrimonio. Estaba aterrado por el acto, no sabía si le haría daño o no, o si Hatake sería compasivo, esperaba que sí. Aún así, mientras él esperaba a su marido, dos guerreros luchaban fuera por el privilegio de ser el esposo, el vencedor sería en encargado de entrar a la casa para obtener su preciada recompensa sin poder quitarse la máscara ANBU hasta la mañana siguiente.

 

- No entiendo por qué no puedo ver a mi esposo esta noche – se quejó.

 

- Es la tradición. Es un clan respetable y de guerreros, tendrás que adaptarte a sus normas, Minato y ellos piensan que la felicidad llega tras el acto sexual, le dan prioridad – dijo su madre.

 

- Comentan por ahí, joven Minato, que se acuestan primero sin verse las caras para contraer la confianza necesaria, luego da igual cómo sean físicamente… están unidos por esa noche y la felicidad y complicidad entre la pareja es más estable – dijo la chica que le ayudaba – además… es tan romántico – suspiró – yo nunca tendré algo así.

 

- Es absurdo. Ya estoy casado con él, le daré todo lo que quiera, ¿no? Estoy obligado como su esposo a cumplir con mi deber. Creo que tengo derecho a verle la cara.

 

- Minato… normas del clan. No podemos ir contra las normas de ellos. No podrás verle, así que no trates de quitarle la máscara, ni la capucha, ni nada por el estilo, debes confiar en la decisión de tu padre y del clan que te han elegido al marido.

 

- Ya sabemos todos quién es.

 

- ¿Y qué? Mejor para ti, no te hace falta verle, disfruta de la magia del momento, puedes imaginarte a cualquiera si es que alguien te llama la atención.

 

- Sólo tengo ojos para mi esposo – le dije girándome y sonriendo camufladamente.

 

Nadie sabía lo que Minato tenía con Sakumo, sólo ambos pero hoy por fin iba a ser suyo, daba igual si no podía verle, si no podían hablar, si no podía quitarle todo el atuendo que les pusieran… sería su esposo, Minato sería suyo y por la mañana cuando le quitase la máscara, sería el primero en besarle con pasión.

 

Le condujeron hacia la casa en el clan Namikaze, al menos eso lo habían dejado claro, no saldría del clan hasta que la alianza estuviera completa. Entró rodeado de algunas chicas de su clan y le comentaron que se metiera en la cama, claro que cuando le quitaron el kimono dejándole sin ropa allí dentro colocándole la máscara le entró la vergüenza tapándose con la manta que allí estaba.

 

Todas las muchachas se marcharon dejando un par de antorchas encendidas, sólo tenía que esperar a que el duelo de su esposo terminase, esos malditos clanes guerreros lo basaban todo en la conquista y en la lucha. Al fin y al cabo Minato sería eso… una conquista más y él lo sabía. Intentaba mentalizarse que tendría que hacerse con las nuevas normas del clan al que pertenecería, ya le habían avisado que a partir de su matrimonio viviría en el clan de su esposo dejando el clan Namikaze.

 

Minato se recostó sobre la cama tapando su desnudez con la manta agarrándola con firmeza entre sus manos, como si tuviera miedo de que le arrebatasen la manta. La estancia estaba bien, cálida y acogedora pero Minato sólo miraba la puerta. Se escuchaba la batalla fuera pero él no podía ver nada, la sala no tenía ventanas y el único acceso era aquella puerta, no podía acercarse, la tradición era que esperase dentro de la cama como el gran premio para el vencedor.

 

La batalla parecía intensa pero al final el más tenso silencio se hizo. Minato se tensó agarrando aún con más fuerza la manta sabiendo que la pelea había finalizado, había un vencedor y su momento de ofrecerse al ganador se acercaba con pasos firmes. La puerta se abrió de golpe dejando ver a un hombre con una máscara de ANBU que le recordaba a la cabeza de un lobo blanco. Su cabello estaba oculto por una capucha  y su ropa Ninja estaba rasgada. Minato observó la piel del chico con algo de sangre por las heridas y cómo se acercaba primero a una pila de agua quitándose la ropa limpiándose con una toalla húmeda para quitarse la sangre.

 

El corazón de Minato iba a mil por hora, al fin tenía allí a Sakumo Hatake, el colmillo blanco de Konoha. Intentó sonreír pero no podía, sus manos y su cuerpo temblaban por los nervios, su sonrisa se había congelado y más cuando vio al Ninja acercarse hacia la cama subiendo sus rodillas para encaminarse hacia él. Minato agarró más fuerte la manta, manta que también agarró el Ninja con su mano izquierda y tiró de ella con lentitud pero con fuerza obligándole a Minato a soltarla dejando que se la arrebatase y viera su cuerpo desnudo.

 

Una vez la manta ya no estorbaba, el Ninja cogió las manos de Minato llevándolas hacia su miembro ya  libre de la molesta ropa mientras le indicaba cómo debía tocarle, qué ritmo debía seguir. Pese al nerviosismo, Minato sabía que debía hacerlo bien, ahora era su esposo o lo sería cuando todo acabase.

 

El Ninja movió con suavidad su máscara lo justo para untarse los dedos en saliva y bajarlos hasta la entrada de Minato introduciéndolos con mucha lentitud. La intromisión le dolía, al menos al principio pero lo que más miedo le daba al rubio, era cuando tuviera que introducir aquella extremidad que tenía entre sus manos y que cada vez se hacía más grande y de mayor grosor. Él juraría que algo así no podía entrar en él sin romperle, pero el Ninja estaba muy decidido a hacerle suyo y él ya no podía volverse atrás, era su esposo.

 

Viendo el Ninja lo mal que lo estaba pasando Minato por la espera, en cuanto estuvo listo prefirió acabar rápido con todo el sufrimiento, en otra ocasión tendrían más oportunidad, hoy los nervios le jugarían una mala pasada a Minato que él no sería capaz de eliminarle, esa tensión haría que le doliera, el miedo a lo desconocido no le dejaría disfrutar, era mejor hacerlo rápido y haber cumplido su cometido. Otro día… pensó el Ninja.

 

Agarró el cabello rubio de Minato con fuerza obligándole a mirarle más fijamente mientras con su mano izquierda conducía su miembro introduciéndolo con cierta violencia. Minato se mordió el labio por el dolor pero el Ninja trató de calmarle acariciando su cuerpo, acariciando sus temblorosas piernas mientras le siseaba para que tomase silencio aunque no era silencio lo que buscaba, sino que se calmase, quería indicarle que ya estaba, estaba dentro de él y no volvería a pasar por ese dolor. Se movió con lentitud dentro de él, aguantando la presión de sus estrechas paredes mientras Minato aguantaba el dolor aún mirando los intensos ojos oscuros de su maestro.

 

Le costó a Minato disfrutar, pero cuando empezó a calmarse algo de placer sentía. Quería pensar que sólo la primera vez era así, quizá no lo sería, pero al menos el miedo de que le rompiera al entrar había desaparecido, ahora veía que era posible que algo como el miembro de aquel Ninja era capaz de entrar en él sin problemas. Ahora… conocía el dolor que podía llegar a sentir.

 

El Ninja salió de él cuando acabó en su interior y aunque iba a levantarse para ir a asearse, volvió a sentarse junto a Minato cogiendo su miembro entre sus manos frente al sonrojo de él. Al menos sintió que también su esposo debía disfrutar algo de aquel momento y no sólo el vencedor del duelo. Le masajeó aunque Minato avergonzado le pidió que no lo hiciera pero el Ninja le hizo una señal con el dedo para que permaneciera en silencio y siguió con su trabajo escuchando los gemidos de Minato, viendo cómo se recostaba en la cama de nuevo dejándose llevar por el placer. Una vez finalizó, el Ninja fue quien se levantó indicándole con sus gestos que siguiera allí tumbado, el dolor que podía sentir ahora tras su intromisión podía hacerle flaquear si trataba de levantarse.

 

Cogió de la pila unas toallas y tras limpiarse él, se acercó a la cama limpiando a su esposo y es que había vuelto trayendo en su mano el anillo, anillo que colocó en su dedo simbolizando que ahora ambos… estaban unidos por algo mucho más fuerte, sus clanes estaban juntos y caminaban de la mano, ambos debían aprender a ser esposos.

 

Minato miró su dedo, miró aquel anillo plateado y se sonrojó, él jamás esperó casarse tan joven ni dar su virginidad tan pronto, pero aquí estaba, en la cama de un guerrero que había ganado el derecho a poseerle. En parte sí sentía ahora la atmósfera de que en cierta forma era romántico, era morboso sentirse el premio a la gran lucha del que era… el mejor Ninja guerrero de la Villa.

 

Ambos se durmieron enseguida, Minato más rápido que su esposo y es que estaba muy cansado. Los nervios que había pasado también le pasaron una mala factura, esos nervios hicieron que se relajase tan rápido cuando todo ocurrió que durmió como un bebé con su esposo a su lado.


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